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Saint Martin

en Hetero: Infidelidad

Se acercaba la época de nuestra vacaciones y ,aún, no habíamos decidido donde las disfrutaríamos. Luego de una semana bastante ocupada, mi marido apareció ese viernes con dos pasajes al destino elegido por él, Saint Martín, una isla mitad francesa y mitad holandesa situada en el Caribe. Conocía el bien mi afición a las playas soleadas y templadas.

El itinerario del viaje contemplaba una parada en Panamá, donde decidimos pasar una noche y un día. Aprovechamos ese día para efectuar compras de ropa adecuada para nuestra estadía en la isla. Llegado el momento de elegir mi traje de baño, mi marido dijo que él lo seleccionaría. Su elección fue un pequeño bikini de lazos, blanco y de tela bastante delgada. Frente al espejo del probador de la tienda, vi reflejado mi cuerpo moreno, casi desnudo, el traje dejaba poco a la imaginación, las oscuras aureolas de mis grandes pezones se notaban claramente a través de la delgada tela, mis dos senos amenazaban con saltar fuera del pequeño corpiño al igual que mi redondas nalgas sobresalían desafiantes del también pequeño calzón. Dije a mi marido, "imagínate el espectáculo que voy a ofrecer con el bikini mojado, me voy a sentir como si estuviese desnuda". El solamente sonrió.

Esa noche le pedí que recortara el vello de mi pubis. Él accedió gustoso y fue mas lejos, me rasuró totalmente dejando los labios de mi sexo totalmente al descubierto.

Al día siguiente viajamos a Saint Martín instalándonos a la llegada en un lindo y pequeño hotel en el sector holandés. El lugar era precioso, el sol radiante me hacía sentir renovada después de un año de trabajo. Mi cuerpo estaba ya preparado para recibir las caricias del sol, el mar, la arena y, por qué no decirlo, las caricias de mi hombre. Nos dormimos temprano, agotados por el viaje.

Al día siguiente, después de un regio desayuno, mi marido sugirió ir a bañarnos a una playa de la parte francesa, llamada Playa Oriente. En un auto arrendado, nos dirigimos a la otra mitad de la isla. Dejamos nuestro automóvil en el sector de estacionamiento, ingresamos a la playa. Grande fue mi sorpresa al divisar un hombre de color desnudo mostrando su larga y gruesa verga que se balanceaba mientras el caminaba, orgullosamente, por la orilla de la playa. La mayoría de la gente en la playa, tanto hombres como mujeres, mostraban su cuerpos totalmente desnudos. Algunos hermosos y apetecibles, otros no tanto y unos pocos para nada apetecibles. Yo vestida en mi pequeños bikini me sentía fuera de lugar.

Instalamos nuestras toallas en medio de la playa, y acostada sobre ellas me dediqué a gozar del espectáculo. Mi marido me preguntó si me gustaba lo que veía, le contesté que sí, había algunas vergas bastante atractivas, noté que algunas de ellas medio erectas tenían puestas unas apretadas argollas de colores que seguramente ayudaban a esa semi erección. El hecho de imaginármelas totalmente erectas hizo que comenzara a calentarme. Frente a nosotros un atractivo muchacho esparcía crema bloqueadora sobre el cuerpo de una linda muchacha desnuda. Su verga que estaba medio erecta comenzó a pararse, ante esto, ambos se levantaron y corrieron hacia el agua. Luego de un momento, los imitamos.

Tal como temía, el agua hizo que la tela de mi bikini, casi transparente, mostrara mis erectos pezones y la profunda separación de mis nalgas, casi al desnudo. "Te dije que esto iba a ocurrir" reproché a mi marido. "Me siento como si estuviese desnuda" agregué. En lugar de responder, él tiro los lazos de mi corpiño, dejando mis senos al aire. Al cubrirlos con mis manos, él aprovechó para hacer lo mismo con mi calzón. "Ahora sí estás desnuda" me dijo alejándose hacia la playa con mis dos prendas como trofeos.

