miprimita.com

¡En esta casa no hay quien folle!

en Amor filial

Soy Adela, la pequeña de los Pinzón. Últimamente en casa suceden cosas increíbles. Las he ido recogiendo en mi diario, pero desbordan mi cerebro de tal forma, que no puedo seguir sin contarlas al mundo. Lo que estoy viviendo, a unos os sofocará, a otras os excitará. Algunas desearíais experimentarlo en carne propia, otros pensaréis que eso no os puede pasar a vosotros o a alguien de vuestro entorno, pero estoy convencida de que a nadie dejará indiferente y tal vez a muchos muy calientes. En cualquier caso, dejad volar la imaginación y gozad sin pudor con vuestras fantasías.

Nunca hemos sido una familia convencional. Lucía y Sergio, mis padres, siempre han alardeado de ser unos ácratas sin concesiones, pero desde que tengo uso de razón, me he dado cuenta de que las contradicciones entre lo que dicen pensar y lo que hacen los han acompañado toda su vida. Baste deciros que sorteando la incomprensión de sus familias, decidieron casarse por la Iglesia con la máxima pompa y boato. Al enterarse mi abuelito materno, militante de la CNT en su juventud, se ve que le dio tal pasmo que el pobre acabó en el hospital.

La cosa no quedó ahí. Desde que se hicieron novios, decidieron que usar medidas contraceptivas era hacerles el juego a las execrables farmacéuticas, pero como se enganchaban como perros día sí y día también, a los dos años justos de la boda y gracias a los genes de la bisabuela Julita, muy dados a los partos múltiples, se encontraron con cuatro hijos: Alejandro, de penalti, y las trillizas: Rocío, María y Carmen. Trece meses y medio más tarde vino Carlos y finalmente yo. Como veis, Alejandro, Alex para todos, y yo nos llevamos menos de cuatro años.

Según cuenta la parentela, mi madre fue una paridora de la leche. Todos nacimos por el coño, nada de cesáreas, y ella un día después del parto ya hacía vida más o menos normal, excepto con las trillizas, claro. Con ellas se pasó cuatro o cinco días en la clínica. Cuando nos contaba sus proezas maternales siendo ya adolescentes, Alex y las trillizas se reían y nuestro hermano mayor hurgaba en lo que más le dolía:

- Pero mamá, los primeros días, todo, todo, no lo deberías poder hacer…

- Eres un cabroncete Alex. Ya sabes que después del parto, lo de dentro nos ha de volver a su sitio y han de pasar unos días hasta que nos podamos meter otra vez un rabo por abajo, pero se pueden hacer otras cosas, ¡eh pillín!. Nunca he dejado a vuestro padre desatendido, que lo sepáis todos.

Vivimos en un piso más o menos amplio para una familia convencional, pero os puedo asegurar que no está diseñado para ocho, así que la intimidad, nunca ha sido un punto fuerte en casa. Es algo a lo que nuestros padres jamás le han dado demasiada importancia y los seis hermanos nos hemos acabado habituando a no tener privacidad. Por eso a base de reiterados crujidos de cama y abundantes suspiros de placer, todos sabíamos que para ellos el sexo era una cosa esencial en sus vidas. Para casi todos nosotros también, al fin y al cabo somos hijos suyos, pero vayamos paso a paso.

Hoy hace dos semanas que he cumplido los quince años, así que podéis deducir que comparto casa con cinco sacos de hormonas, el mayor a punto de estrenar la veintena. Las mellizas desde el principio duermen en su habitación. Aunque tengan caracteres diferentes, hay algo que las une más que al resto y siempre van a la una.  La primera regla les bajó la misma semana a las tres, con esto está todo dicho. Alex, Carlos y yo ocupamos la otra habitación. Cuando dejé la cuna, me pusieron temporalmente con los dos chicos y esa temporalidad dura hasta hoy. Pero no me quejo, con ellos las noches nunca son aburridas.

Desde hace un par de años ya tengo cuerpo de mujer, vamos, cargo un buen par de tetas y gasto un culo, culo, nada de glúteos aplanados a base de dietas idiotas. No quiero ser presuntuosa, pero es que estoy buena de la leche. Y si no, preguntádselo a los tíos del insti y de paso, a los profesores. ¡Aprendí más aritmética contando a los que se les caía la baba cuando entraba en clase, que escuchando a la estirada de la profe!.

Además, desde pequeña me ha gustado enseñarlo. No os voy a mentir: he sido un poco exhibicionista desde que tengo uso de razón. Cuando aún iba a la guardería, me sacaba la ropa e iba desnudita por casa y ahora siempre suelo vestirme un tanto pasadilla. Disfruto mostrando mi cuerpo a las compañeras en los vestuarios o enseñando las bragas a los tíos al sentarme. El escote normalmente lo controlo un poco más. Mamá no usa sujetador y nosotras cuatro nos hemos acostumbrado a ir tan cómodas como ella. Así que tampoco es cuestión de ir por el mundo enseñando teta, aunque todos mis conocidos se han dado cuenta uno u otro día que tengo los pezones como garbanzos y os he de confesar que eso me pone a cien.

A pesar de compartir el cuarto con mis hermanos, nunca me he ocultado en el baño para cambiarme, al contrario, me gusta esperar a que Alex y Carlitos estén en nuestra habitación para desnudarme. Les encanta mirarme mientras lo hago y yo disfruto quitándome las prendas mientras voy hablando despreocupadamente de las cosas del día, sabiendo que les excito. Hace tres o cuatro años, Álex empezó a dormir desnudo. Tardé poco en apuntarme a esa costumbre. La verdad es que es mucho más cómodo y agradable. Ahora, meterme en la cama con algo encima, me molesta y cuando me baja la regla y he de ponerme bragas, no duermo tan a gusto. Carlos, al ver que yo también me encamaba encuerada, no tardó mucho en unirse al clan.

Poco a poco, nos hemos acostumbrado a irnos a dormir los tres al mismo tiempo y el prepararse para meternos en la cama, se ha convertido en uno de los momentos más esperados del día. Nos regodeamos viéndonos desnudos, examinando el cuerpo del otro, descubriendo cómo se les ponen gordas o se me tensa la piel de los pechos y los pezones se empitonan. ¡Mmmmmm!.

Alex se pajea desde muy joven, Carlos es más comedido, pero con los hermanos que tiene, no tardó en empezar a masturbarse como un cosaco. Sabía lo que hacían, porque si ves subir y bajar las sábanas de la cama de tus hermanos a la altura de sus ingles día sí y día también, no hay que ser Madame Curie para saber que se la están cascando. Yo empecé a darme dedo un poco más tarde, pero en cuanto me puse, fue un no parar. Los tres sabíamos lo que pasaba y lo disfrutábamos. Acabamos dejando la luz de una de las mesitas abierta y masturbándonos a la limón, mientras nos cruzábamos miradas cargadas de deseo. Cuando nos corríamos, no escatimábamos suspiros de placer y nos reíamos con los estertores del gozo ajeno. Hace unos meses, la cosa se desmadró aún más:

- Hermanita, ¿sabes que eres un poco putilla?.

- Tanto como tú pajillero, Alex.

- Oye, pequeña, que yo ya me he estrenado…

- ¿A sí?, pues a ver si nos lo cuentas…

- Cuando quieras Adela. Seguro que a Carlos le viene bien porque se lo está intentando montar con la Martita y un día de estos se desvirgan… Pero dejemos eso, lo que yo quería era proponeros algo para que aprovechemos mejor nuestros pajotes.

- Tú dirás…

- ¿Y si nos las hacemos a la vista?. Ver como se la machaca Carlitos, me pone. ¡Tiene una buena polla el condenado!. Pero verte a ti tocándote la almeja con esas ganas mientras te botan esas tetitas tan ricas, me derrite, pequeña…

- Pues… por mí, vale. Siempre he querido ver como os sale la lefa de vuestras pijas. Seguro que me pongo mala cuando os quede la mano pringosa, ja, ja, ja…

- ¡Hecho!. ¿Hecho, Carlos?.

- Por mí que no quede.

- Pero dejaréis la luz del techo encendida. Quiero veros bien…

- Ya te lo decía, hermanita, ¡eres una putilla de tres pares de cojones!.

- Como si tú no pensases hacer lo mismo…

Así que antes de dormirnos empezamos a pajearnos con las sábanas enrolladas a los pies de las camas. Alex tenía razón: era mucho más excitante y divertido. A los pocos días, nos íbamos contando nuestros avances unos a otros:

- ¡Mira, mira, Adela!. ¿Has visto cómo se le está poniendo el ciruelo a Carlos?. ¡Joder, menudo pollón!, ya lo quisiese yo para mí…

- Pues anda que tú… Como sigas dándole así a la matraca, te la vas a despellejar y luego la Geno se te va a quejar…

- Dejaos de decir sandeces y concentraos. A ver si conseguimos corrernos juntos…

- Yo ya voy por el segundo, chicos…

- Es que las mujeres…

Iban pasando los días y cada vez gozábamos más con nuestras pajas compartidas, hasta que llegó el fin de semana que lo cambió todo. Nos quedamos solas las cuatro chicas y las trillizas me invitaron a dormir con ellas para que no estuviese sola. Ellas viven en su mundo y aunque los seis nos llevamos bien, habitualmente no comparten sus intimidades con nosotros. Su confidente en casa es mamá.

No me extrañó que Rocío me dijese que dormiría con ella. Las tres tienen camas individuales, pero son bastante grandes. Están puestas formando una U en la pared interior de la habitación. Enfrente, bajo la ventana, hay una mesa corrida para estudiar, estanterías, tomas para los portátiles y todas esas cosas. Finalmente, en la pared opuesta a la puerta, tienen el único armario para la ropa. No necesitan más. A partir de que decidían qué ponerse por sí mismas, comparten la ropa. Desde pantalones y vestidos, hasta bragas o medias.

Primero se ducharon Carmen y María. Sí, las dos juntas. Me extrañó un poco porque aunque ninguna es pudorosa y lo habíamos hecho otras veces, siempre fue cosa de las prisas o cuando el otro cuarto de baño estaba ocupado. Intrigada, le pregunté a Rocío:

- Oye, ¿esas siempre se duchan juntas?.

- No, unas veces ellas dos. Otras, alguna conmigo y en ocasiones también aprovechamos para hacerlo con mami. Siempre que podemos entramos de dos en dos. Así es más divertido.

Debió ver mi cara de desconcierto y entre risas y arrumacos, me confirmó lo que ya empezaba a bailar por mi imaginación:

- Luego vamos nosotras. Has crecido hermanita y ya es hora de que te apuntes a nuestros juegos. Verás que bueno es compartirlo todo en casa…

Mientras me decía esto, aparecieron Carmen y María. Ambas venían con una toalla enrollada en la cabeza para secarse el pelo y sus zapas. Lo demás, todo al aire. Carmen se acercó a Rocío y le dio un muerdo en todos los morros. María no fue menos conmigo y me besó con ganas y una sonrisa:

- Venga perezosas, dejad la ropa en la silla y meteos en la ducha.

Rocío empezó a desbotonarse la blusa y yo la seguí: tomé por abajo el suéter de canalé que llevaba y me lo saqué por la cabeza. Aparecieron mis tetas en todo su esplendor. Me las habían visto muchas veces, pero en ese momento María las miraba de otra manera:

- Coño guapa, menudas peras gastas. Las tienes preciosas, tía. ¿Son tan duritas como parecen, cabrona?.

- Tócaselas y compruébalo. Entre tías no hay porqué cortarse, ¿verdad Adela?.

- No, claro…

María me tomó las tetas por debajo y empezó a darles lustre. Me las sobaba como haría un tío, jugando con los pezones, envolviéndomelas con las manos, acariciándome el escote… Poco después, me miró a los ojos con cara viciosa y empezó a besarlas, recorriéndome con su lengua todo el tetamen, enroscándola en los pezones, mordiéndolos suavemente, usando sus manos para jugar con mi culo, todavía cubierto por la falda. Me soltó para desabrocharla y tirar de la prenda hasta sacármela junto a las braguitas, pero…

- Déjala de una vez, guarra. Y tú, hermanita, acaba de quitarte eso y vente a la ducha.

- Así que la quieres toda para ti, ¿eh, Rocío?. Pues tómala, pero luego vamos nosotras…

Me quedé desconcertada. No sabía si las trillizas me estaban tratando como un preciado tesoro o como un túmulo de carne. Lo que sí sabía es que mi hermana me había puesto como una moto. Primero entró Rocío. Me cogió de la mano y tiró de mí suave, pero firmemente.

- Ven cariño, te voy a enjabonar como no creo que lo haya hecho nadie. Luego será tu turno.

- Yo…

Y aquí acabó mi discurso. Con los labios tomados por una boquita tan cálida como hacendosa, no hay palabra que valga. Rocío me besó, me morreó, destruyó todas mis defensas y acabé rindiéndome a la evidencia: Mi hermana estaba haciendo que me derritiese de placer. No sabía que fuese lesbiana, pero por la experiencia que demostraba, no era la primera tía que se comía. Hablaríamos más tarde, en ese momento sólo quería que me diese más de eso tan bueno.

Estuvo jugando con mis labios y mi lengua hasta que decidí colaborar y devolverle tantos besotes y tan húmedos como los que recibía. Entonces dio por acabado el refriegue labial, se separó de mí, tomó el gel de baño, escanció un buen chorro en sus manos y empezó a enjabonarme el cuerpo. Nunca me habían esparcido jabón con tanto vicio y buen hacer. No es que se centrase sólo en mis partes más sensibles. Eran esas caricias tenues a lo largo de todos los rincones de mi piel, suaves como el aleteo de una mariposa, pero intensas como los efluvios de alcanfor. El agua mientras tanto seguía cayendo sin descanso sobre los cuerpos, bendiciendo la unión de nuestros placeres. Rocío me transportó al más allá. No pensaba, sólo sentía y lo que sentía, me embriagaba.

Al cabo de un rato, apartó sus manos de mi piel, tomó un bote de gel íntimo, escanció unas gotas sobre sus dedos y procedió a lavarme el pubis y luego, la vagina y el ano. No dejó que llegase a correrme. Estuve cerca, pero en cuanto percibió la inminencia de mi orgasmo, acabó poco a poco con las caricias, me regaló un piquito y me enjuagó, siempre con esa enigmática sonrisa en los labios.

- Luego, preciosa. Nuestras hermanas también quieren compartir tu primera vez, cariño. Ahora tú.

Le devolví los favores con más o menos acierto, aunque ella, la muy guarra, sí que se corrió a gusto con mis caricias jabonosas. Y encima, se rió de mí.

- Gracias, cariño. Ahora vamos a secarnos que aún nos queda mucho por hacer esta noche.

Caliente como un volcán y cabreada por darlo todo y no recibir la justa recompensa, la acompañé a su cama. Al salir del baño ya empecé a oír gemidos. Primero pensé que eran producto de deditos compartidos, pero al acercarnos, sospeché que allí pasaba algo más. Cuando traspasé la puerta tomada de la cadera por mi hermana, las sospechas se tornaron en evidencias.

Sobre la cama de Carmen, ella y María estaban dándose lengua como posesas en un sesenta y nueve muy ensayado. María, debajo, rebuscaba con la sin hueso los caldos más lúbricos y sabrosos entre los pliegues del sexo de nuestra hermana. Carmen sorbía el clítoris de María con gula desmedida mientras le embutía dos dedos en el coño y el pulgar por el recto. Una y otra bramaban su placer con gemidos que no dejaban lugar a la duda: lo estaban gozando como unas cerdas. Miré a Rocío, interrogándola sobre lo evidente.

- Déjalas gozar, preciosa. Esta noche serás sólo mía. No voy a pedirte nada a cambio. A partir de hoy, formarás parte de nuestros juegos y tiempo habrá de que te disfruten. Y aún hay más…

- ¿Más?...

- Anda, ven conmigo.

En cuanto nosotras dos nos estiramos en la cama de Rocío, las otras trillizas dieron por acabado el sáfico encuentro y se alinearon al lado de nuestra cama. ¡Querían ver mi estreno lésbico desde platea!.

