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Rachel 8. Cuatro mujeres para un marido. II

en Hetero: Infidelidad

Tras ducharnos las dos en mi cuarto de baño, enjabonándonos una a la otra y acariciando los rincones prohibidos de nuestros cuerpos con el gel, Elena se enfundó un pantalón vaquero y la camiseta de tirantes que llegaba justo por encima del ombligo  que yo le presté, (la ropa digo, no el ombligo) pues su ropa seguía mojada por la lluvia.

-  ¿ Qué tal estoy, Kim ?. Me siento cómoda con tu ropa, gracias por prestármela.        – preguntó la niña tras hacer un gracioso movimiento con sus caderas para terminar de subirse el pantalón y ajustarlo a su entrepierna.

La observé dando un repaso con mis ojos al cuerpo que reflejaba el espejo del vestidor. Era una verdadera sirena, descalza con el pantalón ceñido que le marcaban claramente la raja del culito e incluso los labios vaginales  carnosos de   la vulva. Como se estaba arreglando una coleta en el húmedo y rizado pelo, pude ver sus torneados brazos desnudos, sus axilas adornadas con ligero vello castaño claro, su rostro limpio, natural, puesto que no llevaba maquillaje alguno. Sus ojos grises que abanicaban largas pestañas y unos labios gorditos, que ella mordía en ese instante el inferior, que invitaban a besarlos a acariciarlos con la lengua.  Sus pechos de tamaño medio con pezones firmes se bamboleaban libres bajo la camiseta que finalizaba sobre el ombligo pequeño y redondito  y una estrecha cintura a la que arropaba las escandalosamente firmes caderas.

-   ¡ Estás buenísim ... preciosa, cariño  !.  – respondí a su pregunta tentada de lanzarme sobre ella, despojarla de cuanto había puesto sobre su cuerpo y comérmela a bocaditos desde los pies a la cabeza  - Vamos Elena, salgamos que ya escucho las voces de mis compañeras ahí fuera.

 Agarré su mano y la arrastré hacia el salón donde estaban Rach y Kate jugando con Pepín que pataleaba y reía feliz entre las dos.

-  ¡ Eh chicas, os voy a presentar a Elena, la nurse de Pepín !.  -  mis dos amigas la miraban extasiadas, con la boca abierta. Tras las presentaciones y los besos habituales, Elena se apresuró a coger entre sus brazos a Pepín y las dos nos sentamos en el otro sofá.

-   ¿ Cómo es que vas descalza, Elena ?.  Te puedes resfriar.  – chilló Rach.

-   Es ... que ... mis zapatos están mojados por la lluvia.  -  respondió sonrojada  - Y como la moqueta es tan suave, prefiero ir así.  Aunque habré de ponérmelos porque es tarde y tendré que irme a mi casa.

-   Tú vas cenar con nosotros, que está diluviando y me temo que va para largo. – habló Kate  -  Tom, al que ya conoces y creo que muy bien, está en la cocina haciendo espaguetis. ¿ Te espera alguien en tu casa, nena ?.

-   No. -  Elena movía de lado a lado la cabeza enfatizando el No, a la vez que sus mejillas adquirían el color púrpura probablemente por la referencia a Tom.

-   Pues ya está.  Esta noche duermes en mi habitación, Pepín, tú y yo.  Que la cama es amplia, ... como ya sabes.  -  Kate la miraba  con una pícara sonrisa al tiempo que lamía su labio inferior.

-   ¡ Para ya, Kate !.  Deja de agobiar a Elena.  Dormirá conmigo, en mi habitación. -dije enfadada.

-   Tú tienes cosas que hacer esta noche, Kim.  – intervino Rachel  - Recuerda que mañana has de atender a Walter, tu primer cliente. Así que esta noche te queda la última clase con Tom, además, creo que la clase de esta tarde casi te la has saltado.

Elena miraba alucinada la discusión entre las tres, con los brazos cruzados sobre sus pechos y el niño sobre sus muslos, pero poco a poco dibujó una sonrisa con sus labios.

-   ¡ Vale ya  !.   Respecto a dónde y con quién me acuesto esta noche, algo tendré que decir yo ¿ no  ?.  – dijo divertida Elena  -  Creo saber lo que hacéis en vuestro departamento de atención al cliente y, desde luego, eso no me atañe a mí.  Pero lo que sí me atañe y me interesa es lo que hago con mis noches y eso lo tengo claro: esta noche voy a acostarme con las tres a la vez y, claro, con mi querido Tom que esta tarde me ha enseñado el camino y quiero seguir caminando con él.  Si os parece bien, bien. Y si no me largo a mi casa y vuelvo mañana para cuidar de este angelito. – dio un besito en la nariz de Pepín.

