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Gordo de las 6 en punto (1)

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GORDO DE LAS 6 EN PUNTO (1)

CAPÍTULO I: CAMBIO DE TONO.

Ahora mi vida se iba deslizando lentamente entre los gordos y supergordos que acudían a la tienda, pero tan sólo me tenía que conformar viéndolos desfilar ante mis ojos, como si lo hicieran fuera de mi alcance por sobre una pasarela imaginaria, sin poder acceder a una relación como las que a mi me gustaban; ni mucho menos siquiera aspirar a intentar con ellos algo que tuviera al sexo como objetivo final.

No descartaba sin embargo algún contacto de piel, como por ejemplo rozar con mi mano sobre algún hombro o mismo una caricia inofensiva en un brazo desnudo o alguna otra parte de esos gordos cuerpos, quienes habitualmente lo tomaban como un acto casual al estar ayudándoles a ponerse las prendas, una vez que quedábamos a solas dentro del probador.

La sola proximidad de un ejemplar así, sumado al estar encerrados juntos dentro de un lugar casi lindando con lo claustrofóbico por lo reducido del espacio y mientras escuchaba sus respiraciones tan de cerca, muchas de las veces comiéndome literalmente sus respectivos alientos, inevitablemente hacían que todos mis jugos se activaran. Saliva, adrenalina, transpiración y la clásica "clara de huevo" que expulsaba mi órgano reproductor, estaban a la orden del día.

También en forma invariable debía tener en mis manos una carpeta o bien alguna prenda para ocultar mi abultada entrepierna, y así poder terminar de atender a mis clientes sin necesidad de pasar la vergüenza del momento ante la posibilidad de que alguno de ellos se percatara de mi poderosa erección, que en todos los casos se hacía presente mismo desde el preciso instante en que les saludaba con el apretón de manos tradicional.

Nunca descartaba alguna paja en el baño luego de experimentar el mismo contacto de piel tras el saludo de despedida, y lo más grave de todo era que esa era la única actividad sexual que estaba teniendo últimamente y desde hacía unas semanas atrás a esta parte.

 

Tenía casi desesperación por tener la piel desnuda de un obeso pegada contra la mía, de hacerles el amor en forma apasionada, de lamer la raja de alguno de esos culos inmensos, de chupar cualquiera de esas tetas descomunales que a veces se escapaban por el costado de sus camisillas, de saborear esos pezones oscuros que se traslucían por entre las prendas, mamar esas gruesas lenguas jugosas que asomaban de vez en cuando por entre los labios pulposos, o de igual modo sentir esos mismos labios gruesos acariciándome el glande.

Por más que era notorio que vivía rodeado de gente muy gorda aún fuera de mi trabajo, tampoco conseguía lograr tener intimidad con ninguno de ellos, ya que mis relaciones con éstos iban en otras direcciones.

Era una satisfacción personal ver cómo las ventas del ex almacén convertido ahora en Hiper Mini Market, estaban en franco crecimiento. Pero esa satisfacción era aún mayor cuando veía los glúteos impresionantes de Pedro su propietario, el hiper gordo de más de 300 kilos de peso, que meneaba dentro de sus pantalones gigantes frente a mi vista casi en forma diaria y mucho más aún cuando desnudaba mentalmente ese culo gigantesco que alguna vez había limpiado; aunque cada vez que lo miraba, me lamentaba por no haber metido nunca por allí mi boca o mi lengua para hacerle conocer el placer máximo, además de saborearlo yo mismo mientras lo hacía.

Mis visitas a su local eran prácticamente todas las noches luego de salir de mi trabajo y tenía bien claro que no debía ir más allá con ese obeso ya que aún habiendo amor de amigos, él no quería una relación conmigo fuera de la que ya compartíamos. De todas formas lo aceptaba así como estaba planteado, porque su amistad me reconfortaba. Pero de sexo con él, ni hablar.

Tampoco con su gorda esposa, que pesando alrededor de 140 kilos me hubiera servido con creces como premio consuelo.

 

Al mismo tiempo, veía casi todos los días a Gerardo, el del diario íntimo, que cargaba sobre sus pies la friolera de más de 170 kilos de peso y por quien debía reconocer tener un amor diferente, ya que jamás busqué con él nada fuera de la amistad, por lo que tampoco aquí tenía cabida la palabra sexo.

 

 

No dejaba tampoco de hablar por teléfono con Eduardo, mi doctor preferido, de quien en más de una oportunidad supe tener encima mío sus 200 kilos de humanidad y con quien dialogaba mucho, aunque no siempre la charla estaba vinculada al tema sexual. Ya ni siquiera nos habíamos tomado de las manos desde que Junior nos había sorprendido encerrados dentro del dormitorio en el día de su cumpleaños y no era porque nos faltaran ganas, ya que muchas veces nos comíamos mutuamente con la mirada.

Supongo que antes habíamos sido un poco descuidados y ahora estábamos siendo hasta cuidadosos en demasía.

Por lo visto, tampoco lograría tener sexo con él, por lo menos en un futuro cercano.

 

 

Juan, mi gordote más reciente, seguía en España.

Cuánto estaría pesando ahora? 170, 180, 190 kilos?

Hm!

Nos hablábamos por teléfono una vez por semana y en una oportunidad, sin haberlo pensado previamente, nos comenzamos a excitar, nos desnudamos y terminamos masturbándonos en una sesión telefónica muy parecida a la que ya habíamos compartido antes de su viaje.

No estoy seguro si esa podría haber sido la primera paja internacional. Por supuesto que estoy hablando de la era pre internet.

 

 

Además de todas esas relaciones con mis gordos cercanos, estaban, como ya describí antes, las presencias por la tienda de los gordotes de distintos tipos, pesos y tamaños que no dejaban de deleitarme la vista, el oído, a veces el tacto, y incluso también hasta el gusto, ya que terminaba relamiéndome la mano o bien algún dedo después de haber despegado alguna gota de sudor adherida a algunos de esos obesos cuerpos. Para hacer honor a la verdad, debería agregar también el olfato a la orgía ya que cada vez que recibía con agrado la visita de los Gordínez, cuyos cuerpos me excitaban en grado sumo aún tratándose de edades, medidas y pesos tan dispares, y quienes seguían asistiendo al local casi mensualmente con el fin de comprarse alguna prenda para alguno de ellos, los muchachos se encargaban en algún momento de hacerme completar lo que yo llamo el verdadero placer completo involucrando a todos los sentidos.

El placer total!

El placer ideal!

 

No es que tuviera la idea fija, pero la abstinencia suele provocar algunos trastornos.

 

 

Mucho más aún cuando el círculo de sensaciones placenteras y cotidianas, lo completaban las clásicas llamadas de las 6 de la tarde.

