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Violación (2: La venganza)

en No Consentido

VIOLACIÓN (2)

PARTE II: LA VENGANZA.

 

Las cosas irían de mal en peor para mí.

Estaba a punto de transformarme lentamente en un prostituto que tendría que dejarme someter a todo tipo de vejámenes por este obeso degenerado que prácticamente me tenía en sus manos.

La misma tarde que fui a hacer la denuncia a la seccional, recibí la visita de una pick up que entró directamente a la parte trasera de mi vivienda en forma silenciosa. Debía reconocer, por lo menos, que el gordo era discreto.

Golpeó a la puerta y sin poder hacer más, lo dejé pasar.

Ya desde el comienzo, comenzó a golpearme en forma salvaje.

"...y esto es para que se te quiten todas las ganas de acudir nuevamente a la seccional. No te quiero ver nunca más por allí."

El comisario se violentaba cada vez más, en cada oportunidad que yo siquiera demoraba en realizar algo que él me pidiera. En una oportunidad, se volvió tan loco que me partió un diente de un culatazo.

Todas, absolutamente todas las perversiones que cualquiera se pudiera imaginar, él las realizaba a su antojo y sin que yo pudiera negarme absolutamente a nada.

Ya había comenzado a odiar a este gordo desde el primer momento en que se había aparecido en mi vida. Y lo peor era que ese sentimiento iba en aumento con cada día que pasaba.

Él tomaba continuamente la precaución de que nadie se percatara de sus visitas. Siempre llegaba en forma sigilosa sin hacer ningún tipo de alardes ni ruidos; por lo general me visitaba por las noches antes de volver a su casa, o bien sobre los mediodías cuando los vecinos solían dormir la siesta.

Indefectiblemente dejaba su pick up escondida en los fondos de mi casa, para no despertar ni la más mínima de las sospechas de algún transeúnte ocasional, y tenía la misma precaución cuando abandonaba mi vivienda, la cual prácticamente estaba siempre a su completa disposición. En realidad, cuando digo "estar siempre a su completa disposición", no me estoy refiriendo tan sólo a mi casa, sino también a mi culo. No pasaba un momento íntimo en que no depositara esperma dentro de él. Y eso no quería decir que yo me estaba acostumbrando a los hechos. Es que directamente, y para mi desesperación, no había nada que yo pudiera hacer al respecto para evitarlo.

Absolutamente nada para cambiar los acontecimientos.

Nada!

Un jueves a la noche, tuve mi experiencia más aterradora. Ya había venido totalmente borracho y trajo consigo una botella de whisky.

Otra vez, desde el primer momento comenzó a golpearme, ya que esa era una de las cosas que más lo excitaba. Su bulto por debajo de su panza no tardó en aparecer y acto seguido, su mano fue a su entrepierna y sacó su trozo de carne gorda. Se dejó caer sobre el sillón, y sólo me hizo señas con los ojos para que le diera una mamada.

No le permití entrar en cólera, porque sino eso significaría un nuevo castigo brutal para mí. Me arrodillé frente a sus piernas abiertas, él tomó mi cabeza con su mano izquierda y con la otra me hacía sentir el caño de su arma que utilizaba para acariciarme todo el rostro en forma perversa; me presionó hacia abajo para ensartarme su pene hasta la garganta; y mientras se zarandeaba de arriba abajo buscando su propia satisfacción, yo casi me ahogo por falta de aire.

No me podía zafar de esa posición y comencé nuevamente a hacer arcadas.

"LA PUTA MADRE QUE TE PARIÓ!" gritó de improviso y me pegó un puñetazo en plena cara.

Salí despedido y caí de espaldas contra la moquete de la sala. Dolorido, lo vi acercarse en forma muy rápida por más que los pantalones caídos le obstaculizaban el movimiento. Cuando finalmente me alcanzó, me tomó de una pierna y me rasgó los pantalones hasta que logró quitármelos. Acto seguido, tiró de mis calzoncillos, hasta que éste se rompió por las costuras. Se echó allí mismo sobre mí y no cesó en su forcejeo hasta que pudo introducirme su órgano duro como la piedra. Con el brazo me rodeó la garganta por detrás, para impedirme cualquier movimiento. Su peso me estaba matando, pero la violencia con que su verga entraba y salía de mi culo me hizo perder el sentido más de una vez.