-   La cena está servida, señoritas.  – apareció Tom bajo el dintel de la puerta de la cocina con un delantal.  Entramos las cuatro y nos sentamos como pudimos en la mesa de la cocina. Descorchamos dos botellas de vino tinto, reserva Rioja que conste, mientras Elena daba la cena a Pepín que parecía estar pegado con resina a sus brazos; no lo soltaba ni a la de tres.

-   ¡ Mira Kim, cómo me mordisquea el pezón Pepín  !. ¡ Será sinvergüenza  !.  – Gritó Elena a la vez que sacaba el pecho de la camiseta y lo ofrecía a la boca del niño.

-   Es que durante el primer año lo alimenté a pecho, pero se me retiró la leche y hube de darle biberón. Pero el niño tiene memoria y cuando veo que tarda en dormirse le doy mis pechos y se queda frito chupando mis pezones, aunque no saque nada de ellos. 

-   Vamos a hablar claro, Elena.  – la miró seria Rach tras beber un sorbo de vino  - En esta casa formamos una gran familia, Kate, Kim, Tom, yo y nuestro hijo Pepín. Lo compartimos todo, Tom es el marido de las tres y nosotras somos sus mujeres a la vez que los 4 somos madres y padre del niño.  Sé que, quizás, no te sea fácil de entender pero te aseguro que la felicidad reina en nuestra unión, en nuestras apasionadas noches, en ..........

-   ¿ Te ha dado un ataque de melancolía, o qué Rach  ?.  – la interrumpió Tom mientras limpiaba su barbilla con la servilleta, por el tomate de los espaguetis  - Elena tan solo hacía un comentario sobre vuestro trabajo y ... bueno, sus intenciones para esta noche.  – hizo una pausa a la vez que sorbía de la copa de vino. Miró a Elena.   -  Mira nena, estas chicas son putas y yo soy su chulo. Esa es la realidad, además de cuanto te ha explicado Rachel que también es verdad.  Elena, eres una preciosidad además de una mujer estupenda, no hay más que ver el cariño con el que tratas a nuestro hijo.  Pero en esta familia, nuestra unión, se está dentro o no se está. No admitimos dudas, titubeos ni medias tintas.

-   ¿ Me estáis expulsando de vuestras vidas, Tom  ?.  – preguntó Elena a la vez que las lágrimas resbalaban por sus mejillas, goteando sobre el pecho del que el niño chupaba.

-   Cariño, ninguno de nosotros, e incluyo a Pepín, queremos alejarte de nuestras vidas, muy al contrario.  – acaricié su mano que estaba sobre la mesa  - Tom se refería a que en nuestro mutuo amor, el que sentimos durante las 24 horas de cada día en este sagrado matrimonio de 3 mujeres y un hombre, no se puede entrar a ratitos.  Si tú quieres formar parte de él, serás bienvenida pero tus mañanas, tus tardes y tus noches serán nuestros y los nuestros serán todo tuyos. ¿ Os parece qué lo he explicado bien ?  - dije riendo como una loca mientras los miraba a todos.

-   Lo has explicado de lujo, Kim. Recuérdame que esta noche te de 20 besitos en los labios, en los de arriba y los de abajo.  - sonrió Kate  -  Venga Elena, dame a Pepín que se te van a quedar fríos los espaguetis.

-   Gracias por aceptarme entre vosotros. Soy tan feliz, estoy tan emocionada ......     – musitó Elena mientras sorbía un par de espaguetis entre sus labios  - ¡ Ya somos cuatro mujeres para un marido  !.  ¡ Yuppiiiiiii  !.  – alzó sus brazos hacia el techo riendo feliz.

-   Elena, tendremos que reorganizarnos.  Mañana mismo traes tus cosas a casa, a tu nuevo hogar, puedes dejarlas en el vestidor del dormitorio de Kim o el de Kate, donde tú prefieras.  – recitó Rach -  Por la tarde me gustaría que vinieses al picadero con nosotras, nuestro lugar de trabajo, así lo conoces y te vas haciendo una idea. Esto no implica que vayas a trabajar en lo nuestro. Esa decisión la tomarás tú es su momento, puedes dedicarte a cuidar de Pepín, buscar un trabajo para las mañanas o lo que más te guste, pero en esta familia no hay secretos. Mañana has de conocer lo que hacemos, vienes con Pepín y vestida tal como vas esta noche que estás preciosa.  Eso sí, te calzas unas sandalias y llevas contigo la merienda de nuestro hijo. 

