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Gordos de cabotaje (6)

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GORDOS DE CABOTAJE(6)

PARTE VI: DE ALUMNO A PROFESOR

 

"Por Dios santo, Daniel. Me quieres matar?" Dije y abrí los ojos de par en par.

No podía dar crédito a mis ojos.

Daniel estaba allí parado, solamente con sus calzoncillos puestos.

Torso desnudo, pies descalzos.

Miré sus tremendas tetas por primera vez.

Santos cielos.

Las aureolas más grandes y eróticas que haya visto hasta hoy. Inmensas de grandes como manzanas medianas. Oscuras, con dos pezones tan grandes como los había adivinado la noche anterior cuando los tenía en mi boca. Todo su pecho groseramente grande y colgando a cada extremo, continuando por debajo de sus axilas, adivinando que se le dibujaba aún más allá rumbo a su gigante espalda. Sus brazos impresionantemente gruesos y gordos. Una panza que le caía sobre la prenda interior, y le tapaba hasta casi la mitad del muslo. Los muslos, más gordos y grandes de los que recordaba, y así todo el resto de su cuerpo.

"Estás para comerte, Daniel." Le dije ya al borde de la desesperación.

"No sabes lo que me pasó?" Me dijo, desesperado por contarme.

Me preocupó.

Pero debo admitir algo aquí, que en honor a la verdad recién en este momento me percataba. No tuvo la más mínima vergüenza en mostrarse así ante mi, ya que la noche anterior hasta me había hecho apagar la luz para que no lo viera desnudo.

"Qué sucede? Le pregunté al fin, ahora con un poco de preocupación.

"Cuando llegué a casa eran casi las 7 de la mañana. Me metí a la cama, y a qué no sabes qué fue lo que me sucedió?" preguntó y me dejó intrigado realmente.

"Ni idea." Ya al borde de la desesperación por saber.

"Se me paró el pitulín. Yo como siempre que me sucede eso, fui al baño a hacer pis. Y no te digo que es la primera vez que hago pichí y no se me baja."

Era eso. Pensé.

Reí por dentro.

Pero respiré aliviado.

"Cuando mi padre se despertó, yo seguía en el baño, le dije que estaba indispuesto y no sabía que hacer."

"Y qué hiciste al fin?" pregunté aún con más intriga.

"Nada, no sé cómo hacer para que se me baje." Confesó.

"Y lo llevas todo este tiempo duro?." Pregunté asombrado.

"No, no todo el tiempo. Pero cuando me acuerdo, se me vuelve a poner dura. Y ahora que estás aquí, no sabes como la tengo."

"Déjame tocar." Le pedí.

Y como si fuera su amante de años, se levantó el vientre, y elevó su entrepierna en dirección a mi, para facilitarme el reconocimiento. Eso me llenó de alegría. Ya no parecía tener nada de vergüenza conmigo. Estaba compartiendo absolutamente todo, como a mi me gustaba.

Le apoyé mi mano sobre los genitales.

Por Dios, lo que yo llamo duro como una roca.

"Por favor, Zesna, ya que estás aquí, te lo suplico. Sí?" me rogó haciéndome caritas y apretándose la entrepierna con los muslos como el que está a punto de orinarse encima.

"Qué quieres?, no entiendo, dime." pregunté sorprendido.

"Anda, tu sabes. Por favor, no resisto más." Me dijo, y seguía sin entender exactamente lo que quería.

O sí?

Pero me resultaba extraño que justo él me estuviera pidiendo lo que me imaginaba. No, debía ser algo más. Seguro que no era lo que yo pensaba.

"Pero explícame que no te entiendo. Qué deseas, por favor dímelo sin problemas? " Le dije honestamente.


"Dale, hazme lo de anoche. Ayúdame, te lo suplico, que tengo la sensación de que estoy a punto de explotar, pero que nunca llega." Dijo al fin desesperado.

Ahora entendí perfectamente.

Dios me perdone, en qué estaba convirtiendo a este gordito inocente?

"Bueno, mi amor. Vamos a tu cama." Le dije.

