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Víctima de la lluvia

en Grandes Relatos

RELATO 18

Víctima de la lluvia

ECSAGARDEZ

Presa de la desesperación, Deyanira intentó ponerse a salvo de la persecución de que era objeto… La noche era oscura y la pertinaz lluvia que se había dejado sentir desde la tarde, había provocado que en su carrera encontrara grandes lodazales y cayera al suelo repetidas veces…

Ella era una joven muy agraciada por la naturaleza, tenía 19 años, unas tetas enormes, piernas muy lindas y un trasero que era la envidia de sus compañeras de salón, pero a la vez la admiración de todos los muchachos, quienes le lanzaban los piropos más sarcásticos, con tal de sacarla de sus casillas. Sin embargo, en su boca siempre afloraba una sonrisa…

Deyanira estudiaba el quinto semestre de la licenciatura en Derecho y era una alumna aventajada en su universidad, incluso había participado en concursos de conocimientos y siempre ocupaba buenos lugares, haciéndose acreedora a una beca y ser el orgullo de su centro de estudios…

Esa noche regresaba de la escuela… Y para llegar a su casa, tenía que ascender por la falda de un cerro… Ahí se ubicaba la colonia donde vivía y en sus sueños, siempre estaba el alejarse de ese lugar y buscar mejores horizontes en la ciudad de México o en otra donde hubiera mejores perspectivas de desarrollo…

II

Sin embargo, esa noche, precisamente esa noche la vida de Deyanira cambiaría… La calle por donde caminaba normalmente para llegar a su casa estaba invadida de ramás de árboles, basura y diversos objetos que la lluvia arrastraba y hacía imposible que subiera con la rapidez que ella deseaba…

Estaba húmeda de la ropa y por ende de todo el cuerpo… Hacía un frío intenso que la hacía titiritar. Pero siguió avanzando cuando al llegar a las inmediaciones de la casa de don Venancio, sólo se percató que dos cuerpos se le abalanzaban con la finalidad de derribarla al suelo, por lo que sólo tuvo una salida, correr para ponerse a salvo…

Por un instante logró esquivarlos, pero la oscuridad no le permitía distinguirlos bien, aunque si alcanzaba a ver esos ojos rojizos que denotaban tener intenciones maléficas y eso a Deyanira le produjo mucho miedo…

III

La carrera que había emprendido no le permitía ver hacia delante y su única intención era llegar a su domicilio para ponerse a salvo de esos dos seres que la perseguían. Su objetivo aún estaba muy distante…

La joven Deyanira cayó en la desesperación y no se percató que había un gran tronco que la hizo tropezar y caer al piso, sólo cerró los ojos y se encomendó a Dios… Sus perseguidores cayeron sobre ella y en su inconsciencia sintió sus manazas como garras que envolvían su apetecible cuerpo…

Ya no pudo más y aunque intentó levantarse y seguir corriendo, no lo logró, las fuerzas se desvanecieron y perdió el conocimiento…

Todo pasó en segundos… Deyanira se encontraba ahí tirada… La lluvia seguía cayendo… Los rayos y truenos hacían más tétrica la escena. Mientras los dos seres que la perseguían pasaban su lengua, una y otra vez, sobre las piernas, el cuerpo y el rostro de la joven estudiante de Derecho…

Era imposible que alguien pasara por el lugar e intentara salvar a la muchacha… Todos los vecinos de Deyanira en ese momento se encontraban en el interior de sus hogares… Con los truenos, se había suspendido la energía eléctrica y eso era muy común en esa colonia…

La oscuridad era en esos momentos la mejor cómplice de los seres que vulneraban y ultrajaban el joven cuerpo de Deyanira, quien había tenido la mala suerte de pasar por donde se encontraban y porque era el único camino que conducía a su vivienda…

IV

Los minutos pasaron… En la casa de la joven, sus padres –Ramón y Elvira-, mostraban preocupación por la tardanza de Deyanira… Aunque justificaban que a lo mejor se guarecía en algún dintel para evitar la copiosa lluvia que caía…

Jamás desconfiaron de ella… Estaban orgullosos de su hija… Desde muy niña le gustó el estudio y ayudaba, sin ninguna reticencia, en las labores domésticas a su madre. Además de darse tiempo para auxiliar a su padre, quien tenía un puesto de verduras y legumbres en el mercado municipal. En si, la consideraban una chica modelo y estaban orgullosos de ella…

Pero las manecillas del reloj seguían avanzando y Deyanira no aparecía por ningún lado… Eso ya era mucho para unos padres que no estaban acostumbrados a que su hija les diera preocupaciones y a quien la vida le sonreía. De eso no cabía la menor duda…

