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Misterioso comportamiento

en Amor filial

* Relato 52…

Misterioso comportamiento

ECSagardez

El misterio con que se conducía su padre en las últimas semanas la tenía atónita. Siempre había mantenido una buena relación con él y no entendía el por qué de ese comportamiento.

En alguna ocasión lo escuchó cuchichear por teléfono, sin oir lo que decía. Pero al percatarse él de su presencia se despidió de la persona y colgó el teléfono. Mientras la seguía con la mirada de arriba abajo… Por lo que se retiró a su dormitorio para murmurar en voz baja:

— Esa mirada no me gusta y no es normal… Algo le sucede a mi padre y voy a averiguarlo…

Sin embargo, los días pasaban y ella no se atrevía a reclamar nada. Su hermana mayor, dedicada a los quehaceres estudiantiles ni tiempo tenía para escucharla. Pero en su mente existía algo que le preocupaba… Y era el misterioso comportamiento de su padre hacia ella, porque siempre había existido, entre ambos, una buena comunicación…

II

Don Jorge era un hombre de escasos 45 años de edad y adoraba a sus tres pequeñas… Había enviudado desde hace cinco años y aunque era de temperamento caliente por vivir en esa ciudad porteña de México y de clima tropical, prefirió mantenerse al margen de cualquier aventura pasional para dedicarle todo el tiempo a sus pequeñas, como él les decía…

Mónica era la mayor de sus hijas, tenía 18 años de edad y cursaba el segundo semestre de medicina. Era una alumna aventajada y su ilusión era especializarse como ginecoobstetra. Porque le nacía la idea de prestarle atención a las mujeres, toda vez que su madre había muerto de cáncer en la matriz…

Martha Elena y Berenice eran dos preciosas chiquillas que significaban mucho en la vida de Don Jorge, ya que eran el vivo retrato de su madre, en cuanto a belleza…

Nada enturbiaba la felicidad de esa familia, pero para Martha el comportamiento de su padre seguía siendo un misterio por la forma en que la observaba y como extasiaba la mirada al verla… Era algo que ya le estaba incomodando…

III

Martha estudiaba la secundaria y dedicaba algo de su tiempo libre a tomar clases de danza. Su cuerpo estaba bien formado, tenía unas caderas respingonas, largas y torneadas piernas, producto del sano ejercicio…

En cuanto a su moreno rostro, era tan bello, como el de aquellas mujeres sevillanas, sus ojos vivarachos la hacían sonreir con la mirada… Algo que no pasaba desapercibido para los muchachos del barrio…

Esa belleza que afloraba en la muchacha provocó en Don Jorge un sentimiento de celos, al pensar que cualquier pelafustán podía llevarse y toquetear a su adorada Martha… Sin duda, de sus hijas, la consentida…

IV

Las semanas siguieron pasando y Martha seguía preocupada… Las miradas de su padre, incluso por arriba del periódico, cuando lo leía en la sala, no las consideraba del todo normales…

Su observancia en el comedor cuando coincidían a la hora de comer o cenar, también la incomodaba… Pero su preocupación iba en aumento porque no tenía la confianza de contárselo a alguien…

No quería ser el hazmerreír de sus amigas y, menos, de sus familiares más cercanos… Su intención era decirle a su hermana Mónica… Pero esta ni siquiera la pelaba… Para su consanguinea era más importante sus estudios y su círciulo de amistades…

Por añadidura, le pareció ver a su padre espiándola por el ojo de la cerradura de la puerta de su recámara… Pero no dijo nada, porque al dirigirse hacia ella y abrirla, no había nadie… Sólo fue un raro presentimiento…

V

El tiempo seguía su marcha… El calor de esa ciudad hacía que Martha usara ropa ligera, lo cual provocaba entre los chicos algunos piropos hirientes y otros de buena factura que sólo le producían risa…

Reconocía que le gustaba la coquetería… Pero no daba motivos para que los muchachos le faltaran al respeto… Así que le parecía que su padre estaba en una situación que no era la que a él le conocía…

Don Jorge era afecto al relajo, cuando era necesario hacerlo, muy bromista, dicharachero y hasta alburero… Además de ser un hombre desorganizado, pero desprendido cuando podía hacerlo…

Martha no quería dejar de ubicar a su padre, como lo que era… Pero incluso en un apretón de manos, cuando le daba su mesada, le pareció que se demoraba más de lo previsto y esa actitud le pareció anormal, sobre todo proviniendo del autor de sus días…

VI

Una tarde de domingo, don Jorge regresaba de correr en la playa y mostraba los estragos por el ejercicio realizado. Se sentía fatigado… Su pantalón corto y su playera estaban rebosantes de la humedad que el sudor producía…

A pesar de sus 45 años, tenía un cuerpo atlético… Pero las canas que circundaban sus sienes, le daban el aspecto de un hombre interesante y quizá hasta hubiera jóvenes que lo envidiaran…

Pero eso no era el principal problema que vivía Don Jorge, quien seguía observando con cierto morbo las formas y curvas que el cuerpo de su hija consentida, Martha, estaban tomando…

