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Me hizo su perra

en Zoofilia

El me hizo su perra

Vivía con mi marido muy feliz, el tiene 55 y yo 39 años y aunque solo hacemos el amor una vez al mes, creo que me quiere. Lo que pasó es que me regaló un perro mastín para que no estuviera sola en nuestra aislada casa y ahí empezó todo.

Sola en casa, muchas veces iba desnuda ya que el clima en donde residíamos, el calor era sofocante y no me gustan los aires acondicionados. Me aficioné a acariciarme viendo en Internet toda clase de sexo, hasta que llegué a una página de zoofilia y me quedé largo rato impresionada por los vídeos y fotos de mujeres siendo folladas por sus mascotas. Ninguna parecía pasarlo mal, pues al principio me creí que estaban siendo violadas sin consentimiento, por el hecho de la fiereza y ellas sometidas, pero cambié de opinión cuando me fui enterando de que el placer, si se hacía bien el acto, era muy grande y la pareja mujer-perro, si se comprendían entre ellos, sí que funcionaba.

Con aquellas imágenes e información me deshacía por ganas de encontrarme en ello, pero mi miedo a los miembros de los distintos perros que veía follar, -solo conocía el de mi marido y no se parecían en nada aquellas monstruosas vergas que entraban y salían del sexo de las mujeres- me hacía dudar seriamente. Pensé además, que mi coñito era muy pequeño pues por el tamaño de mi marido y no haber tenido hijos, se me había quedado como de niña. Pero claro que una cosa son los reparos y otra la fiebre que me tenía completamente subyugada por practicar el sexo con un perro y he aquí que en casa tenía uno.

Empecé a tocar sus partes cuando lo bañaba una vez a la semana, -ahora lo baño, mejor dicho, nos bañamos, cada día- rozando o apretando suavemente con la mano sus huevos o la funda peluda en donde debía guardar su monstruo. La primera reacción fue de sorpresa por parte de mi Kun, así lo bautizamos, pero de inmediato se giró y mientras mis dos manos estaban en sus bajos, me pasó las fauces por la cara y con su larga –y luego sabia lengua- me lamió varias veces mi boca. Con aquel roce, mis vellos de todo mi cuerpo se me erizaron y una corriente me resiguió la espalda de arriba a bajo, hasta llegar al interior de mi sexo y provocándome una sensación como nunca la había sentido, creo que sería como un orgasmo, pero no tenía experiencia por no haber sentido ninguno hasta el momento. Debía estar muy excitada pues pensé que si por pasarme la lengua ya tenía contracciones en mi útero, que sería cuando me follase. Aquello me decidió a poner en marcha el plan. Primero el veterinario me lo atendió -a diario se lo llevaba- de forma que estaba más limpio y sano que ninguno de nosotros, retoques de manicura, afeitado a lo mínimo con el menor pelo posible ya que vivía en el interior de la casa y no necesitaba ni uñas ni estar peludo para defenderse de la maleza, menú potenciado como si lo fuéramos a cruzar con perra (?) y así tener el esperma más rico, etc.

Me interesé en saber sobre el posible embarazo que me diera aunque suponía que yo era estéril, -así me lo había explicado mi marido- y el amigo desconocido de Internet que me contestó se rió diciéndome que las mujeres no pueden quedar preñadas por animales de otra especie, aunque se habían hecho ensayos con células madre cruzadas y no se sabía aún como acabarían los estudios, todos para conocer la posible aplicación de clonación de órganos. No entendí nada y no me preocupé más de ello –hoy estoy orgullosa por mi familia- por lo que acabé la información que necesitaba y me preparé para que a la mañana siguiente, tras irse a su trabajo mi marido por todo el día, mi perro me hiciera suya.

Amaneció soleado por lo me puse un corpiño sin más, solo por los rasguños que sabía iba a producirme a pesar de sus uñas recortadas. Lo llamé a mi sofá y le acaricié la polla directamente. Me había dicho un internauta zoo que los mastines eran unos perros sexualmente notables por que no cejan en acosar a su hembra, copulan mas veces que cualquier perro y están muy bien provistos, todo ello hacía que como amantes de humanas eran perfectos.

Como estaba acostumbrado a descapullar al lavarlo, le apareció casi de inmediato la punta de su rojiza polla y comenzó a lamerme la cara. Yo esperaba aquello para que mientras le sacaba todo de su funda, el se entretuviera lamiéndome la boca con su lengua juguetona.

