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Anda mamá, ¡chúpamela un poquito!, por favor.

en Amor filial

Hasta hace poco más de un año, éramos una familia normal: Mis padres convivían sin pena ni gloria, yo me sacaba el bachillerato a trancas y barrancas, formándome para ser un ni-ni de provecho y mi hermana se había matriculado en ingeniería agrícola en Lleida, porque en Mallorca, que es donde vivimos, de eso, no había. Era una chica lista: les camelaba contándoles lo mucho que estudiaba y vivía a tope sin el aliento paterno en el cogote.

En la actualidad, muy normales, no somos. Al menos, si he de hacer caso de lo que me enseñaba el profe de sociología y de lo que me cuentan mis amigos sobre su vida familiar.

Carlos, mi padre, duerme en la misma cama que mamá, pero entre ellos, hay una franja de colchón que últimamente siempre está fría ¡y mira que está haciendo calor este año!. Mi madre, mi madre,... ha cambiado mucho y yo también. Yendo al grano: ¡Nos hemos enrollado!. Sí, como leéis, nos lo montamos, jodemos juntos, follamos, copulamos, tenemos sexo,... o como le queráis llamar. Y lo disfrutamos, ¡vaya si lo disfrutamos!.

Voy a explicar cómo hemos llegado a eso, porque la cosa, tiene miga. Miga y morbo. Hasta no hace mucho, los dos éramos unos pardillos en las cosas del sexo. Ella, el misionero, alguna mamadita mal acabada esos días especiales, dedito de medio pelo de uvas a peras y una cabalgada sin alma para festejar los aniversarios de boda. Yo, que os voy a contar: pajillero contumaz y más verde que un campo de alfalfa en eso de meter en caliente.

Todo cambió de la noche a la mañana hace un par de meses. La cama de la habitación matrimonial del apartamento que mis padres han alquilado este verano en Cadaqués, en la Costa Brava, puede atestiguarlo de primera mano. Pero vayamos por partes y empecemos por el principio: Ese cúmulo de pequeñas cosas que acabaron provocando nuestro viaje sin retorno hacia un incesto gratificante y sin complejos.

Desde que acabó sus estudios de Comercio, mi padre decía que era banquero. Nunca he sabido en qué consistieron esos estudios, pero siempre me ha sonado a algo así como unos meses de academia chusca. Vamos, como la taquimecanografía o el corte y confección... El resto de los mortales, lo teníamos por el empleado más chanchullero de una oficina de "Sa Nostra", sin más.

Cuando nuestra caja de ahorros de toda la vida, pasó a formar parte, con el dinero de todos, de algo llamado Banco Mare Nostrum, él acabó de patitas en la calle "voluntariamente". El que nuestro cabeza de familia se quedase sin trabajo, supuso un trauma psicológico en casa. Económico no, porque entre la jugosa indemnización y el que Tere, mi madre, hacía mucho tiempo que ganaba más que él, no notamos grandes cambios en las cosas del día a día. Además, ella era una niña de casa buena y eso en la Mallorca de Matas y Sa Princesa Munar, daba pie a que algunas de sus cuantiosas finques, previo paso por caja, acabasen reconvertidas en edificables y por tanto, vendibles con muchos ceros a alemanes, ingleses y, si no había otra, incluso a catalanes.

Por aquel entonces yo tenía catorce añitos, pero era un chico despierto y ya había descubierto la importancia de los pequeños detalles para entender lo que pasaba a mi alrededor. Lo que veía, era cómo mes a mes se iba deteriorando la relación entre mis padres. No había broncas, dormían en la misma cama, los fines de semana los seguíamos pasando juntos en la propietat que los abuelos tenían cerca de la Colonia,... pero cuando se miraban, no había chispa, ya no se besaban nunca y no se cogían de la mano, ni de ningún otro sitio. Seguían juntos porque era lo fácil, lo que se esperaba de ellos.

Mi hermana Clara y yo íbamos a lo nuestro: los colegios, los amigos, las fiestas, los primeros besos, de pardillo en mi caso y mucho más tórridos y acompañados de juegos de manos y algo más que eso, en el de mi hermanita... En fin, lo propio de dos adolescentes egocéntricos y con los caprichos colmados. Así continuaron las cosas: mi padre cada vez menos por casa y con más amigas y mamá con ojos tristes y refugiándose en su trabajo.

Fue durante la Semana Santa del año pasado cuando algo empezó a cambiar entre mi madre y yo. Clara se había ido con sus amigas a Barcelona y mi padre trabajaba a destajo en la inmobiliaria que había montado un año después de su despido. Las épocas de vacaciones eran sus días de mayor actividad.

Me había pasado la mañana en casa de Paco, un compañero de clase con el que últimamente confraternizaba mucho. Aina, su hermana mayor, estaba como un queso, me traía loquito y vi la oportunidad de acercarme a ella a través suyo, a ver si conseguía que se fijase en mi. ¡Iluso!. En los seis meses que duró mi interesada amistad, las contadas ocasiones en que Aina me dirigió la palabra, fueron para pedirme que parase de mirarle las tetas con ojos de sapo o dejase libre su tumbona preferida...

Al llegar a casa me pareció que mamá había salido. Todo estaba oscuro y silencioso, pero al ir a mear al baño de arriba, escuche un llanto contenido de mujer. Era mi madre. La puerta de su habitación estaba entornada y miré. Lo que vi, no me gustó. Estaba cabizbaja, sentada en la cama, todavía con la chaqueta puesta, llorando con la cara entre las manos. Entré decidido a descubrir qué le pasaba e intentar tranquilizarla.

- Hola mamá. ¿Qué te ocurre, por qué lloras?.

- Ay, Joan, son cosas de mayores cariño...

Yo me acerqué a ella y la abracé. Le rodeé el cuerpo con mis brazos, pecho contra pecho y le besé la frente.  Experimenté dos sentimientos contradictorios: Por un lado, ternura y consuelo, pero por otro... Por otro, el contacto de su cuerpo, me excitó. El pito se me endureció como una estaca de boj y la estrujé mas fuerte contra mí. Quería intensificar el contacto con sus tetas. Quería notar la calidez de su pubis. Quería... que percibiese mi erección, que supiese que ella era la que me lo ponía así.

- ¡Como me quiere mi niño!. Menudo achuchón me estás dando, Joan. Anda, suéltame que hemos de ir a comer.

Decía eso sin quitarme las manos del culo, impidiendo a cualquier precio que mi cuerpo se separase del suyo. Parecía disfrutarlo y eso me hizo cambiar el chip: era mi madre, pero era una mujer y ¡qué mujer!. En ese instante tomé conciencia que tanto su cuerpo como el mío, estaban predispuestos a experimentar sensaciones que iban más allá de los normales vínculos materno-filiales.

He de decir que Tere, mi madre, es una mujer muy atractiva. Nunca ha sido un bombón de revista, pero es una mujer que se conserva divinamente con la cuarentena ya estrenada. Elegante, delgadita, alta, con un cuerpo fibroso y bien proporcionado. Siempre viste con gusto, aunque demasiado sobria, pero últimamente, eso ha cambiado. Dos inolvidables ojos verdes presiden un rostro simétrico que destila paz y a la vez, deja intuir la picardía de las que tienen ese punto transgresor, aunque no se atrevan a aflorarlo.

Será que me tiene sorbido el seso, pero no soy capaz de encontrarle defectos. Ella en cambio, desde siempre está acomplejada por su pecho. Es de poca teta, vale, pero tiene dos melocotoncitos preciosos, coronados por unas fresas salvajes que son mi perdición. Casi no tiene areolas y eso hace que los pezones, muy oscuros, le destaquen aún más. En fin, una maravilla, pero que ella, hasta hace poco, trataba de enmascarar bajo sujetadores de esos preformados con un palmo de relleno, para aparentar lo que no era y que encima, no le quedaban bien.

A partir de ese día, hablábamos más entre nosotros. Aún no sé porqué. Yo le contaba con pelos y señales mis primeras escaramuzas sexuales. Desde cuándo y cómo solía pajearme, hasta cómo una chica australiana, un par de años mayor que yo, en una fiesta universitaria a la que fui con mi hermana, me ofreció follar con ella por la cara y yo eché a perder la oportunidad de estrenarme: en cuanto me dio el primer lametón en el capullo, se lo solté todo y no sólo me avió, sino que se cabreó por hacerle perder el tiempo. Mi primera vez, tuvo que esperar algo más...

Poco a poco, mi madre también se iba abriendo. No me contaba sus intimidades sexuales como hacía yo, pero me explicaba sus frustraciones con papá, sus miedos, su soledad y aunque sin entrar en detalles, lo mucho que le hacía sufrir su obligado ayuno sexual.

Un día algo cambió en ella y a media conversación intrascendente, va y me suelta a bocajarro:

- Joder, Joan, es que aunque me reprima, soy una mujer de sangre caliente. ¿Me entiendes, hijo?.

Debí poner una cara de pasmo de tres pares de narices, no porque no entendiese lo que me decía, sino por la sorpresa que me causó su franqueza. Ella debió pensar que era aún más pardillo de lo mucho que ya lo era y por si a caso, lo remachó con meridiana claridad:

- Coño, Joan, parece que se te ha de explicar todo: ¡Tu padre no me mete un polvo desde hace casi un año y estoy que me subo por las paredes!. ¡Cada día me pica más el chocho y los vibradores que me he comprado, ya no me bastan!. Vamos, hijo, que un día de estos me tiro a algún yogurín con buena polla, como hace él con esas ayudantes tetonas veinteañeras. ¿Te ha quedado claro ahora?.

- Sí, mamá.

Se echó a llorar y nos abrazamos como esa primera vez. Igual no, porque la cosa fue más intensa y acabó con un medio piquito que me supo a gloria. Nos costó, pero nos soltamos. Le di un azotito en el culo y mamá me pasó el índice por la nariz y me guiñó el ojo. Fue algo bonito y muy, muy especial, al menos, para mí.

Unas semanas más tarde fui de compras con ella. Vivimos en un pueblo pequeño, en el interior de la isla y cogimos el coche. Me dijo que iríamos a una gran superficie de Palma, porque además de comida y cosas de la casa, necesitaba algo de ropa. Al final, dimos vueltas para aburrir y empleamos más de hora y media en hacer un trayecto de poco más de treinta y cinco minutos.

Durante ese tiempo, por primera vez, me contó sus interioridades de cama. Se abrió como una flor. Al parecer, su catarsis íntima, no podía esperar más. Me explicó, sin rubor alguno, desde su desfloración, hasta  cómo le gustaba masturbarse y sobre todo, lo mal que la follaba mi padre. Incluso podría contar las veces que bombeó en su coño durante el último polvo que compartieron.

Al ver cómo le aparecían lágrimas incipientes, no se me ocurrió otra cosa que ponerle la mano sobre su pierna. Ese día llevaba una falda suelta, a la rodilla y aún no sé de dónde saqué el valor para subirla por el interior de los muslos hasta llevarla a pocos dedos de las ingles. Le apreté sus carnes y la dejé allí hasta que aparcamos en el garaje subterráneo del centro comercial. Las libertades que me estaba tomando, no parecían incomodarla en absoluto. Las sonrisas cómplices que me dedicaba en medio de sus confesiones, lo corroboraban.

Cuando bajamos del vehículo, estiró mi mano y cuando me tuvo a tocar, me dio un piquito. Esta vez, no fue algo robado, a medias, fue un besito en los labios con todo lo que tiene que haber. Breve, liviano, fugaz, pero sin equívoco alguno. En cuanto me recuperé de la sorpresa, la tomé de la cadera para acercarla a mi cuerpo y devolverle el beso, corregido y aumentado. Ella lo vio venir y siempre con su eterna sonrisa en los labios, me apartó sutilmente y echó a andar.

- Vamos gandul. Antes de ir al supermercado, quiero comprarme algo de ropa interior y unos pantalones y una blusa, si encuentro algo que me guste.

- ¡Mmmmmm, vale mamá!.

- A ver si también encontramos algo para ti. Como mínimo, te falta algún polo que arregle un poco y calcetines.

- Joder, si tengo un huevo, mamá.

- Huevos, hasta donde sé, dos, pero jerséis, no.

- Mira que graciosa está la niña... Si no estás segura, cuando quieras, puedes comprobarlo.

- Eso quisieses tú, que mamá te diese un buen meneo en los bajos. Cada día que pasa, eres más guarrete, Joanet.

Preferí no responder y fuimos andando hasta entrar en una de esas franquicias de bragas, sujetadores y estas cosas. Tomó tres básicas brasileñas de algodón, remiró las que había colgadas al lado y no se le ocurrió otra cosa que preguntarme.

- ¿Qué te parece si también me compro alguna de esas?

Eran tangas lisos, sin florituras. A mí no me parecía mal, de hecho quedan sexys cuando enmarcan un buen culo, mejor aún si está cubierto por una falda, pero no veía que ese triángulo con tiritas fuese muy cómodo y así se lo dije:

- Si te apetece llevarlas y las encuentras cómodas, me parece bien, pero no lo hagas si es porque lo llevan muchas tías de mi edad y quieres hacer como ellas. Tú no lo necesitas. Eres una mujer preciosa, mamá y no vas a estar más sexy por ir con unas de esas, aunque... no te voy a ocultar que saber que bajo la falda llevas los cachetes del culo al aire... me pondría cantidad. A mí, a casi la mitad de la humanidad y a buena parte de la otra.

- ¡Ja, ja, ja!. Te has vuelto un desvergonzado, hijo. Anda, pásame uno blanco, otro negro y ese fucsia. De la M.

Seguimos hacia la zona de los sujetadores. Como imaginaba, se fue directa a los expositores de los tipo "push-up" con relleno a espuertas. Al verlo, por primera vez en mi vida, tomé la iniciativa sobre algo tan íntimo:

- Mamá, no te compres esos. Perdóname si me meto donde no me llaman, pero es que te quedan fatal. ¿No ves que te hacen un pliegue a medio pecho en las blusas y les dan una forma poco natural?. Tienes unas tetas perfectas. No serán muy grandes, pero tienen una forma preciosa y se te mantienen tersas, levantadas y...

- Coño, Joan, sí que te fijas, ¡ni que me los vieses cada día!.

- Hombre, cada día no, pero no te voy a negar que si puedo, aprovecho. El lunes mismo, te dejaste la puerta de la habitación abierta y te vi cuando te cambiabas. No pude remediarlo, el espectáculo valía la pena...

- ¿Así que te gustan las tetitas de mamá?.

- Mucho.

- ¡Pero si soy más plana que una tabla de planchar!. A los jóvenes os gustan las tetonas y a los maduros también, ¡joder!. Mira si no a tu padre: se las busca jovencitas, pero bien dotadas...

- Mamá, no pienses eso. No a todos nos gustan las tías con dos melonazos por bandera. Las tuyas son muy sensuales y elegantes. Muchas modelos de esas tan famosas, tienen lo justo, como tú.

- Hijo, estás hecho un zalamero y te he de confesar que hasta me gusta...

- Si quieres, coge un sujetador de esos finitos, de triángulo o un top de licra y verás cómo te queda mucho mejor, aunque con lo bien puestos que los tienes, podrías ir sin y estarías estupenda.

- Vaya, así que mi niño quiere que su madre vaya por la calle con las lolas a su aire...

- Sólo lo decía porque...

- Venga, como veo que eres todo un experto en lencería, escoge los que te gusten y creas que me van a quedar mejor. Yo voy pasando al probador. Ochenta y cinco "A o B", dependiendo del tallaje.

¡Como si no lo supiese!. Me hubiese gustado ir a una tienda especializada, de esas que tienen lencería fina de buenas marcas, pero me apañé con lo que había. Escogí uno negro de encaje que simulaba un "Chantilly" de pega, otro básico de algodón y licra blanco y al fin, uno gris, de un tejido de redecilla, ribeteado en raso que transparentaba mogollón.

Cuando llegué a la zona de probadores, la chica que controlaba, al verme con tres sujetadores en la mano me miró extrañada y empezaron a subirme los colores. Iba a decirme algo cuando mamá salió de su cubículo en bragas y con la blusa aún abrochada.

- Joan, tráeme eso de una vez que no tenemos todo el día.

Caminé hacia ella. Apartó la cortina y me hizo entrar delante suyo, como si fuese lo más natural del mundo probarse la ropa interior delante de su hijo adolescente.

- A ver que me has traído, tunante. ¡Mmmmmm!, no están mal, aunque éste es un poco descocado, ¿no?. Lo enseñaré todo. Veamos.

Conmigo a dos palmos, se quedó en bragas y mostrándome los pechos sin rubor, fue probándose un sujetador tras otro. De común acuerdo decidimos que el de encaje era un "quiero y no puedo" y lo descartamos. Los otros dos acabaron en la cesta. Pagó y a pesar de mis protestas, nos fuimos a buscar una tienda de ropa para mí.

Tomó un set de calcetines sin preguntar y me obligó a comprarme dos polos y de paso, un par de camisas, una de ellas de manga larga, de vestir. ¡Ya te digo!. Visto lo visto, la contraataqué a fondo:

- Oye, ya que me has comprado todo esto, tú también te has de comprar algo. Siempre vas muy clasicona, así que entraremos en alguna de esas tiendas y buscaremos alguna falda y algo para arriba un poco más informal. Yo te ayudaré a escoger.

- Joan, que no tengo veinte años...

- Es cierto mamá. Sé que tienes cuarenta y tres, pero tal como vas, pareces una cincuentona y eso lo tenemos que cambiar. Si vistieses más juvenil e informal y te soltases un poco, todos pensarían que acabas de estrenar la treintena. Eres muy guapa, mamá y el mundo ha de saberlo.

- ¡Eres un sol, Joanet!. Estar contigo, hace que me sienta bien. Vamos allá pues.

Escogimos un par de faldas, unos tejanos stretch, unos shorts, dos tops, una camisola para llevar sobre la piel, como ropa interior y tres camisas. Con todo el arsenal, pasamos al probador y se repitió el protocolo anterior. Parecía que quisiese enseñarme lo desinhibida que se estaba volviendo por momentos, al menos conmigo. Pagamos lo que había escogido y va y no se le ocurre otra cosa que pedirle a la cajera dónde puede cambiarse. Quiere estrenar algunas de las prendas que acaba de comprar, le dice.

La de la caja, avisó a la controladora de mala gana y la envió de nuevo a los probadores. Cinco minutos más tarde me vino al encuentro una mujer nueva.

- Nos vamos al súper, cariño.

- Claro Tere.

Venía tan espectacular que no me salió lo de "mamá". Había elegido estrenar la faldita de tubo elástica, azul cielo a medio muslo. Tal vez cubriese unos dedos más, pero con lo alta que era... Una camisa de lino crudo de manga larga, completaba su atuendo. Llevaba las mangas enrolladas sobre los codos y dos amplios bolsillos estratégicamente colocados, le cubrían los pechos.

Me tomó de la mano y empezamos a andar hacia el supermercado. Al doblar una esquina, dejó las bolsas en el suelo y mirándome risueña, ahuecó el escote de la camisa y me mostró sus senos en libertad.

- Ya ves, al final he seguido tus consejos y he dejado los sostenes en la bolsa. Aún no sé porqué te he hecho caso, pero te he de confesar que me siento bien. También estreno uno de esos tanguitas que me he comprado, aunque eso no te lo voy a enseñar.

Volvió a coger las bolsas y ella con cara risueña y yo de pasmarote, entramos en el súper.

Os he querido contar lo que pasó ese día porque, sin duda, marcó un antes y un después en nuestra relación. A partir de ese momento, éramos cómplices en muchos temas. Me trataba como adulto, nos contábamos cosas íntimas, las caricias entre madre e hijo, poco a poco, se convirtieron en algo que iba más allá. Nada sexualmente explícito, pero... Además ya no le importaba mostrarse semidesnuda en mi presencia, aunque no llegara a mostrarme su sexo.

Yo empecé a tensar la cuerda un poco más cada día. Cuando nos poníamos cariñosos, intentaba robarle un piquito. Mamá casi nunca lo rechazaba. Si la ocasión lo permitía, no dudaba en enseñarle toda la carne que podía. Cuando me mostraba desnudo ante ella, no se cortaba y me miraba los genitales sin vergüenza, con su eterna sonrisa en los labios.

Me soltaba un "cómo has crecido, Joan" o cosas por el estilo, hasta que un día que ella acababa de ducharse y estaba arreglándose en el baño con la toalla enrollada a la cintura, entré y cuando me quité la ropa para meterme en la bañera, pude oír algo que me la puso dura de golpe. Me miró allí abajo con más descaro que nunca y va y lo suelta: "¡Joder, menudo pollón tienes, hijo!". Trempé como un babuino y al vérmela con esa erección de caballo, no debió poderse contener y por primera vez, me tomó el cipote con la mano. Fue sólo una caricia: me la recorrió con los dedos, desde abajo hasta el capullo y la soltó. ¡Qué delicia!.

No podía aguantar más y empecé a hacerme una paja allí mismo. Mi madre debió intuir mis necesidades y salió del baño antes de que la cosa llegase a mayores. Yo me la casqué como un mono, bombeando arriba y abajo, hasta que solté una catarata de lefa pegajosa y espesa en su honor. Me quedé descansado como nunca y con ganas de ir más allá. Sabía que ella también lo deseaba, pero intuía que no debía forzar las cosas. El gobierno del timón, era cosa suya.

Los meses iban pasando y yo cada día estaba más colado por mamá. Más allá de mi madre, era una mujer divina. Guapa, divertida, cada día más abierta y sobretodo, muy falta de amor, de amor de hombre. Imaginaba la lucha interna que debía mantener. Sabía que yo le atraía y que quería algo más, pero los tabús y los convencionalismos la debían coartar a ir más allá.  ¡Toma y a mí!, pero mi polla debía ser más convincente que mi mente, porque día a día los iba arrinconando y entremezclado con el amor de hijo más genuino, emergía el deseo sexual.

Llegó de nuevo la primavera y con ella el calor, las ganas de playa y el abandonar mucha de la ropa en los armarios. Ya sabéis eso de que "la primavera la sangre altera" y la mía la alteró y mucho. La de mamá, también.

Un soleado día de mayo, decidí llamar definitivamente a mamá por su nombre. A partir de ese momento, para mí pasó a ser Tere. Inteligente y de fina intuición como es ella, vio que estábamos a punto de estrenar una nueva etapa en nuestra relación y lo aceptó. Esa tarde salió de compras y volvió a última hora con un montón de bolsas de boutiques y tiendas estilosas. Al llegar, no me enseñó nada de lo que traía, pero me regaló el primer beso en que compartimos lengua. Yo se lo agradecí:

- Gracias Tere. Ha sido mágico.

- Te lo merecías, Joan. Por cierto, ¿qué haces el sábado?.

- Iba a salir con los amigos del rugby por la tarde...

- Tu padre va a estar ocupado y no llegará hasta la noche. Pensaba ir a la playa y comer algo por ahí. Como la previsión es de sol y calorcito, quería darme el primer baño y tostarme un poco. ¿Quieres acompañarme?.

- Por supuesto, Tere. Pero te advierto, si he de ser tu galán, tendrás que ponerte guapa.

A las diez de la mañana del sábado salimos con el coche. En vez de ir a la playa que solíamos, tomamos dirección a Portocristo y cogimos la carreterita que lleva a Cala Varques. Aparcamos y andando algo más de un cuarto, nos encontramos ante esa maravillosa playa de arena blanca. En verano hay bastante gente, pero a finales de mayo aún se podía estar tranquilo. Entonces empezaron para mí las sorpresas.

Nos apalancamos en un lateral, al lado de un grupito de chicas extranjeras. Por lo blanco de su piel y las pecas que adornaban el cuerpo de alguna de ellas, debían ser inglesas, irlandesas o tal vez, escocesas. Eran cuatro, y a tres de ellas el viento les acariciaba las tetas. Estiramos las toallas y nos desnudamos. Yo dejé el jersey en la bolsa y me quedé con el bóxer ceñido que me había comprado Tere el día que se fue de tiendas. Sabía que me quedaba bien y las miradas de nuestras vecinas lo atestiguaban, pero marcaba bastante y eso, en público, me daba un poco de vergüenza.

En cuanto Tere tomó su vestido veraniego por el dobladillo y tiró de él hacia arriba, perdí todos los pudores. ¡Por Dios, como iba la tía!. Primero apareció una braguita casi tanga. No era de esas de hilo dental, como le llaman en las playas de Ipanema, pero mucha ropa, no tenía. Cavada por delante y aún más por detrás y de cintura muy baja, ¡joder, que culo le marcaba!. Lo mejor, vino a continuación. El vestido siguió su curso y la piel iba apareciendo sin solución de continuidad, hasta que la ropa ganó la cabeza y doblándola con esmero, la guardó en la bolsa.

¡Mi madre en topless!. ¡Lo nunca visto!. La miré y remiré más de lo recomendable, con cara de bobalicón. La sonrisa irónica de la más pecosa de nuestras vecinas y la incipiente erección que crecía en mis partes nobles, me hizo ver que estaba desbarrando. Me estiré rápidamente boca abajo y al poco, ella hizo lo propio, pero con las tetas al sol.

- Caray Tere, nunca te había visto así en la playa.

- ¿Así de guapa?. ¿Así de desinhibida?. ¿Así de liberada?...

- Estás preciosa, Tere. Me encanta que no te hayas puesto la parte de arriba. Te va a quedar un moreno precioso.

- No me la he puesto porque ni tan solo me la he comprado. Únicamente me quedé las braguitas. Tal vez sean un poco descocadas, pero... ¡qué coño, sólo se vive una vez!. Aunque veo que esas jovencitas que tenemos al lado, van más tapadas que yo. A lo mejor me he pasado.

- No, para nada... pero la verdad es que entre llevar el culo casi al aire y la cintura tan abajo que si encoje, enseñas la raja y quitárselo todo en una playa nudista, casi me parece más casto lo segundo.

- Mmmmmm... creo que tienes razón. Resérvate el próximo sábado. Si hace bueno, iremos a Es Trenc y probaremos si nos gusta tostarnos en pelota picada.

- ¡Joder, mamá,... Tere, no te conozco!.

Me giré y la besé. Nada de picos robados, desde ese día, cuando estábamos solos o disfrutando del anonimato, nuestros besos pasaron a ser tórridos morreos en toda regla. Las vecinas alucinaron pepinillos o tal vez... vieron frustradas sus expectativas de ligue playero...

Ese sábado nos pasamos un huevo. Íbamos desbocados. Repartimos crema solar sobre nuestras pieles, uno a la otra y la otra al uno, sin tan sólo respetar eso que llaman partes pudendas. Le acaricie los pechos y el culo hasta hacerlos brillar, le reseguí la escasa tela de la braguita y no me contenté con eso: le remetí la mano por el interior, acariciándole por primera vez el sexo. Ella hizo lo propio, si no más. Las vecinas primero se incomodaron un poco, luego se excitaron un mucho y al menos una de ellas, no perdió el tiempo y nos dedicó un dedo antológico, aunque discreto.

Necesitábamos bajar nuestros ardores y decidimos bañarnos. El agua todavía estaba algo fría, pero nosotros íbamos calientes como un volcán y ni cuenta nos dimos. Nos metimos hasta que el mar cubriese lo suficiente para hacernos una pajilla mutua sin dar demasiado el cante. Dedear a mamá fue algo glorioso. Más cuando mirándome a los ojos, se corrió con ganas y en cuanto yo solté lo mío en su mano derecha, me besó con ese amor que sólo puede tener una madre para con su hijo.

Ese sábado tuvo consecuencias. La primera, el constipado de mamá. La segunda y más gratificante, la caída definitiva de cualquier barrera en nuestra relación. El que nos acostásemos juntos, sólo era cuestión de tiempo. Ambos lo sabíamos y lo aceptamos.

El siguiente fin de semana mostré mis vergüenzas en público por primera vez. Mi madre, también y nos gustó. Descubrimos que la sensación de libertad, el contacto sin trabas con el viento, el sol y el mar y la comodidad de no llevar ropa mojada encima, no tiene precio.

- Oye, Joan, por mi podemos venir siempre a estas playas y si me apuras, en casa, dejar los bañadores en el armario cuando bajemos a la piscina. No sé a ti, pero esta mañana de playa, a mí, me ha encantado.

- A mí también y contigo al lado, mucho más, Tere.