Rocío me estiró sobre la sábana cual larga era. Me pidió que dejase los brazos quietos, pegaditos al cuerpo y me separó dulcemente las piernas, presentando el sexo abierto, dejándolo al abasto de cualquiera. Ellas tres conservaban una buena pelambrera sobre el pubis. Recortadita, pero generosa y perfilada por igual. Los labios y toda la piel hasta el culete, pelones. En cambio, yo lo llevo siempre depilado. Me gusta enseñar, ya os lo he dicho, y si eres un poco exhibicionista, cuando se pueda, lo mejor es mostrar lo más íntimo sin impedimentos...

Además, no es por decirlo, pero tengo un coñito precioso. Los labios me sobresalen de la vulva tersos, como dos almendras alargadas idénticas y más arriba, la piel se repliega, formando un capuchón que envuelve un clítoris grueso y pulposo, siempre dispuesto a mostrar la puntita. Cuando las chicas nos cambiamos en la piscina, me encanta tontear al ponerme el traje de baño de competición y mostrarles al descuido lo que tengo entre las piernas. Siempre consigo que alguna se sonroje y eso me pone muy cachonda.

Se ve que Rocío compartía mi opinión, porque no dejaba de salivar mientras me miraba el conejo, como si se tratase de un objeto de culto.

- Chicas, ¿habéis visto qué chochete tiene la pequeña?.

- Ya, ya, ¡qué nos vas a contar!, nuestra hermanita está de un buenorro que te cagas. Encima, la tía no se corta un pelo. No sé cómo aún es virgen…

- Para solucionar eso estamos nosotras, ¿no?. Anda déjame espacio Carmen.

Rocío empezó a acariciarme por arriba. Parecía que me hacía un masaje. Sus manos me recorrían los hombros, los brazos, el cuello… Iba bajando despacito, pasando los dedos por el escote, entre los pechos, siguiendo por la barriga, jugando con el ombligo… Al subirlas, me tomó las tetas como en la ducha y al poco dejó que su boca siguiese el trabajo. Besos y más besos, caricias con la lengua, siempre húmedas. Sus manos no permanecían quietas y no tardé en notar como me abrían delicadamente la vulva, separaban mis labios e iniciaban un baile entrando y saliendo del coño sin prisas. Aunque sea joven, soy una tía muy ardiente y con esos pases me encendí enseguida.

Mi hermana me miraba y sonreía. Las otras dos, también sonreían, pero sin olvidar tocarse enérgicamente la raja. Rocío me iba introduciendo los dedos más adentro, poco a poco, escrutándome para ver mi reacción. Tal vez temía hacerme daño al romperme el himen o al dilatarme demasiado rápido mi virginal vagina. Me apetecía un montón tenerlos bien adentro, así que tuve que corregirle su error:

- Joder, Rocío, ¿no pensaras que aún estoy sin estrenar?. Una cosa es que no me haya follado un tío, otra que no me haya metido en el coño hasta el palo de la escoba. A ver si crees que no cojo vuestros juguetitos cuando quiero darme un homenaje, tía. ¡Los más gordos!.

- ¡Mírala!. Nuestra pequeña parece que se está haciendo mayor. ¡Métele los dedos hasta el fondo mientras voy a buscar un vibrador!. Con nosotras vas a saber lo que es correrse de verdad, deslenguada.

- Eso espero hermanitas…

Rocío siguió a la suyo y en menos que canta un gallo, me regaló un orgasmo precioso. Las otras dos se rieron al ver cómo me retorcía de placer, hasta que decidieron subir de nuevo a la cama de Carmen y continuar con sus juegos. Mi bollera de cabecera se estiró encima mío y piel con piel, me besó los labios dulcemente y me preguntó si quería más:

- ¿Lengua o plástico?.

- Lengua, por favor.

- No, si ya sabía yo… Déjame hacer y no te muevas.

Mientras en la cama de al lado se empezaban a oír suspiros y chapoteos de vagina anegada, Rocío tomó la almohada de la otra y me hizo levantar el culo para colocármela debajo. Plegó mis piernas, manteniéndolas tan separadas como pudo y cuando se quedó satisfecha con el resultado, me miró el coño con ojos vidriosos y acariciándose los labios con la lengua, me soltó esas palabras tan estimulantes:

- ¡Pero qué cacho coño tienes, jodida!. Es tan bonito…

- Gracias, hermanita.

No hubo más palabras. Se amorró al pilón y empezó un cunnilingus que me llevó a la gloria. ¡Ella sí que sabía!. Me trató con la sutileza propia de la iniciación de una princesa virgen y a la vez, con la intensidad que se espera de una bollera curtida, con muchos chochos agradecidos en su mochila. Fue una pasada. Esa noche descubrí que por fantástica que sea una paja, el sexo en buena compañía te lleva a otro nivel. Se pasó veinte minutos o media hora dándome lengua a la pepitilla, untándome de saliva mis recovecos más íntimos, acariciándomelos con su lengua sabia. Sin emplear los dedos en ningún momento, acabé derrengada con tanto orgasmo. Comprendí que en esa cama, mi hermana me había desvirgado de verdad, al menos mi mitad lesbiana.

No me acuerdo qué pensamientos ocupaban mi cerebro en esos instantes. Los primeros recuerdos que conservo son los aplausos y el griterío de las otras dos.

- ¡Cómo se corre la pequeña!.

- Sí, sí. Si la próxima vez los papás están en casa, los va a despertar con sus gritos. Eres una chillona, Adelita.

- Yo…

- Y eso qué más da. Déjala correrse a gusto tía. A mí oírla me pone un montón. Seguro que a mamá también. Ya sabes cómo chilla cuando le viene y si es uno de los fuertes, no te digo…

- ¿Y papá?.

- Todo se andará, hermana. Cuando sea su momento, caerá como fruta madura. Mira Adela, pensábamos que nos costaría traerla al lado oscuro y ya ves…

- ¡Es que es una Pinzón!. Todas somos iguales. Las chicas de la familia ya hemos cruzado la línea…

- Y Alex…

- Él es el peor. Ahora sólo nos falta el Pinzón mayor y el pequeñín…

- ¿Se puede saber de qué habláis?. ¿Secretitos de trillizas, como siempre?.

- No, cariño, no. Anda, vamos a dormir que mañana tenemos mucho que hablar…

- ¡Y que follar!...

No hubo manera de que soltasen prenda y cansada como estaba con tanto sexo, acabé durmiéndome acurrucada contra mi hermana. Rocío me había tomado entre sus brazos, uno bajo la nuca y el otro sobre mis pechos. Así me desperté el sábado.

Las trillizas pasaban por chicas finas y elegantes, pero la naturaleza no se puede constreñir fácilmente y las oía roncar con ahínco mientras continuaban durmiendo a pierna suelta. Aparté los brazos de Rocío y conseguí salir de la cama sin despertarla. Me duché en nuestro cuarto de baño, para que no llegase el ruido a su habitación y me senté a desayunar en bolas, con la toalla bajo el culo. Total, aún estábamos en verano, hacía calor y me apetecía que mis hermanas me encontrasen desnuda.

Repasé las últimas palabras de mis hermanas. Era evidente que en nuestra casa se cocía algo gordo. Las tres follaban entre ellas sin atender tabú alguno. Mis hermanos y yo no llegábamos a tanto, pero que los hermanos se pajeen uno frente a otro, tampoco es moco de pavo. Y Alex… Según las palabras de María, se lo montaba con ellas tres o al menos algo había. Al parecer, los únicos que quedaban fuera de la conjura eran papá y Carlitos, de momento... El papel de mamá no acababa de tenerlo claro, pero de una u otra forma estaba en el ajo, eso era evidente. Me dije a mí misma que antes de acabar la mañana, las trillizas habrían soltado todo lo que llevaban dentro. ¡Buena soy yo!.

Poco las tuve que presionar. Aparecieron sobre las once, hechas unos cromos. Sólo habían pasado por el baño para mear. Todavía tenían los pelos revueltos y las legañas no les permitían abrir los ojos del todo. Las tres se habían puesto una camiseta de esas grandotas, raídas y al menos la de Carmen, más sucia que limpia. Yo, la pequeña de la familia, fui la que tuvo que poner un poco de orden.

- Buenos días, dormilonas. Venga, iros a duchar que parecéis zombis mal maquillados. Mientras, vuestra hermanita os preparará el desayuno.

- Pero… ¿tú qué haces aquí en bolas?...

- Podríais darme los buenos días primero, ¿no?. Me gusta ir desnuda, ya lo sabéis.

- ¡Joder con la pequeña!.

- ¡A la ducha, coño!.

- Ya va, ya va…

Al cabo de un rato entraron en la cocina las tres a la vez. Se ve que hasta las puertas tienen que cruzar juntas. Les tendré que preguntar si cuando se follan un tío, también se lo montan juntas. Venían sólo con las zapatillas y me reí de ellas, no era para menos.

- Así que imitando los gustos de la pequeña. Pensaba que la cosa funcionaba al revés…

- No íbamos a ser menos que tú. Si tú vas por casa despelotada, nosotras también.

- Oye, ¿qué es eso tan rico que nos has preparado?.

- Pan con tomate y aceite, jamoncito del bueno, el que trajo papá de Extremadura, queso añejo, una jarra de zumo de naranja recién exprimido y café de máquina. No tenía bollería y no me apetecía ponerme nada encima, así que como no pienso ir a la panadería de Alfredo en pelotas, os jodéis. ¿Contentas las señoras?.

- ¡Mmmmmm, qué bueno!. Gracias hermanita, pero nos vamos a poner como unas vacas…

- No te preocupes, María, con unas buenas tandas de ejercicio, lo quemaremos rápido…

- ¡Mira la mosquita muerta!. No, si al final, va a ser ella la que nos lleve al huerto…

- Venga, desayunad que luego tenéis mucho que contarme.

Arrasaron con todo. Se ve que el sexo da hambre. Yo sólo las acompañé con un zumito. Desayunar por partida doble es un exceso, se mire como se mire. En la mesa sólo hablamos de las tonterías de siempre: despellejaron a algunas compañeras de su clase, compartieron comentarios sobre los tíos buenos que salían en el último número del Cuore, el tamaño de sus paquetes y si debían ser tan buenos folladores como se insinuaba. Discutieron sobre las últimas transparencias de las Kardashian y acabaron valorando los pros y contras de los piercings íntimos. A mí, la verdad es que eran cosas que me interesaban muy poco, pero el que me aceptasen como una de ellas, hablado de cosas de “mayores”, me subió la autoestima por las nubes.

- Tías, vamos al sofá.

- Carmen, coge del armario toallas para todas, no sea que hablando, hablando, a alguna se le moje el chirri y deje el sofá con olor a compota de higo…

- Paso, tía. Total, es de piel y si alguna se pone contenta, ya pasaremos la mopa.

- Tú verás, María, pero mira que cuando nuestra pequeña abre el grifo, llena la bañera…

- ¡Madre mía!, qué exagerada eres, Carmen.

- ¡Ya!, pregúntaselo a Rocío. Nos ha contado cómo después de vaciarte el chocho, se le ha acabado la sed para todo el día…

María es la leche y todas nos reímos a mogollón con sus ocurrencias. El caso es que acabamos sentadas en el tresillo de la sala, desbragadas y con ese punto calentorro que te sale cuando sabes que vas a hablar de sexo. Menuda estampa: cuatro tías en bolas, las trillizas apretujadas en el sofá grande, sentadas muy formalitas y yo enfrente, en el butacón de papá, patiabierta, con una pierna en el suelo y la otra plegada sobre el apoyabrazos. ¡Menuda familia!. Se palpaba cierta tensión y fue Rocío, como casi siempre, la que tomó la palabra:

- A ver Adela, hace ya un tiempo que queríamos contarte lo que está pasando en casa, pero eres la pequeña y…

- Joder tías, tendré quince años pero sabéis perfectamente que soy más madura que muchas, a lo mejor incluso que alguna de vosotras…

- ¡No te pases, microbio!. Lo hacíamos por tu bien. Lo que te vamos a decir es fuerte, muy fuerte…

- ¡Soltadlo de una puta vez, coño!…

- ¡Calmaos, ostia!, dejadla hablar.

- Mira Adela, lo que nos ha decidido invitarte a compartir lo que estamos viviendo ha sido saber cómo os lo montáis tú y nuestros hermanos en vuestra habitación. Alex nos ha contado que os pajeáis juntos y…

- No exactamente, verás…

- ¿Nos ha engañado?...

- No, no…, pero no nos tocamos unos a otros, cada cual va a lo suyo, sólo nos miramos…

- ¡Vale ya tía!. Os pajeáis juntos, en pelotas, hasta ver como os corréis y conste que nos parece fantástico que lo disfrutéis. No sólo nos lo ha dicho Alex, es que nosotras os oímos muchas noches, y mamá también. Sobre todo a ti, guarra. Te corres como una bestia, cabrona.

- Es que soy una chica muy ardiente…

- Y nosotras, no te jode. En esta casa todos somos unos salidos y ya es hora de que lo descubras.

- Cuéntaselo todo, Rocío.

- En eso estaba, hermanita. Mira Adela, para empezar, las tres nos lo montamos juntas desde hace años, pero eso ya lo has visto, nena. Lo que no sabes es que mamá se apunta al bollo…

- ¡Coño, no me jodas!. Algo sabía de lo vuestro, pero no me imaginaba que…

- Joderte, ya te he jodido esta noche, ricura, ¡ja, ja, ja!. Es que somos muy discretas, hermanita. Follamos con mamá al menos una vez por semana, siguiendo un orden para que no se aproveche ninguna de las tres más que otra. Desde hace un par de años, viene a nuestra habitación cuando papá duerme a pierna suelta o está de viaje. La que tiene la vez, le guarda un sitio en su cama y las otras miramos, nos hacemos un dedazo o nos enrollamos por nuestra cuenta, según nos apetezca ese día.

- ¡Qué fuerte!.

- Hay más, pequeña. De tanto en tanto, cuando nos quedamos solas, nos encerramos en la habitación de los papás y… Imagínatelo, pero ya te digo que te quedarás corta. Mamá es una auténtica puta en la cama. Es una máquina de follar, ni te puedes imaginar todo lo que nos ha enseñado y lo mucho que se lo agradecemos. Con ella, el placer te lleva a la gloria…

- No me creo que os haya convertido en unas perfectas lesbianas. ¡Quién lo diría!. En el insti las mayores aún cuentan que cuando hacíais segundo, entre las tres os habías follado prácticamente a todos los tíos de vuestro curso.

- Pues claro, y a más de un profesor y desvirgamos alguno de primero…

- ¡Por favor, María!, sólo a los que estaban buenorros de verdad. Bueno, algunas tías guais también y a la profe de mates, Elisa, ¿os acordáis?. Nos la tiramos las tres y ella creyó que siempre me follaba a mí. Nos lo pasamos de puta madre. ¡Como tragaba la tía!, además…

- Deja las batallitas para otro momento, Carmen. Ya ves Adela, nos va todo. Somos bisex, como tú, como mamá y alguno que otro más de esta familia.

- ¿A nuestros hermanos también les van los tíos?. Yo nunca…

- Déjame acabar, cariño. Has de saber que tu Alex de las pajas, a nosotras hace casi un año que nos la mete…

- ¡No puedo creérmelo!...

- Y desde hace bastantes meses a mamá, por delante y por detrás…

- ¡Ostia!, esto es demasiado.

- Pues aún hay más, hermanita… Cuéntaselo Rocío.

- Mamá se lo ha hecho venir bien para que nos quedásemos solas este fin de semana. Cree que a pesar de tu edad, ya eres toda una mujer y quería que te explicásemos lo que se cuece en casa y te propusiésemos formar parte del club de los Pinzones incestuosos, ¡ja, ja, ja!.

- Rocío, coño, menos choteo que tirarse a un hermano es una cosa muy seria…

- ¿Y a una hermana no?.

- Venga, guapa, déjate de gilipolleces y dinos: ¿Te apuntas al mambo?.

Desde hace tiempo sabía que las trillizas se enrollaban entre ellas. No era de extrañar, lo hacían todo juntas, así que también follaban juntas. Hasta ahora no me lo habían contado, pero sé que empezaron a mi edad o unos meses antes: un día pillé a Carmen y María en la ducha acariciándose con unas ansias… Como no podían ser dos sin tres, decidí espiarlas y la segunda noche, fue la buena. Vi como María y Rocío compartían unas tijeras con mucho vicio y después Rocío se capiculaba con las otras trillizas, primero Carmen y luego María. Veía cómo hacían trabajar las lenguas sin descanso y entre tanto, la tercera en discordia les acariciaba las tetas a las otras dos o les tiraba de los pelos para besarles los morros con regusto a coño.