Me agarró de la mano, y se disponía a llevarme a su cuarto.

Hoy sí quería jugar un poco con él.

"No, espera" le dije." Quiero que me lleves a upa, como un novio llevaría a su novia al altar.?" Dije sonriendo.

No dijo ni "Ay".

Me levantó con sus potentes brazos como si yo fuera de papel y me condujo a su cama. Yo le abracé el cuello, y le di un par de besos en el camino.

Él, por estar tan desesperado, se apuró a llegar. Cerró la puerta de su dormitorio y le pasó llave. "Por las dudas", me dijo.

Su habitación era bastante grande. La cama inmensa, parecía algo más grande que una de dos plazas.

Se quitó los calzoncillos, y se puso boca arriba sobre la cama, esperando mis chupadas.

Lo miré y me sonreí.

Le admiré esa soñada y deliciosa entrepierna que también veía por vez primera.

"Ah, no."Le dije, "así no. Vamos a jugar un rato, antes." Le anticipé.

"Después, por favor. Estoy que ardo." Confesó, y vi que realmente estaba así.

Me quité toda la ropa.

 

 

Apoyé una de mis rodillas en sus pequeños pero hermosos genitales, y le comencé a frotar la erección con ella.

Su órgano viril, subía y bajaba, al compás de mis rozamientos. La piel del glande, se retiraba y volvía a su lugar intermitentemente, lo cual lo sumía en un placer indescriptible. Ya se notaba muy húmeda toda la zona erógena.

Mientras hacía eso, me prendí a sus mamas, esta vez con algo más que labios y lengua. Le comencé a mordisquear delicadamente cada pezón, y comenzó el coro de una sola voz de aullidos, alaridos y demás.

Ahora sí le pedí que tratara de guardar silencio que no era como anoche. Aquí estaban los vecinos, y podían escuchar. Cómo no pareció poder controlarse, le pedí que se metiera una almohada en la boca, y que la mordiera muy fuerte. Eso disminuyó sensiblemente los sonidos.

Ahora, además de moverme yo sólo, era él que acompañaba mis movimientos con su pelvis. Como si hubiera aprendido algo de la experiencia vivida anteriormente.

"Quieres que te coma el culo?" le pregunté.

"No, quiero seguir así" me dijo."Comerme el culo?" reaccionó de repente a lo que había oído sin escuchar."Qué quieres decir? Que tú me lastimarías"

"No, mi amor, soy incapaz de lastimarte, bebé. Déjame hacerlo, y te garantizo que también me lo vas a pedir todas las veces que estemos juntos."

"Pero..."

"Nada. Ya vas a ver que cuando te haga lo de anoche, tu placer será infinitamente mayor aún. Lo interrumpí.

"Mayor aún? Te parece? Es imposible sentir más que lo que me hiciste sentir en la librería." Dijo sin estar del todo seguro acerca de lo que yo le decía.

"Qué pasa? Me vas a decir que ya no confías en mi?" dije sonriendo.

"No, no. Confío plenamente. Dime qué quieres que haga?" Preguntó resignado.


Lo guié.

Le pedí que se pusiera en cuatro patas.

Sobre sus rodillas y manos. Enseguida cambié de opinión, porque lo veía medio complicado si él no me ayudaba. Admiré ese culo enorme.

Le solicité ahora que apoyara la cabeza en la almohada en vez de hacerlo con sus manos, que levantara más el trasero, y que sus manos sostuvieran sus nalgas, y las mantuvieran lo más abiertas posibles.

Silencio absoluto.

Cuando mi lengua tocó su agujero, comenzaron nuevamente los alaridos y las convulsiones.

Jugué allí con mi lengua y dedos múltiples, pero sin siquiera intentar ingresar a sus entrañas. Tenía el culito muy chico. Apretadito y verdaderamente virgen. Pero le latía desesperadamente. Si hubiera decidido introducirle algo, ya sea dedos, lengua o mismo mi miembro, el momento era exactamente el de ahora. Pero no lo hice. No quería hacerlo. Estaba convencido que lo iba a lastimar muy feo si lo penetraba.

