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Rachel

en No Consentido

                                                          Rachel

Salí de las Galerías de Oxford Street con dos bolsas en las manos y mi bandolera colgada del cuello.  Acababa de comprar algunas cosas para la cena y los dos siguientes días.  Esta tarde, por fortuna, libraba en el trabajo así que tenía cinco horas por delante para tomar una ensalada y tumbarme en el sofá.

-  ¡ Rachel !.  - escuché una voz familiar a mi espalda. Me detuve y Rob se situó a mi lado cogiendo una de las bolsas que colgaban de mis manos.  -  Vas muy cargada, cielo, deja que ayude.

-   No necesito tu ayuda, Rob.  Ya me apaño sola.  – lo miré con el ceño fruncido  -  Tú no sueles ayudar a cambio de nada.

Robert era el marido de mi hermana Kimberly, mi cuñado, aunque mejor debería decir ex cuñado puesto que se habían separado hace unos meses.  Siempre me había mirado de forma lasciva, me desnudaba con sus ojos sin disimulo alguno. He de confesar que sus miradas, aunque me inquietaban por su matrimonio con Kim, me hacían sentirme deseada y alteraban algo dentro de mí, especialmente cuando aprovechaba cualquier ocasión para rozar mis pechos con su brazo o pegarse a mi espalda mientras preparaba café en la cocina. Rob y yo nos conocíamos desde el Instituto, ya entonces me asediaba, intentaba ligar conmigo, pero yo tenía un futuro por delante ilusionante y lo rechacé en diversas ocasiones.  Pocos años después Kim y Rob empezaron a salir juntos y terminaron casándose.

-   Rach, sigues enfadada conmigo y no sé porqué.  Sabes que siempre te he dado mi cariño. Siempre estuve enamorado de ti, desde el Instituto – respondió a mi mirada enfadada.

-   ¿  No sabes porqué  ?.  Mira Rob, eres infiel por naturaleza, primero me sedujiste estando casado con mi hermana.  -  siseé mirándolo con gesto altivo  - Abandonaste a Kim y compartiste apartamento con esa jovencita, Emma, ¡ y ni se te ocurra volver a decirme que no hay nada entre los dos !. Estoy cansada de tus mentiras, de tus engaños, de ti.

-   Venga Rachel, déjame ayudarte con las bolsas hasta tu casa.  Bien sabes que nadie  ha hecho estremecer tu cuerpo, como cuando has estado entre mis brazos. Todavía noto tus suspiros en mi cuello mientras entraba en ti.  – sus palabras seguían derritiendo mi corazón.  Anduvimos hacia mi casa.

Nos duchamos los dos a la vez, juntos.  Yo recobraba la tranquilidad, tras el enfado de este mismo día con Rob, mientras sus manos acariciaban mi piel y sus labios jugaban con mis pechos.  Enderecé mi espalda al sentir sus manos abrir mis glúteos y uno de sus dedos presionando mi ano, introduciéndose él.

-   ¡ Robert, esa es una línea roja  !.  – balbucí intentando separarme de él. Me arrinconó contra la pared de la ducha, metiendo el dedo hasta el fondo del agujero.

-   Venga nena, los dos sabemos que este momento tenía que llegar.  -  el agua de la ducha fluía sobre nuestros cuerpos apretados. Yo intentaba separarlo con mis antebrazos sobre su pecho, pero él me tenía maniatada contra la pared con sus fuertes brazos, su poderoso cuerpo  -  Tú ya me provocabas en el Instituto con tus tejanos ceñidos en los que destacaba tu precioso culo, tu raja. Incluso cuando estabas de frente se insinuaban tu pubis, tus labios vaginales.  Así que no me cuentes lo de líneas rojas, porque yo las veo verdes y con el cartelito de  “ entrada  libre “.

-   Rob, por favor ... me estás destrozando el ano y también el corazón. ¡ Saca tu dedo, esto es una guarrada ! .  -  sollocé mientras mis lágrimas saladas entraban entre mis labios    -  ¡ Y no lo voy a consentir  !.  Nadie ha entrado nunca por ahí.  – grité desesperada.

-   Mira Rachel, esta noche te voy a romper el culo.  Por las buenas o a las bravas, tú eliges.  – me miró con su asquerosa mirada oscura  - Si lo hacemos por las buenas, vas a descubrir un intenso placer. Si es a las bravas además de romperte el culo, voy a masticar tus pezones con mis dientes. Si te pones burra masticaré, además, tu clítoris y tus labios vaginales.  Te dejaré inútil por delante y por detrás.