- ¡Menudo adulador estás hecho!. Con tu labia y ese cuerpazo que te gastas, vas a hacer felices a muchas mujeres.

- A quien quiero hacer feliz es a ti, guapa.

- Eres un solete, Joan. Ya me haces muy feliz y creo que no tardarás demasiado en lograr llevarme aún más lejos, pero también has de salir y experimentar con chicas de tu edad, majo.

- ¿Cómo puedes pensar que descuido a mi propio rebaño?. Lo que pasa es que soy un tío discreto. Mi mano derecha no se entera de lo que hace mi mano izquierda. Sólo a ti te lo cuento todo. Contigo no puedo tener secretos. Nuestro mayor secreto es lo que está ocurriendo entre nosotros.

- Aún no has cumplido los dieciocho y ya eres más hombre que todos los que conozco que no paran de pregonar su hombría. Soy tuya y lo sabes, Joan.

- Claro, mamá.

El verano se iba acercando y las costumbres de mi familia, relajando. El primer día que papá me vio llegar a la piscina con una jarra de zumo de naranja en la mano y el rabo colgándome alegremente entre las piernas, montó un pifostio, pero cuando vio a su esposa salir del agua en cueros, le cambió la cara. No era para menos. Tere es una mujer guapa, pero desnuda, bronceada de arriba abajo, con el pubis arregladito y la vulva pelona, los pezones inhiestos y mostrando su cuerpo con esa naturalidad, es sublime y dejó sin habla al mejor vendedor de la isla, aunque finalmente reaccionó:

- ¡Me cago en el puto anillo de Frodo!. Joder Tere, ¿me podéis explicar qué hacéis los dos en pelotas?.

- Pues qué vamos a hacer: bañarnos en la piscina y tomar el sol. Anda, para de quejarte, deja la ropa por ahí y ven con nosotros.

Papá acabó claudicando ante su mujer. A fin de cuentas, aunque sea un poco fachilla y un tanto machista, es aún mucho más salido y mujeriego y el ver cómo mamá había tirado por la borda su eterno pudor, le excitaba más allá de lo que podía soportar su moral de doble rasero. Así que a partir de ese día, si no había invitados, en nuestra casa se tomó el sol y disfrutó de la piscina al natural.

Esa noche mis padres se fueron pronto a la cama. Papá le metió prisa desde que empezamos a tomar los postres. Se ve que la nueva liberalidad con que mamá se tomaba la vida, le recordó sus deberes conyugales... A él le oí chillar su placer a los cuatro vientos dos veces, pero a mamá sólo algunos gemidos apagados. A la mañana siguiente, estirado sobre los bolos de cala Bòquer al lado de mamá, le pedí aclaraciones:

- Oye Tere, ayer os oí hacer el amor. Papá lo debió pasar de miedo, porque gritaba como un cochino en plena matanza cuando se corría, pero a ti casi no se te oía y el otro día en Es Trenc... bien que te costó reprimirte...

- Mira Joan, vayamos por partes: Tu padre no me hizo el amor. Ni ayer, ni desde hace ya muchos años. Ayer tu padre me folló y bastante mal, por cierto. Ya lo entenderás, cariño, pero una cosa es follar y otra bien distinta, hacer el amor.

- Casi no me acordaba de lo patán que es en la cama, al menos conmigo. Me besó sin ganas un par de veces, me pidió que me estirase de espaldas, me separó las piernas, se subió encima y me la endilgó sin tan sólo comprobar si tenía la vagina lubricada. Por suerte estaba pensando en ti y en mí y... ya puedes imaginarte que con esos sueños, tenía el chochito empapado.

- Tere, no me digas esas cosas. Me levantan la moral, pero también el cipote y estamos en la playa, joder.

- ¡Ja, ja, ja, así que te da vergüenza que se te ponga dura aquí en medio!. Pues a esa chica tan mona de ahí, no parecen disgustarle en absoluto tus expansiones genitales...

- ¡Vale ya, Tere!. Últimamente a ti cuando te sale la vena guarra, no hay quien te pare. Por cierto, con eso que me has dicho, me ha venido una duda: ¿Nosotros, follaremos o haremos el amor?. Porque de lo que no tengo duda alguna, es de que tu y yo vamos a sucumbir al fornicio un día de estos.

Mientras le soltaba esas lindeces, no apartaba la vista de su sexo. Seguía estirada con las piernas abiertas, mostrando la chirla en todo su esplendor. Al parecer, no quería que sus labios íntimos desperdiciasen los rayos de sol de la mejor hora del día. Hacía un par de semanas que había decidido ir como las modernas, según me dijo y se depiló el pubis, dejándose solamente un bigotillo sobre la raja. Como tiene el coño alto y pelón, verla así era un espectáculo que subía la libido a todos los que pasaban por delante. Yo tampoco era inmune y continuaba tan abstraído como trempado. Ella me miraba impávida, tal vez digiriendo mis palabras. Al fin, decidió solventar mis dudas.

- Joanet, Joanet, ¡sucumbir al fornicio!. Te estás volviendo todo un sátrapa y encima, pedante. Das por hecho que vas a acabar tirándote a tu madre y no se te ocurre otra cosa que decirlo con éstas palabras... No sé si te estás cachondeando de mí, si te ha salido la vena irónica o te han sorbido el coco esas novelas eróticas victorianas que lees últimamente.

- Es que me ha salido así, pero...

- Mira hijo, soy tu madre, te amo como tal y no como mi pareja. Eso no va a cambiar nunca. Lo que nos está pasando, es otra cosa. Algo que jamás hubiese pensado que pudiésemos llegar a vivir. Será cosa del destino, aunque lo abandonada que me tiene tu padre y lo calentorro que me has salido, también ayuda.

- Sé que aún estoy bastante buena. Tú te has convertido un adonis bien dotado. Pasamos mucho tiempo juntos. Yo desde hace un tiempo he decidido vivir la vida y disfrutar de mi cuerpo ahora que aún puedo y tú tienes las hormonas desbocadas y una polla siempre dispuesta, así que: Carpe diem, Joanet.

- Aún me estoy concienciando de lo que vamos a hacer. Eso del incesto, es muy fuerte hijo, pero cuando me tocas y me besas como un hombre sediento de mí, me derrites y quiero ser tuya. Sentir ese cuerpazo y verte tan maduro, hace que en esos momentos me olvide de que eres mi hijo y sólo vea un tío bueno, sensible y cariñoso, con el que mi cuerpo quiere compartir un rato de sexo y placer.

- Joder Tere, yo...

- Espera, no he acabado. Creo que estoy preparada para follar contigo, Joan. Compartir un polvo con un hijo no es algo baladí, así que si te parece, esperaremos hasta Cadaqués para gozar sin ataduras y no estar pensando en que nos puedan pillar. Vamos a tener dos semanas sólo para nosotros antes de que vengan tu padre y tu hermana. Esos días voy a ser tu amante. No esperes que hagamos el amor. Te voy a dar mi cuerpo sin límites y el tuyo va a ser mío, pero será sólo sexo. ¿Entendido?.

- La que me la pone dura es Tere, la mujer que pirro por tirarme, la tía buena madurita a la que quiero dar todo el placer que sea capaz de absorber y con la que deseo experimentar todo aquello que las niñatas con las que me acuesto de tanto en tanto, no se atreven a probar. La mujer que querré toda la vida, también eres tú, mi madre, pero eso es otra cosa. ¿Entendido?.

Ella se rió con ganas, se giró disimuladamente para darme un piquito cariñoso y quiso corroborar que había entendido las reglas del juego:

- ¿Has visto la rubia de tu derecha?. Sigue mirándote con cara de querer algo más. No seas gandul. Levántate y ve a por ella. Lígatela, a ver si consigues sacarle un polvo o al menos, un buen achuchón. ¿Tienes condones?. En el bolso debo llevar alguno.

- ¡Mírala a ella, tan preparada!. Lo voy a intentar. La tía esa está buenísima y tú me has puesto a cien, pero sólo si me prometes que antes de que nos vayamos a la península, te acostarás al menos una vez con alguien que no sea papá.

- ¡Tú estás loco!.

- Donde las dan, las toman, Tere. ¿Sí o no?.

- De acuerdo, cabroncete. Lo intentaré. Ahora, al tajo. Quiero ver resultados tangibles...

- Yo también y me lo tendrás que contar con todo lujo de detalles.

Me levanté de la toalla con el cipote en ristre y empecé a andar hacia el agua. A los pocos pasos, me lo pensé mejor y me dirigí hacia esa rubia despampanante que no me perdía de vista.

Lo cierto es que la tía estaba como un tren. Larga como un día sin pan, de piel blanca, con un ligero tono más sonrosado que moreno. Unos pechos divinos, turgentes, gruesos. Se le mantenían levantados aún estando estirada y los coronaban unos diminutos pezoncitos claros y duros, como unos petit pois, de esos que tanto gustan a los franceses. Debía ser de la escuela de mi madre, porque tenía sus interminables piernas abiertas indolentemente, mostrando entre ellas un corte profundo, simétrico y pelón.

Al menos había pasado medio minuto desde que me planté enfrente suyo y aún no nos habíamos mirado a los ojos. Finalmente, di por concluido el repaso a su anatomía, ella apartó la vista de mi polla, nos cruzamos las miradas y a ambos se nos soltó la risa. Pasando de sus acompañantes, habló ella primero, en un perfecto inglés:

- Hola, me llamo Nanna. ¿Ya me has mirado bien?.

- Yo soy Joan. No he podido reprimirme, pero ante tanta hermosura, siempre queda algo por ver y mucho por descubrir... ¿A ti te pasa lo mismo?.

- Menuda jeta tienes, tío. Dejemos que esos dos sigan durmiendo y vamos a bañarnos, anda.

Nos metimos en el agua. Estaba de muerte y empezamos el eterno rito del cortejo, aunque en nuestro caso, duró poco. Me contó que era danesa y había venido de vacaciones con su hermana pequeña y su novio. Se aburría, porque ellos iban a lo suyo. Por las noches se apoltronaban en el apartamento a beber, luego se dedicaban a follar por los descosidos y con lo muermos que eran, por las mañanas no tenían ánimos de hacer otra cosa que dormir. Con ese panorama, se me abría una autopista hacia su coño.

En cuanto el mar bañó nuestros pies, empezamos un juego poco apto para niños. A cada paso, nuestras manos exploraban partes más íntimas del cuerpo del otro. Enseguida empezamos a morrearnos como si se acabase el mundo. Le mordía los pezones a la vez que intentaba introducirle un dedo en la vagina. Ella no me soltaba la polla y subía y bajaba el pellejo bajo el agua, regalándome un pajote colosal. Al tomarnos un respiro y mirar hacia la playa, nos dimos cuenta de que nos estábamos desmadrando más de la cuenta. Cerca de nosotros había un par de familias con críos y una pareja mayor que nos miraba con mala cara. Con razón, porque nuestros magreos empezaban a ir más allá de lo razonable en una playa familiar, por muy nudista que fuese.

- Venga, Nanna, salgamos del agua que estamos dando la nota. Voy a presentarte a mi madre y nos sentamos a su lado. Es muy maja, ya verás.

- ¡No me jodas, Joan!. ¿Tu madre?. Si sólo debe tener unos cuantos años más que nosotros. Además, antes he visto como te daba un piquito. No hace falta que me engañes, no soy una chica celosa.

- ¡Huy, huy, huy!, Nanna. Creo que sabes tan bien como yo que joder, joderemos, pero es mi madre y se llama Tere. Lo que pasa es que es muy cariñosa y se conserva bien. La verdad es que todavía está buena la muy cabrona. Te va a caer bien, ya verás. Por cierto, ¿cuántos años me echas?.

- Yo tengo veintiocho y tú... debes tener tres o cuatro menos. Ella no creo que tenga más de treinta y cinco o treinta y seis, así que no puede ser tu madre. Como mucho, madrastra.

- ¡Ja, ja, ja!. Tienes muy mal ojo, guapa. Este año he acabado el bachillerato y cumplo los dieciocho de aquí dos meses. Hace pocos días, mi madre ha hecho cuarentaitrés. Está estupenda y a mí todo el mundo me pone años de más, pero tía, te has pasado tres pueblos...

- Coño, así que me voy a merendar un bollycao...

- ¡Y de los que llevan mucho relleno!.

- Eres un mamón.

- Eso te lo dejo para ti. Yo prefiero lamer...

Con esa conversación tan trascendente íbamos andando camino a nuestras toallas. Tere acababa de darse la vuelta y se tostaba al sol boca abajo. Enseñaba un culo divino, duro y musculado. Entre las piernas, exhibía su agujerito más oscuro, rodeado de un sensual fruncido. Oscuro en el centro, con un degrado que acababa fundiéndose con el moreno del resto de su cuerpo. Más abajo, lucía la raja en todo su esplendor. Nunca le había visto el ojete con ese detalle y mi cimbrel, no salió indemne ante tanta belleza: estaba morcillón, pero acabó conquistando la horizontal en todo su esplendor.

- ¡Joder, me cago en Freyja!. Con el fisse que tiene, tu madre no debe pasar hambre...

- No te voy a negar que esté buenorra, pero no creo que tenga un rostro de revista...

- ¡Ja, ja, ja!. ¡Que no te enteras, chaval!. En mi lengua, el fisse es lo que tenemos las tías entre las piernas: el coño, la almeja, el potorro, la chirla, el chocho,... Mira si sé llamarlo de formas diferentes en inglés. A ver si me enseñas alguna más en castellano, porque sólo sé decir "coño".

- Oye, oye, ¿no me digas que te gustan las tías?.

- Mmmmmm... Tal vez. Me he enrollado con algunas y me ha gustado bastante. Con una compañera del piso de estudiantes, hacemos de todo... A lo mejor, es que soy bisex...

- Un poco guarrilla, sí que eres...

- Como tú...

- Tal vez por eso nos vamos a entender bien...

Con tanta cháchara, ya habíamos llegado donde mamá. Le acaricié el hombro, soltó un "mmmmmm" y le di una palmada en el culete, a ver si salía del letargo de una vez.

- Tere, mira, esta es Nanna. Es la chica que estaba estirada a nuestra derecha.

Se levantó y con un "hola querida, qué guapa eres", le estampó dos besotes en las mejillas, con el cuerpo bien pegado al suyo. Mamá tiene unas tetas discretas, pero los pechotes de la danesa, favorecían los roces intensos y ninguna los desaprovechó.

Nos pusimos a hablar de todo un poco, pero a los pocos minutos, el diálogo entre Nanna y mi madre se fue centrando en las experiencias lésbicas de la danesa. Al parecer a mamá el tema le interesaba mucho y... la ponía cachonda.

Con la escusa de que sólo teníamos dos toallas, acabamos sentados a lo indio, formando un triángulo. En esa posición, los sexos de los otros dos contertulios quedaban bien visibles. Yo ya pasaba de todo y exhibía sin recato mi pollón, con una erección de caballo. Ellas tampoco conocían el pudor y mostraban sus vulvas abiertas y brillantes, gracias a los abundosos flujos que secretaban.

Al caldearse la conversación, Nanna dio un paso más allá y como quien no quiere la cosa, empezó a jugar con los dedos sobre su rajita. Los llevaba desde la entrada del ojete, hasta sacar el botoncito del clítoris de su funda. Tere no apartaba los ojos del sexo de nuestra nueva amiga. Nanna era más ecuánime y repartía su mirada entre la vulva de mamá y mi inhiesto cipote. Debían gustarle las vistas, porque cada vez se le trababan más las palabras y el coño se le anegaba de forma escandalosa. Al final, mamá le cortó ese dedo tan sabroso, pero le abrió puertas más voluptuosas:

- Nanna, nos estás poniendo como motos...

- Y vosotros a mí, ¡no te jode!.

- Mira, niña, he soñado más de una vez que estoy con una mujer y me he puesto muy cachonda, pero nunca lo he probado. Antes era una mujer convencional, tú ya me entiendes, pero últimamente estoy muy perra. Joan puede contarte cómo he cambiado. ¿Te apetece enseñarme el placer que se pueden dar dos mujeres?. Creo que detrás de los pinos...

- Cuando estaba con mi hermana y su novio, miraba a Joan, bueno, sobre todo a su polla, pero a ti, tampoco te quitaba ojo. Me has gustado desde que he visto como ibas dejando tu piel desnuda al quitarte el vestido. ¡No sabes lo gordo que me has puesto el chocho!. Venga, vamos, te voy a enseñar de lo que es capaz una vikinga.

- Tú espérame, Joan. No creas que vas a escaparte de mis garras o mejor, de mis muslos, ¡ja, ja, ja!. Nos vamos a pegar un polvazo de tres pares de cojones, chaval. Con permiso de tu mamá, claro.

- Déjale que tome el sol, a ver si le baja eso que se le levanta entre las piernas. Nosotras vamos a lo nuestro. Mi Joanet sabe volar solo y si no, pregúntale a sus amigas cuando vienen a buscarle con esa cara de alegría y las bragas húmedas...

- ¡Iros de una puta vez!. Disfrútalo, mamá. ¡Ah! y no me la canses mucho que te conozco y luego voy yo...

Volvieron casi una hora más tarde, cogiditas de la mano. ¡Qué monas ellas!. Sus caras de satisfacción dejaban entrever que se habían quedado a gusto, muy a gusto diría yo... Mi madre tenía un brillo especial en los ojos y los labios del coño, rojos, hinchados... Se la veía rejuvenecida, con la piel más sedosa, no sé... parecía irradiar un nuevo imán para el sexo.

Yo, seguía con la vara tan erecta como cuando se fueron y el verlas cómo entraban en el mar agarradas de sus cinturas, no ayudó a atemperarme. Se lavaron una a la otra, pasando de todo y de todos y volvieron a nuestra toalla.

- Cortaos un poco, coño. Desde aquí veía como os restregabais la patata una a la otra y tu hermana y su novio, tampoco os perdían de vista.

- ¡Que se jodan!. Seguro que no se han corrido tanto y tan bien como nosotras. ¿A que sí, Tere?.

- ¡Buuufff, tía!. Me has dejado planchada, y con la almeja escocida, pero eso sí, muy, muy, satisfecha. Anda loba, llévate a mi niño al huerto y haz que te rellene el chichi de carne, que eso, yo no lo he podido hacer...

Nanna saludo a su hermana y sin prestar atención a las repetidas indicaciones que hacía señalando su reloj, ni a los ojos como platos que ponía su novio, les dedicó un corte de mangas, me estiró de la mano, me regaló un sabroso morreo y tomándome de la cadera o un poco más abajo, nos fuimos al sitio de donde volvía con mi madre.

Por aquel entonces, yo ya no era un completo pardillo. Me había estrenado pocos meses atrás, pero ya llevaba un buen "track record". La primera fue Laura, la hermana mayor de una chica de mi clase. Lo hicimos cuatro veces y aprendí lo básico. Luego me tocó trabajar: tuve que desvirgar a su hermana y a otra amiga. Aprobé, tal vez con notable, pero el sobresaliente, seguro que se me escapó. Media docena de polvos más con alguna amiga aventajada y algunos cogidos al vuelo con guiris desbocadas, mamadas mayormente. Aquí se acaba mi experiencia.

Follar con Nanna era otra cosa. La tía sabía latín y le gustaba más el sexo que un pirulí de fresa. Además de ser la tía más buena con que me había topado nunca, no decía "no" a nada. Si eras delicado, todo le iba bien y lo disfrutaba.

En la hora que pasamos entre los pinos, me enseño lo que era una mamada de verdad. Cuando iba a correrme, la avisé, pero ella no apartó los labios con gritos histéricos, como hacían mis amigas. Se la metió hasta la empuñadura y mirándome a los ojos, me acarició la tranca con labios y lengua, incluso al paladar le dio un papel. No paró hasta que me hube vaciado en su boca y cuando la saqué de entre sus labios, no se le ocurrió otra cosa que morrearme y jugar al tuyo-mío con mi lefa y sus babas. Al principio me dio repelús, pero el ver cómo ella lo disfrutaba, junto al magreo que le estaba metiendo a sus tetas, me hizo cambiar el chip y no sólo la dejé hacer, sino que me erigí en protagonista: sorbí todo lo que aún le quedaba y bajé al pilón. Se lo inyecté coño arriba con un sipiajo descomunal, le di cuatro lamidas por allí abajo, me estiré y la ayudé a montarme.

La danesa no perdió el tiempo. Ella misma se la envainó hasta el fondo y empezó a cabalgar cual yegua desbocada. Normalmente, con el descomunal orgasmo que acababa de gozar, la erección se me hubiese perdido por el desagüe, pero esa mujer era sexo en estado puro y ni tan sólo me planteé que se me pudiese haber reblandecido el aparato de follar.

Sudamos, cabalgamos, se la metí por delante y desde atrás, ella arriba y luego abajo, en cuatro, apoyados en el pino más gordo, trabajándole el clítoris como pude, mordiendo teta y profanando ojetes a base de dedo... Al final nos corrimos como cerdos. Primero, fue ella quien lo dio todo: berreó, se convulsionó, gritó y babeó, llevando su cuerpo al límite del placer una y otra vez. Entre tantos estertores, yo no pude resistir ni un momento más y le llené el coño con una nueva lefarada, más suelta y escasa, pero tan olorosa como la primera. ¡Qué placer, por Dios!.

- Ha estado bien, eh.

- Nunca había gozado tanto. ¡Eres una diosa!.

Ahora sí, la saqué arrugada como un gusanito. Ni a mí, ni al cipote que me colgaba entre las piernas, decrépito, pero orgulloso del trabajo bien hecho, nos quedaban fuerzas para nada más. Nos estiramos sobre la hierba y descansamos un rato, hasta que ella se levantó de golpe, rascándose la panocha a todo meter.

- ¡Joder, joder, joder!, las hormigas, coño. Me has dejado el chumino pringado y se ve que el semen les debe gustar a ellas tanto como a mí. Las tengo por todas partes, joder. ¡Hasta el útero deben haber subido!.

- ¡Ja, ja, ja!, mira que eres bruta. A ver si sus bocaditos te dan gusto y te vuelves a poner burra... Venga, dame la mano y vamos al mar a lavarnos.

- Sí, sí, tu ríete, pero mira como tengo la raja. Antes estaba blanquita y ahora la tengo negra de tanto bicho. A ver si se me irrita y esta noche no me la puedes meter...

Nanna y sus circunstancias se quedaban en Mallorca tres días más y los aprovechamos a fondo. Me sacaba diez años, pero compartíamos aficiones y teníamos intereses afines. Acabamos saliendo todos los días como una pareja de verano más.

Nuestros cuerpos encajaban a la perfección y no perdimos ocasión de copular como macacos. Si se terciaba, mañana, tarde y noche. Tres días no son mucho tiempo, pero los aprovechamos a fondo. Con ella hice mi primer anal, aprendí a comer un coño como los ángeles y descubrí el placer de dar o recibir un beso negro. Además, nos entendíamos bien y nos gustábamos como personas. A pesar de nuestra diferencia de edad, incluso pudo haber algo más entre nosotros, pero al final, no fue.

Ese día quedamos después de cenar, salimos ella y yo solos a romper la noche y acabamos en su cama del apartamento que tenían alquilado. Dejamos la puerta abierta de par en par y pudimos ver cómo nos miraban su hermana y el novio. Creo que les enseñamos unas cuantas cosas y yo descubrí ese placer morbosillo que da el saber que te miran mientras estás follando.

El día siguiente fue un completo desmadre. Mi padre iba a pasar en Palma toda la jornada porque tenía el cierre de una operación importante, así que le había dicho a mamá si podía invitar a Nanna a pasar el día en nuestra piscina y comer con nosotros. Lo entendió perfectamente:

- Ya, ya. A comer... a comerte el rabo, querrás decir. Al menos, dejarás algunas migajas para tu madre. Esa chica me cayó tan bien...

- Venga Tere, no me vaciles, a ti no te cayó bien. ¡Te folló bien!. Ahora no me seas mojigata, que ya no te pega. Por mí, disfrutad cuanto queráis. Sabes que te quiero mucho y te lo mereces. Además, esa salida tiene más pilas que el conejito del anuncio y por más vicio que le pongas, no vas a conseguir cansármela.

Ese día rompimos algunos tabús más y estoy convencido de que me quedé a las puertas de echar el primer polvo con mi madre. Le había dicho a Nanna que viniese sobre las doce. Normalmente, en casa nos levantamos temprano, pero como nosotros dos habíamos acabado la fiesta de madrugada, Morfeo hizo de las suyas y cuando bajé a desayunar, ya eran casi las once.

- Hola Tere, hoy se me han pegado las sábanas.

- Será por el engrudo que debió soltar anoche la danesita cuando se corría con tu pija dentro...  Tienes el desayuno en la mesa del porche. Come algo y ven a darte un baño, a ver si te despejas.

No dije nada y me senté en la mesita con una toalla alrededor de la cintura. Mamá había preparado un desayuno de día de fiesta: bollería acabada de hornear, café, zumos recién exprimidos, pan tostado, tomate rebanado en finas láminas, extendidas sobre el pan, no rascado como hacen los catalanes, sobrasada de Ca la Carmeta, miel, jamón de bellota y una ensaimada lisa a medio cortar. ¡Qué bueno!.

-  ¿Piensas que hoy vamos a necesitar mucha energía?. Menudo desayuno. Tendremos que hacer un montón de ejercicio para quemar todo eso...

- Tenemos que estar preparados, con esa chica, nunca se sabe. Además, no quiero que se vaya sin probar las cosas buenas de nuestra isla. A ver si va a volver a su casa pensando que aquí sólo tenemos sangría de esa horrenda que sirven a los alemanes en Magaluf, paella precocinada y ensaimadas industriales.

Comí como un obispo de los de antes y al acabar vino Juani, la asistenta y cocinera, a retirar mi servicio. El primer día que nos vio en el jardín como Dios nos trajo al mundo, no sabía dónde mirar, pero después de hablar con mamá lo acepto y pasados unos días, ya lo encontraba normal y no parecía que le incomodase. Por las miradas que nos dedicaba cuando pensaba que no nos fijábamos, yo diría que incluso le gustaba...

- Juani, prepara un trempó y un arròs brut para comer. Seremos tres. Tenemos una invitada extranjera y me parece que tiene buen saque. Le gustará conocer nuestra cocina. Comeremos a las dos y media.

- ¿Dentro o prefieres que monte la mesa en el porche?.

- Mejor en el porche, Juani. Así no tendremos que vestirnos demasiado.

Al acabar de desayunar, iba a tirarme a la piscina, pero me lo pensé mejor y retrocedí hacia la ducha del jardín. Tere debía tener prisa en retozar en el agua conmigo y me recriminó que no la acompañase de inmediato:

- ¿Qué haces Joan, aún no has dormido suficiente?, anda, ven al agua de una vez.

- Es que...

- ¿Qué te pasa ahora?.

Me acerqué a la piscina para no tener que levantar la voz y que Juani me oyera y le conté mis necesidades higiénicas a mamá:

- Es que... ayer follé como un cerdo con Nanna. Al acabar ya era tarde y además su hermana y el plasta que tiene por novio, estaban rondando por allí. Me puse los pantalones y la camiseta sin ducharme y me largué con viento fresco. Al llegar, estaba muy cansado y me metí en la cama tal cual iba, así que voy hecho  un pringue y necesito una ducha antes de tirarme a la piscina.

- ¿Ya has dejado lo que llevabas en el cubo de la ropa sucia?. Voy a decirle a Juani que te cambie las sábanas y nos vamos a la ducha. Eres un guarro y hoy voy a lavarte yo, como cuando eras pequeño, a ver si aprendes.

- ¡Pero mamá!.

- ¡Ni mamá, ni leches!...

Salió de la piscina, le dio instrucciones a la asistenta, me tomó de la mano y nos fuimos a la ducha que tenemos en el jardín. Por suerte, queda separada por un murete y no se ve desde la casa. Nos metimos los dos bajo el chorro y empezó por darme un beso. Un beso de amantes. De amantes lujuriosos. Me metió la lengua entre los labios y jugó con la mía, acariciando las mejillas por dentro, resiguiendo las encías, humedeciendo mis labios con su apéndice sin hueso. Me quedé anonadado. Nunca me habían besado con esa intensidad.

Tomó el bote de gel de baño, escanció una porción en mis manos y otra en las suyas y me dio instrucciones claras:

- Frótame todo el cuerpo. No dejes nada sin limpiar.

