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El gordo mayor (6)

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EL GORDO MAYOR (6)

ÚLTIMO CAPÍTULO: DIA DE LAS MENTIRAS

 

Martes, 11.00 AM.

"Zesna, tienes una llamada urgente." Gritó una de las chicas de la oficina.

Casi con seguridad algún proveedor solicitando fecha para alguna entrega. Pero, ‘urgente’?

Qué extraño!

 

"Hola?" Dije, una vez que llegué al aparato.

"Hola, Zesna?" dijo una voz triste.

"Sí, el mismo. Quién habla?" Contesté sin haber reconocido a la persona que estaba del otro lado del tubo.

"Habla Eduardo."


"Eduardo?" y bajé la voz. "Pero...qué sucede?" pregunté con verdadera preocupación.

"Algo muy grave." Y noté como sollozaba junto con las palabras. "Mi hijo intentó suicidarse."

"Qué???" Grité atónito.

Oh, Dios.

No.

Pobre muchacho.

"Oh, Zesna. No te hice caso cuando me dijiste lo que había sucedido con mi mujer. Si no se recupera, no me lo voy a poder perdonar nunca."

"No, Eduardo. No es suya la culpa en absoluto. Qué fue lo que pasó?"

"Tomó pastillas. Demasiadas. Le están haciendo un lavado de estómago en este momento. Su estado es muy crítico." Irrumpió a llorar. "Oh, mi Dios, tú me lo advertiste, y no te creí. No lo podía creer. No lo quise hacer. Yo lo pude haber evitado."

"Todo va a salir bien, Eduardo." Dije sin total convencimiento de mis palabras. "Estoy seguro que él va a salir de ésta." Y rogué para que fuera así.

"Tú no entiendes. Yo que me paso la vida ayudando a la gente y no pude ver el tremendo problema que tengo en mi propia casa. Como dice el refrán ‘En casa de herrero, cuchillo de palo’. Y lo que es aún peor, tú sí te diste cuenta, y yo lo ignoré por completo." Su llanto no cesaba.

"Realmente me gustaría que hubiese algo que yo pudiera hacer ahora." Dije con toda sinceridad.

"Oh, no sabes cuánto te lo agradezco. No te imaginas lo mucho que necesitaba hablarte en este momento. Por eso quise llamarte aunque más no fuera unos minutos. Zesna, estoy realmente preocupado por mi muchacho. Si no sale de esta, no sé qué voy a hacer con mi vida."

"No, Eduardo, por favor. No me asuste. No diga eso. Ni lo piense. Estoy muy seguro que él se va a recuperar. Pero por favor, no vuelva a decir algo así. Deme su palabra que no va a ocurrir nada si algo no sale bien." Dije desesperado.

"No te puedo mentir, Zesna. No puedo darte mi palabra."Hizo una larga pausa, y esperé en silencio porque parecía como que alguien le estaba hablando. "Debo cortar ahora."

"No, espere. Dónde...?."

Se cortó la comunicación.

 

No me podía quedar así, en esta situación. Si no lograba saber aunque sea algo más, la desesperación me iba a durar el resto del día sin ninguna duda.

No soy de las personas que se ponen nerviosas por cualquier cosa, pero la ansiedad de estar en esta situación, me puso en un estado que muy pocas veces había experimentado antes.

"Zesna, te sientes bien?" Me preguntó un compañero de trabajo al segundo de haber colgado el tubo. " Es que estás pálido como un papel."

"No, no estoy para nada bien, Acabo de recibir una pésima noticia."

Pensé en lo que yo podría hacer, y llegué a la conclusión que era realmente muy poco, casi nada. Eduardo ni siquiera me había dado la oportunidad de preguntarle en qué hospital estaba. No tenía forma de comunicarme con él. Y si supiera, no sé realmente si iría allí. No quería tener que explicarle a su esposa quién era yo.

Sea como sea, no estaba dispuesto a rendirme tan fácilmente de todos modos.

Un momento, pero si yo tenía el teléfono de su casa.

Alguien del personal de servicio debería estar allí, y seguramente me podrían dar la información que necesitaba.

Eso es, pensé.

Busqué la tarjeta que tenía guardada en mi billetera.

 

Estaba tan nervioso que disqué mal por dos veces consecutivas. A la tercera, me cercioré primero que fuera la casa del doctor.

"Hola. Está el señor Eduardo?."

"No, él no está en este momento. Quién le habla?" dijo una voz femenina.

