EL SUEÑO DE AITOR. La orgía.
Al día siguiente de haberme acostado con Lucía y con Alejandra por separado, me desperté temprano, porque no podía dormir. Estaba agotado por los acontecimientos del día anterior, nervioso por lo que pudiera pasar más adelante, en el caso de que Alejandra descubriera que me había acostado con Lucía. El tema era serio, porque yo estaba muy enamorado de mi novia y si ella se lo tomaba a mal, podría perderla para siempre. Me sentía bastante culpable.
Pero los días fueron pasando y mi culpa se fue disipando, al ver que no pasaba nada. Hasta que por fin llegó el sábado y volví a verla, y es que los sábados solíamos quedar con varios amigos más para salir de juerga por ahí, ya que era el único día de la semana en el que podíamos vernos todos.
La verdad yo estaba muy provocado y cuando salía a bailar aprovechaba para
mordisquear el cuello de Alejandra y para manosearle el trasero y las tetas,
delante de Lucía. Alejandra estaba vestida de manera muy sensual, con vestido
blanco muy ajustado al cuerpo y eso me incitaba mucho. Ella estaba también
picada y no perdía la oportunidad para hablarme en el oído y tocarme donde
podía. Sobre la una de la mañana le dije que esa noche quería irme pronto, ya
que deseaba aprovechar la erección que ya se me notaba. Alejandra me dijo que le
parecía genial pero que me acordara de que teníamos que llevar a Lucía a su
casa, puesto que tampoco se había traído el coche aquella vez. Yo asentí, pero
le insté a que se diera prisa. El corazón empezó a latirme con una inusitada
fuerza cuando ella asintió y la buscó con la mirada. Luego me dijo que me
acercara a ella y le preguntara si estaban de acuerdo en irnos a las dos.
Al rato nos despedimos de los demás y nos montamos en el coche. Lucía dijo que
le daba algo de vergüenza hacernos ir hasta tan lejos (había notado la razón por
la que teníamos tanta prisa en irnos), y que mejor la acercáramos hasta una
central de taxis y la dejáramos allí. Entonces Alejandra miró significativamente
a Lucía y le dijo que de ningún modo, que podía quedarse en nuestra casa y al
otro día irse. Casi di un volantazo de la impresión que me dio oír estar
palabras, pero inmediatamente apoyé esa idea, sintiendo cómo la excitación me
iba en aumento y hasta casi me ahogaba.
Al llegar a casa las dos se fueron a la cocina para preparar unas copas. Las dos
ya estaban un poco tocadas y empezaron a hacerse halagos mutuos sobre lo bien
que les sentaba la ropa que llevaban. Cuando volvieron a la sala estuvieron
bebiendo bastante... hasta que comprendí que Alejandra y Lucía estaban con el
punto bastante cogido, tonteando entre ellas. Entonces Lucía cogió un pedazo de
hielo y lo deslizó por el cuello de Alejandra, cuyos pezones se endurecieron a
través de la fina tela el vestido. Eso hizo que me fijara también en los de
Lucía y asombrado traté de catalogar cual de las dos los tenia más rígidos. Hice
que las dos se acercaran y como leyendo mis pensamientos empezaron a besarse en
la boca. Yo solo atiné a abrazarlas por la cintura y acariciar sus traseros.
Sandra metía su lengua con placer en la boca de mi novia y ella la mordisqueaba
y luchaba por que entrara aun más.
Les propuse que nos fuéramos a nuestro cuarto y allí comencé a desnudarlas. Solo
las deje en ropa interior. Alejandra llevaba un conjunto negro, con un sostén de
media copa que dejaba ver la parte superior de sus pechos, y un tanga que
traslucía el pubis y en la parte de atrás se escondía entre sus nalgas. Lucía
tenia puesto un body blanco transparente, y medias con liguero. Cuando
estuvieron así decidieron quitarme la ropa, con velocidad y desordenadamente me
dejaron completamente desnudo, entonces me tendieron en la cama y cada una se
situó a un lado y se pusieron a lamerme. Mi novia, a la izquierda se concentró
en mi pecho, pasaba su lengua húmeda lentamente sobre mis tetillas mientras que
Lucía, a mi derecha, besaba mi entrepierna, succionando suavemente con sus
labios. Al mismo tiempo cogieron mi pene con las manos, y mientras Alejandra me
acariciaba los testículos, Lucía me masturbaba con fuerza. Después se miraron,
divertidas, y se lanzaron sobre él, como para ver quién llegaba antes, y me
comenzaron lamer el pene. Yo estaba medio incorporado, viendo cómo sus lenguas
se deslizaban sobre el tronco y se tocaban entre sí.
Lucía fue la primera que lo metió en su boca. Sentí que lo puso todo adentro y lo lavó con su saliva. Mientras, Alejandra comenzó a pasar su lengua por mi escroto y a bajar hasta mi ano haciendo pequeños círculos. En eso duraron un buen tiempo, alternándose constantemente, una chupaba y la otra lamía. Cuando notaron que estaba a punto de derramarme empezaron a chuparme cada una como pudo repartiéndose mi verga, por lo que apenas tardé en expulsar mi semen, que ellas se repartieron en sus bocas besándose y tocándose con la lengua.
Enseguida les pedí que se desnudaran totalmente, aun tenían su ropa íntima, se
ayudaron y la una desnudó a la otra. Cuando las vi no puede evitar compararlas.
Alejandra tiene ojos verdes y labios carnosos muy rojos. Su cabello es largo,
castaño y levemente ondulado. Lucía tiene ojos color miel, los labios finos y
bien delineados, su cabello negro y a los hombros totalmente lacio.
