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Poker en casa

en Orgías

Al igual que todos los últimos viernes de cada mes, un grupo de siete amigos de mi marido se había reunido, ahora en nuestra casa, en esa calurosa noche del mes de Diciembre para su tradicional partida de poker.

Luego de preparar para ellos emparedados y bebidas, subí a nuestra alcoba donde me desvestí y procedí a cubrir mi cuerpo con el sexy conjunto de dormir que mi marido me había dado como regalo de Navidad. Este se componía de un corto camisón y un minúsculo calzón, ambos de color blanco y ambos transparentes. Me contemplé en el gran espejo de nuestro dormitorio, y éste devolvió la imagen de mi cuerpo moreno, en todo su esplendor, mostrando mis bien formados senos con sus obscuros y grandes pezones erectos. El pequeño y transparente calzón dejaba ver casi totalmente el resto de mi cuerpo.

Me recosté encima de nuestra gran cama, dejando para cubrirme solo una ligera sábana.

Me preparé para conciliar el sueño, cosa difícil debido a los gritos y risotadas que subían desde la planta baja donde ellos jugaban cartas. Para mi sorpresa luego de cerca de una hora, los ruidos cesaron y el silencio se adueñó de nuestra casa. Por un momento pensé que los amigos de mi marido se habían marchado. No podía ser pues no había escuchado el ruido de los motores de sus autos.

Intrigada bajé silenciosamente a la planta baja, la luces del salón donde habitualmente jugaban, estaban apagadas, pero se notaba un suave resplandor y se oían ligeros murmullos.

Suavemente entreabrí la cortina del salón y pude conocer la razón de su silencio. Estaban todos sentados frente a la pantalla gigante de nuestro televisor, contemplando extasiados como en ella una bella rubia desnuda ensartada por delante por un hombre negro, era penetrada en su ano por otro, mientras mamaba una tercera verga.

Debí regresar a mi dormitorio más, embobada por lo que veía y, sobre todo por el tamaño de las vergas de los negros, permanecí allí por un largo rato, con una mano acariciando mis duros pezones y la otra restregando mi sexo. Tan absorta estaba masturbándome, que no noté que uno de los amigos de mi marido, que estaba sentado en un rincón no visible para mi, se había levantado, dirigiéndose hacia donde estaba yo y al abrir la cortina tropezó conmigo, lanzando una exclamación.

Mi marido encendió las luces, y yo, vestida solo en mi blanco conjunto de dormir, pasé a reemplazar como centro de atracción a la película porno que terminaba en esos momentos.

La televisión fue apagada, mientras yo paralizada, roja de vergüenza y porque no decirlo, un tanto caliente, permanecía a la entrada del salón expuesta a las lascivas miradas de ocho hombres. Mi marido en un vano e inútil afán de distender el tenso ambiente, no encontró nada mejor que alabar lo sexy que lucía. Lo único que consiguió fue que el resto me mirara con mayor detención y me llenara de piropos que hicieron que me calentara aún más.

Si antes había pensado en huir a mi dormitorio, las loas de mi marido me convencieron que para él era un orgullo mostrar mi provocativo cuerpo, y opté por permanecer junto a él.

Alguien me ofreció un trago que gustosamente acepté, y que sirvió para relajarme.

Ya mas tranquila, pregunté como era posible que se dedicaran a ver ese tipo de películas.

Uno de ellos me contestó que aunque yo no lo creyera, a mucha gente les gustaba e incluso les excitaba. Que no muchos aceptaban este hecho.. Pensé para mi que yo era un buen ejemplo, la humedad entre mis muslos lo confirmaba. Como vi otros videos sobre el televisor, me levanté para subir a mi dormitorio y dejar que continuaran su sesión de películas. Todos insistieron en que me quedara, miré a mi marido para ver si se oponía. Nada dijo, solo sonrió. Consideré que aceptaba mi presencia allí. Totalmente relajada me senté al lado de mi marido, en medio de ellos. Una nueva película fue puesta en el video.

Las luces fueron apagadas. Las candentes escenas del nuevo video exhibido, más las manos de mi marido acariciando mis desnudos muslos, hicieron que mi sexo se mojara totalmente.

Repentinamente, noté que una mano ajena acariciaba mi otro muslo, avanzando por mi glúteo hacia mi ano, miré hacia mi marido para ver si lo había notado, como no reaccionó, me dije que no había visto nada. La mano de mi marido se introdujo bajo el calzón, tratando de alcanzar mi mojado sexo. Levanté mi muslo para facilitar su acceso y uno de sus dedos alcanzó su objetivo, haciendo escapar un corto gemido de mi garganta , que no pasó inadvertido para quienes se encontraban mas cerca de nosotros. Alguien que estaba de pié atrás de nuestro sillón, deslizó su mano sobre mi hombro alcanzando el seno del lado contrario al de mi marido, dos de sus dedos pellizcaron suavemente su erecto pezón haciéndome respingar. La mano ajena, aprovechó mi sobresalto para introducir su dedo cordial en mi lubricado ano.