Ella debió pensar que si estaba sucio por un polvo, lo más perjudicado serían mis genitales y fue a por ellos. Me tomó los huevos amorosamente con una de sus manos enjabonadas y dedicó la otra al tronco del pene. Poco después me restregaba el bosque que me crece en el pubis y yo le reseguía las tetas con mis dedos. ¡Me encanta tomarle los pechos y jugar con ellos entre las manos!.

La pasión iba subiendo el tono de nuestras caricias, perdón, aplicaciones jabonosas... Nos reseguíamos los cuerpos con las manos, los muslos, el abdomen,... Nuestros sexos bailaban una danza muy íntima, restregando mi inhiesto apéndice sobre el pubis de mi madre y remetiéndolo entre sus muslos, para poder frotarle sus labios y el clítoris con la dureza de mi cilindro. Mi boca no soltaba sus pezones. Los mordía con dulzura y de tanto en tanto, con fuerza. Los chupaba y sorbía hasta verlos crecer duros y orgullosos.

Tardé poco en bajar al pilón y con el agua recorriendo nuestros cuerpos, comerle el coño con cierta maestría. No paré hasta que sus caldos regaron mi rostro y un orgasmo desmesurado invadió su cuerpo. Se corrió sin apartar en ningún momento su mirada de viejos amantes clandestinos, a medio camino entre maternal y lúbrica. Yo estaba que me subía por las paredes, necesitaba descargar con premura, quería penetrarla, pero ella va y me suelta:

- Gracias, cariño, ha sido muy bonito.

Debió ver mi cara de pollo mojado y mis intenciones de metérsela hasta la empuñadura y no dejó que siguiese volando mi imaginación.

- En Cadaqués seré toda tuya. Ya lo sabes, guapetón.

Yo no podía esperar tanto. Al menos, necesitaba un adelanto, ¡joder!.

- Anda mamá, ¡chúpamela un poquito!, por favor.

- Claro, campeón, no pensarás que iba a dejarte así.

Hizo una bonita genuflexión, me tomó el cipote con la mano, besó el capullo, le sacó brillo a base de lengua y se tragó el bálano hasta que no le cupo más carne en la boca. Usó la lengua con un arte desconocido para mí: la enroscaba en el tallo, encastaba el glande en el inicio de la garganta y hacía unos movimientos que lo masajeaban de una forma sublime, como si tragase. Luego, la metía y la sacaba, sin dejar en ningún momento de ejercer una presión cambiante a lo largo de mi polla, ni dejar que los dientes olvidasen darle unos muerdos delicados o rascar la piel del prepucio. Todo esto, sin dejar de mirarme a los ojos. ¡Espectacular!. Jamás hubiese pensado que mi madre fuese una felatriz tan experta.

Con tanto exceso, las babas le chorreaban entre los labios y le resbalaban las lágrimas, pero ella seguía y seguía, sin atragantarse en ningún momento, ni venirle arcadas. Cuando mi resistencia llegaba al límite, se la sacaba, lamía el capullo suavemente, le daba besitos y al ver que mi eyaculación se alejaba, volvía a la carga. Así lo hizo una, dos y tres veces. A la cuarta, se sacó la tranca de la boca para decirme:

- Ya no puedes más, ¿verdad cariño?. Suéltalo todo en el buche de mamá.

Volvió a encastar mi polla en su paladar y empezó la danza final, aplicando todo su arsenal felador. ¡Qué chupada, por Dios!. Después de una de sus mamadas, uno ya puede morirse en paz. Eso no fue todo, en cuanto vio que empezaba a congestionarme, embadurnó sus dedos con crema hidratante y uno a uno, hasta tres, me los fue metiendo por el ojete, culo adentro. El primero, me incomodó. El segundo me removió el recto, pero el tercero... El tercero me llevó a la gloria. Jugaba con ellos en mi culo, buscando la próstata y las terminaciones nerviosas de la pared frontal. Al dar con ellas y mover las puntitas con una ciencia que no se aprende en la escuela, sobrevino la erupción.

Dice la bibliografía especializada que los orgasmos más largos entre los mamíferos, son los de los cerdos. Pueden durar hasta treinta minutos. Pues bien, yo debí correrme como un cerdo. Aquello fue como un castillo de fuegos artificiales. Maravilloso, divino, sublime. Qué queréis que os diga, no se puede contar, ¡hay que vivirlo!.

Me quedé derrengado sobre el suelo de la ducha. Tendido como un trapo, pero más feliz que un niño con un helado de pitufo. A ella no le ocurrió lo mismo. Sería mi madre y una cuarentona, pero era mucha mujer y decidió que ya que estábamos puestos, la fiesta todavía podía acabar mejor.

- Venga, gandul, levántate y haz que me sienta aún más orgullosa de ti. Puedo venirme otra vez y quiero hacerlo. ¡Dame duro, campeón!.

Tiró de mí y cuando estuve de pie, me apoyé en la pared de la ducha. ¡No podía con mi alma!. Ella misma tomó mis manos y acompañó la derecha al coño y la izquierda al ano.

- Méteme los dedos dentro, cariño. Tantos como puedas. Con fuerza. No vas a lastimarme. Necesito otro orgasmo de mi hijo. El más bizarro. Me tienes subyugada, bombón.

Y así, penetré sus oquedades con cuantos dedos pude. No me corté ni un pelo y conseguí introducirle todos los dedos de la derecha, hasta los nudillos, por delante y al menos los tres centrales por detrás. Ella estaba ida. Me pedía más y más. Por suerte, estaba tan hecho mierda que no pude complacerla, porque me puso tan verraco que perdí el sentido de mi propia fuerza y si hubiese estado en plenas facultades, hubiese acabado haciéndole daño, aún sin proponérmelo.

En pleno frenesí, me tomó la polla y empezó a subir y bajar el pellejo a todo trapo, como si quisiese ganar el concurso del tocador más rápido de zambomba. A mí eso no me causaba placer, al contrario, aunque me la mantenía dura y gorda, me molestaba y se lo dije:

- Mamá, no me la peles así, suéltamela, por favor. Yo ya estoy bien.

- Eres un desaborido, hijo. Yo sólo quería que te vinieses otra vez, pero si no quieres, pues toma: ajo y agua. Eso sí, tú sigue que yo no salgo de la ducha sin correrme otra vez. Te prometo que va a ser la última, al menos antes de comer, ¡ja, ja, ja!.

Saqué fuerzas de la flaqueza y seguramente, de las ganas de complacer a mi madre, dándole todo el placer que fuese capaz de digerir. Seguí hurgando sus oquedades con dureza y al poco, se vació como una nube en plena tormenta. Le vino un orgasmo corto, pero muy, muy intenso. Yo no había visto nunca nada igual, aunque todo hay que decirlo, mi experiencia era bastante limitada...

Empezó a soltar flujos por la vagina entre gemidos de placer y convulsiones orgásmicas. Sus esfínteres fueron incapaces de retener lo que debían. Me embarró la mano de heces a medio camino entre lo sólido y lo pastoso. Con tanto dedo, le debía haber revuelto los intestinos más de lo recomendable, porque soltó todo lo que llevaba dentro y no se contentó con eso. En plena excrecencia, se le abrió el grifo por delante y meó como una puerca. El líquido amarillo me chorreaba por el antebrazo y goteaba por el codo, hasta perderse en el desagüe. ¡Qué guarrada, por Dios!.

Ahora sí, como yo, se desplomo como un saco, aunque en su caso, cayó sobre su propia mierda. ¡Eeegggsss, que asco!. Yo no sabía qué hacer y opte por esperar unos instantes a que se rehiciese. Al fin levantó su mirada hacia mis ojos. Tenía los ojos rojos, inyectados en sangre, saciados de placer, pero también cargados de vergüenza.

- Lo siento cariño mío. Nunca me había pasado nada igual. Me he vuelto loca y he traspasado todos los límites. Perdóname, pequeño. No sé cómo he podido  hacerte esto...

- Calla, Tere y vamos a limpiarnos. Nosotros y la ducha. No pasa nada. ¿Te has corrido a gusto al menos?.

- Joan: Me has dado el mejor orgasmo de mi vida, cariño. Te lo juro, nunca había sentido nada igual, aunque con esos efectos secundarios... será mejor no repetirlo a menudo...

- Eres una cerdita, Tere. La cerdita más guarra de la pocilga. ¡Venga, a limpiar, que esto huele a rayos!.

Esta vez sí, nos lavamos a fondo y enjabonándonos tres veces, finalmente conseguimos quitarnos el hedor del cuerpo. Bien limpitos, nos tiramos a la piscina y empezamos a retozar como niños, pero con tanto ajetreo había pasado el tiempo y a las pocas brazadas, oímos sonar el timbre de la cancela.

- Debe ser Nanna. Voy a abrir.

- No te preocupes, ya irá Juani.

La buena de Juani, abrió y se encontró con una chica extranjera que sólo hablaba cuatro palabras de castellano, de casi metro ochenta, guapa a rabiar y "vestida" con un trozo de tela, al que a muchos les costaría un gran esfuerzo llamar pantalón, tapándole el culo y una especie de camiseta sin mangas y con las sisas por debajo de las tetas. Con ese atuendo, mostraba por los laterales sus dos melones, llenos, turgentes y morenitos.

- Yo Nanna. Joan espera para verme. Además su mamá. Voy para baño y lunch.

- Claro niña. Así que eres la Nanna. Pues mira qué bien... Pasa, pasa, están en la piscina.

Pensaba dejarla esperando en la sala y preguntar a Tere que debía hacer con ella, pero con esa pinta, decidió que poco debía importar a su señora que les encontrase en pelotas. ¡Cómo había cambiado doña Teresa ese verano!, pensó.

- Tere, acaba de llegar vuestra Nanna.

- Hola Tere, Hola Joanet.

Salimos de la piscina y ante el desconcierto de Juani, madre e hijo le dimos un piquito ligero a nuestra invitada. En los pocos segundos que tardó en cruzar el jardín, la danesa tuvo tiempo de quitarse el pantalón y la camiseta. Era lo único que llevaba. Para besarla, mamá se vio obligada a apoyarse en sus tetas y yo la tomé directamente de una nalga, haciendo que nuestro sexos también se fundiesen en el abrazo. La pobre Juani ya no sabía dónde mirar y se marchó dentro a buscar unos refrescos y algo para picar.

Pasamos un día estupendo: baño, sol, birras y gin-tonic, picoteo y... sexo. Más sexo. En cuanto nos hubimos remojado y toqueteado los tres un poco, nos estiramos a tomar el sol en las tumbonas y Juani nos trajo el aperitivo. Nanna y mamá empezaron a ponerse cremitas entre ellas y a mí, morcillón. Yo era el hijo, pero fui el que tuvo que advertir a mi madre que no estábamos solos:

- ¡Córtate un poco mamá!. Os estáis pasando un huevo. Juani se va a dar cuenta del desmadre que os traéis. Por mí, como si os enrolláis en el jardín, pero luego ya te apañarás tú con los chismorreos.

- Joanet, mira que eres estrecho. Me estás enfriando el rollo. Tenías que ser tú el que atacase a la danesa y no tu madre... Aunque algo de razón tienes.

- No te preocupes, Tere. Nanna no se va a ir hoy de nuestra casa sin que hayamos echado un buen polvo, pero nos meteremos en mi habitación, joder.

- ¿A que sí, Nanna?.

- A eso he venido, pequeñín, pero sería de mala educación que no atendiese primero a la jefa de la casa, ¿no?.

- Ves, Nanna es una buena chica y entiende de protocolo, pero tienes razón, hijo, me estaba pasando. ¿Nanna, te vienes a mi habitación?.

- Claro, mamá de Joan.

- No dudo que Nanna "entiende" y mucho, sobretodo, de otras cosas... ¡Pasáoslo  bien y recordad que comemos a las dos y media!.

Mi imaginación daba vueltas a lo que podían hacer esas dos y con esas cosas rondándome la cabeza, no me bajaba la erección ni con el agua de la piscina. Juani vino a recoger los vasos y al verme tumbado con el pito mirando al cielo, leyendo la última de Víctor Amela, se rió por lo bajín.

- ¿Dónde se han ido tu madre y el bombón que te ha venido a visitar?.

- Creo que están por arriba. Mamá le quería enseñar unos vestidos y zapatos o algo así.

- Ya le conviene, porque esa venía vestida más desnuda que cuando os ponéis en pelotas aquí en la piscina. Eso sí, esa chica puede permitírselo, porque mira que es guapa. Ya me hubiese gustado a mí cuando era joven haber tenido el pecho como ella. Estás soñando con la invitada, eh pillín...

- No te voy a engañar, Juani. Me pone un montón. Además te voy a confesar algo: ayer en cala Bòquer, nos escondimos entre los pinos y nos lo montamos. No sabes cómo folla la tía...

- Sí, sí, ¡eso es lo que tú hubieses querido!. Esa es una loba y al menos te saca diez años. Lo que pasa es que con esa nueva moda vuestra de ir en bolingas y las guarradas que miráis ahora por internet, vas más caliente que un horno. Te matas a pajas, guarrete y a mí me toca lavar el doble de sábanas.

- ¡Qué poco me conoces, Juani!. Esta tarde repetiremos. La voy a llevar a mi habitación y dejaré la puerta entornada, así nos podrás ver y comprobarás que no te engaño.

- Deja de soñar y piensa en cosas más edificantes, Joan, a ver si así te baja el rabito, aunque de rabito tiene poco. Cargas un buen aparato, cabroncete. Ya le gustaría a mi Ernesto...

- Ya sabes, Juani, esta tarde después de comer...

- Calla, calla...

Tuve tiempo de leer tres capítulos antes de que Nanna y mi madre apareciesen por la puerta del jardín. Sus pieles parecían más relucientes, cargadas de vida. El rostro de mamá lo decía todo: volvía satisfecha y feliz. Nos tiramos los tres a la piscina y tonteamos un poco. No estuvimos mucho tiempo, porque enseguida nos llamaron a comer, pero esas dos, lo aprovecharon bien. Se pusieron una a cada lado y me iban contando a la limón las cuitas que acababan de vivir en la cama de mis padres. Si ya iba caliente, me excitaron más aún. La polla se me puso palote permanente. Ya no sabía qué hacer, porque con Juani sirviendo la mesa y mamá y Nanna delante, no podía salir del agua en ese estado.

Cuando la asistenta entró en la cocina, aproveché para salir corriendo hacia el lavabo. Me quería hacer un pajote, a ver si eso me relajaba un poco la libido, pero Nanna me vio venir y cogiéndome a medio camino, me dejó las cosas claras:

- Luego quiero toda tu leche, así que de meneártela, nada. ¿Me has entendido?.

- Alto y claro, preciosa.

- Bien.

Meé, la erección me bajó un poco, aunque seguía morcillona. Me enrosqué una toalla y fui a buscar el bañador y la camiseta que había dejado en la tumbona para vestirme y sentarme a la mesa.

Cuál fue mi sorpresa cuando vi que mis dos acompañantes pensaban comer como Dios las trajo al mundo. Habían usado las toallas para ponérselas debajo del culo. ¡Mira por dónde, al menos cuidaban la higiene!. Aunque nos bañásemos y tomásemos el sol sin ropa, hasta ahora, siempre nos poníamos algo en cuanto salíamos de la zona de la piscina, más estando el servicio en casa. Mamá le daba explicaciones a Juani:

- Es que en su casa son naturistas y me ha pedido seguir al natural. Es un poco chocante, pero se ve que en Dinamarca es algo habitual y no vamos a incomodar a nuestra invitada. ¿No te importa, verdad, Juani?.

- Últimamente en esta casa no dejáis de sorprenderme, pero yo no soy nadie para opinar sobre lo que hacéis en vuestra familia, Tere. Además te he de confesar que mi hija también va a playas de esas. Entre mujeres, un día u otro acabamos viéndonos desnudas y no tiene marcas de bañador en la piel. Así que... Venga, a comer.

Nunca me hubiese imaginado que un día tomaría el almuerzo en pelotas, con dos pares de tetas preciosas delante de mis ojos. Menos aún que unas, fuesen las de mi madre. Las muy cabronas habían dispuesto que me sentase frente a ellas y en cuanto Juani se iba a la cocina, no paraban de insinuarse y acariciarme delicadamente el miembro y los huevos con sus pies por debajo de la mesa. ¡No es difícil suponer en qué estado me tenían!.

Tomamos el café en las tumbonas y en cuanto Nanna vació su taza de té, me tomó de la mano y me llevó hacia el interior de la casa. Mi madre sonreía y Juani no sabía dónde mirar. Por primera vez, tuvo claro que hacía unas horas, le había dicho la verdad. Mamá se dio cuenta de su turbación, quiso salir en su auxilio y acabaron sincerándose como madres.

- Déjalos, son jóvenes.

- Claro, Tere. Es que aún lo veo como un niño...

- Pues me parece a mí que las chicas ya no le miran como a un niño. Además, con lo fuertote y guapo que se nos ha puesto y lo que tiene entre las piernas...

- ¡Tere, que eres su madre!.

- Por eso. Estoy muy orgullosa de mi niño. Dejémosle que disfrute, mujer.

- Si, ya. Dices eso porque es hombre, pero ya me dirás que hago yo con mi hija.

- Habla con ella sin tapujos. Yo no lo hice con la nuestra y ahora que veo las cosas de otra manera, no sabes lo mucho que me arrepiento. Clara folla desde los quince. ¿Porqué te piensas que se nos ha ido a estudiar a Lleida?. Quería vivir sin ataduras, disfrutar la juventud y nosotros la coartábamos.

- Ostras, Tere, como madre lo debes llevar fatal. ¡Tan joven!.

- Me enteré que ya lo había hecho por la madre del que la desvirgó. Es una amiga. Ya sabes que Clarita y yo no nos llevamos muy bien y no me contaba esas cosas. Me tomaba por una estrecha y tenía razón. Últimamente he cambiado, ya lo ves y cuando venga la semana que viene, he decidido hablar con ella de mujer a mujer por primera vez.

- Pero, ¿qué le vas a decir?. ¿No me dirás que te parece bien que se vaya a la cama con uno diferente cada día?. Otra cosa es que se eche novio y hagan sus cosas. Hoy en día ya no es como antes.

- Mira, Juani, tuvo que ser mi amiga, mayor que yo, aunque mucho más amplia de miras para esas cosas, la que hablase con ella, le explicase lo que teníamos que haberle contado en casa y la llevase a su ginecólogo para que le hiciese una revisión y le recetase pastillas. Entonces, me cabreó y tuve una bronca con ella. Hace un mes, la llamé para disculparme por mi actuación de hace años y darle las gracias. Ya ves...

- Ostras, es muy fuerte. He de pensar en todo esto, Tere. Gracias por la confianza.

Mientras esas dos compartían preocupaciones maternales, nosotros estábamos jodiendo sin concesiones. Subimos directos a mi habitación, quité de un manotazo la colcha y con la bajera bien tensada, nos tumbamos y se la metí hasta que los cojones le batieron el culo. No es que fuese un desconsiderado, es que la muy guarra, subiendo por la escalera ya me había dicho que tenía el chocho anegado y que no estaba por preliminares: llegar y rematar.

Al poco rato, me la sacó de su dulce vaina y me hizo estirar boca arriba cuan largo era. Me montó dándome la espalda, me tomó el cipote y ella misma hizo que le llenase la vagina. Quedó de cara a la puerta y al verla a medio cerrar, sonrió y quiso confirmar sus sospechas:

- Eres todo un pervertido, Joanet. ¿Así que has dejado la puerta abierta para que tu madre nos vea follar?. Te gusta que vea cómo me la metes, eh, sátiro. Si es que vosotros dos, aún vais a acabar follando.

- ¡Qué buena idea!, a lo mejor un día de estos nos lo montamos, pero no es por eso. Quiero que nos vea la asistenta. No me ha creído cuando esta mañana le he dicho que habías venido para follar conmigo...

- Y para otras cositas...

- Claro, guarrilla. El caso es que le he pedido que suba a comprobarlo. Además, te he de confesar que el saber que me están mirando mientras me follo a una tía buena como tú, me pone un montón.

- Ya me lo ha contado mi hermana esta mañana... Dice que acabó haciéndose un dedo mientras veía cómo chingábamos. Se ve que su novio, después de ocho latas de cerveza y un mal polvo, no daba para nada más. Estás hecho un exhibicionista. Cuando vea a Juani en la puerta, te aviso.

Empezaba a trabajarle el culo cuando me dijo bajito:

- Mira, mira, ya está ahí. Dame lubricante y méteme dedo. En cuanto lo tenga preparado, me la metes. Quiero que vea bien cómo me enculas.

Dicho y hecho. A los pocos minutos, se puso como al principio y volvió a tomarme el manubrio entre sus dedos, pero en esta ocasión lo llevó hasta la boca del ojete y se fue sentando sobre mi cilindro a su ritmo. Más entraba, más gemía. Cuando lo tuvo dentro del todo, bajó su cuerpo hasta que su espalda quedó sobre mi tripa y la tomé por las tetas. ¡Qué gusto daba amasar esos globos de carne!.

En esa posición, nuestra invitada debía ver en primer plano cómo entraba y salía mi polla del culo de la danesa. Para más inri, Nanna envió sus dedos al coño, se abrió los labios con unos y dedicó otros a trabajarse el clítoris con pasión.

Nanna no se conformó con eso y decidió provocarla un poco más:

- Juani, pasa, mujer. No te quedes en la puerta. Pasa y míranos de cerca. Lo disfrutarás más.

Nada. Pero a los dos minutos pudimos ver como entraba y sin decir ni una palabra, se quedaba a los pies de la cama. Desde allí tenía el escenario de la acción a medio metro. Debía ver hasta el último pliegue del sexo de mi pareja y uno por uno, los pelos que yo aún conservaba en las ingles.

Nosotros seguíamos a lo nuestro. Mi émbolo perforaba sus curtidos esfínteres una y otra vez. Ella lo gozaba. Gemía más y más fuerte y de tanto en tanto, se introducía dos o tres dedos hasta el fondo de la raja. Los dejaba ahí unos segundos, soltaba un bufido, se machacaba el clítoris con el pulgar ocioso, paraba y volvía a subir la mano para comenzar de nuevo a estrujarse uno u otro pezón. Yo mientras tanto, seguía a mi ritmo: Dentro, fuera. Fuera, dentro,... Duro e intenso y luego, suavecito y lento. Dicen que en la variación está el gusto y a ella, el gusto, le venía abundante y goloso, aunque yo tampoco me quedaba atrás... ¡Qué mujer!. ¡Cómo disfrutaba de un buen polvo!.

Al fin nos llegó la hora y no pudimos hacer nada por alargar más el vaivén. Primero a mí. Con una enfilada de órdago, se la metí hasta que no pudo entrar más adentro y me vacié. Le solté una, dos y hasta tres andanadas de gruesos lefarazos, cargados con mis espermatozoides más viciosos. Nanna lo agradeció con un beso húmedo y una corrida espectacular. No soltó mucho. Mi madre le había vaciado los depósitos unas horas antes y eso, se paga, pero sus gozosas convulsiones fueron espectaculares. Parecía que le hubiese sobrevenido un ataque epiléptico, aunque lo que cortocircuitaba su sistema nervioso, era el placer extremo. Nadie que la estuviese viendo podía dudarlo: esa mujer estaba gozando uno de los mejores corridones de su vida.

Sudados, con churretones de semen por el cuerpo, pero más felices que unas pascuas, al fin nos desenganchamos. La pobre Juani, más quieta que un palo, estaba que se subía por las paredes. Se frotaba los muslos uno contra otro y de tanto en tanto, su mano le recorría las ingles, haciendo fuerza hacia dentro.

Nanna es mucha Nanna y decidió dar una vuelta más de tuerca. Me guiñó un ojo y se lo soltó a bocajarro:

- Tía, vas a coger algo si no te desahogas. Desnúdate y ven con nosotros. Donde caben dos, caben tres y yo soy bisexual. Verás que bien que lo pasamos...

La pobre me miró a los ojos. Yo me encogí de hombros. La verdad es que no deseaba ir más allá con ella. Tiene unos años más que mamá, no se conserva como ella, ni mucho menos, pero aún mantiene sus buenas curvas y ¡qué coño!, sería mi primer trío y encima, con la asistenta que me cambiaba los pañales...

Su cerebro le impuso un poco de cordura y sin decir palabra, se marchó y cerró la puerta a su paso. Nanna no entendió o no quiso entender nada.

- No sé porqué se ha ido Juani. A mí me apetecía montármelo con ella. Y contigo... Se lo hubiese pasado muy bien con nosotros. Soy muy buena con las tías. Pregúntaselo a tu madre, ya verás. Bueno, vamos a lo nuestro. Capicúlate que nos lo vamos a comer como si hiciese una semana que pasásemos hambre.

- Como quieras, pero espérate a que me la haya lavado. La tengo sucia de tu trasero.

- Mejor, más sustancia, más sabor... Venga, ¡no me seas remilgado y cómeme el coño de una puta vez!.

- Eres una guarra, Nanna.

- ¡Mmmmmm, mmmmmm, mmmmmm,...!, y a mucha honra, Joanet...

- Tía, con la boca llena, no se habla. Venga, toma un pañuelo de papel y límpiate al menos un poco el culo. No quiero encontrarme churretones de lefa marrón cuando te de lengua en la pepita, joder.

Con las cosas básicas en orden, seguimos nuestros juegos. Esa tía nunca tenía bastante. Se vino dos veces más y si hubiese sido por ella, no le hubiese importado seguir hasta conseguir otro orgasmo, pero mi cuerpo y muy especialmente mi polla, ya no daban más de sí. Consiguió que eyaculase sobre sus tetas una última vez, pero no más.

Seguimos juntos a todas horas, hasta que la acompañé dos días más tarde al aeropuerto, junto con su hermana y su novio chingón. Fueron los días sexualmente más intensos de mi vida. En los tres días y medio que pasamos juntos, desde el encuentro en cala Bòquer, hasta la despedida, follamos... ocho veces. No, nueve. Me olvidaba el último polvo, aparcados en una pista de tierra, camino a Son Sant Joan, el aeropuerto. Ella estirada sobre el capó del coche de alquiler, con las piernas abiertas y yo dándole con todo, mientras los otros dos miraban y se metían mano. ¡Por eso debía querer salir tan pronto!.

Nos despedimos en el área de embarque con un morreo que paralizó los mostradores de facturación y quedamos en que iría a verla a Roskilde, el pueblo donde vivía, no muy lejos de Copenhague. No debió quedar muy conforme, porque quiso remachar las cosas antes de pasar el control de seguridad:

- A verme, no. ¡A follarme, mamón!. Dile a tu madre que te acompañe. Cuando vengas, seguro que ya te la habrás tirado, cabrón. ¡Ah!, comparto el piso con Dagny, una chica encantadora, mucho más salida y tan bisexual como yo. Nos enrollamos a menudo, así que ya sabes: tienes trío a la vista o cuartero...

Me dejó a cuadros. ¿Cómo podía saber lo que pasaba entre mi madre y yo?. Tere, seguro que no había largado. Debía ser cosa de su intuición. ¡Menuda bruja! y ¡qué máquina de copular, madre mía!.

En el autobús, de camino al despacho de mi padre en Palma, iba reflexionando sobre los días que acababa de vivir con Nanna y los próximos pasos en mi relación con mamá. Me di cuenta de que no había prestado la atención suficiente a las palabras de mi madre sobre el sexo y el amor.

Follar con Nanna, había sido fantástico y me había permitido aprender mucho sobre el sexo y las mujeres, viviendo experiencias inimaginables para la mayoría de mis amigos. Es una tía estupenda, divertida, franca y sin tabús, con la que, dentro de un orden, uno puede vivir todas las locuras que le pasasen por la cabeza, pero... no la amaba y nunca se me ocurriría compartir la vida con ella.

Con mamá me pasa algo semejante, pero diferente: a ella la amo como a ninguna otra persona en el mundo, pero como hijo. Nunca podré verla como mi pareja y sé que ella a mí, tampoco. Eso no quita que sexualmente me atraiga un montón y yo a ella y que acabemos haciendo todas las perrerías que he practicado con Nanna y creo que con lo libertina que se me ha vuelto, incluso algunas más. Será sexo, sólo eso, pero se me entremezcla su rol de madre y eso por un lado me da mucho más morbo, pero por otro... Mi coco decidió no retorcer más las neuronas. Que sea lo que haya de ser: Carpe diem y a vivir...

