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Historias de Llafranch (04: Vuelta al hogar)

en Sadomaso

LA VUELTA A CASA

Volviendo al presente, el jefe de la cohorte -sobornado y contrasobornado- explicó a Flo que revisaron el barco de cabo a rabo, y por fin la encontraron (por un chivatazo). Estaba oculta en un armario con doble fondo, sola y no con las otras, con toda la intención de ocultarla muy especialmente. Flo dijo a Mussa.

- Así que intentabas esconderla ¿Porqué?. ¿ Y esas marcas rojas en el bombo?.

- Mi señor, esta esclava es una ramera asquerosa que servía en la masía de un amigo en Ultramort y que fornicó con un esclavo con el resultado que ves ante tus ojos. Se la compré cuando vi como la azotaban en el vientre ante todo el mundo. Me la vendió con la condición de seguir castigándola con 25 azotes diarios durante los 9 meses del embarazo. Lleva tres meses en mi casa de Llançá y la traigo para acá para acabar con ella empalada en una bacanal en mi villa, a la que por cierto, estás invitado.

- Pues no parece que hayas cumplido con tu compromiso porque esas cicatrices no son muy recientes. ¿Cuánto hace que no la castigas?

- Verás señor, precisamente la traigo por eso, ya que el capataz de mi quinta de Llançá es un blando.

- No me mientas u olvidaré nuestro trato. Si fuera cierto lo que me dices no la hubieras ocultado. Me parece que te gusta, libidinoso perverso.

La verdad es que la esclava estaba bellísima a pesar de la preñez, que le daba un aliciente y morbo especial al asunto. Teme tenía cara asustada - no era para menos- y sus piernas seguían estando muy bien moldeadas. Los pechos continuaban siendo muy firmes, con el añadido de abundancia que proporciona la maternidad y un culo un poco más grueso, aunque prieto y gustoso. Tenía el sexo abultado, con molludo pubis y vello muy negro y abundante. Toda una tentación a la concupiscencia y al suplicio.

- De verdad que no, señor. Os la regalo con el lote si así lo deseáis.

- Por supuesto que acepto, dijo Flo. Sin embargo, puedo hacerte una sugerencia?.

- Lo que deseéis señor.

Te propongo que recuperemos algo del tiempo perdido castigando ahora mismo a esta zorra con, - por ejemplo 100 latigazos -, aunque como estamos de luto y no podemos usar el látigo podríamos hacerlo con la vara de palorrosa del Virrey, te parece?.

La esclava dio un paso atrás de espanto, mientras Mussa, asintiendo - muerto de miedo- decía:

- Buena idea, hagámoslo.

Teme fue atada por las muñecas con una cuerda y elevada debajo de una pérgola. Sus piernas atadas por los tobillos colgaban unos 50 cm del suelo. Aterrada y respirando agitadamente no acertaba a moverse paralizada por la angustia.

Flo se dirigió a Naá cuya cara denotaba mas excitación que miedo, y le dijo:

- ¿Te gustaría aprender como se usa el garrote en un cuerpo blandito?.

- Me encantaría, respondió esta muy dispuesta.

- Pues sugiero empezar las lecciones ahora mismo, replicó. ¿ Mussa, te parece que enseñemos a esta chica el oficio?.

- Lo que tu digas, señor.

- Flo mandó volver a bajar a Teme y mirando a Naá ordenó: Atadla con la otra, espalda contra espalda. Y dirigiéndose a la infortunada y sorprendida esclava le dijo: ¿verdad que estás dispuesta a asumir la mitad del castigo de tu socia como pago por la lección?.

Naá muda de espanto fue amarrada de la misma forma, con los brazos y pies de ambas atados. Fueron izadas. Flo ordenó a una de las verdugas que se dispusiera de lado a Teme para golpearla primero: 25 garrotazos a partes blandas: pechos o vientre, porque no quería que se estropeara el bastón.

La verduga comenzó a aporrear con fuerza con su brazo derecho extendido sobre el voluminoso vientre. Cada golpe producía un sonido seco y dejaba una huella carmesí: uno, dos, ¡ clop!, ¡ Clop!, así hasta 15. Todos sobre la barriga. Teme y Naá se balanceaban a cada golpe, y la negra ejecutora esperaba cada vaivén para descargar el siguiente y aumentar así el castigo. Teme gritó hasta el quinceavo en que perdió el conocimiento. Fue reanimada con un frasco de amoníaco y soportó los otros diez en semiinconsciencia. Después le tocó el turno a Naá. La guardiana se cebó en sus enormes pechos. El primer zurriagazo le dio entre ambos, ya que el golpe era de abajo arriba, pero el segundo y siguientes eran certeros y al mugrón. La esclava aguantó consciente jadeando y gritando alternativamente. Cuando recibió el golpe vigésimo tenía las tetas moradas con marcas rojas de sangre de los capilares. Flo ordenó que los 5 garrotazos siguientes fueran al bajovientre. El molludo y abultado pubis, así como la parte superior de los muslos perdió su blanco aspecto, aunque el castigo en ese mórbido lugar no era comparable al que habían sufrido las tumefactas mamellas de Naá, que con su tradicional resistencia acabó todavía consciente.

Cuando acabó la primera tanda de 25 vergazos el heredero se sintió satisfecho y ordenó parar. Las muchachas fueron bajadas rotas, sin poder sostenerse apenas Naá e inerte total la preñada. Fueron arrastradas a la enfermería. El resto de las chicas estaba agrupado tocándose unas a otras, atemorizadas y lamentando su suerte. Empezaban a imaginar lo que les esperaba.

- Bien Mussa, me has convencido. Mañana firmamos los papeles, oído, chambelán?.

- ¡ Panera!, contestó sonriente por el espectáculo gratis el afortunado funcionario.

Y así obtuvo su primer harén el príncipe Flo, que ya demostraba sus dotes de estadista.

Cuando retornó el Virrey interesó a Flo para que le contara lo sucedido, cosa que hizo este con detalle. El viejo aprobó la actuación de su sobrino, así como su ganado recién adquirido, aunque le aconsejó prudencia con gentes como Mussa que podían convertirse fácilmente en enemigos innecesarios. Convenció al heredero para que llamara de nuevo a palacio al traficante, le pagara una suma razonable de dinero, le agasajara y agradeciera sus servicios. Y es que la veteranía... es un grado.

Así lo hizo Flo. Mandó llamar a Mussa que apareció inmediatamente, cagado de miedo por lo que pudiera pasar. Con palabras amables hizo todo lo que su tío le aconsejó. Además, le devolvió a la larguirucha Icen que no le gustaba ni ver, y le invitó a visitarlo a su Palacio Real en Morvedre, la capital de Aragó. Mussa, que esperaba alguna de indios salió mas contento que chupito, pensando que en realidad Flo no era tan mal chico.

Flo permaneció en Penyscola 5 días mas del final del luto oficial, de charreta con su tío, jugando a chorradas como el trivial (Ibn no jugaba a los echecs) o pescando animales enormes y muy abundantes en el Mare Nostrum (que antaño llamaban ballenas) con el barco trirreme oficial, cuyos galeotes eran negras robustas procedentes del sur. Por fin partió la caravana con su séquito, llevando a las dos apaleadas en sendas camillas, aún sin recuperar. Flo estaba realmente preocupado por si se echaban a perder por haberse precipitado.