Sólo lo seguí lamiendo, y apretándolo con el dedo.

En esa misma posición, tuve también su miembro a mi disposición por debajo de su culo. Todo erecto, todo mojado.

Lo comencé a chupar, mientras seguía acariciándole el ano con mi dedo índice.

Tuve un instante de desesperación y acerqué la roca que me colgaba entre las piernas a su ano. Lo rocé. Lo moví repetidamente de arriba abajo. Él no dejaba de rogarme que hiciera algo, que no lo podía soportar ya más. Puse la punta de mi dura verga en el umbral de su agujero, me tiré toda la piel hacia abajo, y dejé mi glande al descubierto. Le rocé el culo con él. Lo dejé humedecido con mi líquido preseminal. Yo estaba por explotar. Estuve a un tris de enterrarle mi miembro ardiendo dentro de ese hermoso ojete.

Pero no lo hice.

 

Vi a su pene mirándome por debajo de su culo que comenzó a latir repentinamente, y supe el desenlace inminente.

No lo hice esperar más.


Lo masturbé con la boca, en esa misma posición en la que él estaba, boca abajo y con el culo en mi rostro, y nuevamente sucedió lo que ya nos era recientemente conocido.

Gritos, ahora ahogados por la almohada.

Espasmos y convulsiones incontroladas.

Movimientos bruscos que si no tenía agarrado su miembro con una mano, se me hubiera salido de la boca más de una vez.

Comenzó a hincharse más.

Sentí nuevamente correr el líquido desde sus testículos pasando por su uretra, segundos antes que de su glande explotara un geiser directamente en mi garganta sin hacer escalas.

La segunda vaciada de mi amigo, fue superior en cantidad a la primera que ya era muy cuantiosa.

El manantial no dejaba de fluir.

Otra vez crema en lugar de líquido.

Supuse que el semen de él sería siempre así.

Sorbí absolutamente cada gota de su esperma, hasta que otra vez, su pene comenzó a encogerse dentro de mi boca.

Desapareció.

Silencio.

 

Estuvimos acostados lado a lado durante unos instantes.

Acariciándonos.

"Quiero mostrarte algo." Me dijo Daniel de pronto.

Fue a su placard.

Lo abrió. Sacó de allí un portafolio cerrado con un código numérico.

Puso la cifra correcta, y se destrabó.

Sacó una hoja de dibujo.

"Te gusta.?" Dijo mostrándome lo que había en ella.


"Tú hiciste esto?" Pregunté realmente asombrado.

"Sí, y es para ti. Te lo regalo." Me dijo.

Era una caricatura mía.

Era realmente igualito a mi. Cualquiera lo hubiera podido reconocer. Parecía hecho por un profesional.

"Pero cuándo lo has hecho?" Pregunté intrigado, ya que no recordaba haber posado para él.

"La semana pasada. Es que te tengo en mi mente continuamente." Confesó.


Ahí recordé algo muy importante.

Le pedí que dejara el maletín de lado.

"Daniel, tengo que hablar contigo." Comencé diciendo.

Le pedí meternos en su cama y le enseñé a estar entrelazados dentro de ella.

Nos abrazamos mutuamente.

"Tu confías en mi, verdad?" Pregunté, conociendo de antemano la contestación.

Después de su afirmación, comencé a explicarle todo lo que yo sabía sobre los órganos genitales. Absolutamente todo lo que había aprendido de las conversaciones con mi padre hacía años, más todo lo que había leído en libros instructivos. Eso sumado a lo que me habían aportado en las charlas de educación sexual en el instituto al que concurrí. Agregando toda mis experiencias con mis gordos. Y de cómo debía explorarse y conocerse los órganos genitales propios.

Le transmití absolutamente todos mis conocimientos acerca de la sexualidad masculina y femenina. Palabras que nunca había escuchado antes, o por lo menos no recordaba haberlas escuchado, pero que definitivamente no estaban en su vocabulario: pene, testículos, uretra, escroto, eyaculación, semen, esperma, orina, ano, vagina, labios vaginales, matriz, fecundación, clítoris, ovarios, coito, ovulación, parto, y un largo etcétera, reservándome para un instante más adelante, la palabra masturbación, todo su significado y modus operandi.

