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Hist. de Llafranch (cualidades de un estadista)

en Grandes Relatos

Solucionado finalmente el asunto Kat, Flo se preparó para la siguiente jugada. Dejó a su amado mentor en Morella preparando sus alquimias y experimentos secretos para los que necesitaba la serenidad y concentración de su laboratorio en el ala oeste de su castillo, y partió al palacio real de Morvedre donde iba a hacer limpieza.

Nada mas llegar liquidó a la totalidad de machos, elúmenes, y otras criaturas asquerosas de la corte lúdica de su madre. Después puso en práctica su base programática: creó el Real Cuerpo de Verdugas, todas esclavas negras altas como torres, muy marimachos pero mujeres al fin y al cabo, no importaba su aspecto sino su destreza con los látigos y potros de tortura.

Todas tenían el clítoris extirpado y los labios del coño sellados por una argolla que era bien visible entre las cerdas – no podían llamarse pelos – del coño. Su atuendo reglamentario era ir desnudas, calzadas con unas botas de látex negro brillante que llegaban por encima de la rodilla, con tacón de aguja y puntera fina de acero, por si había que patear algún vientre o estacarlas en el parrusín.

Un cinturón amplio caía por sus caderas para servir de agarre a esposas, porras, látigos y estiletes. Los antebrazos apretadamente cubiertos con el mismo látex, y encapuchadas hasta los hombros para no ver lo feas que podían ser. Sus únicas distracciones, aparte de ejercer con saña su oficio, eran introducirse los puños por el ano y comerse las entrañas de las esclavas que palmaban. El Secretario de Estado y Jefe de Gabinete de Palacio, llamado Pere, se encargó inmediatamente de su inmediata puesta en funcionamiento.

Por una esclava confidente, Eipe, sabía lo que ocurría en las juergas de la Reina, donde las chavalas se usaban solamente para recibir torturas varias, puesto que los únicos orificios en acción eran los de Kat. Así pues el elenco femenino se libró de una muerte tan segura como la de los chotos, pero indudablemente mucho más lenta. Flo decidió pasar revista personalmente al mujerío a fin de, incorporarlo a su harén particular, o al grupo de esclavas prescindibles. Las primeras gozarían del látigo y de su polla hasta que el cansancio las cambiara de clase. Las prescindibles podían sufrir sin importar su muerte. Así de fácil.

Las esclavas se presentaron en su presencia. La primera en pasar fue la misma Eipe, que vestía con una cortísima túnica muy transparente - uniforme casi habitual- que dejaba entrever sus bonitos pechos y cuya brevedad dejaba ver que no llevaba bragas. Tenía unas formas muy redondeadas, el pelo castaño lacio y una piel rosada y morena, aunque no demasiado oscura. Tenía granitos por los brazos, piernas, espalda y culito. Flo había jugado con ella anteriormente antes de su nacimiento sexual con Moá, y conocía sus generosas medidas internas, pues su afán de saber le había impulsado a introducir su brazo en su vagina y ano en la piscina de agua jabonosa donde se bañaban a menudo siempre que su madre le pasaba la esclava para que se divirtiera un poco. Al principio Eipe se lo pasaba pipa con Flo.

Aunque este carecía de pollamen suficiente para satisfacerla, con el hambre que pasaban las chicas del harén por mor de las costumbres del ama, era todo un regalo compartir unas horas con el joven príncipe al que enseñaba donde había que meter los deditos y la lengüita, y su coño se llenaba de babas llegando a correrse de vez en cuando. Como premio le chupaba la pollita a Flo con maestría hasta que tenía un orgasmito. Con el tiempo Flo adquirió buenas costumbres. Aunque seguía corto de sexo empezó a aprender lo que era el látigo.