Ver a mis hermanas comerse el coño, me puso a mil y esa noche, escudriñando entre las lamas de la veneciana del baño, conseguí venirme dándome dedo como nunca. Mis trece añitos recién cumplidos, no daban para más.

También sé que el verano siguiente decidieron que había llegado la hora de meterse una polla por abajo. Eso sí que me lo habían contado. Una noche de juerga con el grupo de amiguetes del verano, decidieron que era buen momento para desflorar sus coñitos. Hacía días que sonsacaban a unas y otros, indagando quienes tenían experiencia y sabían lo que se traían entre manos o tal vez, entre piernas…

Al final, eligieron a tres tíos y por lo que pudiese pasar, un par más como suplentes. Todos, entre tres y cinco años mayores que ellas. Los primeros de la lista tenían fama de ligarse a las tías más resultonas, follárselas hasta cansarse de ellas y enviarlas a tomar viento. Ninguna de las que se habían acostado con ellos ese verano les perdonó que se comportasen como unos cerdos, pero prácticamente todas, después de unos tragos, coincidían en que eran buenos amantes.

Las trillizas ese día salieron de caza vestidas para matar y acosaron a los tres primeros de su lista hasta tenerlos en el bote. Uno de ellos se acojonó al percatarse que iba a tirarse a una menor y quiso echarse atrás. Como siempre, fue Rocío la que cogió el toro por los cuernos y se encaró con los otros dos: “No vais a tener otra oportunidad en vuestra puta vida de follaros a tres gemelas y menos tan estupendas como nosotras, así que convenced a Fede que se quede. Somos tres y necesitamos tres pollas”. Ante tres tías buenas, dispuestas a abrirse de piernas sin remilgos, les costó poco entre los dos vencer las reticencias del colega.

Los padres de uno de ellos habían ido a pasar unos días al chalé de unos amigos. En su casa sólo quedaba su hermana y según él, sin sus padres, no llegaría antes del amanecer. Tomaron los coches y se fueron a casa del pavo. El tío, o mejor dicho, su familia, debía tener pasta porque era una casa guapa, con jardín y piscina.

Alberto, el anfitrión, había repartido las habitaciones con los otros dos antes de subir a los coches, pero ya sabéis que mis hermanitas, las cosas importantes, prefieren hacerlas juntas. En cuanto pusieron un pie en la casa, les hicieron sentar y dejaron claras sus condiciones, sin obviar informarles que las tres venían con el himen intacto. Al enterarse que a pesar de ser vírgenes, querían que las follasen juntas, a los perdonavidas se les arrugó el rabo, pero ellas conocían un remedio infalible: Se desnudaron, quitándose las prendas una a la otra, acariciándose los cuerpos, tocándose... Sensualmente al principio, pero cuando bajo los vestidos sólo encuentras un tanga diminuto y hay confianza, la sensualidad sucumbe y emerge el morbo descarado.

Las trillizas acabaron haciéndose mujeres sobre la cama de los padres del pollo de la casa. Por lo que me dijeron, los tres afortunados se portaron y la experiencia no sólo no fue traumática, sino que la gozaron a fondo, ¡nunca mejor dicho!. Eso sí, tras desenfundar, la cosa se desmadró bastante. Los tres se daban por satisfechos con tamaña hazaña, pero ellas estaban salidas y les exigieron un magreo suplementario de tetas y bajíos. Los dos más guarretes se apuntaron, pero cuando las tres a coro les pidieron una última corrida a base de darles lengua a sus rajas recién estrenadas, les dio repelús, no fuese que las sacasen teñidas de rojo, y se plantaron.

María les regaló un corte de mangas, montaron un bonito triángulo y se amorraron a un pilón fraternal. Lamieron los tres garbanzos con veneración y se corrieron una vez más con gran pasión. Carmen fue la más perjudicada: se enganchó al chochín de María y bien sea porque su desvirgador se la metió más adentro, o porque se la endiñó con más furia, acabó con los labios de un rojo parduzco, mucho menos glamuroso que el del pintalabios original.

Entre sudores, chorretones, sangrados y algún pedete con cola fruto de tantas emociones, la cama matrimonial quedó hecha un cromo, pero ante unas trillizas deseosas de probar la piscina al natural, nadie atendió las quejas del anfitrión y todos enfilaron hacia el jardín. Bañarse en pelotas es un placer. Bajo la luz de una luna esplendorosa, más. Con tres chicas dispuestas a todo, ¡es la ostia!.

Media hora más tarde, acompañados por las botellas paternas de las ocasiones especiales, los seis seguían disfrutando a tope. De pronto, oyeron un chillido en clave de Mi.

“¡Aaaaaagggggg!. ¡Alberto, pero qué coño creéis que estáis haciendo, idiota!. Saca a tus amigotes y a estas putas de nuestra casa y vístete. ¿Tú crees que es bonito que una tenga que ver a su hermano en pelotas?. ¡Eres un degenerado!.”

Frente a su hermana mayor, al tal Alberto le subieron los colores y se acojonó al imaginar la que le iba a caer cuando sus padres se enterasen. A sus amigos, sólo se les ocurrió cruzar las manos sobre los genitales y quedarse quietos como dos pasmarotes. Como no, tuvo que ser de nuevo Rocío la que tomase cartas en el asunto. Alberto había follado con ella. El tío había sido cuidadoso y entre besitos y arrumacos, procuró darle todo el placer que sabía. ¡No merecía salir escaldado!.

“Pilar, guapa, ¿por qué no dejas de hacerte la estrecha, te quitas la ropa y te metes en el agua?. Está buenísima y con alguien que entiende tanto como nosotras, lo pasarás bien, preciosa.”

Las trillizas sabían algunas cosillas de Pilar que su hermano y sus padres ni tan sólo sospechaban. Le daba clases particulares de ciencias y mates a Caro, una repetidora contumaz, compañera de clase y tres años mayor que ellas. La colega tenía un cuerpo de modelo de lencería, pero el cerebro, no era uno de sus órganos más desarrollados. Le iba el bollo desde que tuvo uso de razón y acabó de follamiga íntima de las tres. Un día, compartiendo rumores entre chupones, les confesó que se lo hacía con su nueva profe de repaso. El primer día de clases le había tomado la medida, el segundo se le insinuó y al tercero, cayó. Se lo confesó el mes pasado mientras le comía la panocha a Carmen y ya puesta, añadió que estaba un poco verde, pero le ponía ganas y a ella le gustaba más sorber unas tetas, que repasar los polinomios.

Las palabras y sobre todo, la penetrante mirada de Rocío, a medio camino entre burlona y libertina, hicieron que Pilar pasase de feroz acusadora, a sonrojada pillada. Debió pensar que esa niña la tenía cogida por los ovarios, aunque mi dulce hermanita, sólo quería evitarle problemas a su agradecido deshollinador.

“Cariño, lo que hagamos esta noche en vuestra casa, no va a salir de aquí. ¿Prometido, chicos?. Te podemos garantizar que van a cumplir su promesa por los siglos de los siglos: Acaban de follarse a tres menores y vírgenes, así que si se les ocurre abrir la boca… Además, vas a sentirte mucho más arropada por tu hermano cuando conozca tu secretillo. No pasa nada, preciosa, a nosotras tres, nos gustan los tíos, pero también las chicas. Anda, ven con nosotras, guapa…”

Los tres pavos asintieron con fervor y Pilar, viendo que las trillizas iban muy en serio, aparcó sus miedos y decidió que ya era hora de salir del armario, al menos frente a los más cercanos. Era una mujer vergonzosa y desnudarse en público la cohibía. Delante de su hermano, aún más. Las trillizas quisieron ayudarla y se empezaron a morrear y acariciarse en el agua, sin dejar de lanzarle besitos y miradas ardientes. Tardó un par de minutos, pero al percatarse de que le chorreaban las bragas viendo a esas guarras, claudicó.

He querido contároslo porque rememorar cómo dejaron atrás su virginidad las trillizas, me hizo reflexionar mucho en esos momentos. Iba a tomar una decisión crucial para mi vida y en parte, para la de mi familia. Probablemente le pusieron un poco de salsa y épica a la realidad cuando me lo contaron, pero valorar el ponerme en su lugar, me ayudó mucho.

No creo que transcurriese un minuto, tal vez menos, entre la propuesta de mi hermana y mi contestación, aunque a mí me pareció una eternidad. Al fin, estallé en una carcajada y se lo solté:

- Hermanas, contad conmigo: ¡me apunto al mambo!.

- ¡Olé, olé, olé!, ¡olé, olé, olé!. Bienvenida al club, preciosa. Con lo buena que estás, vas a ser la reina… del mambo…

- Eres toda una mujer, hermanita. No te vas a arrepentir. Disfrutar del sexo sin prejuicios es lo mejor que le puede pasar a una y si todo queda en casa, mucho más. Voy a llamar a mamá. No sabes la ilusión que le va a hacer…

- ¡Espera, espera!, primero vamos a recibirla como se merece, ¿no?.

- ¿Aún no habéis tenido bastante, guarras?.

- ¡Nooo!, para nada. De follar una no se harta jamás, ¿verdad hermanitas?...

Follar, no me follaron, pero me morrearon hasta irritarme los labios y entre achuchones y magreos cariñosos, las muy putas, sin pretenderlo, ¿o tal vez sí?, me dejaron al borde del orgasmo.

Sentada en el sillón, oía como le contaban a mamá mi incestuosa captación. Reían, me hacían signos de afirmación con el puño apretado y el pulgar en alto, sacaban la lengua como si lamiesen algo con devoción, ¿mi coño tal vez?. Señalaban el teléfono mientras se llevaban la mano a la boca, haciendo ver que tenían un cilindro entre los dedos, ¿sería el pene de Alex?, y la movían con la cadencia propia de una buena mamada, se tocaban allí abajo,... Al fin colgaron.

- Adela, has hecho muy feliz a mamá…

- Y a Alex…

- Venga, vamos a nuestra habitación que todavía nos queda mucho sábado por delante…

Pasamos lo que quedaba de mañana enganchadas como lapas. Con las trillizas descubrí el placer que nos puede dar otra mujer. Después de ese día, mis escarceos con alguna amiga me supieron a entrante vegano light para niños. Después de comer, Carmen me dijo que la acompañase al baño grande. Primero me pidió que intentase echar una cagadita y al no salir nada, me mostró cómo tomar una ducha anal y aplicarme lubricante en el agujerito más íntimo. Primero lo hacía ella y luego me lo enseñaba a mí. Algo sabía de las prácticas anales, pero nunca me había planteado meterme nada por ahí. Al parecer, esas tres, sí.

- Vamos querida, María va a enseñarte a jugar con tu culito mientras miras cómo Rocío destroza el mío. Soy una tía muy anal, ¿sabes?. A Alex le encanta darnos por el culo…

- Pero eso debe doler un montón…

- ¡Nooo, para nada!. Hecho en condiciones, primero puede ser un poco incómodo, pero luego, todo es placer. María es una experta. Ya verás que bien te entra el dildo que hemos escogido. Te va a dar un gustirrinín… Además, te hemos de ir preparando el culete para Alex, cariño…

- ¡Sois unas brujas!.

María me recibió estirada sobre su cama, con un tarro de lubricante acuoso en la mano y un vibrador de color púrpura de medidas respetables sobre la almohada.

- Hermanita, te voy a convertir en una maricona de narices. Después de hoy, un polvo no será un polvo si no lo acompañas de una buena enculada. Y si no, al tiempo…

Empezó tocándome toda la región anal con los dedos embadurnados de mejunje del tarro. Cuando creyó que podía introducírmelos, empezó con uno y luego forzó el segundo con delicadeza. No tardó mucho en voltearse y atacarme el ojete con la lengua. ¡Jo!, eso me gustaba un montón. Al besarme, descubrí que el ungüento tenía gusto a mandarina y al ver mi cara de sorpresa, María se rió de mí. Volvió a los dedos, intercalándolos con la lengua y poco después, yo ya ronroneaba de placer.

- Estás a punto, cariño. Ahora viene lo bueno. Relájate y disfruta.

Tomó el dildo, lo recubrió con una capa adicional de lubricante y jugó con la puntita sobre el fruncido del ano. Poco a poco iba distendiendo los esfínteres, metiendo algunos centímetros de silicona para sacarlos de nuevo y volver a la carga. Unos minutos más tarde, me llenaban el recto las dos terceras partes del vibrador.

- Tienes un culito muy tragón, pequeña. Vas a conseguir que los tíos disfruten mucho con él. Ahora activaré la vibración y tú te tocarás las tetas. Yo te comeré por delante. Quiero que al correrte, notes como el placer te llega por el culo, avanza hacia el coño y consigue que el clítoris te retumbe como el parche de un tambor. ¿Entiendes?. Mira a nuestras hermanas.

En la cama de al lado, Rocío le estaba rellenando el recto a Carmen con un trabuco de plástico de dimensiones colosales. ¡Eso no puede caber en culo alguno!, pensé. Pero la realidad es que Carmen tenía un palmo dentro y lo gozaba como una vaca. Rocío lo metía y sacaba despacio, distendiendo un poco más el ano a cada acometida. Yo estaba abducida, sin poder apartar la mirada del punto en el que el dildo forzaba los esfínteres de mi hermana. Entonces la oí gritar:

- ¡Ahora, ahora!. ¡Dame duro, puta!.

Y la dulce Rocío, sonrió y le imprimió un ritmo desaforado al mete-saca. A la otra, le vinieron espasmos, sudaba, chillaba, se estrujaba los pezones con saña…

Al ver cómo ese orgasmo descomunal envolvía todo su ser, mi culo empezó a cerrarse y abrirse sobre el émbolo de silicona, mi cerebro se saturó repitiendo las palabras de María una y otra vez: “llega por el culo, avanza hacia el coño y el clítoris te retumba como un tambor”, “llega por el culo, avanza hacia el coño y el clítoris te retumba como un tambor”, “llega por el culo, avanza hacia el coño y el clítoris te retumba como un tambor”,… y me corrí. Me corrí como nunca creí posible hacerlo. Todos mis órganos sexuales participaron de ese maravilloso orgasmo. Fue lo más.

Después de esa experiencia, quedé derrengada sobre la cama, vencida por el placer. María me cubrió con la sábana y se unió a nuestras dos hermanas en el otro lecho. Entre ella y Rocío trataron de calmar la irritación que la segunda había provocado a Carmen con sus excesos. Le lamían el culito amorosamente y ella ronroneaba de gusto. Muy grave no debería ser…

Por la noche decidieron que nos iríamos las cuatro a una discoteca de moda. Me maquillaron un poco, me vistieron de veinteañera calientapollas y cuando decidieron que podía pasar por una tía de su edad sin problemas, me dieron instrucciones:

- Adela, vamos a divertirnos: bailaremos, nos arrimaremos e intentaremos pegarnos el lote sin dar la nota, pero… no vamos a ligar y mucho menos a follar. ¡Ah! y tú sólo una copa. Son reglas de mami, pigmea.

- Yo no bebo, capullas y tampoco quiero que me desvirgue un pringado que no sepa ni acariciar un coño. Pero… volver calentita a casa, puede estar bien…

- Eres la pequeña y la más golfa de las cuatro. Cuando lleguemos, de cabeza a la cama.

- ¡Eso, eso!... ¿Y mañana?.

- ¡Calla, guarra!. Mañana tendremos mucho trabajo. Hay que hacer planes para lo que se nos viene encima. Para ti, para nosotras, para Alex, para mamá… y algo tendremos que hacer con Carlos y papá. En esta familia, o todos moros o todos cristianos.

- ¿No sería mejor esperar a mamá y Alex?.

- Nos hemos comprometido con ella a que cuando lleguen, tendríamos las ideas perfiladas. ¿Qué no los conoces?, si hemos de confiar en ellos, acabaremos encontrándonos todos juntos en el baño, y follar sobre el bidet es muy incómodo, te lo digo por experiencia. ¿A que sí, Carmen?.

- ¡Calla idiota!. No me vuelvas a recordar aquella noche. ¡Qué asco, joder!, y encima, pichafloja…

Me habían escogido un vestido de mamá. Ella y yo tenemos una talla parecida de pecho y cadera. Soy un poquito más delgada, pero como era fruncido y tenía cinturón, no importaba. El largo era lo único delicado. Mamá baja no es, mide metro sesenta y seis, pero yo soy once centímetros más alta. Si de por sí ya era cortito, a mí no llegaba a cubrirme ni medio muslo: vamos, que para zorrear, me quedaba de puta madre.