Quedé, de una pieza, desnuda en medio del agua, avergonzada, sin atreverme a salir del agua. Mi marido me llamaba haciéndome señas agitando en el aire mi corpiño. Hice de tripas, corazón y comencé a salir del agua dirigiéndome hacia donde estaba mi marido, no sin antes, como desquite, dar una larga vuelta, exhibiendo mi cuerpo desnudo a quienes quisieran observarlo, que no fueron pocos. No en vano mis medidas son 95, 60 y 90.

Caliente, me tendí boca abajo sobre la toalla y pedí a mi marido que me pusiera crema bloqueadora, lo que hizo concienzudamente, no dejando lugar sin untar, incluso mis partes más íntimas. Me volteé para que masajeara por largo rato, mis senos y pezones, mi vientre y abrí mis muslos para permitirle acceso a mi ahora mojado sexo. Un poco más relajada, tomé sol por ambos lados durante un tiempo prudencial. Cerca de donde estábamos, a la sombra de un árbol, un fornido mozo de color daba un masaje a una madura mujer desnuda. Sus grandes y poderosas manos recorrían el cuerpo de la mujer con una habilidad extraordinaria, El resultado de sus caricias se dejaba ver en el rostro de la mujer, que reflejaba una extrema complacencia Él vestía un short corto que, a su vez, dejaba ver la protuberancia de su masculinidad. Mientras realizaba su agradable tarea, sus ojos no dejaban de mirarme, mientras sonreía, su sonrisa era una invitación a tenderme desnuda sobre su mesa de masajes.

Pensé en lo delicioso y relajante que sería recibir un masaje de esas manos sobre mi cuerpo desnudo. Como si lo hubiera adivinado mi marido me dijo "Te gustaría que te dieran un masaje mientras yo voy a reservar una mesa para almorzar" Contesté "Si a ti no te importa que me metan mano, yo encantada" Contratamos un masaje de media hora por 50 dólares. Pensé para mi interior, todavía el muy fresco va a cobrar por toquetearme.

Me tendí boca abajo sobre la mesa de masaje y el hombre comenzó a masajearme, ubicando su cuerpo frente a mi cara, masajeó primero mis hombros, siguió por mi espalda, continuó por mi cintura, cuando llegó a mis caderas mi cuerpo se había relajado y no ofreció resistencia cuando sus dedos penetraron entre mis nalgas llegando a rozar con sus yemas mi ano. Al no encontrar reacción de mi parte, aprovechó descaradamente la ocasión para insertar su dedo índice lleno de crema en mi ano. Sobresaltada, en ese momento abrí mis ojos para ver en la parte baja de su short la punta brillante de lo que debía ser una larga y gruesa verga.

Cambió su posición para comenzar a masajear mis pies, pantorrillas y muslos, primero por su exterior, luego sus manos forzaron su ingreso a la parte interior de mis muslos, masajeándolos hasta casi tocar mi sexo, ahora mojado por la excitación provocada por sus caricias. Me volteé sobre la mesa, para quedar tendida de espaldas mostrando mis senos henchidos con sus pezones erectos, pidiendo ser tocados. La respuesta no se hizo esperar, sus dedos se apoderaron de ellos, pellizcándolos suavemente. Como movidas por un resorte, mis piernas se abrieron dejando ver mi rasurado sexo. El aroma de hembra caliente invadió el ambiente.

El llegada de mi marido, me trajo de vuelta a la realidad. Me senté sobre la mesa y miré a mi alrededor, cerca de ocho hombres habían estado observando el excitante espectáculo de mi masaje, sus penes erectos mostraban que les había gustado. Pagamos lo debido y nos fuimos a almorzar al restaurante de un hotel cercano a la playa. Lo interesante del restaurante era que todos los comensales, hombres y mujeres estaban desnudos. Yo recordaba haber tomado desayuno desnuda en la intimidad de mi pieza en un hotel, pero nunca haber almorzado desnuda en público. Cuando terminamos de almorzar, mi marido solicitó la cuenta y la firmó cuando se la trajeron. Para mi beneplácito, había tomado una habitación en ese hotel.