Partieron hacia Morvedre por mar al día siguiente, llegando al atardecer. El Palau del Castell se erguía ocupando una colina sobre la ciudad, recortado al sol poniente, junto al final del valle que se abría tierra adentro siguiendo el curso del río. Visto desde el mar todavía era más impresionante.

En la columnata del puerto le estaba esperando su amado Arius, recién llegado de Morella, más moreno y borde que nunca; los dos amigos se abrazaron. Subieron al Palacio dando una larga caminata mientras se ponían mutuamente al corriente de los últimos acontecimientos. Flo se bañó y tras refrescarse cenó con su chamán. En la sobremesa departieron largamente sobre las teorías de la voluptuosidad que había desarrollado el brujo y que quería aplicar sobre las esclavas del harén. Se trataba de implantar elementos metálicos de oro transgénico sobre ciertas partes de sus cuerpos, incluyendo una especie de adornos colgando de las orejas tal como había visto en grabados antiguos. Conservaba muchos de ellos en los archivos del Palau. Flo, que ya se excitaba anticipadamente con las barbaridades que haría su compinche, asintió complacido, añadiendo que también sería interesante marcar al fuego a sus chicas según otra vieja tradición. En cambio el asunto de los pendentís orejeros no le hacía mucha gracia, aunque lo dejó en manos de Arius.

Decidieron dar una primera ojeada al material, que ya había sido aparcado en las estancias del harén real, que ocupaba una gran extensión de construcciones, patios y jardines del ala este, junto a los aposentos de Flo.

El chamán nada mas verlas comenzó a mascullar imprecaciones contra el equipo médico habitual de Ibn, Mussa & Company a los que calificó de chapuceros y malos profesionales. Hecha una primera valoración decidieron empezar en cuanto fuera posible con Age, Tata y Teme. Seguirían las que tenían las carnes mas estropeadas Ilo, Nuri y Naá, cuya recuperación estimaban mucho más dificultosa y con un curso mas lento.

A la mañana siguiente pasaron revista a las chicas de forma mucho más pormenorizada. Primero examinaron a las magulladas, pasando el chamán a ocuparse inmediatamente de ellas. Se las llevó a sus estancias sanatorias, donde las desnudó y depiló profundamente hasta dejar enrojecido cada milímetro cuadrado de piel, desde la nuca a los dedos de los pies a excepción de los bajos. Sus asistentes las bañaron y rascaron encima con piedra pómez para eliminar sus duricias, dejando las pieles reblandecidas. Después de pintarlas a todas con un ungüento añil, una vez secas, las introdujo en unas bañeras llenas de leche merengada con un aditivo rosáceo, dejando fuera las cabezas, manteniéndolas allí durante doce horas, sin poder comer, beber o evacuar. Cuando las sacó estaban arrugadas como pansas, y apretadas por la pis. Tras la meada colectiva, ya mas relajadas, Flo y Arius observaron que casi todas las huellas habían desaparecido, incluso las viejas señales de muchos años atrás como le pasaba a Ilo y a Naá. Lo que no podía ocultarse eran los huecos de carne picoteada por los buitres en los pechos y tripa de Nuri, o la arrancada por los ganchos del látigo en el cuerpo de Naá, o el sobaco pelado de Ilo. Aquí hubo que intervenir con injertos y reconstrucciones, ya que la técnica de autoregeneración y formación celular que investigaba el chamán en su nido de águilas de Morella aún no estaba perfeccionada. Las operaciones se hicieron en vivo, por supuesto, ante la mirada atenta y complacida de Flo. Simultáneamente, sobre el resto aplicó una pomada sobre las cicatrices reticentes tapándolas con vendas frías. Deberían esperar al menos 48 horas para finalizar el proceso. Pasado ese tiempo pudieron observar que sus pieles estaban lozanas y frescas, listas para ser holladas de nuevo.

- Arius, eres un genio, dijo Flo al ver los resultados.

Además, Flo que pasaba por un período ganoso tenía que cubrir sus necesidades después de tanta abstinencia. Se distraería con las veteranas Arme, Eipe e Ibel. Y en cuanto fuera posible montarían una buena cena amenizada con la flagelación de Age e Ilo con el látigo de ganchos a la salud de tío Ibnrazin. No estaba mal el programa.

Esa misma noche Flo mandó traer a sus aposentos a las tres veteranas. De entrada las hizo desnudar. A Ibel la colocó en un sitial boca abajo con las piernas abiertas mostrando el rojo ano, bien visible sobre tanta blancura. Siempre le había gustado Ibel por sus blandas y blancas carnes, aunque tenía las piernas y el culo muy gordos y un poco flácidos. Pero para lo que iba a hacer le venía de perillas. Después, dirigiéndose a Arme y Eipe les propuso - es un decir- un juego: lucharían una contra la otra; la que cayera antes al suelo recibiría 10 latigazos de la otra. Ordenó comenzar. Las dos esclavas se miraron con fiereza, agachadas una frente a la otra sobre una moqueta verde. Se lanzaron al ataque. Tras un forcejeo Eipe hizo valer su mayor envergadura y Arme cayó a la lona. Flo mandó que se agarrara a una barra horizontal situada por encima de su cabeza. Ya excitado y con el miembro en condiciones lo introdujo en el culo de Ibel, que era virgen de esfínter anal. Le metió la cabeza y ya entonces notó un profundo dolor. Su pilila ya medía 25 centímetros. Continuó forcejeando hasta mas o menos su mitad. Aunque la polla todavía no era el monstruo que llegaría a ser, la desgraciada apretaba los labios de sufrimiento. Mandó comenzar a Eipe que asestó un latigazo sobre la espalda de Arme; un segundo; un tercero, dejando marcas visibles. Lo hacía con fuerza porque tenía cuentas pendientes con ella. En las juergas de los últimos tiempos de Kat, Arme ejercía de verduga con sus compañeras con crueldad y sin ningún miramiento. Como Eipe no tenía ninguna práctica en realidad la azotaba muy mal puesto que el látigo no restallaba adecuadamente. Aun así Arme gemía de dolor. Al sexto latigazo ordenó parar, sin dejar por ello de encular a Ibel. Has incumplido una regla del juego -dijo- el no poner emoción ni ganas. Ocupa su lugar en la barra. Arme tomó el látigo con cara de rencor. Eipe puso sus manos en el barrote apretando los puños; sabía lo que le esperaba puesto que su compañera le había medido las costillas mas de una vez y desde entonces se profesaban mutua antipatía. Arme era una experta con el látigo. Se preparó y lo lanzó con fuerza estirando en el momento justo para que golpeara sobre la nalga derecha. El segundo dio en el mismo sitio, así como el tercero. Al restallar el flagelo quemaba la piel de Eipe que para el cuarto latigazo tenía el moflete en carne viva. La zorra de Arme se ensañaba con el blando culo que al séptimo latigazo hizo soltar las manos de la barra a Eipe del dolor. Flo que seguía en lo suyo cada vez mas excitado y con la polla más grande volvió a parar el juego. Eipe -dijo- has vuelto a hacer falta. Date la vuelta y vuelve a coger la barra. Y es que la intención del vicioso era enfrentar a ambas pollitas, pero le estaban gustando la maneras de Arme en aplicar el suplicio y quería más.