Un día Kat envió a Arme y a Eipe a la vez a pasar el día con su hijo. Arme era gordita y bajita, morena de pelo corto, con tetas grandes, barriga prominente y culo salido; muy guapa. Cuando se la prometían felices en su menage a trois lamiéndose los higos mutuamente como solo las mujeres saben hacer, se encontraron con una de las verdugas negras machotas particulares del chamán Arius, prestada para la ocasión para iniciar a su alumno, y que, a instancias de Flo las amarró brazos arriba después de desnudarlas. Afortunadamente para Eipe este se fijó en el gran pelamen de su socia y hacia ella mostró su atención.

Comenzó el apaleo por el sobaco derecho con una verga nudosa practicado con gran dureza desde su espalda para que Flo la viera de frente. El palo sacudía una y otra vez, de arriba abajo, por todo su costado dejando rojas marcas a la pobre Arme que lloraba sin gritar. Mandó a la verduga ladearse para que los golpes dieran sobre pecho y barriga. La verga golpeaba sin piedad las blandas carnes: mamas y pancha eran holladas por el castigo con una cadencia regular. Flo estaba excitado y mandó desatar a Eipe para que se la mamara. Esta puso toda su sabiduría en la felatio y el principito se fue en un santiamén. Aliviada pensando que se había librado de la tortura se levantó para vestirse y quedó erguida esperando órdenes mientras descolgaban con el cuerpo sin sentido de Arme rayado como una cebra. Y el premio llegó: no mas se hubo recuperado Flo mandó a Eipe tenderse a su lado.

Como lo hiciera vestida recibió un vergazo en el bajo vientre que la dobló en dos. Se quitó la túnica y se tendió boca arriba con los brazos por encima de la cabeza, mostrando el vello axilar; las piernas separadas con el sexo magullado abierto. El aprendiz se inclinó sobre ella con unas tenacillas minúsculas que provenían de Arius, y comenzó a pellizcar los granitos de los muslos. El muy borde confundía a sabiendas los puntos rojizos que quedan después de una depilación. Así las ingles, muy separadas, fueron objetivo preferente de los afilados alicates que a cada clic seguía un trocito de carne arrancado. Arme no pudo contenerse mas y aulló de dolor.

Flo sin darle importancia la volvió boca abajo de un empujón, y repitió la operación en su culo hasta que, quizás en recuerdo de tiempos pasados, o más probablemente viendo que su inmadurez sexual le impedía reexcitarse de nuevo, paró y envió a Eipe al sanadero del chamán.

Del resto de las esclavas ninguna pasó directamente el examen. No obstante incorporó por si acá a la conocida Arme e Ibel, una esclava también regordeta, con menos pecho y abundantes grasas, pero con una piel muy blanca y molludita que invitaba al látigo; las guardaría en la reserva. Las demás pasaron a la servidumbre común y Flo decidió que era urgente cambiar el vestuario.

Los cien días de duelo oficial tenían exasperado al heredero. Aunque no era un sujeto lujurioso a todas horas, cuando le daba la vena libidinosa tenía que desahogarse como fuera. Ahora que no dependía de la gracia de su madre, tenía narices que tuviera que guardarle respeto cuando más necesitado estaba de sexo y sangre, ya que después de la limpia las tres esclavas supervivientes quedaron dentro del harén real, cerrado a cal y canto, así como las salas anejas de tormento. Arius permanecía en las montañas en su refugio particular del castillo de Morella, en sus largas jornadas de experimentación y estudio. En esos momentos de concentración no se le podía interrumpir. Ni su amigo el Rey Pirrín osaba molestarlo. Flo lo sabía y lo respetaba. Ir a Penyscola sería aún peor. Tampoco podía jugar a los echecs con Pere, muy ocupado en el reclutamiento y formación de la RCV. Ya se resignaba a malpasar cazando - divertimento que odiaba- cuando un suceso fortuito vino a cambiar radicalmente su iniciación sexual.

El Reino tenía una Administración tan ineficaz como corrupta, pero como sus súbditos también lo eran y no existían el hambre y las enfermedades, pues la gente era relativamente feliz y estaba contenta con su sistema. Lo peor era ser esclavo - peor esclava- o de casta inferior en una colonia sometida. Así pues, Flo tenía escasas obligaciones de Estado. Una de ellas, que no podía delegar en ningún valido era ser Presidente del Tribunal Supremo de justicia del lugar o distrito donde se encontrara. En ellos raras veces se juzgaban robos importantes, asaltos o asesinatos. Casi siempre se trataba de denuncias por obras sin licencia, cuestiones de lindes o deudas de juego.