Luego de que mi ano sintió la explosión de su gruesa verga y mi interior se inundó otra vez de su líquido caliente, se puso en pie y se subió los calzoncillos y los pantalones.

"El próximo fin de semana tengo que ir al pueblo cercano, a una convención de comisarios de la zona, que durará desde la noche del sábado hasta la tarde del domingo, con un alto a la madrugada para dormir. Me voy a alojar en un hotel, pero no voy a pasar la noche allí. Quiero que me pases a buscar cerca de la medianoche porque deseo estar toda la noche contigo. Mi esposa no sospechará absolutamente nada ya que para ella estaré en el hotel. No voy a dejar pasar esta oportunidad, ya que muy difícilmente se me vuelva a plantear una nueva ocasión en el futuro para poder romperte el ojete durante toda la noche entera" dijo mientras se abotonaba la camisa.

No lo podía creer!!!

Estaba completamente en sus manos y no podía hacer nada para impedirlo.

Lo miré mientras se terminaba de vestir, y me horroricé.

"...no voy a dejar pasar esta oportunidad, ya que muy difícilmente se me vuelva a plantear una nueva ocasión en el futuro... no voy a dejar pasar esta oportunidad, ya que muy difícilmente se me vuelva a plantear una nueva ocasión en el futuro..."

Esa frase me retumbaba dentro de la cabeza.
"Esto no puede estar sucediéndome a mí."

"...no voy a dejar pasar esta oportunidad, ya que muy difícilmente se me vuelva a plantear una nueva ocasión en el futuro..."

Qué podía hacer al respecto?

Era inútil negarse a cualquiera de sus caprichos. Era inútil resistirse a cualquier cosa que se le ocurriera hacer conmigo. Debía estar las 24 horas a su entera disposición y satisfacer todos sus pedidos cuando a él se le antojara.

Un momento!!!

"...no voy a dejar pasar esta oportunidad, ya que muy difícilmente se me vuelva a plantear una nueva ocasión en el futuro..."

Comencé a tener una leve idea para poder desarrollar en forma inmediata. Teniendo en cuenta esa frase, sospeché que finalmente debía tomar muy en serio la posibilidad de comenzar a improvisar un plan en forma apresurada.

Esa noche cuando salió de mi vivienda, me decidí a salir detrás de él por primera vez, para conocer más acerca de su vida. Estaba ávido de información acerca de mi violador.

Lo seguí sin ser visto por espacio de diez minutos, hasta que llegó a la casa de los Rodríguez, que hacía un tiempo la habían vendido para irse a vivir con sus hijos al exterior del país. La vivienda era un gran chalet con un impresionante jardín al frente del mismo.

Cuando su vehículo llegó, tocó la bocina y la puerta de metal de la cochera comenzó a abrirse, cerrándose tras su paso

La ventana estaba abierta de par en par, por lo que pude observar a una señora rubia que observaba desde el interior con un control remoto en sus manos. Tras unos breves minutos, los ojos de la mujer se centraron en un punto y apenas el obeso apareció, ella lo rodeó con los dos brazos abiertos de par en par y se fundieron en un largo beso en la boca.

La señora era elegante y bastante joven para él. El gordo prácticamente parecía un gran oso abrazando a su juguete.

Me dio asco, su mujer debía ser muy sumisa, ya que el estado etílico que tenía el obeso era como para rechazarlo... aunque supuse con coherencia, que la violencia del gordo era tan sólo para conmigo.

Los labios de ambos continuaban pegados y con esa visión, decidí volver a mi casa.

Un conflicto muy grande se creó en mi interior.

Quería hacer lo correcto...

Pero... qué sería hacer lo correcto en un caso como éste? El tema era que ya no lo soportaba más.

El gordo llevaba inevitablemente una doble vida.

