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Mi gordo profesor de inglés (7)

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MI GORDO PROFESOR DE INGLÉS (parte VII)

CAPÍTULO FINAL

 

Se recomienda leer antes los capítulos previos.

 

Siempre quise saber hasta dónde podía llegar. Qué límites tenía cuando estaba con alguien tan gordo. Y ahora quería averiguarlo.

Le mostré mi dedo que tenía su excremento.

"Tú estás loco, de dónde sacaste eso?" preguntó?

"De mi pene" contesté "Es suyo, y apenas lo vi la excitación se me multiplicó"

"Eres un cerdo, lávate ese dedo" ordenó.

"Sí, soy un cerdo, pero no me lo voy a lavar" dije, y me lo llevé cerca de la boca. Seguía mi conflicto pero quería sinceramente experimentar.

Saqué la lengua, y lo toqué. No sentí repugnancia.

Metí el dedo en mi boca, y jugué con él con la lengua mientras lo miraba. Él era el que ponía cara de asco.

Cuando saqué el dedo, éste estaba completamente limpio. No había sentido absolutamente nada más que mucha excitación. Mi pene estaba al borde del colapso.

"Me va a dar el gusto?" pregunté, no sabiendo realmente cuál sería su respuesta.

"Explícame qué es exactamente lo que quieres hacer" preguntó dudando.

Salí del baño y volví con dos sillas. Las puse separadas entre sí por unos centímetros y le pedí que se sentara en el medio con un muslo sobre cada silla y el centro al descubierto. Mientras lo hacía, miré el interior del inodoro de reojo, y vi que aún estaba limpio.

Me deslizé por debajo de él pasando mis piernas hacia delante. Podía ver toda la enormidad de su trasero y esa gigante espalda. Sus grandes testículos colgaban más adelante entre sus gruesos muslos.

Él podía apreciar mi erección.

Todo su agujero estaba a mi disposición, bien abierto frente a mi rostro.

Lo toqué primero con un dedo, el cual comprobé que aún permanecía limpio.

Me acerqué con la lengua. Lamí. Apretó el agujero en un acto reflejo.

Insistí. Otra vez se resistió.

Al tercer intento, se aflojó, y me dejó pasar.

Introducí la lengua. Busqué y busqué.

Él comenzó a gemir, cada vez más fuerte.

"No, por favor" suplicó "No sigas. No quiero esto".

Pero sus gemidos no congeniaban con sus pedidos.

Empecé a meter y sacar la lengua.

"No sigas que me estoy aflojando todo" dijo.

Yo hice caso omiso.

De repente sentí líquido caliente que corría por sobre mi abdomen y genitales. Miré hacia adelante y vi como se le escapaba la orina encima mío por la excitación.

"No sé cuanto más puedo aguantar, por favor no sigas" insistió.

Yo seguí lamiendo cada vez más profundo. Saqué la lengua un instante..

De repente algo asomó por el ano. Era del tamaño de una bolita mediana. Se lo quité con la lengua. Intenté determinar su sabor. No pude compararlo con nada conocido. No del todo desagradable aunque sí muy extraño. Me di real cuenta que si no estuviera tan excitado, me hubiera causado náuseas. No sentía olor fuerte, pero sí un leve aroma a lo que debía sentir. Su textura era como una pasta muy espesa, como una galleta de chocolate masticada mezclada con un poquito de saliva.

Tenía esos pensamientos exactamente, cuando mi teacher se levantó repentinamente, y dijo:

"Definitivamente, no quiero hacer esto" y se sentó otra vez en el inodoro.

Yo instintivamente, me puse de pie y me senté en su muslo derecho y lo besé en los pechos. Intenté abrazarlo otra vez, pero tampoco pude. Escuché un par de ventosidades y algo terriblemente muy pesado que caía dentro del inodoro.

Lejos de sentir olores nauseabundos, quería aspirarlo todo ya que provenían de mi gordote.

Mi excitación era a esta altura poco más que inaguantable.

Estaba desesperado por hacer algo más. Quería por lo menos echar una mirada.

Movió la cabeza diciéndome que no. Tiró la cadena sin moverse del lugar.

"NOOOOOOO" grité. "Por favor, déjeme limpiarlo por lo menos" rogué.

"Tú estás loco de remate" me dijo.

"Please" le dije mientras cortaba papel higiénico del dispensador.

Se resignó a darme el gusto.

Me levanté de su muslo. El también se puso de pie, me dio la espalda, se agachó y se abrió las nalgas con las manos.

Primero le pasé el papel reiteradamente, y cuando quedó casi limpio, lo suplanté con el dedo. Acaricié con el índice el borde del agujero e intenté introducírselo dentro. Cuando se percató de lo que estaba haciendo, se dio vuelta.