Faltaba poco más de una semana para que llegase mi hermana y tres para coger el avión a Girona. En años anteriores, cargábamos nuestro coche en el ferry cuando íbamos de vacaciones a la península, pero este año, al ir primero sólo ella y yo, mamá había decidido alquilar un coche y viajar en avión. Era mucho más cómodo y ¡oh maravilla!, más barato, incluso sumando los pasajes de Clara y papá. No sé, ¿será tal vez cosa de los tejemanejes que se traen las compañías de los ferrys, con la complacencia de los políticos?.

Fueron días tranquilos. Escarceos aislados con mamá, baños, buena lectura, algunos polvos con amigas o con algún ligue ocasional, unas horas dándole a la Play,... Lo que noté es cada día tenía más chicas revoloteando a mi alrededor con un único propósito: enrollarse conmigo. Una tarde que estábamos los dos solos tostándonos al sol en Es Caragol, le pregunté si sabía por qué me buscaban las tías y no se le ocurrió otra cosa que partirse de risa.

- Joanet, con lo que has vivido últimamente, tendrías que conocer mejor a las mujeres. ¿A cuántas amigas te has tirado después de los días que pasaste con Nanna?.

- No sé... Aina, Zoe, María, la prima de Alberto, la hija de tu amiga Carmen...

- ¡No me jodas!, ¿también Espe?. Pero si debe tener quince años y hace poco su madre me contó que era virgen...

- Era, Tere, era. Y ya ha cumplido los dieciséis. Tres guiris... alguna amiga más que no conoces y..., y la tía Reme y su hija.

- ¡Ostias, Joan!. ¿Lo dices en serio?. ¿Reme?. Su hija, tiene un pase. Total, sois primos segundos. ¡Pero su madre!. Que es la hermana de tu padre, ¡joder! y encima tiene seis o siete años más que yo. Además, no me irás a decir que está buena, porque últimamente, parece un odre de vino...

- Sólo hermanastra, ¿no?. Y si quieres saberlo, no me apetecía un pimiento, pero tuve que hacerlo.

- ¿La muy guarra, te obligó?.

- Podríamos decir que sí. Primero me acosté con Paula. Menuda pájara. Esa lleva ya recorrido un camino muy largo, aunque con sus veinticinco años, ya puede. Acabó encantada, yo también y repetimos. Al parecer, tiene mucha confianza con su madre y le contó nuestros polvos.

- Entiendo...

- Tía Reme no se cortó un pelo. Me llamó la tarde que os dije que fui a Inca con Jaume. Me pidió que buscase una escusa plausible y dijo que me pasaba a recoger porque necesitaba que la ayudase a preparar una sorpresa a papá. Ya no me acuerdo qué collonada se inventó. Me llevó a una suite de las de arriba del Meliá Victoria, el de Joan Miró. ¡Menuda habitación y qué vistas del puerto!.

- Claro, es muy amiga de los Escarrer, creo que de Gabriel y deben tratarla como uno más de la casa. Mira que llevarte a una habitación de hotel, como si mi hijo fuese un gigoló..., tiene delito. La voy a dejar fina. ¡La muy puta!. Pero... ¿qué paso?.

- Olvídate Tere, no hace falta liarla más. Total, fue un polvo y como contrapartida, descubrí algunos trapos sucios de su vida, así que si un día tenemos que usar la información, estaremos preparados...

- ¡Olé mi niño!. Sigue, sigue...

- El caso es que me quiso hacer una especie de chantaje: que si yo había forzado a su hijita, tan dulce e inocente ella, que si éramos familiares y qué pensaría papá si se enterase, bla, bla, bla... Enseguida vi por dónde iba y le paré los pies. Quería echar un casquete, pues venga, la tía no me gustaba nada, pero yo no quería problemas y un coño es un coño, que coño.

- Qué poético...

- Le paré los pies y fui al grano: "Mira, tita Reme, tú me has traído aquí para que te eche un polvo, ¿no?. Pues déjate de gilipolleces, despelótate y vamos al tajo".

- ¡Ja, ja, ja!, seguro que se quedó blanca, la muy borde.

- No te pienses, la tía Reme tiene tablas. Se puso a reír y me soltó que no se hubiese imaginado nunca que yo supiese lo que necesita una mujer como ella. Se quitó la ropa y se estiró boca abajo sobre la cama, con las piernas y brazos tan separados como pudo. La tía, venía preparada. Tendrías que haber visto el conjuntito que llevaba: un sujetador de esos de cuarto de copa que sólo recogen las lolas por debajo y un tanga de putilla. Con lo maciza que está, le quedaba como un botifarró, aunque ella estaba muy orgullosa con su lignerie. Luego te lo enseño.

- Pero, ¿es que encima le hiciste fotos?.

- Claro, con el móvil. No se dio ni cuenta.

- ¡A esa la tenemos cogida por los pelos del coño!.

- Mejor buscas otro sitio de donde asir, porque pelos, si no es en la cabeza, no tiene ni uno.

- Mírala, una mujer tan conservadora y de su casa y luego, resulta que lleva el chichi depilado...

- No te metas con esas cosas, porque tú también...

- De eso nada, monada. Yo sólo lo llevo arregladito...

- Llámale como quieras, pero los cuatro pelitos que te has dejado este verano... El caso es que sacó cuatro pañuelos del bolso. Eran como unos foulard largos. De Hermès, no te lo pierdas. Los dejó entre sus piernas y me lanzó una mirada de vicio reconcentrado. ¿Sabes lo que quiero decir?.

- Puedo imaginármelo. Sigue, sigue, que me estás poniendo cachonda...

- No hacía falta saber griego, o tal vez sí..., pero eso es otro tema. Le até cada mano y cada pié a la cama. Yo creo que había elegido esa habitación a propósito. Normalmente, las camas de hotel no son de barrotes y esa lo era. La tita se dejaba hacer y con cada nudo, el coño se le humedecía un poco más. La tía mana como una fuente.

- Cuando estuvo bien atada, tuve claro que debía hacer: La trataría como había visto hacer a las actrices porno en las pelis de cuero y látigo. Pensé que a lo mejor ella quería eso y me lancé a la piscina. No erré el tiro.

- Empecé a golpearla con la palma de mi mano abierta. Debía hacerle daño, porque su culo, la espalda y los muslos, pronto le quedaron de un rojo espectacular. Ella no sólo no se quejaba, sino que gemía como un putón verbenero y encima, me daba las gracias. ¡Hay que estar tarado!, pero dicen que de todo hay en la viña del señor...

- Le estaba cogiendo el gusto y decidí que por delante aún sería más interesante. La solté, la volteé, volví a atarla y  fui a por ella de nuevo. Le pellizqué los pezonacos con ganas y tiré de ellos hasta que los tuvo un par de dedos más largos. Las lágrimas le resbalaban por las mejillas, pero los aullidos de placer, llenaban la habitación...

- ¡Menudo putón!. Nunca me hubiese imaginado que a mi concuñada le gustasen esas cosas. A mí, no se te ocurra hacerme nunca nada parecido, ni en sueños...

- Jamás se me ocurriría, Tere. Pero es que lo de Reme, no acaba aquí. Espera a que te explique lo que falta de la encerrona del hotel y luego, te lo cuento.

- Continué dándole duro en las zonas que cubría con la ropa. Sobre todo, tetas, coño y la parte alta de los muslos. La muy cerda, lo gozaba. Al cogerle los labios del coño y estirárselos con saña, la tía masoca, se corrió. Cuando su orgasmo llegó a la resolución, la muy salida, se puso a chillar como una histérica: "Más, dame más, hijoputa". "Hazme saltar la piel a tiras, niñato" y otras lindezas por el estilo.

- Pero, pero,...¡esa Reme está como un cencerro!.

- No lo sabes tú bien...

- A mi esas cosas poco me van. De hecho, como mucho, le quedó la piel enrojecida y sólo en algunas partes. Hice que pareciese algo duro, pero ya sabes que soy un romántico y nunca podría hacerle daño a una mujer...

- Un Don Juan es lo que eres, un Don Juan tanto o más embaucador que el original...

- Sólo contigo, preciosa...

- Ya, ya...

- No le hice caso y la desaté. Aunque protestó, la guarra se había corrido más a gusto que en muchos meses y claudicó, pero yo tenía otras ideas. En cuanto se empezó a levantar de la cama, le crucé la cara y le solté algo así como: "Yo aún no he acabado. Aquí se hace lo que dice tu amo, ¿aún no lo has aprendido?". Tendías que haber visto su cara, a medio camino entre un acojone real y una excitación fuera de medida...

- ¡Es que eres el puto amo!.

- La giré boca abajo, rebusqué en su bolso y como no encontré lubricante, fui al baño a por un botecito de crema hidratante, de esos que ponen de cortesía. Por si acaso, tomé los tres que había. Al llegar vi que no se había movido. Eso me gustó: la cosa iba por buen camino. Le abrí el ojete, le endilgué todo el contenido de uno de los botes, le esparcí el otro por la entrada y reservé el tercero para mi polla.

- Cuando vio que la iba a sodomizar sin contemplaciones, no se le ocurrió otra cosa que soltarme: "Cariño, hoy aún no he evacuado y a lo mejor...". Tenía el ojete muy cerrado y tan poco dado que era fácil deducir que aún no se lo habían estrenado. Esos pensamientos me hicieron asomar una sonrisa y... levantar aún más el cipote. No me equivoqué. Por suerte, la cabrona llevaba unos cuantos condones. Tomé dos y me los puse. Uno encima del otro. Con esa golfa y por esa vía, más valía tomar todas las precauciones y si encima viene con truño, todo es poco.

- ¡Así me gusta, hijo!. La salud y la higiene, siempre por delante.

- A lo que iba. Reme estaba acojonada, pero pasé de sus ruegos y le partí el culo. Gracias a lo que aprendí con Nanna, no sólo no le maltraté el agujero de cagar, sino que acabó disfrutándolo.

- ¿Nanna te dejó que le dieses por el culo?.

- No me dejó, me lo pidió. Lo hicimos tres veces por atrás. Me dijo que cuando se hace bien, a las mujeres os encanta y que si quería ser un buen amante, tenía que aprender. Para ella era lo más. Tendrías que ver lo bestias que eran sus orgasmos anales...

- A lo mejor un día, tú y yo también lo tendremos que probar... El otro día, con tus dedos en el culete... me corrí...

- Ni lo dudes, Tere. Pero deja que te cuente el final...

- Vale, pero ve al grano y acaba de una vez. Te enrollas como una persiana y quiero ir a bañarme.

Con esas prisas, le expliqué en titulares cómo acabó la cosa y las confidencias que le saqué a la tita. Se pueden resumir en pocas palabras: Hasta no hace mucho, era una santa mujer, ya nos entendemos. Fue mi primita, esa sí que tiene peligro, la que la incitó una y otra vez a desmelenarse. La sacaba a ligar, le buscó amantes y... acabo convenciéndola de que se acostase conmigo. La pobre tita Reme es una marioneta en sus manos, pero creo que lo disfruta...

- Mira por dónde, lo mismo que tú has hecho conmigo: Pervertirme.

- ¡Mamá, no compares!. Paula es una retorcida manipuladora y yo... te respeto y siempre te lo digo todo a la cara. Además...

- No sigas cariño. ¡Era una broma, tontorrón!. Tú eres un solete y sabes que los dos queremos lo mismo. Nunca dejaremos que nuestra relación como madre e hijo se contamine.

- Además... no sé si Paula folla con su madre y yo voy a hacerlo contigo de aquí poco...

- En Cadaqués, seré tuya, ya lo sabes. No voy a ocultarte que estoy deseando acostarme contigo y cada día que pasa, me cuesta más reprimirme.

- A mí también Tere, a mí también... A lo mejor podríamos darnos un adelanto...

- Ya nos hemos dado unos cuantos, tunante. Anda, vamos a bañarnos que todavía he de resolverte tu duda.

- A sí, ¿cuál?.

- Lo que me has preguntado: Porqué eres un imán para las chicas.

- Tienes razón.

Jugando entre las olas y metiéndonos mano como dos adolescentes salidos, eso sí, con cierto disimulo, me aclaró lo evidente:

- ¡Claro que tus amigas revolotean a tu alrededor pidiendo tanda para acostarse contigo, Joanet!. Eres guapo, simpático, tierno, seguro de ti mismo y encima, eres listo y vas bien armado, ¿cómo quieres que no se fijen en ti?. ¡Hasta yo he caído en tus redes!.

- Sin querer ser presuntuoso, eso lo tengo claro, pero tengo amigos más o menos con las mismas virtudes, y no han de ir dando tanda...

- Es que falta lo más importante: ¡tienes experiencia contrastada, chaval!. Las chicas somos igual o más cotillas que vosotros sobre estas cosas. Me has dicho que la semana pasada te acostaste con Zoe ¿no?.

- Sí.

- Y acabó contenta, ¿verdad?.

- Mucho. Me dijo que había sido el mejor polvo que había echado nunca. Me la creo, no sabes cómo berreaba cuando se lo comía. Su novio no le había trabajado nunca el coño con la lengua, ni la acaricia a fondo antes de metérsela. De hecho, hasta tuve que darle algunos consejos para cuando follase con su novio...

- Te veo dedicándote a la enseñanza... Al grano. Zoe iba a tu clase, es decir que es amiga de Aina y María...

- Sí, ellas tres, Paloma y Blanca son íntimas.

- ¡Ahí lo tienes!. Zoe les debió contar a sus amigas el polvo cósmico que se pegó contigo, corregido y aumentado: Lo bien que follabas, lo gorda que la tenías y sobretodo, cómo cuidabas del placer de la tía con la que te enrollabas. Tinto y en botella: ¡Yo también quiero probar de esa medicina!. El boca a boca ha hecho su trabajo. Los buenos amantes, son un bien escaso, mucho más a vuestra edad y al parecer, Nanna te enseñó muy bien...

- No me puedo quejar. Fue una suerte increíble conocerla. Ahora a las mujeres os veo de otra manera. Incluso entiendo mucho mejor tus necesidades...

Salimos del agua y seguimos hablando un buen rato de lo divino y lo humano, tumbados al sol como lagartos. Cada poco tiempo interrumpíamos la conversación para darnos un piquito o un buen morreo en todo regla. Segura de sí misma, con su cuerpo esbelto y elegante y su nueva desenvoltura, mamá era el centro de atención de la playa. Es Caragol es mixta y nadie que pasase delante nuestro perdía ocasión de admirar su cuerpo y menos con ese precioso moreno perlado sin discontinuidades que exhibía sin tapujos. El mío tampoco resultaba indiferente a muchas y a algunos otros, pero eso es harina de otro costal. Los más descarados, como siempre, los textiles.

A las dos sonó la alarma de su móvil. Nos levantamos y empezamos a recoger las cosas. Habíamos quedado con papá para comer juntos y luego ir a buscar a mi hermana al aeropuerto. Al acabar los exámenes, había ido con dos amigas a Tenerife y llegaba esa tarde en el avión de las siete y media. Estaba acabando de sacudirme la arena, cuando oímos una voz conocida:

- ¿Teresa, eres tú?.

- Pues quién si no. Qué alegría encontrarte Ofelia. Yo creo que no nos veíamos desde la boda de Carlitos. ¿Te acuerdas de mi hijo Joan?.

Yo no tenía ni pajolera idea de quién era la tal Ofelia, pero mamá se le acercó y le dio dos besos. Ella se apartó consternada, no fuese a rozarle las tetas. Tenía la cara roja como un pimiento, a lo mejor al verse obligada a aceptar que era incapaz de apartar la mirada del badajo que colgaba entre mis piernas.

- ¿No te acuerdas de Ofelia, verdad Joan?. Es la mujer de mi primo Antoni, la madre de Carlos y Sita. Fui con papá a la boda de Carlos en mayo del año pasado. ¡Qué desmemoriado!.

- No esperaba encontraros por aquí y menos tan, tan,...

- ¿Desnudos?. Es que últimamente en casa nos hemos convertido al naturismo. Tendrías que probar. No sabes lo bien que se está en la playa sin ropa mojada en el cuerpo. Y bañarse en porretas... eso sí que es un placer.

La tal Ofelia a cada palabra alucinaba un poco más y al ver cómo mi madre se ponía el sencillo y sugerente vestido veraniego a pelo, mucho más. Las palabras con que acompañó la acción, hicieron que optase por despedirse rápidamente de nosotros, balbuceando frases inconexas.

- Joanet, guárdame las braguitas. Me las pondré cuando lleguemos al coche y este vestido no tiene bolsillos. No sabes lo fresquita que va una andando con el chichi al aire cuando hace calor, Ofelia.

- Bueno... sí, aunque yo nunca... Oye, me voy a despedir que he venido con unas amigas y ya hace mucho rato...

- Claro querida. Da un beso a Antoni y otro a vuestros hijos. ¿Porqué no venís a merendar mañana o pasado a casa y nos damos un baño en la piscina todos juntos?. Esta tarde llega Clarita. Le diré que llame a Sita. Así podrán ponerse al corriente de sus cosas...

- Y en casa también...

- Por supuesto, todos estamos más cómodos y ya ves el moreno tan majo que nos queda...

- Bueno..., adiós. Si acaso, ya te llamaré...

En cuanto estuvimos a una distancia prudente, nos pusimos los dos a reír y a cotillear:

- Ésa no  va a llamarnos en mucho tiempo. ¿Has visto la cara que se le ha quedado al vernos desnudos?. Sólo pensar en que si viene a casa, ella y sus hijos nos podían encontrar como ahora, se le ha encogido el útero. En cambio a su marido se le expandiría otra cosa, ¡ja, ja, ja!. Es un viejo verde y un putero penoso... Si tú supieras...

- Mira que eres bruta, Tere.

- Deja, deja. Ya me las arreglaré para que Clara les ponga en un compromiso. ¡No me voy a reír ni nada!, además, me debe una...

- Ya, pero en pocos días toda la familia sabrá que nos hemos vuelto nudistas y no sé yo si...

- Mira, Joan, desde hace unos meses, paso de todo eso. Soy como soy y me importa un huevo lo que opinen los demás. ¿Tú piensas lo mismo?.

- Estamos dispuestos a dar un paso mucho más fuerte, así que, ¡a tomar por culo el qué dirán!.

- Joan, una cosa es que dejemos los bañadores en casa y otros desfases por el estilo, pero que tú y yo acabemos follando, no lo puede saber nadie. ¡Nadie!, ni tan sólo sospecharlo, vale. Estamos rompiendo el mayor de los tabús. Aunque... te he de decir que estoy contando los días que faltan para que me tomes sin límites...

- ¡Tere!. Menudo peligro tienes... Ahora en serio: Sabes que puedes confiar en mí. Tanto como yo en ti, vale.

- Lo sé, Joan.

Recogimos a mi hermana y después de cenar en una pizzería de Palma que nos gusta mucho, volvimos a casa. Venía más morena que una rebanada de pan tostado. Papá y sobretodo mamá, durante la cena la avasallaron a preguntas sobre los diez días que había pasado en Canarias. Respondió algunas, pero obvió las más jugosas. Clara es tan buena artista del desmarque verbal que podría llegar a ser una política exitosa...

Mamá se había cogido dos días de fiesta para empalmar con el fin de semana. Hacía casi tres meses que no veíamos a Clara y quería pasar todo el tiempo que pudiese con ella y hablar sin agobios, de mujer a mujer. Fueron unos días muy divertidos y llenos de sorpresas, sobretodo para mi hermana...

- Clara, mañana, ¿quieres quedarte a holgazanear en la piscina o prefieres ir a la playa?.

- Me da igual, mamá. Eso sí, hagamos lo que hagamos, no me despertéis antes de las once. Vengo hecha polvo.

- ¿Demasiados polvos, dices?.

- ¡Mamá!.

- ¡Ja, ja, ja!. Si te da lo mismo, iremos a la playa. Los fines de semana que papá tenía que trabajar, con tu hermano hemos descubierto muchas playas diferentes y todas preciosas.

- Vigila Clarita, a ver dónde te llevan esos dos, porque últimamente...

- ¡Ssshhhttt!, no seas aguafiestas, seguro que estará encantada con las novedades familiares...

- ¡No me digas que Joanet tiene novia!. ¿La vas a traer mañana?. ¿La conozco?...

- Deja de decir bobadas, hermanita. Estoy más libre que un pájaro y desde Semana Santa, vuelo solo y las ornitólogas dicen que lo hago muy bien...

- ¡Caray, cómo se ha espabilado el Joanet!.

- Venga, a la cama. Casi son las dos y mañana tenemos mucho que hacer.

Me levanté sobre las nueve, como solía hacer. Al bajar a desayunar, vi que mi padre ya se había ido y mamá estaba preparando una cesta con bocadillos, fruta y bebidas. Me acerqué por detrás y cogiéndola de los pechos, le restregué mi erección matutina y la hice girar para poder besarla.

- ¡Hola, Tere!. ¿Qué son todas estas cosas buenas que preparas?.

- Quita, quita. Sácame tus garras de las tetas. A ver si viene Juani o tu hermana y nos pilla.

- Una está limpiando la ducha del jardín y la otra duerme como un lirón. Ya sabes que soy un hombre prudente...

- Un guarrete salido, eso es lo que eres... Estoy preparando la comida para la playa. Con lo marmota que es Clara, como pronto, saldremos a las doce, así que he decidido que comeremos en la playa. Quiero ir a cala Torta y aunque podemos llegar en coche, hay que ir hasta Artà y desde allí, aun nos queda un buen trecho. Hace muchos años que no he ido. Es una cala preciosa y una de las más habituales de los nudistas que van en familia. Si vamos a darle una sorpresa a tu hermana, empecemos por algo familiar... ¡ja, ja, ja!.

- No sé porqué, pero creo que la sorpresa nos la va a dar ella...

Finalmente conseguimos poner el coche en marcha a las doce y cuarto. El viaje hasta la playa fue muy ameno. Clara estaba parlanchina y mamá muy suelta. El concepto que tenía sobre mi hermana mayor, esa mañana empezó a cambiar. Creo que el suyo sobre mí, también. ¡Debe ser que nos estamos haciendo adultos!.

Paramos a poner gasolina cerca de Artà y mamá decidió ir al baño. Al quedarnos solos, Clara aprovechó para sondearme.

- Hermanito, en Tenerife todas hacíamos topless. ¿Se cabreará mamá si me quito la parte de arriba?.

- Estoy convencido que no. Últimamente, se nos está volviendo más liberal.

- Si, ya me he dado cuenta. Durante la cena me hacía cada pregunta... Lo que está es mucho más guapa. Tan morenita, vestida a la moda y con ese toque sexy,... La verdad es que está estupenda y se ha quitado un montón de años. Además, veo que ya no usa esos horribles sujetadores que llevaba siempre. El que llevaba ayer, le hacía un escote fantástico.

- No los usa, no. Seguro que hoy tampoco.

- Cómo te fijas, eh pillín... Pues a lo hecho, pecho. Hoy te vas a dar un atracón de tetas. Y de culo, porque me he comprado unas braguitas de bikini que vas a flipar...

- Yo desde hace un tiempo, también uso poca ropa...

- Vaya, vaya...

- Hola, chicos. Ya estoy de vuelta. Venga que ya nos falta poco.

Seguimos contándonos nuestras novedades, cada vez abordando experiencias más picantes y llegamos a la zona de aparcamiento de cala Torta. Cogimos los bártulos y buscamos un sitio tranquilo en donde instalarnos.

- Mamá, esta playa es nudista.

- Puedes ir como quieras, pero sí, la mayoría de los que vienen practican el nudismo. ¿Te incomoda?.

- ¿A mí?, no, para nada, yo lo decía...

Mientras iba hablando, nuestra madre se estaba quitando el tanga por debajo de la falda. Lo dejó en la bolsa, pero no se puso la parte de abajo del bikini, como suponía Clara que iba a hacer. Sencillamente, se quitó el vestido por la cabeza mientras nos comentaba lo que había traído para comer.

- ¡Mamá!, ¿ahora te despelotas en la paya?. ¡No me jodas!.

- Pues sí. Y en la piscina. Tu padre y tu hermano van igual de frescos. ¿Te parece mal?.

Antes de contestarle, me miró para ver mi actitud. Se encontró con una generosa polla al aire, bailando samba entre mis muslos. Se rió y asumió que su familia no era la misma que la que dejó al marcharse a Lleida el último trimestre. Creo que agradeció el cambio.

- ¿A mí?, para nada. Me habéis dejado descolocada, pero creo que voy a adaptarme rápidamente a vuestras nuevas costumbres...

Se quitó los shorts, le siguieron unas bragas de bikini mínimas y completó su puesta a punto al sacarse el top. ¡Joder, mi hermana se había transformado en un pedazo de mujer!. No pude contenerme y lo solté:

- Soy tu hermano, Clara, pero si no te lo digo, reviento: Estás buenísima, tía.

- Gracias hermanito. Lo sé. Por cierto... tú no estás nada mal y mamá está estupenda, es que parece otra...

- Vale, vale, dejadlo ya. Veo que tú también vas a moda. Todo limpito, sin un sólo pelo allá abajo, mírala ella. Además, aunque se te nota la marca, veo que has dejado que el sol te lo tueste más de un día...

- Pues mira que vosotros... No tenéis ni marcas.

- Es que hace dos meses que no sacamos los bañadores del el cajón.

- Os cuento: Fuimos ocho amigas a Tenerife. Al segundo día ya formamos dos grupitos de playa. Las tres que nos encantaba despelotarnos al sol y las otras cinco. Ya os podéis imaginar que yo era una de esas tres. Como alquilamos dos coches, no tuvimos problema. Unas recorrimos todas las playas naturistas de la isla y las otras, la piscina del hotel y las playas cercanas, siempre que tuviesen chiringuito. Eran unas muermas.

- Y de chicos...

- ¡Mamá!. Bueno, que coño, si estáis en plan liberal yo no voy a ser menos. Ya os podéis imaginar que aprovechamos las noches a fondo. La verdad es que fue un desmadre. Ligábamos lo que queríamos. He follado mucho, mamá...

- Me alegro que lo disfrutases, hija. La vida está para vivirla.

- ¡Ostia, mamá, es que no te conozco!.

- Estos últimos meses he pensado mucho. Debe ser la crisis de los cuarenta, pero ya ves que he decidido tomarme la vida de otra manera y disfrutarla más, ahora que todavía puedo.

- Ya lo veo, ya lo veo... Y papá, ¿qué dice?.

- Con vuestro padre ya no me unen demasiadas cosas. No te digo que no le quiera, pero ya no hay pasión. Él se tira a sus ayudantes, mientras a mí, me tiene descuidada. Vamos, que me folla poco y mal. Nunca ha sido un portento en la cama, pero es que últimamente...

- Así que tú te lo montas por tu lado y él por el suyo...

- Desde que estamos casados, yo no me he acostado con ningún otro hombre, pero un día de estos, lo voy a hacer. Tengo ganas de sentirme mujer, de encontrar un buen rabo que me haga ver las estrellas, coño.

- Te voy a confesar una cosa, mamá: me parece de puta madre. ¿Vais a divorciaros?.

- No lo sé, pequeña. De momento estoy cómoda con esta situación, aunque cuando volvamos de la península, hablaré con él. Ya veremos cómo acabamos. Vosotros ya sois mayores y voláis solos, así que podréis entenderlo, decidamos lo que decidamos. A partir de ahora, no os voy a ocultar nada. ¡O casi nada, ja, ja, ja!.

- Te estás volviendo una libertina, mamá.

- Anda, pues mira que tú...

- Y tú, Joanet, ¿qué?.

- Éste nos ha salido un Don Juan. Dile que te cuente sus líos de este verano, díselo... Las últimas semanas, se ha tirado a unas cuantas guiris y a la mitad de las chicas de su clase...

- No será tanto, Tere...

- Un día, nos encontramos con una danesita preciosa en cala Bòquer. Se la ligó y hasta que volvió a su casa, se pasaron los días y las noches enganchados. La tía era una máquina y estaba de vuelta de todo. Al parecer, no le importó el que le sacase diez años y convirtió a tu hermano en un amante excelso. Él te lo puede contar mejor que yo. Si quieres referencias de primera mano, habla con Pili. María, su hermana pequeña, fue una de las más beneficiadas y seguro que le ha contado todos los detalles...