A mi edad, no me dejaban entrar a las discos guays, así que si un día mis hermanas me ayudaban a colarme, quería aprovechar la noche a tope. ¡Qué coño!, sería la pequeña pero les iba a enseñar quien era la reina de la fiesta. Empecé por sustituir mis zapatos de plataforma por unos stilettos rojos que se compró mamá para la boda de su jefa y me repinté los morros a juego. Miré el espejo y lo que vi, me impresionó. Sonreí y me dije: si quieres ser mala, selo de verdad. Sin apartar la vista del espejo, me subí el vestido y me quité las braguitas. Ahora sí, pensé.

Si rememorar el estreno de las trillizas me hizo perder el poco pudor que me quedaba y aceptar el sexo incestuoso como un paso lógico, como algo natural, el desmadre de esa noche discotequera precipitó mi completa desinhibición y si me quedaba algún tabú, se fue por el desagüe del retrete de ese tugurio. Sólo así pude aceptar que yo era como era y que el sexo iba a marcar mi vida de cabo a rabo. La de nuestra familia, también. Ya lo dijo María anoche: ¡Somos Pinzones!.

No hace falta que os cuente los detalles de esa noche loca, basta con una pincelada. El resto podéis imaginároslo. Fui la atracción principal de la pista de baile. Sin groserías, me dejé hacer de todo. Cuando corrió la voz de que iba a lo comando, se arremolinó a mi alrededor lo más granado de la sala y quien quiso, magreó teta, culo y coño. Las más lanzadas, las chicas, como ha de ser. Parapetada por tanto admirador, me dieron dedo y pajeé a más de uno en medio de la pista. Si los de seguridad vieron algo, prefirieron disfrutar del espectáculo y mirar a otro lado.

Entrada la noche, me metí en uno de los cubículos del aseo de tías y le comí el bollo a una pelirroja preciosa y a una tía mayor que mamá. Se la chupé a unos cuantos y me dieron lengua y dedo gente de la que nunca supe la edad ni el sexo. Al final, escandalizadas, Carmen y María vinieron a buscarme. Sólo les pedí que dejasen acabar al chico que me lo estaba comiendo. ¡Lo hacía de puta madre!...

El domingo nos levantamos a media mañana, debían ser las once u once y media. Yo estaba cansada y con agujetas en los inguinales. ¡Porqué sería!. Las trillizas, aparte de molidas, iban resacosas. Son de las que piensan que el alcohol ayuda a desinhibirse y socializar con los de la tribu. A mí me bastan los latigazos de deseo que me salen del coño.

Tras ducharnos y asearnos un poco, nos quedaron un par de horas antes de que llegase el resto de la familia y tuviésemos que irnos a comer al restaurante que había reservado papá. Las aprovechamos. ¡Vaya si las aprovechamos!. No seáis malpensados, de sexo, estábamos ahítas.

Apoltronadas en la habitación de las trillizas, nos conjuramos para contarnos nuestros deseos más ocultos sin obviar ninguno, por escabroso que fuese. En primera ronda, descubrí que a María le ponía un montón que la tomasen nuestros hermanos, uno por delante y otro por detrás, mientras miraba como las otras dos trillizas se lo montaban conmigo y mamá. Rocío soñaba con irse a pasar el día a una playa nudista con papá, ellos dos solos y follárselo allí, sobre la arena. El riesgo de ser vistos por otros bañistas, le ponía aún más. Carmen no se quedó corta: lo que más le molaba era un trío con papá y mamá. Las tres se habían confesado y fueron a por mí:

- ¿Y tú qué, pequeña?.

- Yo lo tengo muy claro desde hace tiempo y después de lo que hemos hecho este fin de semana y lo que me habéis contado, os aseguro que voy a ponerlo en práctica.

- A ver, ¿en qué piensa ese cerebro vicioso, hermanita?. Seguro que eres más putilla que nosotras…

- Eso es imposible, guapas. Lo que quiero es que mi primera vez sea con Alex y después voy a ser yo la que desvirgue a Carlos. He dicho.

Las cuatro nos reímos un montón al constatar que todas deseábamos que nuestras experiencias más escabrosas quedasen en el ámbito familiar. Rocío lo resumió en pocas palabras:

- Joder tías, aceptémoslo: para las Pinzón el incesto y el follar van de la mano.

- Pues sí. Es que somos unas libertinas sin remedio, porque mira que…

- Pero nos lo pasamos de puta madre, ¿o no?...

- ¡Pues claro!. ¡Qué viva el mambo, joder!...

- Vale, vale, pero recapitulemos: Vosotras tres y yo, estamos dispuestas a todo. Por lo que decís, mamá también…

- Esa, más que todas nosotras. Aún no conoces su lado oscuro…

- Cuenta también con Alex. Ese está por la labor. Nunca he visto un tío tan salido como nuestro hermano, ni  tan bueno follando…

- Con vosotras tal vez, pero estoy convencida que hacérselo conmigo le da corte. Será porque soy la pequeña o porque al haberme visto crecer día a día, le cuesta verme como mujer. Una mujer cañón, por cierto… ¿o no opináis lo mismo?.

- No seas presuntuosa, piojilla. Sabes que eres la más guapa de las cuatro, pero no hace falta que nos restriegues por los morros el cacho pibón en que te has convertido. Déjanoslo a nosotras Adela. Creo que sabemos cómo convencerlo… ¿A que sí, hermanas?.

- ¡Uuu, uuu, uuu!. Dalo por hecho.

- Vale, os creo. Con Carlos ya me las apañaré. Cada vez que me ve desnuda, y procuro que eso suceda a menudo, se le pone la polla tan dura como rojos los mofletes. Ya sabéis lo tímido que es, pero es tan mono…

- La polla, la polla… Querrás decir el pollón, porque ese es el que mejor calza de casa…

- La verdad es que sí. Tendríais que ver cómo le crece cuando al final de un buen pajote está a punto de soltar la leche. Al cabrón se le pone un capullo bestial. ¡Todo su rabo es precioso!, largo, lustroso, con la piel tersa como si fuese a reventar por la presión de tanta sangre como necesita para mantenerlo hinchado...

- Vigila, a ver si hablando del rabo de Carlitos, te nos pones contentilla…

- Mirad lo que os digo: aunque no me estuviese refregando la patata, viendo cómo le da a la zambomba sin dejar de mirarme con esa carita de cordero degollado, creo que me correría igual.

- Ya será menos, mira Adela que te vamos conociendo…

- Tócame el chocho guarra y verás cómo se me ha puesto sólo de pensar en él.

- Y en su pollón…

- ¡Eso!.

- Venga chicas, avancemos. Queda claro que Adela se ocupa de Carlitos. Tanto de camelárselo para su provecho, cómo de convencerlo para empalar a María junto a su querido hermano mayor. ¿Por cierto tía, el polludo lo querrás por delante o por detrás?.

- No lo he visto empalmado, pero si la tiene tan gorda como dice Adela, será mejor que Alex me encule y el pequeñín me la endiñe por el coño. Alex ya me ha visitado por detrás y domina el tema. Sabéis que el chocho lo tengo más trabajado y eso siempre ayuda.

- Como quieras, María, pero no tienes por qué preocuparte, cuando te lo deje, estará bien enseñado. Te aseguro que va a saber cómo bailar el mambo con una tía, por delante y por detrás…

Tendríais que haber visto sus caras. Las trillizas me sacaban dos años largos, pero creo que a pesar de ser la pequeña, empezaban a aceptar mi liderazgo en eso de organizar el mambo o más propiamente, el folleteo familiar. Con permiso de mamá, por supuesto.

Ya teníamos claro cómo llevar a nuestros hermanos al redil. Pero faltaba el Pinzón mayor, o sea papá y ese era caza mayor. Nuestro padre es un sátiro de la leche. Todos sabemos que no se olvida de mamá ni un solo día. Sus gemidos resonando por el piso tan a menudo, lo corroboran. Además a mamá habitualmente se la ve con cara de mujer satisfecha y una mujer satisfecha, casi siempre es una mujer feliz, así que debe ser muy bueno follando. Cuando está de viaje, muy a su pesar, lo suple llamándola por la mañana para cascarse una paja telefónica y a veces, repite por la noche. Nuestro padre es así y mamá, peor, pero eso ya lo sabéis.

Le importa un rábano si mamá está menstruando o tiene diarrea, él no se duerme sin soltar su carga en el coño de su mujer o si la cosa está muy mal, entre sus labios. Además sabemos que cuando va a cagar, siempre aprovecha para masturbarse y alguna que otra vez, bien sea en la ducha o en el retrete del curro, aún cae otra gayola. Dice que es un tío a la vieja usanza y el muy cerdo, pasa de asear lo que ensucia. Por eso cuando una de nosotras entra después suyo al baño, le toca limpiar los lefarazos que adornan el perímetro de la taza o las paredes de la ducha, así que el resto de los ocupantes del hogar, podemos dar fe de su exuberancia sexual.

A pesar de ser un tío interesante y un salido del copón, nuestro padre siempre le ha sido fiel a mamá. Las trillizas lo saben con certeza y yo os lo puedo corroborar. Más de una madre o la hermana mayor de alguna de sus amigas, incluso la profe de Literatura Castellana de primero, le ofrecieron en uno u otro momento abrirse de piernas para él. Papá las envió a parir a una detrás de otra y se lo contó inmediatamente a mamá. En mi caso, oí como Edurne, la directora de la escuela de danza a la que iba hace años, se le insinuaba de la forma más descarada. Vamos, que le ofreció pegarse un revolcón mientras yo hacía la clase. La respuesta de papá, aun a mis doce años, me conmovió: primero le dijo que era una mujer muy interesante y que estaba para mojar pan, lo cual era cierto. Después le dio las gracias por su ofrecimiento y acabó diciéndole que lamentablemente, no podía aceptar, porque quería mucho a Lucía, su mujer y que además de estar aún más buena que ella, follaba como nadie. La mañana siguiente pedí a mamá que me diese de baja de danza. Ella no me dijo nada. Me dio un beso y sonriendo, me preguntó si prefería ir a judo o taekwondo.

Convencer a papá no iba a ser una tarea fácil, pero todas sabemos que a los tíos, por más que quieran ser fieles, los huevos les pesan demasiado y delante de una mujer que sepa cómo llevarlos, si encima es joven y guapa, acaban pensando con la polla. Sergio, nuestro padre, se cree un hombre íntegro, pero con la estrategia adecuada y la ayuda de mamá, estaba segura de que las cuatro acabaríamos compartiendo sábanas con él, ya fuese solas o mejor aún… acompañadas. Así que nos pusimos manos a la obra.

- ¿Cómo lo veis, hermanas?.

- Jodido, jodido. Papá va muy bien servido. Mamá no le niega nada…

- Ya, pero nosotras estamos buenas que nos salimos y somos mucho más jóvenes, sobre todo tú, bruja.

- Pero… mamá se conserva de puta madre. Seguro que folla mucho mejor que vosotras y yo…, yo todavía ni me he estrenado. Pensad en lo que me habéis contado. Si con las tías se lo monta así, no quiero ni pensar con los hombres. Debe ser una pasada, además, en la cama es un auténtico putón, no le dice “no” a nada…

- Ya…

- Y no tiene prejuicios ni sabe lo que son los tabús. ¡Si se os ha follado a vosotras, joder!. ¡Y qué decir de Alex: su propio hijo!. Y, y,…

- ¡Y qué!. ¿Eso qué coño tiene que ver con que papá acabe enrollándose con nosotras?. Ella nos ayudará, Adela. Lo hemos hablado…

- ¿Habéis dicho a mamá que os ayude a follaros a su marido, nuestro padre?.

- ¡Claro!. Ella también lo quiere…

- ¿Así que ya le ha contado que se acuesta con vosotras y con Alex?...

- ¡Nooo, eso no!. Si papá se enterase, montaría un pifostio. Ya sabes cómo es…

- Pero… mamá está como un cencerro. No solo engaña a papá, sino que lo hace con su hijo y… ¡sus hijas!. Es una casa de locos. ¡Menuda familia!. Cuando papá lo sepa, esto nos va a explotar en todos los morros…

- He de reconocer que es una situación un tanto explosiva, pero mamá dice que si podemos conseguir que papá se nos una, la cosa acabará bien. Mejor que bien, según ella.

- ¿Le va a contar mamá que una noche, cuando ella vaya a trincarse a su hijo mayor, una de nosotras la sustituirá en su cama?. ¿O vas a ser tú?...

- Mamá tiene otras ideas…

- Os escucho…

- Sabes que papá no sabe vivir sin follarse a su mujercita a diario. Por lo que nos ha contado, desde que se conocieron, si no es por viajes, enfermedad o los partos, nunca han pasado más de dos días sin que se la meta.

- ¡Joder con nuestros padres!...

- Te quedas corta. Cuando no se la ha podido follar, si ella puede, le hace una de sus mamadas o papá la ayuda con una cubana de esas tan cojonudas y le da biberón…

- Vaya, así que no paran ni cuando le baja la regla…

- ¡Eso nunca!, a papá le importa un huevo. Si la saca roja, se limpia y a continuar. Hermanita, ya descubrirás que esos días son los que vamos más calientes, al menos a mamá y a nosotras nos pasa…

- No, si a mí también. Cuando me viene, siempre me mato a pajas… Pero oye, a lo que íbamos…

- Sí, sí… Mamá piensa que si no puede follar, acabará subiéndose por las paredes. Cuando esté que se coma los puños, mamá le contará una puntita de lo que hacemos entre nosotras, sólo la puntita. Entonces les dejaremos esparcirse, tú ya me entiendes, y vuelta a empezar. Así una y otra vez. Le irá diciendo cada vez un poquito más, hasta que el pobre hombre esté medio desquiciado. Ella opina que llegará un momento en que aceptará lo que pasa, siempre que todo quede en casa y…

- ¿Vosotras creéis?...

- No sé… Mamá le conoce mejor y opina que sin sexo claudicará pronto, además sabe que le ponemos un montón, pero como somos sus hijitas del alma…

- Ya, así que ella piensa que cuando papá se dé cuenta que somos unas putillas del copón y que no nos importaría montárnoslo con él, aceptará sin más…

- Sí. Siempre que esté muy necesitado y todo quede en casa.

- ¡Joder, qué familia!.

- Los Pinzones, hermanita, los Pinzones. Se ve que en tiempo de los abuelitos algo hubo también y papá está al corriente, aunque nunca se lo haya contado a nadie…

- ¿Y cómo lo ha sabido mamá?...

- La abuelita, Adela, la abuelita. En las cosas del sexo, las mujeres siempre nos ayudamos.

- Pues si ha de ser, por mí, sea. No os voy a engañar, tirarme a papi, me pone un montón…

- ¡Toma, y a nosotras!.

Al final, trazamos nuestro plan y esbozamos la táctica que nos pareció más acertada. Decidimos que lo mejor sería actuar como auténticas moscas cojoneras, molestando a nuestros padres en el momento en que viésemos que podían darse al fornicio, impidiendo a toda costa que se enganchasen. Para mamá no sería un problema, para eso estábamos nosotras y… Alex. En cambio, para papá sería un calvario, porque tampoco aceptaría follar con su mujer si sus hijos revoloteaban por ahí, al menos por el momento… Mamá ya se las apañaría para dosificar sus encuentros y la información sobre nuestros escarceos.

También decidimos que sería bueno que en paralelo, nosotras fuésemos caldeando el ambiente. Vamos, desde exhibirnos más que nunca, hasta flirtear descaradamente con papá, yendo de menos a más. Hicimos una lista de posibles situaciones “picantes” y nos distribuimos los roles y los momentos en que debíamos actuar en función de nuestras agendas escolares y de la de papá.

Finalmente, optamos por ponerlo todo en un papel, para que mamá pudiese dar su opinión y corregir o completar lo que creyese conveniente. La segunda entrega de la serie “Los Pinzón y el sexo: una loca historia incestuosa”, había comenzado e incluía el acoso y derribo de papá.

A la hora prevista llegaron nuestros padres y hermanos. Lo primero en que me fijé es que Alex me miraba de otra manera. ¡Sabía que quería que él me desvirgase!. Mamá nos sonreía con un brillo en la mirada que sólo pude atribuir al deseo.

