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Secretos de un matrimonio (11)

en Sadomaso

CAPITULO XI

DOMINGO 23 DE MARZO

A las 10 y cuarto Joan salía a despedirse de Inés. Habían desayunado juntos. Era increíble. Los dos se comportaban como si en el día de hoy no fuera a suceder nada. Después ella salió a cuidar un poco sus rosales en la fachada sur. Cuando se acercaba a ella, viéndola allí, agachada, se daba cuenta de lo hermosa que era... de lo buena que estaba: su trasero... sus piernas... su barriguita asomando entre unos shorts muy bajos y una camiseta muy corta... sus pezoncitos apuntando al frente... su pelo recogido en una coleta... sus negros ojos y su boca sensual... y los sobacos sin depilar... la marca de Alex. ¡Dios... y la iba a perder sin remedio¡

- ¿ya te vas... tan temprano?

Zorra mentirosa e hipócrita, pensó.

- si vida... ya me voy.

- ¿me llamarás cuando llegues?

Si, eso... seguro que te desatará para que cojas el teléfono... puta.

- lo haré, descuida.

Inés se levantó con gracia a besar a su marido, un beso en los labios exento de pasión.

- conduce con cuidado.

Cuando el passat salió, Inés respiró tranquila. Era una nerviosa y lo sabía pero... ¿Y si a Alex se le hubiera ocurrido aparecer...? ¿como habría reaccionado Joan... o ambos? Faltaban todavía 40 minutos pero le parecía todo muy justo. Recogió los bártulos y salió disparada a sudar. Aunque había estado al sol, tenia que apestar; el vello de sus axilas velludas y su pubis sobretodo tenían que estar totalmente chopados. En ese momento sonó el móvil.

* * * * *

a las once menos cuarto llamaron a la puerta de la habitación 301 del hotel renasa en la avenida de Catalunya. La mujer morena abrió, dejó pasar al hombre rubio, puso la señal de "no molesten" y cerró el candado.

El hombre sin mediar palabra se quitó la camisa mostrando el torso desnudo. Estaba ansioso por empezar. La estancia era amplia y permitía libertad de movimientos. Se sentó en un sillón.

- ¿qué llevas debajo de la bata?

Ella contesta con la cabeza ligeramente gacha. Conoce a Joan y sus preferencias.

- llevo lo que a ti te gusta Joan.

- ¿y qué es?

- un sujetador y unas bragas negras de seda, con liguero y medias.

Era el modelo preferido de Joan... años cincuenta. Ideal para azotar sin dejar marcas... pero esta vez iba a hacerlo sin él.

- muy bien. quítate la bata.

Lola la abrió dejándola caer a la moqueta, quedando en posición de firmes frente a Joan.

Había engordado mas de lo que se imaginaba, pensaba Alex, y eso que los bragones rectos y recios aprisionaban su vientre y caderas. Los pechos rebosaban de un sujetador una talla más pequeña de lo que tocaba.

- estas gorda, ¿lo sabes?

Lo estaba... se había abandonado últimamente en parte porque en el local les gustaba así, un poco entradita en carnes. La blancura de su piel con sus redondeces provocaban deseos muy perversos en los amos y amas del club. Lástima que últimamente solo se quedaran en eso, solo mirar. Muy poco para ella. Solo sabían colgarla... ¿y para qué? Para nada. las mas de las veces volvía a su casa dolorida pero no por lo que ella desearía.

- si Joan... lo sé.

- ¿recuerdas lo que te hacia cuando me contrariaba tu presencia?

Se excitó – y asustó- al oírlo. Joan era muy distinto a los del club. Siempre había sabido darle lo que ella quería.

- si Joan... recuerdo algunas cosas.

- pues ahora me contraria un poco el verte tan gorda, ¿sabes?

- si Joan, lo sé.

- también sabes que te voy a atar...

Joan era un aficionado al bondage... con la cuerda hacia suplicar a cualquier sumisa. Ella lo había hecho más de una vez.

- si Joan... puedes hacerme lo que quieras, ya sabes.

- desde luego que lo sé. Has traído las cosas.

- sí... están ahí.

- trae la fusta.

Lola esperaba un comienzo más suave. Cogió el flagelo largo y duro y se lo dio.

- ¿cuantos latigazos crees que puedes soportar Lola?

