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Usos de mi cuerpo (2)

en Orgías

Habían pasado unos días después de la placentera reunión realizada en nuestra casa, cuando una mañana recibí un llamado de Tom, el ejecutivo de color, activo contribuyente de la dosis de placer que recibí durante esa velada. Me hizo notar que para él había sido una deliciosa experiencia, llena de detalles que le causaron gran placer, y que le encantaría repetirla. Le dije que a mi también, pero que era necesario el consentimiento de mi marido. A modo de broma, dijo que yo era ya lo bastante grandecita para tener que pedir permiso.

El hecho de hablar con Tom, me hizo sentir un agradable cosquilleo entre mis muslos al

recordar el tamaño de su pene.

Esa tarde a la llegada de mi marido, le conté acerca de la llamada. Notó un cierto entusiasmo en mi voz que, el cual creí, pareció no gustarle. Su actitud me hizo pensar que no le había agradado que Tom me hubiese llamado y, que podría estar un poco celoso de un posible interés de mi parte por Tom. Por ello no volví a hablar del asunto. Pero el si volvió sobre el tema.

En una de nuestras calientes sesiones de sexo, estando yo sentada sobre él, con su pene ensartado en mi sexo, me recordó que unos días atrás había estado en la misma posición, pero en esa ocasión, ensartada por el pene de Tom. Cual de los dos te gusta más, preguntó. El tuyo, mi amor, contesté. No seas mentirosilla, insistió, el pene de Tom es a lo menos cinco centímetros mas largo que el mío y bastante más grueso, puntualizó. Con la voz entrecortada por la calentura que me causaba el recuerdo de la larga y gruesa herramienta de Tom, volví a decirle que me encantaba su pene. Mientras él, excitado por la conversación, seguía furiosamente penetrándome, volvió a inquirir ¿cuál te gusta más? Dime la verdad. Caliente al máximo, tuve que admitirle que me gustaba más el pene de Tom. Si bien mi respuesta no debe haberle agradado, igual hizo que me llenara de caliente semen, haciéndome alcanzar un tremendo orgasmo.

Mientras fumábamos un cigarrillo, le pregunté si estaba arrepentido de haber incluido a Tom en el grupo que tanto me hizo gozar esa noche. Honestamente, me contestó que si.

Lo había hecho, a regañadientes, sólo porque yo se lo había pedido. Sabía él perfectamente que cuando una mujer prueba el pene de un negro, rara vez se vuelve a sentir satisfecha con el pene de un hombre de raza blanca. Le recordé que recién me había hecho gozar como loca. Lo que no le dije, fue que todo el tiempo estuve pensando en Tom.

A partir de esa noche, Eduardo, así se llama mi marido, comenzó a distanciarse de mi y nuestros encuentros sexuales se hicieron cada vez más escasos. Acostumbrada a ser penetrada casi a diario, cada día que pasaba me sentía más caliente.

Para colmo de males, por razones de trabajo, en esos días, se vio obligado a ausentarse por casi dos semanas. La noche anterior a su partida, a pesar de mis claras provocaciones, ni siquiera me tocó. Me estaba castigando por haberle dicho la verdad. Su actitud no dejó de molestarme. En los días que siguieron, esperé una llamada de él disculpándose, pero no llamó. Quien si llamó fue Tom, para invitarnos a Eduardo y a mi a un cocktail que ofrecía su empresa a sus clientes, con motivo de la visita de un grupo de ejecutivos de su casa matriz. Al saber que Eduardo estaba fuera del país, me preguntó si no me importaría asistir sola. No debo negar que la perspectiva de volverlo a ver, me encantó.

Aún así, le argumenté que no era adecuado estando mi marido ausente. No le fue difícil convencerme. Su comportamiento hacia mi había sido más que respetuoso a pesar de lo íntimo de nuestra relación. Quedó en pasarme a buscar cerca de las 8.00 horas esa noche.

Traté de poner cuidado en vestirme lo menos provocativa posible, pero mi guardarropía no me acompañó. Cuando me miré al espejo, cerca de las 7:45, me di cuenta que había fracasado en mi intento. Los respetuosos elogios recibidos por parte de Tom al verme, así lo confirmaron. Abrió la puerta de su coche y al sentarme, mi corta falda, dejó ver gran parte de mis muslos, enfundados esta vez en medias blancas.

La mayoría de los asistentes al cocktail eran hombres, cuando entramos muchos de ellos voltearon sus cabezas para admirar mi figura. Me sentí un tanto cohibida ante tanta mirada. Tom me presentó a sus asociados, la mayoría de ellos atractivos hombres que no dejaron de alabar mi belleza, lo que si bien me agradó, hizo que me ruborizara. Me preguntaron si era novia de Tom, contesté que no y agregué rápidamente, no sé porque, que estaba felizmente casada.

Unas cuantas copas de champagne hicieron que mi cohibición inicial desapareciera, y en unos momentos conversaba animadamente rodeada por Tom y por otros cuatro de sus asociados entre los cuales había otros tres hombres de color. Dos de ellos pertenecían a la casa matriz de la empresa y estaban alojados en el hotel en el cual se ofrecía el cocktail.

En un momento, la conversación recayó en el tema de los viajes de negocios y uno de ellos mencionó el hecho de que en los tres últimos meses, había estado ausente de su hogar por casi dos meses, ello no dejaba de preocuparlo pues tenía una bella esposa, quien, estando él ausente, se vería expuesta a requerimientos amorosos de otros hombres, con la posibilidad de cometer una infidelidad. Dado a que el tema me tocaba directamente, hice notar que mi marido, por motivo de sus negocios, también estaba ausente parte del año. Que de hecho, en ese momento, llevaba una semana ausente y planeaba estar ausente otra, y que ello no significaba que yo necesariamente debiera serle infiel. No se siguió adelante con el tema.