 -   Rach, ¿ crees conveniente que nuestro niño y Alba se exhiban en el picadero, mientras nosotras nos dedicamos al ... fornicio, al pecado  ?.  – miré suplicante a Rach.

-   No solo es conveniente Kim, es necesario. – intervino Kate  - Nuestro hijo en pocos años se hará mayor y no queremos que se entere a través de murmuraciones maliciosas del trabajo de sus madres, que no es otro que el de entregar nuestro amor a través de nuestros besos, ... nuestras caricias.  Respecto a Alba, presiento que, más pronto que tarde, se unirá a nosotras.  Una flor tan hermosa como ella debe mostrarse a la luz del amor, regarla cada día; lo que sí seria pecado es marchitarse en la oscuridad.

Continuamos charlando un rato mientras apurábamos el vino. Elena se mostraba cada vez mas desinhibida, integrada por completo a nuestras risas y cotilleos.

-   Habremos de ir pensando en ir a la cama.  – dijo Tom tras terminar el vino de su copa  - Mañana he de madrugar.

-   Yo todavía he de bañar a Pepín. Acostarlo en su cunita.  – susurró Elena quien había recuperado al niño entre sus brazos.

-   Lo baño yo, nena, que tu horario de trabajo finalizó hace rato.  – Rach arrancó al niño de entre los brazos de nuestra nueva mujer.

Mientras Tom se duchaba en el baño de la habitación, Elena se quitó la camiseta por la cabeza de un tirón mostrando sus bamboleantes pechos. Se sentó a los pies de la cama y empezó a bajar los pantalones.

-   Yo te los quito. Túmbate.  – ordenó Kate tajante a la vez que estiraba de los bajos de los pantalones hasta sacarlos por los tobillos. Se arrodilló entre las piernas de Elena y acarició la matita de vello color trigueño que adornaba el monte de Venus mientras la nena cubría sus ojos con el brazo derecho, visiblemente nerviosa.  – Abre las piernas, cielo.  – las piernas se abrieron  -  ¡ Más !. – los muslos se abrieron más dejando al descubierto unos pliegues gorditos, suaves y palpitantes.

-   ¡ Mira esto, Kim  !.  – exclamó Kate.  Yo, que había terminado de desvestirme, me arrodillé a su lado.  -  ¿ Has visto una flor tan bonita antes  ?. No digas que no parece un clavel sonrosado.  Mira qué pepita, qué botoncito palpitante que está pidiendo a gritos unos labios que los besen, que ......

Escuchamos un clic a nuestras espaldas al tiempo que un resplandor iluminaba la habitación.  Giramos las cabezas y vimos a Tom sacando fotos.

-  ¡¿ Me estás fotografiando desnuda, Tom  ?!.  -  chilló Elena con un cabreo monumental  - Ya estás borrando las fotos.  Todavía no estoy en venta y si mi abuela me viese así te aseguro que me corría a zapatillazos.

-   He obtenido fotos de tres cuerpos desnudos espectaculares. Tú cubrías parte de la cara con tu brazo y ellas estaban de espaldas. Os voy a sacar más fotos y me da igual que te guste o no, ni las zapatillas de tu abuela.  -  Tom la miraba muy serio  - Tú y yo sabemos que vas a entregar tu cuerpo al mejor postor, que formas parte de nuestra familia y que eso implica compartir tu amor con nosotros y los clientes que elijamos entre los cinco.  ¿ Vale  ?.

-   Vale, amor mío.  – ella miraba a Tom con una sonrisa enamorada  - Soy vuestra y vosotros sois míos, mi familia, mis amantes. Estoy loca por sentir vuestros labios acariciando mi clavel, que maltratéis cada rincón de mi cuerpo a la vez que yo os como vuestros rincones y siento cómo me atraviesa ese enorme pedazo de carne dura.  -  un profundo suspiro detuvo su recital -  Tom, quiero recibir mañana mismo a mi primer cliente, el que vosotros elijáis. Integrarme en vuestra vida por que se hace camino al andar y quiero andar junto a vosotros. Siempre.