Uno de estos casos pilló al príncipe que ese día estaba particularmente tedioso: se trataba de un fulano en deuda con otro, que, a la sazón era recaudador de los blandos impuestos reales. El tribunal falló condenando al deudor y obligando a ceder como esclavos a su mujer, su hijo y una hijastra, así como a toda su servidumbre. El condenado estaba feliz pues deseaba librarse de su prole, pero para joder al desplumador recurrió y probó fehacientemente que los dineros de la banca con que ganó la partida pertenecían a lo recaudado en el último período impositivo, así que el fallo incluía que la cesión debía hacerse al rey, y no al recaudador, que fue ascendido como corresponde. Flo se encontró como heredero con la parentela. La madre e hijo, que eran unos pencos, fueron enviados a Aswán, a la colonia sometida de Egipto, al otro lado del Mare Nostrum, donde permanecerían el resto de su larga vida picando granito rojo.

La servidumbre fue vendida. Pero la nena... la nena era un cromo. Como era una propiedad privada Flo la instaló en sus aposentos, cosa que si estaba permitida, y allí le quitó personalmente las ropas: tenía el pelo negro y largo; las tetas breves y puntiagudas; el talle fino; una mirada pícara; pero lo mejor era su piel lechosa y su higo, un tesoro: pequeño y abultado, con un color rosa claro y unos pelitos escasos que dejaban ver los labios entreabiertos y jugosos. Su nombre era Age.

Age tenía dos años cuando su madre murió, a manos de su padre por haberle puesto los cuernos con un mutante. El hombre era muy celoso. Tardo premeditadamente un año en hacerlo mediante la técnica del empalamiento, muy extendida entre astados. La ató a la cama boca abajo con las piernas abiertas y le introdujo una enorme vara puntiaguda por la vagina. Por el otro extremo fue golpeando con una gran maza: unos golpes, un descansito, otros golpes, otro descansito. así hasta que la puntiaguda asta le salió por la espalda. El hombre tardó solo un año en volverse a casar y tuvo un hijo de esta unión. La madrastra de Age era una bruja que la puteaba todo lo que podía. Los críos crecían juntos pero él era un señorito y la otra una sirvienta. A pesar de la poca edad que se llevaban, Age hacía de niñera, ya que el hermanastro era un poco mongólico, única enfermedad de esos tiempos, culpa de la follanda con todo tipo de engendros.

Mientras dormía la siesta como era un poco precoz, le enseñaba un montón de cosas: le hacía meter los deditos en su coñito y en su ojete; le lamía su pililita y hacía que se le pusiera dura; le hacía meter la lengüita por los sitios de costumbre y más tarde le hacía a hacer lo mismo con su aparato. Se lo pasaban pipa. La bruja les espiaba de vez en cuando y aprobaba tácitamente tales juegos, pues veía la destreza de Age y esperaba que su hijo tomará buena nota para el futuro. Cuando ambos angelitos tenían once años ella y nueve él, Age necesitaba mayores calibres, ya que estaba mucho más desarrollada. Ya tenía pelitos en la parrusita y le apuntaban los pezoncitos. Así que hacía que el subnormal le metiera el bracito entero por su cosita, mientras ella se acariciaba un pitoncito con delicadeza. Manipulando la cañería con sus dedos algo debió tocar que hizo Age sintiera una fuerte sacudida. Ya había anotado otras veces oleadas cíclicas de placer intenso - indicios de orgasmos- pero esto era mucho más eléctrico. Por si fuera debido a sus propias caricias, apartó su mano del clítoris, esperando que se repitiera, y a un nuevo movimiento de la mano, sintió otra descarga de placer.