Me derrumbé. Sabía que hablaba en serio. Mi instinto ya me había avisado esta misma mañana, pero pensé que solo eran aprensiones.  Sacó el dedo de mi ano, cerró la ducha y me secó con una toalla mientras yo lloraba encogida.  Cuando íbamos hacia la cama, miré la puerta de la habitación. Estaba a solo tres metros, me deshice de su brazo y corrí hacia ella.  Él me puso una zancadilla, caí al suelo se puso sobre mí y me abofeteó la cara, sentí en mis labios el sabor de mi propia sangre.  Me agarró del pelo y me lanzó sobre la cama.

-   ¡ Venga zorra, déjate de lloriqueos y ponte boca abajo  !.  – vociferó -  Te voy a poner en el ojete crema lubricante para que mi polla entre más suave.  ¡ No digas que no soy considerado  !.   ¿  Lo has entendido  ?.  -  afirmé repetidas veces con la cabeza, mirando el tubo de crema con los ojos muy abiertos, apretando con mis manos la sábana de la cama.

- Me puso un chorro de crema sobre el ano, la extendió con el dedo y empezó a meterlo girándolo dentro del ojete.  Gemí a la vez que apretaba el culo.

-   Te lo estoy haciendo con suavidad, putón.  No aprietes el culo y todo irá bien. – ordenó  - Eso está mejor, así me gusta  -  dijo cuando lo relajé. Se entretuvo con el dedo  metido por completo, mientras trazaba círculos en el ano hasta sacarlo del todo.

Volví a notar una fuerte presión en el agujero y noté como iban entrando sus dedos, no sé si dos o tres.  Mordí la sábana intentando evitar mis alaridos, sus dedos se retorcían en el recto, me estaban desgarrando.

-   Por ... favor ... me .. haces ...mucho ... daño.  -  dije llorando de dolor  - es insufrible.

Tras varios minutos de tormento, sacó sus dedos del culo.

-   Ahora vas a notar el cipote en el culito, y tras él mi polla entera.  – se tumbó sobre mi espalda.  Musitó en mi oído:  -  Te estás portando muy bien, cielo.  Pronto escucharé tus jadeos de placer.

-   ¡ Eres un hijo de puta  !.  – no pude evitar decirle, aún con el terror que me inundaba.

Escuché su carcajada y noté su bola intentando entrar en mi esfínter, mientras separaba mis nalgas con las manos.  Entró el glande mientras yo daba patadas con mis pies sobre la cama. El dolor me llegaba hasta el alma pero los sollozos no lograron frenar sus arremetidas. Su miembro perforó mi culo hasta el fondo, hasta mis intestinos o más allá.  Aguanté con mi cara desencajada por el intenso dolor, por la humillación a la que era sometida.  Poco a poco mi ano se fue adaptando al pedazo de carne que lo llenaba.  El dolor desapareció. Fue sustituido por un cosquilleo en mi vientre que fue creciendo lentamente.

El muy cabrón, retiró una de las manos que agarraban mis caderas y la introdujo entre mis piernas que temblaban.  Traspasó con sus dedos mis labios vaginales y su dedo índice comenzó a restregarse en mi clítoris.  Suspiré sobre mi brazo, me apoyé sobre mis rodillas.  Mi culo, mis nalgas, empezaron a moverse en pequeños círculos.  Me avergoncé de mi misma, del intenso placer que sentía en mi culo, en mi vulva y en todo mi cuerpo.  Pronto empecé a dar sentones a alzar mi culo y a dejarlo caer una vez tras otra.  Era un placer nuevo, desconocido pero más intenso y largo que cualquier otro de los que había tenido.  Apreté mis paredes rectales sobre la polla, cuando sentí el chispazo en mi vientre y las intensas convulsiones que acompañaron mi interminable orgasmo que no remitía.

-   ¿  Has disfrutado de tu primer anal, cariño  ?  – preguntó sobre mi oído Rob.

-   ¡  Claro que no, cabrón de mierda  !.  ¡  Jamás me he sentido tan humillada !. - exclamé furiosa.

-   Debo haberme equivocado.  – dijo con una risa aviesa, mientras mantenía su dura polla en mi culo  -  Me pareció que te corrías como una burra. Pues mira, la saco y en paz, no quiero que sigas sintiéndote humillada.  -  empezó a sacar su miembro.

Yo di un nuevo sentón y la metí hasta el fondo del culo, hasta los intestinos.

-   ¡ Joder Robert  !. Me has maltratado, has abusado de mí, me has partido el labio  .  – giré mi cabeza hacia él  -  Claro que me he corrido. Quiero que te corras tú en mi culito, en mi rajita, y ... ¡ me voy a correr contigo  !,  ¡  te voy a castigar y a sacarte hasta la última gota de leche !.  Así  la tendrás mañana para hacerte el café.