Temprano en la tarde vestida con mi bikini blanco, bajé a la piscina del hotel. La mayoría de los bañistas estaban desnudos por lo que no tardé en despojarme de mis dos piezas para quedar desnuda. Mi marido bajó luego de un rato, ya vestido y me avisó que iría al hotel anterior para retirar nuestras maletas y pagar la cuenta. Me quedé tendida boca abajo sobre una tumbona. Luego de un rato, me dormí profundamente para despertar sobresaltada por las caricias de dos manos que esparcían crema bloqueadora en mi espalda.

"Debes tener cuidado con las quemaduras del sol" me dijo una voz conocida. Era el masajista de la mañana, quien sin mi permiso, se había apoderado una vez más de mi cuerpo. Le dije " Cuidado si mi marido ve esto no va a estar muy feliz" Con descaro, me contestó "Lo vi tomar un taxi y no creo que regrese muy pronto" Diciendo esto, continuó esparciendo la crema ahora sobre mis nalgas y mis muslos. El calor del sol y sus caricias, y en general todo el ambiente que nos rodeaba comenzaron a hacer efecto en mi cuerpo. Dejé que sus manos alcanzaran mi sexo y sus dedos se introdujeran en él y también en mi ano.

Más aún, me volví de espalda permitiéndole que cubriera de crema mis senos y mi bajo vientre.

El calor se hacía insoportable, por lo que decidí subir a mi habitación para tomar un baño frío que hiciese bajar la calentura de mi cuerpo. Iba a entrar a la ducha, cuando sentí que alguien golpeaba la puerta, pensé que era mi marido que había regresado. Abrí la puerta para encontrarme cara a cara con el masajista quien sostenía en sus manos mi bikini que había dejado olvidado en la piscina en mi prisa por subir. Sin esperar una invitación a pasar, entró a la habitación cerrando la puerta tras de sí. Me tomó entre sus brazos y comenzó a besarme apretando mi desnudo cuerpo contra él, haciéndome sentir el tamaño de su verga entre mis piernas. Luego de una pequeña resistencia de mi parte, respondí a sus caricias y sus besos, su lengua se introdujo en mi boca, mientras mis manos tocaban su verga por sobre el short que vestía. No tardé en despojarlo de él, para dejar ante mi vista su gruesa y larga herramienta. Como si estuviese ante una imagen sacra, caí de rodillas frente a él, introduje su miembro en mi boca y comencé a chuparlo como si fuese en ello mi vida.

Me levantó en sus brazos, con mis piernas abiertas abrazando su cintura, puso la punta de su callampa en la entrada de mi vagina, se tendió de espaldas en la cama y centímetro a centímetro hizo que mi sexo engullera lentamente lo que parecía un interminable pedazo de sabrosa carne. Para desesperarme me sacó su pene completamente, luego me lo metió sin llegar hasta el fondo y me lo volvió a sacar totalmente. Cuando le pedí que me lo metiera, me dijo que tenía que rogarle. "Por favor, metémelo" le dije. No solo me hizo rogarle, tuve que decirle que su pico me gustaba más que el de mi marido, lo que no era una mentira. Me puso de espaldas en la cama, hizo poner mis piernas sobre sus hombros y comenzó un furioso mete y saca. Alcancé un delicioso orgasmo que me hizo gritar de placer al tiempo que chorros de caliente semen llenaban mi interior. Agradecida por el placer recibido, tomé su pene en mi boca y lo chupé hasta dejarlo limpio y medio erecto. Preocupada por la posible llegada de mi marido le pedí que se fuera no sin antes besarlo en su boca con loca pasión.