"Tenía una reunión con él hoy, pero me acaba de llamar diciéndome que se iba a postergar por algo que surgió y de pronto se cortó la comunicación. Necesito comunicarme urgentemente con él."

"Lo siento, pero él tiene un problema, y no creo que lo pueda atender hoy."

"Sí, él ya me explicó qué es lo que sucede, pero necesito hablar con él, le reitero, es muy urgente."

"Lo siento, él problema de él es más urgente, y no se le puede molestar en este momento."

"No sabe dónde lo podría ubicar? Un teléfono o una dirección?"

"No, ya le dije que no le puedo dar esa información. Cómo quiere que se lo diga?."

"Discúlpeme que insista, pero habrá alguna persona de más cargo en la casa en este momento que me pudiera ayudar?" Pregunté para ver si podía hablar con alguien del personal de más rango.


"Yo soy la esposa."

Quedé completamente estupefacto.

Qué estaba haciendo su mujer allí?

Desde el primer momento pensé que la persona que había atendido el teléfono era alguien del servicio doméstico.

Me repetí a mi mismo las dos frases que me había escuchado de ella, y me quedaron grabadas:

"Lo siento, pero él tiene un problema, y no creo que lo pueda atender hoy."

"Lo siento, el problema de él es más urgente..."

Pero qué mujer más hija de puta. O sea que ella no tenía ningún problema con que su hijo se hubiera intentado suicidar. Todo el problema se lo atribuía exclusivamente a él.

Me invadió un sentimiento de odio repugnante que me envolvió de repente de forma tal como nunca había tenido con anterioridad y muy difícilmente fuera a volver a tener en el futuro.

"Señora, soy el doctor Zesna, y hoy tenía una reunión de trabajo con mi colega. Él me acaba de llamar y me contó exactamente el problema, pero se cortó la llamada telefónica antes de decirme dónde estaba. Estaba solicitando mi ayuda profesional y necesito urgentemente comunicarme con él para hablar del problema del hijo de él."

"De nuestro hijo, querrá decir." Me corrigió.

"Sí?, Bueno, disculpe entonces, pero como me dijo que él era quien tenía un problema, y me reiteró luego que el problema era de él, llegué a pensar que ese hijo podría ser de algún otro matrimonio anterior." Le dije ya fuera de mí.

"No, no, no. Usted malinterpretó mis palabras. Lo que pasa es que estoy muy nerviosa."

"Sí, por supuesto, ya me estoy dando cuenta. Sé que cuando se lo diga a su marido, él va a estar muy agradecido de que usted no estuviera también en el hospital con él, sino me hubiera sido casi imposible encontrar a alguien tan amable que me pudiera dar la información que estoy buscando para dar con el hospital. Podría decirme por favor de una buena vez en cuál está internado su hijo y no hacerme perder más preciosos minutos que pueden ser muy importantes para salvarle la vida?"

"Pero quién es usted?" Preguntó impertinentemente.

Pero la concha de su madre!, pensé

"Mire señora. No tengo más tiempo para perder con usted. Si no me da ahora mismo el nombre del hospital en que se encuentra internado su hijo, la voy a hacer responsable de lo que le pueda suceder por no haber podido llegar a tiempo. Después pregúntele a su marido quién es el doctor Zesna o pídale todas las explicaciones que crea pertinentes, que estoy seguro que se las va a dar." Ahora sí estaba totalmente descontrolado y furioso.

"A ver, un momentito, por favor. Espere un segundo que le doy la dirección, doctor." Dijo ahora más mansa que una cabra.

 

Odio mentir, pero creo que bien valió la pena esta vez.

Yegua puta.

 

 

 

 

 

Pedí libre el resto del día, y como hacía un rato apenas estaba blanco como la leche y ahora estaba completamente rojo de furia, todos se percataron que lo mío era realmente muy grave.

 

Tomé un taxi, y llegué al hospital en menos de quince minutos.

 

 

Como no sabía el nombre exacto del muchacho, le pregunté a la recepcionista otorgándole únicamente el apellido, y tras buscar en un libro me dio el piso en que se encontraba, pero me dijo que de ninguna manera podía subir. Estaba total y terminantemente prohibido. Pregunté en qué estado se encontraba el chico, y tras averiguar por teléfono, me contestó que era muy crítico. Gravísimo. Aún estaba en la sala de operaciones.

"Hay algún horario en el que pudiera pasar?"

