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Madre hay una sola

en MicroRelatos

MICRORELATOS (7)

MADRE HAY UNA SOLA.

 

Éste es un hecho real.

No importa en absoluto la forma en cómo me enteré de lo sucedido, ni tampoco la descripción de los protagonistas. Qué interesa si la mujer era gorda o flaca... si era rubia, morocha o pelirroja... o si su ropa interior era blanca, rosa o negra?

Tampoco es imperativo saber si el hombre era obeso, delgado o musculoso... si su cuerpo era velludo, moderado o completamente lampiño. No es para nada importante conocer si tenía su cabello abundante o de lo contrario era medio calvo o pelado por completo.

Del mismo modo no es trascendente para nada, el hecho de si la pareja era de clase social alta, media o baja... si el escenario en donde sucedió era el interior de un departamento, la calidez de una modesta casa, la frialdad de uno de los diez dormitorios de cualquier mansión voluptuosa, la habitación de un hotel o simplemente bajo el techo de lata de un rancho humilde en los suburbios de la ciudad.

No es igualmente necesario conocer la edad de los actores de este hecho, su estado civil o si tenían hijos... a decir verdad, tampoco era importante saber si ésta era la primera vez que iban a compartir esta experiencia.

Lo que sí resultaba realmente trascendente, era que lo que estaban dispuestos a realizar de común acuerdo en esa oportunidad, seguramente y sin ningún lugar a dudas, iría a cambiar considerablemente el futuro de su pareja.

Luego de cerrarse la puerta de la habitación. Luego de asegurarse la intimidad que se requería para la siguiente fase de su relación, y sin tener la forma de adivinar que yo algún día me enteraría de lo que estaban a punto de realizar en ese momento, todo se tornó completamente irreversible y ya nada detendría su proceder.

Comenzaron a compartir sus labios en forma tímida, pero al instante, esa misma timidez se transformó en euforia y sus lenguas se trenzaron en una feroz lucha.

Los jugos bucales no faltaron a la cita, haciendo un transbordo desde un paladar hacia el otro, mezclándose en el proceso.

La mano de ella recorrió su cuerpo vestido. Continuaba tímida, como si fuera la primera vez que lo hacía, aunque en realidad tampoco interesaba si ese comentario correspondía a la verdad.

Ambas manos de él, violaban al mismo tiempo la intimidad de esa mujer que lentamente comenzaba a encenderse.

La pareja comenzó paulatinamente a hacer sentir a coro, varios pequeños sonidos guturales... gemidos, bramidos, quejidos, alaridos y grititos que ellos mismos eran conscientes de no poder controlar, intentando desesperada pero inútilmente poder disimular por todos los medios posibles.

Cuatro manos refregaban las prendas íntimas que ocultaban las partes privadas de dos cuerpos, que lentamente ingresaban al status de locura.

Esa misma desesperación que ahora los embriagaba, les obligaba a actuar en formas similares. Cuando ese estado llega, se obnubila la razón... desaparece todo lo que existe alrededor... y se necesita imperiosamente alcanzar el siguiente nivel.

Y cuál sería el siguiente nivel en este caso?

Sin necesidad de que esos dedos tuvieran que dejar aparecer garras retráctiles, cual fieras en celo, las ropas se vieron de pronto deshechas, transformándolas en harapos que fueron quitados velozmente para sortear el último obstáculo que los separaba de ese cuerpo caliente que estaban explorando. El cuerpo del ser amado elegido.

Las manos de ambos iniciaron al unísono el viaje de visita hacia el sur y la palma de ella reconoció una potente erección; mientras que la de él, una vagina inundada de sus propios jugos.

Ambos se apoderaron del sexo de su pareja y comenzaron a frotarlo. Lenta, muy lentamente primero... rápida, eufóricamente después.

Ella no podía ya controlar sus contorsiones. A él, le resultaba muy difícil poder medir su cordura.

Ambos estaban emborrachados de lujuria y excitación. Ambos estaban hambrientos de sexo.

La boca de ella conoció el sabor de su miembro y succionó con fruición. En forma intermitente, los labios de él besaron los inferiores de ella, que sintió ingresar una lengua juguetona entre sus piernas.

Sin poder evitar lo inevitable, aunque ninguno de los dos hizo el más mínimo esfuerzo para salirse de su propósito, ocurrió lo esperado.

El pene de él enfrentó la entrada de esa vagina hambrienta. La tocó, empujó y penetró, llevándose por delante un clítoris que se estremeció.

Un grito!

Un "te amo" dicho al unísono.

Nuevamente la embestida. Una y otra vez.

Caricias iban y venían.

Las nalgas de él, conocieron las uñas de ella.

Los pezones de ella, conocieron los dientes de él.

Un último empellón!
Un instante!

Un silencio!

Y el grito de él rompiendo esa quietud momentánea que se había formado, mientras se vaciaba dentro de ella.

Amor, placer, lujuria permitida.

Y a los nueve meses...

A los nueve meses... naciste tú!

Y... por qué te sorprendes, lector?

Siempre y cuando tú no hayas nacido en Belén hace 2.005 años, debes descartar la posibilidad de que lo has hecho del vientre de una madre virgen.

 

 

 

FIN DE ESTE RELATO... REAL?

Si te gustó este relato, no dejes de leer "MI REINO POR UN CABALLO", del mismo autor:

http://www.todorelatos.com/relato/35073/

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