Por todos los cielos, este muchacho me llamaba todos los días sin excepción, menos los domingos y feriados en que la tienda no abría, y los sábados lo hacía alrededor de las 11 de la mañana para no dejar de autosatisfacerse manualmente.

Llegué hasta a detenerme a pensar en cuánta leche estaba siendo desperdiciada. Y cuánta excitación debía sentir este tipo por mí, ya que siempre era la misma rutina.

Le hablaba, se excitaba y comenzaba el ritmo frenético y salvaje hasta que finalizaba eyaculando casi a los pocos minutos.

Todos los días era igual.

De la misma forma.

Y como siempre, comenzó a rondar por encima el fantasma de la rutina tediosa.

Algunas veces intentaba averiguar por todos los medios la identidad de esta persona, pero no había caso. Él nunca hablaba ni yo podía escuchar algún sonido de sus alrededores que me pudiera dar algún indicio de quién era, con excepción hecha solamente para sus grititos, jadeos, alaridos, gemidos y hasta algún pedo que despedía deliberadamente acercando el tubo del teléfono a su culo para que yo lo pudiera oír. Estos completaban los únicos sonidos que me dejaba percibir, aunque siempre lo hacía de forma tal que me indicaba que estaba haciendo un esfuerzo supremo por disimular.

Un día, harto de esa misma rutina una y otra vez, y hastiado de que yo siempre me quedaba recaliente cada vez que él cortaba la comunicación, pensé que ya había llegado la hora de negarme a seguir con este juego y decidirme a no atenderlo más, ya que todo esto estaba poniendo en peligro mi moral y buenas costumbres pues lograba tenerme con una erección que me duraba por todo el resto del día, además de terminar mojándome los calzoncillos, lo que me obligaba a ir al baño para asearme lo antes posible para evitar que alguien se percatara de ello.

.

Pero cada vez que sonaba el teléfono a las seis de la tarde, yo me decía a mi mismo que ésa sería la última vez que aceptaría su llamado y le diría que ya no deseaba seguir siendo su partenaire de las pajas, por lo menos hasta que yo mismo pudiera participar más directamente de ellas de alguna manera.

El asunto era que cada vez que tomaba el tubo y lo escuchaba jadear, me quedaba casi hipnotizado y me resistía a negarme a continuar con eso, ya que me reconfortaba ser el culpable de poder ayudarlo, porque sospechaba que él estaba demasiado necesitado en concretar su cometido.

Por ese mismo motivo, ese último llamado dejó de ser con el tiempo una simple excusa y se convirtió en una constante. Ahora todas sus llamadas irían a ser las últimas y finalmente nunca se lo comuniqué, mientras yo seguía aportando mi ayuda una y otra vez para que él pudiera lograrlo.

Pero no dejaba de tenerme fastidiado el hecho de no poder averiguar quién era ese tipo.

Un día mientras estaba masturbándose del otro lado de la línea, estornudó y se sonó la nariz con un pañuelo, y fue exactamente ahí, en ese preciso instante, que se me ocurrió la idea.

"Oye, sé que no me hablas por miedo a que reconozca tu voz. Por qué no haces una cosa?" Dije y paró sus movimientos que me indicaron que acaparaba toda su atención. "Pon tu pañuelo sobre el tubo del teléfono y tu voz saldrá tan distorsionada que de esa manera me veré impedido de averiguar quién eres. De todas formas, ya no es mi intención intentar descubrirlo porque lo he hecho en varias oportunidades y la verdad es que no tengo ni la más mínima idea de quién puedas ser."

Esperé un segundo.
Seguí sin recibir contestación.

"Anda, qué te cuesta? Ten en cuenta que ya me está cansando ser el único que habla y sin recibir del otro lado más respuestas que tus gemidos hasta que logras escupir la leche de tu verga. Por lo menos quisiera tener algún diálogo contigo. No piensas que sería hasta más divertido para ti?"

Continuaba el silencio.

Pero era consciente de que seguía pendiente de mis palabras.

"De todos modos si no lo haces, el único perjudicado serías tú ya que yo muy difícilmente pueda tampoco pajearme de esa manera, puesto que estoy trabajando; por más que en realidad me encantaría hacerlo contigo mientras escucho tu voz. No crees que te sería mucho más excitante si me hablaras mientras te masturbas? Estoy seguro que lo será. Por qué no pruebas de la forma en que te digo y si no te satisface, siempre podremos volver al régimen anterior. No te parece?"

 

Escuché movimientos y de pronto dejé de sentir su respiración agitada. En realidad se silenció completamente todo el escaso sonido ambiental que había hasta ese momento del otro lado del auricular.

"Háblame sucio." Me dijo ante mi asombro y sonó como si fuera una orden, aunque su voz se escuchaba con muy bajo volumen. Seguramente había hecho lo que le sugerí con el pañuelo.

"No puedo oírte bien. Puedes hablar un poco más alto?" Pregunté porque debí hacer un esfuerzo muy grande para poder escucharlo.

"No, no puedo." Dijo en el mismo tono anterior. "Puede haber gente cerca que me pudiera oír." Explicó.

"Bueno. Eso no es ningún problema, entonces. Qué quieres que te diga?" Pregunté para que no dejara de hablarme.

"Háblame lo más sucio que puedas." Dijo.

Ahora lamentablemente no podía escuchar ninguna respiración, ni gemidos y era muy posible que tampoco pudiera saber el momento exacto en que eyaculara. Todo quedó ahora obstaculizado por el pañuelo, pero sinceramente prefería una y mil veces poder seguir escuchando su voz de esta manera, a sentir únicamente sonidos aislados. Sin embargo, además de que sonaba muy erótico, y muy a mi pesar, no reconocí para nada su voz por lo que estuve casi seguro que muy difícilmente había escuchado antes hablar a esta persona por teléfono.

"A qué te refieres con la palabra ‘sucio’?" Le pregunté.

"Lo más sucio que se te ocurra. Quiero que me digas qué le dejarías hacer a este gordito si se metiera en tu cama." Dijo yendo directamente al grano.

Sus palabras me dieron la real certeza de que la condición sexual de este muchacho no era justamente la de ser pasivo.

"Hmmmmm, cómo me gustaría que eso se hiciera realidad. Digo si es que algún día te decides a venir a mi cama que te aguardaría con ansiedad ya que siempre la ocupo yo sólo, y mira que tengo una cama muy grande." Dije y esperé inútilmente algún comentario suyo, que nunca llegó. "Tu crees que eso podría ser posible en alguna oportunidad?"

"Todo puede ser." Dijo ante mi sorpresa.