Recién había terminado de ducharme, cuando golpearon la puerta. Esta vez era mi marido acompañado de un botones que cargaba nuestra maletas. El mozo ni siquiera miró mi cuerpo desnudo. Mas avanzada la tarde, bajamos, esta vez vestidos, a tomar un trago en el bar del hotel. Cerca de nuestra mesa había una pareja de edad similar a la nuestra. No tardó mi marido en entablar una animada conversación con el hombre. Cuando terminamos nuestros tragos, ambos se había puesto de acuerdo para salir de pesca al día siguiente, ninguna de nosotras dos manifestamos interés en participar en el día de pesca. Nos fuimos temprano a la cama Mientras hacíamos el amor, mi cuerpo estaba con mi marido, mientras que mi mente fantaseaba con el recuerdo de la verga que me había comido esa tarde.

Temprano en la mañana, el nuevo amigo de mi marido pasó a buscarlo para llevarlo al muelle donde se embarcarían en un bote arrendado para salir a alta mar. Desayuné y luego bajé a tomar sol al borde de la piscina. Estuve cerca de una hora tomando sol desnuda.

Al cabo de ese tiempo, me puse el bikini y me dirigí al salón de masajes, cercano a la piscina.. Me recibió mi amigo el masajista a quien solicité sus "servicios". Me dijo que pasara a la sala continua y que me pusiera cómoda, lo cual hice, me despojé del bikini y me acosté desnuda boca abajo para esperar el masaje. Se paró frente a la cabecera de la mesa y comenzó a masajear deliciosamente mis hombros y espaldas. En ese instante otro par de manos comenzó a masajear mi cintura y mis nalgas. Gratamente sorprendida abrí mis ojos para ver que tenía a mi servicio dos masajistas. El ya conocido, y otro atractivo muchacho, también de color. El primero me preguntó si no me importaba que ambos me masajearan

Estaba dando entrenamiento al nuevo masajista. Bromeó diciendo que el precio por sus servicios sería el mismo.

Dispuesta a disfrutar del masaje, entregué mi cuerpo totalmente relajado a esas cuatro expertas manos. No dejaron parte de mi cuerpo sin tocar, era como estar en el paraíso, lo que había comenzado como un inocente masaje pasó a ser un manoseo descarado de mi cuerpo caliente. Tras quitarse sus shorts, me pusieron de espaldas en la mesa y el que estaba en la cabecera introdujo su verga en mi boca mientras me chupaba los senos. El otro me hizo abrir la piernas y agachándose introdujo su lengua en mi sexo mojado y con sus labios se adueño de mi clítoris haciéndome gemir de placer y mamar la verga en mi boca con desesperación. Su lengua recorría los pliegues de los labios de mi sexo, subía hasta mi clítoris y bajaba hasta mi ano introduciéndose en él. El que tenía la verga en mi boca se fue a acostar en una cama de descanso cercana a la mesa. Con su verga erecta apuntando al cielo me hizo montar en ella, mi culito parado y abierto pedía a gritos ser penetrado. Sentí como el otro muchacho introducía su dedo índice en mi hoyito posterior y lo movía en círculos haciendo que se relajara. Pronto el dedo fue reemplazado por la callampa de un pico parado. Al principio sentí un poco de dolor, pero a medida que el pene ensartado en mi sexo me producía placer me fui relajando permitiendo el ingreso total de ambas vergas en mi cuerpo En mi interior las dos vergas se tocaban, el goce que me producían hacía escapar fuertes gemidos de mi boca .Los gemidos pasaron a ser bramidos cuando alcancé el orgasmo. Mi cuerpo recibió gustosamente la leche caliente de los dos miembros.

Caliente aún, usé mi boca para dejar ambos penes limpiecitos.

Para terminar pagué encantada el precio del"masaje"

Al regreso de mi marido, pregunté que tal había estado la pesca. Me contestó "Excelente"

Para mi interior pensé que no podía haber estado tan excelente como la mía. Había cogido dos tremendos ejemplares y me los había comido crudos.