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Patricia encuentra amante

en Zoofilia

Hacía ya tiempo que Patricia era la perra de Kit. No solo por su enorme capacidad por darle placer intenso y continuo sino también por ser su cuidador, protector y compañero en todos los momentos que su vida, desde la mañana hasta la noche –a veces hasta la madrugada- en que no la dejaba ni sola ni perdida como había estado sin el.

Ella tenía el subconsciente absolutamente entregado a su pareja, aunque fuera un perro, pues ella lo necesitaba y ello era lo que le hacía sentirse "su" perra. Sus anteriores experiencias con los dos hombres que la pretendieron en todas las facetas posibles, se iban transformando, con el paso de las semanas en algo cada vez más incómodo, menos ilusionado, mucho peor día a día. Sus actividades públicas no compensaban sus actividades privadas donde el egoísmo y la egolatría de ellos hacían inviable una entrega de Patricia para dejarlos satisfechos y por tanto cada día la trataban peor. Aunque, ella pensó, la culpa fuese de ella misma. Fue abandonada por ambos, siendo los dos bien distintos en muchas cosas, actuaron idénticamente en cuanto a hacerle ver que ellos no estaban para estar todo el rato rogando sus favores.

Lo que desde aquella tarde de verano, espatarrada en la tumbona de su terraza, al lado de su fiel Kit, el doberman regalado por su último pretendiente, le ocurriera, no solo fue un divertimento inesperado sino también el inicio de algo que duraba ya más de un año. Ella se preguntaba si a sus 36 años aquello ya sería para siempre, su futuro emocional ligado a un animal de compañía, sin poder ir al cine o a un restaurante sino fuera dejándolo atado a la entrada.

Por el contrario sus sesiones de sexo eran una locura. Kit era una máquina de follar y de follar bien puesto que ella jamás había alcanzado tantos y tan intensos orgasmos. Aquella tarde el se había levantado olisqueando como si estuviera aguzando el olfato en busca de la perdiz o el conejo y era esto último lo que le llegaba a efluvios intermitentes, ya tenía 14 meses y su naturaleza le empezaba a capacitar como lo que era: un perro. Hay que aclarar que Patricia no había tenido ni ganas ni tiempo al volver de su trabajo, para tomarse una ducha y pensó hacerlo cuando, sudada de aquel sol implacable, le resultaría más grata. Y aquí fue el motivo para que su perrito –de considerable tamaño ya- se le acercara a su subida falda y, sin tocarla, oliera de cerca los impregnados labios de la vulva de Patricia y se quedara como en éxtasis. Aquello no lo había detectado nunca, no había coincidido una situación parecida y por ello creyó que debía de responder al instinto, que sí ya tenía desarrollado, y se dispuso a complacerlo. Sacó su lengua, auténtico instrumento perfecto para todo uso y la pasó a lo ancho entre el canal que quedaba en medio del cierre de los dos muslos de Patricia, cubrió la estrecha tira del tanga y bastante del exterior de los labios externos. Al mover todo aquello, entre lo que le quedó impregnado en la lengua y lo que se le hincharon sus narices, quedó encantado y prosiguió.

Patricia que estaba entre dos mundos, el consciente y el semi dormida, no se lo esperaba, solo gimió por el gusto que aquello que le acababan de hacer da a cualquiera y tardó un par de segundos en comenzar a reaccionar, tiempo suficiente para que la lengua de Kit, como látigo de premio –no de castigo- prosiguiera un par de veces más ahondando en la profundidad en que su lengua entraba ya entre los labios del sexo de la mujer y que por ello, cada vez era todo más gustoso.

-Ohhh Kittt…

Como no veía nada por la posición y no queriendo patear ni pisar a su querido compañero solo alzó la cabeza y vio como las orejas de su perro estaban tiesas y rozaban sus dos muslos a simultáneamente. Qué barbaridad, que gusto le daba aquello, pensó, todavía no había entrado en los razonamientos de si aquello fuera una cochinada o un acto anti natura, no, no pudo entrar en las consideraciones aquellas pues su piel se estaba erizando y unas cosquillas increíbles le estaban subiendo y bajando por toda su medula. Al contrario, inconscientemente separó más sus piernas lo que ayudó a que ya Kit le metiera casi toda la lengua entre sus labios –gracias a la empapada y vieja tanga- y llegara a su vagina a recoger los zumos exquisitos de toda hembra. A partir de aquel momento Patricia tuvo claro de qué iba aquello, dejó de pensar y se puso a vivir la experiencia que las circunstancias le deparaban. Apartó con una mano la tanga y con la otra separó su sexo de forma que con forma circular, la lengua de su amante, -lo miró y lo vio como su amante en aquel momento-, le entró hasta la máxima profundidad de alcance. Fantástico! y como es que me gusta tanto? Claro, en esos momentos la situación se explicaba como un inicio de juego sexual, el que le debe de hacer el macho a la hembra de cualquier especie, para llegar, antes o después, a la culminación de la penetración y las eyaculaciones de ambos, alcanzando los orgasmos debidos. Bueno todo eso es pura teoría y si no que se lo preguntasen a Patricia que como estaba, no recordaba nada parecido. Kit ya estaba degustando los flujos del primer orgasmo que se le estaba formando a ella y que gemía con delirio por notarlo que le llegaba implacable. La explosión de Patricia asustó a su mascota pero solo suspendió algo el ritmo de lamidas perdiendo solo un fracción de menos de un segundo. Ella quedó algo desmadejada por la intensidad y por la falta de práctica, quedó ladeada y como medio caída de la tumbona y al abrir los ojos vio el perfil bajo de su Kit y se dio el susto padre al verle un sexo medio salido de su funda, rojo brillante y considerablemente grueso. Vaya, vaya con mi perrito, es que yo le inspiro "eso", no se lo podía imaginar que ella pudiera excitar a un animal de otra especie que no fuera la suya. Entonces… "eso" es para follar, para follarme a mi, guau!