- ¡Hola mis niñas!. ¿Os lo habéis pasado bien solitas este fin de semana?.

- Más que bien, mamá.

- ¡Pero qué guapas os habéis puesto!. Dejadme que os dé un beso…

A las mellizas las besó en los carrillos, cerquita de los labios, ella siempre lo hacía así. A mí, me miró de cerca, penetrándome con una mirada viciosa, muy parecida a la de Alex, y me dio un pico por todo el morro. El mayor fue el único que se percató del gesto y sonrió.

Las cuatro dispensamos a papá un recibimiento, digamos, más caluroso del habitual. Unas le restregamos las tetas por el pecho, otras le besamos prácticamente en los morros y Rocío, la que lo quería un día para ella sola, se le pegó como una lapa y le encastó la panocha hasta notar crecer su erección. El pobre hombre la besó desconcertado, hasta el punto de no darse cuenta de que su hija, en el último momento, giró la cabeza para conseguir que le estampase los labios sobre los suyos.

- ¡Uuuyyy!, perdona cariño, no me he fijado y…

- No pasa nada, papá. Además me ha gustado mucho…

- ¡Rocío, por favor!.

- Sergio, como eres. A ver si un padre no va a poder dar un besote a sus hijas… Mira…

Y morreó a Rocío delante suyo, desconcertándole un poco más.

- Venga chicas, dejaos de monsergas y vámonos al Piacceto’s. Las mejores pizzas de la cuidad no esperan. Por cierto, Lucía, ¿no te parece que las niñas van un poco ligeras para ir a la pizzería?.

- Hace calor, cariño. Déjalas, son jóvenes. Además, Carlos y Alex también van en pantalón corto.

- Ya, pero los hay cortos y cortos…

El comentario venía a cuento. Las trillizas habían embutido sus culos en unos mini, perdón, micro shorts tejanos de esos que en el otro lado del charco llaman “cacheteros”. Es un nombre muy acertado: donde acababa la tela, continuaba la mitad de sus espectaculares nalgas… Pero eso no era suficiente para ellas y el diseño de las prendas también incluía deshilachones hechos a propósito para descubrir lo que debían cubrir.

Yo iba de niña buena, al menos de cintura para abajo. Para compensar, el top con que me cubría las tetas las tapaba justito, justito: un generoso escote recto dejaba ver a quien quisiese mirar, el cañón del Colorado entre ellas. Y para rematar, los pezonacos bien marcados, como a mí me gusta. Era obvio dónde se dirigirían las miradas paternas y allí lo hicieron. ¡Qué previsibles son los hombres!...

- Me estoy haciendo mayor, eh papá…

- Mmmmmm, sí, la verdad es que sí.

- ¿Has visto que tetas se me han puesto?. ¿A que las tengo bonitas?. Luego te las enseño mejor, sin tanta ropa…

- ¡Pero niña!, ¿de qué vas?... Además, con eso tan fino y escotado que te has puesto, se te ve todo…

- Es que me hace mucha ilusión enseñar que ya soy toda una mujer. ¿A ti te parece bien, mamá?.

- Pues claro, mi niña. La juventud está para disfrutarla y un cuerpo tan bonito como el tuyo, hay que lucirlo.

- ¡Estáis locas!. ¡Las dos!. Venga, entremos y sentémonos a comer antes de que a alguien se le ocurra meteros mano.

- ¿A ti, papá?...

- ¡Calla, niña, por Dios!.

Yo me senté entre las trillizas y Carlos. Al pobre se le escapaba la mirada sin poder controlar la situación. Me veía desnuda casi todas las noches, incluso tocándome, pero al parecer, una tía desinhibida enseñando en público un poco más que el resto, tiene un morbo especial. Y si no que se lo digan a los otros de hombres de la familia. Bueno, y a los demás tíos de la sala y… a algunas mujeres, también.

Ya que iba a estrenarlo, pensé que era bueno tantear el terreno. Alargué la mano, le acaricié el muslo y continué hasta dejarla sobre el paquete. Cuando quiso reaccionar, se dio cuenta que su rabo lo había hecho antes. ¡Qué mono!. Mamá y Carmen se percataron enseguida de lo que pasaba bajo el mantel. Nuestra hermana sonrió y le guiñó un ojo. Mamá no se conformó con eso: puso su mano sobre la mía y apretó. Debía querer que su pollón notase el peso de la mano fraterna. Al mismo tiempo, le acercó sus labios al oído y le susurró algo. Yo no lo oí, pero debió ser interesante porque las mejillas le pasaron del rosado, al rojo pimiento.

Si duda, fue una de las comidas familiares más entretenidas que recuerdo. La vuelta a casa, también. Soy una tía práctica, de las que les gusta ir al grano. Pienso que cuando tomo una decisión, lo mejor es materializarla cuanto antes y eso hice con Alex. Caminaba a su lado, acortando el paso hasta separarnos del resto de la familia. En cuanto tuve claro que no podían oírnos, ataqué:

- ¿Folla bien mamá, hermanito?.

- ¡Ja, ja, ja!. ¡De puta madre, pequeña!. En la cama es un diez. ¿Tú aún no lo has descubierto?.

- No, no sabía lo que se cocía en esta casa hasta este fin de semana. Pensaba que los más guarros éramos nosotros. ¿Y tú qué?. Las trillizas me han contado que te apañas bastante bien...

- Ninguna de las que me he tirado se ha quejado… Además, tú tienes información de primera mano y si quieres saber más cosas, habla con mamá. Ella y yo lo hemos hecho todo. Bueno… casi todo.

- Eres un engreído chaval. Me parece a mí que en las cosas del sexo, siempre queda algo por descubrir…

- Como en todo, chati… pero te aseguro que con mamá se aprenden cosas que uno ni se imagina…

- Eso está bien. Pero oye, lo que quiero saber es si has desvirgado a alguna tía…

- ¿Por?...

- Es que… ya es hora de estrenarme con una polla de carne, Alex. Quiero que sea con un tío experimentado, entiendes y si es de casa, mejor. Así hay más confianza…

- ¿Y no te da repelús que sea tu hermano?.

- Para nada. Lo que me da es un morbo del copón. ¿Y a ti?.

- Morbo un montón. Además con lo jarto buena que estás, capulla… Al principio, con las trillizas me costó un poco, por lo del incesto y todo eso, sabes. Pero en cuanto nos metimos en faena la primera vez, se me pasó. ¡Cómo follan las cabronas, eh!. Y entre ellas, ¡uuufff!...

- Estás trempando, cerdo. Oye y con mamá, como fue la cosa.

- Fácil, muy fácil. Hace tres o cuatro meses entró en la habitación de las gemelas cuando todos debíamos estar durmiendo. Me encontró follándome a María. Bueno, mejor a María follándome a mí. Estaba estirado en su cama con la polla tiesa y ella me cabalgaba como una loca. A veces incluso me hace daño. Le pone tanto ímpetu que si se le sale el cipote, la tía se deja caer igual y si no acierta…

- Ya me pondrás al corriente de los detalles otro día, capullo. ¿Cómo empezaste con mamá?...

- Ella es la más libertina de la casa, si te contara…

- Ya me lo contarás, pero ahora ve al grano, que no tenemos toda la tarde. ¡Ah!, por cierto, la más guarra de esta familia, voy a ser yo, que te quede claro.

Me miró con cara de alucine, hizo un gesto con la cabeza y me dijo lo que quería saber: Mamá, no sólo no les riñó, sino que le explicó cómo sacar mayor provecho del coito: que si ayudando a nuestra hermana con golpes de cadera acompasados, que si palpándole el ojete con delicadeza,… Como buena madre, quería que sus hijos lo gozasen al máximo.

Cuando vio que la cosa estaba encarrilada, se desnudó y acompañó a las otras dos en sus quehaceres lésbicos. Se ve que a Alex le gustó verlas tortillear, porque sin comerlo ni beberlo, se corrió como un primerizo y tuvo que trastear el coñito de María a base de dedo y lengua para darle su premio: un orgasmo más largo que un día sin pan. Las tres bolleras siguieron a lo suyo y cuando se dieron por satisfechas, mamá se levantó y mientras se rascaba el parrús, lo invitó a enterrar el último tabú:

“Cariño, a tus hermanas ya les has dado mucha verga últimamente. Mañana que no está papá, te vienes a mi cama cuando Adela y Carlitos se hayan dormido. Y no te masturbes, quiero toda tu leche para mí. Deja que se pajeen ellos solos por una noche, hijo.”

Me acuerdo perfectamente de ese día. Eva, una compañera de clase, había tonteado conmigo en las duchas del vestuario. No habíamos llegado a nada, pero entré en casa más caliente que el pico de una plancha. Esperaba el momento de irnos a dormir para desahogarme junto a mis hermanos y me llevé una gran decepción cuando Alex se giró en la cama y se durmió sin tan siquiera enseñarnos la polla palote. Mientras Carlos y yo nos cascábamos un buen pajote, supuse que el mayor no debía dar más de sí, reventado de tanto follar por la tarde con Geno, su novia, o tal vez con alguna de las follamigas de la uni. La fidelidad no es precisamente su punto fuerte.

Esa noche el dedo compartido me supo a poco, así que cuando Carlos apagó la luz, me hice la dormida y en cuanto le oí resollar, abrí el cajón del medio de mi book y apartando bragas y calcetines, busqué el vibrador que había tomado “prestado” de las trillizas por la mañana. Me lo metí en la boca para ensalivarlo. ¡Joder con mis hermanas, aún sabía a coño!. Me reí de mí misma por aceptar que eso todavía me ponía más. ¡Si ellas eran unas guarras, yo debía serlo mucho más!.

Al ir a encender el juguete, oí como Alex se levantaba y salía de la habitación de puntillas. Qué raro, si iba a mear, ¿por qué tenía que disimular?. Decidí esperar. Pasado el tiempo razonable para una meada o incluso algo más serio, decidí pasar de él. Estaba muy cachonda y lo puse en marcha. En medio del silencio se oyó un “bbbzzzzzz, bbbzzzzzz,…” compitiendo con los ronquidos del pequeño. Me apliqué el dildo sobre la vulva, jugué metiéndome la puntita, un poco más, más, hasta el fondo… Cuando noté que estaba cerca, lo puse a tope y me lo encasté en el clítoris. ¡Mmmmmm, qué bueno!. Me corrí, pero no tuve suficiente y continué trasteando hasta que me vine de nuevo. ¡Joder!, con las emociones del día, fue un orgasmo bueno, bueno. Satisfecha y vencida por el sueño, me olvidé de nuestro hermano y me dormí. ¡Ay lo que me perdí: el primer polvo de mamá con su hijito del alma!. ¡Cómo me hubiese gustado espiarles!.

- Así que esa noche te tiraste a mamá. Por lo que cuentas, debió ser un buen polvo…

- ¡De puta madre, hermanita!...

- Eso no lo dudo, ¡ja, ja, ja!.

- ¡Un poco de respeto, pigmea!.

- Ya, y eso lo dice el que le da lo mismo tirarse a todas las tías de la familia, que un polvo robado con la facilona de la facu...

- ¡Venga ya, Adela!.

- Dejémoslo. A lo que iba, hermano: quiero que seas el primero. Sé que me quieres un montón y me tratarás como a una reina. Además todas dicen que follas como los ángeles y eso es lo que necesito para estrenarme. Conmigo tal vez aprendas menos que con mamá, pero te lo vas a pasar mejor. Palabrita de niña Adelita…

- A veces me das miedo Adela. La más pequeña y…

- ¿La más puta?...

- ¡Yo no he dicho eso!...

- Pero lo piensas. Pues que sepas que me da igual, o no, de hecho, dicho con amor como haces tú, hasta me gusta…

- ¡Estás como un puto cencerro, tía!.

- Lo que estoy es muy cachonda, hermanito. Si te parece, quedamos el sábado después de comer. Eva, la que estudia a veces conmigo, esa que siempre va con una coleta, castaña y tiene ojos verdes, la de las tetas gordas…

- ¡Ah, sí, ahora caigo!...

- Ya, ahora caes, ahora caes… ¡Es que no podéis fijaros en otra cosa, joder!. Eva nos deja su casa. Vive con su madre y se ve que la mujer irá a visitar al maromo todo el fin de semana, así que nos cede el piso de arriba para nosotros solos: cama grande, baño con jacuzzi, terracita discreta para tomar el sol de tarde… ¡Qué más podemos pedir!.

- Veo que lo tienes todo planificado. Por pedir… sólo faltaría que tu amiga subiese un rato y se uniese a nuestros jueguecitos…

- ¿Es qué no te basta con desvirgar a tú hermana?. Además Eva es lesbiana y de la línea dura. No quiere ver una polla ni en foto...

- Entonces, ¿cómo la has convencido de que te deje la casa para enrollarte con un tío?.

- Pagando peaje, guapetón. Es una larga historia…

- Cuenta, cuenta…

- Luego decís de las chicas, pero mira que los tíos disfrutáis cotilleando... A ver, Eva está pirrada por mí. Hasta ahora, hemos tonteado un poco, manos largas, besotes, algún muerdo pezonero,… pero ella quiere más. A mí no me importaría acostarme con ella, pero lo que no quiero es que se enchoche conmigo. Luego vienen los celos y los malos rollos y yo de eso, paso. Si lo quieres saber, nos la ha dejado porque le he prometido pasar juntas un fin de semana salvaje. Y la verdad, me apetece enrollarme con ella.

- Tú, como yo: sexo del bueno, a disfrutar y aquí paz y después gloria…

- ¿Eso es lo que le cuentas a Geno?. Eres un cabrón.

- No metas a mi novia en esto. Ella está a gusto en su mundo de porcelana.

- Ya… Mejor lo dejamos antes de que me cabree. Aún no has cumplido los veinte y ya hablas como un viejo verde machista. Si un tío se folla a todas las del barrio, es un campeón. Si a una tía le va la marcha, es una puta. ¡Cambia el rollo, tío!. Si no fueses mi hermano, te metería una patada en los huevos y como no cambies, a lo mejor lo hago.

- No es lo que parece, Adela. Yo…

- Déjalo. Ya hablaremos de tus ramalazos de machito ibérico otro día. Ahora vamos a centrarnos en lo nuestro. ¿Puedes garantizarme que estás sano?.

- ¡Joder, Adela, pues claro!. Siempre follo con condón…

- No es lo que me han dicho nuestras hermanas y seguro que con mamá…

- ¡No te jode!. Las trillizas toman la píldora y mamá se hizo una ligadura ya hace años. ¿Por qué coño tendría que ponerme caperuza para follar con ellas?. Además todas quieren hacerlo a pelo y en familia hay confianza, digo yo.

- Tú sabrás. ¿Y con Geno?.

- Siempre con goma. Se cuida, pero aun así, no quiero sorpresas desagradables.

- Perfecto, veo que lo tienes controlado. Es que me gustaría sentir el roce de tu rabo sin intermediarios, sabes. Notar como se te desparrama la leche en mi interior y me quema las entrañas, experimentar el…

- ¡Pero qué poética está la pequeña!. Supongo que tomas precauciones.

- Pues claro, tontorrón, desde hace casi un año. Mamá me llevó al gine y le convenció que sería lo mejor para regularizar el periodo.

- Oye, tía, si a ti siempre te viene como un reloj. Sé que llegamos al veinticinco del mes porque te pones bragas con alas antes de meterte en la cama. Compartiendo habitación, no hay secretos…

- ¡Eres un lerdo!. Las dos sabíamos que más pronto que tarde empezaría a tener relaciones y como mamá no quiere que me pase lo mismo que a ella, ya lo teníamos hablado. Otra cosa es que nuestro ginecólogo es el tío Eduardo y prefiere ahorrarse el preguntarme cosas cuya respuesta no quiere saber, no sea que se imagine lo que deben hacer sus hijas…

Antes de que llegásemos a casa, mientras Rocío camelaba a papá, Carmen y María ya habían puesto al corriente de nuestros planes a mami. Por lo que me contaron, quedó encantada y según ella, con papá la cosa podía tener éxito. Lo mío con Alex y Carlos, lo dio por hecho.