"Te dije que no" dijo enojado, como regañando a un nenito caprichoso.

Me lavó la mano, me obligó a cepillarme los dientes para quitarme todo rastro de suciedad y abrió la ducha.


Nos enjabonamos muy bien, nos enjuagamos, y repetí mi clásica tarea. Comprobé con mi lengua que no hubiera quedado jabón en algún lado. Se me vino el alma al cuerpo, porque pensé que en verdad se había enojado conmigo.

Cuando al fin nos secamos, volvimos al dormitorio con las dos sillas, y las volvió a poner en la misma posición que antes.

Retomamos al punto donde habíamos quedado.

Me chupó los pezones, y fue bajando. Se arrodilló frente a mi y se metió todo mi pene erecto en la boca bien profundo. La cabeza le tocaba la garganta, y con la lengua me lamió los testículos. Me los tomó con la mano y me los tiró para abajo como ya lo había hecho anteriormente. El tamaño de mi miembro creció unos milímetros más.


Me pidió lubricación. Le lamí el ano, y le dejé mucha saliva.

Me rogó volver a hacer caballito.

Me acosté.

El subió a la montura, y se dejó caer.

Mi pene se hundió en sus entrañas.

Cabalgó por unos instantes, y se detuvo. Me tiró los testículos, y entré un poquito más dentro de él. Continuó cual jinete en su pingo. Así pasaron varios minutos. No sé realmente cuánto tiempo estuvimos haciéndolo. Yo ya no aguantaba más, y se lo dije. Se detuvo una vez más.

A la siguiente arremetida, le avisé igualmente que me venía y esperé que se detuviera otra vez, y en lugar de ello aceleró la cabalgata y exploté dentro de él con una catarata de semen como no recuerdo haber tenido otra igual. No paraba de escupir esperma dentro de mi gordote.

"Dámelo todo" me decía él "quiero hasta la última gota, bebé"

Yo seguí vaciándome dentro de él.

Recordaba sus propias eyaculaciones que eran interminables, y ahora él logró una parecida de mí.

Quedé exhausto, en todo el sentido de la palabra.

Fuimos a la cama, y le solicité algo que ya le había pedido con anterioridad, pero que nunca lo había hecho. Quería verlo masturbarse delante de mí.

Le pregunté si lo podía hacer de parado, y me dijo que le iba a costar un poquito más pero que sí podía.

Yo me quedé acostado en la cama, y el se puso de pie sobre la alfombra al lado mío. Levantó la pierna izquierda y la que puso sobre la cama.

Con su mano izquierda, se levantó el vientre, lo que dejó sus genitales en primera fila y a centímetros de mi rostro. Con su diestra comenzó a acariciar sus testículos. Su pene estaba todo oculto aún. Se humedeció el dedo índice con saliva y comenzó a buscarse el miembro. Frotó y frotó tan sólo con ese dedo. Ahora agregó el anular a la búsqueda. Me pidió que esta vez le salivara yo mismo ambos dedos. Así lo hice. Empezó a aparecer su cabecita que asomó dos centímetros. Continuó frotándose durante por lo menos cinco minutos más. Me miraba y me lanzaba besitos con la boca, y me movía la lengua de lado a lado muy lujuriosamente.

"Estoy a punto" me dijo de repente "Qué quieres hacer?"

"Que te acuestes al lado mío y que te acabes encima del pecho o en el muslo" dije con los ojos desorbitados de excitación.

Así lo hizo.

Le dejé mi espacio para que se acostara boca arriba, y agregó el pulgar a la tarea. Su pene tomó una dimensión un poco mayor que cuando estaba de pie. Agregó un par de sacudidas más, y otra vez el volcán escupiendo la blanca lava caliente, esta vez salpicándose todo el pecho, y como para darme todos los gustos, se la inclinó para mojarse parte del muslo derecho. Toda su mano estaba igualmente bañada en su propio esperma. El resto de semen se escapaba de su miembro camino a sus testículos.

Yo me quedé mirando con la boca abierta de excitación y admiración.

Su pene comenzó a desaparecer otra vez y dejó su lugar al hoyito por el que aún manaban las últimas gotas del líquido seminal.

En un santiamén lo limpié con la lengua. Pecho, mano, abdomen, muslos, testículos. También le vacié el hoyuelo.

Me tiré encima de él. Le pasé mis brazos por detrás de la cabeza, ya que era el único lugar por donde lo podía abrazar. Él juntó sus brazos por detrás de mí apretándome contra él, y nos besamos.

Ahora nos pusimos de costado, frente a frente. Me volvió a abrazar y entrelazó sus piernas con las mías.

Me desperté. Estaba en la posición que recordaba, abrazados.

Él seguía durmiendo. Roncaba.