Daniel, me escuchaba con extrema atención. Sin interrupciones en lo absoluto. Con ojos abiertos de par en par, y de igual forma los oídos.

Ahora estaba extremadamente interesado en aprender.


"Tú te tocas el pene para algo más que no sea ir a orinar?" (Ya le había dicho que no quería escucharlo más decir "Pis" o Pichí". Pobre Daniel, la cara que puso en ese momento era digna de fotografiarla.)

"No." Me confesó.

"Deberías hacerlo, más teniendo esos órganos genitales tan hermosos que tienes." Y se los acaricié. Su pene seguía bien dormido.

Ya no se ruborizaba para nada.

Finalmente, toqué el tema de la masturbación.

"Tú sabes que yo no podría estar siempre contigo para sacarte ese ardor que sientes. Aunque realmente me gustaría hacerlo. Pero es imposible. Verdad?" Le pregunté.

"Si, tienes razón. No sé qué hacer cuando tú no estás."

"Bueno, lógicamente, no va a ser lo mismo, pero hay una forma que tú sólo lo puedes solucionar." Dije intentando intrigarlo un poco.

"Cómo? cómo? Dímelo, por favor." Me imaginé esa desesperación.

"Tienes un espejo que pueda traer aquí para explicarte?" pregunté.


"Sí, el que está sobre ese mueble se puede descolgar fácilmente."señaló.

Fui hasta allí, y lo llevé a la cama.

Retiré las sábanas que ocultaban el gordo cuerpo de Daniel. Estaba todo despatarrado dentro de su cama, completamente desinhibido. Sin ningún tipo de problemas con mi presencia.

Yo no dejaba de sonreír toda vez que notaba eso. Ese era mi gran logro personal.

Apoyé el espejo sobre la cama, de forma tal que él pudiera verse la entrepierna oculta por su abultado abdomen.

"Te puedes ver los testículos?" pregunté sabiendo que ahora me entendía con el lenguaje nuevo que le acababa de enseñar.

Se movió a un costado, hasta que asintió.


"Bueno, ahora quiero que te los acaricies tú mismo," Le dije. "Haz de cuenta que quieres excitarte."

Intentó hacerlo en vano, pero su pene no se iba a despertar por un buen rato.

Eran casi las cuatro de la tarde.

Decidí dejar eso para más adelante, y aprovechar para almorzar.

"Qué tienes en la heladera?" pregunté.

"Milanesas. Pero fíjate tú mismo." Me dijo con total confianza.

Lo hice.

Había huevos, leche, lechuga, tomates y algunas milanesas listas para freír.

"Daniel, "le grité desde la cocina" qué te parecen milanesas con ensalada y omelette?" pregunté conociendo la respuesta.

"Si, me encanta." Acerté. "Es que tú sabes también cocinar?"

"Tú no?" pregunté.

"No" me dijo.

"Ven que te enseño, pero vente así como estás, desnudito que estás muy bonito." Me excité con solo imaginármelo nuevamente.

Se apareció allí, como le pedí.

Lo hice sentar en una silla, todas ellas estaban reforzadas, y yo me senté sobre su muslo. Le pedí que juntara sus manos por frente y alrededor mío, y apoyara la cabeza por sobre mi hombro, para ver lo que yo hacía.

Algo que hizo que yo no le había pedido, fue darme besitos en el cuello desde atrás.

Qué tierno.

Le enseñé a hacer una ensalada de lechuga, tomate y cebolla.

"Todo un chef." Me dijo, y rompimos a reírnos a las carcajadas con su nueva ocurrencia.

Hice una omelette gigante con tres huevos, leche, sal y pimienta.

Y puse a freír las milanesas.

"Tengo que ir a orinar." Me dijo.

"Quiero verte mientras lo haces." Le dije.