Me arrodillé frente a el y le cogí la polla con una mano y me la llevé a la boca por primera vez. Había pensado tal momento hacía mucho y lo repasé de memoria: debía primero lamerla de arriba abajo para que el no se apartara asustado, después empezaría a ponerla entre mis labios y con la lengua acompañarla hacia adentro de mi boca sin que tocara apenas mis dientes; eso era difícil pues tengo una dentadura grande –blanca y perfecta- por lo que con mucho cuidado logré entrármela hasta la mitad, rodearla con mis labios y mi lengua era lo siguiente hasta llevarla del todo al fondo de mi boca. A su vez debía tragar sus líquidos y jugos que abundantes, le salían por la punta de su cabezota, para no obstaculizar la mamada. Así llegué a meterla y sacarla de mi boca repetidas veces durante un buen rato y como que Kun no estaba acostumbrado, le vino una corrida que aunque esperada me sorprendió por lo abundante, saboreé aquel elixir caliente, pegajoso y con sus abundantes vitaminas y me le tragué todo deseando se diera cuenta de que era suya, que me tomaba su semen como acto de sumisión y que podía disponer de mi en lo que quisiera. Quedó muy nervioso a pesar de que los machos quedan algo mohínos después de eyacular, pero aquel no era un macho normal. Si durante los tocamientos el me había lamido mis manos después de yo acariciarme el clítoris, ahora se puso a olerme por todos los lados y acertó en poner su morro en mis labios vulvares y lamerme a gusto.

Yo me espatarré y me abrí con mis dedos para que me penetrara su lengua hasta media vagina cosa que consiguió y me dio otra vez las famosas cosquillas medulares, que me adormecen y me vibran por dentro.

Me subí al asiento del sofá y lo acompañé por sus patas

a que las colocara entre mi cuerpo, como el misionero, y de esta forma estábamos ambos encarados: su morro en mi boca y su polla entre los labios de mi vulva. No tuve que hacer mucho pues el al notar que su miembro entraba en una funda húmeda, tibia y musculosa, se propuso romperla metiendo toda su polla dentro. Me erguí del susto pues fue mucho peor que mi desfloramiento en la noche de bodas, noté que su gruesa polla no me entraba fácil pero el siguió insistiendo dándome otro empujón con sus riñones con lo que me la metió toda y noté tocó mi fondo, llegando donde nunca había llegado mi marido. Sentirme llena de polla, llena de mi perro, follada por mi Kun, fue lo máximo, le rodeé su cuerpo con mis piernas y le permití que me la entrara y me la sacara con ritmo atenuado para deleitarme con los roces de las paredes de mi vagina apretadas por el grueso invasor, me desvanecía de placer, nunca había sentido aquello, una ola de calor y ténues eléctricas sacudidas me llevaban a perder la consciencia pero de pronto un orgasmo apareció: era como un tsunami en todo mi cuerpo, no sabía qué me pasaba, no entendía donde estaba y por que no se me comía aquella bestia gozándome. Debi de estar segundos desmayada hasta que me noté como mi sexo me dolía mucho más que al principio, todo mi interior estaba lleno por el perro, ahora incluso su nudo –sabía lo que era por mi abundante investigación previa-, lo tenía alojado en el primer tramo del túnel de mi vagina y me producía la última de las sensaciones de aquella posesión de mi Kun. Era tremendo, con su fuerza y grosor me había dilatado toda y atascada como estaba su polla dentro de mi, se dio la vuelta y a los pocos minutos empecé a sentir unas contracciones, como latigazos al mismo tiempo que un flujo de líquido hirviente me inundaba todas mis entrañas. Cada dos o tres minutos otra contracción y otro chorro de su esperma me echaba, quedándose todo ello sin salir por el tapón que suponía su nudo en mi entrada. Era cierto lo que había leido de que el macho con su nudo, por no dejar escapar ni un solo espermatozoide, aseguraba el dejar preñada a la hembra. Aquello de sentir como mi macho estaba echándome su semen para preñarme me acabó de trastocar y un nuevo orgasmo me explotó dejándome otra vez medio desmayada abrazada con mi perro, completamente encima de mi.

Aquella fue la primera vez que mi Kun me folló a las nueve y media de la mañana y aquel lunes lo repitió otras tres veces todas a requerimiento de el: la segunda al volver al mediodía de comprar la comida. Noté como me empujaba suavemente con su cuerpo contra mis piernas, ya desnuda otra vez, y me dejé llevar hacía el sofá pero esta vez me puse de rodillas sobre la estera y el se puso a lamerme el chocho -todavía rezumante de su leche pues no me había lavado para sentirme más su perra-, tras diez o doce pasadas de lengua dejándome lleno de sus babas todo mi pubis, se me subió a mi espalda y me abrazó inmediatamente con sus dos patas. Separé lo justo mis piernas para que mi abierto coño se encarara a su ya punta saliente de su funda y de una estocada precisa me la metió dentro. Sin darme cuenta al solo entrarla le creció toda y me la fue metiendo cada vez que empujaba, hasta sentirla toda dentro en mi ya dilatado coño por la follada de la mañana. No obstante aquella polla me estaba viciando a no dejarla fuera de mi en ningún momento y que o sería por el o por mi, pero quería que me estuviera follando todo el día. Alcance a la media hora otro de aquellos orgasmos tan deliciosos y tras aflojársele el nudo y salir de mi otra vez inundado vientre, nos mamamos los sexos el uno al otro, en uno de los 69 más fantásticos que recuerde.

