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Rachel 4. el estreno de Kate.

en Hetero: Infidelidad

Dos días después, enseñé a Lucy el dúplex que habíamos alquilado tres meses antes, a los pocos días de iniciar nuestra humilde sociedad del folleteo.  Estaba situado en las afueras de la ciudad; formaba parte de una discreta urbanización, tranquila, sin problemas para aparcar el coche que cada tarde y, a veces noches y mañanas, transportaba al cliente de turno.  Aunque sin lujos innecesarios, lo amueblamos con gusto, muy coqueto.  Tenía tres dormitorios amplios, con grandes ventanales y  sus propios baños, las camas eran king size, amplísimas como requería la actividad para la que iban a servir.    El comedor salón con dos grandes sofás y otros muebles bonitos.

-   Este es mi lugar de trabajo, Lucy, y a partir de hoy va a ser el tuyo.  Tom y yo lo llamamos    “el picadero “, ya sabes ...  – apreté su mano que unía a la mía, mientras le enseñaba la casa.  

Los últimos dos días fueron de locura, la nena había descubierto las delicias de la pasión, del sexo sin límites ni inhibición alguna que mi marido y yo le enseñábamos con todo nuestro cariño y que Lucy aprendía con entusiasmo.  Era muy buena alumna, siempre dispuesta a recibir nuestras enseñanzas con las piernas abiertas y su boca golosa.  Cuando yo regresaba cada tarde a casa, tras atender al cliente de turno, Tom ya ejercía de profesor y tras atravesar la puerta de entrada solía escuchar los gritos y gemidos de Lucy, recibiendo su clase vespertina.  Dada la premura de tiempo de que disponíamos, habíamos decidido los tres que ella se estrenase con el primer cliente lo antes posible; así que acordamos que las clases nocturnas eran necesarias, por las muchas cosas que le quedaba por aprender y la ilusión que mostraba Lucy por adquirir la experiencia debida.

-   Tom, cariño. Tienes disponible mi culo, que está ansioso por recibirte.  - exigió Lucy anoche  -  Si tengo que ofrecer servicios completos, que es lo que quiero hacer, ya es hora de que me prepares el culete.

-   Jo – der nena, eres insaciable y yo estoy reventado.  – se quejó Tom  -  Hoy no va a poder ser, me temo que no se va a poner dura para tal evento.

En ese momento, sonó mi  móvil.  Miré la pantalla y la llamada era de Ronald.  Puse el móvil en función manos libres, para que los tres pudiésemos escuchar la conversación.

-   Hola Ron, ¿ qué tal  ?.

-   Fastidiado, Mery.  Esperando tu llamada respecto a lo de Lucy.

-   Te dije Ron que ella no estaba en el escaparate, ni disponible para lo que quieres.

-   Me dijiste, “ de momento  “, Rachel.  ¡  No me la quito de la cabeza  !.  – vociferó  -  Si es por dinero, pon tú misma la cifra.  Pero quiero hacerla mía, YA.

 -   Mira Ron, Lucy es mi mejor amiga, la quiero mucho. He intentado convencerla para que se entregue a ti, pero no hay manera, aunque  pasa por un  mal momento económico.  – expliqué con mi voz más doliente  - Además, solo un hombre ha entrado entre sus piernas, y de eso hace tiempo.  Su culo está todavía por desflorar y se resiste a que nada ni nadie entre por ahí. 

-   Vale Rach, déjate de Lucy, de Mery y de puñetas.  Sé que se llama Kate, también conozco lo de su hipoteca y las dificultades que pasa vuestra Agencia.  - habló tranquilo  - Tú, cuando quieres, sabes ser muy convincente. Estoy seguro de que al final me la vas a entregar.

-   ¡  Kate, vale mucho más de lo que ofreces, Ron  !.  200.000 y me comprometo a entregártela, culito incluido.

-   ¿ 200.000  ? , estás loca Rach.  Ni que fuese la hija del Rey de la Cochimbamba.

-   Pues te vas a tener que follar a  la hija del Rey de la Cochi..esoquehasdicho.

-   Ok, Rach. 200.  La quiero mañana mismo, a las cinco de la tarde en vuestro picadero y sin límite de tiempo, madam.  – colgó.

                                                                                    Kate

-   ¿ Esta es tu habitación  ?  - pregunté boquiabierta mientras Rach seguía enseñándome el picadero.

-   Sí cariño, la tuya es la contigua,  - señaló con el dedo mi habitación  -  es exactamente igual a la mía, ambas están insonorizadas, así que puedes gritar cuanto quieras.  Ahí habrás de complacer esta tarde a tu primer cliente: Ronald.