- ¡Joder, Joan, nunca lo hubiese pensado de ti!. Cuando me marché la última vez, aún no debías ni haberte estrenado...

Me cabreó un poco que mamá hablase de mis interioridades por la cara. Yo se lo contaba todo, pero no para que las airease sin mi permiso, aún con Clara. Así que...

- ¡Qué sabrás tú!. Es que Nanna, la danesa, era muy buena profesora. Además, estaba buenísima. Pregúntaselo a ella. La tía era bisexual y creo que también le enseñó algunas cositas a mamá...

- ¡Coño, no me irás a decir que tú y ella...!.

- Pues mira, hija, sí. Nunca lo había hecho con una mujer y no quería que se me marchitase el chocho sin haberlo probado. No te voy a engañar, Clara: Nanna me provocó algunos de los mejores orgasmos de mi vida.

- Pero, mamá...

- ¿Es que tú no lo has probado nunca?.

Silencio, más silencio...

- Venga, hermanita, déjate de ostias. Aquí nos estamos desnudando todos y no sólo el cuerpo... Dicen que quien calla, otorga, así que cuenta, cuenta...

- Sois la leche, joder. ¡Sí, coño, sí!. Me he acostado con alguna mujer. Lola, una de las compañeras del piso de estudiantes, es lesbiana y una cabeza hueca. Una noche llegamos a casa tocaditas y con un calentón de tres pares de cojones. Tonteo por aquí, pico por allá... Acabamos duchándonos juntas y compartiendo la cama. Creo que me gustó, pero como esa noche estaba bastante perjudicada, no estoy segura de nada.

- Sigue, sigue, seguro que hay más.

- Eres un cerdo, Joan. ¡Mira cómo se te ha puesto la polla!.

- Hablando de sexo con dos tías tan buenas como vosotras en pelotas..., ¿qué quieres?.

- Me parece que a partir de ahora, vamos a enterrar muchos tabús en esta familia. Pensaba que la liberal y transgresora era yo y mira por dónde, los peores sois vosotros. Creo que nos vamos a entender mejor que nunca...

- Si ya has filosofado bastante, sigue contándonos tus aventuras lésbicas. Al menos a mí, me ponen mucho...

- Déjame en paz, Joan. Bueno, si queréis saberlo, os lo diré. A veces me enrollo con Lola o con alguna de sus amigas y lo disfruto un montón. En Tenerife, conseguí comerle el coñito a Meche, se corrió como una vaca, pero la muy guarra no me devolvió el favor. Tuve que ligarme a una inglesita con el cuerpo como una escoba, pero un arte comiendo almejas...

- ¡Mmmmmm!, debió ser algo memorable, porque sólo recordarlo, el coño te está manando...

- ¡Mamá, por favor...!. Fue una noche muy bien aprovechada. Cuando volví a entrar a la disco, me ligué a un tío impresionante, todo un musculitos, con poco cerebro, pero buena polla. Para lo que lo necesitaba, me servía. La inglesita no quiso unirse a nosotros. Sólo le iban los coños, que le vamos a hacer. Al final convencí a Vero, una de las chicas de la uni y nos lo montamos los tres. Después del polvo con la inglesita, me apetecía un montón un trío.

- Veo que te lo pasaste muy bien en Canarias. La próxima vez, a lo mejor podemos ir juntas...

- ¿Lo dices en serio mamá?.

- ¿Por qué no?...

- Así, al final, ¿te gustan más los tíos, las tías o te da lo mismo carne que pescado?.

- Menuda pregunta, Joan. Mmmmmm, mmmmmm... Dónde esté una buena polla, que se quite lo demás, pero... despreciar el caloret de una bollera con tablas, es un desperdicio innecesario. ¿Satisfecho, hermanito?. ¿A ti también te van los rabos?.

- Nunca he probado, pero la vida es muy larga...

- Joder, cómo os habéis vuelto los dos.

Tere y yo descubrimos otra hija y hermana. Fue algo maravilloso. Un poco guarra, sí que se nos había vuelto, pero, ¡y nosotros qué!. Carpe Diem, como dice mamá...

Pasamos un día fantástico en la playa. Hablamos de todo un poco, sin tapujos ni pudores. Que supiésemos, sólo quedó una cosa en el tintero, pero eso era algo entre mi madre y yo. Compartimos la comida con una pareja muy simpática de Girona y nos dieron consejos muy útiles sobre qué hacer en Cadaqués o las mejores playas de la zona en las que no es necesario carretear la ropa de baño. Nos cayeron tan bien que acabamos invitándoles a cenar en casa.

La semana siguiente, me lo pasé genial. Yo aún no tenía carnet, pero Clara sí y como los días laborables nuestros padres trabajaban, nos fuimos los dos por ahí. Playas, excursiones por la Serra de Tramuntana y piscina por la tarde en casa. Las noches, teníamos trabajo con nuestros amigas y amigos. A la mañana siguiente, nos contábamos nuestras cuitas sexuales como iguales. Nos llevábamos casi cinco años, pero ese verano, se notaron poco. Íbamos de amigos y tonteábamos, pero nunca olvidamos nuestros lazos familiares. Si no, estoy convencido que hubiésemos acabado follando juntos.

El martes volvimos a cala Torta. Clara había invitado a Susana, una de sus amigas más cañeras. En cuanto estuvimos aposentados, mi hermana se bajó la falda que llevaba ese día y apareció su coñito pelón. Yo hice lo mismo, aunque apareció otra cosa. Susana no debía esperarse tanto despelote y protestó un poco. Muy poco...

- Oye, oye, que yo nunca he enseñado el chichi en la playa...

- Yo tampoco...

- Mira que gracioso tu hermano...

- Pues hoy será tu primera vez. Venga Susanita, todo fuera. Verás cómo te gusta.

Esa era de las nuestras. Se encogió de hombros y se lo quitó todo. Seguía la moda "sin pelo" y como Clara, lo llevaba todo depilado. Yo prefiero algo de vello por allí abajo, pero lo cierto es que a la tía, le quedaba un rato bien.

Al ver lo buena que estaba, estirada con su culito respingón mirando al cielo, no pude resistir la tentación y salté al trapecio sin red:

- Oye, Susana, hace mucho sol y te puedes quemar. ¿Quieres que te ponga un poco de bloqueador solar?.

Clara me miraba riendo por lo bajín. Susana no decía nada. Empecé a pensar que estaba haciendo un ridículo espantoso, cuando se giró, levantó un poco el cuerpo, como si quisiese mostrarme sus estupendas tetas al completo y sonriendo, me dijo una sola y maravillosa palabra:

- Claro.

¡Menuda escusa barata para magrearla a placer!. Esa chica, me sacaba más de cinco años, pero me apetecía demostrarle que conmigo, podía pasárselo muy bien, incluso mejor que con sus amigos habituales. Mi hermana me pasó el bote del mejunje que usaba ella y me centré en la labor. Ella esperaba que empezase por arriba. ¡Pues no!, empecé por abajo. La madre de Espe es fisioterapeuta y le había enseñado los pases básicos. Espe me agradeció mi buen hacer al convertirla en mujer, instruyéndome a mí, eso sí, con una gran dosis de vicio añadido... Con ese acerbo, no era un profesional, pero me defendía y sobre todo, conocía los toques que más gustan a las mujeres.

Le masajeé los empeines, jugué con los deditos de los pies, fui ascendiendo por el envés de las pantorrillas, le acaricié los muslos con determinación, volví a bajar y ascendí de nuevo, hasta arriba. Le amasé los glúteos con pases largos, escanciando cremita de tanto en tanto, hasta llegar a las ingles. En uno de cada tres recorridos, dejaba que los pulgares resiguiesen sus labios externos. Los tenía largos y finos y a pesar de mantener las piernas separadas, el hueco de la vagina permanecía cerradito. Al subir las manos, aprovechaba para distenderle el fruncido anillo que le enmarcaba el ano. Parecía muy tragón... Ella no se quejaba y pocos instantes más tarde, empezaron a salir gemidos apagados de sus labios de arriba y humedades que presagiaban cosas más gruesas, de los de abajo.

Decidí que era momento de cambiar de tercio y abordé la espalda, hombros y brazos. Al notar que el churretón de crema allí arriba implicaba abandonar su culito, se quejó un poco, pero decidió esperar. Yo también. Le di un buen masaje, algunos dedos se me escapaban y bajaban más allá de la cadera, las manos alguna que otra vez amasaban los laterales de esas mamas tan llenas y el pito se paseaba por su espalda, tomándose ciertas libertades. Nada importante, pero que a ella parecían enervarla y ponerla muy caliente. Es lo que pretendía...

- Venga, perezosa, date la vuelta.

- Mmmmmm, ¿qué vas a hacerme ahora?...

- Ponerte cremita donde no tienes. El sol aprieta, te estás calentando mucho y no quiero que acabes quemándote...

Tardó un poco, pero al final se puso panza arriba. Lo malo es que no sólo mostraba la tripita.  Sus tetas sobresalían erguidas, tiesas, coronadas por unos pezones anchos, rodeados de un círculo marrón, plagado de imperceptibles granitos. ¡Qué pechos!, preciosos. ¿Y más abajo?. Su coño era una pasada. No había visto otro tan bonito, tan simétrico... Ya lo parecía cuando se lo vi desde atrás, pero expuesto en todo su esplendor, era algo sublime. Lo malo era que mi polla no era inmune a tanta y tan excitante belleza y si antes se paseaba morcillona por la espalda y el culo de la amiga de mi hermana, ahora la tenía paralela a mi barriga, con el glande más allá del ombligo.

- ¡Míralo, tienes a mi hermanito trempado como un macaco!.

- ¡Déjalo, pobrecito!. Venga, Joan acaba y vamos a bañarnos.

Continué repartiéndole el bloqueador. Mientras me recreaba en sus tetas, la miraba con una sonrisa socarrona. Ella me devolvía los cumplidos con una risa hueca y mi hermana nos miraba con condescendencia y los muslos apretados. Untado el torso, decidí arriesgarme. Le di un piquito sabrosón y bajé hacia sus piernas. Se lo tomó muy bien, incluso me guiñó el ojito. Su actitud, me encantó; presagiaba cosas buenas.

Tal como hice por detrás, empecé por los pies y fui subiendo hacia ese triangulo mágico que las mujeres tienen entre las piernas. Susana tenía un culo precioso, pero su coño y el pubis que lo enmarcaba, era una auténtica obra de arte. Pedía a gritos darle placer y no pude reprimirme:

- ¡Tienes un coñito precioso, Susana!.

- Gracias, Joan. Nadie me lo había dicho nunca, al menos de forma tan directa, pero me ha gustado oírlo de tus labios. Anda, termina de una vez que si no, vas a acabar montando un espectáculo.

Acabé con la crema y con discreción, le planté un besote en todo el potorro. ¡Se lo merecía, que caray!. Al darme cuenta de lo húmeda que estaba, me venció la pasión y le pasé la lengua de cabo a rabo de la raja antes de levantarme. Le di la mano sin preocuparme del pito inhiesto y me lancé a la piscina.

- Susanita, ¿quieres que nos vayamos a bañar o prefieres dar antes un paseo por la pineda de ahí atrás?...

Yo se lo dije con mis labios pegados a la oreja y ella me respondió de la misma forma:

- Sólo un paseo...

- Mujer, ya puestos, pensaba aprovechar para follarte como los ángeles. Ya has visto como me has puesto...

- Yo estoy igual, cariño...

- Ya me he fijado y... saboreado... ¿Tienes condones?, porque yo, no ve venido preparado.

- No tengo nada malo y tomo pastillas, tontorrón. Así que si estás sanote... puedes soltármelo todo dentro.

- Clara, nos vamos a dar una vuelta. Cuando volvamos, nos bañamos un rato, vale.

- Vale. ¡No me la canses mucho hermanito, que esta noche queremos salir de fiesta!.

- ¡Calla, tonta!...

Como se suponía más experimentada, Susana decidió tomar la batuta de nuestro polvo. Es un bombón y le ponía ganas, pero... no vivía el sexo con la intensidad y las ganas de gozar que yo esperaba. No la chupaba mal, pero... no lo daba todo, parecía comerme la polla para complacerme, como si ella no lo disfrutase. Era algo mecánico, bien urdido, aunque falto de la pasión que le ponían otras, ya fuese Nanna, yo mismo o incluso Espe, acabada de estrenar. Así que decidí erigirme en el puto amo. Como soy más fuerte que ella, se la saqué del coño, la estiré sobre la hierba y pasando de su extrañeza, le dejé las cosas claras:

- Susanita, ahora mando yo. Vas a hacer lo que te diga sin rechistar. Voy a conseguir que te corras como nunca has hecho. Hazme caso, los dos saldremos ganando.

- Pero Joan, aunque estés como un tren y tengas lo que tienes entre las piernas, eres un pipiolo. Yo te llevo, anda...

- Calla y obedece, Susanita. Ábrete de piernas. Tienes un coño que alimenta y voy a comerte la almeja hasta que no queden ni las valvas. Verás que rico...

- Joan... Joan... Joan...

En cuanto me hube amorrado al pilón y empecé a trabajarle la chirla a base de lengua y dedos, ya no hubo más palabrería. Cuando le sorbí ese botón en lo alto de la raja, empezaron a sonar los primeros gemidos y al traspasarle el ojete con la lengua, sin abandonar el mete-saca digital ni las caricias clitorianas a dos pulgares, la cosa acabó en orgasmo.

No cejé en mi empeño. Me enjuagué la boca con el agua de la botella que habíamos traído y con el ano ablandado y unos buenos sipiajos a falta de lubricante, le metí un dedo y más tarde, otro. Los de la otra mano, avanzaron todo lo que pudieron en la vagina y dediqué lengua y labios a su botón más sensible. Al ver que no hacía nada de provecho con sus manos, corregí esa desidia:

- ¡Tienes las manos muy ociosas, querida!. Tócate las tetas, juega con los pezones...

La verdad es que me esmeré como nunca. Valió la pena. En cuanto encontré esas rugosidades internas que tanto placer dan a las mujeres, las trabajé a fondo y apoyándome en los dedos con que la atacaba desde el recto, se empezó a correr como si en el mundo no existiese nada más que su placer.

Entonces, forcé los embates de la lengua y sorbí el clítoris sin descanso. Para Susana empezó un nuevo mundo. Le vino un orgasmo como nunca había soñado que pudiesen existir. Gozaba una y otra vez. Eran corridas encadenadas, breves pero súper intensas.

Las babas le resbalaban por la comisura de los labios, tartamudeaba palabras inconexas y empezaron a venirle convulsiones espasmódicas. Ya no controlaba y se vació por abajo sin remisión. Los flujos vaginales le resbalaban por el interior de los muslos, como un río descontrolado. Acompasé la cadencia e intensidad de mis acometidas a las necesidades de sus orgasmos, hasta que con un suspiro, me miró con ojos de cordero degollado y se relajó.

Dejé pasar unos minutos sin sacarle los dedos del coño, pero manteniéndolos quietos y abrazándola con la otra mano. Cuando empezó a moverse, lo primero que hizo, fue besarme. Nada de piquitos. Un morreo caliente y húmedo a parir. Estaba buena, buena, pero besaba aún mejor.

- ¡Tenía que follarme un yogurín para saber lo que es de verdad el sexo!. Nadie me había hecho correr así. Mi mejor orgasmo anterior, queda muy, muy lejos de lo que tú me has dado, Joan.

- Chata, ¿no pensarás que hemos acabado?. Venga, dale al manubrio. Primero te llenaré la boquita con la mejor lefa de Ses Illes y cuando hayas tragado, te voy a partir el coño hasta que te mees de gusto. ¿Entendido?.

- ¡Sííí!...

 - Pues venga, a comer cigala fresca... Ya te iré diciendo los mimitos que más le gustan a mi apéndice más preciado...

No perdió el tiempo. Se arrodilló entre mis piernas y cogiéndome el nabo con la mano se lo llevó a la boca. La abrió y se metió un buen cacho, pero ni tan sólo jugó un poquito con el capullo o dio unas lamidas de presentación a los huevos. ¡Qué poco sutil!. Esperaba que una tía tan salida y buenorra, con veinticuatro años a sus espaldas, supiese tratar mejor el rabo de su pareja de baile, pero también me tocó asumir el rol de tutor en el arte felatorio.

- Preciosa, mis huevos necesitan mimos. Juega con ellos, lámelos, métete uno en la boca y sóbalo con la lengua, acaríciame el tronco mientras tanto con la otra mano, suavecito, ya habrá tiempo para las cosas más serias...

- ¡Mmmmmm, mmmmmm!, rico, rico...

- Así, así. Pasa la lengua por el perineo, hasta el ojo del culo. Aprovecha para jugar un poquito con la puerta del ano, como he hecho yo. ¡Qué bien, ponle más babitas, cielo!. Dale besitos al agujero oscuro. ¡Oh, oh, oh, qué gusto!. ¡Sigue, sigue, guarrilla!.

- Te gusta, eh, cerdito...

- Aprendes muy deprisa, Susanita. Ves, sólo faltaba que te soltases. Eres un ángel, un ángel con unas tetas celestiales... Voy a jugar con esos melones, hasta conseguir, a base de mordiscos, que esos pezones tan apetitosos, acaben un dedo más largos...

- Espera que me doy la vuelta. Tengo la imperiosa necesidad de comerte el coño otra vez. Tú sigue tragando polla...

- ¡Otra vez no!.

Continuamos un buen rato. Yo le hacía cositas variadas allá abajo y ella comía rabo con hambre. Fueron lecciones provechosas. La tía apuntaba maneras y en pocos minutos me la mamaba con auténtico arte. Quedaban cosillas por pulir, pero ya mejoraría con la práctica. Llegué al punto de no retorno y la avisé. No sabía si estaba preparada para tragarse una bocanada de cálido esperma y la cuestión es pasarlo bien, no forzar las cosas.

- Susana, me tienes a puntito de caramelo... voy a soltarlo todo. ¿Dónde lo quieres?.

- En mi estómago, capullo...

- Espera que te la saco y le doy cuatro manchadas...

- Dentro, idiota, dentro. ¡Lléname la boca de una puta vez!.

- ¡Vale, tía!. ¡Ah, ah, ah!... ¡Joder, joder, me viene!... Tómalo todo... ¡Buuufff, qué bueno,... qué bueno!...

- Así, así, vente cabrón... Lléname el buche de leche calentita. ¡Mmmmmm, rica, rica!...

Fue una buena mamada. Me corrí muy a gusto y a ella pareció gustarle tanto o más que a mí. No sé si con las emociones también se vino. Estaba tan concentrado en darle consejos y en mi placer, que ni me di cuenta.

- ¿Sabes que eres el primer tío del que me trago el semen?.

- ¿Y te ha gustado?. Ven acá...

Le besé los labios, embadurnados aún con mi esperma y me recreé resiguiendo con la lengua sus encías y anudándola con la suya. Si alguien pide una guarrada a su pareja sexual, ha de estar dispuesto a compartirla, al menos eso pienso yo.

- Si a ti no te da asquitos, a mi tampoco, ya lo ves. Es que... para disfrutar de sexo a tope, hay que ser un poco guarrete, siempre cuidando la higiene y la salud, claro.

- ¡Eres la ostia, tío!. Y sólo tienes dieciocho...

- Diecisiete, Susanita. Cumplo años dentro de unas semanas. ¿A lo mejor quieres que lo celebremos juntos?.

- No estaría mal, nada mal...

- La siento, preciosa. Estaré en Cadaqués con Clara y mis padres.

- ¡Ooohhh, sí que lo siento!...

- Es lo que hay, que le vamos a hacer... Dejemos de hablar tanto y vamos al tajo. Tengo un coñito divino por follar.

- ¿Aún quieres más?...

- Mira como está mi herramienta: dura como una escarpia... Es culpa tuya, así que... ¡Móntame, amazona!...

Finalmente, conseguí que Susana follase sin vergüenzas estúpidas. Perdida la noción del pudor, sólo se busca dar y recibir placer y a partir de ahí, la prioridad es gozar al máximo y una o uno, da lo mejor de sí mismo a su pareja. Ella lo hizo. Le faltaban muchos polvos y amantes para tener la técnica de Nanna o la intuición de Espe, pero iba por buen camino. Hay quien nace con una predisposición innata para el sexo y otros, hacemos lo que podemos...

Unos minutos y muchas risas más tarde, dimos por finalizados nuestros ejercicios sexuales. Ambos nos corrimos a gusto y cuando nos levantamos de la hierba, compartimos un besote con ganas.

- Ha sido fantástico tío. Te he de confesar que me lo he pasado mejor que nunca. Iba de maestra y ha tenido que ser un niñato el que me enseñase lo que es un polvo de verdad. ¿Repetiremos?.

- ¿Por qué no?. Eres una tía muy maja, estás más buena que el pan y... me gustas, Susana. Por mí, cuando quieras, pero tendremos que esperar la vuelta de vacaciones. Clara me ha dicho que te vas la semana que viene con tu familia y yo ya te he comentado que la siguiente me voy con mi madre a la Costa Brava. Te recetaré unos ejercicios para ir preparándote el ojete, porque a la vuelta pienso estrenarte el culo...

Volvimos a la playa agarraditos y no nos paramos hasta meternos en el mar. ¡Íbamos más guarros que los habitantes de una pocilga!. Clara nos miraba con socarronería mientras nos limpiábamos y su amiga se lo agradeció con una peineta. Cuando dimos por finalizada la toilette y los magreos más o menos descarados, Susana decidió irse a tomar el sol.

- Anda, dame un pico, Casanova. Voy a estirarme. ¿Vienes?.

- No, me quedo un rato más. Quiero nadar un poco para desentumecer los músculos. Además, conozco a mi hermana y seguro que te quiere interrogar.

- Y... ¿Qué le he de decir?.

- La verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad.

- Eres un narcisista. Un capullo narcisista... con el que no me importaría perderme hasta el fin del mundo... Tienes un "mojo" galáctico, tío...

Con el ego a tope, continué retozando en el agua, nadando un poco y jugueteando con las olas. Desde el mar veía como Susana y mi hermana cotilleaban y reían. Clara de tanto en tanto, levantaba la vista y miraba hacia donde yo estaba. Ponía una cara a medio camino entra la sorpresa y la admiración. ¡Susanita debía haber quedado contenta!.

Desde que volví a estirarme con ellas, Clara me miraba con otros ojos. Las bromas y comentarios picantes, subieron de tono, nada fuera de lo normal, pero era mi hermana quien más forzaba las cosas. Si hubiese sido otra chica, pensaría que tenía celos del polvo que me había cascado con su amiga y quería enrollarse conmigo. Cuando íbamos a marcharnos, Susana le contó entre risas que cuando volviese de vacaciones, me iba a pedir que le diese por el culo, porque para iniciarse en esas cosas, se necesita un experto. El remate de Clara, me acojonó:

- Me parece que yo tendré que hacer lo mismo. Lo he intentado dos veces, pero tanto uno como el otro, eran tan patanes que tuve que enviarlos a tomar por culo, pero uno que no fuese el mío, ¡a ver si aprendían!, ¡ja, ja, ja!. Ya sabes cómo me gusta jugar con el agujerito de atrás. Tendré que buscarme un tío que sepa y hétero, porque en Lleida se lo pedí a un amigo gay y pasó del asunto...

El repaso que me pegó mientras decía esas cosas, me dejó descolocado y... muy trempado.

La noche del jueves fue especial y la tensión sexual con mi hermana, subió bastantes enteros más. Había quedado para salir de marcha con Susana y otra amiga común y me invitaron a acompañarlas. Al principio, Clara no estuvo muy conforme:

- Tías, a ver si no le dejan entrar en los garitos y nos deja en ridículo...

Susana salió inmediatamente en mi defensa, a capa y espada:

- Joan parece mayor y acompañado de tres lobas en celo,... ya sabes, cuela todo... No te preocupes, tía. Vamos a romper la noche. Además, ya sabes... el Joanet, seguro que triunfa y nos presenta a los tíos más interesantes...

- ¡Pppsss!... Dos contra una. Vosotras ganáis.

Al final, el novio de la amiga llegó un día antes de lo previsto, justo esa tarde y se ve que como la conocía, prefirió follársela él antes que lo hiciese el guiri de turno. Estábamos en casa, arreglados para triunfar, esperando que nos recogiese Susana con su coche, cuando Clara recibió un whatsapp suyo: "Chochi n puedo cena ultima hora palma jefe supremo papa. Folla por las dos".

- ¡Me cago en la puta!. Esas dos quieren enviarme la noche a la mierda. Por ahí no paso. Esta noche no me acuesto sin meterme una buena polla. ¿Te vienes conmigo, hermanito?.

- ¿Por qué no?.

- Mamá, cojo el coche. Susana no puede venir y al final me voy con Joanet.

- ¿Vosotros dos solos?.

- ¡Es lo que hay!...

Mi madre no la miraba a ella, sino a mí cuando nos dijo:

- Vigilad mucho y no hagáis ninguna locura. Cuidado con el alcohol, Clara.

Creo que nos conocía mejor que nosotros mismos, como si nos hubiese parido...

- ¿Tito's o Abraxas, hermanito?.

- Joder, Clara, yo prefiero algo más guay, menos pijería guiri, descubrir buena música que no conozca, no escuchar las modas carrozas del verano... Además, las dos son caras del copón...

- Joan, esta noche me apetece ligarme un tío sin complicaciones, follármelo y volver prontito a casa. ¿Entiendes?. Estoy un poco depre, tío y un polvo, siempre ayuda. De la pasta, olvídate. Invito yo.

- Vale tía, si es lo que quieres...

Las dos están en el Paseo Marítimo, así que pasamos por delante de una y otra, miramos, comparamos y al final, optamos por lo más obvio y nos metimos en Tito's. Le pedí la pasta y pagué como si los billetes de cincuenta me saliesen por las orejas. Nadie me preguntó nada, menos aún cuando Clara se quitó la chaquetilla pezonera que llevaba y mostró un escote insondable.

Me sentía juguetón, así que pedí un caipiroska. Clara optó por el clasicismo, pero con clase: gin-tonic de Martin Miller's con tónica Qyuzu. Pagó el pastizal correspondiente y con nuestras copas en la mano, nos pusimos a bailar. Desde el principio, le dimos un toque erótico, pero no más que otras parejas. Al acabar las bebidas, nos fuimos a la pista más concurrida y ahí Clara empezó a desbarrar. Más que bailar, me sobaba. Con la blusa medio transparente que llevaba y sin nada debajo, dejaba poco a la imaginación y la mínima expresión de falda que le cubría el culo, tampoco ayudaba a que pasásemos desapercibidos.

Sonaban los últimos compases de Beatiful Stranger de Madonna, cuando se nos acercó una pareja, bailando provocativamente alrededor nuestro. Ambos sobre los treinta, de algún país eslavo o del este. La tía estaba para mojar pan. Buen cuerpo, bonita de cara y vestida con otro estilo, pero tan descarada como Clara, sino más. Según mi hermana, el tío también estaba buenorro que te cagas.

- Hi, pareja. Bailáis muy bien y parecéis muy enrollados.

- Procuramos pasarlo bien. ¿De qué vais vosotros?.

- Pues... mirad, mi marido y yo somos islandeses, pero lo que os importa, es que formamos una pareja abierta, somos swinger, vamos. Nos gustáis y al ver cómo bailabais... parecía que os estuvieseis enrollando... pues, nos habéis calentado y venimos a pediros si esta noche os apetecería hacer un intercambio de parejas con nosotros.

- Joder, a saco, Paco... Pero es que nosotros...

- Calla, Joan, déjame a mí.

- Me llamo Clara y mi pareja de baile, Joan. ¿Y vosotros?.

- Yo soy Ýmir y mi esposa se llama Þóra. Perdonad si he sido un poco brusco. Es nuestra última noche en la isla, queremos aprovecharla y no tenemos tiempo para perder. Como parecéis una pareja afín, mejor ir al grano.

- Dejad que lo hablemos un momento entre nosotros.

- Por supuesto...

- Joan, ese tío me pone el chocho gordo sólo con mirarlo. Me apetece un montón tirármelo. ¿Has visto cómo viene esa tal Þóra?. Estoy segura que la muy guarra sólo lleva el vestido de gasa blanca. Ya he visto como le mirabas las tetas. ¡Es que las va enseñando, joder!...