Nuestras piernas seguían entrelazadas.

Lo miré.

Nunca supe realmente el porqué de la atracción que algunos sentimos por los obesos. He hablado actualmente con varios conocidos que comparten mis gustos, y ellos dicen que lo que buscan en los gordos es protección. Sentirse protegidos. Bueno, en mi caso es todo lo contrario. Yo lo que busco es cuidarlos, mimarlos, satisfacerlos. Eso me da aún un placer mayor. Ser el causante de la erección y la eyaculación de ellos, me lleva a límites de excitación imposible de describir en palabras.

Ver a mi teacher así, durmiendo, me generó un sentimiento de ternura, de protección hacia él. Estar en la misma cama, calentita, con alguien de ese tamaño, 162 kilos, y sentirlo tan frágil me emocionó hasta las lágrimas.

Le pasé una mano por su cabello y le besé la mejilla. Acerqué mi nariz a su cuerpo y lo olí. Delicioso.

Pensé en la semana entrante, y me puse mal.

"Qué te pasa, bebé ""me interrumpió."Por qué lloras?"

"Es que el lunes nos vamos al balneario a pasar todas las vacaciones, y yo no quiero ir. No quiero estar lejos suyo"dije, y brotaron aún más lágrimas de mis ojos.

"No, bebé. No te sientas mal. Yo disfruté muchísimo con tu compañía, pero sé que lo nuestro no va a ser eterno y vas a encontrar a alguien para toda tu vida. Yo soy apenas tu profesor de inglés, que te enseñó más de lo debido. No pretendo que tengas ningún compromiso conmigo. No me debes nada. Al contrario, soy yo el que tendría que tener una deuda contigo y muy grande. Me enseñaste a sentirme querido, amado. Me afloraron sensaciones maravillosas, sentimientos ocultos. Y eso es lo más valioso que hay. Porque cada vez que te toco, me doy real cuenta de lo mucho que sientes por mi. Nunca pensé que algo así me podía suceder."

Seguí llorando como un bebé. Posiblemente tenía razón, pero no quería entenderlo. Sabía que él no deseaba lastimarme. Que quería lo mejor para mi.

No estaba seguro de qué iba a suceder con esta relación.

Tres meses sin verlo. Tres meses sin olerlo. Tres meses sin tocarlo, ni excitarlo, ni chuparlo, ni lamerlo, ni masturbarlo: Tres meses sin saborear sus fluidos.

No sé si podría resistir.

Lo que sí estaba muy seguro es que éstas iban a ser las primeras vacaciones de mi vida que no iba a disfrutar para nada. Las más tristes.

"Y qué va a ser de usted?" pregunté.

"No sé, me volveré a refugiar en mi profesión. Y quién te dice, talvez algún día nos volvamos a encontrar."

"Quiero que sepa una cosa: Yo tampoco me voy a olvidar de usted, nunca. Y siempre lo voy a recordar con mucho cariño." Dije, y esta vez ambos lloramos.

Intenté abrazarlo inútilmente otra vez. Él sí lo hizo y me besó en la mejilla.

Estuvimos apretaditos en la cama calentita casi hasta mediodía.

Nos duchamos.

Nos vestimos.

Y nos despedimos con un beso de lengua como el de las películas: interminable.

 

 

Llegué a casa cerca de las dos de la tarde.

 

"Qué te sucedió?" preguntó mi madre horrorizada apenas entré y vio mis ojos rojos y llenos de lágrimas.

"Ven, querida, que yo te explico" alcancé a escuchar a mi padre mientras me regalaba una sonrisa cómplice creyendo saber qué era lo que me pasaba, antes de encerrarme en mi dormitorio por el resto del día.

 

Me desperté sobresaltado.

.

Miré el reloj: 10 PM.

Estaba aturdido y todo transpirado.

Mi mente estaba muy confusa.

Qué carajo me estaba sucediendo?

Todo fue un sueño.

O no?

No podía reconocer si había estado soñando y si había sucedido en realidad.

Había ocurrido realmente todo ésto o era producto de mi imaginación y de mis deseos?

Mi gordo profesor de inglés, sí era real.

Pero, y todo lo demás?

 

Fui hasta el último cajón de mi placard y busqué por debajo de un montón de ropa hasta que lo encontré. Abrirlo fue un mero trámite porque antes de hacerlo, tuve la certeza de las respuestas a mis preguntas.

Comencé a llorar desconsoladamente.

Allí estaba:

El pendejo de mi teacher dentro del pañuelo.

 

Si al menos hubo una sola persona a la que hice feliz con este relato verídico, me doy por satisfecho. Gordotes o quienes también se sientan atraídos por ellos, por favor escríbanme a zesna@lycos.com

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Fin

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