No era tonta ni subnormal, ya su inteligencia había analizado la situación y estaba creando un argumento justificativo de lo que iba a hacer. Iba a que su mascota se la follara. Había conocido historias de todo tipo, mas o menos mal contadas pero ilustrativas de acciones que en la historia se han dado de aberraciones o actos simplemente admitidos de puro placer y aquel sería un acto de puro –o menos puro, tanto daba- placer zoofílico.

Cuando se separó de su Kit y se quitó su tanga ya se lo quitó todo

-Así te gustaré más, no?

Se echó de espaldas en la tumbona y Kit se la miró, aún relamiéndose el morro.

-Anda ven, súbete encima que esto que tienes hay que aprovecharlo.

Al mover las manos ella, el recordaba que era para que se acercase y así lo hizo. Su cabeza se apoyó en sus pechos con lo que los inmensos pezones rosados le entraron en su boca y comenzó a masticarlos, pero con cuidado –no se sabe del cuidado del animal para con su hembra pero parece que hay estudios de ello-. Patricia se los agarró para orientarle mejor los pezones dentro de su baboso morro y a la vez forzó que el perro subiera más hacia su cara. Fue en aquel momento que ella notó que un duro objeto puntiagudo le separaba los labios de su sexo y, por la lubricidad, le empezaba a entrar, a medida que Patricia se subía sus considerables pechos lo que hacía que el macho apretara más y más con su polla y estuviera ya casi toda la punta antes vista dentro de ella. Lo que no sabía ella –ni seguramente el propio perro- era que, una vez introducido, aquello comenzaría a crecer, y cómo! El animal bombeaba con ritmo trepidante y ella lo cercó con sus largas piernas para rebajar su cadencia con lo que consiguió que el perro empezara a follársela como un buen macho se folla a una hembra: con dominio, con poder, demostrándole a ella lo acertado de su decisión de elegirlo para que se la follara y al mismo tiempo su polla, muy superior a las pollas que había conocido la desafortunada Patricia hasta aquel momento, iba creciendo. El roce de su estrecha vagina con la carne del pollón del macho provocaba que ella gimiese de dolor y de gusto, no sabía bien bien qué le pasaba, pero sí que era un gozo intenso y que le revolvía todo su sistema neuronal, suerte que la lubricación que hacía la polla de Kit en el sexo de Patricia menguaba mucho la fricción y al cabo de un par de minutos ya todo era placer completo.

Al gemir y chillar en bajo, Patricia le estaba dando el aliento a su mascota que, sin nada mejor que hacer, se dedicó a pasarle la lengua por la cara de su ama. Conservaba todo el sabor de los jugos de ella y por tanto Patricia se dejó hacer. Como había hecho con su chocho, el perro empezó a meterle la lengua en la boca de ella que sin saber como ya le estaba dando su propia lengua para revolverse con la larga y musculosa lengua de su perro, al tiempo que se la estaba follando con auténticas ganas. La escena hacía una parejita en el cenit de su amor y entrega, no había resquicio entre los dos cuerpos pegados, además de por el sexo y por la boca. Como una noche de bodas.

Aquello se repitió con considerable frecuencia, de dos a tres veces al día Kit se follaba a Patricia, eran una pareja "de hecho" tan perfecta como cualquier otra. Los dos se iban de fin de semana a hotelitos inhóspitos y lejanos donde permitían perros y ella se pasaba medio día follando y medio día paseando por el mar o la montaña. Tanto se "enamoró" de su mascota que muchas veces salía a la calle con el collar que se había comprado para ella y del mismo enganchaba el mosquetón al collar de Kit y así iban por el paseo, atados el uno con el otro, después de las necesarias correrías y necesidades del cánido.

Ahora ella está preparando dos cosas que celebrar con su pareja: una ceremonia de boda, con su trajecito blanco con encajes y velos y darle el culo a su amante pues ya va siendo hora de probar este otro placer nunca experimentado.