Puse una almohada bajo mi vientre, abrí bien mis piernas  y con una mano separé una de mis nalgas con el fin de que mi esfínter se mostrase receptivo.  Apoyé los hombros  y la cabeza sobre la cama y bajé la mano disponible hasta mi abierta vagina que estaba mojada por mis abundantes flujos.

-   Ya tienes disponible mi culo, jodido cabrón. Disfrútalo cuánto quieras, haz que se trague tu enorme polla.  – dije con rotundidad, apoyada sobre mis rodillas, con el culo ansioso y en pompa.

Su duro capullo atravesó mi esfínter con facilidad.  Con un decidido empujón metió su falo hasta el fondo, lo sacaba hasta el capullo y lo volvía a meter sin contemplaciones, con violencia.  Sus huevos golpeaban mis labios vaginales, mientras yo metía mi mano en mi vagina.  La sensación era alucinante; mi culo relleno de carne dura que apretaba con mis paredes y mi coño con mi puño enterrado.  Eso solo podía mejorarlo una lengua chupando a la vez mi clítoris. Bueno ...   y otra polla o vagina en mi boca;   todo llegará.  – pensé.

Me corrí no sé cuántas veces.  Era un orgasmo continuado, sin tregua.  Rob se corrió  al fin,  ¡ el tío aguantaba como un animal  !.  Dejó mi culo lleno de leche.

-   ¡ Vaya nochecita que me has dado, Rob  !, me has esclavizado.  – susurré alzando la cabeza que apoyaba en su pecho, mientras descansábamos sobre la cama con respiración agitada, muy juntitos  -  Pero me gusta ser tu esclava.  Que me hagas esas salvajadas.  

-  Cariño, no te he hecho ninguna salvajada.  – dijo tras besar mi nariz  -  Solo te di dos suaves bofetadas porque te portabas mal.  – miró el interior de mi labio  - Tienes un puntito rojo en tu labio inferior, eso no es nada.

-   Pero el culo lo tengo como un volcán en erupción. Del cráter del volcán, ni te cuento.     -  deslicé mi mano hasta su bulto  - Cariño, lo tienes marchito y la noche no ha terminado.  Nos queda mucho por hacer.

-   Rachel, aunque solo sea por razones de higiene, por hoy ya está bien .....

-   ¿  Ya está bien  ?.  -  grité enfadada  -  ¡ Nos duchamos y limpiamos a fondo !, pero te quiero en mi vagina y en mi boca.  ¿ O quieres reservarte para tu niñata  ?.

-   ¿  Te estás refiriendo a Emma  ?.  – asentí repetidas veces con la cabeza -  Nunca hemos tenido sexo completo, como mucho algún beso furtivo y algún apretón.  Poco más, ella es una chica discreta, aunque últimamente la veo más atrevida, más cariñosa. Especialmente, desde la noche que regresó enfebrecida del trabajo y yo cuidé de ella.  Esa noche acabó como acabó.  - rió recordando la puñetera noche.

-   Venga Rob, has despertado mi curiosidad. ¿ Cómo acabó la noche  ?.  – pregunté con dulzura, aunque tenía ganas de retorcerle las pelotas.  

-   Nada, una chiquillada.  – respondió alzando sus hombros, sonriendo y ladeando la cabeza  -  Cuando bajó su fiebre de madrugada, yo me había quedado dormido con su cabeza sobre mi pecho y mi mano en su pelo. De pronto desperté con una extraña sensación.  Emma me estaba haciendo una felación, desnuda, acariciando mi escroto, lamiendo el glande y metiéndolo en la boca.  -  ¿ que haces, Emma ?. -  pregunté -  Lo que estaba deseando hacer, desde mucho tiempo atrás.  – respondió ella.  No pude contenerme y apreté su cabeza con mis manos sobre mi polla, que por cierto se había puesto muy dura.  Ella, con un impulsivo movimiento aunque sin sacar mi polla de su boca, se montó sobre mí, espatarrada sobre mi cara.  Resumiendo, Rachel.  -  miró mis ojos riendo  -  Hicimos un 69 espectacular, nos comimos uno al otro durante un par de horas.  Emma no cesaba de correrse ni de tragar mi esperma. Ya ves, Rachel. Una tontería.

-   ¿ Una tontería  ?.  – grité furibunda, mientras me giraba dándole la espalda  -  ¿ Con su coño o su culo, también hicisteis alguna otra chiquillada.  Cabronazo ?.