En su casa, era un adorado esposo y posiblemente hasta un buen amante. En su trabajo, casi con seguridad sería un comisario competente. Pero en su vida privada, era un pervertido sin escrúpulos, que se aferraba a su cargo y poder como para coaccionar a quien se le viniera en gana para satisfacer sus más viles y bajos instintos.

Qué diría su mujer si supiera lo que hacía en compañía de otros hombres? Porque él ya había confesado que yo no había sido su primera y única víctima, y dudaba mucho que ella supiera de sus actos degenerados.

Quién sería capaz de hacerle conocer que esa persona con quien vivía y a quien posiblemente tuviera en un pedestal, era capaz de semejante proceder?

No! Si yo fuera a contarle, estoy muy seguro que no me creería. Me hallo nuevamente ante la misma situación que me hizo desistir de hacer la denuncia policial.


Nadie me creería!

Es muy difícil explicar lo que uno siente por dentro cuando ocurre algo similar. Que quieras gritar con todas tus fuerzas alguna injusticia... y que absolutamente nadie te crea.

Que nadie te quiera creer.

Eso es injusto!!!

Nunca te ha pasado que dices la verdad y nadie te cree?

Y este no es el caso del cuento del lobo y la oveja... En esta oportunidad, yo no he estado mintiendo en forma continua como para que luego desconfiaran de mis dichos. Simplemente, era muy difícil que dudaran del comisario del pueblo.

Pero bueno, ahora debía pensar más bien en cómo salir de esta situación que ya no soportaba más. Aunque esa salida que debía encontrar, debía ser irreversible. No me serviría encontrar una solución a medias. Debería ser para siempre. No quería enmendar las cosas ya que siempre preferí las soluciones completas, tal vez, las drásticas.

No creía poder aguantar más la situación en la que me había visto envuelto de improviso y sin haberlo buscado en lo absoluto.

 

El día viernes transcurrió como casi todos los anteriores. A mediodía, el llamado del obeso comisario para avisarme que me pasaría a visitar para una culeada rápida.

Siempre con el arma en mano, haciéndomela sentir en la sien en todas las ocasiones y siempre con la misma amenaza que ya me tenía los nervios destruidos: "Nunca te olvides de que sé manejar un arma, ya que es parte de mi trabajo."

Cumplió con su pedido. Esta vez la culeada fue más rápida que un relámpago. Me la metió, se sacudió una media docena de veces y me llenó de leche; la sacó, la sacudió, se secó con mi propia remera y luego me golpeó con violencia, y a continuación se vistió y me dijo que esa noche me iba a dejar descansar para volver a romperme el orto durante toda la noche siguiente.

Me recordó que me llamaría para darme las instrucciones de por dónde debería pasar a buscarlo para traerlo a mi casa sin que nadie sospechara.

El sábado antes de mediodía, hizo la llamada telefónica para informarme la dirección de dónde se alojaría y que debía pasarlo a buscar alrededor de las 12 de la noche por la esquina del hotel. Lo traería en mi camioneta, dejando él su propio vehículo en el garaje mismo del hotel, para que nadie sospechara que había abandonado el pueblo.

Durante toda la tarde, me debatí buscando otra solución a mi terrible situación, pero no se me ocurrió ninguna mejor.
Definitivamente debía terminar con todo esto en forma abrupta.

Medité mucho acerca del plan que venía madurando hacía días. Intenté buscar una alternativa, pero lamentablemente cualquiera de esas eran remiendos parciales a mis problemas.

Y no quería que fuera así.

Tenía que solucionar mi problema de una manera definitiva, porque este mal me estaba carcomiendo las entrañas, y además me tenía exhausto. No lograba conciliar el sueño y estaba fatigado todo el tiempo a causa de ello. Ya no pensaba con claridad, pero tal vez por eso, mi esfuerzo fue mayor y finalmente tuve la fuerte idea de qué hacer; me aferré a ella con uñas y dientes, la maduré en forma rápida para aprovechar esa única ocasión y así poder zafar de mi desdicha que se estaba transformando en eterna.