Quitó el bracito del mongólico y metió sus propios dedos buscando y buscando, y por fin encontró su puntito íntimo que empezó a acariciar, sintiéndose invadida de un gozo que llegaba hasta ahogarle. Entonces sucedió: la puntita de su clítoris comenzó a crecer poco a poco hasta tomar la longitud del dedo índice y el grosor del pulgar, a la vez que notaba que la sensibilidad del placer disminuida. Cuando dejó de gozar y el nuevo miembro estaba tieso, con su piel son rosada y húmeda, lo toco, volviendo a sentir el placer perdido. Ordenó a su hermanastro que se lo chupara, y a hacerlo creyó morir de gusto, hasta que una convulsión de placer seguida de otra, y otra, así hasta que la que hizo 15 la dejo extenuada y tirada en el suelo. Había sentido su primer orgasmo múltiple. El hermano estaba sorprendido por lo que había visto, y porque Age no quería jugar más. Esta le amenazó si lo contaba a alguien puesto que, desconociendo el motivo, pensaba que se estaba convirtiendo en chico, lo que no le hacía ninguna gracia.

No obstante lo sucedido siguieron con sus juegos y cada vez más Age sacaba su flauta para disfrutar de ellos. Un día comenzó a usarla con su hermano. De la misma forma que él se la metía por sus orificios, ella se lo hacía por el culo, y se corría dentro de él. Al mongol no le hacía mucha gracia puesto que le causaba daño, y cuando lo hacía terminaba el juego.

Así pasaron los años, Age ya estaba casi formada como mujer, tenía un bonito cuerpo y una teticas ya apetecibles. Como el zagal se le había quedado corto por la bobería, frecuentaba a otros chicos de más envergadura, pero su pollita sólo la usaba con su hermano, en parte porque sabía que le dolía y así de paso lo humillaba, y a la madre también.

Y así, un día aciago su madre les estaba espiando, y vio con sus ojos lo que estaba sucediendo. Montó en cólera porque pensaba que así su hijo se haría maricón. Interrumpió la escena y arrastró a Age a la higuera del patio donde la ató, le bajo la camisa, y la azotó en la espalda con una verga que usaba con la servidumbre. Age se sintió humillada y escocida porque todos vieran sus pechos desnudos y su espalda castigada y magullada, y juró venganza. Esta le vino a los pocos días: se conchabó con un amigo suyo que tenía sangre elúmen, es decir, una polla descomunal. Age solo le dejaba metérsela hasta su mitad, por el culo por supuesto, ya que por la figa le cabía todo. Lo introdujo en su casa y cuando llegó la hora de la siesta Age provocó a su hermano que pasaba por allí. Este pasaba la mano por la pared desde el día que Age fue castigada. El subnormal se puso caliente y empezaron a magrearse, tocarse y lamerse como en los viejos tiempos, hasta que la arpía de Age llamó a su amigo y lo hizo aparecer en la juerga.

Juntos obligaron al subnormal a dejarse dar por el culo por el monstruo. El tonto gritaba de dolor mientras le entraba entera. El esfínter se agrietó y manaba sangre. Age no midió las consecuencias porque a pesar de las amenazas su madrastra se enteró, ya que vio que el culo de su hijo se había convertido en un bebedero de patos. Roja de ira fue con el cuento al comerciante que ya estaba harto de su familia, especialmente de su hija a la que nunca había querido, así que le dio carta blanca a su legítima para que hiciera lo que quisiese con ella. Esta dio orden a la servidumbre para coger a Age, desnudarla y atarla colgada por los tobillos a la higuera y las muñecas a su espalda. Después ella y su hijo la apalearon de forma intermitente durante tres o cuatro días, cuando les venía en gana, acompañando de patadas en el vientre, pechos, cabeza, y espalda, riñones, y en donde les parecía oportuno. El niño era especialmente cruel: se concentraba en sus teticas a las que azotaba de arriba abajo. Después la dejaron otros dos días mientras la escupían y meaban hasta los perros.