¿Cuantos se podían soportar? Vaya pregunta... dependía donde, como, con qué. Dos, diez... veinte... doscientos? Una vez le dieron veinticinco en su espalda. Acabó en carne viva, aun conservaba alguna de las marcas. Otra vez le dieron diez en cada muslo... en la cara interior y por detrás. Al quinto suplicaba que pararan. ¿cuantos podía soportar ahora?

- aguantaré los que tu quieras Joan... los que tu quieras.

- ahora lo veremos. Desata las ligas y bájate las bragas... (lo hace) inclínate sobre la cama. De espaldas. Las piernas en el suelo.

Joan no puede menos que empalmarse al ver la increíble mata de negro vello púbico destacando sobre ese vientre blanco y abultado.

Cuando Lola esta en esa posición, Joan coge las dos almohadas y las dobla.

- levanta el culo.

Lola se arquea y Joan pone los cojines debajo. Queda con el vientre muy alto. Parece que esté embarazada, otra de las fantasías de Joan, azotar a una preñada. Ella ahora ya sabe donde va recibir... será en el abdomen... en su blanda y sensible barriguita. Se estremece. Acaba de llegar y ya esto... dios mío...

Joan va a la bolsa y saca un gordo calabacín. Lo piensa mejor y lo deja.

- Lola... juguemos a algo. Sabes que no me gusta mezclar sado con sexo. ¿A ti te gusta?

- si Joan... si me gusta.

- entonces... estoy dispuesto a ir contra mis principios si... aguantas no sé... veinte latigazos sin suplicar que pare. Si lo haces te daré veinte más.

- veinte... ¡oh no!... son demasiados así al desnudo. Con el bragón también sería una barbaridad pero a pelo... y si se me escapa... ¡otros veinte!

- decide.

- lo siento Joan... hazme lo que desees puesto que siempre que quieras seré tuya, pero no sé si podré hacer lo que me pides.

Joan está disfrutando después de tantos años de abstinencia... ¡y con Lola! Esta un poco rellena sí, pero tan turbadora como siempre.

- Sabes que te los voy a dar igual...

- si Joan, lo sé.

- y no te atreves a intentarlo

Lola respira profundamente... lo va a intentar.

- esta bien Joan... lo intentaré.

Joan se ladea para alcanzar mejor el vientre de Lola, elevado para alcanzar mas carne... para que duela mas.

La fusta sale lanzada con un silbido... y termina con un ruido sordo al alcanzar la carne, un sonido liquido... una marca roja. Un segundo azote. Un tercero. Un cuarto. Lola se ha hecho sangre al morder sus labios de dolor, respira entrecortadamente y tiene todos los músculos de su cuerpo en tensión. Al décimo latigazo Joan para unos instantes. Lola sabe que los próximos serán más duros y dolerán más al golpear sobre carne ya lastimada. Once... doce... trece. Le resulta insoportable... a cada azote gime... se reprime... se retuerce. .. catorce... quince... dieciséis... diecisiete... esta vez se oye su gemido pero aguanta...diecinueve... veinte. Oye el jadeo de Joan recuperando el resuello... ella respira hondo... lo ha conseguido.

Un par de horas más tarde vemos a Joan, sentado en el sillón. Hace rato que contempla su obra. Le gusta darse esos descansos y dárselos a su sumisa. En realidad para ella era un auténtico suplicio. Las cuerdas se hundían en su cuerpo, precisamente en sus partes más sensibles. Cualquier movimiento era una punzada de dolor. Cuando lo hacia un experto hasta el respirar dolía, y Joan en sus buenos tiempos lo era, aunque necesitaba recobrar práctica. Esos nudos en las ingles o la base de los pechos no estaban colocados en su sitio... no eran suficientemente eficaces sobre todo los segundos. Lola no pensaba así, desde luego. Sentada en una inusual silla de madera, con los tobillos fuertemente atados a las patas de detrás con una derivación a las muñecas, muy bajas, arqueando todo el cuerpo, tirándole de los hombros hacia el respaldo. Del cordaje común salían dos derivaciones, una por cada ingle, que se cruzaban varias veces en su tronco: vientre y senos, estos últimos especialmente atados y deformados por tres ataduras, con nudos en pezones y bases, clavados en su blanda carne. Los dos cabos finalmente pasaban bajo las axilas por encima de los hombros muriendo donde empezaron. Un notable alto en bondage.