"Sí? Y qué tendría que suceder para que eso ocurriera? Porque me gustaría que tú y yo pudiéramos hacer algo más que compartir una paja telefónica, aunque para ser sincero, hasta ahora sólo te la has hecho tú, dejándome a mí siempre con todas las ganas." Rogaba encarecidamente que finalmente lograra convencerlo y aceptara mi propuesta de encontrarnos personalmente.

"Veremos más adelante. Por el momento me gustaría que me dijeras qué iríamos a hacer si algún día nos encontramos." Insistió. "Quiero que me seduzcas. Que me convenzas de encontrarnos. Pero háblame mugriento. Me gustan las cosas muy chanchas."

"Bueno, si tú y yo nos encontramos alguna vez, te prometo que haría absolutamente todo lo que me pidieras. Me gustaría ser tu esclavo." Dije para despertarle curiosidad.

"Ser mi esclavo? Hmmmm... Suena bien. Harías todo, verdaderamente todo?" Preguntó sin que yo pudiera exactamente catalogar si su sensación era de duda o sorpresa.


"Sí, absolutamente todo." Contesté satisfecho de haber logrado ganar completamente su interés. "Soy capaz de satisfacer tus más ocultas fantasías. Ahora dime qué te gustaría?"

"Eres totalmente sumiso?" Preguntó y me pareció que le sorprendió la posibilidad de que lo fuera.

"No exactamente, pero podría serlo tan sólo para ti." Contesté.

"Eso quiere decir que serías capaz de saciar mis más sucias fantasías?" Reformuló su pregunta anterior.

"Si eso es lo que tú quieres, seguro que lo lograrás conmigo. Pero dime, a qué te refieres concretamente?" Ahora el excitado y ansioso por conocer sus respuestas, era yo.

"Mira que puedo ser muy perverso e inmundo." Advirtió.


"Sí? No me digas? Y que tan perverso e inmundo?" Pregunté cada vez más intrigado.

"No hay nada que no me guste hacer." Dijo. "Y además me encanta todo lo novedoso, sin importar lo doloroso que pueda ser."

"A qué te refieres concretamente?" Pregunté sorprendido. "Sé más específico, por favor."


"Que me gusta que me maltraten." Dijo sin dudar. "Que me castiguen, me peguen y me lastimen."

"Ah, no! Eso a mi no me gusta. Es imposible que yo pueda hacerle daño a algún gordo, esa excepción confirma la regla, porque fuera de eso, creo que no tendría ningún inconveniente con todo lo demás." Dije con sinceridad. "Ya me queda claro que tú eres activo y estás en busca de un pasivo. Eso es irreversible o podríamos negociar tu culito?"

Hubo unos segundos de silencio.

Casi hubiera jurado haberle visto la cara de sorpresa que puso del otro lado del tubo.

"Cómo sabes eso?" Preguntó finalmente, cosa que obviamente estaba esperando.

"Es que tú dijiste: ‘Quiero que me digas qué le dejarías hacer a este gordito si se metiera en tu cama.’ Supongo que de ser pasivo tu pregunta debería haber sido: ‘Qué le harías a este gordito....’, no te parece?"

Nuevamente el silencio.

"Pero está todo bien con eso. No te preocupes. Siempre fui el activo en mis parejas, aunque en verdad también podríamos resolver ese pequeño inconveniente siendo el pasivo sólo para ti." Dije con ánimo de aceptar esa posibilidad, siempre y cuando este muchacho me excitara lo mucho que esperaba que lo hiciera estando en persona, frente a frente.

"No me preocupo; sólo estoy pensando que debería tener más cuidado contigo. Sé que no debo subestimarte. Sé que eres muy inteligente. Estás siempre muy alerta a todo lo que digo."

"Bueno, gracias por los elogios. Sinceramente no tienes nada de qué preocuparte, ya que aunque te descubra seguiría en pie mi oferta. Pero, volvamos al tema. Te gustaría ser penetrado por mi?"

 

"No lo sé. Soy virgen. Nunca me la metieron aún. Supongo que si le permito a alguien que me la meta, esa persona debe ser muy especial." Me satisfizo por completo su contestación.

"Bueno, entonces eso me deja abierta las posibilidades." Dije e hice una pregunta para intentar saber si estaba dispuesto a darme alguna información sobre él mismo. "Por lo que me acabas de decir, deduzco que ya tienes alguna experiencia. Qué edad tienes tú?"

"No te voy a contestar eso!" Dijo en forma terminante.

"Muy bien, no te preocupes por eso. Cuéntame ahora qué otra cosa te gustaría hacer conmigo si estuviéramos juntos en la misma cama y desnudos completamente." Dije ahora dispuesto a lograr excitarme con este gordito.

"Me gustaría que me chuparas la pija bien sucia después de haber meado." Dijo haciéndome adivinar lo mucho que le excitaba hablar de esa forma, y esperó mi reacción.

"Eso está bien ya que cuanto más sucia esté, más me gustaría." Le dije para que supiera a qué me refería cuando antes le dije a ‘todo lo demás’.

"Sí? Y también me gustaría que te tragues toda mi leche ‘calientita’. Lo harías?" Dijo ahora regodeándose con la idea e impulsado por su entusiasmo.

"Qué dijiste?" Dije prestando nuevamente atención a sus palabras.

"Que me chuparas la pija y te tomaras toda mi leche ‘calientita’. Lo harías por mi?." Repitió.


"Sí, claro que lo haría, pero no se dice ‘calientita’ sino ‘calentita’." Corregí.

"Bueno, es lo mismo!" Dijo sin prestar demasiada atención, ya que continuaba excitado con la conversación. "Y también me gustaría que me dejaras sentarme sobre tu cara."

"Y eso para qué?" Pregunté ansioso.

"Para que te suelte algunos pedos sobre ella." Dijo y nuevamente estuvo atento a mi reacción. "Sé que te gustan los pedos, verdad?"

"Hmmmm! Veo que tú también prestas mucha atención a lo que digo y que tienes buena memoria. Sí, los pedos me gustan mucho. Y si salen del culo inmenso de alguien muy gordo, son mucho más ricos todavía." Dije con la intención de averiguar finalmente cuán grande y gordo era este tipo.

"Por eso no te tendrías que hacer ningún problema, porque mi culo es tan grande que cuando voy a cagar me cuesta mucho limpiarme porque llego allí con bastante dificultad. Ojalá estuvieras tú en el baño cada vez que lo hago así me limpias con la lengua."

"Hmmmm. Suena muy rico. Y qué tan grande es?" Dije ahora que mi pene comenzó a reaccionar a lo que mi oído estaba escuchando.

"Realmente muy grande. Imagínate, estoy rondando los 160 kilos de peso. Pero dime te comerías mis pedos?"