"No, lo siento. No puede recibir ninguna clase de visitas."

"Pero, cómo que no? Qué extraño, tengo entendido que el padre está allí. Me urge hablar con él. Por favor." Volvía a enfurecerme lentamente.

"En verdad lo lamento. No puedo hacer absolutamente nada."

O sea que esta persona era una inútil, pensé. Odio cuando me contestan de ese modo. Me tenté a decirle "Si usted no puede hacer absolutamente nada, entonces qué mierda está haciendo aquí y por qué le pagan un sueldo por ello?"

De todas formas, para evitar discutir y que eso no me condujera a nada, le pregunté si se podía comunicar por el interno para intentar avisarle al padre que yo estaba allí. Muy de mala gana tomó el tubo.

Alcanzó únicamente tan solo un segundo en que bajó la mirada hacia el aparato para tocar un par de botones. No quiero ni siquiera imaginarme la cara que debe haber puesto cuando al levantar la vista, yo ya no estaba allí.

 

 

Corrí hacia las escaleras lo más rápido que pude, porque supuse que si alguien salía en mi búsqueda lo iba a hacer en la entrada de los ascensores.

No me detuve siquiera a mirar hacia atrás. Subí los cinco pisos corriendo.

Cuando finalmente llegué, recorrí todos los pasillos, y no vi a Eduardo. Nuevamente me ganó la sensación de desespero mezclada con ira e impotencia.
Estaba rogando el no tener que preguntar a nadie para evitar que me descubrieran. Tal vez la enfermera ya hubiera dado la voz de alerta de que podría haber un intruso en ese piso.

De pronto apareció un enfermero empujando una camilla llena de sábanas y toallas, y ante mi desesperación decidí preguntarle.

"Disculpe, estoy buscando a mi padre, es un señor muy gordo que está esperando por mi hermano que aún está en la sala de operaciones." Hoy era, sin ningún lugar a dudas, mi día de las mentiras y lo más curioso de todo era que no había ni una pizca de remordimiento dentro mío. Todo era por una causa noble.

Me señaló un pasillo y siguió su camino sin detenerse.


Fui por donde me indicó y nuevamente tuve que buscar. A la tercera puerta que abrí encontré a Eduardo con ambas manos terminándose de secar las lágrimas de los ojos.


"Zesna! Qué estás haciendo aquí?" preguntó apenas me vio, no dándole crédito a sus ojos.

"No acostumbro a dejar solos a mis amigos."

"Pero cómo hiciste para localizarme?... Cómo supiste a qué hospital venir?... Y por todos los santos, cómo lograste que te dejaran subir hasta aquí?" Sus preguntas denotaban realmente sorpresa extrema.

"Es que tengo muchos recursos. No me dijo que me necesitaba? Aquí estoy. Qué novedades tiene de su hijo?"

"Todo está igual de mal que cuando hablé contigo. Muchacho, en verdad eres sorprendente."Se acercó a mí y me abrazó muy fuerte. "No sabes cuánto te agradezco que hayas venido. Soy bastante testarudo. Tendría que haberte dicho dónde estaba. De todas formas, veo que igual te las arreglaste para ubicarme. No te dije porque no quería complicarte más la vida. Hasta me arrepentí de haberte llamado. Yo no tengo ningún derecho en meterte en mis problemas."

"Pero, qué me está diciendo? Soy yo el que quiere estar aquí. Para mi es muy fuerte tener un amigo. En este momento no me importa nadie más. Y los problemas de mis amigos, son también los míos propios. Si únicamente mi presencia lo hace sentirse mejor, no tengo ni que pensarlo dos veces."

Volvió a abrazarme fuertemente, y lo escuché sollozar por largo rato.

"No sabes cuánto te lo agradezco." Dijo finalmente. "Ya te habrás percatado que nunca tuve un real amigo. Amigos, si, pero con el correr del tiempo te das cuenta que no son amigos verdaderos. Gracias, hijo."

"No es necesario que me lo agradezca. Ya estoy satisfecho sólo con verlo mejor."

"Me encantaría que me cuentes cómo diablos me ubicaste?" preguntó, ahora intrigado.

"Bueno, tal vez no ocurra, pero posiblemente su esposa le vaya a preguntar por un tal doctor Zesna."

Lejos de sonreír por la ocurrencia, se puso muy furioso.

"No me hables de esa hija de una gran puta. Todo esto es por su culpa. Cuando la agarre, la voy a matar." Dijo totalmente descontrolado.