Eipe, caída en el suelo con la rodilla en tierra se levantó como pudo y se puso de cara a Arme, que ya tiraba hacia atrás el látigo para arrojarlo sobre ella. Sabía que no tenía elección. Si no hacía lo que le pedía moriría sin remedio muy lentamente y con infinito sufrimiento. Ya lo había visto antes: empalada, cortada en pedacitos, despellejada o en la parrilla a fuego lento, o de alguna otra forma más cruel y perversa. Puso las manos sobre la barra esperando que el canalla no tardara mucho en correrse y después el médico la recompusiera. Cerró los ojos. El latigazo le dio en el muslo muy cerca del pubis. El segundo no falló, llevándose detrás un jirón de piel con pelo incluido. La pobre esclava se dobló de dolor sin soltarse. El tercero y el cuarto dejaron pelado y ensangrentado el rinconcito. Arme se refocilaba con maestría en los puntos débiles. Puso su diana en el blando vientre que recibió cuatro azotazos certeros, de abajo arriba. En el quinto, muy cerca de las tetas soltó una mano pero se recompuso como pudo. El siguiente sajó el pecho izquierdo. Aquí Eipe cayó como un saco. Flo mandó a Arme que siguiera dándole, mientras que a Ibel le salía sangre por las comisuras de los labios de tanto morderlos por el dolor que sentía con el ariete entrando cada vez mas en su culo, una y otra vez. Flo ya descompuesto de excitación tomó una fusta y golpeó la espalda de su víctima al ritmo de sus embates. Su polla era ya un monstruo que parecía no podía meter más. La empezaba a notar mojada: Era sangre del esfínter agrietado. Pero no se corría. Ibel llegaba al umbral del dolor. Notaba que su interior iba a estallar y que algo se abría a cada golpe de asta. Iba a perder el conocimiento. Flo, fuera de sí la sacó casi en su totalidad dejando dentro solo la punta; su cipote - duro como una piedra- apareció ensangrentado como una daga. Entonces lo hizo: dio un empellón que llevó los casi cuarenta centímetros hasta el tope. Se oyó un ruido líquido y un estertor. Ibel había sido atravesada. Quedó inerte. Flo la sacó y obligó a Arme a que se la mamara. Se la metió toda ensangrentada y llena de mierda, y como siempre se corrió inmediatamente al primer tintineo de lengua sobre su capullo. Manó sangre y semen de la boca de la esclava. Flo se desplomó.

Eipe quedó maltrecha pero Arius la renovó sin problemas. Por Ibel nada quiso hacerse. La despellejaron - viva, por supuesto- y desguazaron al estilo Kat. Estuvo rabiando tres días. El chamán necesitaba piel y órganos. Arme había impresionado al príncipe y decidió incorporarla a su elenco de verduguería. Ya le ajustaría las cuentas cuando hubiera ocasión.

El exceso de Flo lo había dejado sin coños que llevarse a la boca. Como no se follara a Arme no tenía donde meterla. Arius no le consentía interferir en sus pruebas de implantes ya pactadas, así que se contentó con ver el espectáculo que el sabio montaría con sus esclavas sobre una mesa-potro parecida a la que había sido la némesis de Kat, pero perfeccionada.

Como estaba previsto comenzaron con Age. La desnudaron, le pusieron un antifaz y la amordazaron. La echaron larga sobre la mesa, colocando sus lindas posaderas sobre unos huecos pensados para ello en su extremo. Estos tenían forma de corazón para permitir el manipulado de bajos. Entonces le izaron los brazos para sujetar sus muñecas - esta vez sin cables de acero- con unos correajes ex-profeso a una barra móvil, apretando fuertemente. Otras correas también móviles sujetaron sus brazos justo debajo de los codos, y sus caderas por encima del ombligo. Estaba para comerla con las axilas peladitas y las bonitas y blancas tetas bien sujetaditas. Los muslos, rodillas y tobillos fueron unidos a dos articulaciones que permitían todos los movimientos de sus piernas. A continuación, una vez conformes con la disposición de las sujeciones aflojaron todas menos las de los tobillos que oprimieron como las de las muñecas. Mandaron tensar poco a poco poniendo el cuerpo desnudo de Age en forma de asta. Cuando llegaron al límite razonable, a una señal el artefacto con un movimiento seco le dio un estirón brutal haciendo crujir todas las articulaciones. Entonces apretaron al máximo todas las ataduras de arriba abajo. En la barbacoa el hierro con la corona real estaba al rojo dispuesto a marcar la axila de Age que comenzó a gemir, llorar y sudar del dolor del estiramiento. Una vez bien inmovilizada le rasuraron de nuevo los incipientes vellos del sobaquito dejando la blanca carne limpia y mojada de sudor. Arius lo limpio y tomó el báculo de la fragua aplicándolo y dejándolo unos segundos sobre la piel, acompañados simultáneamente de olor a carne quemada, un grito ahogado y un estremecimiento de la esclava. El signo aparecía claramente al retirar el hierro. Buen trabajo. Sin dejar reposo a la pobre muchacha tomó unas pinzas con las que le sujetó el pezón derecho, estirándolo y pasando una aguja gruesa con un sedal blanco de izquierda a derecha. Una vez atravesado dejó el hilo en el interior, ya que tenía poderes cicatrizantes. Repitió con el mugrón izquierdo. Pasó al ombligo al que introdujo otra potente pinza puntiaguda en su interior cazando y estirando un trozo de piel en sentido vertical, que atravesó con la misma aguja e hilo. Después de comprobar que todo estaba correcto aflojaron el cuerpo atirantado sin desatar la correa de la cintura. Abrieron las articulaciones elevando los muslos dejando a la vista todo el aparato sexual y anal de Age, que entonces sí rasuraron. Flo ya estaba tieso. Age jadeaba como podía. Arius introdujo en su vagina un pequeño artilugio metálico con un juego de luces en su base con el que exploró las paredes interiores hasta que comenzó a parpadear con fuerza. Aquí está el botón que empalma a esta ramera; fíjate, dijo el brujo a Flo. Comenzó a frotar, y sucedió. Age estaba emergiendo su pichorreta a pesar del sufrimiento. Arius sacó el aparatito todo húmedo e hizo que Flo lo introdujera en su boca y escupiera su saliva en un cuenco donde había una especie de huso de oro. Después limpió el coño y esperó a que el cipotito volviera a ser un clítoris de tamaño normal, tomó las pinzas y lo sujetó por la base para atravesarlo en su punta visible con la aguja, introduciendo después el huso fijando dos topes redondos. Así quedaba unido al órgano de Age para que, según comprobarían enseguida a pesar de lo prematuro por la herida sangrante, bastara una lamida suave del coñito tocando el metal para que saliera la clitopolla, para regocijo de Flo. El trabajo terminó con la retirada de las cuerdecitas de pezones y ombligo y la sustitución por anillos del mismo oro excitante, incluyendo las orejitas.