Joan se levanta y se dirige a su bolsa. Saca un pañuelo negro. Lola se estremece. Sabe lo que va a hacer y no le gusta ni gota. Puede soportarlo casi todo menos una cosa: que le tapen los ojos. Es algo superior a ella. cuando se trata de dejarla de esa guisa sin que le hagan otra cosa que tenerla en exposición no le importa. Cuando van a usarla, y posiblemente a torturarla se suele hacer la valiente y lo rechaza. En realidad le causa espanto. Si no se hace caso exige parar la sesión. Es una de las pocas cosas que pone como limite. Eso y el uso obligatorio del condón. Pero mucho peor lo primero... y Joan lo sabe. Y la solía respetar. Pero ahora no lo va a hacer. Y Lola lo sabe. Y no puede negarse con él... y tiembla.

- Joan... eso no.

El hombre no le hace caso. Con toda la parsimonia del mundo se dirige a ella con el pañuelo en su mano. Pasa de largo y lo deja sobre la cama. Se vuelve y empieza a desatarla, lentamente. Cuando el ultimo lazo se desanuda Lola no puede levantarse. Joan la ayuda. Su cuerpo esta surcado por todas partes de las señales de las cuerdas. La tiende sobre la cama, boca arriba. Toma sus muñecas y vuelve a atorarlas en cruz a los barrotes. Después la toma de sus tobillos y estira todo lo que puede. Lola gime del dolor que le producen sus brazos. Joan consigue que sus piernas cuelguen del lecho, atándola a las pata de forma que quedan bien abiertas. Lola tiene todo su cuerpo en tensión. Respira jadeando. Entonces Joan vuelve a tomar el pañuelo.

- no, Joan... no por favor... te lo suplico. No me tapes los ojos. No lo soporto, ya lo sabes.

- si lo soportas Lola.

- no Joan... eso no. hazme lo que quieras menos eso.

Joan deja de nuevo el pañuelo y toma la fusta. Sin preparación comienza a azotar a Lola en los pechos con gran crueldad. Cuando para, su cara denota una gran indignación. Ella llora amargamente.

- hoy eres mía. ¿entiendes? Hoy eres mi puta... y harás todo lo que yo te diga. ¿está claro perra? ¿está claro?

Lola incapaz de articular palabra asiente con la cabeza. Joan de nuevo le cruza los dos tetas con sendos fustazos.

- quiero oírtelo decir... ¿harás todo lo que te ordene Lola?

Entre sollozos contesta -si- con voz quebrada. Joan vuelve a darle con la fusta en el seno izquierdo.

- ¡más fuerte ramera!

Lola ya tenia antes el busto surcado de señales. Ahora lo tiene mucho peor. El castigo ha sido brutal y despiadado. haciendo de tripas corazón contesta por fin alto y claro.

- si Joan.,.. haré todo lo que tu me digas.

- muy bien. eso quería oír.

Y toma de nuevo el pañuelo y lo anuda tapando los ojos de Lola enrojecidos por el llanto.

Una vez cegada comienza a temblar. Es incapaz de controlarse. Joan lo contempla complacido.- se sienta en la cama a su lado, con la fusta en su mano. Mientras le habla con voz pausada pasea su punta por el cuerpo de Lola:

- ¿me tienes miedo, verdad? Haces bien en tenerlo. Soy el único que te comprende Lola. el único que puede satisfacerte. tu eres especial. Y debes ser tratada como tal. Y yo se como hacerlo. y lo que voy a hacer ahora es algo que tenemos pendiente porque no pudimos hacerlo cuando debimos haberlo hecho. Es algo que implica compromiso y aceptación. Por tu parte y por la mía. Por mi parte lo tengo decidido. Por la tuya... si no estas de acuerdo te desataré y lo comprender. Pero no me volverás a ver.

Joan hizo una larga interrupción observando a la mujer. Había dejado de temblar pero no emitía palabra alguna, expectante ante lo que se le avecinaba.

- Lola... voy a marcarte... eso significa que vas a pertenecerme permanentemente. Pase lo que pase con Inés vas a ser mi sumisa. No voy a volver a dejarte escapar.

Joan puso la fusta sobre los labios de Lola.

- No quiero que hables. Solo mueve la cabeza diciendo si o no. tomate el tiempo que quieras. No tengo ninguna prisa.

* * * * *