- ¿Te has mirado en el espejo, hermanita?. Al agacharte para coger el bolso, enseñabas el chumino. De las tetas, con esta blusa y sin suje, mejor no hablemos...

- Bueno, ya vale, no. El caso es que esa islandesita putona, también te pone un montón...

- Esta muy buena, la verdad y tiene una mirada de loba come hombres... No me importaría ser su plato principal esta noche, si es lo que quieres saber.

- ¡Ahí quería llegar!. Si te parece, aceptamos, pero con condiciones: Ella, sólo para ti y yo sólo me lo monto con él. Tu y yo, nada de nada. Bueno, si se tercia un arrumaco, por mí... en fin, tú mismo. Venga vamos a decírselo que me pica el coño...

- ¡Y a mí se me ha puesto como un bate de beisbol, no te jode!.

Clarificadas las cosas, nos ofrecieron ir a su apartamento. Estaba muy cerca, en un edificio del propio paseo. Era un piso alto y se veía el mar desde la terraza. Me quedé mirando las vistas y al girarme, me encontré a los tres en pelotas, morreándose como si no hubiese un mañana. ¡Qué buena estaba la tía esa de nombre impronunciable!. Preferí no fijarme demasiado en mi hermana. Más vale evitar las tentaciones si no quieres caer en ellas...

Sin preocuparse por los vecinos, la islandesa salió a la terraza a traerme un mojito y antes de estirarme para dentro, aprovecho para darme unos besos increíbles y de paso, sobarme el paquete a fondo.

- Ven guapo que ellos dos ya han empezado.

Me desnudó en un santiamén y cogidos de la mano entramos en la habitación. Yo pensaba joder con ella en el sofá de la sala, pero al parecer, ella no quería perderse por nada del mundo el ver a su marido follándose a "mi pareja".

Si me dio corte ver a mi hermana berrear con un cacho pollón entrándole y saliéndole del coño a una velocidad endiablada, el pudor caducó en medio minuto. Era todo un espectáculo. ¡Qué bien follaba la cabrona!. Y mira que estaba buena. Le había visto las tetas cada día desde que fuimos a Cala Torta con mamá, pero tenerlas a un palmo, botando al ritmo de los embates del tío ese, era otra cosa. Al ver la cara de lujuria con que me miraba, decidí ir a lo mío, no fuese que acabásemos haciendo algo de lo que tuviésemos que arrepentirnos luego.

Me centré en la chica islandesa. Empezamos comiéndonos uno al otro, en un sesenta y nueve memorable. La tía era de la escuela de Nanna: llevaba el sexo en la sangre y debía follar desde que le salieron los dientes... Sabía encontrar todos los resortes para obtener el máximo placer propio y de su pareja. Realmente, fue un polvo, o unos polvos... porque acabamos follando hasta las tres y media de la madrugada, para no olvidar.

Ninguno de los cuatro hacíamos ascos a nada y gozamos como cerdos. Al principio, se imponía la técnica, pero poco a poco, nos gustamos y los acoplamientos tenían ese algo más. Parecía una cosa entre amigos y eso incrementaba la compenetración y por tanto, el placer. No podría decir la de veces que las chicas se corrieron, pero fue algo para recordar. A Clara le venía un orgasmo tras otro, casi sin tiempo para recuperarse. La islandesa empezó a correrse y no paró hasta dejarse caer en la cama, a un tris de perder el conocimiento. Tuvo sus altibajos, pero esa mujer era como los géiseres de su tierra: empezaba a soltar líquidos y no paraba.

Yo conseguí eyacular tres veces, todo un prodigio. Las dos primeras me las provocó el saber hacer de Þóra, pero la última, la más intensa, fue cosa de mi hermana. Ver como se corría con la dura penetración que le propinaba Ýmir, sin dejar de mirarme a los ojos, fue lo más.

Caímos desechos sobre las sábanas, sin importarnos lo empapadas que estuviesen con los fluidos corporales más variados. Nos tomamos al menos veinte minutos de relax, recuperándonos de las emociones y del esfuerzo. Cuando empezamos a movernos, lo primero que hicimos es confirmar lo maravilloso que había sido el polvazo y lo mucho que lo habíamos disfrutado todos. Al poco, me di cuenta que la islandesa pasaba sobre mi cuerpo y empezaba a besarse y a acariciar a su marido. Él la ayudó a ponerse encima suyo y empujo a Clara contra mí, para que hiciese lo propio.

Ella me tomó la mano y me besó los labios con un pico de amigos, tal vez muy amigos, pero nada más allá. Nuestros compañeros nos miraban extrañados mientras iban tocándose cada vez más íntimamente. No entendían porqué no hacíamos lo mismo: yo tenía la polla como un hierro y a ella le rezumaba el coño mientras me miraba con los ojos como platos. Un intercambio de miradas bastó para decidirnos a explicarles lo que pasaba entre nosotros.

- Es que... sabéis... Joan y yo somos hermanos y...

Los muy salidos, empezaron a aplaudir y a festejar nuestra relación.

- Qué morbo. Debe ser toda una experiencia. Nosotros conocemos a dos hermanos incestuosos en Reykjavik. Tienen sexo juntos y también con otros. Son unos salidos. Un día...

- Pero es que nosotros no lo hacemos. Nunca hemos follado entre nosotros, ni nos hemos masturbado uno al otro, ni... nada de nada.

- ¡Ah, perdonadnos entonces!, pero os veíamos tan sueltos y compenetrados...

- No os preocupéis, no pasa nada, sólo que entre nosotros, no haremos nada, pero vosotros seguid con lo vuestro. Viéndoos, hasta me haré un dedito a vuestra salud...

Se pusieron a hablar entre ellos en su lengua. No entendíamos un pimiento, pero las risitas y las miradas que nos dedicaban, presagiaban nuevas diversiones. Al final, fue la chica quien nos propuso el fin de fiesta.

- Oíd, no os lo hemos dicho antes porque a algunos les incomoda: Los dos somos bisexuales. Si os parece, podríamos...

- Clara seguro que se apunta al bollo, pero yo... nunca he hecho nada con un tío y la verdad es que no...

- Nos lo montamos nosotras y ellos pueden mirar. Seguro que acaban haciéndose una paja. Si tu marido se apunta, por mí... Los tríos me encantan.

Ellas dos se empezaron a acariciar, se morrearon con gula y poco a poco, pasaron a algo con más sustancia. Clara se enganchó a los pechos de su nueva amiga. Tenía unas mamas preciosas y los minúsculos pezoncitos de color claro que las coronaban, eran un reclamo para las lenguas viciosas. ¡Que me lo digan a mí!. Su partenaire iba al grano y después de unos pocos preliminares, se le enganchó al coño y le sorbió el alma por vía vaginal. Se ve que la tía tenía tablas, porque mi hermana parecía que volviese a estar en celo y no tardó mucho en volver a correrse como una vaca.

Nosotros dos las mirábamos, sin apartar las manos de nuestros miembros. Ver a dos mujeres de bandera, follando como si se acabase el mundo, es muy excitante. Si una es tu hermana y la otra la esposa de tu compañero, mucho más. Cuando se maclaron en una tijera que ponía los pelos de punta, nos salió de dentro lo más verraco y a Ýmir se le fue la olla. Me tomó la polla y empezó a pajearme con un arte que no había experimentado con ninguna mujer. Al poco, me cogió la mano y la puso sobre su ariete. De perdidos al río, pensé y como no quería ser maleducado, toqué la zambomba con ahínco, dándole a la caña sin prisas, pero sin pausas.

Vimos como esas dos se corrían de gusto. Serían de rabo, pero el bollo les iba un huevo y lo disfrutaban cantidad. El islandés no perdía de vista a su mujer. Debía estar muy orgulloso de lo ardiente que era y lo bien que aprovechaba los orgasmos. Ellas miraban como nos masturbábamos recíprocamente, todavía sonrojadas por el placer. Comentaron algo entre ellas, sonaron risas cómplices, la mujer de mi pajeador le dijo algo en islandés a su marido, nuevas risitas y se capicularon para el último combate de la noche.

- Þóra me ha dicho que tu hermana quiere ver cómo te la chupo. Te va a gustar, soy muy bueno con la boca...

- Lo que tú digas, tío, pero nunca he hecho nada con otro hombre. Que nos estemos haciendo una paja uno al otro, ya me parece una locura... Me da corte, tío. Me da corte...

- Siempre hay una primera vez... Déjame y córrete en mi boca, lo vas a disfrutar...

Clara me miraba con tal cara de vicio que consiguió fundirme el relé de la homosexualidad. Sin apartar la mirada, moví el cuerpo para que ese islandés al que le iba todo, pudiese mamármela cómodamente. Le debía gustar mi polla, porque en cuanto la tuvo al abasto, empezó a lamer con unas ganas que echaban atrás. Al poco, vi como conseguía engullirla toda y comenzaba un juego de lengua y labios, diferente de todo lo experimentado. Me daba un placer brutal. Con ninguna tía había conseguido nada parecido.

- Te gusta, eh. Ya te lo decía... Si te apetece, podrías...

No hacía falta decir más. Entre las medias palabras de Ýmir, los gestos poco disimulados de mi hermana imitando una felación virtual y el grado de desenfreno al que había llegado, no me lo pensé. Me moví un poco para tener la polla del islandés frente a los morros, la cogí de nuevo y me la llevé a los labios. Nunca había chupado un vergajo, pero... ¡tampoco hace falta estudiar ingeniería para comerse un nabo!.

En cuanto la tuve dentro de la boca, las chicas dejaron por un momento sus almejas desatendidas y entre aplausos, sonaron unos "¡bravo, bravo, bravo campeón!". Ellas volvieron al tajo, Ýmir se esmeró en su trabajo y yo intenté copiar sus caricias bucales lo mejor que supe. Pasamos un buen rato comiendo rabo. Las cosas como son: saborear una buena polla, me encantó. El tío me la comía con más intensidad que una mujer, más duro. Como él tenía uno parecido, sabía que aunque es un apéndice delicado, bien tratado, aguanta lo que le echen.

Estábamos tan metidos en nuestras cosas, que hasta que empezamos a oír gemir a Clara y poco después a su compañera, no nos dimos cuenta que las chicas estaban corriéndose patas abajo. Acabaron berreando, gozando de sus orgasmos sin cortapisas. Lo uno llevó a lo otro, tragamos polla, si cabe, con mayor ahínco y nos empezó a subir la leche.

- Veo que te falta poco. Vacíate en mi boca tío. Me encanta paladear unos buenos trallazos de lefa. Yo también estoy a punto. Sácatela rápido, que me voy a ir...

- ¡Xxxhhhuuuppp, xxxhhhuuuppp!... ¡Suéltala dentro, cabrón!. Ya puestos..., la probaré. No voy a ser menos que tú...

- ¡Vaaaleee, vaaaleee, Joan!.¡Ooohhh, ooohhh, que bueno, tío!... ¡Toma ya, maricona!... Toda tuya, ¡no se te ocurra escupir nada!... ¡Joder, pero que boca tan tragona tienes!... ¡Aaahhh!...

- ¡Me veeennngooo!... ¡Toma, toma, toma!. Te voy a llenar tu boca islandesa con la leche mallorquina más sabrosa, capullo... Joder, ha sido la mejor mamada de mi vida, tío. ¡Uuufff!.

- Ya te lo decía, Joan. ¡Hago unas mamadas de puta madre!, aunque tú no te quedas corto... No sé si creerme que era tu primera vez... Si nos volvemos a ver, voy a estrenarte el culo, chaval. Te gustará. El mío, lo tienes a tu disposición cuando quieras...

- A partir de ahora, ya no le darás largas a un buen rabo, ¿eh, hermanito?.

- Calla, calla, bruja... Mira qué hora es. Les ayudamos a recoger y nos vamos a casa.

- Dejadlo. Ya lo arreglarán mañana...

Nos dimos una ducha rápida, nos vestimos e intercambiamos los datos de contacto. Nos despedimos entre tórridos besotes para todos y todos es todos y quedamos en visitarles en su casa de Reykjavik. Aunque es de esas cosas que se dicen después de una noche intensa y no se acaban haciendo nunca, a mí ganas no iban a faltarme y creo que a Clara, tampoco.

Al salir, Þóra, aún desnuda, me tomó del brazo. Yo creía que buscaba una última caricia, ya que al final, la había cambiado por su marido. La tomé de una teta y le pellizqué el pezón cariñosamente. Ella sonrió, me separó la mano, me besó con un piquito inocente y me soltó algo mucho más perverso:

- Vas a acabar follando con tu hermana. ¿Lo sabes, verdad?. No os cortéis, los dos lo disfrutaréis.

Detrás, Ýmir movía la cabeza arriba y abajo y sonreía, mostrándome los pulgares en alto y la polla blanda y colgando.

Mi hermana y yo nos cogimos de la cintura y fuimos andando hasta donde habíamos aparcado el coche. Durante el camino, no hablamos demasiado, pero al abrir la puerta, Clara se paró.

- Hermanito, ¿nos lo hemos pasado bien, eh?. Menudos libertinos nos hemos ligado...

- Pues mira que nosotros...

Me pasó las manos por debajo de las axilas, tiró de mí y me pegó un morreo de tres pares de cojones. Dos tíos de mi edad pasaban por la otra acera. Uno nos dedicó un silbido, mientras el otro chillaba: "¡Pero qué buen culo tiene tu novia, pétaselo esta noche, tío!".

- Te quiero mucho, Joanet.

- Yo también, Clara, pero estírate la falda. Vas enseñando las nalgas.

- ¿A que las tengo bonitas?. ¡Pues que miren!. Me pone cachonda que se hagan una paja pensando en mi culo.

- Preciosas, pero guárdalas para mí.

- ¡Que soy tu hermana, guarro!. Es broma tonto. Me gustas más así que antes y... mamá, también. Venga, vámonos a casa de una puta vez.

El domingo era el gran día. Después de comer mi madre y yo volábamos a Girona y desde allí, fuimos a la casa que mis padres habían alquilado en Cadaqués. Papá se tenía que quedar en la isla a trabajar dos semanas más. Al parecer eran los días con más movimiento inmobiliario del verano, aunque según mamá, el que su joven y guapa ayudante tampoco hubiese cogido vacaciones, le ayudó a decidirse. Clara se iba unos días con una amiga a la casa que tenía su familia en Eivissa y a su vuelta, los dos tomarían un avión a la península y pasaríamos la última semana todos juntos.

- Tiene buen gusto tu padre. La casa es preciosa y el jardín, muy cuidado. De noche no distingo el paisaje, pero tenemos el mar delante y creo que se ven S'Arenella y Es Cucurucuc. Me parece que van a ser las mejores vacaciones de mi vida.

- Y de la mía, Tere. Papá me contó cómo ha conseguido la casa. Es de unos clientes suyos rusos y les ha permutado el alquiler de un mes de una finca guay en Mallorca por el de su casa. La finca es de unos ricachones jubilados americanos y les ha vendido que hay que hacer unas obras urgentes y este agosto no puede alquilarla. Ya ves, le ha salido gratis.

- Tu padre siempre igual. Trapicheando a todas horas. Un día de estos se va a llevar un buen disgusto.

- Sí, pero de momento al muy cabrón le está yendo de puta madre.

- Dejemos a mi marido y vamos a lo nuestro. Yo me quedo con la habitación grande que da a la terraza de arriba. Tú elige una de las otras y deja las maletas. Ya las desharemos mañana. Picotearemos algo por ahí y a la cama.

- ¡Mmmmmm!, una gran idea, Tere.

- Si quieres, las noches que no traigas invitadas, puedes dormir conmigo, hasta que lleguen Clara y tu padre...

- ¿Sólo dormir?, yo pensaba en otras cosas...

- Habrá tiempo para todo, liante. Venga, salgamos a comer algo. Estoy muerta de hambre.

Bajamos hasta el pueblo y encontramos un bar restaurante con mesas frente al mar. Nada del otro mundo, pero para tomar un pescado abierto a la brasa y una ensalada, valía. Al acabar, convencí a mi madre de irnos a tomar algo al Boia, un clásico del lugar desde finales de los cuarenta, con una ubicación hoy impensable, sobre la arena, a pie de Passeig.

- Venga, Tere, no me seas muermo. Está al lado y Tonet, el de Sa Baussa, me ha dicho que es una pasada. Ahora la barra la lleva Manel Vehí, un chaval formado en El Bulli y en los mejores cocktails bars americanos. Lo montó su bisabuelo. Él la ha rediseñado y la llama Boia*Nit.

- Con ese currículum, habrá que ir...

Nos tomamos un Zombie, el éxito de la temporada, a base de rones blanco y añejo nicaragüense y una mezcla de cítricos y fruta dulce. ¡Bueno, bueno! y refrescante. Con uno no tuvimos suficiente y repetimos.

La bahía de Cadaqués, con los barcos amarrados a las boyas y los mil colores de la noche reflejados sobre el mar, las luces de las casas antiguas del Passeig y el segundo coctel... provocaron estragos a nuestra libido. Empezamos a besarnos como una parejita de adolescentes y a hacernos arrumacos en un peeting mal disimulado. Mi madre debía estar muy cachonda, porque tuve que ser yo el que pusiese orden:

- Tere, nos estamos pasando. Puede colar que seamos pareja, pero aún así, esto no es Magaluf. Venga, vámonos a casa. Allí no va a importar a nadie que me demuestres lo que una mujer ardiente es capaz de hacer con un hombre.

- Tú siempre tan maduro y filosófico... Dame la mano, Joanet. Entre el vinito de antes y los dos Zombie, la que va como un zombi, soy yo.

Dimos un paseo por la playa, mojando los pies en el agua del mar, a ver si nos despejábamos un poco, especialmente mamá que era quien conducía. Íbamos agarrados de la cintura, en silencio y de tanto en tanto, girábamos las caras para besarnos. Ambos sabíamos que faltaban pocos minutos para hacer trizas el mayor tabú de nuestra sociedad: ¡Me iba a follar a mi madre!. ¡Se iba a follar a su hijo!.

Aparcamos y entramos en casa. No habíamos intercambiado una sola palabra desde que salimos del Boia. Fue mamá quien rompió el silencio:

- ¿Nos damos un baño?. Estrenaremos la cama más fresquitos...

- Venga.

Dejamos la ropa en el salón, buscamos unas toallas y salimos al jardín. La piscina estaba detrás de la casa. La iluminaban unos focos sumergidos que sin luz de día, le daban un toque muy sensual al azul del agua. Hacía una noche fantástica, cálida y con luna. Nos tiramos de cabeza sin pensar en nada. Estuvimos pocos minutos en el agua. Había otras cosas que nos urgían más. Aún así, nos pasamos todo el rato besándonos y acariciándonos.

- Estás muy cachonda, Tere. Vamos a la ducha a pasarnos un agua y... pa'dentro...

- Pues mira que tú... ¿Te has visto?. Tienes la polla como una estaca. ¿Será por mí?... Venga vamos, que me escurre el coño...

Nos duchamos en el jardín, nos secamos de malas maneras y Tere se puso a correr delante mío hacia la habitación principal. Le di una pequeña ventaja y la seguí. Al llegar, me la encontré estirada sobre la cama, espatarrada y con los brazos bajo la nuca. Al entrar, me miró la polla con cara una cara de vicio de tres pares de cojones, luego los ojos y finalmente, habló:

- Cómeme el coño, Joan. Me han dicho que lo haces como los ángeles...

Me pasé media hora dándole lustre al chumino y a lo que no era el chumino. Le hice un tratamiento de bajos de lujo. Me empleé a fondo y con todo: labios y lengua, por supuesto, pero también usé los dientes, lijando delicadamente las mucosas más sensibles. Los dedos, tan versátiles y apañados, hicieron un trabajo de orfebrería por delante y por detrás. Jugué con la vulva, subí a trabajarme el clítoris y recorrí el camino inverso para degustar el ano más tragón. Metí y saqué del coño lo divino y lo humano, tantas veces como me pidieron sus orgasmos.

Yo creo que acabé con agujetas en la lengua y los labios hinchados, pero Tere se vino tantas veces y tan intensas que el esfuerzo valió la pena. Acabó echa mierda. Parecía un trapo arrugado sobre las sábanas. La dejé descansar, acariciando su piel lánguidamente una y otra vez. En un estado a medio camino entre el sueño y la vigilia, le volvió la conciencia.

- Joanet, eres un demonio. Nadie me había dado tanto placer. Menos aún con la lengua. ¡Vas a ser mi mejor amante!. Anda, fóllame de una vez, cariño.

- ¡Ya soy tu mejor amante, Tere!, pero lo de follar, lo dejaremos para cuando mañana nos despertemos. Estás hecha polvo tía...

- Gracias, cariño.

¡Y se durmió!. Yo tenía la polla como una olla a presión. Me puse a contar ovejitas y aún sin bajarme el empalme, acabé cayendo en un sueño reparador.

Debían ser las nueve y media o las diez cuando me desperté. O mejor dicho, me despertaron. No habíamos pensado en cerrar las cortinas y la luz entraba a raudales por las puertas correderas que comunicaban la cámara con la terraza. Por eso pude ver a mamá jugando con mi verga. La acariciaba, le daba besitos, me recorría el perineo con la punta de los dedos,...

Me gustaba un montón lo que me hacía, pero tenía necesidades perentorias que solucionar.

- Tere, suéltame la polla un momento. Ahora vuelvo.

- Anda, mea a gusto y lávatela bien cuando acabes. Yo ya he vaciado todos mis recovecos y me he lavado a fondo. Por dentro y por fuera. Tienes una madre muy apañada.

Eché una meada importante, me duché en dos minutos y volví a la cama. Ella ya no deseaba más preliminares y me lo hizo saber:

- Métemela, cariño. Estoy a punto.

Lo que vino a continuación, fue algo que recordaré toda mi vida. Creo que ella también. La encontré estirada boca arriba y patiabierta. Estaba preciosa, dispuesta. Me estiré sobre su cuerpo, piel con piel y la besé. Sólo un pico breve. Alcé el cuerpo a fuerza de brazos y sin moverme, le pedí que me tomase la verga y la acompañase a la puerta de su vagina. La deslizó sobre los labios, arriba y abajo y cuando dio por buena la lubricación, apuntó y hizo entrar la puntita levantando la pelvis. No esperé más y con un largo golpe de cadera, la deslicé hasta el fondo. Permanecí quieto unos instantes y en cuanto ella me atenazó la cintura con sus muslos, inicié un vaivén desaforado. Mis glúteos trabajaban a pleno rendimiento, forzando las idas y venidas del miembro, friccionando las paredes del coño cada vez con mayor intensidad.

Le di duro, alterando la cadencia y la profundidad de las acometidas, pero sin cambiar de postura, ni usar las manos o los labios para acariciar los pechos que me ofrecía. Continué sin descanso y acabé vaciándome en su interior. La primera andanada, arrastró su orgasmo, pero seguí penetrándola hasta constatar su completa resolución. Ahora sí, desplacé su cuerpo hasta que la tuve de lado y me acople a su espalda en cucharita. Pasé un brazo bajo su cuello y el otro entre sus tetas, le giré la cabeza para besarla y nos quedamos quietos unos minutos, reflexionando la enormidad del paso que acabábamos de dar.

Como empezaba ser habitual, fue Tere quien rompió el silencio. Se giró, me besó viciosamente, comiéndome la boca con gula, dejó un espacio entre nuestros cuerpos y me miró con sus ojazos más libertinos.

- Joanet, me has hecho muy, muy feliz. No ha sido físicamente mi mejor polvo. Supongo que el tuyo tampoco, pero me has dicho más cosas y más bonitas follándome así, que tu padre en toda su vida.

- No hemos hecho el amor, Tere, pero tampoco quería que la primera vez jodiésemos como bestias. Necesitaba compartir mi cuerpo contigo, que supieses que esto es sólo el principio de algo bonito. Sabes que tú y yo vamos a hacer muchas locuras y quería empezar las cosas bien...

- Eres un solete, hijo, pero ahora que ya me lo has demostrado, ¿puedes follarme cómo un animal?. Lo nuestro es depravado y compartir cama sin red, añade morbo y sube el nivel de adrenalina de los polvos, así que necesito que me demuestres que sabes sacar lo más guarro de la puta que llevo dentro. No pares hasta que me salga el útero por el coño. No te arrepentirás...

- Iba a ponerme a ello...

- Menos hablar y más hacer...                                                                                                                   

Pasamos tres horas largas follando como máquinas. Queríamos explorar el cuerpo del otro hasta profanar todas sus intimidades. Nada estaba vetado. Nos acoplamos de mil maneras, tragamos fluidos propios y ajenos, degustamos las mucosas más húmedas... ¡Qué os he de contar!. Después de incontables orgasmos, cuando yo ya daba la contienda por finalizada, mi madre me pidió algo más. Yo lo reservaba para otro día, pero...

- Guapo, sólo me quedan fuerzas para correrme una última vez y quiero que sea por la puerta trasera. ¡Párteme el culo, cabronazo!. Quiero una corrida anal. Nanna lo conseguía y yo no quiero ser menos... He comprado un tubo de lubricante...

- Haré lo que pueda Tere, aunque mira cómo me has dejado el pito...

- A tus años... Déjate de excusas y lléname los intestinos de una puta vez...

Lo hice. Ella se corrió como la yegua mejor montada de la cuadra y yo... gocé con sus reiterados espasmos de placer. Mi cipote no daba para nada más y mis huevos, estaban más vacios que las arcas públicas.

 A las dos y media conseguimos salir de la ducha, en dos minutos estábamos vestidos y un cuarto de hora más tarde, salíamos con el coche a comer. Tardamos tanto porque mamá no recordaba dónde dejó las llaves la noche anterior. Después de mucho buscar, aparecieron mal entradas en la cerradura de la puerta del garaje. Debió ser cosa de sus prisas por tirarse... a la piscina.

Los días iban cayendo. Los polvos, también. Por mí, no hubiese salido de la cama durante esas dos semanas. Bueno, de la cama sí, porque follamos en los sitios más inverosímiles. Creo que no quedó habitación por profanar y al aire libre... cayeron unos cuantos. ¡Nos encanta encelarnos en la playa y buscar un sitio para desfogarnos a gusto!. Por suerte mamá es una mujer con sentido común, de seny, que dirían los de esas tierras y a pesar de su permanente calentura, puso un poco de orden en nuestras vacaciones.

Visitamos las playas que nos recomendó la parejita que conocimos en cala Torta y unas cuantas más. Tere cada día insistía en que no hacía falta llevar ropa de baño. Casi todas eran nudistas o mixtas, pero en un par de ellas, a pesar de lo que decían en internet, éramos los únicos en bolas. A mí me dio un poco de corte, pero mi madre, esa que hacía sólo unos meses era la más pudorosa, estaba encantada. ¡La muy guarra disfrutaba exhibiéndose!.

Tanto ella como yo somos de buen comer y probamos los mejores restaurantes de la zona. Normalmente, reservábamos para la cena. Gracias a esas salidas nocturnas, confirmé la nueva faceta de mi madre: ese gusto por saberse guapa y mostrarlo con prodigalidad. Había traído unos cuantos vestidos, faldas y tops de lo más sexy y sabía sacar partido de ellos. Ir a su lado, era observar un continuo de miradas masculinas y no pocas femeninas repasando su cuerpo. Unas, elegantes, otras con un vicio cargado de machismo, algunas, esperando respuesta... A mí, más de una me sobraba. Para ella, todas parecían ser bienvenidas.

Visitamos el museo Dalí de Figueres. Nos gustó mucho el surrealismo que emana de su obra por doquier, pero fue todavía más surrealista la petición de mamá a media visita:

- Cariño, Dalí me pone cachonda. ¿Nos desfogamos en el baño?.

- ¡Estás loca, Tere!. Estamos en un museo lleno de gente y con cámaras por todas partes. ¿Quieres que nos pille alguien de seguridad y llame a la policía?. Se me encoge la polla sólo de pensar lo que pasaría cuando se diesen cuenta que somos madre e hijo. ¡Y encima, hasta de aquí diez días, soy menor!. Te has bebido el tarro, Tere.

- ¿Tienes ganas o no?.

- ¡Claro, joder!. Contigo siempre tengo ganas, pero aquí no es...

- Deja a mamá, cariño...

