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Alegatos criminales

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ALEGATOS CRIMINALES.

BOCETOS II

Para Ignatius Reilly.

 

¿Usted nunca ha matado a alguien por simulacro de ocupación, por puro aburrimiento?

Pues entretiene bastante.

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Le maté porque tenía halitosis y se negó a chupar el caramelo de menta que le ofrecí.

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Por supuesto. Claro que cuando le maté pensé en la fragilidad de la existencia humana. Precisamente por eso acabé con él, porque éstos insufribles pseudo-filósofos deberían de aprender a no amargar a sus semejantes con tanto existencialismo pesimista. Al menos éste ya no deprimirá a nadie.

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Si es que no me dejaba dormir. Me pasé casi tres horas dando vueltas en la cama, hasta con cuatro somníferos en el cuerpo. Y él no se quitaba los tacones. Nada. Y venga darse paseíllos por toda la casa. Entraba, salía… y volvía a entrar para volver a salir. Por eso subí a su casa y en cuanto abrió la puerta le arreé cuatro sartenazos, uno por cada pastilla ingerida. Luego regresé a mi casa y dormí como un bendito hasta por la mañana. ¿Cómo iba a saber yo que le golpeé tan fuerte? Llevaba cuatro somníferos…

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Lo maté porque me dolía cabeza. El caso es que se lo di a entender un montón de veces, pero como él me dijo que no era nada… que seguro que no era nada… y yo tengo jaqueca. Me dijo que tomara aspirina, pero es que ya me había tomado unas cuantas.

Lo hice por desconsiderado.

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Tuve que hacerlo. Tuve que matar a aquel loro. ¡Si es que tuve que hacerlo! Por supuesto que sé que el pobre animalito no tenía culpa. La culpa la tenía el lumbrera que se le ocurrió poner al loro justo al lado del cementerio y dejarlo allí casi una semana. Claro. Así el bicho se pasaba el día gritando "¡Qué pena que se ha muerto!"

Me sacó de quicio.

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Le maté porque me ofrecieron 20€ por su cabeza.

Pero los perdí porque me dio miedo decapitarle: tenía los ojos abiertos.

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Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba.

Y yo solo quería un poquito de silencio.

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La maté porque me dijo que no me quería.

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Me había mojado el libro con agua y casi todas las páginas estaban arrugaditas y rugosas. El lomo se había echado a perder del todo. Encima me lo devolvió con una risita encantadora, para restarle importancia.

- "Sólo es un libro…"

Pero se lo cobré con la vida.

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Le maté porque era ateo y no se quiso casar conmigo por la Iglesia. Ni siquiera por mí.

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Le maté porque se quería casar por la Iglesia y como yo no creo en Dios…

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Le maté porque no se quería casar conmigo.

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Cuando él no está no puedo dormir, porque claro, no consigo dejar de pensar en dónde estará, y con quien. Pero ahora ya si lo sé. Ahora ya no hay problema.

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NOTA DE SUICIDIO DEL MARIDO DE UNA GITANA QUE TENÍA 11 CHURUMBELES:

"Me mato porque si pude dar vida, también la puedo quitar.

A los niños que los mantenga su mare, que pa´eso los parió".

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Fue por cabezonería. Era terco como un mulo. ¿Por qué se empeñó tanto en negar la evidencia? Pero que no, que no, y que NO. Rotundamente.

Me dio tanta rabia…

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La culpa la tuvo la televisión, como siempre. Lo explicaron tan exquisitamente… con tantos detalles… que yo también quise probar a ponerme en la piel del asesino.

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La maté porque no me acordaba de su nombre. Ella, que es una quisquillosa, se dio cuenta y me lo preguntó, me dijo: "¿A que no te acuerdas de cómo me llamo?".

Para estrellarla.

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Lo maté porque me llamó mentirosa.

Y eso ni mi padre, oigan… ¡¡lo juro por el cerdo verde que acaba de pasar volando!!

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Lo maté por gilipollas, por cabezón, por mal pensado, por envidioso, por andar tocando morales ajenas, por cenutrio… porque en lugar de cerebro tenía una patata.

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La maté porque tenía los ojos azules.

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La maté porque me obligó a comer más de lo que me apetecía.

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El médico me dijo que acabara con todo aquello que fuera nocivo para mi salud. Así que lo maté porque me lo recomendó el médico.

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Se calló al agua y no sabía nadar. ¡Pero es que yo tampoco! ¿Qué querían? ¿Que me tirara a salvarlo para ahogarme y acabar siendo yo también pasto para peces?

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Si solamente le di un empujoncito de nada… ¡¡el problema fue suyo si no se agarró bien a la barandilla!!

 

Aliena del Valle.-