Sin mediar palabra, me tomó de la mano, y me condujo a su cuarto de baño. Entramos y cerró la puerta.

Se puso frente al inodoro, y me agaché para observarlo mejor.

Abrió levemente sus piernas.

Se levantó el vientre con una mano, y con la otra comenzó con dificultad a hurgarse hasta encontrar la cabeza de su pene.

Echó todo su abdomen hacia delante.

.

Demoró en orinar, supongo que por los nervios de sentir a alguien mirándolo, pero no me lo hizo saber, e hizo el esfuerzo por complacerme. Finalmente, chorritos entrecortados de su orina salieron de su minúsculo miembro. Se me endureció mi órgano viril, y me vi tentado un par de veces a chupar su pene orinando. Pero como estábamos por almorzar, y las milanesas se estaban haciendo, no quise demorarnos más en el baño.

Finalmente terminó. Impedí que se la sacudiera y ahí si, lo lamí hasta secarlo.

Me miró muy raro. Cómo diciendo "Qué hace este loco?"

"Eres un cerdo."dijo finalmente.

"Me gustaría mostrarte todo lo cerdo que puedo llegar a ser contigo." Dije y sonreí.

Se lavó las manos. Yo me enjuagué la boca. Y antes de salir del baño, nos besamos.

Le volví a buscar los genitales.

Ninguna reacción.

Era muy pronto todavía.

 

 

 

Me elogió las milanesas.

Me reí a carcajadas, yo sólo las había freído. Ya estaban hechas.

Entonces me elogió también la omelette y la ensalada.

Me dejó contento.

Le había gustado.

"Definitivamente, eres todo un chef." Volvió a decir.

 

Luego de almorzar, lavamos la vajilla a dúo.

Pasadas las cinco de la tarde.

Nos metimos en la cama nuevamente.

Le volví a tocar la entrepierna, y tampoco estaba listo.

Le pregunté si él me quería tocar a mi.

Dudó.

"Haz conmigo lo que te venga en gana." Le dije finalmente, y me destapé.

Fue hacia mi entrepierna.

Observó asombrado.

Me tocó un testículo con el dedo.

Luego con dos, y finalmente con una mano.

Estaba reconociendo por primera vez el sexo masculino en otra persona.

Me exploró durante un buen rato toda mi entrepierna.

Me sostuvo los testículos un instante, sentí presión.

Ahora apretó fuerte, y grité.

"Ay, qué haces?" dije." Eso duele."

Se disculpó y siguió.

Me tocó el pene muy tembloroso, no sabiendo qué hacer, y horrorizándose por el tamaño.

"Quiero enseñarte a satisfacerte con la masturbación." Le dije. "Quieres aprender?"

"Sí, sí." Dijo desesperado.

"Bien. Primero me lo haces a mi, y luego es muy posible que ya te hayas excitado, e intentas hacerlo tú mismo a ver si puedes." Dije, entendiendo que estaba ahora por el camino más adecuado.

Le tomé su gorda mano con la mía, y lo guié hasta hacerlo rodear mi pene erecto. Le indiqué igualmente, el movimiento de subida y bajada de su mano, sosteniendo firmemente sin que se escapara. Lo llevé a la práctica con mi mano sobre la suya y moviéndola de arriba abajo y viceversa.


Saqué mi mano y le pedí que siguiera él solo.

Lo hizo torpemente.

Le corregí varias veces.

Aprendió.

Le indiqué que debía hacerlo muy despacio al comienzo, y cuando yo sintiera el ardor y la excitación que él recordaba haber tenido, se lo iba a comunicar para que apurara el ritmo.

Así lo hice.

Pero con trampa.
Cuando estaba a punto, lo hacía detener, para sentir mucho más placer luego.

El solo hecho de tener mi verga asida con esa descomunal mano, me hacía correr la sangre vertiginosamente por la cavidad peneana.

Le pedí que me apretara un poco más. Lo hizo, y sentí un placer mucho mayor cuando retomó la sacudida.