El plan de acoso y derribo a las defensas paternas empezó esa misma noche. Después de cenar, Carmen le pidió a papá que le ayudase con unos problemas de cálculo infinitesimal y el pobre no pudo irse a la cama junto a su mujer. Al acabar, se fue a duchar. Rocío entró a mear y cuando quiso darse cuenta, se la encontró enjabonándose en la ducha mientras hablaba con él del partido de tenis que tenía la tarde siguiente. Ella hacía sus cosas sin darle importancia alguna al compartir la ducha con su padre. Él no supo reaccionar a tiempo y lo pasó mucho peor tratando de que su ciruelo no se encabritase viendo a su hijita dando lustre a su piel desnuda. Rocío se enjuagó y salió a secarse tan feliz, no sin antes regalarle una caricia divertida al pene paterno y desearle buenas noches con un piquito y un consejo: “dale caña a mami que con esto así, nadie puede descansar a gusto”

En cuanto Rocío salió del baño, papá se secó tan rápido como supo y se fue hacia la cama conyugal. Mami le esperaba acariciándose despreocupadamente la pepita y en cuanto entró, se incorporó, le tomó el cipote y lo engulló con ansia. Justo entonces entré yo con la cara descompuesta. El pobre, sacó la tranca de la acogedora boca del amor de su vida y se cubrió lo mejor que pudo. Mamá se relamió los labios y siguió enseñándonos la almeja con su eterna sonrisa socarrona.

- ¿Qué tienes, pequeña?.

- Me duele mucho la tripa, mamá…

- ¿Algo te ha hecho daño o es cosa de la regla?.

No os lo he dicho, pero para escarnio de mi padre, entré a la habitación tan desnuda como suelo dormir. ¡Pobre hombre, no sabía dónde mirar!. Y eso no fue todo, porque aún me pasé bastante más: para dejárselo claro a mamá, me abrí los labios con una mano, introduje un par de dedos de la otra en mi coñito y los saqué húmedos, pero limpios.

- Ves mami, no estoy menstruando. Son las tripas. ¡Me duele mucho, mami!.

- No pasa nada, Adelita. Mami va a curarte…

Nos fuimos juntas a la cocina y al entrar nos pegamos unas risas, nos olvidamos del botiquín y nos tomamos unos zumos a la salud de papá. Le pedí a mi madre si esa noche podía enviar a papá a dormir en mi cama y nosotras dos ocupar la cama de matrimonio. Se rió como una niña traviesa y zanjó el tema con un: “pues claro, preciosa”.

Ante la presión conjunta de madre e hija plantadas en bolas delante de la cama, no hay padre que no sucumba. Con la cara gacha y la polla en ristre, el pobre tomó el camino de mi habitación, no sin antes tener que escuchar cómo su mujer le decía que se no se metiese en la cama sin hacerse antes una paja. No entendimos lo que nos contestó, pero cosas bonitas, no fueron.

Le di un pico a mamá, le pedí que me despertase media hora antes de lo necesario, me giré y me dormí como una bendita. Había sido un día de muchas emociones.

Al sonar el despertador, me estiré como una gata, me giré hacia mamá y la abracé. Nos besamos, nos acariciamos los pechos, enviamos las manos a explorar los bajos de nuestra compañera de cama, lamimos con gula las partes más sensibles del cuerpo de la otra y al final, se lo dije sin embudos:

- ¡Cómemelo, mamá!.

- Claro hijita. Tú te lo mereces todo…

Fue un cuarto de hora bien aprovechado. ¡Mamá sí que sabía!. Me hizo tocar el cielo tres veces y cuando quise devolverle el favor, no me dejó y me llevó a la ducha. Acabamos limpias, pero ese día, más que una ducha matinal, bajo el agua nos amamos como dos lesbianas curtidas. Llegué al instituto como nueva, flotando en una nube de placer, y encima convencida de que lo mejor aún estaba por llegar.

Esa semana fue un infierno para nuestro padre. Las cuatro nos paseábamos medio desnudas a todas horas, una u otra entraba al cuarto de baño cuando lo estaba ocupando él, le pillamos intentando follarse a mamá, nos pilló a nosotras tocándonos en la ducha,… El acabose fue la noche del jueves cuando mamá salía del baño con las peras al aire y una mínima toalla cubriéndole el potorro y el culete. Se cruzó con Alex y a él no se le ocurrió otra cosa que repasarle la pechuga allí en medio, frente a papá:

- ¡Pero qué buena estás mamá!. ¡Tienes unas tetas preciosas!.

- No será para tanto, zalamero. Los años van pasando, hijo…

- A qué sí, papá. Y el culo, una maravilla de la naturaleza…

Ante el desconcierto de papá, le levantó la toalla por detrás y le palmeó los cachetes.

- Te debes poner las botas petándole ese culazo, eh papá. Anda, dame un beso que Geno me está esperando. Y tú, ponte bien la tranca que con el empalme que traes, te va a doler.

La tomó por la nuca y la morreó con vicio delante de su marido. El pobre, ya no sabía qué cara poner y menos cuando mami, cogió la polla de su hijo sobre el pantalón y riendo, va y le suelta:

- Venga cariño, no seas empalagoso y ve a darle verga a tu novia, a ver si te baja eso tan duro que tienes entre las piernas. ¿No te parece Sergio?...

- Sí, será lo mejor. Venga, vámonos a la habitación que tú y yo también tenemos trabajo pendiente desde hace días. Y tú, Alex, vigila porque últimamente ya no respetas nada…

- Déjale que se vaya, no sea que se lo repiense y me folle delante de tus narices, ¡ja, ja, ja!.

Papá la miró con cara de alucine, pero la polla aún se le encabritó un poco más. Los dioses esa noche parecían propicios a la pareja, pero… llegó una visita inesperada. Inesperada para nuestros padres, porque las trillizas estaban muy al caso. Tanto cómo que había sido Rocío la que al enterarse de que los tíos de Sevilla estaban de visita en la ciudad, les había invitado a pasarse a saludar. Como era de esperar, la velada, los vinos y el palique se alargaron hasta bien entrada la noche y el polvo conyugal quedó reconvertido en beso amical y paja matinal.

El viernes continuó el desmadre familiar, lo cual forzó la abstinencia marital. Para rematarlo, mamá le pidió que le acompañase a la habitación de las niñas a última hora a discutir cuando querían ir al partido del domingo. Encontrarse a María y Carmen compartiendo unas tijeras de escándalo, mientras Rocío las miraba, rellenándose el coño con un vibrador a todo taco y el característico “bbbzzzzzz, bbbzzzzzz,…” invadía toda la estancia, lo noqueó. La desinhibición de las trillizas no le ayudó demasiado a reponerse.

- Hola papá, hola mamá. Dejadnos un momentito que ya nos viene. ¡Aaahhh, aaahhh, qué bueno hermanita!... Pasad y mirad. Nos lo estamos montando de coña. Hoy íbamos muy calientes y ya veis… ¡Mmmmmm, mmmmmm,…!. Dale más rápido al botoncito, María… ¡La lengua, la lengua,…!. ¡Me vieeeneee, me vieeeneee, coño…!. ¡Y a mí cabrona, y a mí…!.

La parte racional de nuestro padre estaba alucinando y afloraban sus tabús morales, pero la que controlaba su libido iba ganando la batalla por momentos y su excitación se hacía más evidente a cada lamida de María o cada penetración de los dedos de Carmen. Mamá trató de calmarlo, pero creo que fue peor el remedio que la enfermedad:

- ¡Mira cómo gozan nuestras niñas!. Ya son todas unas mujeres y tan ardientes como nosotros… ¿Te gusta mirarlas?. Yo creo que están deseando algo más de nosotros. ¿Tú también?. Yo me apuntaría…

- Cielo, ¡son nuestras hijas!. Y, y…

- Lo sé, cariñito, lo sé. Pero así todo queda en casa…

Él miraba los cuerpos sudorosos de sus dos hijas. Ellas se daban los últimos arrumacos post-orgasmo. Mamá lo besó, le abrió la bragueta y le sacó una picha con una erección que ya no daba más de sí. Rocío, sin dejar de mirar con veneración la polla de papá ni un momento, aumentó al máximo la intensidad del vibrador y empezó a sacar y meterse el dildo a toda leche mientras se despellejaba el clítoris con la otra mano. Al final, no pudo contenerse y chilló su corrida a los cuatro vientos:

- ¡Papá, papá, mira como me corro!. ¡Este orgasmo es para ti!. ¡Aaaaaa, aaaaaa, aaaaaa,…!. Has visto todo el jugo que me has hecho soltar. ¡Ni con mamá mojo tanto!. ¡Aaaaaa, es la ostia!, me vengo otra vez papá. Ven, ven por favor y tócame…

Nuestro padre miró a mamá desconcertado o tal vez acojonado. Le quitó la mano de la polla y huyó despavorido a encerrarse en su habitación. Se ve que las trillizas se preocuparon. No es de extrañar, entre ellas y mamá, se habían pasado un huevo, aunque dicen que no hay mal que por bien no venga…

Mamá las tranquilizó y al cabo de un rato, entró en su habitación. Se encontró a su marido hecho un ovillo sobre la cama. Le beso, se quitó la ropa, ayudó a quitársela a él y se metieron bajo las sábanas. Si un rato antes papá sólo deseaba compartir un polvo desmesurado con su mujer, después de ver lo que vio y oír lo que oyó, su verga, siempre dispuesta, no se le levantaba, ni un poquito.

Esa noche tampoco hubo sexo, pero sí muchas palabras y mucho cariño y comprensión. Aunque nunca ha querido entrar en detalles sobre sus conversaciones íntimas, mamá me contó que hablaron mucho y al final, le explicó un poco, bastante, de lo que pasaba en casa entre ella y nosotras y entre nosotras y entre ella y Alex y entre nosotras y Alex y… Poco le faltó para que al pobre le diese un jamacuco, pero cuando mamá sacó a relucir las conversaciones que había mantenido con su suegra y las hermanas, papá regurgitó sus recuerdos más enterrados y empezó a entender que el sino de los Pinzón estaba trazado desde muchas generaciones y el incesto era la argamasa que mantenía sólidamente unida a la familia. Pidió un tiempo de reflexión y después de tanto estrés y emociones, cayó como un saco en manos de Morfeo.

Al despertarse, se encontró a su Lucía mirándole más fresca que una rosa y acabó aceptando una mamada mañanera de su querida e incestuosa esposa. Desgraciadamente, la cosa no llegó a un final feliz porque les interrumpí a media faena. Por una vez, no fue para prolongar su abstinencia, sino por pura necesidad: No encontraba el kimono de judo por ningún lado, ese sábado tenía competición y estaba llegando tarde. Mamá lo encontró, yo llegué por los pelos y papá, una vez más, se quedó sin corrida conyugal y tuvo que conformarse con masturbarse de mala gana y esas pajas, son poco agradecidas.

La segunda parte del dicho tan mentado de “sábado, sabadete, camisa nueva y polvete” no parecía que fuese a cumplirse para papá, al menos ese sábado. Habían quedado para pasar el día en casa de unos amigos y no volverían hasta bien entrada la noche. A ver si entonces…

En mi caso las cosas fueron mucho mejor. A mediodía Alex y yo nos presentamos en casa de Eva. Nos abrió vestida con un batín de seda mal atado. Era obvio que lo mucho que mostraba iba dedicado a mí, porque a él, primero ni lo miró, aunque al final no pudo contenerse:

- Eres una guarra, Adela. ¡Te lo vas a montar con tu hermano!.

- Y a mucha honra, querida. Alex folla de puta madre y no pienso dejar que me desvirgue un niñato sin experiencia. Además, es un solete. Si decides probarlo con un tío, te lo presto. Con él descubrirías lo que un hombre puede hacer por ti…

- ¡Vete a la mierda!, ya sabes lo que quiero.

- Y lo tendrás, preciosa. Sabes que siempre cumplo lo que prometo. Espero que tu hagas lo mismo, porque si se te escapa una sola palabra de lo que pase hoy en tu casa, todos sabrán de qué vas. Te queda claro, verdad.

- Muy claro.

- Perfecto. Entonces lo vamos a pasar estupendamente. ¿A que sí, hermanito?.

- Por mí no quedará.

- Así me gusta. Oye, Eva, si quieres acompáñanos arriba. A nosotros no nos importa que mires. De hecho, me excitaría un montón que una preciosidad como tú viese como dejo de ser virgen. Seguro que te apuntas a un dedito bueno…

- ¡Dejadme en paz y subid a follar de una puta vez, cerdos!. ¡Es que sois unos degenerados, joder!.

- Tú te lo pierdes, guarri…

Eva se quedó en el salón viendo un pastelón en la tele. Conociéndola, estoy segura de que en cuanto entrásemos en la habitación, cambiaba el DVD, se ponía una porno de Malena Morgan o de Lily Cade y le daba al dedo. Nosotros nada más traspasar la puerta de la que suponía la habitación de sus padres, nos metimos en faena. Tenían una cama del copón. Debía hacer metro ochenta por dos o más. Una pasada. Lo primero que hice fue vaciar mi bolso sobre las sábanas: braguitas de recambio, lubricante con gusto a menta, unas bolas tailandesas y un vibrador pequeñito, crema dilatadora para el culito, toallitas húmedas, gel íntimo de baño,… En fin, el kit básico de toda chica que se precie.

- Coño Pitufa, sí que vienes preparada.

- Chica precavida, goza por dos. Ven, deja que te desnude.

Le desabroché las deportivas y tiré de los calcetines. Seguí con los pantalones. ¡Sorpresa!, mi hermanito se había olvidado los gayumbos. Le pasé la lengua por el capullo. ¡Mmmmmm, bueno, bueno!. Me levanté y tiré de los bajos del niqui hasta sacárselo por la cabeza. Le repasé el cuerpo de arriba abajo, lo hice girar y subí la mirada hasta llegar a su cabezota, eso sí, con parada obligada en las nalgas. ¡Qué buen culo tenía Alex!. Si se dejase, seguro que más de un tío se lo partía…

- Venga gandul, ahora te toca a ti.

Él tuvo menos trabajo: las abarcas salían solas y el vestido, amplio y con escote cuadrado, en cuanto descorrió la cremallera, cayó a los pies en un plis plas. Yo no iba tan descocada como él, así que le tocó quitarme las bragas. Me había puesto un culotte de encaje muy sugerente. Debió gustarle, porque al verme bailotear con él puesto, se le iba levantando el cipote por momentos. Por fin mordió la costura y me bajó la prenda con la boca.

- Muchas pelis has visto tú, hermanito… Venga, acaba de quitármelas y cómeme el chochete, que me estás poniendo mala…

- Y yo que pensaba que te iba algo en plan romántico…

- Eso déjalo para tu novia. Nosotros hemos venido a lo que hemos venido, capullo.

Despelotada y estirada boca arriba sobre la cama, me separó las patas y se quedó embelesado mirándome el chichi. ¡Cómo si no me lo hubiese visto nunca!.

- Tienes un coñito precioso, Adelita.

- Eso ya lo sé. Tú también estás un rato bueno. Anda, cómemelo porfi…

Me repasó el cuerpo de arriba abajo con las manos, me sobó un poco las tetas, me lanzó una mirada socarrona, se acomodó entre mis piernas, sacó la lengua y me lamió la raja, desde el ojete, hasta sobrepasar el clítoris. A partir de ese momento, sorbió, lamió, escupió, repartió, mordió y besó mis mucosas íntimas con un arte maravilloso. Me tomó por la cadera para poder encastar su boca en el coño presionando mis carnes y continuó su danza de labios y lengua sin darme tregua. Acabé corriéndome como una cerda.

- ¡Mmmmmm, mmmmmm!. ¡Qué bueno, hermanito!. Eres una bollera estupenda, cariño. Si me lo comes así, querré repetir. Ven, estírate y deja que te la chupe un poco.

Se espatarró sobre la sábana con las piernas abiertas y los brazos en cruz. ¡Menudo ejemplar de hombre tenía a mi disposición!. Jugué un poco con las tetillas y fui bajando siguiendo la línea del vello que marcaba el camino hacia su tranca, en plena erección desde que empezamos. Al llegar a su músculo más preciado, lo recorrí con besitos de pitiminí de arriba abajo. El sonrosado capullo que lo coronaba fue mi perdición. La piel tersa y reluciente, ese frenillo tan sensible, su prepucio replegado sobre la base, engordando el anillo,… ¡Mmmmmm!, todo eso tan bueno era para mí y sólo para mí. No pude esperar más y me lo tragué. Me metí el champiñón entero en la boca y lo acaricié con la lengua, repasando la base, mordiendo sin fuerza el inicio del tallo, regalándole todas las diabluras que sabía…

- Joder Adela, ¡qué bien la mamas!.