-    Estoy bastante nerviosa, Rach.  Va a ser la primera vez que un extraño entre en mí.  – dije con voz temblorosa  -  Además lo de mi culo, jo.

-   Kate, deja de lloriquear.  Esta tarde tienes que ser tú misma, con tu personalidad y tu ardor.  Estoy segura que vas a enloquecer a Ron, eres una mujer muy caliente y disfrutas con el sexo, tanto o más que yo.  – afirmó contundente  -  Tu culo, al principio te dolerá aunque después descubrirás un nuevo e inmenso placer, distinto a todo lo que has sentido hasta ahora.

Sobre las dos de la tarde, preparamos una deliciosa ensalada y fruta variada que tomamos en la mesa de la cocina.  Yo no tenía apetito, probablemente debido a los nervios que me consumían, pero Rachel insistió en que comiese.  Es importante que comamos aunque sea algo ligero, pero que nos aporte las energías necesarias para afrontar el trabajo que nos espera esta tarde.  – dijo Rach.

Nos tumbamos las dos muy juntas en uno de los sofás del salón, yo de espaldas sobre ella apoyando mi cabeza sobre su pecho, mientras acariciaba mi melena con sus manos. Sentir sus caricias y absorber el calor de su cuerpo me relajó por completo, tanto qué, me quedé adormecida entre sus brazos.

-   Kate, son más de las cuatro.  – escuché el susurro en mi oído  -  Es hora de que te prepares, te duchas y te pones una de las “ picardías “ que compramos ayer. Yo he quedado con mi cliente a las cinco y media, así que, recibiré a Ron, ajustaremos cuentas y lo acompañaré a tu habitación.

Pegué un salto y corrí hacia mi habitación, la cueva de los muchos pecados que pensaba cometer en mi nuevo trabajo.  Me duché y me puse la picardía que Rach me indicó.  La mañana anterior insistió en renovar mi vestuario, nos fuimos de compras y gastó un pastón en mi nueva ropa. Nunca me había sentido tan mimada por nadie.

Escuché el timbre de la puerta principal y voces masculina y femenina. Muchas risas, que continuaron a la vez que alguien abría la puerta de mi habitación, mi espalda se tensó apoyada sobre el cabezal de la cama donde estaba tumbada. La dichosa puerta no terminaba de abrirse por completo.

-   ¿ Cuatro horas  ?  - escuché el rugido de Ronald  -  Te dije que la quería por tiempo ilimitado, Rachel.

-   Ja,  ¿ y que piensas hacer a partir de la primera hora ?,  ¿ mirar las estrellas por el gran ventanal, Ron  ?.  – respondió Rach, entre risas  -  Con las ganas que le tienes a Kate, te va a dejar seco en cuestión de minutos.

Al fin se abrió la puerta y Ron se quedó parado bajo el dintel, su gesto hosco dio paso a una sospechosa sonrisa que adornaba su rostro mientras estiraba una de las comisuras de los labios.  Me sentí como una gacela a la que miraba un fiero tigre antes de devorarla.  Me levanté de la cama sin saber qué hacer y me acerqué a él.

-   Hola Ronald. Hace una tarde muy bonita, ¿ verdad  ? -  dije temblando ante la presencia de un gigantón de más de 1,90, vestía un traje gris elegante, a juego con las canas de sus sienes que remataban un rostro varonil.

 -   Tú eres bonita, Kate.  -  me estrujó entre sus brazos  -  Hueles muy bien, todavía impregna mi olfato tu aroma desde la mañana que te conocí, que te abracé. El camisoncito y la braga que llevas puesta, también son muy monos, pero mientras me doy una ducha  te los quitas,       ¿ vale  ?.  – yo asentí repetidas veces, cabeceando como una idiota.

Hice lo que ordenó el dueño de mi cuerpo, por el que había pagado la espléndida tarifa para  las siguientes cuatro horas: quedar desnuda sobre la cama.  Repasé mentalmente los consejos que Rach me había dado para controlar mis emociones mientras el cliente me follaba: hacer la lista de la compra del supermercado, canturrear en silencio la canción de la última peli que habíamos visto, repasar las tablas de multiplicar .... pero siempre con mis piernas bien abiertas.  Ron salió del cuarto de baño, desnudito como su madre lo trajo al mundo.  El tío estaba macizo, muy musculado para la edad que debía tener y, sobre todo, un colgante entre las piernas que ...  ¡  jo – der  !, cuando eso se ponga más duro ...  – pensé horrorizada recordando el estrecho agujero de mi culo.  Sin perder un solo minuto se montó sobre mí, estiró su cuerpo juntando nuestros labios y me estampó un beso ansioso, caliente, húmedo, mientras su lengua buscaba la mía que la encontró de inmediato.  Nos devorábamos los dos, el tigre y la gacela, pensé en la lista de la compra y me dije a mí misma, que ya la haría después.  Rodeé su cuello con mis brazos y jadeando me perdí entre sus besos, sus caricias y el bulto que crecía entre mis piernas.