"Si son de un culo tan grande como dices, nada me impediría comértelos mientras me los vas soltando directamente en la boca. Y cuanto más sean, mucho mejor." Contesté seguro de que estaba disfrutando de esta conversación.

"Sí?" Dijo en forma eufórica, lo que me terminó de convencer de que era cierto lo que estaba pensando. "Y también me gustaría cagarte en la cara."

"Si es lo que a ti te gusta, tampoco habría problemas con eso."

"No? Entonces mejor me gustaría llenarte toda la boca con mi caquita." Ahora noté algo de euforia en su voz por el tono en que se estaba desarrollando la charla. Estaba entrando en una desesperación tal que imaginé que se estaría masturbando a ritmo vertiginoso, aunque no podía asegurarlo ya que no distinguía con mucha nitidez.

Por esa razón, me limité a seguir escuchando sin volver a interrumpir.


"Y me gustaría que masticases mi materia fecal, y quisiera ver cómo te la tragas." Dijo mientras escupía una palabra inmunda detrás de otra en forma apresurada, lo que me hizo adivinar que estaba llegando al borde de la eyaculación. "...y me gustaría que mientras te comes mi excremento me supliques que te ensarte la verga en tu culo inmundo, y te coja como si fueras un perrito." Y luego de eso, sentí un largo "Aaaaaaaah!" y a los pocos segundos la comunicación se cortó.

 

 

Supuse que había llegado finalmente al clímax aunque no lo había escuchado exactamente. De todos modos prefería una y mil veces sentir su voz, ya que él me haría enterar inevitablemente el momento exacto de su eyaculación, cortando la llamada luego de lograrlo.

Fui al baño a higienizarme pues mi entrepierna era un desastre.

Mis jugos estaban bañando toda mi indumentaria interior.

Bueno, por lo menos había logrado que me hablara ya que pensé que nunca se prestaría a hacerlo, aunque eso no me sirvió de mucho pues igualmente no reconocí su voz, pero por lo menos era un paso adelante.

Lo único que me quedaba claro, era que este muchacho era un adolescente que posiblemente nunca hubiera tenido contacto corporal con alguien hasta ese momento, a pesar de lo que había dicho, y estaba en su debut masturbatorio con estas llamadas. Suponía que se sentía excitado por hombres, pero que prefería culear él a entregar su agujero y era más que probable que no se estaba sintiendo demasiado a gusto con el hecho de que se sintiera atraído por personas de su mismo sexo. No lo sabía realmente, pero tenía esa impresión, y cada vez que seguían sucediéndose los llamados, me percataba de que no estaba demasiado equivocado respecto a mis suposiciones.

 

Posiblemente él fuera alguno de esos gorditos que venían con sus padres a comprar ropa a la tienda y que muy rara vez abrían la boca mientras estaban probándose las prendas, ya que todas las decisiones siempre las tomaban sus progenitores.

Muchas veces notaba que estos adolescentes me miraban en forma extraña, mezcla de admiración y recelo, tal vez incluso con algo de temor o vergüenza, mientras yo intentaba desnudar con mi mirada a sus obesos padres o a sus gordas madres, aunque de todos modos, ellos mismos lograban llevarse a sus casas el recuerdo de mi apretón de manos inevitable.

También, como tenía casi la certeza de que jamás había hablado con este muchacho por teléfono antes de estas llamadas misteriosas, me resultaba doblemente difícil el poder localizar su timbre de voz o cualquier otra cosa que me indicara una pista para finalmente poder descubrir su identidad.

 

 

 

Esa noche casi no pude dormir.

Me daba vueltas por la cabeza todo lo que había escuchado; rememoraba su voz y casi toda la conversación, recordando casi de memoria la totalidad del diálogo que él había compartido conmigo. Absolutamente todas las palabras, la forma en que se expresaba y sus bizarras fantasías.

Esa voz que aunque muy difícilmente pudiera reconocerla de no tener un pañuelo obstaculizándole la boca, en el futuro estaría pendiente de escuchar algo que me indicase que estaba frente al pajero misterioso.

 

 

 

Estaba muy cansado y lentamente me fui rindiendo hasta dejarme secuestrar por Morfeo, y cuando finalmente logré conciliar el sueño, unos brazos gruesos y gordos me sacudieron y me mantuvieron inmóvil apresándome contra la cama.

"Zesna, háblame sucio." Me pedía.

No podía ver absolutamente nada debido a la total oscuridad que reinaba en toda la habitación. Sólo escuchaba su voz tapada por un pañuelo y sentía sus manos que me acariciaban por todo el cuerpo en forma salvaje. También me llenaba de besos en tal forma que hasta me hizo sentir un tanto incómodo. Él estaba como obsesionado. Más diría yo, como desesperado.

"Quiero cagarte encima." Me dijo y sin aguardar mi reacción, quitó las sábanas que me cubrían el pecho dejándomelos al descubierto y sentí que se paró sobre la cama poniendo ambas piernas bien apretadas contra cada lado de mi cuerpo como para mantenerme quieto y sin posibilidad de resistirme.


Se agachó sobre mi cuerpo, escuché como hacía fuerza y sentí una descarga impresionante de pedos y casi al mismo tiempo algo pesado y muy caliente cayó sobre mi vientre mientras mis pezones comenzaron a rociarse de un chorro de líquido hirviendo, haciéndome percatar que también me estaba orinando encima.

"Ahora te voy a chupar la pija hasta que acabes en mi boca." Dijo, y sin esperar respuesta fue por debajo de las sábanas que aún cubrían mis genitales y no se detuvo hasta asirme el miembro que ya estaba en estado de roca pura y apretármelo con mucha fuerza con la mano hasta finalizar llevándoselo a la boca.

Con manos, labios y lengua comenzó a masajearlo, mientras emitía sonidos como cuando disfrutas de un cono de helado.

Besó, chupó y lamió a discreción. Incluso me mordisqueó suavemente con sus dientes tan sólo con el fin de demostrarme quién estaba en el control de la situación.

"Quién eres tú?" Pregunté entre un jadeo y otro.

No contestó por tener la boca llena con mi trozo de carne que saboreaba desesperadamente y no hubo necesidad de respuesta ya que conocía perfectamente quién era el culpable de semejantes actos perversos, aunque igualmente continuaba siendo anónimo.

 

Yo estaba al borde del colapso puesto que todo fue repentino, sin aviso previo y todo lo que él hacía provocaba que mi excitación siguiera en aumento. Continuaba como petrificado, una fuerza desconocida me impedía responder a todas estas acciones y me obligaba a seguir sometiéndome inexplicablemente a esta especie de violación.

Estaba inmóvil sobre la cama como si una fuerza invisible me tuviera apresado contra el colchón y puesto a su merced sin poder resistirme.