Le hice acelerar el ritmo hasta que ya no aguantaba más. Y cuando sintió que apuraba mi respiración, comenzaba a descontrolarme con mis jadeos y empezaba a emitir sonidos fuertes, lejos de asustarse, se metió mi pene en la boca.

"No!" le dije. Y quité mi miembro de allí, en el preciso instante en que comenzaba a largar mi esperma.

Salpiqué toda su cama de mi semen. Y me avergoncé de ello. No me pude controlar con el apuro de evitar vaciarme en su boca.

Al ver el semen, Daniel se quedó atónito, y preguntó qué era lo que estaba pasando. Claro, él nunca había visto el semen. Para él lo único conocido que sabía sacar del pene era la orina.

Ambas veces que él mismo eyaculara, me la había tragado antes de ver la luz, Y la única oportunidad anterior que yo mismo lo había hecho en su presencia, había sido en la penumbra sobre nuestros cuerpos en la librería, vez que había limpiado completamente con mi pañuelo, antes de vestirnos.

Le expliqué que el esperma o semen era lo que él me había depositado en la boca las dos veces que lo habíamos hecho.

"Y por qué no me dejaste tomármelo a mi. Eres egoísta o qué?" me dijo enojado.

"Primero prueba a ver si te gusta." Le dije.

Le ofrecí con mi dedo, luego de humedecerlo apenas en uno de los charcos de la sábana.

Lo tocó con la lengua. Lo saboreó. Y siempre con sus ocurrencias, me dijo:

"No tenía dudas que viniendo de ti no podía ser otra cosa que deliciosa. Deberíamos envasarla y venderla como "la leche de Zesna".

Reímos.

 

"Bueno, ahora que sé que te gusta, la próxima vez te dejo que me la tomes." Dije." Y tú, ya estás erecto?" Pregunté.

Asintió con la cabeza repetidas veces, sonriendo, e invitándome a tocarlo y comprobarlo por mi mismo, levantando su vientre como acostumbraba y adelantando su entrepierna.

Lo palpé, y efectivamente, ya estaba bastante duro.

Le cambié el lugar.

Él se puso ahora boca arriba, y yo fui en busca del espejo que coloqué entre sus piernas después de pedirle que las abriera, lo apoyé entre sus muslos, y torciéndolo un poco para que se pudiera ver él mismo.

Cuando estuve seguro que se veía, le comencé a indicar.

"Bueno... Acaríciate los testículos hasta lograr una erección mayor... Muy bien, sigue así... Ahora pon uno de tus dedos donde tu miembro erecto y frótatelo...Eso es...Despacito, deja a tu dedo sentir tu precioso pene...Así, así mismo...Agrega más dedos para que todos disfruten de tus órganos genitales...Ahora con tus dedos índice y pulgar retírate la piel hacia atrás, déjate el glande al descubierto, y rózalo con un dedo... Bien, bien, verdad que te gusta?... Frótate muy despacito, en círculos, hasta que sientas lo que conmigo... Muy bien, así de despacio... Así de firme...Apriétate un pezón con la otra mano, si quieres... Así es...Pellízcalo...Retuércetelo...Frótalo desesperadamente...mmmmm...se siente rico, verdad?....Todo esto lo puedes hacer aquí en tu cama...o bien sentado en una silla... o si tu quieres sentado en el inodoro del baño...También lo puedes hacer en la ducha de parado, aunque no sé si resultaría cómodo para ti...Muy bien, sigue así...Lo que debes controlar son tus gritos de hombre mono cuando viaja en liana...(Aquí no pudo aguantar la carcajada)...Eso es...Así, acompasadamente..."

"Ya estoy ardiendo, Zesna, por favor ayúdame." Suplicó.

"No, mi amor, quisiera hacerlo, pero no. Debes hacerlo tú sólo para cuando yo no esté al lado tuyo para ayudarte."

"No, no puedo, ayúdame, te lo suplico. No lo puedo hacer yo solo." Dijo mientras su frotación adquirió una velocidad de vértigo. Entre apuro y desesperación.