- Ojalá nos salgan mas como esta, exclamó satisfecho Arius mientras trasladaban a la atormentada esclava a su enfermería.

La siguiente que era Tata les salió normal, es decir sin pilila, aunque midieron la elasticidad de los músculos internos de sus cavernas y comprobaron que soportaría la polla de Flo, siempre que no alcanzara los 55 centímetros. La siguiente de la serie fue Ilo, que tampoco tenía cipote, y no resistiría un asalto del príncipe en buena forma, así que era candidata a caer de las primeras al renovar el equipo, a no ser que supiera follar como los ángeles y aliviara al Príncipe de su obsesión por eyacular dentro de un agujero de una puta vez. La sesión con Teme la preñada fue especialmente excitante para Flo, que empezaba a desear a la chica con mórbida pasión. Se preguntaba qué pasaría cuando pariera. Con su voz apagada gritaba sordamente a pesar de la mordaza cuando sus gruesos pezones quedaban oprimidos por el arito, cuyas medidas estaban calculadas para el tamaño natural pre embarazo. Arius pensó poner dos medidas para cada situación, pero decidieron que un poco de dolor extra no le vendría mal por puta y dejarse preñar. Con el gran ombligo sucedió lo mismo pero al ser menos sensible dolía un poco menos, ya que es sabido que los bombos lo emergen como si fuera un bulto. Tampoco tenía cualidades cipóticas en el clítoris, pero sí que aguantaría sin problemas por su ano cualquier embate. En cambio, si se le penetraba a la vez por la vagina y por el culo con artefactos como el del príncipe en estas circunstancias el resultado era imprevisible. Tal posibilidad estaba descartada mientras perteneciera al harén real. Flo no estaba dispuesto a que por culpa del embarazo tuviera que reprimir sus perversiones, así que por principios atribuyó a Teme honrosa categoría de ser la primera en probar el látigo de ganchos, que su tío había pedido en la afamada casa Steinway&Sons, relevando a Age de ese honor.

A las tres esclavas "normales", es decir sin pollita, el efecto previsto por las bolitas se sustituyó por unos anillitos en los labios internos de la vulva.

Naá ni gritó ni apenas se quejó, de lo asustada que estaba por si sospechaban de la marca de amazona, pero los ungüentos y cuidados de Arius la habían hecho desaparecer a simple vista. Gimió cuando la quemaron de nuevo, pero eso era lo mínimo que se podía pedir. Cuando su vello rubio encandiló a ambos hombres por lo suave, oloroso y proporcionado en longitud, extensión y espesor, decidieron perdonar a su monte de Venus, grande carnoso y embriagador, de la depilación total, por lo que tampoco fue cauterizada de la rajita para abajo. El encanto por la esclava se convirtió en entusiasmo al comprobar su gran capacidad emergente al lamerle las bolitas de oro. Flo temió por su culo pero hasta reventarla podría servir de pareja a Flo para atravesar a alguna por delante y por detrás. Su capacidad para aguantar gruesos calibres era muy limitada.

Lo que más esperaba Flo es que alguna consiguiera que se corriera dentro de sus agujeros, lo que empezaba a convertirse en una obsesión para él. La que lo consiguiera tendría muchas posibilidades de vivir muchos años. Sólo faltaba esperar otros diez días, tiempo máximo que estimaba Arius para que los efectos del oro hicieran su aparición, excitando a las chicas hasta la locura al mínimo contacto con la saliva del perverso príncipe. Para finalizar la guinda: a Arme la reservaría para encabronar al personal, gracias a su reconocido sadismo y a su destreza en el manejo del látigo. Ello no la libró de una penitencia atroz: fue marcada con el hierro candente y se le aplicaron los grilletes en los pezones y en el ombligo, mas otros dos suplementarios en los colgajos internos de su sexo de los que colgaban unas bolas también de oro erizadas de puntas, para suplicio de su higo cuando se sentaba, y para eterno castigo de sus muslos, a partir de entonces permanentemente ensangrentados.

UNA CLASE MAGISTRAL

Una vez en dado de alta el harén, Flo hizo traer a las chicas a su sala favorita, es decir, la que se encontraba en el nivel inferior, justo debajo de su dormitorio, muy amplia con columnas; poleas colgando del techo. Tenía todos los artilugios de tortura y de placer, piscina incluida, con terrazas y patio hipóstilo, con mucha luz como a él le gustaba. Detestaba el sombrío ambiente de los calabozos y mazmorras de suplicio, aunque a veces eran necesarios para impresionar. Estaban todas ellas descalzas y totalmente desnudas, solo acompañadas por una enorme negra del Cuerpo Real de las Verdugas portando una larga vara de cerezo repleta de nudos. A una señal de Flo entraron otras tres verdugas que arrastraban a una mujer, todavía joven, que lloraba amargamente. El príncipe iba con su taparrabos habitual. Se arrellanó en su trono-lecho mientras el cuarteto continuó hacia el final de la sala, dando la espalda a las esclavas. Adonde se dirigían había una cruz en el suelo y un extraño artefacto metálico. Eran las doce de la mañana y todo el aposento dejaba entrar el sol a través de las columnas que lo separaban de las amplias terraza que miraban hacia el puerto. Flo dirigiéndose hacia las muchachas les dijo:

- Bien, esta va a ser vuestra primera y única lección. Haciendo una seña a las tres verdugas desnudaron a la chica que llevaban prisionera. Le metieron las bragas en la boca para que sus gritos y gemidos no molestaran la conferencia que iba a impartir Flo. A pesar del movimiento que se percibía al fondo, ninguna de las chicas osó volver a la cabeza. Todas ellas estaban atentas a Flo.

- Como primera providencia, dijo éste, aquí nadie habla sin ser preguntada. Al ver que Nuri y Tata estaban juntas, probablemente para que la sorda se enterara de lo que estaba pasando, Flo, dirigiéndose a Nuri le dijo: tú, sepárate de ella, y continúo:

- Ninguna de vosotras, absolutamente ninguna y bajo ninguna circunstancia gritará cuando sea castigada. De lo contrario recibirá doble ración, quién sabe cuánto. Ninguna, absolutamente ninguna se peleará sin mi permiso. Podéis vestir como queráis, pero tenéis que agradarme. No podéis ir desnudas del todo como vais ahora, pero, ay de vosotras sino os encuentro mínimamente atractivas. Todas conocéis el látigo pero realmente estáis virguitos. Los castigos por infringir estas pocas reglas quizá no se parezcan en nada a lo que algunas de vosotras creéis conocer muy bien.

Terminada la perorata, Flo dijo: quiero una voluntaria. Ninguna se movió.

- Tú, dijo mirando a Teme, acércate aquí. . Esta, muerta de miedo se dirigió hacia el lecho. Flo, incorporándose, le tocó el bombo y dijo:

- Me parece que estás hecha ex-profeso para la lección magistral.

La hizo retirar a un lado, separada de las otras, de forma que pudiera contemplar directamente lo que estaba pasando en el fondo de la sala. . Dirigiéndose al resto del ganado les conminó:

- Vosotras, aquí, a mi derecha, mirando hacia allí. Todas se movieron prestamente menos Tata que recibió un brutal vergazo en los riñones que la dobló en dos.