"No, Eduardo. No debería hacer nada en ese estado. Piense muy bien los pasos a seguir para que no se pueda arrepentir luego."

"Pero por Dios. Tú nunca pierdes la calma? Parece como que siempre me estás conteniendo." Y razonando un poco, se calmó. "Y para decir la verdad, eso es justamente lo que necesito en este momento."

"Bueno, mire, no todo es lo que parece. Creo que hoy justamente perdí al calma y la compostura más veces de lo que lo había hecho anteriormente en todo lo que va de mi vida junto."

"Realmente espero que todo esto termine bien, porque luego quisiera que me cuentes detalladamente acerca del doctor Zesna." Y ahora sí, sonrió. "Sinceramente me gustaría saber cómo hiciste para que la yegua de mi mujer te diera alguna información de dónde encontrarme."

 

 

De pronto se abrió la puerta bruscamente, y dos guardias de seguridad irrumpieron abruptamente.

"Él no puede estar aquí." Dijo uno de ellos.


"Todo está bien, yo me hago cargo." Contestó Eduardo.


"Discúlpeme, pero me lo tengo que llevar." Insistió.


"Él se queda aquí!" Le gritó mi amigo denotando que estaba entrando en cólera.

"Perdone doctor, pero son las reglas del hospital." Reiteró con insistencia.

"Las reglas del hospital me las paso por el ojete. Él se va a quedar aquí conmigo." Gritó el gordo de nuevo aún con la voz más fuerte y completamente alterado.

La cara desencajada de Eduardo, sumada a su imponente figura, era por demás desafiante. Definitivamente no me hubiera gustado estar en los zapatos del guardia en ese momento, ni siquiera para discutir con Eduardo, y mucho menos para irme a las manos. De todas formas, estaba realmente asustado por ser el causante de esta incómoda situación.

Uno de ellos habló a través de un walkie talkie con alguien y tras breves segundos pidió disculpas, y ambos se retiraron.

"No era necesario haber pasado por todo esto, en realidad ellos estaban cumpliendo con su deber. Fui yo el que estaba fuera de lugar. Yo soy realmente el intruso."

"Pues, nada. Yo te necesito aquí conmigo, ahora. No creo poder soportar esta situación yo solo."

Hubo un largo rato de silencio y de pronto Eduardo me confesó algo que me puso contento.

"He tomado una decisión. Mañana mismo tengo una reunión con mis abogados y sea cual sea el resultado de lo que suceda con mi hijo, he decidido poner de patitas en la calle a la yegua de mierda de mi mujer. De una forma o de otra, me voy a divorciar finalmente. Todo lo que hizo y hace conmigo, realmente me tiene sin cuidado. Pero con mi hijo, no. No puedo permitir que esté con esa alimaña ni un segundo más. Ni siquiera tiene la posibilidad de quedarse con la tenencia de él, porque es una inútil total. No trabaja, ni sabe hacer más nada que coger, culear y chupar pijas."

 

 

 

 

Cuatro fueron las horas que pasaron antes que un médico viniera a hablar con Eduardo.

Ya había terminado la operación y ahora el muchacho pasó a terapia intensiva y su estado seguía siendo muy delicado. Sólo restaba esperar.

Eduardo lloró sobre mi hombro un par de veces. Rezó. Y finalmente le pedí que durmiera un poco, ya que me había dicho que la internación había ocurrido en la madrugada y que había estado sin dormir por toda la noche. Le aseguré que yo me iba a mantener alerta por si había alguna novedad, y que lo iba a despertar si así ocurría. No iba a cambiar en nada si ambos estábamos allí, ya que sólo había que estar atentos a la evolución del muchacho.

Me sentí plenamente satisfecho cuando decidió hacer lo que le propuse sin oponer ningún tipo de resistencia. Me halagaba realmente que confiara en mi de esa forma.

 

 

 

Cuando vi su voluminosa figura desparramada en el confortable sillón dormitando, recordé la primera vez que lo vi entrar a la tienda luego de descender de su Mercedes azul, y pensé que en ese entonces ni me imaginaba que llegaría a verlo de esta forma, tan necesitado de amor y cariño. Nuevamente me invadió un deseo de protección hacia él. Sentí el impulso de abalanzarme y hacerle sentir mis brazos sobre su cuello. De demostrarle todos los sentimientos que tenía hacia él, de afecto, de cariño, de amor. Me hubiera gustado comerlo a besos.