Estuve a punto de ayudarlo realmente luego de sus súplicas.

Sin embargo le di tranquilidad.


"Tú puedes, mi amor... Sé que lo puedes hacer tú solo. Ya estás muy cerca... Así, sigue así... No te detengas, mi amor... Dame todo tu esperma, dámelo... Quiero tomártelo todito como las veces anteriores..."

No quitaba su vista del espejo en ningún momento, para no perderse de nada.

De pronto, sorprendiéndome realmente, sin parar de masturbarse frenéticamente y ya gritando como un condenado, comenzó a despedir semen salpicando absolutamente casi toda la cama, el espejo, su vientre, mis manos que sostenían el espejo y la mitad de mi cara.

Por Dios, no paraba ni de eyacular a los cuatro puntos cardinales, ni de detenerse con la masturbada.

Siguió escupiendo esperma por unos instantes más. Mucho más que las dos veces anteriores. Cantidad y calidad, porque también esta vez era bastante espero. Y cuando hubo finalizado, seguía aún sacudiéndosela con mucha fuerza y rapidez.

"Ya está mi amor, ya finalizaste." Le dije para que supiera que era suficiente. Y me relamí el semen que tenía cerca de la boca.

Le sujeté la mano que seguía moviéndose frenéticamente como desesperado.


"Basta ya." Dije. "Te vas a lastimar, mi vida."

Se calmó.

Daniel estaba casi literalmente muerto de cansancio, exhausto, tendido en su propia cama, bañado en su propio esperma. Pero igualmente se incorporó y me dio un abrazo monstruosamente fuerte, agradeciéndome lo mucho que estaba haciendo por él.

Eso me emocionó muchísimo, y perdí unas lágrimas sobre su hombro.

Yo le contagié todo lo referente al sexo, y él me contagió lo llorón.

La cama era un caos.

Cambiamos las sábanas.

 

 

Casi las siete de la tarde.

"Ahora vamos a ducharnos," le dije.

"Qué? Los dos juntos?" preguntó entre sorprendido y excitado por la idea.

"Sí" le dije. "Quiero enjabonarte, enjuagarte, y comprobar con mi lengua que no te quedó jabón en ningún lado."

Esto siempre lo hago con mis gordos, y es exactamente lo que les digo, pero la contestación que él me dio en ese momento nunca la escuché de nadie más.

"Zesna, si tú me pides que yo vaya a la luna, voy y vengo sólo para complacerte."

Me inundé de lágrimas.

Definitivamente este obeso, virgen hasta esa madrugada, me movía la estantería.

Estuvimos bajo la ducha, dándonos besitos y mimos hasta pasadas las 8 pm.

"En cualquier momento llegará mi papi." Dijo Daniel.

"Quieres que me vaya antes que él venga?" le pregunté.


"No, si tú no quieres. No hay problemas en que te vea aquí." Y agregó alguna de sus ocurrencias" Pero no desnudo, eh?"

Hice mi comprobación con la lengua, y definitivamente no tenía jabón por ningún lado.

J

Me vestí en su dormitorio mientras él me miraba, y de pronto sonó el timbre.

"Seguro que es mi papi. Puedes ir a abrirle? Pero pregunta antes, por las dudas."

Fui a la puerta. Pregunté y efectivamente era él.

Abrí los pasadores y giré dos veces la llave.

"Hola Zesna, cómo estás?" me dijo dándome la mano, y preguntó en forma casi imperceptible, acercándose a mi oído: "Está todo bien?"

Asentí con la cabeza mientras sonreía.

De repente, salió Daniel de su habitación.

 

Su padre lo observó con cara de sorprendido.

Yo giré ya que le estaba dando la espalda y... por Dios.

Lo miré anonadado. Mis colores comenzaron a pintar mi rostro.

Pero qué estaba haciendo?

Estaba loco?

Se me vino el mundo abajo.

Me quedé petrificado

 

CONTINUARÁ

Comentarios a zesna@lycos.com

Si desean pueden solicitarme fotos de alguien parecido a Daniel que vi en internet.

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Fin

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