Después de comer, en un retozar de semi siesta me volvió a follar y antes del regreso de mi esposo para la cena, lo repitió pero esta vez mientras jugábamos me puse encima de su enhiesta polla y me la introduje toda, empalándome y notándomela en el estómago de tan larga como la tenía dentro.

Seguí así sin oponer resistencia alguna a que me follara mi perro todos los días de la semana, incluso el jueves después de cenar mi marido estaba medio griposo y se acostó pronto por lo que yo salí a pasear por el jardín junto a Kun y en el extremo más lejano de la casa me empujó definitivamente, llevaba rato haciéndolo y me recosté en las escaleras de la piscina para el ponerse encima mío y follarme un buen rato mientras le daba mi lengua que la pringaba con las babas de la suya. Al acabar me giré en el césped y el me lamió todo el cuerpo empezando por mi cara, mis pechos, -los pezones largos y duros me los sabe mordisquear- mi chocho rezumante y mi ano, al separarme mis nalgas hasta que le entra su afilada lengua por mi esfínter relajado.

De vuelta al dormitorio de invitados, pues no quería despertar a mi marido, pensé por que no me daba por el culo, mi virgen culo, procurando que no me metiera el nudo pues podría desgarrarme y me puse en cuatro pero mucho más separada de piernas para que mi agujero estuviera más bajo, al nivel de su polla. Como siempre estaba más que húmeda, tenía todo el anillo de la entrada súper lubricado así que su punta me entró y se quedó quieto y extrañado al notar como mi músculo lo aprisionaba con una fuerza que no tenía mi coño, pero al poco y con unos golpes de su culo me metió un buen trozo en mi recto. Ya para entonces yo estaba salida y loca para que me follara el culo como ya me había follado la boca y el chochito.

Era suya, era su perra, el me había hecho su perra pues me tenía a su total disposición y desde entonces se pasaba el día follándome en todos los rincones de la casa y dejándome yo que su esperma me quedase dentro por si entre nuestras comidas de flujos, espermas, babas y alimentación especial, tuviese la fortuna de quedarme embarazada, para demostrarle a mi marido que el estéril era el y no yo. Por cierto que mi marido, al cabo de dos meses de empezar a ser la perra de Kun, nos sorprendió una tarde que regresó antes del trabajo y vió como le comía la polla a nuestro perro y luego me follaba en el dormitorio mientras le decía cariñitos. Por lo visto eso le excitó y no me lo dijo hasta al cabo de dos meses en que venía casi cada día antes y nos espiaba, lo que le provocaba unas erecciones de su pollita, capaces de hacerlo correr y por ello ya hacía más de cinco meses que no teníamos relaciones.

Así fue que al encontrarme rara y con náuseas no pude achacarlo más que a mi amante canino que me hubiera preñado, averiguando que en la alimentación habían introducido algunos productos de los recientes estudios de laboratorio, para una mejor raza de nuestras mascotas…(?).

Por ello, mi marido me aseguró que mi embarazo no sería problema, pues el era incapaz de procrear y yo tenía todo el derecho a ser madre aunque fuera de unos cachorros de mastín.

Que le hacía mucha ilusión que yo le dejara presenciar nuestros coitos a lo que solo le puse una condición: que dormiría con Kun en nuestra cama de matrimonio y el se colocara en una plegable en la misma habitación.

Aquello supuso una nueva modalidad de excitación para mi al estar ensartada por la polla de mi amante delante de mi marido, al que se la chupaba para mortificarlo mas y desmayarme de gusto profiriendo susurros de entrega total a mi perro como el de

"fóllame mi macho…

soy tuya Kun…

siii, dame tu leche…

dejame chuparte esa polla …

préñame otra vez!...

hoy dame por el culo! mi macho…

oh, que ojete tienes mas sabroso…

uhhmmm, toma mi lengua…"

En los dos siguientes años me follaba todos los días, varias veces

al día y todo el día iba llena de su semen, con los labios de mi coño hinchados y con la vagina dilatada y ya mis orgasmos eran perpetuos pues no acababa de tener el último hacía tres horas y me duraba aquel cosquilleo, que ya me volvía a empujar y a follarme.

Los cachorrillos de mastin preciosos los vendió mi marido al veterinario con la explicación de que cruzábamos a nuestro Kun con perras de su raza…

…y Kun seguía teniéndome como su perra, era incansable follándome y yo gozada por el hasta el delirio.