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Anatomía práctica para Laura

en Erotismo y Amor

ANATOMÍA PRÁCTICA PARA LAURA

Laura pensó que no estaba haciendo nada del otro mundo, pero aun así tocó al timbre del 2º B con cierta reticencia. Sabía que encontrar trabajo como masajista no era algo que se presentara así como así todos los días y menos a ese precio: cobrar 15 € por masaje no estaba nada mal. Lo raro era la situación. No conocía de nada a Julián, pero como le habían hablado tan bien de él… se arriesgó a confiar en su suerte.

En cualquier caso, si no le gustaba el asunto, siempre podría rechazar el trabajo.

Volvió a tocar en el mismo instante en el que se abría la puerta. Un chico guapo, de unos 30 años y con solo una toalla alrededor de la cintura se perfiló en el umbral.

Hola, ¿eres Julián?

Hola, si. Tú debes de ser Lucía, ¿no?

Laura.

¡Eso!, perdona. Pasa, pasa…

El estudio era pequeño, pero acogedor. Laura entró hasta la habitación que hacía de salón- dormitorio y dejó el enorme bolso sobre la cama. Se giró y vio cómo Julián se tumbaba boca a bajo sobre una mesa alargada con aspecto de estar destinada a usos múltiples (en el suelo, algunos libros yacían abiertos junto a un montón de folios garabateados, y una plancha, erigida sobre un buen montón de ropa enrollada, esperaba resignada su turno).

Joder, perdona, no te he ofrecido nada.

Da igual, no te preocupes; la verdad es que prefiero empezar ya.

De acuerdo, tú misma… - dudó unos segundos -. Llevo unos días con un dolor de espalda horrible.

Laura sonrió, en silencio, mientras se afanaba en sacar los potingues pertinentes del bolso.

No sabes cuánto te agradezco que hayas venido… Desde siempre me ha dado los masajes Carmenchu, ¿la conoces?

No…

Pues creo que hizo enfermería un par de años antes que tú… si, tiene 24 años y tú 22, ¿no?

¿Cómo lo sabes…!?

¡Ahh!… uno que tiene contactos! – risas- no, me lo dijo Santi.

Santi, claro… fue él quien me dijo que necesitabas una masajista. Bueno, tengo el título desde hace poco, pero vaya, si ves que te va mal…

No, Laura, qué dices, no te preocupes.

¿Por qué ya no te los hace esa chica?

Tuvo que irse a Madrid para seguir con la quimio.

Lo siento.

Ella está bien. Pero yo no…

Ya va, ya va…

Se sujetó el pelo con una banda y se echó un poco de aceite de masaje en las manos. Colocó despacio las manos extendidas sobre la espalda de Julián y comenzó a presionarle suavemente con la yema de los dedos en los sitios claves. Percibió cómo la tensión de Julián iba desapareciendo lenta pero sensiblemente y eso le dio seguridad.

¿Va bien?...

Mmmmmmmmmmmmm… Genial.

¡A ver si te vas a quedar dormido!

¿Con una chica como tu a mi lado!?

Silencio.

- ¿Laura? Oye, ¡no te habrá sentado mal!

No, tonto… Pero calla, que me desconcentras…

 

Pero ya se había activado el resorte y Laura no pudo evitar sentir realmente el contacto de aquella piel dorada y suave, resbaladiza por el aceite. No pudo evitar pasar las anhelantes palmas extendidas de sus pequeñas manos por los musculosos brazos, bordeando el vertiginoso perfil curvilíneo de aquella anatomía humana. No hubo poro que no sintiera, ni milímetro de piel que no rozara sin que le temblaran los labios ya entreabiertos por la codicia. Se encaramó mentalmente al trapecio de su espalda, perfiló el redondo mayor y menor de los omóplatos, los oblicuos y los dorsales. Experimentó el vértigo de descender por todas sus vértebras hasta alcanzar los límites sagrados del final de la espalda, los músculos lumbares…

Sonrió complacida al oír el débil gemido de Julián, porque el resorte de aquel hombre hacía rato que se había activado…

 

 

 

Hicieron el amor despacio porque presintieron tener todo el tiempo del mundo por delante. La vida optó por el camino de lo sublime. La conciencia de sus cuerpos se hizo dolorosamente real, volaron por toda la habitación hasta que se quedaron sin espacio suficiente y entonces escaparon… sin permitir que los aterrizajes forzosos de los espasmos les impidieran remontar una y otra vez el vuelo hacia la inmensidad oceánica… conquistaron islas desiertas y remotos continentes y anidaron en las nubes, solos unos instantes, para descansar de la fatiga de tanta felicidad…

A. del Valle.-