Durante toda la tarde de ese sábado, me encargué de preparar todo para no tener que improvisar más tarde. Ensayé cada movimiento. Qué decir... dónde pararme... hacia dónde moverme... y por supuesto, qué hacer en caso de que mi plan se viera fracasado, aunque sinceramente no había un plan B. Ésa iba a ser la noche... ésa iba a ser mi única oportunidad para zafarme de ese hijo de una gran puta:

Iba a ir a buscar al gordo a la hora indicada. Lo traería a casa y entraríamos por la parte trasera para evitar que alguien nos viese. Prepararía todo durante el viaje, diciéndole que lo había pensado muy bien y aceptaría ser su puta con mucho gusto a cambio de protección. Claro... eso se lo diría tan solo para que bajara la guardia. Debía hacerlo confiar en mí para lograr que dejara su arma apartada de mi persona, para tener la oportunidad de ejecutar mi plan sin riesgos para mí. Eso era imperativo!

Luego, ya en casa, le haría todo mucho más fácil. Me sometería a sus vejámenes, hasta que llegara el momento en que se recostara sobre el sofá. Le haría algunas caricias, para que siguiera relajado, y apenas estuviera arrodillado frente a él, inmerso en su asquerosa, hedionda y repugnante entrepierna, le sujetaría los testículos con fuerza, que eso lo excita mucho, metería la mano por debajo del sofá y mientras él estuviera esperando mi boca engulléndose su polla... zás!!!

Él me repetía hasta el hartazgo que sabía utilizar su arma, ya que era parte de su trabajo; pues bien... yo también sé cómo usar mi hacha ya que ésa es mi herramienta de trabajo.

Cómo disfrutaré ver desangrarse al hijo de puta mientras le refregaré sus propios testículos por todo el rostro.

Creo que se lo tendrá merecido...

Y luego?

Pues ya lo tengo todo planeado: creo que mi gran horno estará de parabienes, consumiendo a esa gran inmundicia. Total no tengo nada que perder... o acaso no es cierto que toda la basura del pueblo va a parar allí para ser devorado por sus llamas en forma indefectible?

Nadie caería en la más mínima sospecha, ya que el gordo comisario jamás saldría del pueblo vecino; y el otro gran problema... también lo tengo resuelto: juro que mi conciencia me dejaría dormir en paz para siempre!

A medida que se aproximaba la noche, mi nerviosismo se intensificaba. Con mucho cuidado puse el hacha debajo del sofá con el filo hacia la pared para evitar un accidente y esperé en forma paciente que el reloj marcara las 11 de la noche para salir en su búsqueda.

Ya estaba dispuesto a no abandonar mi plan.

Ya no había marcha atrás.

Conduje con serenidad durante casi media hora, y a las 11:30 pm, ya estaba esperándolo en el lugar indicado.

A las 11:55 apareció de repente de entre las sombras, abrió la puerta contraria a la mía y se sentó en el asiento del acompañante.

"Vámonos!" ordenó.

Puse en marcha el vehículo y giré en U para retomar la ruta de regreso a casa.

"Veo que eres puntual..." observó.

Sonreí... por lo menos no le pasó desapercibido ese hecho. Ahora era el momento adecuado para comenzar a elaborar mi plan.

"Mire... he decidido hacérselo todo más fácil. No voy a ofrecer más resistencia, si usted me promete que me dará protección" dije fiel a mi ardid.

Me miró en forma incrédula.

"Qué es lo que estás tramando, hijo de puta?" dijo sacando rápidamente su arma de reglamento, poniéndomela sobre la sien y presionando con mucha fuerza.

"Ayyy! Pero qué le sucede? Yo no soy pelotudo! Me doy cuenta que no estoy obteniendo absolutamente nada con resistirme a lo que usted quiere de mí; por eso estoy resignado a no entorpecer más sus propósitos, ya que por más que haga, no lo lograré."

No quedó muy convencido; pero aún así, mirándome de manera desconfiada, quitó su revólver de mi rostro, aunque lo mantuvo sobre su muslo y sin soltarlo de su mano.

El resto del trayecto de regreso al pueblo transcurrió sin más inconvenientes. Intenté estar lo más calmo posible, para evitar que pudiera vislumbrar alguna cosa extraña.