Mis esfuerzos por disimular lo que sentía estaban llegando a su límite. Afortunadamente el video terminó, las manos invasoras abandonaron mi cuerpo. No quería ni podía levantarme

Era muy notoria la erección de mis pezones y mis jugos vaginales habían alcanzado la parte baja de mis muslos. A pesar de ello, mi marido contra mi voluntad, insistió en que sirviera otra ronda para todos. Me levanté y rápidamente me dirigí a la cocina para preparar los tragos. Mi marido me alcanzó allí, me preguntó por que no quería atender los invitados.

Le dije, todavía lo preguntas. Tengo los calzones empapados gracias a tus caricias. Si te molestan, sácatelos, me contestó. Como yo dudara, puso sus manos en mi cintura y me los bajó, retirándolos luego. Quedé ahí, solo vestida por un camisón transparente que no alcanzaba a cubrir mis nalgas, y menos el negro vello de mi pubis.

Pretendes que atienda en esta facha a tus amigos, le dije. Porque no, me contestó, te ves muy bien. Me veo toda, repliqué, pero si eso es lo que quieres, allá voy. Tomé la bandeja con los tragos y me dirigí al salón. Este estaba iluminado a giorno, mi camisón no dejaba nada para la imaginación. Las miradas de todos estaban clavadas en mi semidesnudo cuerpo. A estas alturas, yo ansiaba ser clavada por algo mas contundente que sus miradas.

Después de haber bebido sus tragos, mi marido propuso jugar cuatro últimas manos de póker. Ya que el premio para cada uno de los ganadores sería importante, se estableció una apertura con tres ases como mínimo. Alguien dijo que la apertura era muy alta. Mi marido contestó que los premios lo valían.

Hice ademán de retirarme, pero él me detuvo diciéndome Ahora es el turno de ellos de dar solaz a ti. Dando el ejemplo, les pidió que se quitaran sus ropas. No pude evitar mirar con ávidos ojos sus erectas vergas. Desnudos, se sentaron a la mesa a jugar. Mi marido me pidió que me metiera bajo la mesa y me diera un festín mamando sus penes, lo que hice gustosamente

Después de 45 minutos alguien abrió con tres ases. Antes de jugar su mano insistió en saber a cuanto ascendía el premio. Mi marido dijo que nunca había hablado de dinero. Ante la sorpresa del abridor, me pidió que saliera de bajo la mesa interrumpiendo el festín que me estaba dando, ya de pié, me despojó bruscamente de mi camisón y totalmente desnuda, me puso de rodillas en medio de la mesa, ahora cubierta de fichas. Ahí está el premio!, gritó

Ahí estaba yo, gracias a mi marido, rodeada por ocho hombres desnudos, desnuda, caliente, con mi sexo mojado, mis senos erectos esperando el resultado de una partida de poker.

 

El que había abierto, ganó este pozo. Mi marido me tomó en brazos, me besó y me entregó, diciéndole goza de tu premio. Es tuyo, puedes hacer lo que quieras con él. Me abracé a él, presionando mis senos contra su pecho, me levantó en vilo, crucé mis piernas en su cintura, su parado pico quedó frente a mi mojado y abierto sexo, me deslicé hacia abajo, ensartándomelo hasta el fondo. Así, me llevó en brazos hasta un sofá donde me acostó, poniendo mis piernas sobre sus hombros, sacó totalmente su miembro de mi sexo, luego comenzó a jugar introduciendo solo la punta, para luego retirarla, metiéndolo hasta el fondo y sacándolo.

Sin importar la presencia de mi marido y sus amigos quienes habían dejado de jugar para contemplar el espectáculo, yo le pedía a gritos que me lo metiera de una vez, elevando mi pelvis en un esfuerzo por alcanzar su pene, ruégame que te lo meta, me dijo. Metémelo, hijo de puta, le grité. No había terminado de decirlo, cuando sin aviso previo, de un golpe violento me enterró su grueso pico hasta el fondo, haciéndome acabar entre bramidos y movimientos violentos de mi abdomen que lo hicieron eyacular, llenando mi interior con su caliente semen. Después de un momento, el se separó de mi y fue a tenderse en un sillón, yo quedé tirada en el sofá con mis piernas totalmente separadas que dejaban ver como salía de mi dilatado sexo un lechoso líquido.

Mi marido y sus restantes amigos volvieron a su juego de poker. Después de un largo rato y mientras ellos jugaban su segunda mano, yo aún no satisfecha y ya recuperada, noté que mi anterior compañero también se había recuperado, así lo mostraba su semierecto pene. Me acerqué a él, metí su pico en mi boca y con una buena mamada lo hice ponerse duro. Luego me monté en el y comencé a cabalgarlo mientras él chupaba mis tetas. Una algarabía en la mesa de poker nos hizo saber que había otro ganador. Luego me enteré que de nuevo el premio era yo. Iba a desmontarme cuando mi marido me dijo que este premio tenía una variación.