Ron, se mantenía en el más absoluto silencio mientras deslizaba sus labios  sobre mis pechos mordisqueando mis pezones que se pusieron duros y erectos como piedras. Sus labios y su lengua continuaron bajando por mi vientre y la madeja rubia que coronaba mi monte de Venus.  Cuando su lengua alcanzó mi vulva y se introdujo entre mis labios vaginales mis gemidos y suspiros arrancaron de mi garganta un alarido, a la vez que estrujaba su cabeza contra mi húmeda vagina por la que fluían ríos de mis más íntimos jugos.  Apretaba con mis muslos su cabeza y mis caderas empujaban mis abiertos pliegues hacia su boca; alcanzó con la punta de la lengua las paredes vaginales y las mariposas revolotearon en mi vientre y cuando llegó a mi dorado botón, el clítoris, el chispazo que sentí desencadenó múltiples convulsiones en todo mi cuerpo, ofreciéndole a Ron el primer intenso orgasmo de la tarde.

-   ¿ Cómo estás, cariño  ?.  – preguntó con sus labios en mi oreja.

-   En la gloria, Ron.  – respondí aún jadeando  - Supongo que te lo habrán dicho otras mujeres antes; tu lengua ha hecho maravillas en mi vagina.

-   Ninguna otra ha reaccionado a mis besos, como lo has hecho tú, Kate. He notado tus temblores y los latidos de tu corazón, sé cuando finge cualquier mujer pero tú no has fingido.  Te has entregado a mí.

-   Y mucho más me voy a entregar, cielo.  – acaricié su duro pene que apretaba contra mi pierna    - Estoy loca por notar esto tan duro entrando en mí.

 No tuve que decir ni una palabra más, él era un hombre muy experimentado en complacer a una mujer; se arrodilló entre mis muslos, abrió mis pliegues con los dedos de una mano y deslizó su prepucio entre los húmedos labios vaginales, arriba, abajo, derecha, izquierda, frotaba la entrada de mi vagina pausadamente, sin prisa pero sin pausa, teníamos mucho tiempo por delante. Los temblores se adueñaron de mi cuerpo y un torrente de mis líquidos inundaron mi intimidad,  mis manos agarraron su cintura clavando los dedos en su piel, estaba ansiosa por que ese trozo de carne dura entrase hasta lo más profundo de mi cueva.  Entre suspiros y gruñidos fue entrando suavemente hacia el destino soñado.  

Él, además de mi primer cliente, era el tercer hombre que entraba en mí: mi antiguo novio que desgarró mi himen con un amago de polvo del que apenas me enteré hace ya cinco años. Tom, mi chulo y maestro que me folló con inmenso cariño los últimos días mientras explicaba el arte del sexo, interrumpiendo con frecuencia las convulsiones previas a mis orgasmos. Ronald, el mago de las finanzas, al que tenía en este momento entre mis piernas y que me hace sentirme mujer, deseada, ansiosa por descubrir el placer del sexo puro y duro.

-   Ronald, por favor, métela toda, hazme daño.  ¡ Destrózame !  - musité en su oído agarrada a su cuello.

De un violento empellón metió el tronco hasta lo más profundo y su gordo capullo se alojó en el cérvix, golpeando con furia el cuello uterino mientras mis alaridos resonaban entre las paredes de la habitación. Me sentía llena de carne dura que mis paredes vaginales intentaban ablandar, hacerla más jugosa mezclándola con mis jugos  y las caricias de mi húmeda cueva. Nuestros cuerpos se retorcían abrazados y una inmensa ola de placer se concentró en mi sangre transportándola hasta mi vientre que se convulsionaba sin cesar.  Cuando llegué al clímax comencé a morder el cuello y los hombros de Ron, me estaba destrozando como yo  pedí que lo hiciese.

Desconozco si mis mordiscos lo pusieron más furioso, pero el caso es que siguió follándome con más violencia si cabe, con un mete saca sin piedad mis orgasmos se sucedían uno tras otro y él derramó dos o tres veces su cremoso semen en la profundidad de mi útero que los recibió feliz.  Tras casi dos horas de pelea entre mis muslos, yacimos sobre las sábanas maltrechos pero íntimamente satisfechos. ÉL acariciaba mis nalgas a la vez que nuestros labios seguían jugando entre suspiros y caprichosos lengüetazos; cuando noté sus dedos presionando mi esfínter mi espalda se puso rígida, entendí su mensaje corporal; Ron reclamaba la tercera fase del servicio.