- Mirad, allí al fondo hay una ramera ladrona a la que detuvimos en el mercado. Yo, por naturaleza divina soy el juez máximo del Tribunal Supremo en cualquier jurisdicción donde me encuentre. Ayer fue juzgada. Me consta que ella es inocente pero no tengo tiempo de averiguarlo, así que la he condenado a muerte. Normalmente las ejecuciones son públicas pero gracias a mi generosidad vais a tener privilegio de que la celebremos sólo para nosotros. Os servirá de lección, ya que vais a contemplar lo que es una muerte dulce comparada con la que os puede tocar a aquella de vosotras que ose rebelarse. O simplemente me desagradéis en el cumplimiento de mis deseos. También podría hacerlo si incumplís alguna de las reglas y me pillarais de malhumor. Para que la lección sea completa también os enseñaré adicionalmente un castigo menor.

- Haciendo un gesto, los verdugos tumbaron a la ladrona sobre la cruz y limpiamente la crucificaron: clavaron una tacha en cada una de sus muñecas, después clavaron sus pies por el empeine. La condenada se orinó y cagó de terror. Levantaron la cruz hasta ponerla en vertical. La chica colgó como un pingajo de ambas manos con cara de espanto. Mientras Flo hizo un leve movimiento con la mano, y un latigazo terrible con la verga descargó sobre el hombro de Ilo. Tú, vuelve a cerrar los ojos y puede ser que ocupes su lugar. Además, quiero que tengáis la cara bien erguida mirando a lo que está ocurriendo. El horror se mostraba en los rostros de las muchachas. Entonces Flo dijo: vamos a comenzar la elección adicional para no perder tiempo. Los verdugos que sabían perfectamente lo que tenían que hacer se dirigieron hacia Teme y la condujeron a una de las columnas. Allí izándole los brazos la esposaron a unas argollas, haciendo lo mismo con sus pies. Teme estaba aterrorizada pensando lo peor. Flo la miró y comenzó excitarse viendo sus abundantes vellos axilares y su redondo y terso abdomen rematado por su prominente y anillado melic. Me parece, dijo Flo que no hará falta que te amordace, así que, sin que sirva de precedente podrás gritar lo que quieras. Al lado del lecho había una caja finamente trabajada de la que extrajo un látigo.

- Mirad, dijo Flo, parece un látigo normal pero no es así. Y mostrando el terrible artilugio dijo: mide metro y medio y si os fijáis, cada medio palmo tiene unos pequeños ganchitos, ¿los veis?. En efecto, unos minúsculos anzuelos se encontraban medio escondidos en el cuero. Y - continúo Flo, con sólo diez latigazos pueden convertir la espalda o el vientre de una de vosotras en un amasijo de carne picada. Menos mal que tenemos al amigo Arius para que reponga los daños, pero el placer que me producirá veros azotadas por este trasto no me lo quitará nadie, aunque debéis dar gracias a la madre naturaleza de que soy una persona dulce y compasiva y sólo lo aplicaré cuando os lo merezcáis. Bueno, en base al interés general, haremos hoy una excepción con el fin didáctico de que sepáis algo de sus efectos, puesto que si os digo que un suave azote puede arrancar algún pedacito de carne de la teta o de la barriguita, o también quizás de vuestro higo, no lo podéis saber realmente si no lo veis. Y por supuesto hace cosas preciosas en el culete.

- De todas las aterrorizadas esclavas la que tenía la cara más descompuesta era Naá, que ya conocía las caricias del juguete en su despedida del monestir de Poblet. Ojalá nunca averiguara Flo que había llegado a ser amazona. Seguro que lo probaría de nuevo. Tan desesperada estaba que pensó seriamente que podría alcanzar la terraza corriendo para tirarse al vacío y acabar de una vez. Pero Flo se adelantó diciendo:

- Se me olvidaba, justo a 2 metros debajo de la baranda de la terraza hay una ancha jardinera llena de zarzas, ortigas, y buganvillas, así que si a alguna se le ocurre lanzarse al vacío, aparte de tener la muerte lenta asegurada, lo hará con una que otra espina de propina, ¿Oído?. Y ahora comencemos de una vez. Acercaos todas hacia la cruz.

- Todo el grupo se dirigió hacia el fondo de la sala a excepción de Teme, que, aunque atada a la columna podía ver todo lo que ocurría. La verdugas las conducían como si fuera un ganado. Las colocó frente a la crucificada a la distancia mínima para permitir que dos de sus compañeras se situaran una a cada lado con un grueso y nudoso palo. A una seña de Flo al unísono comenzaron a golpear a la pobre muchacha cada uno en uno de sus costados, comenzando por el brazo. Cada vergazo daba unos centímetros más abajo de la anterior. Así quedaron amoratados antebrazos, hombros, sobacos, pechos, costillas, vientre, pubis, caderas, muslos, rodillas y piernas. Cuando llegaron los pies volvieron a hacer el recorrido de abajo arriba. La sangre, orina y la mierda le caía garras abajo, mientras el sudor inundaba el cuerpo tumefacto de la condenada. Cuando de nuevo llegaron a las muñecas la habían tenido que ir reanimar cuatro veces con sales especiales preparadas por Arius, cuyos efectos deberían durar aproximadamente una hora. Agotados las dos verdugas tomó el relevo la tercera que, un poco más centrada repitió el castigo por el eje de simetría de la víctima: empezó golpeando el cuello, justo debajo del la nuez para no partírsela, el esternón, las dos tetas a la vez donde se entretuvo más de la cuenta, plexo, estómago, barriga, monte de Venus y la cara anterior de los muslos, terminando el repaso.