-   Bien sabes que tu culito siempre fue mi obsesión, cariño.  – se abrazó a mi espalda  -  Y hasta hoy, nunca me ha apetecido ningún otro. Aunque su coñito ...  – titubeó – lo noté tan  estrecho y tan ansioso que despertó mis deseos más obscenos.  La siguiente noche regresé del trabajo y vi a Emma dormida en el sofá, tapada con una manta fina que se había deslizado y mostraba uno de sus pechos y un muslo desnudo. Preocupado me acerqué a ella y besé su frente.

-   Emma, ¿ sigues encontrándote mal ?.  -  musité en su oído.  Abrió sus ojos y se abrazó a mi cuello.

-   No, cariño mío.  Te esperaba y me quedé dormida, estaba soñando contigo.  -respondió incorporando su torso, mostrando su cuerpo desnudo.  Besó mis labios de un modo que me pareció inadecuado.

-   ¡  Emma, vístete  !. -  le grité mientras me libraba de su abrazo  - estás trasgrediendo las reglas que establecimos. Somos amigos, y convinimos que en esta casa no habría sexo ni por tu parte ni por la mía y, mucho menos, entre nosotros.

-   ¿ Ah, sí  ?.  -  me miró con ojos lacrimosos  -  ¿ Entonces lo de anoche qué fue, una simple cortesía entre amigos  ?.  Pues tragué litros de tu cortesía e ¡ hiciste que me corriese en tu boca decenas de veces  !.  -  exclamó sollozando.

-   Vale, Emma.  Deja de llorar, sabes cuanto me enternecen tus lágrimas. Además se te está corriendo el rímel con tus lloros.  – le dije abrazándola, mientras la sonrisa volvía a iluminar su carita.

-  Puedo notar tu “ enternecimiento “.  – dijo ella mientras acariciaba mi paquete  - Aparte de mi rímel, quiero correrme en otros sitios.  Hoy necesito todo tu amor, Rob.         ¡ Todo y por todos los sitios  !.

Esa noche cenamos sobre las doce.  Su vagina estrechaba mi falo, que  absorbió en cuanto notó el glande entre sus labios vaginales. La tenía muy apretadita, jugosa y caliente.  Si no supiese que su novio, el escocés, la follaba de vez en cuando, hubiese jurado que nunca antes se la habían llenado con polla alguna.  Los dos suspirábamos, nos retorcíamos, nos caímos del sofá pero seguimos sobre la moqueta.  Emma, me arañaba la espalda, mordía mis deltoides, mi cuello, mientras temblaba y se convulsionaba una y otra vez.  No sé cuantos orgasmos tuvo, pero gritaba sin parar.  Yo me corrí tres veces sin sacarla, porque la nena me impedía separar mi cuerpo con sus brazos y piernas.  Amarrada a mí.

Nos duchamos juntos y nos sentamos en la mesa de la cocina para tomar la cena que Emma había preparado, antes de quedarse dormida en el sofá.  Yo me había puesto unos pantalones cortos y una camiseta. Emma sólo una camiseta.  Mostraba el vello de su pubis, negro azabache aunque recortado. Precioso.

-   Cariño, te vas a resfriar. Vas muy fresquita.

-   Estoy muy acalorada, Robert. Además, así estoy preparada para el postre.

-   ¿ Qué vas tomar de postre  ?.

-   ¡  A ti, amor mío !.  Te dije que esta noche lo quería todo, por todos los sitios. Ya ves si te queda faena por hacer.  

-   Emma, anoche lo hicimos por la boca.  Hoy me he ocupado del coñito.  ¿ Qué más quieres  ?.

-  Adivínalo, bobo.  - respondió con una sonrisa angelical  -  Aún queda otro agujero que vas a llenar esta noche.  Estoy hasta la narices de limpiar el cristal de la foto de Rachel.     ¡ Siempre la marca de tus labios en su trasero  !.  ¡  Cada día !.  -  respondió gritando y frunciendo el entrecejo.

-  Emma, hemos vulnerado todo lo que nos prometimos cuando decidimos vivir juntos.  Sabes que Rachel ha sido siempre mi obsesión, mi sueño imposible.  Pero sé que algún día nos encontraremos y su precioso trasero me lo entregará.  Hasta que eso ocurra, no encularé a ninguna otra mujer.  -  continuó relatando Robert, quién seguía abrazado a mi espalda. Besando mi cuello.

Me di la vuelta hacia él, acaricié su rostro con mis manos y besé su labios con frenesí.  El relato de sus “ chiquilladas “ con Emma, si bien al principio me enfadaron, el final me emocionó.  Yo era su obsesión, su sueño imposible.  ¿ Qué mujer no se volvería loca al escuchar esas palabras del hombre que la abrazaba ?.