Cuando les apetecía volvían al azote con varas, fustas, ramas de olivo o con palos rígidos, hasta dejar su lindo cuerpo, tumefacto y ensangrentado. Finalmente la soltaron medio muerta y la regalaron a una tía lejana que tenía un puticlub de mediopelo cerca del puerto. Allí se recuperó, puesto que la madam la curó y cuidó, restañando sus heridas y moratones hasta dejarla limpia y sin huellas, no por altruismo, sino por sacarle partido en el oficio. Y así fue obligada a putañear hasta que la brigada judicial la requisó por la deuda de juego de su padre.

Desnuda ante la vista de Flo la chiquita puso un mohín de pudor cerrando las piernas coquetamente, intentando esconder lo evidente. Era mas puta que machamartillo. Flo se puso mas caliente que un ajo. La tomó por un brazo y la reclinó en la cama boca abajo; le separó los muslos para orientar su asta hacia el pequeño y tentador orificio. Con ayuda de un escupitajo y de su dedo gordo introdujo delicadamente - cosa rara- todo enterito el glande. Age soltó un gemido que más que de dolor parecía una invitación a continuar; después, poco a poco, todo el maderamen, con movimientos lentos... cada vez un poquito mas... de esa verga ya considerable. Age lo admitía todo. Flo seguía: adelante-atrás mientras la enculada jadeaba. Con ayuda de su dedito untaba su clítoris con los zumitos de la vaginita y unido al placentero devaneo en su culín se corrió tres veces. Cada vez que lo hacía Flo notaba el cierre del orificio, excitándolo mas, pero sin poder descargar por mas que lo intentaba.

Cuando sus pensamientos de inutilidad orgásmica bajoventral empezaban a poner en peligro su excitación, Age pasó a la acción: Se introdujo el dedo medio en su vagina acariciando su puntito mágico; inmediatamente sintió crecer una protuberancia placentera - era toda una hembra peneclitórica o emergente en plena madurez - a la que empezó a masturbar. Flo notó algo raro y paró. Entonces Age se incorporó y con decisión le tomó con sus brazos, le besó en la boca metiéndole la lengua hasta el garganchón, le dio la vuelta, ante el asombro de Flo al ver lo que nunca había visto aunque sabía de ello, lo puso de rodillas sobre el lecho, le separó los muslos, se inclinó y le metió la lengua por el ojete. Flo por poco se desploma de gusto y de nuevo su polla se puso a cien... a mil... como nunca la había sentido, ni cuando la noche con Moá. Antes de que tuviera tiempo de reaccionar, Age se incorporó, metió los dedos en la figa, embadurnó su pilila y la introdujo en el culo húmedo de Flo... primero la cabeza, después hasta el mango y de golpe, haciéndole estremecer. Al segundo vaivén sin contemplaciones la verga del príncipe manó como una fuente. Sintió tal orgasmo que cayó redondo sobre el lecho manchándolo todo y llenando el ambiente con el inconfundible olor a semen. Se durmió de inmediato.

Al despertar vio a Age completamente desnuda mariposeando por su aposento. Sintió desasosiego por lo ocurrido y rabia por haber sido tan condescendiente y consentidor con esa zorra. Lamentó profundamente no tener a su acceso el potro de tortura para enseñarle modales, pero por otra parte quería a esa joya intacta para futuros goces, al menos hasta que volviera Arius y pudiera restaurar todos los desollamientos y magulladuras que le pronosticaba. Tal contradicción la resolvió a lo bestia. Hizo arrodillar en el suelo a Age que se las prometía muy felices, y con una fusta olvidada que usaba para montar descargó una tormenta de latigazos sobre su espalda, con toda la fuerza de que era capaz, mientras la niña gritaba - esta vez sí- de dolor. Los fustazos restallaban de arriba abajo sobre sus costillas y cintura dejando surcos oscuros sobre la clara piel, que a veces, ante la violencia de algún latigazo se levantaba a jirones. Age perdió el conocimiento y cayó como un fardo. Flo paró satisfecho: había dado su merecido a la ramera, dejando intactos sus lugares favoritos: axilas, vientre, tetas, culo y bajos. Después de que su servidumbre la lavara y que untara de aceite sus heridas, mandó colgarla de una viga y que la alimentaran convenientemente hasta que volviera Arius a ponerla en forma de nuevo.