Después de reanimar dos veces más a la chica que se desvanecía cada dos por tres, con el cuerpo como una llaga, levantaron la cruz, la apoyaron sobre el suelo y la desenclavaron. El espanto de las chicas a contemplar el espectáculo les impidió oír lo que decía Flo. Las verdugas comenzaron a apalearlas en las espaldas hasta que reaccionaron. Así aprenderéis estar atentas a lo que digo; acercaos aquí, repitió. Fueron hacia el artilugio metálico al que dos verdugas arrastraron a la condenada. Le pusieron unas argollas en cuello y muñecas, la medio incorporaron y pasaron sus brazos abiertos por detrás de su cabeza. Los tres brazaletes metálicos se unieron por un cierre. De esta forma conservaría la cabeza erguida. La apoyaron boca abajo. Con una fina pero resistente cuerda ataron las piernas a los muslos doblando sus rodillas todo lo que daban de sí. Entonces entre dos la izaron y apoyaron en una especie de colgador que pendía del techo, con las axilas descansando en cada uno de los brazos mientras sus rodillas apenas tocaban el suelo. La reanimaron de nuevo con doble ración para que se enterara bien de lo que iba a suceder, aunque dudaba Flo que estuviera bien despierta, ya que tenía los ojos en blanco por el dolor. Cuando se aseguraron que seguía consciente al toque de un resorte cayeron dos cadenillas del techo que terminaban en un afilado anzuelo. Cada uno de ellos fue clavado debajo de cada pezón de la víctima, para ser tensados de nuevo hacia arriba. Menos mal que la chica no perdió el sentido, porque Flo y Arius, que se había incorporado al grupo para comprobar el funcionamiento de su invento, temían con razón que una nueva dosis de la sal acabara con la historia. La chica estaba todavía sujeta por los sobaquillos. Ahora venía la operación apertura de piernas, ya que las rodillas quedaban muy juntas y no se vería bien el chocho perforado, así que tomaron una especie de barra de acero con un tornillo sin fin que modificaba su longitud a voluntad, cuyos extremos terminaban en un punzón con un tope, Abrieron las piernas y clavaron cada extremo en la cara interior del muslo sobre las rodillas. La sangre manó de inmediato. Accionando el resorte las piernas comenzaron a separarse, lentamente, más y más, hasta que un crujido y un estertor dieron a entender que las articulaciones de la cadera ya eran historia. La doble ración seguía teniendo efecto, la desgraciada se estaba enterando de todo. Colgada por las axilas, las rodillas separadas de forma grotesca dejando el pubis bien abierto, flácidos todavía los ganchos mamelleros, pasaron a abrir bien el chocho clavando en el interior de cada labio de la peluda parrusa un ganchito unido a una cadenilla de unos 15 cm, terminada al otro extremo por un ganchito similar. Lo tensaron clavándolo al muslo. Entonces sí que el rojo orificio quedó bien visible. Fue en ese momento cuando le quitaron la mordaza y un grito desgarrador cuyo origen era el más profundo dolor retumbó en todo el palacio. Música celestial, dijeron al unísono mirándose los dos angelitos Flo y Arius. Los verdugos, bien enseñados midieron la chica de cabeza a las rodillas, trayendo a continuación un puncho de aproximadamente dos centímetros de diámetro que atornillaron a la base metálica que podía moverse milimétricamente en todas las direcciones posibles. No habían predimensionado bien el objetivo y hubo que volver a izar el cuerpo. Ya en posición colocaron el punzón debajo del higo según las coordenadas corregidas por Arius. El agujero vaginal quedaba también según sus cálculos cinco centímetros sobre el punzón, distancia que recuperaría el cuerpo al quedar colgando sólo de los pezones, y que, con el natural estiramiento de las carnes a causa de su elasticidad quedaría a un centímetro justo, suficiente para poder calibrar con exactitud el punto de encuentro. Entonces vendría lo más delicado. Arius tomó el mando directamente con las palancas aflojando las asas de los sobacos, sustituyendo los ganchos la función de sostener el cuerpo. Los pechos se fueron levantando y adaptando una extraña forma apuntando hacia arriba. La víctima ya no gritaba, pues se había quedado ronca. Estaba todo lo quieta que podía permitirse pues cada movimiento laceraba a su sexo y a sus tetas. Como vieron que el cuerpo había adoptado una cierta inclinación como consecuencia del apoyo frontal, decidieron cambiar de orificio y empalarla por el ano que, aunque no quedaba tan a la vista, ofrecía mayores garantías de una trayectoria limpia. Todo no podía salir la primera, pensaron, así y todo quedaba casi un centímetro para ajustar el aparato. Modificaron de nuevo las coordenadas y pusieron a funcionar el ingenio mecánico. Las esclavas ya habían recibido, con gusto por parte de Flo, varios vergazos esta vez en las nalgas por cerrar los ojos más allá del parpadeo, más unos cuantos más de propina para Teme en todos los pechos por girar la cara. Desde su columna se había percatado de todo desde el principio. A la voz de Flo una especie de reloj se puso en marcha. Cada diez golpes, cada uno por segundo, las cadenillas bajaban un milímetro, lo que quería decir que, contando con que el palo encontraría resistencia por el interior del cuerpo a causa de las vísceras mas duras, músculos y huesos, tardaría unas 12 horas en aparecer su punta por el otro lado de cuerpo; por el cuello si salía mal, o por la cabeza si salía perfecto. Pasaron muchos minutos mientras la estaca iba haciendo marcha, poco a poco, manando por su culo sangre y mierda. De vez en cuando las cadenillas cedían su tensión un poco y el cuerpo se inclinaba, señal de que había encontrado hueso. Duraba unos pocos segundos, para caer de golpe con un chasquido y un sonido interior de gorgoteo, que señalaba que la resistencia había sido vencida. Al cabo de unas horas en que nadie se movió, la verga empaladora había penetrado ya a la altura de diafragma y la mujer ya se encontraba sin posibilidad de reanimación, así que Flo, dirigiéndose a las chicas y dando palmas dijo: Bueno dejemos que esto siga su curso y vamos a pasar a las lección adicional. Toda la banda se dirigió hacia la pobre Teme que lloraba y lloraba amargamente. Sabía lo que iba a pasar y no tenía ya fuerzas para soportarlo. Se equivocaba, lo iba a aguantar.

Una de las verdugas de Flo un tomó el látigo de ganchos y se puso frente a Teme. Está cerró los ojos, simultáneamente a que el látigo restallara. El primer golpe fue de prueba atravesando con un surco el redondo y esférico vientre. La bestia de la negra volvió a tirar hacia atrás el látigo para coger fuerzas La esclava aún no había parado de gritar por el dolor que le causó el terrible primer latigazo cuando un nuevo e infernal vergazo dio prácticamente en el mismo lugar del anterior. Se vio claramente como la epidermis se había abierto desgarrada. Unas gotas de sangre y piel salieron despedidas salpicando a Nuri y Tata que se encontraban demasiado cerca. El grito fue desgarrador. La negraca que era una verdadera profesional tomó impulso y soltó un certero latigazo sobre el abultado ombligo, y en un abrir y cerrar de ojos éste desapareció dejando en su lugar un hueco sanguinolento. El golpe fue tan bestial que arrancó el anillo y un trozo de carne detrás. La sangre manaba a borbotones. Teme había perdido el sentido con sólo tres golpes. Sin esperar a reanimarla Flo hizo una señal a la verduga que sin inmutarse contestó con otra lanzada de látigo a uno de los pezones. El anillo salió despedido con parte del mugrón detrás dando en la cara de Tata. Teme afortunadamente había perdido la conciencia profundamente; el cuarto azotazo tenía fines didácticos para las aterradas muchachas. Horrorizada, Naá se desmayo. Para su suerte Flo no hizo ni caso, pues estaba absorto en el cuerpo desgarrado de Teme. Ahora o nunca, pensó, y dirigiéndose al grupo dijo:

Tercera y última parte.

Mandó desenganchar a la infortunada y colocarla en el potro metálico, donde fue amarrada con las correas de rigor. Las piernas bien abiertas abriendo el sexo ensangrentado por los desgarros de la tripa. Fue reanimada con las sales de Arius. Despertó sin fuerzas para articular palabra, grito o gemido alguno.

No es suficiente, dijo.

Así que las verdugas a su indicación tomaron nuevas cadenillas como las que abrían el orificio de la empalada y clavaron en los gruesos labios externos del coño de Teme, estirando de ellos hasta hacer bien visible la negra y amplia abertura vaginal. Entonces fueron hincados en la blanda carne de la cara inferior de los muslos. La desgraciada seguía sin emitir sonido alguno.