Mi pene no pudo aguantar mucho más tiempo sus lamidas y chupadas y de pronto comenzó a sacudirse en forma violenta para todos lados al igual que el resto de mi cuerpo, mientras vomitaba una gran cantidad de esperma por doquier.

El placer indescriptible me hizo percatar que tenía los ojos completamente cerrados con los párpados apretados fuertemente mientras mi pene seguía escupiendo semen para los cuatro puntos cardinales y mis espasmos nerviosos estaban muy lejos de cesar.

Mis alaridos y gritos salvajes quebraron el silencio.

Cuando expulsé la última gota por mi uretra, retomé el control de mi consciencia y en forma desesperada estiré la mano hasta alcanzar el velador. Palpé hasta tomar el interruptor y encendí la luz.


Abrí los ojos y los acostumbré a la luminosidad para acto seguido quitar violentamente las sábanas que me cubrían con el fin de descubrir al autor de esta mamada espectacular en plena faena y ante mi asombro total, vi que estaba completamente sólo dentro de la cama.

No había cagada alguna en mi cuerpo, ni tampoco orina, aunque definitivamente todo mi cuerpo estaba terriblemente mojado fruto de la transpiración y de la salpicadura del semen.

Miré hacia la puerta del dormitorio que permanecía cerrada y todo el resto de la habitación estaba completamente vacía; entonces comprendí que nadie más había sido testigo de mi descontrolada eyaculación nocturna.

Me incorporé y noté que todo el interior de la cama era un desastre. Esperma por todos lados. No recordaba cuándo había sido la última vez que había despedido tanto líquido seminal.

Mi miembro aún seguía latiendo mientras colgaban de su orificio las últimas gotas que denunciaban lo ocurrido.

Aún tenía una fuerte erección luego de esa expulsión desaforada de leche y la excitación permanecía incólume, por lo que me la aprisioné fuertemente dentro de mi puño y comencé a sacudírmela como si estuviera en los albores del fin del mundo.

Fue como si no hubiera eyaculado antes, ya que la dureza de mi pene se volvió más potente casi en contacto con mis dedos.

Tomé la posición de acostado nuevamente, cerré otra vez los ojos imaginándome desnudos uno al lado del otro a todos los gordos que han estado conmigo en alguna oportunidad y acariciándose entre sí, y a los pocos segundos, mi volcán volvió a entrar en erupción, aunque bastante menos lava salió en esta ocasión.

No pude evitar que de la abertura de mi glande saltara el líquido mojándome todo el vientre, parte de mi pecho y ambos muslos. Tampoco pude evitar escupir hacia arriba, y que el semen me bañara la mano y fuera deslizándose por inercia cuesta abajo por mis testículos.

Tenía un grado de excitación máximo y estuve largo rato con temblores y sacudidas violentas, mientras mi puño seguía apretando fuertemente un miembro que hacía un esfuerzo descomunal para desprenderse de él, encogerse y desaparecer finalmente dentro de mi ingle.

Cuando mi respiración volvió a la normalidad, fui tomando consciencia de haber tenido ese rapto abrupto de desesperación y la realidad me hizo percatar que nuevamente yacía sobre la cama inundada en mi propios líquidos.

Una vez que retomé el control de mis acciones, me limpié todo el cuerpo con la sábana, cambié toda la ropa de la cama que estaba completamente mojada entre los lagos de semen y mi transpiración, fui a la heladera para tomar casi un litro de agua fría y posteriormente me introduje en el baño para terminar de tranquilizarme dejando caer la ducha caliente sobre mi cuerpo.

Sentí correr la lluvia sobre mi nuca mientras permanecía con ambas piernas separadas y los brazos abiertos apoyados sobre los azulejos por encima de mi cabeza, formando una X, y miraba el desagüe que se engullía todo rastro de mi propio esperma.

 

Cuando volví a acostarme nuevamente después de casi una hora de estar bajo la ducha, mis ojos se negaron a cerrar sus párpados.

Miré el reloj y faltaban diez minutos para las 7 de la mañana. En poco tiempo más debía levantarme y prepararme para volver al trabajo y prácticamente en ese momento estaba más cansado que cuando me había acostado la noche anterior.

 

 

 

 

Durante los siguientes días continuaron las llamadas y siguieron las perversiones que comencé a dudar que se fueran a concretar algún día. El pajero sólo buscaba excitación con todo lo que me decía para lograr tener orgasmos más satisfactorios. Sus palabras lo descubrían como buscando desesperadamente la eyaculación y cada vez sus dichos eran aún hasta más bizarros.

 

"Quiero que bañes mis gordas tetas con tu leche."

"Quiero acabarte dentro de la boca y que te lo tragues todo."

"Deseo cagarte encima de esa pija grandota que seguramente tienes escondida dentro de tus pantalones y masturbarte con fuerza."

"Me gustaría llenarte la boca con mi cagada, que te la tragues y que luego me limpies el culo con la lengua."

"Quiero que tú me cagues sobre la verga y luego metértela por el ojete bien adentro con tu excremento como única lubricación."

"Quiero que me sirvas como inodoro. Quiero escupirte, mear, cagar y pajearme dentro de tu boca."

 

La verdad que el muchacho era muy imaginativo y esos eran básicamente sus más recurrentes anhelos y yo asentía o lo alentaba a que me continuara diciendo qué más quería hacer él conmigo.

 

 

 

"Y cuándo nos vamos a conocer?" Pregunté en una oportunidad.

No hubo contestación.

"Tú ya me conoces?" Quise saber.

Silencio absoluto.

"Yo te conozco?"

Cortó la comunicación.

 

 

Eso me dio la certeza de que indefectiblemente yo conocía a esa persona, ya que últimamente hasta estaba dudando de esa posibilidad. Ciertamente se habría asustado de que lo descubriera porque había cancelado la llamada en forma abrupta y lógicamente antes de eyacular.

Ya me estaba fastidiando, así que decidí que no volvería a pensar en él hasta el siguiente llamado.


Pero ya era imposible.

Cuando estuve en la cama esa noche, mi subconsciente lo trajo nuevamente a la mente y tuve otra erección tremenda.

Ese pendejo era perverso. La puta que lo parió!

Comencé a acariciarme y cuando menos lo pensé me la estaba sacudiendo nuevamente en forma frenética.

Suponía que sus solicitudes no eran reales. Que muy difícilmente se animaría a realizarlas de tener la oportunidad de hacerlo. Sólo estaba expulsando sus fantasías; estaba escupiendo hacia fuera sus más recónditas perversiones.

Y si no fuera así?

Si realmente le seducía hacer todas esas cosas?

Si en verdad le gustaban los castigos, el dolor, todo lo relacionado con las cosas raras, la orina, el excremento y todo eso?