Apenas llegamos a la esquina de mi casa, puse las luces bajas y de esa forma sigilosa conduje hasta los fondos de mi vivienda. El pueblo parecía desierto y eso me alegró, porque por lo menos indicaba que no habría ningún testigo que me pudiera culpar por el crimen que estaba a punto de cometer. La razón de estar casi todo el pueblo vacío, correspondía simplemente a que ya era muy tarde y todos los lugareños dormían en forma plácida y despreocupada. Es que así de tranquilo era ese poblado.

"Por suerte nadie nos ha visto" expresó con una sonrisa. "No tienes por qué temer. Nadie jamás se enterará que eres mi putito personal, jejejejeje..."

"Sí! Yo también lo he notado" contesté simplemente, y no dejé de sumarme a su carcajada para seguir con mi intención de distender el clima... aunque evité hacerle conocer mi siguiente pensamiento: "Estoy muy feliz ya que justamente nadie podrá estropear mi coartada perfecta!"

 

Ingresamos a la vivienda y ya desde el comienzo comenzó a acariciarme por todos lados. Por suerte, esta vez no comenzó con sus golpes habituales. Me desgarró todas las prendas y acto seguido se quitó cuidadosamente todas las suyas.

"Vamos al sofá!" le supliqué para que pensara que me moría por mamársela.

"No, antes tomaremos una ducha juntos" ordenó mientras apoyaba su arma sobre el cojín del sofá.


"Mierda!" mascullé entre diente.

Me tomó del brazo fuertemente y me condujo hacia el baño, mientras con la otra mano me manoseaba el culo intentando meterme un dedo dentro en forma descarada.

"Cómo te voy a romper este culito, puto asqueroso!" vociferaba entre risotadas.

Cerró la puerta tras de sí y no recuerdo haber tenido una experiencia tan aterradora con anterioridad.

Una vez dentro del baño, comenzó a golpearme en forma salvaje, tan sólo por placer ya que no me había negado a realizar nada de lo que me obligaba. Sólo me explicó que era necesaria la golpiza, para que no tuviera la tentación de contradecirlo.

No lo podía creer. Ni aún realizando todos sus caprichos, me libraba de su salvajismo.

Una vez debajo de la lluvia, me obligó a enjabonarlo y cuando me tuvo acariciando sus testículos con el jabón, me tomó del cabello con fuerza y metió su verga en mi boca.

"Chupa!" dijo con desprecio.

Lo hice y casi al instante comenzó a orinar, impidiéndome fuertemente que me quitara de allí. Lo inevitable ocurrió... y una vez que comencé a vomitar, me propinó otro salvaje castigo físico.

Su carcajada lo dijo todo. Estaba intentando minar mi ya delicado estado mental.

Una vez que quedé acurrucado en estado fetal sobre el piso y con dolores por todo el cuerpo, terminó de orinar, pero ahora sobre todo mi ser.

Mi odio era inaudito y tan sólo el intenso placer que me ocasionaría la posibilidad de desprenderme de esta horrenda criatura en esa misma noche, anestesió todos mis dolores.

Aún temblando en forma espasmódica, no pude evitar que me volviera acariciar con esos dedos gruesos; me abriera las nalgas e introdujera el dedo mayor en mis entrañas.

"Ábrete porque no quiero ningún obstáculo esta noche" dijo riendo mientras sacudía rápidamente su dedo dentro de mí. "Te gusta, verdad?... se siente rico?... me muero de deseos de enterrarte mi polla allí mismo..."

Cerré los ojos e intenté aflojar mi ano para que el dolor fuera lo más leve posible.

Tras media hora de jugar de esa forma, anunció su deseo de salir de la ducha.

Me obligó a secarlo y lamerlo.


"Pásale la lengua a mi culo!" ordenó y se puso en posición.

Lo hice para no hacerlo montar en cólera y en ese momento me echó un pedo en la cara.

"Jajajajaja! Te lo tienes merecido por cabrón!" dijo sin dejar de reír.