Flo llegó a la conclusión de que puestos a pasar la mano por la pared, debía aprovechar la ocasión para cumplir su promesa con el tío Ibn. Después de enviar un mensaje al chamán para comunicarle su decisión, partió hacia Penyscola, una tranquila villa mediterránea separada de la tierra y rematada por una antigua fortaleza donde se encontraba la sede del Virrey y todo el aparato administrativo del Regne d´Aragó. Era todo lo contrario que Morvedre, la capital nominal, sede oficial del trono, conocida como el emporio del vicio como buen puerto de mar, donde atracaban los esbeltos clippers de la Real Compañía Marítima del Mare Nostrum, sociedad estatal que tenía casi el monopolio del comercio de largo recorrido por todo el MC. Morvedre era una ciudad colgada del cerro del Castell sobre el Mediterráneo con fachada a levante, de colores blancos y cuya mayor virtud es que carecía de ella, incluso arquitectónicamente hablando. Los horribles edificios de hierro y cristal del tipo arc-tech del Lloyd´s o del Pompidou anteriores al primer cataclismo, se yuxtaponían con el clásico pétreo prehistórico con frontones Covent Garden. O el impresionante Palau del Castell sobre el promontorio rocoso, franqueado de macizos cuerpos aterrazados con lujuriosa vegetación, imitando a un antiguo artista conocido por sus iniciales F.LL.W. Bajo sus amplias explanadas colgadas de sus faldas se extendía el puerto, rodeado con una inmensa columnata copiada de un viejo lugar de las tierras sometidas de Italia, una Comunidad Autónoma conocida como los Estados Pontificios, donde todavía reinaba un abuelo que acostumbraba a cubrirse la cabeza con una boina blanca.

Penyscola, al contrario, era una ciudad más discreta, también con un puerto pequeño, pero con una característica muy singular: su actividad más notable era su especialización en el mercado de esclavas. Aquí se dirigían gentes de todo el mundo a comprar carne fresca.

Flo fue recibido calurosamente por su tío; la alegría era mutua puesto que ambos se profesaban mucho cariño. Tras refrescarse en sus habitaciones, se dispuso a compartir cena con el Virrey, resignado a pasar el resto de la velada jugando con al trivial, arcaico juego al que Ibn era muy aficionado, aunque con su sobrino - verdadero maestro- siempre perdía. Para su sorpresa, al terminar el exquisito café de San Eustaquio, antes de comenzar la inevitable partida su tío con gesto serio le dijo:

- Mira Flo, dentro de nada vas a ser el nuevo rey. Ya es hora que vayas montando un harén lo más

perverso y lujurioso posible para estar a tu altura. A mi no me puedes engañar después de lo que he visto de ti, que incluso comiste dos peseticas churruscadicas de las costillas de tu madre. Prefiero no saber el porqué de tu empeño en quedarte en ese culo del mundo que es Morella. A saber que haríais allí, tu y ese degenerado de Arius. La razón por la que te digo esto es que un Rey que no se desahoga en sus vicios con sus esclavas acaba haciéndolo con su pueblo, y entonces pasa lo que pasa. Sigue las huellas de tu padre, aunque yo no compartía sus gustos, como creo que te pasa a ti. Así que móntatelo en grande y sigue mi consejo: ve cambiando el personal cada seis o siete meses; poco ganado, unas cinco o seis como máximo; así tendrá mas aliciente cada cambio y no te aburrirás; y mata de inmediato y lo mas lentamente posible a aquellas con las que tengas demasiados reparos en flagelar las tetas de vez en cuando con el látigo de punchos, por si se te ocurre enamorarte. De esta forma serás un buen Rey y tu pueblo te lo agradecerá.

Flo no supo que responder. Solo acertó a decir: ¿cómo aconsejas que comience?

