Llega el momento en que Venus y Carlos consumen su matrimonio. ¿Se parecerá en algo a lo que él espera?
El dominio de Venus sobre Carlos se va asentando. ¿Acaso hay algo que pueda hacer un chico para oponerse al dictado del amor? ¿Puede el amor ser inducido? ¿Existe la libertad para él?
Carlos va por primera vez a casa de su prometida. ¿Qué le tiene guardado en ella?
Continúa la historia de Venus y Carlos. Se van conociendo un poco más y ella empieza a dar señales de su humor y su fuerza. ¿Hay algo oculto en esa mujer?
Aunque sigan sin tener sexo, Carlos y Venus cada vez están más unidos. Se avecina un gran cambio en sus vidas.
Como la mayoría de mis escritos, éste tiene que ver con temas como la negación de la satisfacción sexual, transexualidad, sumisión, hechos imposibles que en la realidad simplemente no pueden ocurrir y cosas similares. Esto es una fantasía erótica que comparto con vosotros
Mi amistad con las tres alegres dependientas no duró mucho tiempo, muy a mi pesar. Y, además, fue por mi culpa. Por no poder controlar mis ansias y mi deseo sexual.
¿Si en mi interior quería volver a ser un hombre, por qué no me sentía atraída por mujeres? No es que sintiera asco o desprecio... es que era totalmente indiferente hacia lo que una fémina podía ofrecerme sexualmente.
Los siguientes días intenté cambiar mi rutina... pero me sentía incapaz. Cuando me miraba al espejo, veía a una mujer, no al hombre que una vez había sido y del que ni siquiera recordaba ya la mayoría de sus rasgos
Me sentía incómoda, muy incómoda caminando por la ciudad. Era consciente de cómo iba moviendo mi enorme culo de lado a lado con cada paso que daba. No sabía ya caminar de otra manera. Además, con los altísimos tacones que tenía que llevar sería difícil incluso intentarlo
Aquí estoy de nuevo, dispuesta a contaros mis primeras andanzas en libertad (si es que realmente tengo tal cosa). Como siempre, este relato cuenta historias de feminización forzada, negación del placer, sumisión y un montón de erotismo psicológico, mucho más que crudas descripciones de actos sexuales, aunque las va a haber, más que en el primer libro. Espero que os guste.
Cuando se fue Dalia, yo seguí tumbada sobre la cama. Aparte de dejarme caer, no había cambiado demasiado mi postura, por lo que mis tetitas y hasta mi micropene seguían aplastados sobre la cama. Notaba mi culo palpitar. Me ardía y me escocía un poco, pero sentía un vacío en mi interior que me dejaba algo melancólica
Y así llegó la noche. Después de la cena pude pensar con calma en lo que había pasado y en mis sensaciones. Afortunadamente, la cena se había llevado el último regusto de la corrida de mi amiga y ya me sentía internamente un poco más tranquila. ¡Cómo si alguien pudiera notar los sabores que había en mi boca...!
Fui torpe aquella vez, como no podía ser de otra manera. Me sentía mujerm pero iba camino de seducir a otra mujer... que además pensaba como un hombre... Más o menos. ¿Cómo se actúa en esa situación? Mientras le daba un millón de vueltas a la cabeza, llegué a la puerta de Dalia. Desde el momento en que agarré el pomo, ya no hubo vuelta atrás.
Poco a poco me colé frente a ella, dejando el ventanal a mi espalda. No tenía más remedio que mirarme a la cara. No bajó su vista en ningún momento. En la misma situación, yo lo habría hecho, pero ella era más orgullosa, más fuerte que yo.
¿Qué tengo que hacer para tener relaciones sexuales? Eso fue lo primero que pregunté a Agustín a primera hora de la mañana. Él estaba con su sonrisa encantadora sentado detrás de su funcional mesa de metacrilato...
Justo entonces reparé en Natalia. No estaba sentada junto a su amiga, aunque la miraba de hito en hito con una mueca de preocupación en su boca, ya que el resto de su rostro permanecía tan impasible como siempre. Nuestras miradas se cruzaron cuando me acercaba hacia la neumática mujer. Me hizo un significativo gesto de negación con la cabeza, así que me acerqué a mi delicada compañera de infortunio.
Laura dijo Agustín, con su sonrisa irresistible, sé que tienes un enorme deseo sexual. Lo sé porque es parte de tu diseño. ¿No quieres contarme nada sobre eso?
Exactamente, ¿qué es lo que soy? le pregunté en cuanto me ofreció asiento delante de su mesa de metacrilato.
Era un hombre que debía estar en sus primeros treinta, algo más joven de mi verdadera edad... o al menos la que tenía cuando era varón. Medía en torno al metro setenta y cinco y no pesaría más de setenta kilos. Carecía del acusado tono muscular de Alberto o del actor porno.
A la mañana siguiente inicié mi rutina como cualquier otro día. Apenas había pensado en los enormes aros que tenía en las orejas hasta que llegué al baño. Se habían enredado en mi pelo y me costó un buen rato liberar mis mechones sin arrancármelo. Mis labios y cejas fruncidos hablaban de la frustración que sentía.
A pesar del ejercicio físico, el día había sido poco exigente, por lo que no tenía demasiado sueño. Al final, para vaciar la mente hice lo que tantas personas: conectar la tele una vez más. No era demasiado tarde, quizá no más de las diez, por lo que me sorprendió lo que ví.
Mi corazón se aceleró una vez más. A este paso estaba gastando todos los latidos que tenía destinados a mi vida entera. ¿Habían limitado mi inteligencia? Estaba claro que lo podían hacer. A duras penas recordaba ya nada de cuando era varón y mis cambios de comportamiento eran más que obvios hasta para mí.
Creía saber la razón por la que Natalia se había entristecido tanto al saber que no iba a sufrir más modificaciones. Podía estar equivocada, naturalmente. Quizá aún tenía la esperanza de que la volvieran a convertir en su yo masculino, aunque ella sabía, igual que yo, que las modificaciones eran permanentes e irreversibles.
El tiempo que pasé esperándola sirvió para que mi mente diera muchas, muchas vueltas. Pensaba en mí, pero también en Isabel, en la pobre Isabel. Y en mis amigas, Dalia y Natalia. ¿Serían ellas conscientes también del oscuro peligro que las acechaba? ¿Hasta dónde iban a llegar con nosotras?