Salimos del baño y siempre sujetándome con fuerza por la muñeca, me condujo hacia el sofá. Tomó el arma y la depositó en el apoyabrazos, se dejó caer, levantó el culo y su mástil apareció fuerte, duro, resplandeciente y ahora húmedo de excitación.

"Cómetela... pégame la mamada de tu vida..." dijo y se echó hacia atrás, poniendo ambas manos por detrás de su nuca para levantar aún más su abdomen, haciendo que su miembro se saliera un poco más de dentro de su abultado vientre.

Pasé la lengua, tan sólo para hacerle sentir que todo estaba bien, intentando por todos los medios controlar mi repugnancia. Acaricié sus testículos con mis labios... los besé y acto seguido los tomé con una mano; los estiré y él se retorció de placer sobre el sofá mientras aullaba como un felino en celo.

"Qué pasa que demoras en chupármela, puto de mierda?" ladró fuera de sí.

Era ahora o nunca!!!

"Quería decirte tan sólo que tú tampoco te debes olvidar

nunca de que yo también sé manejar un arma, ya que es parte de mi trabajo." dije y metí velozmente la mano por debajo del sofá.

Se me congeló la sangre: el hacha no estaba allí!!!

"Oh Dios!" dije, cuando vi que él tomó su revólver y lo apoyó sobre mi sien.

"AHORA VERÁS HIJO DE PUTA!!!" gritó enfurecido y apretó el gatillo.

 

 

 

EPÍLOGO

Cuando desperté... la policía estaba en mi casa.

Yo sólo descansaba en mi cama completamente desnudo, tan sólo cubierto por una sábana.

"Se encuentra usted bien?" preguntó un oficial parado en la entrada a mi dormitorio.

"Sí... pero no recuerdo qué es lo que sucedió... qué están haciendo ustedes aquí en mi casa?"

No recordaba absolutamente nada luego de que sentí el click del revólver del comisario sobre mi sien.

Intenté mirar a la sala apenas sentí el estallido de un flash. Estaban sacando fotografías.

"Dios mío... qué fue lo que salió mal?" me pregunté a mí mismo. "Si el plan era perfecto... no recuerdoabsolutamente nada..."

De pronto, vi que la esposa rubia del obeso comisario fue conducida a las afueras de mi vivienda por un oficial de policía. Estaba esposada!!!

"Qué sucedió aquí?" volví a preguntar al joven policía que continuaba pendiente de mí.

"Hace más o menos una hora, nos llamó la señora que acaba de salir, diciendo que había asesinado a su marido. Cuando llegamos, vimos al comisario desnudo, sentado sobre el sofá con el hacha clavada en su cráneo y bañado en su propia sangre; a usted también desnudo, desmayado sobre la moquete y a la señora sentada en la cocina, tomando un té."

Ahora me explicaba algunas cosas.

Era más que probable que su esposa hubiera estado sospechando de las actividades extramatrimoniales de su marido; lo hubiera seguido hacia el pueblo cercano presintiendo alguna infidelidad, y luego nos haya seguido de vuelta a mi casa. Cuando estábamos en la ducha, es muy probable que haya entrado a la casa, quitado las balas de su arma y al ver el hacha debajo del sofá, lo haya tomado esperando el momento oportuno para cobrar venganza.

En qué me había convertido?

De planear el asesinato perfecto, me había transformado sencillamente en un testigo no ocular de los acontecimientos.

Ya nada volvería a ser lo mismo en ese tranquilo y pacífico pueblo.

Ya nada volvería a ser lo mismo para este ermitaño, hosco y solitario leñador.

Y sobre todo... ya nada será lo mismo para nadie que haya sido víctima de una violación... de cualquier tipo.

Por lo tanto, sólo me queda una salida...

... dejar de ser ermitaño, hosco y solitario para encontrar un amigo leal con quien compartir mis penas.

 

FIN DE ESTE RELATO FICTICIO.

 

Si te gustó este relato, no dejes de leer alguno de los 81 anteriores del mismo autor, por ejemplo: "Superman":

http://www.todorelatos.com/relato/26852/

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