La muy loca, buscó al de seguridad más lerdo y le pidió dónde estaban los servicios. Le indicó los más cercanos y ella va y le pregunta si también hay uno de minusválidos. El segurata la miró de arriba abajo. Veía a una tía buena, cubierta con un elegante vestido de flores, cortito, cortito y con un generoso escote que al inclinarse y haber olvidado el sujetador, mostraba a las claras unos pezones empitonados. Debía pensar que estaba frente a una ferviente seguidora del movimiento Free the Nipple... Lo que no encontró por ningún lado es la razón por la que tenía que usar ese cubículo. Ella se lo aclaró:

- Mire, es que necesito un poco de espacio. He de entrar con mi hijo. Sólo él consigue hacérmelo bien, sabe. Mi marido le ha enseñado cómo debe clavármela, porque él no siempre puede y yo, cuando lo necesito, no puedo esperar...

- ¡Pero señora!...

Yo alucinaba pepinillos. Como mínimo, nos echaban del museo y aún nos quedaba por ver casi la mitad...

- ¡Oiga, qué se piensa!. ¿Quiere que llame a su supervisor y le explique la suciedad que llena su mente depravada?...

- Señora, yo...

- Teresa. Eso de señora me pone de los nervios. Cómo se le ocurre, hombre. Tengo una osteoartritis y me está viniendo un ataque. Son muy dolorosos, sabe. Cuando me ocurre eso, me he de inyectar rápidamente un vial de corticosteroides en la espalda. Hasta la operación definitiva, mi hijo lleva siempre el instrumento necesario a punto. Tiene unas manos de oro. Ya lo hace mejor que mi marido y eso que él es el profesional...

- Perdone señora Teresa...

- Teresa, coño.

- Es que aquí viene tanta gente... No sabe usted lo que hay que ver...

- Déjese de historietas. El baño, por favor. Me está viniendo más fuerte por momentos y no querrá que dé el espectáculo aquí en medio...

- Mire, Teresa, le voy a abrir un despachito sin uso. Estarán ustedes más cómodos.

- ¿Tendremos intimidad?. Piense que me he de arremangar el vestido...

- Por supuesto, señ... Teresa. Acompáñenme, por favor.

Entramos en una oficina pequeña y sin ventanas. Lo presidía una mesa vacía con dos sillas y en la pared del fondo, había una estantería llena de folletos y algunos libros. Me fijé que el pomo de la puerta tenía una muletilla para bloquearlo. ¡Perfecto!.

- ¿Quiere que le llame cuando acabemos o salimos y cerramos la puerta?. Tardaremos un poco. Piense que es en la zona lumbar...

- Yo tengo que volver a mi puesto. Ustedes hagan tranquilamente y al salir, cierren la puerta.

- Muchas gracias. No sabe usted el alivio que me va a dar. Por los residuos corporales, no se preocupe. Traigo siempre conmigo el recipiente idóneo. Gracias de nuevo...

- Jaime, Jaime Urrualdiburro, para servirle a usted y a España.

Cerró la puerta y yo la bloqueé por dentro inmediatamente. Cuando me volví, mi madre se estaba quitando las bragas y del vestido, no quedaba ni rastro. Cruzó su dedo sobre mis labios y empezó a desnudarme. En cuanto me tuvo en bolas, bajó al pilón y me la chupó. Cuando hubo alcanzado su máximo esplendor, no continuó, se inclinó espatarrada sobre la mesa, se abrió el coño con los dedos, sonrió y me indicó lo que quería:

- Dentro, cariño...

Ver ese culazo presentándome las dos oquedades abiertas, distendidas, preparadas para follárselas, impide pensar en cualquier otra cosa que no sea rellenarlas de carne. Le lancé un grueso escupitajo en medio de la raja, repartí la saliva a base de polla y se la endiñé hasta el fondo. Sin florituras. Tere quería follar, pues eso tendría. Con el chocho saciado por la mejor sobrasada mallorquina, empecé a bombear. Primero despacito, luego más rápido, aún más y vuelta a la calma. Cambiaba de ritmo, se la entraba, ahora toda, ahora la puntita. Le acariciaba los pezones por debajo o le crujía el ojete a base de abrirlo con los dos pulgares...

Cuando empezó a pantear, aceleré el ritmo todo lo que me daba el cuerpo. Ella se corrió. Yo me corrí. Fueron orgasmos de lo más divertidos y morbosos, de los que se gozan a fondo. Creo que con el riesgo, ambos obtuvimos un placer confuso, pero muy intenso. Dejó que descansase medio minuto escaso, se levantó, me forzó a estirarme sobre la mesa y me hizo una de las mejores mamadas que recuerdo. Me costó, pero eyaculé de nuevo, ¡qué podía hacer sino con esa boquita dándome caña!. Tragó, siguió un poco más y cuando dio por limpiado el sable, pidió lo suyo.

- Déjame los bajos limpitos, cariño. Me los has llenado de esa leche tuya tan rica hasta la bandera y no quiero ir chorreando piernas abajo.

- ¿Tienes un pañuelo de papel?.

- ¡Qué coño pañuelo!. Cómeme la almeja y rebaña bien... ¡Habrase visto!...

Volvió a estirarse sobre la mesa, esta vez panza arriba y me apliqué a la tarea. Sorbí, lamí, toqué, mordí -poquito- y aunque no figurase en el guión, jugueteé con su anito tanto como pude. Ella es de las que les gusta aprovechar todos los recursos disponibles y no paró en todo el rato de darle duro a sus tetas y trastear con los pezones. Se corrió una vez más y con una sonrisa de oreja a oreja, finalmente, se relajó. ¡Qué orgasmos tan buenos le venían a mamá!.

- ¿Te lo has pasado bien, hijo?.

- Contigo, siempre, Tere. Ya te lo he dicho. Pero has de aceptar que te has pasado tres pueblos...

- Anda, cállate un poquito y vístete. Hemos de acabar la visita.

Limpió la mesa y los goterones del suelo con lo único que teníamos a mano: sus bragas. Las tiró pringosas en la primera papelera que encontró. Con el vestido cuatro dedos por debajo de la ingle al fresco, acabamos la visita, paseamos por Figueres, fuimos a cenar al clásico Motel, donde los resultados avalan a Jaume Subirós al frente de los fogones y bailamos en el Gravity con la intensidad necesaria para que Tere pudiese enseñar el chumino a más de uno.

Sudados a pesar del aire acondicionado, decidimos sentarnos un rato antes de irnos. A media bebida se nos acercó una curiosa pareja y nos pidió si podían sentarse con nosotros. Él, por encima de los sesenta, con pinta de playboy desfasado, la cara y vaya usted a saber qué más, estirada hasta parecer el parche de un tambor y una pinta de viejo verde vicioso que daba grima. Ella mona, con las tetas de plástico y pintada en exceso. Tenía pinta de escort de lujo, si es que no lo era, pero sin el lujo...

- Hola pareja. Me llamo Pedro y mi chica, Malú.

- Mira que bien. Yo soy Tere y mi novio, Joan. ¿Qué os trae por aquí?.

- Hemos visto que sois una pareja guapa y con amplitud de miras...

- ¡Ja, ja, ja!. ¿No serán más bien tuyas las "miras" y la "amplitud", la de mi coño?. Pedrito, que no has parado de mirarme entre las piernas... Las mujeres estas cosas las vemos sin mirar. ¿A que sí Malú?.

- Los hombres siempre son unos guarros.

- ¡Tú a callar!.

- Oye, si eres tan mal educado, no vamos a entendernos...

- Perdona, es que a veces... Voy a ir al grano. Me gustas y quiero proponeros un intercambio de parejas...

- ¡Ah, así que Malú es tu esposa o tu pareja!.

- Bueno, no exactamente, pero seguro que tu novio va a acabar satisfecho. Es una fiera en la cama.

- Ya... Es que nosotros somos más tradicionales, sabes. Hace menos de un año que salimos y yo no sé si estamos preparados... ¿Qué dices tú, Joan?.

- No sé... Porqué no os lo habláis ella y tú primero. Yo ya sabes que haré los que me pidas, además Malú tiene un canalillo... ¡mmmmmm!.

Mamá captó mi ironía a la primera, la tal Malú no se enteró de nada y sacó pecho para lucir sus tetas lo mejor posible. Al impresentable de Pedro, no se le ocurrió otra cosa que abrirle el escote y decirme:

- Son estupendas. Toca, toca, ya verás que firmes le han quedado. Vas a flipar con una cubana entre sus melones, chaval.

- Esta noche no podemos. Si te parece, Malú, me das el teléfono, nos lo pensamos y te llamo para quedar, si nos decidimos.

- No, no. Luego, no llamáis nunca. Vamos ahora a un hotel. Aquí al lado hay uno de bueno. Pago yo. Podemos...

- Déjalo estar. Nos vamos. Adiós. Espero que sigáis mucho tiempo juntos, una pareja tan compenetrada, se merece un largo futuro...

Cada día estaba más desatada. Al meterse en el coche, se puso a trastear en el móvil. Soltó un ¡ajá!, lo guardó y arrancó. En cuanto salimos de la trama urbana, se abrió la blusa y me pidió que la acariciara mientras conducía. Le iba pasando la mano por los pechos, mientras ella seguía enfrascada en sus pensamientos. A medio camino, le volvió el habla.

- ¿Sabes quién era ese gilipollas gangoso?. De Pedro tiene bien poco. Es Ramiro Bocatorta, un conocido constructor de esta zona. La tal Malú es una profesional, seguro. O le paga por horas o la tiene de fija discontinua, con la reforma laboral, eso se lleva mucho, ¡ja, ja, ja!... Menudo zarrapastroso... Yo no me iría a la cama con él ni loca.

- A mí tampoco me gustan las tías con airbag y menos esa...

- Así que cuando sea viejita y se me descuelguen las tetas, no dejarás que me haga una mamoplastia. Y yo que pensaba ponerme unos tetones de quinientos centímetros cúbicos este invierno...

- No digas más sandeces, Tere. Sabes que estás estupenda con lo que tienes. Si no, de qué las ibas a lucir a todas horas... A mí, tus tetitas me tienen sorbido el seso...

- Tunante. ¿Sabes que me haces muy feliz?. Anda, sígueme dando mimos a los pezoncitos. Por cierto, ese guarro me ha hecho venir una idea. ¿Nos montamos un trío?. No lo he hecho nunca y contigo... estoy dispuesta a todo. No eres mi pareja, hijo, más bien eres algo así como un follamigo... y eso me abre una puerta al libertinaje. ¿Te animas?.

- Coño, Tere, vas fuerte. Por mí...

- Hecho. ¿El tercero, hombre o mujer?. Yo prefiero un tío buenorro y paquetón, no te voy a engañar...

- Yo una mujer interesante y descarada, que le guste gozar y un poco bollera, para que también se enrolle contigo.

- ¡Qué previsibles sois los hombres!. Sabes qué, nos lo jugaremos a los dados: pares, hombre, impares, mujer. ¿Aceptas?.

- Por supuesto.

- Pues en cuanto lleguemos a casa saco el cubilete. Si sale tío, yo lo elijo, me lo ligo y cierro el trato. Si sale chica, es cosa tuya, pero si me la he de tirar, que sea tetona. Quiero saber qué les encuentra el cerdo de tu padre...

- ¡Hecho!.

Llegamos a casa pasadas las dos de la madrugada. Yo quería irme a la cama, pero ella no me dejó. Buscó unos dados que había visto en el cajón de los juegos de mesa y riendo como una niña, los probó.

- ¿Satisfecha?.

- Sí, venga tira tú. Así no podrás decirme que he hecho trampas.

Tiré el dado y salió un cinco.

- ¡Una tía, una tía!. Qué trío tan rico nos vamos a montar. Con lo que te enseñó Nanna, vas a ser la reina del bollo...

- ¡Capullo!. Eso es cosa de la suerte del principiante. Tendrás que darme la revancha. A ver a quien te ligas... Tendremos que quedar mañana o el viernes. Piensa que el sábado por la mañana ya vamos a recoger a Clara y  tu padre.

- Haré lo que pueda, pero has de reconocer que no me lo pones fácil...

Esa noche dormimos como un matrimonio con solera: abrazaditos, pero sexo, nada de nada. Habíamos cogido la costumbre de dejar las cortinas abiertas. Así nos despertábamos con la luz mañanera y nos pegábamos un buen revolcón antes de levantarnos. Ese día no fue la excepción. Ella fue a por mí y tendido en la cama, me montó cual curtida amazona. ¡Qué buen polvo!. Uno ve las cosas de otra manera cuando empieza el día bien follado.

Si no habíamos hecho demasiadas guarradas, teníamos por costumbre pegarnos un remojón en la piscina y desayunar antes de subir a vestirnos y preparar las cosas. Un día más, seguimos la rutina.

- Hoy voy a estrenar unos shorts que se compró Clara. Le quedaban grandes y me los regaló.

- Pues mucha tela no tienen...

- Tontorrón. Son cortitos, pero a ella le quedaba la cintura muy holgada. ¿Cómo me los ves?.

Eran de ropa tejana blanca, agujereados a la altura de los bolsillos y en medio de las nalgas. Por debajo, estaban deshilachados. Eran tan cortos que les salían los bajos de los bolsillos por delante y enseñaba una generosa porción de culo por detrás. Para rematarlo, la entrepierna era mínima y no ceñía nada, así que se le veía todo.

- Parecen de tu talla, pero con la pernera ancha y tan cortos, vas enseñando las bragas.

- Si ya me he dado cuenta. No sé si ponerme uno de esos tangas minúsculos o ir a lo comando. ¿Tú qué crees?.

- También puedes cambiarte y ponerte otros pantalones...

- De eso nada, monada. Hoy quiero estrenar estos. Siempre me dices que tengo un coño bonito, pues, ¡que les den!.

La tía se lo quitó todo y se volvió a subir los pantalones a pelo. Arriba se puso una camiseta de esas abiertas por los lados que casi todas suelen llevar con algo debajo, pero no fue su caso. Iba a ser un día muy duro...

- Estás, no sexy, lo siguiente. Pero vigila dónde nos metemos, porque hoy te veo muy pasada de vueltas. Enseñas más carne que cualquiera de esas guiris salidas que vimos en Roses el otro día.

- Pssseee, no será para tanto...

- ¡Joder que no!...

Ese miércoles tocaba tostarnos en S'Alqueria Gran, cerca de Port Lligat, donde está la casa-taller de Salvador Dalí. Aparcamos en lo alto del pueblo y con esa pinta, fuimos andando por el camino que resigue ese litoral tan espectacular, hasta llegar a la cala. Fue un paseo precioso. Como no podía ser de otro modo, mi madre era el centro de atención de los paseantes. No era para menos. Ella estaba orgullosa de serlo. Yo, no tanto...

Pasamos una mañana magnífica, aunque tuvimos que poner mucho cuidado al bañarnos. Soplaba tramontana y el oleaje era fuerte. Hablamos mucho, especialmente de nuestro futuro y de las intenciones que tenía mamá sobre su relación con mi padre. Me dijo que lo tenía claro: estaba cómoda con él, le quería a su manera y se llevaba muy bien con sus suegros y demás familia. El único problema era el sexo. Él se follaba a las becarias y ayudantes y ella a mí. "Soy una mujer pragmática", me dijo y me explicó que la próxima semana le pediría que pactasen darse libertad mutua para joder con quien quisiesen y compartir todo lo demás. Problema resuelto.

- Eres una gran mujer, Tere.

- Gracias a ti, Joanet. Por cierto, ¿qué haré cuando vuelva a Mallorca?. Tú te vas a estudiar a Barcelona, Clara sigue con sus granjas en Lleida... ¿Y yo?.

- Tendrás que ligarte a algún tío cachas. Si quieres puedo presentarte a algunos de mis amigos. Seguro que se pirrarían por follar contigo. Y de tanto en tanto, una noche loca con papá. No me dirás que no se conserva bien el cabrón.

- Pues mira, si le pusiese un poco de ganas, no te digo que no... Lo de tus amigos, mejor lo dejamos. Creo que sabré apañármelas sola.

- Con lo que has cambiado, papá te va a ver de otra manera. Esta semana que estamos juntos, lo violas como tú sabes y ya verás...

- ¡Ja, ja, ja!... Le violo... No está mal. A lo mejor lo hago. También le puedo hacer uno de los trabajitos de lengua con que te alegro la minga o pedirle que me dé por el culo. Seguro que le descoloco, ¡ja, ja, ja!... Y tú, has de buscarte novia. Mi coño siempre lo tendrás, pero como yo, necesitas otra cosa y lo sabes.

- Claro Tere. En Barcelona, voy a ligármelas a todas, hasta que encuentre una tan guarra como tú. No me sirve cualquiera. Necesito una chica que le guste follar de verdad, que no pueda acabar el día sin un buen polvo y además sea un tanto liberal. ¿A que me entiendes?.

- Te estás convirtiendo en un libertino, Joanet. Disfrútalo, seguro que vas a encontrar a tu chica y cuando lo hagas, ya me la presentarás. Si me gusta, no te garantizo que no me la...

- ¡Tú sí que eres una libertina!. Pensar en enrollarte con la nuera, ¡dónde se ha visto!...

- Y lo dices tú, el que se está follando a su madre... Anda, déjalo y  busca una chica para jugar esta noche a las tres esquinas. Me apetece probar algo nuevo.

La besé, le sobé un poquito la tripa y me levanté para ir a bañarme. Repasé el personal femenino que tenía a la vista y las conclusiones no prometían maravillas. Unas por demasiado jóvenes, Otras, madres amorosas con sus retoños y pareja. Un par de amigas solas y guapas... pero yendo con generosos bikinis completos en una playa nudista, no las veía por la labor. Al fondo, dos chicas bonitas y tatuadas, con un corte de pelo tipo euskalduna eran mi mejor baza, pero en cuanto fijé la vista en ellas con una sonrisa, me devolvieron una mirada asesina y se dieron un pico. Descartadas.

Ante ese panorama, opté por meterme en el agua y esperar. Aburrido, me puse a jugar conmigo mismo a sumergirme y aguantar bajo el agua lo más que podía. Una de las veces, al salir a respirar, me encontré con una barca semirrígida pequeñita sobre la cabeza. Por suerte, la pude tirar hacia un costado, antes de que la hélice me causara estragos. Cabreado, miré quien podía ser tan idiota como para navegar a diez metros de la playa.

Sobre el dinghy me encontré a una mujer agobiada, tratando de llegar a la arena. Debía tener unos años más que mamá, pero también era del gremio de las que se conservan de puta madre. Media melena rubia, buen cuerpo, robusto pero fibrado y sin lorzas. Delantera potente, diría más: muy potente... La cubría con un jersey de manga larga, de esos que se ponen los niños para bañarse sin quemarse por el sol. En contraposición, llevaba los bajos al aire, así que pude ver que tenía el pubis arregladito, con labios mayores saltones, gruesos y los interiores, muy desarrollados, se escapaban al menos dos o tres dedos entre ellos. La tía, me gustó a primera vista, pero aún así,  le debía un rapapolvo.

- Señora, tenga cuidado con lo que hace. ¡Un poco más y me destroza con la hélice!.

Me soltó una parrafada en alemán. Estaba histérica la pobre. Le respondí en inglés, ya que mi alemán se reduce a las cuatro frases necesarias para convencer a alguna teutona interesante que lo mejor que puede hacer esa noche, es acostarse conmigo. Por suerte, la mujer hablaba mejor inglés que yo y eso que me defiendo bien... Por fin pude entender sus problemas y sus escusas. Tenían el barco fondeado a pocos metros. Ella quería ir a la playa, dejó a su marido en el velero y se marchó con la balsa neumática auxiliar o dinghy. Al llegar al batiente de las olas, se le había llenado de agua y ya no podía, o no sabía, maniobrar. A cada minuto era peor y... y... se estaba poniendo histérica por momentos.

- Señora, si quiere, puedo subir y ayudarla, porque como le entre agua en el motor...

- Sí, sí, muchas gracias.

Así que subí como pude. La mujer no escatimó un repaso en profundidad a mi físico y muy especialmente, a mis partes más nobles. Me pareció intuir un crecimiento interesante en el centro de sus mamas...

Tengo una cierta experiencia en las cosas de barcos, así que me hice cargo inmediatamente de la situación. Ya sea por ineptitud o accidente, había puesto la barca paralela a las olas y le había entrado agua a borbotones. Tal cómo estaba el mar, normal.

- Señora, ¿dónde tiene la pala o cubo para achicar el agua?.

- Es que Karl dice que siempre lo pierdo y lo ha dejado en el barco... Lo siento.

- No, si quienes lo van a sentir son ustedes... Siempre lo han de llevar consigo. Átenlo con un cabo, como hace todo el mundo. Bueno, vamos a ponernos que si nos entra otra ola, esto se puede ir a pique.

A base de manos íbamos sacando el agua como podíamos. Ella tuvo la gran idea de sacarse el jersey y cogiéndolo por los bordes entre ambos, usarlo de achicador. Algo más hacíamos, pero entre que escurría parte del agua entre el tejido y que yo me distraía mirándole las tetas... Es que... ¡menudas ubres tenía la tía!. Parecían medias sandías. Con ese volumen, no se mantenían tiesas del todo, pero las tenía muy poco caídas y con unos pezonacos impresionantes, envueltos por unas areolas que decían ¡cómeme, cómeme!...

La envié a la playa nadando las pocas decenas de metros que nos separaban de la arena y dando motor, jugando con el punto óptimo entre olas y tomándolas por la aleta, no me costó mucho varar en la arena sin hacer demasiados estragos.

Cuando se me acercó con esa cara de niña feliz, rascándose el potorro despreocupadamente y sonriendo, decidí intentar convencerla de que esa noche, fuese ella la tercera pata de una pareja que no era tal. Tenté al destino y cuando ella me iba a dar tres besos de agradecimiento, yo la dejé, pero le añadí un morreo nada inocente. La cosa parecía que podía ir por buen camino, no sólo no se mosqueó, sino que me rió la gracia.

- Eres muy malo. Soy una vieja y parece que quieres ligar conmigo.

- Es que me gustas y sí, quiero acostarme contigo esta noche.

- ¡Je, je, je!. Vas al grano. No sabes ni cómo me llamo y me pides sexo... Los amigos me llaman Unesätt.

- Nunca había oído ese nombre, pero parece interesante... Yo, Joan.

- No lo sabes tú bien, Joan. Lo sacaron de "unersättlich". En mi lengua, quiere decir "insaciable". Cuando iba a la universidad, las amigas me decían que yo era insaciable y así se quedó...

- Debía ser porque comías mucho...

- A lo mejor, porque nunca tenía suficiente y siempre quería sacar mejores notas...

- O tal vez...

- ¡Je, je!, también, pero dejémoslo aquí y hablemos un poco mientras vaciamos el dinghy.

Resultó que la tal Unesätt y su marido habían alquilado un barco en Palamós y estaban navegando unos días por el Cap de Creus. Pero lo más interesante vino al entrar en intimidades. Eran una pareja curiosa. A pesar de hacer casi cuarenta años que se habían casado, seguían queriéndose con locura, pero hacía más de una década que ellos dos, sólo hacían el amor de uvas a peras. Karl, su hombre, únicamente se corría viendo cómo se follaba a su mujer otro hombre. Me parece que ahora a esos cornudos tan voluntariosos, les llaman cuckold, mira tú por dónde.

Ella me contó que era una mujer ardiente y necesitaba sexo a menudo. Empezó con juguetes y mucho dedo, pero encontró la estabilidad conyugal y personal follándose a otros, siempre con el conocimiento de Karl, estuviese presente o no. Al parecer en los últimos tiempos, la tía se lo montaba unas tres veces a la semana. Dos con Karl y una por su cuenta. En Alemania, tenían un grupito de amigos que estaban muy satisfechos con el entente y repetían a menudo. "Conmigo, nadie queda insatisfecho", me dijo para cerrar la conversación.

Vi que ahí había materia para el trío con mi madre y se lo propuse abiertamente.

- Sabes, mi pareja se llama Tere. Es esa que está tumbada tomando el sol en la toalla violeta.

- Eres un cerdo. ¡Estás intentando acostarte conmigo y tienes a tu novia a diez metros!.

- Espera, espera. Somos una pareja abierta, aunque no como vosotros. Nosotros participamos los dos siempre. Lo que quería era conocerte un poco para ver si podía proponerte una cosita que te gustará mucho y seguro que a Karl, también...

- Pero él no querrá...

- Deja que te lo acabe de explicar: ¿Quieres montarte un trío con nosotros esta noche?. Tú, Tere y yo. Karl, mira todo lo que quiera, mientras se hace la paja de su vida...

- ¡Ich scheiße auf hündin, die mich langweilen!, ¡me cago en la puta que me parió!. Debes tener la mitad de mis años y tienes los huevos de proponerle un trío con tu novia a una mujer casada que acabas de conocer por puta casualidad hace diez minutos. ¡Es que los españoles sois la monda!...

- De Ses Illes, mallorquín. Dicen que es igual, pero no es lo mismo. No te quejes, que con lo que me has contado, te va más la marcha que a un niño un pirulí. Nos lo vamos a pasar muy bien y lo sabes. Tere es un poco mayor que yo y os entenderéis. También le gustan las chicas...

- ¡Ah, encima con rollito lésbico!.

- No me digas que a ti no te gusta montártelo de tanto en tanto con otra mujer...

- Hace mucho que no... desde la época de la universidad, imagínate...

- Así podrás repasar materia, no sea que se te olvide lo básico...

- Eres un liante. Un guapo liante encantador, eso sí...

- Venga, Unesätt, dame un beso y ven a conocer a la que te va a comer el coño esta noche.

Se rió un montón, le di la mano para que se levantase, me ayudó a varar su barca un poco más arriba y nos fuimos hacia donde estaba mamá mirando nuestras evoluciones con curiosidad.

- Hola, Tere. Te presento a Unesätt, la he ayudado a llegar a la playa con el dinghy y ella nos va a ayudar a pasar una noche entretenida.

- ¡Mmmmmm!, mira que bien. Me alegro de conocerte. Soy Tere, la pareja de ese sátiro. Dame dos besos.

Los tres empezamos a hablar de todo un poco, desde la política alemana, hasta los dildos que más les gustaban a ellas. Era una tía estupenda y con una marcha y desmadre que no te lo acabas. Había hecho un montón de cosas, desde funcionaria de no sé qué, pero algo bastante oscuro, hasta empresaria. Ahora Karl y ella estaban más o menos jubilados y viajaban, disfrutaban de sus nietos, follaban a su manera y de tanto en tanto, trabajaban un poco.

Al cabo de un rato nos comentó que tenía que volver a su barco y nos invitó a ir con ella. "Así Joan nos podrá ayudar a pasar los olas", nos dijo riendo. Al final, aceptamos comer con ellos en el barco y luego ir hasta Port Lligat. Allí ya tenían reservada una boya para pasar la noche. Nosotros bajaríamos a tierra para ir a casa a cambiarnos y a las ocho, les recogeríamos a ellos para la cena y una noche "interesante" en nuestra casa.

Dos mujeres y un hombre en pelotas sorprendieron al pobre Karl tumbado tranquilamente en la bañera de su barco haciéndose una paja, supongo que viendo alguna guarrada en la tableta. ¡Pobre hombre!, se dio tal susto que se golpeó los cojones con el canto de la mesa.

- Coño, Helga, ¡podías haberme avisado!.

- Qué más te da. Tú sigue con lo tuyo. Mira, son Tere y Joan. Me los voy a follar esta noche. ¡Lo vas a disfrutar, eh!. También les he invitado a comer. Ya verás, son muy majos.

- Encantado, pasad. Como si estuvieseis en casa, pero esta, se mueve. ¡Ajá, ajá, ajá!...

El tal Karl era un abuelete de esos que deben vivir para cuidar el cuerpo. No soy yo quien lo tendría que decir, pero estaba cañón. Un cuerpo fibroso, trabajado, sin conocer la grasa, pero tampoco hinchado a base de gimnasio y anabolizantes. Guapo de cara, sin un pelo en el cuerpo y con un aparato que ya quisieran muchos, entre los que me incluyo...