Ahora sentía curiosidad.

Pensé en alguien que se hubiera aparecido por la tienda en alguna oportunidad y que pudiera tener ese perfil.

Dejando de lado al mayor de los Gordínez, que ya había descartado plenamente como el autor de los llamados aunque ya había demostrado algún grado de perversidad, habían otros dos adolescentes que me miraban entre desconfiados y fascinados cada vez que iban por allí. Ambos eran muy gordos, no menos de 160 kilos de peso y uno de ellos hasta tenía cara de degenerado. Eso quiere decir que se pasaba tocando la entrepierna cuando él creía que no lo veía nadie. También solía meterse los dedos en la nariz en forma descarada dando a entender que no tenía muy buena educación. Aunque pensándolo bien, el que hacía estos llamados no me daba indicios de ser un maleducado; muy por el contrario, el muchacho se expresaba muy claramente y tenía un vocabulario bastante amplio.

Me vino a la mente una frase suya que emitió apenas le confié que sabía que él era activo:

"...sólo estoy pensando que debería tener más cuidado contigo. Sé que no debo subestimarte. Sé que eres muy inteligente. Estás siempre muy alerta a todo lo que digo..."

"...Sé que no debo subestimarte. Sé que eres muy inteligente..."

"...Sé que no debo subestimarte..."

Definitivamente esta persona era bastante culta. Nadie que no lo fuera se expresaba de esa forma. La verdad es que conozco gente que trabaja en la tienda que ni siquiera tiene la más mínima idea de lo que quiere decir la palabra ‘subestimar’.

 

Sea como fuere, cerré los ojos imaginando tener nuevamente al pajero en mi cama y que me estuviera haciendo exactamente lo mismo que había soñado que me hacía la otra noche en que me excitó en aquella forma descomunal, y tan sólo eso me hizo eyacular nuevamente y de una forma muy similar a la anterior.

Con los últimos espasmos, tuve el pensamiento de que si alguna vez tenía a este tipo conmigo en la cama, seguramente la iríamos a pasar de maravillas.

Pensé que no debería volver a perder la calma ni la cordura en ningún momento para lograr estar siempre con el control de la situación cada vez que llamara y que eso me permitiera estar alerta para intentar todo lo posible para convencerlo de estar a solas y desnudos, y así dejarnos conducir por nuestras propias fantasías. No estaba seguro en ese momento, pero debía tener en cuenta la posibilidad de que eso nos podría llevar finalmente por un camino peligroso y que podríamos terminar cayendo en forma inexorable por un barranco y perdernos definitivamente en el abismo de nuestra propia lujuria.

Qué podía intentar hacer que ya no hubiera hecho antes?

Cómo debería manejar la conversación para convencerlo?

Cuando se veía acorralado con mis preguntas, delataba estar siendo víctima de algún temor por poder verse descubierto y sin excepciones colgaba la comunicación, pero indefectiblemente eso no le impedía volver a hacer el llamado al siguiente día.

En realidad, nunca dejaba de hacerlo.

 

Volvía una y otra vez a atenderle la llamada de las 6, siempre con la misma rutina, salvo en una oportunidad, que el tema de la conversación tuvo un giro inesperado.

 

"Me gustaría que me dijeras lo muy puto que eres." Comenzó diciendo. "Que me supliques que te dé mi pija por el culo. Me encantaría sentir a mi pija entrar y salir de tu culo asquerosamente sucio. Empujarla mientras te resistes, y que me la aprietes con tu ojete hasta sentir cómo me la raspas con él. Quiero tener toda mi pija dentro tuyo, sentirla absolutamente dentro tuyo, y hacerla saltar en tus entrañas, golpearte con ella los intestinos." Denotaba estar regodeándose y regocijándose con cada palabra que emitía.

No hice comentarios y él ni siquiera los esperó ya que como tenía todo el impulso acumulado, prosiguió como deslizándose por la pendiente.


"Sí, dime lo mucho que te gustaría sentir a mi verga hincharse en tu culo y terminar rasgándotelo antes de llenártela con mi leche ‘calientita’ y que ella recorra por tu mugriento ojete. Quiero ponerte mi hijo dentro tuyo." Dijo y pareció estar nuevamente excitado al máximo. "Dime como te gustaría que te coja? Prefieres en cuatro patas? Mejor aún, me gustaría violarte mientras tú te resistes. Quisiera forzarte, y romperte el culo. Lastimarte con mi gorda pija. Puto! Puto de mierda! Suplícame para que te la meta bien adentro. Quiero que te sientes encima mío y que comiences a cabalgarme como si estuvieras haciéndolo sobre un caballo. Que sientas mi pija dentro tuyo, que subas y cuando bajes te la entierres lo más dentro posible."

Continué sin emitir palabra.

"Puto inmundo! Quisiera violarte! Hacerte mucho daño!" Ahora sus palabras parecía alaridos escupidos entre los dientes.

"Y eso por qué?" Dije totalmente desconcertado. "Por qué me quisieras hacer tanto daño? Qué te he hecho yo a ti?"

Cortó la comunicación abruptamente otra vez.

 

"LA PUTA MADRE QUE TE PARIÓ!!!" Grité esta vez con todas mis fuerzas sin poder controlarme.

Ahora sí había logrado sacarme finalmente de las casillas. Estaba alterado totalmente. Me había transformado en una fiera a punto de ahogarme en mi propia furia, porque supuse que todo estaba bien y por ende no tendría problemas en contestarme ya que estábamos manteniendo un diálogo.

 

Alguien golpeó la puerta cerrada del privado donde me encontraba.

"Zesna, Sucede algo? Estás bien?" Me preguntó una de las telefonistas luego de haberle dado permiso para entrar. "Es que todos te escuchamos putear a los gritos, Zesna, y eso no es muy común en ti. Por lo menos no el hacerlo de esa forma y con ese volumen."

"No, en verdad lo siento. Gracias, pero está todo bien." Dije volviendo ya a mi estado normal.

"Es esa llamada nuevamente, verdad?" Preguntó.

"Sí!" Contesté sin agregar más.

"No te enojes Zesna." Me dijo preocupada. "Pero deberías negarte a atenderlo otra vez. Te estás alterando por algo que no tiene ningún sentido hacerlo."

Posiblemente tuviera razón, pero sinceramente había algo que me impedía negarme a atender esos llamados y no era necesariamente la parte sexual ya que a veces me excitaba y otras no.

Había algo en ese acto que repetía una y otra vez sin cesar, que me decía que ese muchacho estaba necesitado de alguien. No podía decir con ciencia cierta si esa necesidad la tendría sólo de mí, o posiblemente de cualquiera que le prestara la atención debida; suponía que precisaba infructuosamente de esas pajas diarias realizadas con mi ayuda como escape de algún problema que lo aquejaba.