- Espera y verás. Lo bueno, aún no ha empezado…

- Pues como sigas así, me voy a vaciar en tu boquita…

- ¡Ni se te ocurra!.

Seguí lamiéndole el tallo. De tanto en tanto, paraba y me la metía toda en la boca, hasta que sus vellos acariciaban mis labios. Dos o tres manchadas y vuelta a los besitos y caricias linguales. Le llevé al punto de inflexión y allí lo dejé. Si continuaba con la mamadita, iba a eyacular sin remedio y esa tarde, quería que me llenase el chocho.

- Toda tuya, campeón. Estréname la panocha de una puta vez, hermanito.

- Estírate, ponte la almohada debajo del culo y las piernas como una rana. ¿Te doy un poco de lubricante?.

- Idiota, no ves cómo me chorrea el chocho. Eso lo he traído para el segundo round.

- ¡No me jodas¡. También quieres que…

- Sí. Después.

Me penetró despacio, con cuidado, como si fuese la primera vez que profanaban mi vagina. Como sabéis, era la primera polla, pero ya me había metido mucho dedo y mucho plástico. La verdad es que me apetecía un poco más de marcha, pero aun así, no le dije nada. Era tan mono y considerado que no quise frustrar su empeño.

Cuando hizo tope, pubis con pubis, empezó a manchar. ¡Tenía tablas el chaval!. Entre que yo estaba que me salía y que él era bueno de cojones, pronto llegué al punto de no retorno y se lo dije, bueno, más bien lo chillé…

- ¡Estás haciendo que me corra, cabrón!. ¡Dame duro y vente conmigo, hijoputa!. ¡Ahora, ahora!, ¡así, así, dame más, joder!. ¡Aaahhh, aaahhh, qué bueno, cómo me gusta!. ¡Mmmmmm, mmmmmm, córrete conmigo, hermanito!, ¡vamos, vamos!, ¡aaahhh, aaahhh!...

- ¡Toma, toma y toma!. ¡Aaaggg, aaaggg!, te estoy llenando el coño de lefa. ¿Lo notas, enana?...

- ¡Siiiiii, cabrón!. ¡Más, joder, más!...

- ¡Ooohhh!. Me has vaciado, capulla…

Nos desenganchamos y tendidos en la cama, nos dimos la mano y hablamos de nuestras sensaciones, de los sentimientos, de cómo veíamos el futuro familiar con tanto folleteo en casa,… Parecíamos novios, aunque fuésemos hermanos y… amantes.

Nos duchamos sin más trasiego sexual y una vez limpios, relajados y preparados para el último de la tarde, volvimos a encamarnos. Él sabía lo que quería, pero esperaba oírlo de mis labios. Se lo dije, alto y claro:

- Sodomízame, hermanito...

Y lo hizo. No era su primer culo porque el tío tenía tablas. Me lo partió de lujo y si ya me gustaba jugar con mi ojete, después de esa tarde soy una entusiasta del sexo anal. Eso sí, siempre con tíos que sepan cómo tratar el culo de una mujer.

Era joven, pero ya tenía cierta experiencia y entre eso y que veía bastante porno, sabía las cosas que pirran a los hombres, así que le regalé algo que a la mayoría os encanta, pero que muchos no os atrevéis a pedir a vuestras parejas.

Me había enculado sin forro por lo que me tocó llevarle al baño y lavarle el ciruelo a conciencia. De vuelta, le di lustre al pepino y acabé con la mamada que empecé. No soltó mucho porque ya llevaba dos corridas y por joven que fuese y excitado que estuviese, un tío da de sí lo que da. Con la lefarada sobre la lengua, le hice dar la vuelta y ponerse en cuatro, me apliqué en su ano y le regalé un beso negro embadurnado con lo que quedaba de su elixir. No conseguí que se corriese porque ya no podía con su alma, pero me agradeció el placer con un morreo descomunal, sin importarle el gusto a culo ni el semen que mis labios debían arrastrar.

¡Qué tarde, por Dios!. Me gustaban las mujeres, pero desde ese día, los hombres fueron mi perdición. Al levantamos para ducharnos, vi a Eva espiando por el hueco de la puerta. ¡Lo que faltaba!.

- ¿Te ha gustado lo que has visto, guapa?. ¿El que vayas con la panocha al aire, es un sí?. Seguro que te has cascado más de un dedo a nuestra costa…

- Sois unos cerdos. Los dos. Pedirle a tu hermano que te dé por culo, ¡habrase visto!...

- Oye tía, tú has hecho cosas peores con la Menchu. ¿O es mentira lo que me ha contado?. Así que a callar. Bien que has disfrutado del espectáculo, cabrona. Fíjate Alex, tiene los muslos embarrados de tanto que le chorrea el coño. ¡Será puta!.

Mi hermano y yo volvimos a casa más unidos que nunca. Al llegar las trillizas nos cosieron a preguntas. Querían saberlo todo, pero aunque me pirraba por contarles con pelos y señales lo que acababa de vivir, les dimos largas y no soltamos prenda. De momento.

El padre de Guille vino a recoger a Carlos antes de cenar. Era su amigo del alma. Habían quedado para pasar el domingo juntos y dormiría en su casa. Nuestros padres llegaron pasadas las dos de la madrugada, él bastante perjudicado. Nos encontraron a los cinco espatarrados en los sofás de la sala, viendo la penúltima temporada completa de Fargo, un capítulo tras otro.

- Hola niños. ¿Cómo os ha ido la tarde?.

Sólo contestamos Alex y yo: “Bien, mamá”. La muy…, sabía perfectamente dónde habíamos ido después de comer y a qué. En su cara no había atisbo alguno de recriminación, más bien era de orgullo. ¡Menuda familia!.

- Es muy tarde chicos, iros a dormir, ya continuaréis mañana.

- ¡Nooo, mami!. ¿Por qué no te quedas con nosotros a ver el último de la temporada?.

- ¡Mmmmmm!, vale. Acuesto a papá y vengo con vosotros. ¡No empecéis sin mí!.

Al cabo de unos minutos volvió enfundada en una de esas camisetas largas que usan los jugadores de baloncesto. Mostraba las tetas por las sisas y en cuanto abrió un poco las piernas, los que estábamos sentados frente a ella pudimos verle la almeja. Ella se dio cuenta enseguida, cerró las piernas y nos sonrió. Entre pullas e insinuaciones fue pasando el tiempo y cuando acabó la serie, nos deseamos las buenas noches y nos fuimos a la cama. Eso sí, con algunos cambios.

- Adela, ¿hace una noche de chicas?. ¿Te vienes a nuestra habitación?.

Esas querían cotillear y yo tenía ganas de contarles mi mejor experiencia sexual, así que…

- Hace.

- Pero no os durmáis muy tarde, que os conozco.

- ¡No mamá!.

- Vale, vale. Sabéis qué os digo; como el pobre Alex se quedará solito y papá está fuera del mundo, iré a hacerle compañía, chicas.

- Como quieras, mi cama y la de Carlos están libres.

- Adela, cariño, no te preocupes, sabré apañarme.

Fue una noche divertida. A las trillizas yo se lo conté todo, sin olvidarme nada, aunque sin exagerar los hechos. Alex le contó lo mismo a mamá, pero parecía otra cosa: más sexo, más corridas, la polla más gorda, mi ojete un auténtico bebedero de patos, erecciones de horas, piscinas llenas de flujos vaginales… ¡Hombres!.

Al acabar el relato de nuestra odisea, los dos seguían abrazados sin ropa por medio. Mami bajó la mano y en vez de un rabo amenazante, encontró un gusanito arrugado. ¡Tendríais que haber visto la cara de Calimero que le quedó al que pretendía ir de machito!. El pobre, eso no lo levantaba ni con grúa, al menos en unas cuantas horas. A mamá le costó un poco resignarse, pero al final, se encogió de hombros y aceptó la cruda realidad.

- Nuestra pequeña es una Pinzón de cabo a rabo, eh tunante. Te ha dejado para el arrastre. ¡A saber lo que te habrá hecho!. Otra vez será, mi niño. Esa ha salido a mí…

- A pesar de su edad, ya es mucha mujer, mamá.

- ¡Me lo vas a contar a mí!. Buenas noches, hijo.

Papá se levantó tarde, resacoso y empalmado como un cosaco. La resaca le fue pasando, pero la trempera no cedía. De camino a la cocina, se cruzó con Rocío y a ella no le pasó desapercibida la terrible turbación del pobre hombre.

- Hola papi. Ayer tuvisteis jarana de la buena, eh. Por lo perjudicado que llegaste, debió ser todo un fiestorro.

- No te creas, cariño. Javi sacó un escocés acojonante de treinta años y copa va y copa viene… Ya sabes cómo es Javi con el alcohol. Le seguí y se me fue un poco la mano. Fíjate como estoy. Por eso os digo siempre que no bebáis y si tomáis algo, siempre con moderación y vigilando…

- Claro papá y con el buen ejemplo que nos das, ya sabemos a quién imitar.

- Rocío, coño, que yo no…

- Olvídate, es broma papá. Oye, ¿cómo tienes la picha tan descontrolada?. ¿Has visto el bulto que te sale entre las piernas?.

- Niña, por favor, no me incomodes. ¡Mira que fijarte en eso!...

- ¿Tan malito estabas que no has podido follarte a mamá esta mañana?.

- ¡Vale ya, hija!. Parad de una vez, coño. Últimamente en esta casa parece que sólo viváis para el sexo.

- Es que el sexo es muy importante, papá. ¡A ti te lo tengo que decir!. Anda, ve a hacerte una pajita, que mamá se ha ido a acompañar a la pequeña al polideportivo. O mejor…, ven conmigo.

Lo tomó de la mano, lo estiró hasta que entraron en la habitación de matrimonio y antes de que nuestro padre se diese cuenta, Rocío estaba en bolas y él con la polla al aire. No sé si aún seguía embotado por la bebida de la noche anterior o qué le debió pasar por la cabeza, pero se quedó tieso como un pasmarote y dejó que su hija se la menease con garbo. A medio trabajo, ella decidió pedir lo suyo:

- Tócame las tetas y el coñito, papá. Me pone muy cachonda hacerte una paja, así que con un poquito de tu parte, seguro que también me corro…

- No puedo hija. Aún no sé cómo te estoy dejando hacerme esto… Es vergonzoso, pero ahora no puedo parar, cariño.

- Deja de decir bobadas, a mí me encanta y tú lo disfrutas, entonces, ¿qué hay de malo?.

- Hija…

- No pienses más y córrete a gusto, papá. Te lo mereces. Por mí no te preocupes, ya me apañaré después con mis hermanas, pero te has de ir soltando, papi. Podemos pasárnoslo muy bien juntos…

- ¡Qué familia, por Dios!. Los fantasmas de los Pinzón han entrado de lleno en esta casa. Un poco más rápido, Rocío, ya casi estoy… ¡Aaahhh, aaahhh!...

- ¿Te la chupo un poquito, papa?. Soy muy buena mamando pollas…

- ¡Nooo, eso sería demasiado!. ¡Aaaggg, aaaggg, aaaggg,…!. ¡Qué placer, por Dios!...

- ¡Suéltalo todo, papi, suéltalo!. Verás qué bien te quedas…

- ¡Ahí va hija!. ¡Tómalo todo!. ¡Ooohhh, ooohhh, aaaggg!... ¡Me corro, joder!. ¡Ooohhh, qué bueno!...

- Coño, papá ibas cargado de cojones. Mira cómo has dejado el suelo. Suerte que he podido recoger la mayor parte con las manos…

La muy guarra se llevó sus manos a los labios generosamente untadas de semen paterno y lo lamió, sorbió y degustó a placer. Papá la miraba con los ojos a punto de saltarle de las órbitas, pero cunado lo tomó por la nuca y lo morreó de esa forma tan lúbrica que ella sabe, se fundió algún fusible de su cerebro. La tomó por las nalgas, la estrujó contra su cuerpo y le devolvió el beso, corregido y aumentado. Tardó poco en reseguirle las tetas, pero cuando iba a comerle los pezones, paró es secó y se apartó de golpe.

- Perdoname, hija, se me está yendo la olla.

- De eso nada, papá. Sabes que tú y yo acabaremos follando y mamá lo aplaudirá. Pero si de momento no estas por la labor, creo que tendré que hablar con ella, no puede tenerte así…

Papá se encerró en el baño sin decir palabra. Rocío se fue a lavar las manos a la cocina mientras contaba a las otras dos trillizas los avances. Según ella todo iba viento en popa, incluso mejor que nuestras expectativas más halagüeñas. Carmen le dio la razón:

- Esta noche lo tenemos en el bote, chicas. Dejemos que durante la comida se cueza en su salsa y durante la tarde no le va a quedar otra que asumir su papel de patriarca de los Pinzones. Mamá le ayudará.

- Sí, creo que es una fruta madura. Cuando lo masturbaba, ha estado a un tris de decidirse a follarme y mira que yo tenía ganas…

- Tú hoy ya has tenido tu oportunidad y te ha pasado la vez. Esta noche es mío. Si lo consigo, quiero montarme el trío con mamá. Seguro que con ella todo será más fácil…

- De acuerdo, Carmen. Esta noche todo tuyo, si lo consigues…

El almuerzo discurrió con normalidad, o casi. Los ocho Pinzones estábamos sentados en el comedor comentando los lances del partido de uno, cosas de la escuela o chorradas familiares. Papá estaba entre nosotros, pero sus pensamientos estaban muy lejos de allí.

Seguramente rememoraba lo que ocurría en la casa labriega familiar en la que se crió. Se había prometido a sí mismo que las experiencias que había vivido de adolescente y hasta bien entrada su juventud, seguirían enterradas en lo más profundo de su subconsciente. Que eran promesas imposibles de cumplir, lo sabía desde el primer día. Por lo impúdico y lujurioso de los actos, pero también porque los placeres que había experimentado con la abuela, sus padres y su hermana eran imposibles de borrar de sus recuerdos. El sexo entre parientes directos era algo inherente a los Pinzón desde muchas generaciones y él lo sabía.

Mientras comía la verdura como un autómata, le venían a la mente una y otra vez las palabras que le dijo la abuela Remedios al cumplir los dieciséis años: “Sergio, los Pinzón somos fuertes porque nos unen lazos muy íntimos. Muchos no lo aceptan, pero nosotros hemos aprendido a gozar y hacer gozar con nuestros cuerpos a los que más queremos, de forma libre, sin celos ni envidias. Recuérdalo y disfrútalo y cuando decidas que es el momento de casarte, busca una mujer predispuesta para el sexo, fogosa y liberal. Tu futura esposa tiene que ser capaz de entender, aceptar y practicar nuestras costumbres por placer, convencida de que es lo que desea y las ha de saber transmitir a vuestros hijos. Cuando alguien se convierte en un Pinzón, no puede volverse atrás. Recuérdalo siempre”.

Viendo a sus cinco mujeres sentadas en la mesa, entendió que su destino estaba trazado y en el fondo, se alegró de que ellas propiciasen el llevarlo a buen puerto. Tenerlas delante enseñando de una forma u otra sus cuerpos con descaro y sin pudor alguno, no dejaba margen a la duda.

Fue una tarde de domingo poco usual. Todos nos quedamos en casa, cada cual encerrado en su mundo: las trillizas estudiando en su habitación, Carlos mirando una peli de espías en la tele, Alex jugando a la Play en su habitación, mamá buscando información en Internet para planificar el viaje que querían hacer ese invierno, yo escribiendo los hechos de los últimos días en mi diario, estos que os estoy narrando, vamos.

¿Y papá?. Él estaba sentado en su sillón de la sala, en teoría viendo junto a Carlos la película que echaban, pero en realidad su cabeza estaba muy, muy lejos. Se pasó la tarde dándole vueltas y más vueltas a lo que estaba pasando en casa, a sus prevenciones sobre el incesto y cómo las había enterrado en su juventud, a nuestra absoluta desinhibición frente al sexo… y tantos otros dilemas morales que afectaban a cómo quería educarnos y al inexorable devenir del futuro familiar. No sé si llegó a alguna conclusión, porque a media tarde, se durmió plácidamente en su butacón y empezó a roncar.