Estuve seguro que Eduardo estaba durmiendo solamente porque yo estaba allí. Eso me hizo emocionar hasta las lágrimas. Sentir esa sensación es muy fuerte. Sólo te puede pasar muy pocas veces en la vida, y ésta era la segunda vez que eso me sucedía.

Recordé a la yegua de su esposa. Cómo puede una persona comportarse de semejante manera.

Volví a mirar ese cuerpo inmenso y recé por su hijo, porque no podría soportar que algo le pasara ni a él ni a Eduardo.

Nuevamente me encontré en una situación muy difícil, harto complicada.

 

 

Ocurriera lo que ocurriera con el muchacho, cambiaría casi con seguridad mi relación con su padre. Si sucedía lo peor, temía realmente por Eduardo, ya que me asustó mucho lo que me dijo por teléfono. Si por el contrario se mejoraba el chico, supongo que ahora requeriría una mayor atención de parte de su progenitor, por lo que tal vez yo ya no tuviera la misma cabida en su vida. Me juré que a partir de este momento, iba a ser un requisito sin e qua non que toda persona que fuera a tener una relación conmigo de cualquier índole, debía ser completamente libre y sin ningún tipo de compromisos. Quería evitarme el salir lastimado nuevamente por enamorarme de una persona que fuera casada, o con novia, o con hijos o con lo que fuera.

La mierda, pensé. Si mi vida parece uno de esos teleteatros que pasan en forma de culebrones en la televisión por la tarde. Bueno, estoy exagerando, porque allí no hay tantos gordos, me dije y reí nerviosamente a carcajadas por mi propia ocurrencia.

"De qué te ríes?" preguntó Eduardo que según parecía se había despertado por culpa de mis risas.

Compartí con él exactamente los mismos pensamientos que me llevaron a esa explosión, y él también se sumó a mis carcajadas. Supongo que los nervios de ambos nos estaban conduciendo a comportarnos de esa forma, aunque la risa suele ser una de las mejores terapias, y por ende no había nada malo en ello.

"Eduardo, quiero que me jure que lo que me dijo por teléfono fue algo que le salió sin pensar." Volví a retomar el tema demostrándole mucha preocupación.

"Hijo, como ya te dije, no te puedo mentir a ti. Si algo le llega a pasar a mi niño, no sé realmente qué es lo que puedo llegar a hacer. Eso es algo que lo he estado pensando mucho desde el domingo cuando tuvimos el incidente con los perros. Sólo imagínate si te hubiera ocurrido algo a ti por un descuido de mi parte. No sé cómo podría haber reaccionado en esa oportunidad. Sería exactamente lo mismo que en este caso,."

"No, aquello fue un accidente. Usted no tuvo culpa en lo más mínimo de lo que sucedió con aquellos animales. Pero no me cambie el tema. Ahora estamos hablando de su hijo, y quiero estar seguro que no va a cometer una locura."

"No te lo puedo prometer." Seguía siendo sincero conmigo.

Lo abracé y le pedí por favor.

Volvió a contestarme de la misma forma que antes.

Ante la desesperación, y sin haberlo pensado con anterioridad me armé de valor y le dije:

"Eduardo, si su hijo sale de ésta, me gustaría que le pueda dedicar todo su tiempo libre a él, que estoy seguro que lo ama mucho. Él lo necesita a usted, y usted le puede dar todo ese amor del que yo sé que es capaz de dar...."

"Y si mi hijo no sale de esto?" Interrumpió con mucho dolor sorprendiéndome.

"Entonces... yo voy a estar con usted para darle todo el amor que necesita. Me encantaría hasta irme a vivir con usted para siempre si eso fuera posible. Cuidarlo, mimarlo, pero Dios sabe que eso no va a ser necesario ya que su hijo se va a recuperar. Estoy muy seguro de ello."

 

 

 

 

 

 

 

 

EPÍLOGO:

Dos meses después.

Viernes 8.00 PM

Quedé sólo en la tienda. Di permiso para que se retirara todo el personal.

Rememoré todo lo que había vivido en los últimos meses y me puse a llorar como un bebé.

Es que siempre tiene que ser tan difícil la vida?

Cuando uno está como en la gloria, basta un solo segundo para que se le ponga todo patas para arriba.