No sé, no estaba seguro.

Pero qué sucedería si todo fuera como yo pensaba y dejaba de atenderlo?

Nuevamente y como siempre, dejé que el destino moviera las fichas de qué hacer en el futuro cercano.

No sabía en ese momento que ese mismo destino iba a efectuar una de las movidas que me daría una de las sorpresas más grandes de mi vida y que las respuestas a mis preguntas las iba a conocer en una forma fortuita, de pura casualidad y todo por estar en el momento justo en el lugar adecuado.

 

 

 

JUEVES

8:30 PM

 

Pasé como todas las noches por el local reformado de Pedro y me alegré otra vez de verlo repleto de clientes.

Cuando el gordo me vio, dejó de atender a todos sus clientes y se acercó para darme un fuerte abrazo y un beso en la mejilla.

"Está todo bien, Pedro, te agradezco mucho pero no descuides a tus clientes que son los que te dan de comer." Le dije en secreto al oído, sin desmerecer el acto espontáneo que había tenido para conmigo.

Estas cosas son muy fuertes!


Sonrió y volvió a ponerse detrás del mostrador, y lo mejor de todo es que la sonrisa no se borró de su rostro mientras permanecía allí esperando para ser atendido.

En ese momento, Cristina volvía del interior de la vivienda y al verme, hizo exactamente lo mismo que su marido. Se acercó a mi y me dio un beso de la misma forma.

En verdad, estas cosas son doblemente fuertes!


Todos los clientes se quedaron mirándome como preguntando ‘Quién mierda es este tipo?’

Cuando llegó mi turno, se lo obsequié al siguiente y luego al otro, ya que los clientes no dejaban de entrar al local y yo no tenía ningún apuro, al contrario, me encantaba ver cómo estando detrás del mostrador, se movían ambos pares de tetas por dentro de sus prendas mientras atendían hacían su trabajo, de la misma forma que cada tanto se agachaban para dejarme admirar con la visión el contorno de sus culos y hasta las rajas desnudas de los mismos que a veces sobresalían por encima de sus pantalones.

No pude evitarlo, pero el solo pensar en las cosas que podría hacerle Pedro a su esposa utilizando el pene de latex que le había obsequiado en su cumpleaños, me hizo mojar los calzoncillos. Realmente ese hecho hizo que meditara muy seriamente en no volver a ir por ese Hiper Mini Market nuevamente, sin tener puesto un pañal para adultos.

En un determinado momento, Pedro interrumpió mis pensamientos preguntándome si conocía a alguna persona de confianza pues iba a necesitar a alguien para que los ayudara por las tardes, ya que eran los momentos del día en que tenían más ventas.

Me alegré por ellos, ya que el negocio estaba prosperando!

Inmediatamente pensé en alguien.

"Déjame ver si lo encuentro ahora mismo." Le dije. "Vive aquí a la vuelta, es uno de los muchachos que vino a ayudarnos con la reforma."

Fui directamente hacia su casa y una vez allí, toqué timbre.


"Zesna, qué alegría." Dijo mi amigo apenas abrió la puerta. "Ven, quieres entrar para conocer mi casa?."

"Estás sólo, Gerardo?" Le pregunté y asintió. "La conoceré en otra oportunidad. Escucha, no quieres trabajar por las tardes?"

Abrió los ojos de par en par.

"Y me pagarían por ello?" Fue lo primero que preguntó.

"Claro. Por supuesto que sí. En principio sólo serían unas pocas horas, desde las 5 de la tarde hasta las 8 ó 9, depende del trabajo."

"Sí, me interesa!" Y qué tendría que hacer?" Me dijo excitado.

Le pedí que me acompañara en ese mismo momento y le expliqué en el camino que sólo tenía que atender al público.

Llegamos al Mini Market, que nuevamente volvía a estar repleto.

Gerardo intercambió unas palabras con Pedro y al instante escuché las primeras palabras de mi amigo en el local, diciendo "Quién sigue?"

La cara de contento del muchacho no pasó desapercibido para Pedro ni para Cristina. Además el muchacho era muy simpático con la gente. Hacía bromas de todo tipo y todos los que eran atendidos por él, felicitaban a los dueños por el nuevo empleado.

 

Sonreí nuevamente por estar haciendo lo correcto.

Realmente me alegré ya que Gerardo estaba toda la tarde al divino pedo en su casa. Por lo menos ahora estaría ocupado y encima ello le generaría algunos ingresos.

Dios!
Si hasta parecía Kwai Chan Caine yendo por el mundo y haciendo el bien sin mirar a quién. Bueno en realidad mientras ese ‘quién’ fuera un gordote bonito, no tendría ningún inconveniente.

Calma, pequeño saltamontes!

 

 

 

VIERNES

6:10 PM

 

Estaba atareado de trabajo y de pronto, tras ver mi reloj pulsera, me quedé totalmente sorprendido ya que la llamada habitual no había llegado.

Un momento!

Podría ser posible que Gerardo fuera el autor de las llamadas anónimas y que ahora que estaba trabajando en el local de Pedro no las pudiera volver a realizar?

Si fuera así, entonces debía suponer que él me había mentido, ya que en una oportunidad en que él me había llamado después de las 6, me había negado ser el autor de la llamada anterior.

No podía ser posible.

O si?

Estaba completamente desconcertado.

Luego del trabajo, pasé nuevamente por el local, y lo vi literalmente enamorado de su nuevo trabajo, por lo que decidí que fuera cual fuera la relación de Gerardo con las llamadas, debía enterrar el tema definitivamente.

 

 

 

 

SÁBADO.

11:10 AM

 

Esa mañana transcurrió en forma rutinaria y como no se registró el llamado de las 11 de la mañana, terminé de convencerme que mi suposición con respecto al autor de los llamados estaba en lo cierto.

Pasadas las 11:30, la telefonista me avisó que tenía una llamada en espera.

"Bueno!" Pensé. "Finalmente Gerardo se decidió a llamarme para por lo menos no perderse la paja del fin de semana. Claro, ahora caigo en la cuenta que hoy sábado no trabaja."

Enojado, fui a atender al pajero para desenmascararlo.

Estaba dolido!

Estaba totalmente furioso!

Para decir la verdad...estaba completamente equivocado!!!

La persona que llamaba era la señora que oficiaba como ama de llaves en la mansión de Eduardo, y lo hizo por expreso pedido de él mismo para informarme que el doctor había sufrido un pequeño accidente.

"El señor está bien. Sólo me pidió que le informara." Dijo la mujer.

"Qué fue lo que le sucedió?" Pregunté sin dejar de estar preocupado a pesar de que insistió en que el accidente no era de la más mínima gravedad.