Mi marido puso uno de sus dedos en mi ano dibujando círculos en él y para hacerlo relajarse lo introducía y sacaba hasta que el dedo fue reemplazado por el pene del feliz ganador. Sentía en mi interior como ambos penes en su coordinado mete y saca se tocaban en mi anterior, lo que sumado a la mamada de mis dos tetas me llevó nuevamente a un delicioso orgasmo. Mientras ambos ganadores me hacían gozar como nunca, alternando sus penes en mi coño y mi culo, se jugaba la tercera mano.

Cuando vi al ganador de la tercera mano, mi asomo de cansancio desapareció, tenía una estupenda, gruesa y larga, verga. Parada tenía mas de 25 cm. Lo hice acostarse de espaldas sobre la mullida alfombra de piel del salón con su pico apuntando al cielo y, extasiada, lo monté. Puse mis tetas en su boca para que las chupara. Mi ano fue penetrado por un segundo pico, el tercero algo lacio fue puesto en mi boca para ser mamado. Tenía mis tres agujeros de goce llenos. Me movía como una yegua encabritada, gimiendo y bramando. El cabrón de mi marido que seguramente había preparado todo, los animaba a que me dieran con todo. Acabó el que montaba, gocé yo, el pico que chupaba llenó mi boca de semen, el que tragué en forma golosa. El que me daba por culo también acabó.

En ese momento los que jugaban la cuarta mano, terminaron. Había un cuarto ganador que no era mi marido.

Pedí tiempo fuera para recuperarme antes de recibir el último asalto. En realidad, también quería que se recuperaran los que me iban a asaltar. Mi marido pidió a los tres que no habían ganado, que me masajearan para recuperar mi agotado cuerpo. Fui tendida boca abajo en la alfombra de piel. Un par de suaves manos se encargó de mi espalda, otro par de mis glúteos y otro de mis muslos y pantorrillas. Fui masajeada a conciencia durante casi 30 minutos lo que hizo que me recuperara. Caliente de nuevo, sin que nadie me lo pidiera me volteé, lo que fue interpretado como mi deseo de ser masajeada en mi parte delantera. Las manos que tocaban mi espalda, comenzaron a acariciar mis senos y pezones, otras acariciaron mi bajo vientre, y un tercer par mis muslos. Mis manos tomaron dos parados picos. Las manos que masajeaban el interior de mis muslos, llegaron a su parte superior, instintivamente separé mis piernas, la palma de una de esas manos presionó mi sexo, haciéndome retorcer de deseo.

Aprovechando esto, el que acariciaba mis senos comenzó a lamer mis pezones.

Basta, dijo mi marido. Uds. no son ganadores, puntualizó.

De espaldas en la alfombra, con mis piernas abiertas, fui penetrada por el cuarto ganador, su verga sin ser espléndida hizo que gozara una vez más. Cambiamos posición, él abajo y yo montada sobre él. Desde atrás fui penetrada por el ano. Mientras otros dos picos eran puestos en mi boca para ser mamados. El pico que estaba en mi culo, fue puesto al lado del que estaba en mi sexo y casi sin que me dieran cuenta penetró también mi sexo. Tan abierta estaba. Fue en ese momento que me di cuenta que mi marido hacía un buen rato que estaba filmando con la cámara de video esta escena. Mi cara debe haber reflejado el goce que sentía, excitada por saberme filmada, alcancé mi enésimo orgasmo, al tiempo que las dos vergas que mamaba arrojaban su semen sobre mis senos y mi sexo era llenado de semen por dos mangueras.

Mirando directamente a la cámara, esparcí el semen sobre mis senos cuidando de cubrir con él mis parados pezones. Luego chupé uno a uno mis dedos. Luego, con mi boca limpié los cuatro picos que me habían penetrado. Todo esto fue filmado por mi marido sin perder detalle. Luego de terminar, me acerqué a él y con mi boca llena de semen, le di un gran beso en su boca, sin dejar de introducir mi lengua en ella, como agradecimiento por el exquisito momento pasado.

De mera espectadora de películas porno pasé a ser una consumada porno star.

Cerca de las 4 de la mañana, mi marido y yo ambos desnudos, despedimos en la puerta a nuestros invitados. Besé a cada uno de ellos, dejando que me tocaran lo que quisieran.

Agotada pedí a mi marido que me subiera en brazos hasta nuestro dormitorio. Allí, de espaldas en nuestra gran cama, abrí mis piernas y le pedí que con su boca limpiase mi sexo lleno de semen ajeno. Lo hizo con especial cuidado. Es un gran cabrón.

Dormí como los angelitos