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Mi esclava

en Dominación

Todo sucedió en un bar al que suelo ir, en el hay un ambiente sadomasoquista, y es fácil encontrar nuevas relaciones que puedan colmar mi incesante curiosidad.

Estando en el bar, observé a una chica sentada en la barra tomándose una copa, tenía un aspecto de cómo ida, de perdida, pero a la vez reflejaba en su cara que por primera vez buscaba emociones fuertes. Tras contemplarla un tiempo me dirigí hacia ella, le agradó el que me acercase, poco después empezamos a hablar un rato sobre nuestras vidas, entre las cuales me dijo que se llamaba Esther. Ella iba con una minifalda negra y una blusa azul, tenía un cuerpo deportivo, unos treinta años, guapa, cabello rubio, piernas atléticas, culo duro y pechos grandes, en definitiva era bastante atractiva, lo que hizo que mucha gente estuviera rondándola.

Le pregunté por lo que buscaba allí, y me respondió que alguien que la iniciara en el sado, que sentía curiosidad por ello, inmediatamente le contesté que podía ser lo que buscaba pero que antes de aceptar yo le tenía que imponer condiciones las cuales debía consentir, Esther contestó que por su parte vale, que dijera las condiciones. Tras observar que ella aceptaba le dije que le iba a enumerar mis condiciones, las cuales le manifesté que no eran negociables, ella asintió con la cabeza, y acto seguido empecé a decírselas, le dije que tenía que ser mi esclava, que no la iba a penetrar, ni por delante ni por detrás, que no buscaba sexo, que si me excitaba mucho tiraría mi leche en su boca, que después de esa noche no quería saber nada de ella, que no le iba a decir más que lo justo de mí, que la relación era esporádica, sin ataduras ni compromisos, y que me gustaba utilizar utensilios. Una vez que acabé se le notaba excitaba, seguidamente le dije que si aceptaba lo dicho que no dijera nada, que se fuera al lavabo, se quitase las bragas y me las pusiera en el bolsillo de mi pantalón, y que si no lo hacía que no pasaba nada y que nos despedíamos en ese momento.

Esther se levantó del taburete, y tras esto ante la atenta mirada de todos los que la rodeaban se dirigió al servicio, se encerró, y al rato salió del baño con las bragas bien apretadas en su mano, se acercó a mí y me introdujo sus bragas en el bolsillo del pantalón, hecho esto le dije que nos íbamos a ir a un hostal que conocía que estaba muy bien, ella asintió con la cabeza y nos dirigimos al lugar.

Una vez que llegamos la dejé en la puerta mientras estacionaba el coche, le dije que fuera cogiendo una habitación doble, diciéndole al conserje que yo llegaría después para que me diese el número de habitación, que subiera con la bolsa que le di, en la cual aunque aun no lo sabía había un látigo, una docena de pinzas, varias vendas, vibradores, un consolador, una vela y una cadena, le dije que colocara el contenido encima de la cama, se desnudara completamente, se pusiese de rodillas con las manos en la espalda y la cabeza baja, ya que está totalmente prohibido mirarme a la cara sin mi permiso, y cuando yo llame a la puerta y diga mi nombre, abres un poco la puerta y vuelves a tu posición.

Una vez que estacioné el vehículo, fui hacia la habitación, llamé a la puerta y Esther abrió un poco esta y rápidamente retornó a su lugar, entré lentamente y cerré el portón. Seguidamente le ordené que se levantase con las manos en la espalda y las piernas bien abiertas, tras esto comencé a dar vueltas a su alrededor examinándola tendidamente, al rato empecé a acariciarle dócilmente el pelo y la cara, bajando con templanza hacia sus pechos, los cuales restregué con goce, hasta que posteriormente alcancé su coño, complaciendo toda su raja mientras con la otra mano examinaba el agujero de su culo, la chica estaba muy excitada, su aspecto indicaba que no iba a aguantar mucho, que la situación le estaba sobrepasando, yo era consciente de que no iba a aguantar mucho más, y poco después me dio la razón, al poner mi dedo en su clítoris, ella entre espasmos y jadeos, se corrió inmediatamente, no aguantó y sus fluidos le empezaron a caer por el interior de sus muslos, como una cerda se corrió abundantemente.

Una vez que terminó, la miré con cara seria y le dije que si yo la había autorizado a correrse, Esther contestó que no, que lo sentía, que no iba a volver a pasar, que yo era su amo, ante esto no dije nada, quité un cuadro que había en la pared y enganché un eslabón de la cadena de las esposas en el clavo y seguidamente le planté los grilletes en las manos, estaba la cadena bien tensa, por lo que quedaba su cara pegada a la pared. Le ordené que abriese las piernas y sacase el culo, ella obedeció, después fui a la bolsa y cogí las pinzas, le coloqué dos en cada pecho y una en cada pezón, y después las seis pinzas restantes se las puse en sus labios vaginales, quedó bastante adornada, con doce pinzas en su cuerpo, Esther tenía cara de dolor, pero aguantó sin decir nada, tras contemplarla durante un espacio de tiempo cogí el látigo y comencé a acariciarle el cuello, la espalda y el culo con él, para finalmente bajar hasta su coñito, el cual estaba nuevamente mojado, y pasar el látigo por en medio de sus labios.