-   Ron, cariño -  musité acurrucada entre sus brazos con el tono de voz de niña desamparada  -   ¿ no podríamos dejar mi culito para otro día  ?.  Me he entregado a ti por completo, todo ha sido tan dulce ....

 -   Mmmm, cierto es que los dos nos hemos entregado con pasión  - respondió con voz grave tras besar mi cuello  - a ratos con dureza y otros con dulzura, pero esta tarde nos queda la guinda del pastelito que es tu cuerpo: tu culo que está por estrenar.

-   Jo, Ron, no seas así.  ¿ No me has destrozado bastante  ?.  Te prometo que conservaré ese agujerito intacto para ti.  Que seas TÚ quien lo desflore, solo tú.  – supliqué.

-   ¡  Vale ya, nena !. ¡ Deja de hacer pucheritos  !  - rugió mientras volteaba mi cuerpo con sus manazas poniéndolo boca abajo  - Pórtate bien que por el “ intacto agujerito “ he pagado 200.000.

La rudeza de sus palabras hizo que el encanto y la dulzura de aquella tarde se difuminasen. Me sentí humillada, tratada como una simple prostituta.  Ni cariño, ni cielo, ni nena  ¡ ni ostias  !. Fui consciente de lo que era para él, de lo que en realidad soy: una puta de lujo.

Puso una mano sobre mi cintura, apretándola contra la cama, inmovilizándome.  Extendí mi brazo señalando con mi dedo índice el frasco de crema lubricante que estaba sobre la mesita al lado de la cama.  Él alargó el brazo y lo cogió, embadurnó mi esfínter con la crema y  la extendió después sobre sus dedos y su polla. Ambos permanecíamos en el más absoluto silencio, estaba decidida a no quejarme ni hacer pucheros, a fin de cuentas él me iba a hacer por lo que había pagado.  Separó uno de los glúteos quedando al descubierto el embadurnado ojete en el que apoyó sus dedos y con firmeza los introdujo de golpe en el ano.

Sentí un intenso dolor.  Me estaba desgarrando el culo, no sé cuantos dedos me estaban penetrando pero es insoportable.  Mordí un extremo de la sábana con furia, mientras las lágrimas discurrían por mi cara. Continuó varios minutos retorciendo los dedos, separándolos, metiendo y sacando, mientras que yo seguía llorando en silencio, aguantando el tremendo dolor que la dilatación del ano  extendía por mi maltrecho cuerpo.  Al fin decidió sacar sus dedos del escocido agujero, pero, segundos después noté el grueso capullo que relevaba a los dedos que había sacado.  Sin contemplaciones metió el glande y el tronco hasta mis entrañas con un violento empujón; pese a mi promesa de no gritar ni mostrarle las lágrimas empecé a berrear, a patalear sobre la cama mientras sentía que mi culo estaba a punto de explotar, desgarrado hasta la última fibra de mis paredes anales.

-   ¡  Sácala  !.  ¡ Sácala, maldito cabrón  !.  - bramé desesperada, intentado apartar mi trasero del hierro ardiente que lo penetraba. Pero él me tenía bien agarrada con sus manos en mi cintura, completamente inmovilizada; se despachó a gusto con mi culo, sacando y volviendo a meter su duro garrote, retorciéndolo dentro de mí, hinchándose cada vez más.  ¿ Donde está ese nuevo e inmenso placer, distinto, del que me habló Rach ?.  – pensé sollozando y retorciéndome de dolor.  Como se había corrido varias veces durante la puta tarde, aguantó lo indecible follando mi culo,  el tronco cada vez más duro, más grueso. Tras largo rato, que se me hizo interminable, noté un caliente chorro que inundaba mi recto, mis entrañas, aunque él se resistía a sacarla.  

Al fin lo hizo y noté en mis muslos su esperma que había regado mi agujero con intensidad, y que acompañaba a su porra al salir de mí.

-   Esto ya está. -  dijo con tono cansado  -  Ya no podrás presumir de culo intacto, me lo has entregado a mí.

-   ¡ Claro que sí  !.   -  giré mi cuerpo hacia él y lo miré con cara de asco  -  Previo pago de 200.000.  Te lo entregaré de nuevo las veces que quieras, te recuerdo que soy puta. Pero si quieres volver a disponer de mi cuerpo, tendrás que pagar 500.000;  esa es mi nueva tarifa especial para ti,  míster Ronald Wood.