En cuanto a sus pechos, son bastante grandes, muy firmes y con enormes pezones
de color café oscuro, mientras que los de Alejandra, mi novia, son más pequeños,
y con los pezones de color rosado. La cadera de mi novia es ancha y su culo
ancho y firme, las nalgas son grandes, mientras que las caderas de Lucía son
angosta y su culo respingado. Ese día, como si se hubiesen puesto de acuerdo,
ambas se habían depilado el pubis. En el de Lucía, que era más suave, solo se
veía una línea hacia arriba, el área de la vagina estaba completamente rasurada;
por su parte Alejandra tenia un vello oscuro, cortado en forma de triángulo y
alrededor de la vagina tenia vellos cortos.
Cuando estuvieron desnudas se abrazaron y frotaron sus pechos mutuamente, se
besaban locamente y con las manos se acariciaban la espada y el trasero. Yo las
miraba mientras acariciaba mi pene tratando de volver a ponerlo en erección.
Ellas siguieron acariciándose y Alejandra, tomado la iniciativa, empezó a lamer
el cuerpo de Lucía: primero los pezones, alternando uno y otro y dando pequeños
mordiscos, luego bajo lentamente y se detuvo a la altura del ombligo, allí se
demoró un rato mientras Lucía respiraba agitadamente. Simultáneamente introdujo
su dedo anular en la vagina y con la palma de la mano acaricio el clítoris.
Lucía reaccionó un poco y se acomodó de forma tal que puso su boca en la vagina
de Alejandra, lamía con deleite separando los labios vulvares con la lengua, se
detenía un instante en el clítoris y seguía deslizándose a todo lo largo de su
húmeda raja. Esto rápidamente produjo una explosión de placer en Lucía
provocándole un fuerte orgasmo que hizo que arqueara su espalda y gimiera
pidiendo más.
Yo me uní a ellas y comencé a lamer los jugos que habían emanado de la vulva de
Lucía, ella mientras tanto acomodó a Alejandra sobre la cama y comenzó a pagarle
de la misma forma. Lamía con intensidad su clítoris e introducía los dedos en su
ano, Alejandra aprovechaba para acariciar por momentos mis tetillas o los
pezones de Lucía. Cuando mi novia estaba a punto de venirse por efectos de las
caricias que recibía me pidió que penetrara a su amiga. Yo lo hice, entrando
desde atrás por su vagina. La vista era espectacular, yo estaba dentro de Lucía
y veía su culito respingado, mientras ella lamía la vulva de Alejandra, que
estaba acostada en la cama y se acariciaba sus propios pezones.
En eso duramos algo más de veinte minutos, en los cuales todos gemíamos
arrastrados por el placer, hasta que llegamos a un orgasmo simultáneo que me
hizo eyacular con fuerza dejando mi semen dentro de Lucía. Para mi satisfacción
mi pene en lugar de ponerse flácido seguía firme y el glande estaba hinchado
como pocas veces lo había visto. Alejandra, que se había dado cuenta,
inmediatamente me tumbó de espaldas y se montó sobre mí, acomodando mi pene
dentro de su humedecida vagina, se movía arriba y abajo con fuerza mientras
Lucía le acariciaba los pechos. Yo sentía una sensación de placer inmensa pero
sabía que demoraría aun un buen rato antes de volver a correrme, así que le pedí
a Lucía que se acomodase sobre mi pecho mirando a la cara a Alejandra. Así lo
hizo y mientras yo acariciaba su espalda y su vientre ellas se besaban con
pasión, lograba escuchar como sus lenguas chasqueaban entrando y saliendo de la
boca. Poco a poco me puse a lamer las nalgas de Lucía, y deslicé mi lengua hacia
su ano, allí me entretuve un rato, disfrutando del sabor extraño y delicioso que
ella me brindaba.
Pero Alejandra tenia otra idea y le ordenó a Lucía que se girara y se dedicara a
besarme en la boca. Cuando ella lo hizo Alejandra la tomó por las piernas y la
echó hacia delante, quedando su culo levantado, entonces empezó a lamerla a todo
lo largo y ancho de su raja. Yo supuse que el sabor a mi semen la éxito aún más
y comencé a mover mi cadera desde abajo entrando y saliendo de Alejandra,
mientras Lucía lamía mi cara pasando su lengua por mi boca mientras se
contoneaba de placer. Al cabo de un rato nuevamente llegamos al límite de
nuestro placer y volví a correr, esta vez dentro de Alejandra. Lucía gemía
mientras Alejandra la lamía, y mi novia suspiraba profundamente mientras que yo
me aferraba a la cama. Entretanto, Lucía me besaba y mi pene permanecía dentro
del chorreante sexo de Alejandra.
Luego de esto quedamos exhaustos, estaba a punto de amanecer y parecía que no
éramos capaces de resistir más placer, el sueño poco apoco nos vencía y el calor
de nuestros cuerpos entrelazados nos invitaba a descansar. Estábamos felices:
realmente todos habíamos pasado una velada inolvidable. Y mi gran sueño de
acostarme con las dos se había cumplido.
Al día siguiente, domingo, nos despertamos muy tarde. Para mí fue increíble
sentir aun la tibieza de sus cuerpos desnudos y aun más verlas levantarse y
caminar hacia el baño. Justo en la puerta Alejandra se giró hacia mi y rodeando
con un brazo la cintura de Lucía, me hizo un insinuante gesto para que las
siguiera. Suspiré, pletórico de felicidad. Mi pene ya estaba erguido y dispuesto
para una nueva batalla...
Aliena del Valle.