 

Momentos después le dije que se portase correctamente como una esclava puta que era, que estaba bien que le gustase lo que estaba pasando, ella sumisa contestó que sí mi amo me gusta todo, seguidamente le pregunté si la habían azotado alguna vez a la vez que le retorcía las pinzas, Esther contestó que no, que esperaba que yo fuera el primer amo que la azotaba, tras esto le repliqué que si lo deseaba, a lo que respondió que sí, mi amo, dicho esto le dije que por ser la primera vez iba a tener piedad de ella, pero como se había comportado mal al correrse sin mi permiso tenía que pagar la falta grave, y que el castigo iba a ser recibir veinticinco azotes, ella no dijo nada, yo seguí diciéndole que tenía que ser ella la que iba a ir contando estos hasta que termine el último y una vez que finalice me debía de dar las gracias. Esther no dijo nada, así que comencé, el primer latigazo fue a la espalda, y ella lo recibió como una quemadura, la chica dijo uno tras recuperarse del dolor, el segundo se lo di en el interior del muslo derecho, ella gritó de dolor y después dijo dos, al ver que le iba cogiendo el rollo a la cosa continué alternando los latigazos más dolorosos en el interior de sus muslos o en sus caderas, con otros en la espalda y culo que eran más soportables, a la vez que ella iba contando. Así llegamos al último, se lo di en la espalda y tras él ella me dijo gracias amo, continuó manifestándome que le habían encantado los veinticinco azotes, que los gozó.

Finalizado lo de los azotes Esther estaba temblorosa, sudando y jadeando, pero no gritaba ni lloraba, la dejé descansar un poco hasta que le dije que se diera la vuelta, comenzando de nuevo a acariciarla, tirando de las pinzas, estaba a punto de gritar así que le dije que apretase los dientes para no hacerlo. Minutos después cogí un vibrador y se lo fui pasando por su cuerpo hasta empezar a arrimarlos a las pinzas, ella sentía un dolor intenso, movía la cabeza de un lado a otro, así continué durante varios minutos, hasta que paré en el justo momento en el que ella se disponía a chillar, yo sonreía, ella tenía cara de quererme matar, pero muy sumisa no dijo nada, ninguna queja salió de ella, la dejé unos segundos para recuperarse mientras le quitaba las pinzas, una vez que terminé ella me dio las gracias, y me dijo que era un buen amo.

En ese momento de la relación Esther tenía claro que había nacido para ser esclava, poseía una cara de felicidad enorme, tenía los senos y coño al rojo vivo, empecé a rozar sus pechos, pezones y labios vaginales los cuales estaban muy doloridos, con la otra mano hurgué en su culo, le introduje un dedo un poco y luego dos, tenía metidos parte de mis dedos en su culito.

Fui a por otro consolador, le introduje un dedo de nuevo y posteriormente dos, para abrir un poco su culo, se los metí hasta la mitad, ella con la boca abierta completamente se quejaba mudamente, saqué mis dedos y le metí un consolador, lentamente y sin pausas fue entrando hasta el fondo, su cuerpo se estremeció, después cogí el otro consolador y se lo metí en el coño mansamente y sin paradas hasta el fondo, tenía los dos dentro de sus agujeros, poco después comencé a moverlos a ambos al mismo tiempo para dentro y para fuera, ella respiraba entrecortadamente. Pasaron unos minutos y Esther estaba a punto de reventar otra vez, su cara la delataba, segundos después estando siendo penetrada doblemente me preguntó con voz suplicante si se podía correr, a lo que le respondí que no, intensificando la velocidad de introducción de los aparatos, a la vez que giraba el vibrador y consolador por su coño y culo, la chica estaba que no podía aguantar más, gritaba de placer exageradamente, viéndola como estaba le aumenté el placer y empecé a titilar con mi lengua su clítoris, ella suplicaba sin poder aguantar más el poder correrse, no respondí hasta pasados unos minutos de esta forma, entonces la dejé que reventara, pero le puse como condición que fuera en silencio, dejó de contenerse y tuvo entre temblores un largo e intenso orgasmo, estaba colgada de la cadena de las esposas, y por sus muslos se podían contemplar los líquidos que salían de su interior, de su boca solo salían palabras de agradecimiento, la muy puta estaba feliz con lo que le estaba pasando.

Viendo lo contenta que estaba volví a coger el látigo y me puse frente a ella, ya Esther no ponía cara de miedo, tenía cara de felicidad, le di otros veinticinco azotes, esta vez en pechos, vientre y muslos, Esther ya no sentía dolor, solo placer, estaba como en una nube fuera de la realidad. Tras terminar los latigazos la solté de las esposas, le dije que se tumbara en la cama, y ella lo hizo, quedó boca arriba, me desnudé y me senté sobre sus pechos, dejando mi polla a la altura de su boca, me levanté un poco y le dije que me lamiera el culo, Esther me lo chupó como si en ello le fuera la vida, momentos después retorné a la posición inicial, con mi polla en su boca, ella comenzó a lamer mi polla, a metérsela y chuparla con gozo, hasta que finalmente logró que me corriera, se tragó toda mi leche y luego me limpió la verga con su lengua. Una vez que terminamos, me levanté, me vestí y dejándola aún tirada en la cama, le dije que ya nos veríamos algún día a lo mejor, seguidamente me fui, quedándose ella sobre la cama con cara de placer y de cansancio por la sesión que había gozado.