"Ayer a la tarde se cayó por las escaleras, pero me pidió expresamente que le avisara que no fue nada grave ya que solamente tuvo una fisura en el tobillo derecho. Por esa razón no quiso que lo llamara ayer mismo, hasta tanto no estuvo seguro de que todo no había sido más que un susto. Por suerte no se fracturó la rodilla, a pesar de que se la golpeó en forma muy fuerte." Continuó informándome.

"Dígale que salgo para ahí ahora mismo." Le comuniqué apenas me dijo que Eduardo ya había dejado el centro médico y estaba de vuelta en su propio domicilio como prueba fehaciente de que la caída había sido leve a pesar de lo espectacular.

Me puse muy nervioso. No podía ni siquiera esperar a la hora de salida del trabajo ya que por más que me repitió como tres veces que el accidente no había resultado para nada grave, no hubo forma de que me tranquilizara.

 

Lo único que me faltaba ahora era que le sucediera algo a uno de los gordos que más quería y que aún me quedaba, y todo tan sólo por un estúpido accidente.

 

Basta, por favor!

No me castiguen más!

Solicité permiso para irme temprano y llegué a la mansión de Eduardo lo más rápido que pude.

Entré a la casa y vi a Junior que estaba muy triste. Tanto como nunca lo había visto así en alguna otra oportunidad anterior. Apenas me vio, vino corriendo a abrazarme. Por Dios santo, este muchacho cada vez estaba más gordo y más grande. Su abrazo casi me asfixia.

"Mi papá se cayó por las escaleras, Zesna." Dijo apretando aún más fuerte el abrazo.

"Pero...Me dijeron que no era tan grave. Por qué estás así? Él está bien?" Pregunté desconcertado una vez que pude hacerle aflojar la presión que ejercía sobre mí.

"Sí, pero tengo miedo." Contestó preocupado.


"Miedo? Pero de qué?" Pregunté.


"Miedo de que le pase algo y yo me quede sólo." Contestó.

"No, bebé." Le dije para darle tranquilidad. "Eso no va a ocurrir porque tú con mi ayuda lo vamos a cuidar, ya que somos las dos personas que más lo queremos en el mundo."

Le acaricié el cabello, mientras él seguía mirándome a los ojos fijamente y nuevamente volvió a rodearme con sus brazos y apoyó su cabeza en mi hombro.

 

 

Luego de unos momentos y tras recuperar mi aliento, fuimos juntos a la planta alta para verlo.

Eduardo yacía acostado sobre su cama vistiendo tan sólo una bata y estaba triste, me pareció más bien que se hallaba enojado consigo mismo, tal vez por la forma tonta como habría ocurrido el desgraciado accidente.

"Bueno lo importante es que todo está bien." Le dije para darle ánimos, luego de saludarlo con un beso en la mejilla. "No es cierto?

"Sí, pudo haber sido mucho peor, pero lo que más me preocupa ahora es que tengo para varios días de cama y por eso debo cancelar todas las consultas que ya tenía acordadas con mis pacientes." Dijo lamentándose. "No me gusta hacer eso."

"Bueno, pero esto es algo de fuerza mayor." Comenté para tranquilizarlo. "Hay algo en que pueda ayudar?"

"Ya lo haces tan sólo con estar aquí, Zesna." Me dijo.

En un descuido de Junior, le pedí a Eduardo que necesitaba hablar con él en forma privada.

"Hijo, por qué no vas a prepararme el jacuzzi ya que el agua caliente me hace bien?" Le dijo de pronto al muchacho para quitarlo del dormitorio. "Y avísame cuando esté pronto."

Una vez que Junior dejó la habitación, me acerqué más a Eduardo y comencé a hablarle en voz baja.

"Abuelo, estoy muy preocupado por su hijo." Dije y quería realmente encontrar las palabras para poder comunicarle la impresión que me había causado antes de subir a verlo. "Cuando llegué hace unos momentos, estaba bastante asustado porque tenía miedo de quedarse sólo si a usted le pasa algo."

Escuchamos el preciso momento en que se abrió el grifo de una canilla y comenzó a despedir un gran chorro de agua.

"Sí, supongo que es normal luego de lo que me sucedió, pero por suerte todo no pasó de ser más que un gran susto." Dijo restándole importancia.

"Perdone que insista, pero no se lo hubiera dicho si no me hubiera parecido realmente importante y del mismo modo muy extraño." Estaba intentando por todos los medios de poder transmitirle lo que había sentido con ese abrazo que Junior me dio, pero no podía encontrar las palabras adecuadas. "En realidad no sé cómo explicarlo, pero tengo la fuerte sensación de que algo le está pasando a su hijo."

"Supongo que está muy nervioso por todo esto. Yo también lo estuve, pero los médicos me han dicho que no hay lesiones graves." Me dijo para tranquilizarme. "En verdad no tienes razón para preocuparte."

Pero yo me conozco.

"Es bueno saberlo. Pero insisto en que algo le está sucediendo." Miré hacia el baño que permanecía con la puerta abierta y desde el lugar donde nos encontrábamos podíamos ver al muchacho que estaba distraído, ocupado en la tarea de dejar llenarse el jacuzzi, mientras controlaba la temperatura del agua con una mano. "Le estará yendo bien en los estudios?"

"Sí. Tiene muy buenas notas. Le gustan mucho las matemáticas, la historia, el dibujo y los idiomas, aunque tiene alguna dificultad con la biología y la filosofía, pero nada del otro mundo." Me dijo. "Te agradezco que te preocupes por mi muchacho, pero sinceramente está todo bien. Sólo que un poco nervioso por mi accidente. Te reitero, no le des demasiada importancia, mi niño."

Hizo una pausa mientras yo lo miraba y negaba con la cabeza y fue entonces cuando sonrió antes de confiarme algo que me dejó completamente anonadado.

"Realmente tú tienes un don especial, Zesna. Es imposible que alguien te oculte algo, verdad?" Dijo y lo miré sorprendido porque no sabía a qué se refería, entonces me tomó la mano y agregó. "En realidad mi hijo tal vez sí tenga un motivo para estar así."

En ese momento entró Junior a la habitación.

"Papá, el agua ya..." Y se interrumpió cuando vio a Eduardo en el preciso instante en que éste me soltaba la mano en forma muy abrupta apenas vio que su hijo se percató de ello, lo que hizo poner al muchacho muy nervioso. "El agua ya está ‘calientita’."

"Ya te dije que no se dice ‘calientita’ sino ‘calentita’" Corrigió su padre.

"Bueno, es lo mismo!" Contestó el muchacho.

 

CONTINUARÁ.

Los comentarios son bienvenidos.

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Fin

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