Helga o Unesätt, ¡yo que sé!, aunque decidí que la llamaría Helga, porque me gustaba más. Nos contó que el principal pasatiempo del buen hombre, era tocarse la polla a todas horas. Podía estarse horas con el pito tieso, dale que te pego sin eyacular. Se ve que había hecho un curso de sexo tántrico con un gran maestro y quería llegar al nivel más alto de autocontrol y placer inducido. Yo aluciné por un tubo, pero callé educadamente y miré como el tío subía y bajaba su pellejo, mientras miraba hacer lo propio a su maestro en el video.

La comida fue muy amena. Habíamos tenido mucha suerte de conocer a esa pareja. Eran un poco raritos, pero muy buena gente y a su manera, unos fanáticos del sexo. Justo lo que necesitábamos. Fondearon atados a la boya y a media tarde pedimos que nos recogiese la lancha de cortesía del puerto, para llevarnos a tierra. El marinero alucinó con el primer plano del coño que le ofreció mi madre. Tener que separar las piernas para meterse en la neumática y llevar esos pantaloncitos tan escuetos sin bragas, es lo que tiene. Al ayudarla a entrar, le dijo algo a tocar de oreja y al pobre chico se le puso la cara más roja que la camiseta de la selección. ¡Es que, esta Tere... está desatada!.

Llegamos a casa, nos quitamos la sal en la ducha y al entrar en la habitación y ver la cama, no nos pudimos estar y nos enganchamos. Uno rapidín, de media tarde. Ella se corrió y yo reservé mi esperma para la noche. Tuvimos que volver a la ducha y ahora sí, nos vestimos para la cena. Antes de salir a recogerlos, arreglamos la habitación y dejamos a mano las cosas que podíamos necesitar: un par de consoladores, lubricantes, toallitas, condones,...

Mamá había reservado en Casa Anita. Pedimos gambas de Roses y un magnífico San Pedro que nos llegó para los cuatro. La cena fue estupenda y el servicio, magnífico, muy familiar. Como es habitual en ese restaurante, compartimos mesa. Nos tocó un grupo de amigos de Banyoles divertidísimos. Estuvieron contando chistes y anécdotas durante toda la cena. Tere se las traducía como podía a nuestros compañeros y se añadieron a la juerga.

Cuando llegaron los postres, los cuerpos ya acusaban las botellas de vino vacías y nuestros amigos teutones empezaron a desbarrar. Karl se abrió la bragueta, buscó su sable y disimuladamente, empezó a sacarle brillo. Helga sabía qué hacía su hombre, eso la excitó y no se le ocurrió otra cosa que me besarme en la boca. Fue un morreo del género guarro, con todas las de la ley. Se hizo el silencio en la mesa y al poco, nos miraba todo el restaurante. ¡Joder con los navegantes!. Saludamos, pagamos y salimos. Al bueno de Karl, su mujer tuvo que advertirle que llevaba la cremallera abierta y el ciruelo quería salir a tomar el aire...

- Karl, el pajarito...

- ¡Uuuyyy!, es que con las prisas...

Fue una noche loca. Empezamos por darnos un baño en la piscina. Karl se puso a hacer un largo tras otro, pasando de nosotros tres. Mamá y  Helga iban a la suya, jugando, tocando y besándose. Las tetas de la alemana tenían subyugada a mi madre y se las acariciaba y besaba sin parar. Yo, miraba, alargaba una mano de vez en cuando, ya sea para buscar entre las piernas o manosearles las delanteras.

Me cansé de ese juego y tomando a ambas por sus cinturas, nos juntamos los tres en la zona menos profunda. Unimos nuestros labios y compartimos un beso a tres. Bajé las manos hasta sus culos y acaricié esos glúteos tan prietos. Ellas, reían y reían. Karl, estirado en una tumbona con su generoso aparato en ristre, se lo acariciaba, mirando cómo íbamos calentando el ambiente.

- ¿Vamos a la habitación?. Ya tengo ganas de que tu chico me parta el coño...

- Claro, Helga. Yo también quiero comerte esas tetas tan apetitosas sin tanta agua por medio...

Nos secamos y subimos los cuatro. Al llegar, lo primero que hizo Helga fue mover uno de los sillones hasta colocarlo frente a la cama, la mejor posición para ver lo que allí ocurriría. Puso su toalla doblada sobre el asiento y besó a su esposo.

- Karl, siéntate en el sillón. Desde allí podrás vernos bien, cariño. Tócatela despacito, no sea que acabes irritándola. Será un polvo largo, guapo, ya verás. Disfrútalo mucho.

Aunque eren fuesen más raros que un perro verde, esa pareja debía quererse mucho. Con el cuarto en discordia acomodado, nosotros fuimos a lo nuestro. Helga era un torbellino y como buena alemana, quiso planificar las cosas.

- A ver, Joan, primero tú te estiras en el centro de la cama. Yo me la meto en el coño y tú le comes el chumino a tu novia. Lo mejor es que se ponga en cuclillas sobre la boca y le des lengua a destajo. Yo llevaré el ritmo de la penetración, vale. Ella y yo estaremos de frente y podremos sobarnos las tetas y morrearnos. A tu novia le han gustado mis melones...

- Oye, ¿quieres que haga un esquema?, voy para ingeniero y...

- Joanet..., no me seas tocahuevos. Olvida tu ironía y deja hacer a Helga, no veo nada malo en que sea tan ordenadita...

- ¡Oído cocina!...

Fue un trío memorable. La alemana planificaba cada acoplamiento con precisión germánica. En el mundillo del porno, hubiese sido una buena regidora. Al principio, me incomodaba tanta preparación. Yo soy más intuitivo, más espontáneo. Me gusta improvisar según lo que sienten mis parejas. Al final, me adapté y supe disfrutar de la experiencia. La tía era una máquina de copular. Era la mayor de los tres, pero nos dio caña a espuertas. Acabamos hechos mierda sobre la cama, con muchas corridas a cuestas y orgasmos inolvidables.

Con nuestros cuerpos estirados en un revoltijo de carne húmeda y saciada de placer, veíamos como el del sillón seguía masturbándose con los ojos cerrados. Subía y bajaba la mano prieta alrededor de su pollón con una técnica depurada. Apretaba más o menos, según acariciase el tronco o el capullo, ahora iba rápido, después unas manchadas lentas. Paraba unos segundos, nuevo sube y baja, presionando más fuerte el bálano. ¡Ese tío era un preciosista, un obseso de la paja!. Me intrigaba saber cuando pensaba correrse y se lo pregunté:

- Oye Karl, ¿cuándo piensas eyacular?. Llevas un buen rato y tienes el cipote más rojo que un pimiento morrón.

- No sé..., tal vez la semana que viene o la otra... Hay que reservar la energía hasta estar seguro que puedes obtener el súmmum del placer... Llevo masturbándome más de un mes seguido sin vaciar el alma y al menos quiero llegar a los tres. Ves, tengo un cronómetro y así puedo controlarme...

Ese tío estaba como un puto cencerro. Decidí que cómo me llamo Joan, Karl no iba a irse de casa sin haber vaciado sus huevos.

- Tío, me ayudas con esas dos. Están fritas, pero yo creo que aún pueden absorber un orgasmo más y no quiero que os vayáis sin haber llegado al súmmum. Se malograría su energía...

- Es que Joan, estoy en plena fase "intruit" y no quisiese perder la concentración...

- Anda, hombre... Va a ser una prueba de superación para las enseñanzas de tu maestro...

- De acuerdo. Con lo generosos que habéis sido con mi esposa, sería muy desconsiderado por mi parte negarme.

- Así me gusta, ven Karl.

Él seguía sin soltar su cipotón, pero con la otra mano aceptó acariciar el potorro de mamá. El tío sabía lo que se hacía y en poco tiempo, el coño de Tere empezó a manar de nuevo. Continuaba dándole a la matraca con el ritmo que preveía el manual de su maestro. Ni más, ni menos. Vi que si quería verle soltar todo lo que llevaba dentro, eso no podía continuar así. Tenía que meterla en caliente, ¡joder!. Miré a mi madre y la animé a que hiciese un último esfuerzo:

- No quiero que ese carcamal se vaya de aquí sin soltar la leche que acumula desde hace días. Ayúdame. Quiero que te la meta. Fóllatelo como tú sabes, venga... Con tanta paja, debe estar más sano que el oncle Carlitos, que aún no se ha estrenado...

- Joan, estoy hecha polvo. Entre Helga y tú, me habéis destrozado... aunque... el placer tan bárbaro que he recibido, no me la va a quitar nadie. ¡Qué noche, por Dios!. Hemos de repetir eso del trío...

- Venga, yo te ayudo...

Cogí el lubricante y a pesar de los fluidos que aún le chorreaban por la vagina, le escancié una buena cantidad y la repartí generosamente a lo largo de la vulva y por el interior. Helga miraba, sin apartar sus dedos del coño. ¡Menuda era!. Frank, seguía a lo suyo. Le daba dedo, pero no usaba su verga para abrirle el coño. ¡Me cago en el pajillero contumaz!. Ese no se va de aquí sin meterla, pensé.

De perdidos al río, dicen, así que le aparté la mano de su pollón y se lo tomé con la mía. Helga dejó de dedearse y la sorpresa descoyuntó su rostro. Mi madre se echó a reír por lo bajín y me mando un beso, acompañado de la representación del acto de chupar una polla. Yo me reí también y empecé a comerme la generosa tranca del alemán. Al hombre le dio por quejarse: que si eso no entraba en los protocolos de su maestro, que no se qué sobre su energía y otras gilipolleces por el estilo.

Ese, necesitaba un buen polvo y mi madre y yo se lo íbamos a dar. Se la mamé enérgicamente. Con lo que cargaba, me costaba, pero no cejé en el esfuerzo hasta que la piel de su capullo se tenso todo lo que daba de sí. ¡Qué cacho habón tenía el tío!. Se lo embadurné de lubricante y lo acerqué a la entrada de la gruta de mamá. Su mujer miraba alucinada. Al parecer hacía más de cuatro años que no dejaba sus ejercicios pajilleros por nada y ahora... verlo así y en el coño de otra...

Hice el tornillo para que entrase bien tanta carne y le metí el carajo en el mejor de los carcaj posibles. Helga tenía los ojos abiertos como platos y la mano muy activa en sus bajos. Decidí que todos debíamos aportar algo al reestreno de Karl.

- Helga, cómele el culo a tu hombre. Le gustará.

- Él nunca...

- ¡Cómeselo de una puta vez, coño!.

Ya no dijo más. Se situó detrás suyo, le separó los cachetes y envió su lengua a explorar el ojete del que más amaba. Al poco, estaba enganchada al culo de su marido como una garrapata y le metía la lengua hasta lo más hondo. Forzaba sus glúteos para que la nariz no le estorbase y pudiese entrar unos milímetros más. ¡Qué mujer!.

Karl debía haber aparcado a su maestro en algún oscuro recoveco de su mente, porque se estaba follando a Tere con gula desmedida. Al parecer, el roce con las paredes de un coño tragón, es mucho más placentero que el de una mano callosa de tanto usarla... ¡Para eso está hecho el pene, digo yo...!.

A la pobre Helga, la cara se le estaba poniendo roja. No sé si por la falta de oxígeno de tan pegada al culo que la tenía o porque la libido se le estaba desbocando. El caso es que la mujer tenía huecos ociosos y yo, estaba como una moto. No me lo pensé dos veces, me puse detrás suyo y se la endilgué hasta hacer diana en el útero. ¡Con ella empezó todo!.

Al verse llena, la mujer se descerrajó. Sacó la lengua del ano de su hombre y la sustituyó por sus dedos, uno, dos, tres, lubricante a mares y el tercero otra vez. Uno más, vació lo que quedaba en el tubo sobre su mano, le cupo el pulgar, giros a la derecha, izquierda, derecha y todo pa'dentro. La muy bruta, consiguió meterle el puño por el culo y el tío, encima lo disfrutó. Como suena. Emocionado, embistió con más furia si cabe el coño de mi madre y en poco tiempo, se corrió. Le llenó el chumino hasta la barrera y más. Aún taponado por el brutal cilindro de carne, el semen de la desmedida eyaculación, desbordaba por los lados y le resbalaban churretones muslos abajo.

Yo estaba salido de narices y no se me ocurrió otra cosa que azuzar a su mujer:

- Lame a Tere. Lo que le sale del coño es tuyo. ¿No lo ves?.

- Es que Karl... llevaba atesorando su semilla casi dos meses...

- Aprovéchala...

No se lo pensó más. Se acomodó entre las piernas de mamá y sorbió y lamió todo lo que había expulsado su hombre y... algunos hilillos propios de las interioridades de mi amante más querida. Ellos dos quedaron ahítos de placer. Creo que mamá también y yo... hacía rato que estaba en el cielo.

Los cuatro acabamos tirados en la cama, pero al poco, vi cómo ellos dos se iban juntando a un lado y empezaban a acariciarse y darse mimitos. Unos minutos después, se besaban con ansias y un poco más tarde, Karl estaba penetrando con delicadeza a su mujer. ¡Qué bella imagen!. Si no fuese porque mi madre roncaba plácidamente, le hubiese pedido imitarlos...

A la mañana siguiente les acompañamos al embarcadero de Port Lligat y nos despedimos. Estaban radiantes. Mamá me explicó mientras conducía que Helga le había dado las gracias por esa noche tan especial. Le contó cómo en los últimos años miraba a otro lado y no quiso analizar lo que representaba la falta de sexo conyugal en su matrimonio, pero al hacer el amor con su hombre en nuestra casa, se dio cuenta de que la búsqueda de la masturbación perpetua no era más que una huída hacia delante y ella encima, la enmascaraba con sus follamigos y polvos robados. Tenían que hablar largo y tendido entre ellos, pero vislumbraba una nueva y mucho mejor etapa en su matrimonio. De hecho... Karl ya le había dicho que esa noche no se iba a librar de un buen polvo con él en el barco...

Sólo nos quedaba un día para nosotros. El sábado a media mañana llegaban Clara y papá. El plan era recogerles en el aeropuerto de Girona, comer el menú del restaurante familiar de los Roca, al lado del estrellado Celler de los hijos, dar una vuelta por el Call judío de Girona y luego irnos los cuatro a casa.

Aprovechamos bien ese viernes. Por la mañana, después de dejar a la atípica pareja alemana, dimos una vuelta de reconocimiento por el Cap de Creus. Queríamos preparar una ruta a pie para hacerla en familia. Era un poco larga, pero los cuatro estábamos en forma y nos gusta andar. Busqué una circular en Wikilok que empezaba y acababa en el faro de Cap de Creus y llegaba a cala Prona, pasando por cala Culip, el Paratge de Tudela, antiguo emplazamiento del desmontado Club Mediterranée y otras calitas como la Portaló y la Galladera. Unas seis horas que con comida, baños, fotos... se convertiría en una fantástica excursión de día entero.

Hicimos el primer tramo, bajando hasta cala Gentil. Allí nos pegamos el primer baño. Un hombre ataviado con una ridícula gorra de capitán de barco de pega, nos increpó por nuestra ropa de baño o mejor, por la falta de ella. A una oronda señora que estaba sentada con una amiga cerca nuestro, no se le ocurrió otra cosa que quitarse su casto bañador de una pieza e increparle a gritos. Cuatro o cinco personas más, al verla, siguieron el ejemplo y el aguafiestas textil, tuvo que plegar velas y aguantar incluso las críticas de su mujer. Ella no se atrevió a tanto, pero se despechugó ante la atónita mirada de su marido. Probablemente debía ser la primera vez que lo hacía en un sitio público, pero seguramente, no la última. Eso sí, él no dejó de mirar las tetas que se tostaban al sol, ni los pubis, peludos o pelones que tenía a la vista... ¡Ay esa hipocresía!. La verdad es que nos reímos un montón. Fue una anécdota divertida.

Cuando el sol secó nuestra la piel, nos vestimos y seguimos un trecho más, hasta llegar al Paratge de Tudela. Lo que antes eran bungalós, ahora es un espacio natural completamente restaurado, con la playa virgen. Una maravilla, usurpada a la ciudadanía en la época franquista.

El calor del sol también caldeaba nuestra libido y estirados cual lagartos después de otro baño refrescante, vimos cómo una parejita de veinteañeros desaparecía por un senderuelo entre las rocas cogidos de la mano.

- Esos van a pegarse un revolcón.

- A lo mejor se conforman con un buen magreo o una pajita a la limón... Tú siempre pensando en lo más fuerte, Tere. Parecían muy jovencitos e inocentes...

- Eres tú el que vas pasado de vueltas, Joan. Debes tener tres o cuatro años menos que ellos, un niñato, vamos y te estás tirando a tu madre y a unas cuantas más... y, y... se la comes a un tío sin despeinarte...

- Venga, Tere, eso ha sido una anécdota. A mí me van las tías, ¡como si no lo supieses!...

- Oye, Joanet, ¿podríamos ir a ver que hacen, no?.

- ¿Ahora vas en plan voyeur?. Te encanta pasearte por el borde del precipicio...

- ¡Anda que tú!... ¿Vamos?.

Me dio la mano y tiró de mí. Recogimos las cosas y les seguimos. Pasamos las primeras rocas y no les vimos, continuamos adelante hasta llegar a un rincón sin salida. ¡Coño, esos se habían volatilizado!. Volvimos atrás buscando algún camino o hueco lateral. Nada.

- ¿Cómo han podido desaparecer?. Si no hay ni cien metros desde las rocas...

- Dejémosles en paz y vamos a tomar el sol la media hora que nos queda.

- ¡Espera!. ¿No oyes?. Alguien se lo está pasando bien..., diría que el chaval. Viene de la derecha, unos diez o veinte metros atrás. Los hemos de encontrar, joder.

Al final, buscando bien, encontramos un caminito entre dos rocas, medio tapado por la maleza. Tere la apartó con la toalla para no rascarse y avanzamos hasta encontrar un claro de unos ocho metros de diámetro, rodeado de piedras planas por un lado y espesa vegetación por el otro. Allí teníamos a la parejita. Él de pie, apoyado en una piedra, con un preservativo por abrir en la mano. Ella sentada cómodamente sobre otra, mamándosela enérgicamente, agarrándole las nalgas para marcar el ritmo. Al vernos, se les cortó el rollo y nos miraron con cara de mala leche. La chica iba a decir algo, pero Tere se le adelantó:

- Seguid, seguid con lo vuestro. Nosotros venimos a hacer lo mismo. Anda Joan, cómeme el chochete. Ya vas tarde, cariño...

Tere se tendió sobre una laja pulida, abierta de patas, lo que me obligó a arrodillarme en el suelo para cumplir mi cometido. Por suerte tenía las toallas a mano. Ella no apartaba la mirada de la pareja. Se notaba que ellos se sentían un tanto desubicados. No sabían cómo actuar, yo creo que nunca se habían encontrado en un fregado como ese. El tío le tenía ganas y miraba a Tere con vicio, pero la chica... dudaba qué hacer. Mi madre la ayudó.

- Porqué paráis. Continuad con lo vuestro. Os he de confesar que hemos venido porque nos da morbo añadido follar en compañía... No buscamos nada con vosotros, sólo mirar y que nos veáis... Es una pasada, ya veréis, os correréis aún mejor. Con mi novio lo hacemos a veces y... ¡es la ostia!. Mirad como se me ha puesto el chichi sólo de pensarlo...

Yo seguía a lo mío. Le trabajaba la almeja a mi madre, con mi arte innato para degustar marisco. Usaba la lengua como las palas del minipimer, dando vueltas alrededor del botoncito más placentero. Los dedos iban y venían, acariciando las paredes internas del coño, con sutileza, no exenta de la necesaria firmeza. La otra mano palmeaba el pubis delicadamente, haciendo que los tañidos entrasen en resonancia con lo que recibía desde dentro.

Ellos hicieron una pausa en su felación. No creo que por vergüenza, más bien por no perderse la función. Los dedos de la niña penetrando su propia raja y las caricias del tío, rabo arriba y rabo abajo, lo confirmaban. Mamá empezó a gemir. Inició ese vaivén tan característico del coito. Le iba a meter un dedo por el culo para que acabase a gusto, pero ella me paró, me apartó la boca del potorro y besándome, se levantó.

- Chicos, ¿no habréis traído lubricante?.

- No, nunca usamos. Mojo mucho y...

- Yo también, preciosa, pero es que quiero que me dé por el culo... Soy muy anal, sabes y cuando me sodomiza, me da un gusto... No sabes los orgasmos tan buenos que me vienen por detrás...

- Nosotros, nunca...

- ¡Pero ya me gustaría!...

- ¡Calla Nando!. Ni lo pienses. Por ahí, no lo vamos a hacer nunca, vale...

- Pues no sabes lo que te pierdes chica. Oye, no quería distraeros. Seguid con lo vuestro que ya nos apañaremos. Gracias de todos modos...

- Joanet, busca el bote de la crema solar en la bolsa. No es lo mismo, pero servirá.

Ellos dos ya habían vuelto a las andadas. La chica se la chupaba otra vez, pero con la cara ladeada hacia nosotros. No debía quererse perder el espectáculo... El tal Nando, desde que llegamos, no apartaba la vista...

Fui trabajando el ojete de mamá a base de protector solar. Funcionar, funcionaba, porque los dedos me entraban cada vez con mayor facilidad. Claro que últimamente tenía un ano muy tragón y distendido por el uso. ¡Quien hubiese dicho unos meses antes que mi madre se convertiría en una entusiasta del sexo anal!.

Con los pies en el suelo y el cuerpo apoyado en la piedra, estaba en una posición perfecta para sodomizarla. Me unté el cipote del mejunje de ese bote amarillo, restregué el capullo arriba y abajo de la raja de culo, apunté y se lo introduje suavemente, con una presión continuada. Poquito a poco fue entrando. Paré un momento. Ella aprovechó para machacarse el clítoris. Miré a mi izquierda y vi como la chica estaba en una pose parecida a la de mamá, pero su pareja, enfundada en una goma, se la metía por el coño.

- Tere, mira, mira, se la está follando.

Ella ni corta ni perezosa, metió baza. ¡Es que nunca puede estarse callada!...

- Veo que os habéis decidido. Dale duro, Nando. Si sabéis usar bien la polla, nos gusta más así... ¿A qué sí tía?. ¿Te gusta lo que ves?. Mira bien, porque pronto me voy a correr... Y tú, capullo, magréame las tetas, joder.

Moví las manos de la cadera a los pechos. Podía hacer menos fuerza, pero ella lo gozaba más. Con todo dentro, seguí manchando a buen ritmo, incorporando algún que otro divertimento. No soy un virtuoso, pero me gusta el trabajo bien hecho. Ella se frotaba la pepita con ganas. Se la pinzaba entre el índice y el medio y apretaba el botón. Le venían unos sudores... Yo intentaba coordinar las penetraciones con los juegos malabares en sus pezones, pero los tíos ya se sabe, hacer dos cosas bien a la vez...

Poco a poco le iban llegando oleadas de placer, cada vez más intensas. La tía debía tener un clítoris sobre el coño y otro en el ojo del culo, porque lo gozaba cantidad. La veía a punto. No podía tardar mucho más en correrse y yo quería hacerlo con ella. Aceleré, le pellizqué los pezones, aceleré más y ella empezó a convulsionar y a gemir como una cerda. Yo no quise ser menos, forcé la marcha, abrí la espita de mi manguera y eyaculé como una bestia. ¡Debí dejarle el culo más lleno de leche que las tetas de una ama nodriza!. Su orgasmo aún coleó, o mejor, culeó, ¡je, je!, un poco más. Mi polla se reblandeció y encogió, sin más...

La parejita de al lado, estaba tan atenta a nuestras evoluciones que había descuidado sus quehaceres. Él la tenía dentro de la chica, pero no la movía.  Nos miraba con ojos saltones. Debía tener un par o tres de años más que yo, pero era mucho más pardillo. Con lo buena que estaba la tía esa, yo le hubiese partido el coño sin descanso, sí o sí.

- El espectáculo ya se ha acabado, chicos. A ver qué hacéis. Queremos ver cómo os lo montáis ¿o es que sólo vosotros podéis pasar por voyeurs y disfrutarlo?. ¡Venga, venga, al tajo!...

Esos dos alucinaban con mamá. Yo también.

- ¿Quieres que te haga una mamadita de las mías mientras esos dos gandules acaban con lo suyo, Joan?.

- Si a ti te apetece... Yo estoy bien, Tere.

- Yo también cariño. Eres un solete.

No nos marchamos hasta que esos dos acabaron el polvete. No serían tan experimentados como nosotros, o tan guarros..., pero se les notaba que entre ellos había química, amor del de verdad. Mamá no se conformó y les convenció que un buen sesenta y nueve era el mejor colofón para una buena follada al aire libre. Le pusieron ganas los chavales... Nosotros dos, no pudimos estarnos quietos y nos íbamos tocando los bajos pausadamente, uno al otro. No llegamos a nada, ni lo pretendimos. Al final, les aplaudimos y mamá les dio un piquito a cada uno a modo de despedida y agradecimiento. Yo no quise ser menos. Mientras digerían su desconcierto, nosotros empezamos a andar de vuelta a la playa.

Desandamos lo andado y volvimos al faro. En su base hay un restaurante que no está nada mal. Sólo por las vistas, merece la pena ir. Refrescados, comidos y bien follados, cogimos el coche y nos fuimos a casa. Teníamos trabajo pendiente. ¡Hey, hey, que lo veo venir!. Por una vez, que nadie piense mal: A la mañana siguiente, llegaba mi padre y mi hermana y teníamos que adecentar la casa y no dejar rastro de nuestras expansiones galantes. Mamá, con buen criterio, prefirió no contratar ayuda doméstica. Si sumaban dos más dos o peor, si nos hubieran pillado, las explicaciones hubiesen sido muy malas de dar.

Aparte de limpiar y poner en orden la casa, trasladé toda mi ropa a la que debió ser mi habitación y saqué mis cosas de aseo del baño principal, adosado a la habitación de mis padres. Lavamos toda la ropa de de la cama grande, toallas, etc... por si quedaban manchas inexplicables o olores demasiado íntimos. Llenamos la nevera, corté un poco el césped,... en fin, dejamos la casa como se supone que debía estar tras unas semanas de uso familiar. Al acabar, me vino una duda:

- Oye, Tere. Esta va ser nuestra última noche de libertad. ¿Al menos podremos dormir juntos, no?.

- De eso nada. Hoy cada oveja a su corral. No quiero tu olor, ni reguerones de semen en mi cama.

- ¡Jo!...

- No te preocupes, hijo, enterraremos nuestras penas como se merecen, pero a partir de ahora, hemos de vigilar. No nos podemos permitir cagarla. Lo que estamos haciendo es muy gordo y nadie lo entendería. Destrozaríamos la família y nuestras propias vidas...

- ¿Tú crees?.

- ¡Pues claro!. Madre e hijo incestuosos, ¡no te jode!...

Cenamos en casa y al acabar salimos a la piscina. Un mojito, otro... Los dos despelotados, baño bajo el cielo estrellado y polvo en la tumbona. Lento, cariñoso, como de viejos amantes... Nuevo baño, mucho hablar y polvo rabioso, casi de adolescentes que ven acabarse el mundo frente a sus ojos. Besos, más besos, caricias de amante, caricias de amigo, beso y cada uno a su cama.

Me costó dormir. Repasé mentalmente el último año, desde los primeros escarceos tontorrones con mi madre hasta la relación de amantes liberales, maduros y promiscuos que habíamos mantenido esas dos últimas semanas. Me veía libre, sí, pero también encoñado con mamá. ¡Qué mujer!. Era a la vez la mejor madre y una diosa del sexo. Algo difícil de digerir. ¡Cómo había cambiado en los últimos meses!. De la mojigata e insegura de antes, no quedaban ni las migajas. No puedo perderla, pensé. Ni como madre, ni como amante. ¡Menudo lío!.

Y yo, y mi hermana... Las últimas semanas había madurado lo suficiente para comprender que Clara era como yo y si volvía con la misma falta de pudor que demostró aquella noche conmigo y los islandeses, acabaríamos enrollándonos. Aún recuerdo las últimas palabras de Þóra: "Vas a acabar follando con tu hermana. ¿Lo sabes, verdad?".

A la mañana siguiente, desayunamos temprano. Mamá me confesó que también le había costado conciliar el sueño. "Muchas cosas en las que pensar", me dijo. Aún teníamos media hora antes de salir a buscarlos. Reí para mí mismo y mirándola con sorna, le dije:

- Anda mamá, ¡chúpamela un poquito!, por favor...