V

Luego de un buen tiempo… Deyanira recuperó la conciencia y abrió los ojos… Sentía como la lluvia taladraba su rostro… Intentó levantarse, pero sintió un fuerte dolor en la entrepierna y cayó de nuevo al piso… El agua no dejaba de caer y era imposible para ella recuperar la vertical y caminar hacia su vivienda donde la esperaban sus atribulados padres…

Como pudo, logró asirse de la rama de un árbol que arrastraba la lluvia y se incorporó… Caminó con mucho esfuerzo y sintió que un hilillo de sangre corría por el interior de sus muslos… Su sorpresa fue mayúscula y siguió caminando, pero el lodazal hacía que cayera a cada rato y el avance fuera pesado…

Los seres que la habían atacado permanecían cerca de ahí, pero ya no le prestaban atención… Parecían satisfechos de haber saciado en Deyanira sus instintos bestiales. Mientras la joven, los veía con un temor marcado y una angustia terrible… Ya no pensaba en ella, sino en lo que dirían sus padres al verla maltrecha y ultrajada…

VI

A pesar de tener 19 años de edad… Sus pensamientos eróticos sólo se circunscribían a imaginarse con su novio Wilmar en una isla desierta, los dos desnudos tocándose sus cuerpos y besándose. El jugueteando con sus pezones y lamiendolos hasta que se pusieran como piedras. Mientras ella tomaba su pene y deslizaba su mano de arriba hacia abajo, provocándole gemidos de placer, los cuales antecedían a una eyaculación seminal…

Esos eran los juegos eróticos que continuamente practicaban en el coche de su novio. Pero sin llegar a más, porque se habían jurado amor eterno y entre sus planes estaba el contraer matrimonio para disfrutar su amor toda la vida…

VII

Pero la suerte de Deyanira había cambiado en un instante… Ya no sabía ni que pensar… Le preocupaba el qué dirán de los vecinos… Aunque para su suerte, nadie se había dado cuenta de lo sucedido…

Luego de varios minutos, logró llegar a su casa… Pero sentía desfallecer y sólo alcanzó a tocar la puerta, para caer pesadamente al suelo… De inmediato sus padres se asomaron y la vieron en el pésimo estado en que se encontraba…

Doña Elvira comenzó a llorar al ver lo mal que se encontraba su hija. Don Ramón salió y se dirigió a la casa de su vecino Rafael, quien tenía teléfono y de donde llamó para pedir el auxilio de los servicios de emergencia…

El papá de la joven era una persona muy tranquila. Pero su semblante había cambiado y juraba vengarse de los que habían dañado a su pequeña Deyanira… Para él no había pasado desapercibido el rastro de sangre que se le veía entre los muslos y se le ocurría pensar que algo malo le había sucedido…

VIII

Los socorristas de la Cruz Roja tardaron varios minutos en llegar y tras estabilizar a Deyanira, quien había sufrido una depresión nerviosa, la subieron a la ambulancia, seguida de doña Elvira, y la trasladaron al hospital general de la ciudad…

Al poco rato llegó don Ramón y algunos vecinos que lo acompañaban. Mientras Deyanira seguía siendo atendida por los médicos del nosocomio…

Tras varias horas y cuando la desesperación iba en aumento, salió un médico, quien se presentó ante los padres de Deyanira como Alfredo Solórzano y con una sonrisa a flor de labio, les preguntó:

- ¿Son ustedes los padres de Deyanira?

De inmediato, don Ramón respondió:

- Sí, doctor, somos nosotros… ¿Cómo está nuestra hija?

- No se preocupen –dijo el doctor Solórzano-, su hija se encuentra bien y está estable… En media hora podrán verla, ya di instrucciones de que la pasen a un cuarto de recuperación y en cuanto esté más tranquila se la podrán llevar a su casa…

Con una sonrisa en los labios, los padres de Deyanira asintieron.

IX

Media hora después, don Ramón y doña Elvira pudieron ver a su hija, quien mostraba las secuelas de lo ocurrido… Por lo que preguntaron que había pasado…

Deyanira les contó:

- Fueron los perros de pelea de don Venancio… Al parecer se abrió la reja y se salieron… Por desgracia iba pasando por ahí, cuando me persiguieron y me caí al suelo y me mordieron en los brazos y las piernas… Pero estoy completita, afortunadamente no me quitaron ningún pedazo…

X

Don Ramón y doña Elvira suspiraron aliviados… Su imaginación los había hecho pensar que su pequeña había sido violada por algunos pelafustanes. Ahora sólo reclamarían a don Venancio el pago de las curaciones y las heridas que sus perros de pelea provocaron a Deyanira…

La muchacha observó a sus padres y vio también en sus ojos que había preocupación. Pero no comentó nada, sabía lo mucho que la querían y

juró no volver a pasar por el lugar, aunque caminara más para llegar a casa… Sólo había sido víctima de la lluvia…

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