La observaba cuando vestía esos entallados jeans, las minifaldas y los pantaloncitos cortos… Y un interés se le había despertado…

VII

Ese dia, Martha se apresuró a realizar las labores domésticas programadas y procedió a darse una ducha de agua fría para acabar con ese intenso calor que su cuerpo le producía y que la motivaba a algo más placentero…

No sabía si era una leve excitación o por la calidez del clima que en esa ciudad de México existía… Además de haber quedado con algunos amigos de salir a divertirse…

Seguía en la preocupación de averiguar el comportamiento de su padre, pero no se decidía a enfrentarlo…

Y es que no quería ofenderlo con sus insanos pensamientos… Pero ella sentía que algo despertaba en su padre y su temor se acrecentó… Por lo que dijo:

— A quién me dirijo… La mayoría de mis tíos son hombres y no me comprenderán… Es más ni querrán escucharme, porque adoran a mi padre por ser el mayor… Mi única tía, hermana de mi madre, vive en otra ciudad del país y bien alejada…

Y es que Martha sentía que las miradas de su padre no eran de lo más normales y eso, de alguna manera, la tenía súper preocupada…

VIII

También Don Jorge tenía un mal presentimiento en cuanto a la forma esquiva en que se comportaba su hija… A ella, menos que a nadie, quería hacerle daño… Al contrario algo tenía que hacer, porque le estaba despertando un especial interés…

En su observación no dejó de reconocer que Martha había adquirido un cuerpo hermoso y que su rostro era una delicia, que posiblemente algunas actrices juveniles del momento envidiarían…

Por lo que murmuró:

— ¿Qué me está pasando? No tengo el valor de enfrentar a mi hija para decirle lo que tengo que decirle…

Ese pensamiento lo atormentaba, porque jamás había podido hilar una plática con sus hijas, sin que aflorara su relajo… Y eso era algo que lo tenía pensativo para cómo hacerle una proposición, sin que su adorada Martha se ofendiera…

IX

Los días seguían pasando y tanto Don Jorge como Martha, estaban sumamente preocupados. Pero ninguno se decidía a hablar y mientras ella no cejaba en su creencia de que el misterio de su padre estaba en la forma obscena en que la observaba y era algo que empezaba a molestarle…

Don Jorge por su parte, tenía la intención de hacerle una propuesta que quizá dañaría a su hija y haría tener de él una percepción equivocada… Por lo que también su preocupación iba en aumento…

Sabía que los mejores arrumacos y apapachos, se los dedicaba su hija Martha… Berenice la más pequeña su único interés radicaba en ir a la escuela, jugar con sus amigas y ver las caricaturas en la televisión… Además de que a sus escasos once años de edad, no era tan agraciada de cuerpo…

Le aturdía pensar, pensar y pensar en cómo hablar cara a cara con su adorada Martha, sobre todo, porque era la más hermosa de sus hijas y se le parecía mucho a su difunta esposa…

— Algo se me tiene que ocurrir… Porque ya no es posible soportar esto que llevo adentro del corazón…

X

No hubo más remedio… La decisión estaba echada… Había llegado el momento de hacerle a su hija una confesión y esperaba que ella entendiera sus razones, porque no quería frustrarle su juventud ni sus deseos…

Esperó el momento oportuno en que Mónica se retiró a la Universidad, mientras Berenice salía a una casa vecina para jugar con su amiguita… Llamó a Martha, quien se acercó con cierta reticencia… Le daba temor el estar sola con su padre… Pero la curiosidad por saber para qué la llamaba, presta acudió y se acercó a prudente distancia de Don Jorge, quien le dijo:

— Hija… Se que en las últimas semanas te he estado observando de muchas maneras, incluso hasta morbosas… Pero hoy quiero confesarte algo…

La muchacha atónita se le quedó mirando, pero no perdió la calma y le respondió:

— Dime papá, qué es lo que me tienes que confesar…

Don Jorge se frotaba las manos, el sudor perló su frente por el intenso nerviosismo del momento, tragó gordo y de su boca salió lo siguiente:

— Hija, te quería preguntar si has pensado lo que deseas para tu aniversario de quince años… Porque yo he pensado regalarte un viaje al extranjero y al ver lo hermosa que te has puesto, se que tendrás muchos galanes y he decidido que mañana veas al mejor modisto de la ciudad para que te actualice tu guardarropa…

Y prosiguió:

— Ese hermoso cuerpo merece tener un moderno ajuar… ¿Pero qué me contesta mi niña?

La muchacha respondió:

— Está bien padre, ya había pensado que era mejor un viaje que una fiesta, porque en las fiestas nunca queda uno bien… Así que acepto tu proposición… Aunque déjame confesarte padre que pensé mal de ti… Creí que tus miradas iban por otro sendero y eso ya me tenía súper preocupada…

Los dos se carcajearon, por ese malo pensamiento… Y se abrazaron… Ambos habían recuperado la confianza el uno en el otro y allanaron el camino de una mala comunicación.

Y es que para don Jorge, su Martha Elena, seguía siendo el amor de su vida y su hija consentida, por ser el vivo retrato de su madre. Doña Martha, su adorada esposa, cuyo recuerdo conservaría para siempre