- Ya lo tengo todo pensado, contestó Ibn. Mañana o pasado llegará a puerto el galeón de Mussa, el mejor traficante de esclavos de Aragó, o sea, del Mundo Conocido. Viene del Norte de la Catalunya. Seguro que trae buen género. Nada de negras o de ojosrasgados. Mas tarde ya te traerá nuevo material de piel blanca y cabellos rubios procedente del Norte de la Galia o del Ponto, pero para empezar no estará mal; lo sé por experiencia de mis años de actividad. A primera hora de la mañana, sobre la una y media, está citado en la sala capitular. Me debe muchos favores y por lo que le va en ello colaborará. Te espero. Tú déjame hacer a mí y toma nota. Por cierto, antes de jugar cuéntale algo a tu tío de tus experiencias en materia de follanda y martirologio.

Flo le contó algunas de sus historias, evitando cualquier alusión a su madre. Especialmente claro estuvo con su experiencia con Age.

- Vete con cuidado con ese putón, dale caña en cuanto vuelvas a palacio y se acabe este maldito luto que la ramera de mi hermana no se merece. Hazle ver en el potro que solo se te da por culo cuando tu quieres. Y no te preocupes por lo que te preocupa de las corridas en el coño y en el ojete. Ya vendrán.

Después de esta conversación comenzaron la partida, que terminó muy tarde y con la victoria de Ibn, con gran regocijo por su parte.

Al día siguiente, a la hora prevista, en la inmensa sala con bellas columnas rematadas por una especie de flores abiertas y cerradas, abierta por tres lados al exterior por inmensos jardines, se encontraban: el Virrey y Flo a su lado, sentados en el inmenso trono triplaza. Anunciaron la entrada a Mussa. Apareció un hombrecillo con aspecto modesto y gesto humilde. Ibn entró a saco:

- Este joven es mi sobrino Flo, tu próximo rey. Necesita un harén. Hoy o mañana llega tu barco con cargamento del Empordá. Lo sé por mis delegados dels Paisos Catalans. Le estará esperando la guardia de aduanas y mi cohorte personal y lo revisarán de cabo a rabo. Así que tienes dos posibilidades: me las traes tú… o las fuerzas del orden como garantía - contigo esposado- por deber a la hacienda pública los recargos de las tasas por inspección puteril de los últimos cuatro años. Elige.

- pero señor, esas tasas no las paga nadie.

- tú si, y te recuerdo que puedo aplicarte la Disposición Transitoria novena de la Ley de Haciendas Locales y confiscar tu quinta, tu puticlub y tu chotamen del área de esta Agencia Tributaria de forma preventiva hasta que se celebre el juicio.

Mussa tembló ante esta última amenaza. No antes de tres o cuatro años se celebraría la causa y entonces incluso Flo podría presidir personalmente el tribunal. Se puso a pensar rápido como salir del entuerto. Traer el preciado cargamento a palacio significaba perder una fortuna en el mercado libre, puesto que el tacaño de Ibn le daría cuatro perras. Así le pagaba sus generosos sobornos!!. Mientras, pensando en sofrar a la guardia dijo humildemente:

- será lo que vos deseáis señor. Mañana en cuanto el barco atraque, traeré a vuestra gracia su carga.

- a la de Flo, puesto que se precisa mi presencia en otros menesteres. Lo que él decida estará bien hecho. Palabra de virrey. ¿ Oído chambelán?.

- ¡ Panera!, contestó este según la fórmula jurídica afirmativa.

- Y no quiero marrullerías o el notario te aplicará el castigo correspondiente por desacato, oído?.

- ¡ Panera!, repitió el chambelán.

Mussa se retiró cariacontecido.

Al día siguiente fue anunciada su presencia, encadenado a la guardia a la que había sobornado, acompañado de 6 muchachas cubiertas con largas capas que les llegaban a los pies, con la cabeza semioculta por una capucha y velos en los rostros.

- Pensabas que podías engañar al Virrey? le dijo Flo, que a su vez había contrasobornado a los guardianes. ¿Cuál es la pena por impago de tasas y engaño al Virrey, notario-chambelán?