Y de que forma el destino te mueve todos los hilos como si cada cosa que sucede fuera víctima de un capricho. En muchas oportunidades con vueltas de tuerca que a veces te dejan mal parado, o giros inesperados que te dejan mirando para el lado inverso.

La vida es así.

La vida es así?

 

 

Salí de la tienda a las 8.45 y miré hacia todos lados como si el Mercedes Azul, que no apareció en esa oportunidad, tuviera contrato para estar siempre a mi entera disposición.

Subí a mi propio automóvil, adquirido hacía menos de quince días con parte de mis ahorros.

Mientras conducía, me sumergí nuevamente en mis pensamientos.

"Mañana sábado debía ir al aeropuerto a despedir a un amigo. En realidad él no sabía que yo iría a despedirlo. Es más, bien pude haber aceptado su invitación para acompañarlo en el viaje, pero no lo hice. No estoy arrepentido de la decisión que tomé. Nunca me arrepiento en verdad de mis decisiones. Jamás las tomo en forma apresurada; siempre son muy meditadas y trato de poner todo en la balanza para equiparar y torcer a favor de un lado o de otro cualquier decisión a tomar. Como sea, nuevamente el destino influyó en mi vida como antes, como siempre."

 

 

No pude dormir en toda la noche, aún sabiendo que tenía el medio día siguiente libre en el trabajo. Lo había solicitado y nunca se me negó algo que yo haya pedido. Me sentía muy a gusto en mi empleo. Seguía trabajando con la misma responsabilidad como si yo mismo fuera el dueño del lugar y seguían reconociendo toda mi dedicación y esmero.

 

 

 

 

Me levanté de la cama a las 6.45 AM del día sábado, sin haber pegado los ojos ni un segundo. Me duché. Desayuné. No había chef, y mi madre y hermano aún dormían. Yo mismo me tuve que preparar el desayuno.

Conduje lentamente y llegué cerca de las 8.30 AM. a la terminal aérea, y acto seguido me dispuse a buscar sólo a una persona entre el gentío. Aún no era la hora, por lo que supuse que de no estar aún allí presente, no tardaría en llegar, pero de pronto lo encontré en una fila, a dos personas del mostrador esperando para hacer su check-in.

Busqué un lugar apartado pero no muy alejado donde poder verlo sin ser visto, y ese preciso lugar que encontré era la entrada de los baños. Tuve la precaución de no perderlo de vista ni un solo segundo. El lugar que había escogido me permitía de igual modo tener amplia visión de todas las puertas de embarque, la cual, inevitablemente, una de ellas sería testigo de ver cruzar la inmensa humanidad de mi vigilado en cualquier momento.

 

El personal del aeropuerto le selló los pasajes, y Eduardo se dirigió a despachar el equipaje. Acto seguido y ante la desesperación de verme descubierto, comenzó a caminar exactamente hacia el lugar donde yo me encontraba, hacia los baños.

Lo vi acercarse.

PUM PUM PUM PUM PUM

En ese mismo momento decidí ya no ocultarme más, y fue en ese preciso instante que me vio.

 

"Zesna, qué estás haciendo aquí?" Dijo sorprendido totalmente.


"Me vine a despedir. Hice mal?" Pregunté con lágrimas en los ojos.

"No, mi niño. Cómo dices eso?" Se me acercó y me dio uno de esos abrazos que solía darme. Fuerte y con mucho afecto, cargado de energía.

Sin más comentarios. Sobraban las palabras.

Ambos sentimos ese abrazo sincero. Me hubiera gustado quedarme allí mismo para siempre, sintiendo tantas sensaciones al mismo tiempo, recordando vivencias agradables. Pero sabía que ese abrazo sólo duraría unos segundos más, talvez y con suerte, algunos minutos.

Fue exactamente en ese momento que su hijo salió del baño y nos vio abrazados.


Nos separamos lentamente, sin ningún remordimiento ni movimientos bruscos, y sin emitir palabra alguna Eduardo tomó de la mano a su muchacho y comenzaron a alejarse.

 

 

"PASAJEROS CON DESTINO A DISNEYWORLD, SÍRVANSE EMBARCAR POR LA PUERTA NÚMERO DOS"

 

 

Allí se dirigían Eduardo y su hijo mientras alcancé a escuchar que éste le preguntaba:

"Papá, por qué estás llorando? Sabes quién es ese señor? Es el de la tienda de gorditos."

"Sí, hijo. Ya lo sé."

===================

 

 

FIN DE ESTE RELATO VERÍDICO.

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