Después de cenar se podía palpar cierta tensión en casa. Papá le pidió a mamá que se diese prisa en acabar, porque quería ducharse con ella e irse rapidito a la cama. Vamos, que iba caliente y quería pegarse un buen polvo cuanto antes. Carlitos, ajeno a lo que se cocía, pasaba de todo y sólo esperaba a que llegase el momento del pajote fraternal. Alex cogió las llaves del coche, se despidió y se fue a ver Geno. Todos sabíamos que su follada dominical era sagrada. Nosotras nos cruzábamos miradas, interrogándonos sin palabras sobre cuales debían ser nuestros siguientes pasos.

Cuando nos quedamos solas, decidimos que esa tenía que ser la gran noche. Durante la semana cada cual tenía sus cosas, ya fuese de trabajo, actividades extraescolares, preparar exámenes con amigos o un rollete imprevisto. Dejamos duchar a nuestros padres en paz aunque no del todo; si tardaban mucho, todavía se engancharían bajo el agua. Pasados diez minutos fui yo la que decidí que era hora de actuar:

- Venga chicas, ya es hora de que le toquemos los huevos.

- No sé yo si el gran Pinzón se dejará…

María y yo nos plantamos delante de la puerta de baño y empezamos con nuestra salmodia:

- ¡Mamá, tenemos que entrar!, dejadnos pasar que María y yo nos estamos meando…

- Id al otro baño niñas. Este está ocupado y aún tardaremos un ratito, ¿verdad cielito?.

- Claro que sí, mi amor. Disfrutar con una buena duchita, requiere su tiempo, je, je…

- Venga, no seáis tan salidos e iros a follar a la cama, ¡joder!. Nos estamos meando y en el otro Rocío está cagando. Con la peste que dejan sus zurullos, ahí no se puede entrar.

Se oyeron unas risas, cuchicheos y algún ruido que bien podía ser una nalgada. Al fin, después de algunos gemidos, dejó de caer el agua y en menos de un minuto aparecieron los dos, tan desnudos como los parieron, cogiditos de la mano y con cara de haber dejado algo a medias.

- Buenas nooocheees, niñas. Portaros bien…

- ¿Vosotros lo haréis?.

- ¡Nooo, para nada!, esta noche vamos a portarnos muy, muy mal. ¡Ji, ji, ji!.

En cuanto cruzaron la puerta de su habitación, llamamos a nuestras hermanas.

- Tías, esos dos, en cuanto se enganchen no habrá Dios que les haga parar. Consumarán el polvo y repetirán tantas veces como sea preciso hasta quedarse satisfechos. Si papá puede follar tanto como quiera, nuestro plan se irá al garete.

- Tienes razón hermana. Cuando se la mete a mamá, lo demás no cuenta. Además está perdiendo el pudor y por más que les interrumpamos, hoy va a continuar…

- Pues no perdamos más el tiempo. Dejemos aquí la ropa y… ¡adentro!.

Empujamos la puerta de su habitación y entramos las cuatro tomadas de la mano. Nos encontramos a papá de pie al lado de la cama, dándonos la espalda. Mamá estaba estirada sobre la cama boca arriba, engullendo la tranca de su hombre. En esa posición le entraba hasta el fondo, pero ella controlaba la felación sin problemas aparentes.

- ¡Tachan, tachan!. Ya tenéis aquí a vuestras hijas.

- Y ahora, ¿a qué coño habéis venido?. No veis que…

- Mamá, queremos aprenderlo todo sobre el sexo y no creo que haya mejores maestros que vosotros…

- ¡Joder niñas!, aparecéis siempre en los momentos más inoportunos y al final… ¡en esta casa no hay quien folle!.

- Eso será porque tú no quieres, papá…

- ¡Me cago en la puta!. Largaos y dejadnos follar tranquilos por una vez, ¡coño!.

- Cariño, no te pongas así. No ves que son nuestras hijas. Nos han salido Pinzonas y creo que de las más guarras… Sólo quieren participar en nuestros juegos, Sergio.

- Pero si son unas niñas…

- No me digas eso querido, ¿qué edad tenías tú cuando te acostabas con la abuela Remedios?. ¿Y con tu madre o sus hermanas?. No me seas hipócrita, cielo.

- Tienes razón querida. Cuando me iniciaron en casa, todavía era más pequeño que nuestra Adelita. Creo que no hay otra, somos lo que somos. Asumámoslo. Venga Lucía, sigamos con lo nuestro. No hace falta que os marchéis, niñas.

- Gracias, papá. Eres un solete, pero esta noche Carmen será la única que se quede, aunque no será sólo a mirar… Nosotras nos vamos a nuestras cosas.

Las tres les besamos, aprovechamos el momento para acariciar cariñosamente sus cuerpos y nos marchamos a la habitación de las trillizas. Carmen durmió con ellos y a la mañana siguiente apareció a la hora de ponernos en marcha para ir al insti con una sonrisa de oreja a oreja. No nos dijo mucho, pero hasta poder cotorrear con calmá, bastó:

- ¡Uuufff, ha sido la ostia, tías!. ¡Qué pasada!. Papá es una máquina y a mamá ya la conocemos, pero con él, se supera.

- Cuenta, cuenta. Queremos todos los detalles…

- Por la noche, hermanas. Ahora estoy molida y encima llagamos tarde a clase.

Carmen disfrutó de su trío y a partir de esa noche en la que papá se unió al mambo, de muchos otros. Todo cambió a partir de entonces. Papá nos explicó lo que sabía sobre la histórica connivencia de los Pinzón y el incesto. Salieron a relucir relaciones entre los abuelos, nuestro padre, los tíos y otros parientes que conocíamos. En ellas los lazos familiares se mezclaban con el sexo más disoluto. Así pudimos entender actitudes y gestos que hasta entonces se nos escapaban. Pero lo más importante es que de puertas adentro, desapareció cualquier tabú y empezamos a funcionar como una especie de comuna por lo que al sexo se refiere. Por suerte, mamá puso orden desde el primer momento y aunque en casa de los Pinzón se follaba mucho y bien, nunca dejamos de cumplir nuestras obligaciones domésticas, de trabajo o estudio por un polvo.

Con el tiempo, todos pudimos llevar a cabo nuestras fantasías. Como faltaban unas cuantas semanas para acabar el verano y el calor aún apretaba, María y papá se tomaron un fin de semana largo y visitaron las playas de Barbate, en Cádiz. El primer día fueron a las calas de Caños de Meca. Quedan al este del faro de Trafalgar y aún son un paraíso. Algunas de las playas son nudistas y a una de ellas se dirigieron.

Todos sabemos que nuestros padres, si van solos o con unos amigos catalanes amantes del naturismo, suelen ir a playas nudistas. Mamá desde que puedo recordar y las trillizas desde hace tres veranos, en contadas ocasiones usan el tetero cuando vamos a la playa. En mi caso el enseñar lo llevo en la sangre y nunca me he puesto la parte de arriba. Antes, porque no tenía nada que tapar y ahora, porque tengo mucho que lucir. Os cuento eso para que entendáis que estirarse en bolingas sobre la arena, para ellos dos no iba a ser el problema, sino todo lo contrario.

Lo que les causó algún susto fue que en cuanto llegaron a la playa, empezaran a aplicarse bloqueador solar uno al otro sin atender a razones ni respetar zonas nobles. Por lo que nos contó María a la vuelta, dieron la nota desde el primer momento. A ella no se le ocurrió otra cosa que empezar a repartir el mejunje por la verga paterna y desde ese momento, tuvo que dar cremita a un tío con una erección permanente de tres pares de cojones. Papá la tiene normalita, tal vez un poco más grande, pero vérsela toda lustrosa, mirando al cielo, mientras una adolescente la acaricia como si de un masaje tántrico con final feliz se tratase, causó estragos.

Tenían tres parejitas y un grupito de amiguetes cerca. Una los miraba con cara de reprobación, la otra de franca excitación y la tercera, al ver que sus vecinos no se cortaban un pelo, les copió el desbarre. Los jóvenes del otro lado empezaron un poco cohibidos, pero poco a poco, según lo desinhibido de cada cual, las manos pasaron de acariciar la arena o la birra a tocarse el nabo. Eran seis, cuatro chicos y dos chicas. Sólo se habían quitado el bañador dos de ellos. Una chica llevaba braguitas, aunque por los gestos, más bien parecía que le molestasen y la otra, con su tanga mínimo, tenía toda la pinta de ser una calientabraguetas de vía estrecha. Yo soy de las que piensan que ir desnuda es mucho más casto y sobre todo cómodo, que llevar eso.

Cuando María dio por acabado ese peeting descarado en forma de untado, fue el turno de papá. Antes era un hombre comedido y más en público, pero desde que se apuntó al mambo y después de que su hija le llevase al borde del orgasmo, el pudor quedó enterrado. La besó en los labios, se tumbó sobre ella y empezó a repartir el protector sin orden ni concierto. Lo importante era meter mano y tocar cuanto más, mejor. Se regodeó con el dulce coñito de su niña. Jugando, jugando, le mordió labios y pezones. Sus manos no paraban y sus excesos forzaron a que los vecinos tomasen partido.

La pareja cabreada, recogió la toalla y se instaló lejos de ese lupanar. La excitada, siguió tal cual y la más predispuesta, pasó a mayores: la chica tomó el pollón de su novio, marido o amigo, ¡qué más da!, y empezó una paja cadenciosa sin apartar los ojos de María y papá. Su chico no quiso ser menos y le devolvió el favor con fervor. En el otro lado, una se había desecho de la braga y disimuladamente, se daba lustre a la pepita, otros dos habían perdido el bóxer y quien más quien menos, lustraba el cipote. Solo dos continuaban con ropa, desaprovechando esas circunstancias tan propicias: la del tanga que quería aparentar lo que no era y el que pasaba por ser el machito oficial del grupo.

Al ver cómo se desmadraban las cosas a su alrededor, María vio su oportunidad y tomó las riendas:

- Papi, cariño, tiéndete sobre la toalla que voy a hacerte cositas malas.

- Pero mi niña, ¿aquí en medio?...

- Yo he venido a eso. ¿Tú no?. Además, mira a tu alrededor. Están esperado ver que hacemos para dar un paso más. ¿No querrás defraudarles, verdad?...

- “Alea iacta est”…

- Pero qué coño dices, papá…

- Que me folles de una puta vez, cariño…

- ¡Aaahhh!.

María lo montó, se ensartó el rabo y cabalgó como una amazona curtida. Miraba a uno y otro lado. Ver los avances de sus voyeurs de circunstancias, le añadía el morbo que buscaba y su excitación crecía un montón. La pareja libertina, en cuanto vio que sus vecinos se ponían a follar, les imitó. Se colocaron en cucharita y el chico ensartó diestramente a su acompañante. Entre tanto, ella los miraba y aprovechaba para darse dedo en el botoncito. Los otros no quisieron ser menos y sin llegar a copular, se enzarzaron en un juego digitopráctico de altos vuelos, aunque al oír como se corrían sus vecinos, optaron por dejarse de monsergas y acoplarse en un sesenta y nueve, rápido, pero efectivo.

Los más jóvenes no llegaron a tanto, aunque la de las bragas extraviadas, no quiso perderse un desliz con el más rabudo. Empezaron besándose, siguieron magreándose, continuaron pajeándose uno al otro y terminaron corriéndose muy a gusto. Al parecer, fue su primera vez, pero malas lenguas dicen que acabaron haciéndose novios. La del tanga y el machito, miraban, sudaban,… Ella acabó luchando para mantener en su sitio la tira que de tan mojada le partía la raja en dos y el otro recolocándose una vez tras otra el nabo, tan duro como un palo. Los otros dos chicos, se levantaron y marcharon hacia las rocas a hacer sus cosas. Al parecer, acababan de aceptar que ellos eran diferentes…

Lo ocurrido en esa cala, de una forma u otra, se repitió los otros tres días. El último día en las dunas de Bolonia, tuvieron un disgustillo con los del tricornio y por poco acaban en el cuartelillo. Para papá la situación fue angustiosa, pero a María la puso aún más verraca. El caso es que volvieron más salidos de lo que se fueron y si el desmadre en casa ya era de órdago, cuando regresaron, durante unos días, llegó a cotas preocupantes.

Durante ese tiempo, me lo hice varias veces con Alex. Ya os he dicho que nuestro hermano es un excelente amante y yo quería aprender y practicar. También conté con él para ampliar mi experiencia anal. Es un buen deportista y con su cuerpo grande y trabajado, parece un tipo curtido y rudo, pero cuando está con una tía, se vuelve lo más dulce y mimoso que podáis imaginar. Me trató como una reina y no me presionó ni un ápice. ¡Es que Alex para el sexo es un diez!. También me enrollé con alguno de mi clase: Desvirgar a un bollycao es algo muy tierno y una chica sensible como yo, no puede resistirse.

En el insti, al saberse que ya follaba, creció mi popularidad y los chicos mayores se interesaron más por mí. Eso me gustó. Para ser buena en algo hay que practicar mucho y compartir diferentes experiencias. En el sexo pasa lo mismo. Viví unas semanas muy intensas, a pocos les daba un no por respuesta si cumplían con mis exigencias. Descubrí que no todo el monte es orégano, vamos que hay algunos con mucha fachada y que luego resultan ser unos patanes. También aprendí que si el tío tiene ganas de gozar y hacer gozar con un buen polvo y entierra vergüenzas y pudores estúpidos, no hace falta que sea un Superman para pasarlo de puta madre.

Después de mi cursillo acelerado, me veía perfectamente capaz de estrenar a Carlitos. Lo quería mucho y aunque no sea lo mismo para un tío que para una chica, deseaba que su primera vez fuese algo muy especial. Además me apetecía un montón probar su pollón… Antes decidí doctorarme con una última lección magistral de papá. Si se apuntaba mamá, mejor, aunque lo de comerme una almeja, lo llevaba de matrícula. A nuestro padre le costaba asumir que iba a follarse a la pequeña de la casa, pero mi perseverancia, la inestimable ayuda de mami y la amenaza de tirarme al vecino del tercero derecha si no accedía, consiguieron lo imposible. Fue una mañana dominical memorable y a ese polvo, siguieron bastantes más. Os he de confesar que creo que papi se enchochó un poquito conmigo…

Casi todos los miércoles después de cenar, los del equipo de Alex tienen una sesión técnica con su entrenador y algún invitado. Después del seminario, suelen ir a tomar algo juntos y… bueno, el caso es que nunca llega antes de las dos o dos y media. Me aseguré de que esa semana tocase reunión y que Carlos no tuviese nada a primera hora el jueves. ¡Pensaba dejarlo muy, muy cansado, je, je!. Esa noche, ya desnudos y a punto de empezar nuestra pajita a la limón, me hice la gatita mimosa con él:

- Oye hermanito, ver como se pajea el otro no está mal, pero ¿no sería mejor que nos tocásemos uno al otro?...

- Vale.

- Pues hazme un sitio en tu cama…

Me metí en su catre, lo morreé y empecé a acariciarlo. Tomar su cipotón con la mano, ya era todo un placer. No sólo era muy grande, es que además se le ponía como una barra de corrugado y podía mantener la erección un montón. Al ir avanzando, noté que empezaba a tocarme la panocha y quise darle instrucciones:

- Poquito a poco, cariño. Espera a que esté bien mojadita… Acaríciame los labios primero,… ¡No me metas los dedos así!. ¡Pero qué coño haces, Carlos!. ¡Déjame el culo, joder, eso no es para primerizos!...

- Para de decir tantas chorradas, Adela y mámamela como Dios manda. Mamá me ha dicho que eres muy buena chupándola…

- Así que quieres una mamadita. Y luego, querrás metérmela, te veo venir, hermanito. ¡Te voy a quitar el precinto, Carlitos!. Verás que bueno…

- Venga Adela, deja de decir chorradas y sube el culo. Hoy te voy a encular como a una oliva, hermanita. Tienes unas nalgas que merecen eso y más…

- Mejor paso a paso, ¿no?. La primera vez más vale…

- ¡Pero qué primera vez  y qué leches¡. Eres la última tía de la casa que me queda por follarme. Todas queréis probar mi cimitarra. Sólo faltabas tú y como no me decías nada… Incluso a Alex me he pasado por la piedra. ¡La chupa de vicio y mira que tiene buen culo el cabrón!...