Tom, sonriendo por la definitiva entrega de la mujer, empezó a hacer fotos de nuestros cuerpos desnudos indicándonos las posturas en las que debíamos ponernos. Kate y yo ocultábamos nuestros rostros, bien con nuestras melenas, los brazos o nuestros besos. Elena insistió en que no le importaba exhibir su cara, mostrar sus ojos grises y sus golosos labios gorditos que dibujaban sonrisas adornadas con sus blancos dientes y después poniendo insinuantes morritos.

-   ¿ Qué narices estáis haciendo tan silenciosos  ?, ¿ eh ?.  – Rach, por extraño que parezca no chilló, pero se puso en jarras ante los cuatro. -  Pepín está cambiado, bañado y dormido.  – explicó sonriendo.

-   He sacado fotos de las tres, cielo.  – respondió Tom  - Mañana seleccionaremos dos o tres de Elena y la sacaré a subasta.  Voy a hacer un book de las cuatro. ¿ vale ?. 

-   Lo que tú quieras, Tom. Pero nuestras tetas están más vistas que las de Dakota Johnson, la de 50 Sombras.  ¿ Qué precio piensas poner en la subasta de Elena ?.

-   He pensado en un precio de partida de 800.000. Si estáis de acuerdo, claro.

-   ¿ 800.000. Tú eres tonto o qué  ?.  – gritó Elena  - Ese es el número de patadas que te voy a pegar en el culo. ¿ De verdad piensas que alguien va a pagar ese pastón por abrirme de piernas  ?.

-   Por abrirte de piernas, entregar tu culito y tus dulces labios.  – acaricié su mejilla    -   A mí me subastó Tom hace un par de días y mañana recibo a Walter quién hizo la oferta más alta: un millón.  Estoy segura que tú vas a superarme, porque eres más guapa, más sexi y estás más buena que yo.

Aprovechando su cara de pasmo me incliné sobre ella, le estampé un beso en sus labios entreabiertos tumbándola sobre la cama, montando su cuerpo a la vez que nuestras lenguas se peleaban en nuestras bocas enlazándose y retrayéndose, mordiéndonos los labios, bebiendo nuestros suspiros.  Elena abrazaba mi cuello con un brazo mientras el otro apretaba mis caderas buscando el contacto de mi pubis entre sus piernas abiertas. Di la vuelta a mi cuerpo poniendo mis muslos sobre su cara y buscando con mis labios el clavel rosado que escondían sus pliegues inflamados. Éramos dos mujeres hambrientas de caricias, de sexo libre de prejuicios   ... de amor; yo tras acariciar sus labios vaginales con la lengua, la introduje suavemente en la vagina lamiendo sus paredes y alcanzando con la punta el fondo de la grutita que temblaba de ilusión al tiempo que elevaba el pubis y empujaba con las manos mi cabeza pretendiendo, tal vez, que entrase la cabeza entera en su coñito húmedo y caliente.  Ella no se entretuvo con tonterías, directamente mordió mi clítoris con los labios y empezó a lamerlo con desespero; cuando nuestros clítoris despertaron asustados ante el cruel ataque de nuestras lenguas, se erizaron provocando tales convulsiones en nuestros vientres y caderas que abrieron el grifo de los jugos llenando nuestras bocas con los líquidos que manaban a raudales del fondo de nuestros coños. Tras el intenso y largo orgasmo, dimos la vuelta a nuestros cuerpos y Elena se puso encima de mí, continuando con nuestra comida de coños. Seguíamos con hambre las dos.

De pronto, vi el redondo glande de Tom al que seguía un tronco duro y grueso apoyarse entre los pliegues de la nena que seguía a lo suyo: comer mi coño. El cuello de la niña se alzó, dio un gemido como preguntándose ¿ que cojones está entrando en mi coño ?, aunque debió adivinarlo porque siguió lamiendo mi botón rosado a la vez que daba sentones sobre la polla.  La vista era alucinante, mi lengua seguía lamiendo el clítoris de Elena a la vez que el monstruoso tronco de nuestro chico se deslizaba por mi lengua y la cueva de ella. Nuestros convulsos orgasmos no tardaron en llegar, violentos, interminables. Mi boca se desbordó de flujos vaginales que las corridas de la niña expulsaban como un rio revuelto. Tom seguía cumpliendo con su obligación: destrozar el coñito estrecho de la niña de ojos grises  y triste mirada.  Vi que la polla se hinchaba todavía más, que clavaba los dedos en su cintura y tras unos empujones duros gruñeron los dos, o los tres, porque yo me corrí también al tiempo que me ahogaba por los chorros de esperma y líquidos varios que salían del coño de Elena y llenaban, de nuevo, mi boca.