- Aparte de la apertura de diligencias penales y económicas con la confiscación temporal de la mercancía como depósito previo, el engañado, es decir Vos, puede aplicar un castigo corporal proporcional a la falta cometida.

- Podemos esclafarle un cojón, por ejemplo?.

- Podéis Señor, incluso ambos.

Mussa se puso blanco como la leche (la de vaca de verdad) y dijo:

- Señor, no juzguéis mal. Creo realmente que estas esclavas arruinadas no son dignas de vos, mirad, están llenas de marcas. Os proporcionaré mucho mejor género en muy poco tiempo cuando vuelva mi galeón de Tracia o Turquía. Además, os haré un magnífico precio, realmente de amigo y vasallo fiel.

- Traed los alicates cascahuevos, mandó Flo, mientras Mussa comenzaba a temblar y a gemir. El jefe de cohorte trajo el artilugio.

- Vamos a ver lo que tienes antes de proceder, y si alguna merece la pena ya sabes lo que te espera.

Un servidor puso a las chatis frente a Flo y salió de la estancia, con el resto de acompañantes, escribanos, asesores y demás funcionarios, dejándolo solo con el chambelán, una representación del Real Cuerpo de Verdugas y Mussa. Este, a la orden del príncipe las despojó de las capas, capuchas y velos. Las seis quedaron completamente desnudas ante él. Sus cuerpos delataban variadas torturas y suplicios..

Flo sufrió una erección inmediata. Había tres rubias y tres morenas, y una de ellas embarazada!!!, todas esculturales, aunque más puteadas que el gallo de la pasión.

- Cuando Arius vea lo chapucero de la profesión... pensó.

Se relamió de gusto anticipadamente. Hay que decir que a Flo se la sudaba la moda del blanco y del rubio, solo detestaba a las negras y a las feas.

- Quitadle la túnica, dijo Flo señalando a Mussa.

Señor, Señor - dijo este -, si realmente lo deseáis tanto aceptadlas como regalo personal a cambio de vuestro perdón. Mañana mismo traeré los papeles.

Sea. Tomad nota chambelán.

- ¡ Panera!, asintió este.

Mussa suspiró aliviado, mientras Flo pasaba revista a sus futuros juguetes.

- ¿Cómo te llamas? dijo a la primera por la izquierda.

- Nuri, mi señor.

Nuri era una morena de piel dorada y carnes prietas. El cuerpo musculoso con pelosilla, quizás un punto machota. Pechos puntiagudos y pezones muy oscuros y erectos. Vientre liso y vello púbico abundante. Culo pito. Mirada altiva. Mostraba huellas de haber sido golpeada sin piedad. La hizo retirar a un lado.

- Y tu?, señalando a la siguiente. Silencio por contestación, seguido de un vergazo de una de las negras en la espalda de la pobre chica que hizo un gesto de dolor sin dar ni un grito.

- Es sordomuda, dijo Nuri, tras lo que inmediatamente recibió otro vergazo en el muslo por hablar sin ser preguntada.

- Esto es lo que regalas a tu Virrey? dijo Flo mirando a Mussa, ¿ una lisiada?. Sin embargo, se fijó en la sorda: tenía el pelo rubio corto, nariz fina y grandes ojos oscuros, cuerpo mullido y ancho pero bien formado, tez muy clara con un ligero tono tostado, tetas grandes de pezón plano y oscuro. Barriguita y sexo prominentes con pelo púbico rubio. Era perfecta para ser azotada.

- ¿Cómo se llama? dijo dirigiéndose a la morena?

- No lo sé en realidad, pero responde por Tata.

- Bien, así no gritará demasiado. Y mandó apartarla con Nuri.

La siguiente se llamaba Icen, otra morena altísima, espigadísima, pero con buenas tetas y culo, y fino talle. Sin embargo su jeta no le gustó a Flo que pasó de ella casi sin mirar.

Llegados a este punto haremos un alto en la narración para contar la historia de las chicas que constituirian en un futuro próximo el haren particular del príncipe Flo.