El cocktail llegaba a su fin cuando Tom me preguntó si me gustaría cenar con ellos. Como no esperaba una llamada de Eduardo, y además estaba sentida con él por su falta de interés en mi, asentí gustosamente. Me dije a mi misma que un poco de atención masculina no me haría daño. Nos dirigimos al comedor Tom, los dos ejecutivos que alojaban en el hotel y un tercer ejecutivo local, que para mayor coincidencia también era de color.

La falta de atención de mi marido durante el último tiempo, se vio compensada por la cantidad de atenciones que recibí durante la cena por parte de mis cuatro gentiles acompañantes. Sus piropos por mi belleza y algunas copas de un excelente vino blanco, hicieron que mi cuerpo se encendiera, abriendo mi mente a sus halagos.

Robert, el dueño de casa, sugirió al final de la cena, subir a su habitación a tomar un último trago, Tom me miró, como preguntándome si estaba de acuerdo, totalmente relajada, dije vamos. Robert pidió que enviaran a su habitación un par de botellas de champagne.

Una vez en la habitación, Robert nos pidió que nos pusiéramos cómodos, dio el ejemplo sacándose su chaqueta, lo que fue imitado por los otros tres. Llenó cinco copas con champagne y sugirió un brindis por mi. Todos brindaron, sin dejar parte de mi cuerpo sin alabar. A esas alturas, me sentía como una reina, si lo que deseaban era calentarme, ya lo habían logrado. Discretamente, pregunté a Tom si él había comentado con ellos su experiencia sexual conmigo. Me aseguró que no. Mientras charlábamos, Robert puso una suave música para hacer más grato el ambiente. Al comenzar una melodía cantada por Frank Sinatra, hice notar que ella me encantaba. Robert me pidió que la bailase con él, y sin esperar respuesta me tomó entre sus brazos, guiándome a través del salón con decisión y firmeza. Lo hacía muy bien. Estrechada entre sus brazos, me hizo sentir su masculinidad, encendiendo aún más mi cuerpo. Terminado el baile, me saco la chaqueta de mi dos piezas, quedando vestida con mi corta falda y mi blusa blanca que deja entrever mis bien formados senos..

Uno a uno, bailo con todos ellos. Cuando, finalmente llega el turno de Tom, le comento, sin recato ya, que todos me han hecho sentir el tamaño de sus vergas y que estoy caliente como una perra en celo. Tom me responde que, lamentablemente, no está mi marido para que me de el permiso para probarlas. Usando sus propias palabras, le replico que soy lo bastante grandecita para tener que pedir permiso. Si pido permiso para ir al toilette, Robert me indica el camino, Subo mi falda para hacer mis necesidades, bajo mis panties que están totalmente mojados por mis jugos vaginales. Me los saco y los guardo en mi bolso. Luego de orinar, regreso al salón y mis ojos no pueden creer lo que ven, mientras estaba en el baño los cuatro se han desnudado y están sentados esperándome con sus grandes vergas erectas.

Simulando estar enojada, les hago notar, en forma juguetona, que esa nos es la forma de comportarse frente a una dama. Les digo "que pensarían Uds. si yo hiciera algo parecido"

Robert me contesta que les encantaría ver mi cuerpo desnudo. Que ha sido el deseo de todos durante toda la velada. Les respondo que lo haré siempre y cuando prometan ser respetuosos. Así será, dice Tom.

Saco mi blusa dejando ver mi pequeño brassiere que apenas cubre mis duros pezones, lo suelto dejando libres mis senos, olvidando que estaba sin panties bajo mi falda, quedando solo con mis medias blancas y mi zapatos de taco alto. Escucho al unísono un murmullo de aprobación. Mi total desnudez hace que sus penes crezcan aún más, me pongo de rodillas y comienzo a chupar el pene de Robert, mientras hago esto, él acaricia mis senos, pellizcando mis pezones, John y Juan, los otros dos, observan acariciando sus largos penes y Tom alterna sus dedos en mi sexo y en mi ano. Hago gozar a Robert y trago su semen, cuyo sabor me agrada de sobremanera.

Robert me toma en brazos y me sienta a horcajadas sobre sus hombros, su boca en mi sexo, me dejo caer hacia atrás quedando mi boca frente al pene de Tom, el cual engullo ansiosamente. John y Juan chupan cada uno, uno de mis senos. La lengua de Robert va alternativamente de mi clítoris a mi ano, gimiendo fuertemente alcanzo un delicioso orgasmo. Tom acaba en mi boca y llenando de semen mi boca. Totalmente desnuda soy acostada sobre la mesa del salón, Robert deja caer champagne sobre mi cuerpo, cuatro bocas lo beben directamente desde allí, haciéndome retorcer de placer. Un pene penetra mi sexo y otro, no sin dificultad, mi ano lubricado por mis jugos. Comienza un coordinado meta y saca, que me hace alcanzar un nuevo orgasmo. Mis entrañas son también llenadas por caliente semen. Sin un minuto de respiro soy cogida en todas las poses imaginables, mi cuerpo es usado y abusado durante toda esa noche. Al recordar el tamaño de sus vergas, hago cuentas de que todos mis orificios fueron llenados por un metro y veinte centímetros de grueso pene. Queda claro que mi cuerpo de mujer necesita mas de un hombre para ser debidamente satisfecho.