Dispuesta para el sacrificio, Flo se quitó la breve túnica, descubriendo a algunas de las esclavas del harén por primera vez el artefacto que, tarde o temprano iban a disfrutar. Trempado como un burro penetró de golpe los casi 40 cm en la vagina de Teme, solo lubricada por la sangre. Como es natural, el cuello del útero, lleno de gom a gom por la placenta, hizo tope. Flo continuó con mas fuerza, sin sacarla del todo.

No se sabe lo que hubiera ocurrido de haber continuado, pero Flo paró de golpe. En lugar de aliviarse con alguna de las esclavas las echó a grito pelado y se retiró por una puerta hacia sus aposentos privados.

Las muchachas fueron conducidas de nuevo a su recinto reservado, al Harén real. Sus lujuriosos jardines y sus barrocas estancias con sus repujados y arabescos las devolvieron a un estado de bienestar muy lejano al que les deparaba su triste destino, pero eran conscientes de que estaban en mundo para el deleite de sus amos y que sus carnes eran el material del placer de estos. Ni podían ni querían quizá esperar otra cosa que la que su condición femenina les deparaba. Así que se sentían satisfechas de, al menos, disfrutar de su privilegiada existencia en momentos en que sus cuerpos no estaban siendo torturados. Pocas hembras por cierto podían vivir en un ambiente tan extremadamente lujoso como era el del Palau del Castell real, deleitándose con manjares como los que había allí en abundancia, o vestirse con ropajes de tanta exquisitez como los que abarrotaban los roperos del harén: prendas tan raras y costosas como las lencerías, chales y túnicas de seda china, de etiquetas tan buscadas como La Perla, Gemma o Dior, todas ellas anteriores a los cataclismos. En el harén era el vestuario habitual y corriente que adornaba comúnmente los bellos cuerpos de las esclavas de Flo. Y no hablemos de las joyas y abalorios: el oro, las piedras preciosas, los brillantes, tesoros como el conocido por el de la Torre de Londres, así como otros pedruscos famosos: el Cullinan, la Peregrina... todo ello formaba parte del patrimonio real de Morvedre, para el uso y disfrute de las habitantes de Harén Real... hasta que una nueva reina ocupara el lugar de la difunta Kat.

Así que las esclavas de Flo, mujeres al fin y al cabo, estaban en el fondo muy contentas con su suerte.

Tras la lección de iniciación que dejó a Teme fuera de juego, al menos para quince días, Flo se dedicó a sus esclavas en cuerpo y alma. Decidió comenzar a probar el material

La primera fue la dulce Ilo, elegida al azar, como podía haberlo hecho con otra cualquiera. La rubita hizo lo que pudo, que no era demasiado la verdad. Excitada a su pesar gracias al experimento de Arius, intentó agradar al príncipe y de paso satisfacer su propio líbido, puesto que no era de piedra, pero a Flo le hacía falta otra cosa. Así que la cosa terminó, como era previsible, siendo Ilo cruelmente azotada mientras la más experta Age aliviaba los ardores insatisfechos del príncipe.

La siguiente fue Naá, que a pesar de su corta experiencia con los tíos, reducida a algún que otro revolcón con el misógino Martínezford o con algún guardián de Poblet, como era más putón que la Benita, logro trempar Flo casi hasta el orgasmo, pero la precipitación de éste hizo fracasar el intento. La inevitable Age, en colaboración con la propia Naá que lo sodomizaba ex aequo, consiguió que Flo se corriera de forma satisfactoria, lo que libró a las esclavas de probar el látigo.

La sesión con Nuri y Tata, ¿porque siempre juntas? fue más que desastrosa. La natural voluptuosidad de la sordita, dulce, tierna y blandita como ninguna otra de las chicas de Harén, no era acompañada por el arte de la follanda que tenían Age o Eipe. Quizás si hubiera estado con Flo a solas sin la omnipresencia de Nuri, la cosa hubiera sido distinta, como veremos más adelante en otro capítulo de nuestra historia, pero la cuestión es que acabaron las dos colgadas de los tobillos con las piernas abiertas, y los chochos en carne viva después de recibir una treintena de vergazos cada uno por incapaces.

Menos mal que la veterana Eipe y la zorra de y Age, aún sin poder desaguar a Flo por las cañerías naturales de sus cuerpos, consiguieron al menos proporcionarle el placer deseado.

Como el carácter de Flo, caprichoso e inconstante, iba aparejado a la natural precipitación de la inexperiencia y juventud, así como a una vena maníaco depresiva, ni siquiera intentó repetir con aquellas esclavas que le habían excitado de verdad, como era el caso de Naá. Tata no contaba porque su higo destrozado se hallaba bajo los cuidados del chamán. La mente atormentada del príncipe se volcó en Teme. Desde su terrible castigo había soñado con ella en múltiples ocasiones. Estaba deseando que se recuperara de la lección de iniciación. Aún tardaría unos pocos días según Arius. El vientre preñado de esclava le producía un mórbido deseo y la incertidumbre de ver qué ocurriría si su verga empalmada penetraba en su vagina y llegaba al confín del útero excitaba sus más perversos y profundos sueños. Por otra parte temía, no sin razón, reventar a la esclava y echarla a perder para siempre. Empezaba a pensar que nunca se correría en un buen agujero tras las experiencias anteriores con el resto de la banda. Su inicial rechazo a que la culpabilidad fuera exclusivamente suya y no de la inexperiencia e insustancia amatoria de sus esclavas iba perdiendo fuerza. Incluso llegó a victimizar al pobre Arius por el negativo efecto de los anillos de oro, cosa que era el colmo, porque las chicas tenían las figas como manantiales cada vez que las penetraba.

¿ Estaba depositando excesivas esperanzas en la pobre Teme, o realmente estaba sucumbiendo a sus encantos, como sin duda había ocurrido con Mussa? ¿ Era esta la verdadera razón de su brusco parón en la lección de iniciación?

Pensamientos diversos se mezclaban en la mente de Flo: ¿Volvería a preñarla cuando perdiera el bombo? ¿Le seguía gustando cuando su apariencia fuera la de una chica normal? ¿Manaría leche de sus pechos para ordeñarla como sugería el mago Arius para hacerse cortaditos? . En fin que Teme le obsesionaba demasiado y, recordando el consejo de su tío, tendría que usar con ella más frecuentemente el látigo de los ganchos.

Al tercer día y según lo previsto, Arius le dio el alta, lista para su uso y disfrute. La hizo llamar inmediatamente después de comer. Era la hora de la siesta, la hora burra de Flo. Teme fue llevada a la estancia privada del príncipe. Como único vestido lucía unas cadenillas de oro que prendían de los aros de sus pezones bajando desparramadas por su abultado vientre para unirse en el ombligo y de allí, todas tensas se recogían en los anillos del higo, que había perdido todo su antiguo pelaje negro y abundante, mostrándose el sexo rosado y abierto, más apetitoso que nunca. Con su recatada pose, cabeza baja mirando al suelo, la chica se presentó ante Flo. Procuraba esconder su terrible miedo, lo que producía en el Príncipe todavía más ardor. Se empalmó bajo su túnica. Se dirigió hacia ella y con sus propias manos condujo a la esclava, que se mostraba con total sumisión, hacía su potro particular, copia mejorada del que utilizo Arius para registrar a las chicas del harén.

Era más mullido y otra articulación permitía elevar el bajo vientre para poder penetrar más fácilmente a la pobre esclava que estuviera amarrada en él. Teme se tendió sin rechistar. Flo no le quitó las cadenillas porque pensaba hacer un estropicio. Le ató las muñecas brazos arriba, dejó suelta su cabeza pechos y caderas, y ató sus tobillos abriendo bien sus piernas con los brazos articulados. Levantó la riñonada para permitir todas las penetraciones posibles. El sexo bien abierto y el ano redondo y grande de Teme bajo el inmenso vientre le excitó hasta casi producirle ahogo. Se acercó al lateral de la mesa y al ver la cara de resignación de Teme se indignó ante tanta sumisión y le dio un tremendo puñetazo al barrigón. Teme se dobló dentro de lo que permitían sus ataduras y dio un grito ahogado, casi un gemido, estremeciéndose del dolor. Flo, tomando su cabeza y girando la hacia él le introdujo su polla en la boca diciéndole: mira lo que espera.

Teme que ya había visto el aparato de Flo cuando fue iniciada en el azote de los ganchos no la recordaba tan grande. Cierto que entonces se encontraba en semi reposo. Su vista le aterró. Nunca había sospechado que pudiera haberlas así, y eso que había sido penetrada por muchos hombres, feroces guardianes y guerreros. Incluso el aparato ortopédico de su antigua ama era cosa de niños comparado con la enorme estaca de Flo. Como además era totalmente ignorante respecto a lo que podía suceder en el vientre de una embarazada pensaba que si se lo introducía violentamente en sus entrañas moriría de forma irremediable, así que cerró los ojos mientras chupaba la polla y se dispuso a morir, deseando que fuera de la forma menos dolorosa posible.

Flo tenía ya el plan trazado. Intentaría alcanzar la excitación máxima y por tanto su polla tendría un tamaño gigantesco. Entonces sodomizaría a Teme en su ancho y acogedor orificio, y si se corría, ojalá fuera así, lo repetiría, y cuando la opresión fuera insoportable en sus cavernas anales la penetraría violentamente por su vagina todo lo profundamente que pudiera, golpeando vientre contra vientre, y así continuaría hasta correrse. Lo que ocurriera con esclava faltaba poco para descubrir. Estaba suficientemente caliente para no necesitar estímulos adicionales, pero quizás unos latigazos no estarían de más. Quitó la verga de la boca de Teme, y agarró un gato de nueve colas, cuyas finas tiras de cuero entrelazadas terminaban en una bolita metálica con aristas. Comenzó a azotar los voluminosos pechos de la pobre Teme, que entonces sí comenzó a gemir y gritar de forma ostensible, a pesar de conocer la prohibición de emitir grito alguno. Como estaba segura que iba a morir y ya no le importaba

Flo excitado por los gritos comenzó a azotarle el abultado, redondo y terso bombo que a los pocos golpes se había convertido en una sanguinolenta llaga, con las cadenillas que lo surcaban rotas por los azotes. En ese momento Flo tira el gato y se agarra a dos de esas cadenillas que bajan de los pezones. Con la polla en plena asta con su mano derecha la introduce en el ano. Comienza a sodomizarla con lentitud pero en un momento dado vuelve a sujetarse de las cadenillas y suelta un violento golpe, haciendo entrar toda la verga en las entrañas. El grito de Teme es brutal, puesto que, a pesar del generoso tamaño de orificio anal, el bestial pililón de Flo acaba por astillarle el esfínter. Suerte tiene la esclava de tener un elástico recto, porque de lo contrario la hubiera reventado allí mismo.

Flo está que hierve, y en una de las sacudidas arranca un aro del pezón de Teme que sigue gritando de dolor. Flo saca su polla ensangrentada del roto ojete y la introduce en la figa de Teme, que tiene el agujero seco como la arena del desierto. Loco de excitación comienza los embates contra la esclava hasta que nota que su polla hace tope. Ha llegado al útero que está lleno de gom a gom con la placenta con el feto dentro. Flo no se para sino que continúa dale que te pego, cada vez con más violencia. Teme ya no grita: chilla como una loca. Al momento sucede lo que tenía inevitablemente que ocurrir: en uno de los bestiales asaltos se oye un ruido parecido al que le hace un escarabajo cuando se pisa. Un chorro del líquido amniótico presiona hacia fuera el pijo de Flo, saliendo como un manantial por la vagina de Teme. Flo, estupefacto, contempla lo que acaba de sucede: su esclava se está vaciando por dentro. Teme, desvanecida, ya no emite ruido alguno. Flo comienza a gritar y acude inmediatamente Pere que ya se imaginaba lo que iba a suceder. Como hombre previsor ya tenía preparada la camilla con la que llevaron a Teme al sanatorio de Arius que, afortunadamente, se encontraba en palacio. Era la enésima vez que Flo se quedaba sin poderse correr como y donde quería, pero excitado como está mandó venir de nuevo a Age para que lo aliviara.

Esta se presentó con su aspecto falsamente modoso, en ropa interior con una especie de peto con liguero que sujetan unas medias del mismo color negro. No llevaba bragas. Sabía que a Flo eso le gustaba. Su precioso monte de Venus excitaba al más pintado. Se acercó amorosamente al príncipe todavía estupefacto, que aún conservaba el artefacto en muy buena forma, lo tomó delicadamente y comenzó a lamerlo mientras miraba hacia su cara con un motín de falso pudor. Apenas llevaba tres lengüetazos cuando se puso tiesa del todo. Entonces Age lo intentó una vez más: la introdujo en su higo mientras tumbaba a Flo en el lecho y comenzó a moverse como había aprendido en el puticlub de su tía. Si Flo hubiera tenido paciencia y no se hubiera precipitado probablemente se hubiera corrido pero estaba tan nervioso y tan ávido de descargar que cabreado sacó la polla con ella golpeando la cara de Age pero está, perra vieja sabía que era el momento de hacer algo. Olvidando que era candidata al tormento por esa causa, hizo con Flo lo mismo que su primera noche cuando lo había sodomizado. Age con un rápido movimiento sacó su pollita y comenzó a metérsela a Flo por su culo, después de haberlo lamido y haberle estacado la lengua en el esfínter. Flo se corrió inmediatamente con tanta fuerza que se quedó dormido. Al despertar ya eran las nueve de la noche. Age todavía se encontraba al pie de la cama haciendo el indio y Flo, de nuevo, le pegó una tremenda patada en las tetas. Por atrevida. Age por lo visto no escarmentaba.

Teme había abortado, y Arius después de limpiarla por dentro y de coserle los rotos y los desperfectos la dejó en reposo, y se dirigió a ver a su amigo y compinche. Esa noche vieron una vez mas La Diligencia en los archivos del chamán, y después cenaron algo parecido al cochinillo asado (?), y felicitaron al chef y al cocinero por su exquisitez. Buen provecho.