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Amor en familia

en Amor filial

AMOR EN FAMILIA

Un hijo se hace el hombre de la casa

Estábamos sentados ante el fuego de la chimenea. Mi amigo, de los más íntimos, estaba como recitándome su vida, la parte oculta de su vida. Lo había invitado a mi finca alejados del mundo, recién había enterrado a su madre que un cáncer se la ha llevado a sus juveniles 71 años y por lo que aprecié, estaba con una depresión de caballo. Echados cada uno en un sofá, con las piernas sobre la mesa del centro, con un chupito de ron entre los dedos, había querido contarme algo que parecía su confesión o sus memorias y aunque sin mirarme, como haciéndolo para una audiencia fantasma, empezó su historia:

Nadie sabe nada de mi verdad. Nadie ha apreciado jamás cuanto de difícil ha sido mi vida aunque compensada por lo feliz que también he sido. Quiero recordarla en voz alta, que quien quiera que me escuche sepa, valore y no me juzgue lo que ha sido lo más oculto de mis relaciones con los seres en mi entorno, los que han compartido mi vida y a los que creo he dado la mía.

Todo empezó a mis 12 años, cuando en el instituto, en tercero de bachillerato, me dijeron que los niños no venían de París, (entonces yo, de donde vine sino?). Al aclarar la profesora de ciencias naturales, en el capítulo de los seres vivos, mamíferos, que los machos y las hembras son distintos por el aporte que cada uno hace en el tema de la creación de vida, aquello me empezó a interesar pues buen estudiante no era pero tozudo en lo que me interesaba sí y mucho. La cuestión para mi fue que desde aquel momento las hembras ya no eran unos seres como nosotros pero con pecho y culo, además del pelo largo, sino que servían para aquello que me removió la columna vertebral y el bajo vientre al referirse la profe lo que teníamos como aparato reproductor. Solo me había servido para mear y ahora resulta que soy importante pues tenía un "aparato reproductor". Todo me convulsionó y al prestar atención al susodicho aparato resultó que era agradecido y compensaba con cosquillas y algo de gustirrin. Solo me faltaba algo: una hembra. Y claro solo tenía una cerca y esa era mi madre. A sus 31 años era una hembra con todo lo necesario, me la había mirado bien, como obedeciendo a la profe de ciencias y comprobé que tenía pecho, dos sobresalidos, culo de dos cachos llamados nalgas y un pelo que era mi obsesión cuando si por cualquier motivo me arrimaba y me envolvía con su largo cabello castaño y siempre con su olor. Esto fue lo segundo en que base mi estudio del tema, había tenido mucho tiempo dedicado a la visión, casi fotográfica de ella, de todos los ángulos: echado en el suelo, desde la barandilla del piso de los dormitorios, de la izquierda de frente, siempre con mi mirada concentrada en estudiar lo que era una hembra, por lo que pasé al aspecto olfativo. Las hembras huelen distinto. Al menos mi madre olía mucho mejor que mi padre, sería por el tabaco, ella no fumaba, sería por su jabón, no se pero cuando los remolinos de su pelo me rozaban yo estaba en suspensión, como en éxtasis. Luego provoqué otros acercamientos para impregnarme de su olor, su espalda, su cintura, hasta su abrigo y pensando todo lo que iba descubriendo llegué a la conclusión de que cuanto mas interior fuera su ropa más lograría descubrir su olor. Así que llegué al cesto de la ropa sucia.

Cumplí los 13 años y a la vez que estaba en guerra con las mates y la historia universal, mi cuerpo reaccionaba mucho mejor a mis toqueteos científicos con lo que, no se como, en una de mis largas caricias a que sometía a mi aparato reproductor, tuve un espasmo nada desagradable aunque si con un susto de muerte. Resultó que coincidí en profundizar en el tema olores con mi nueva faceta de estimulaciones en mi cuerpo y ello condujo a que me rodeaba mi aparato, ya sabía que se llamaba polla pero era pecado solo pensar aquella palabra, con cualquier prenda interior de mi madre y conseguía unos espasmos fantásticos.

Y ahora empieza lo que me ocurrió en aquella etapa de crecimiento, llegué a los 14 en plena fase de descubrimientos y ganas, de saber y comprobar, de conseguir lo que la vida me insinuaba, aunque en realidad era yo que lo deseaba ya. Empecé a ver a mi madre como otra cosa además de mi madre. Me pareció un ángel de olores y rictus en perfecta armonía, nada la desesperaba, nada la acobardaba, era mucha madre para un hijo que estaba en el intento de poder servir para algo aunque no lo supiera de cierto. A ello se sumó lo guapa que era, comprobado en exceso cuando iba con ella y la miraban los hombres en el súper o por la calle, puesto que a todo yo me fijaba, era como su guardián. Entonces me di cuenta de que la quería muchísimo, pero de todas formas, era una mezcla clarísima en mi cabeza de amor de hijo, amor de hombre, bueno si por el tamaño del "aparato" se puede alegar yo era el campeón en las duchas del cole después del día de deporte, amor de macho reproductor, puesto que mis auto caricias bien me lo confirmaban.

Ya lanzado con mi clarísima vocación de ser el compañero de mi madre, empecé a acercarme mas cada día a ella, cosa que le agradó pero según como era el acercamiento, ponía cara de sorpresa. Así el saludo ya era de beso lento en la mejilla, ver la tele era con las piernas entrecruzadas, coger algo era rozarla por detrás y todo ello me encendía por dentro, exhibiendo mi amor en público y disimulando la parte oculta de deseo, que me estallaba entre las manos cuando volvía a mi cuarto. Me estaba obsesionando con mi madre como centro y justificación de mi vida. Mi padre no estaba nunca, además investigué como hacían el amor, pues era lo obligado entre los padres y no me gustó nada lo que averigüé. A sus 47 años mi padre hacía un trabajo extraño que era de reuniones, reuniones y reuniones. Estaba todo el día reunido y algunas noches. Un día al salir de la escuela tuve que pasar por su despacho para que me trajera a casa, en un edificio inmenso de despachos de reuniones y me atendió una chica llamada secretaria que me pareció haber visto en la tele por su falda corta, sus sandalias de tacón vertical y su blusa de escaso tejido.

En uno de los siguientes días al llegar a casa mi madre estaba con los ojos rojos y al rodearla con mi brazo, se me pegó aunque yo solo le llegaba a su pecho, cosa que me agradaba, pues al presionarlo era como un duro almohadón de latex. El beso se alargo mas que otros días y al deslizar mi boca para separarme, rocé su comisura y me llegó un nuevo olor: el de su aliento, oh! que maravilla, aquello si que me gustó y pensé que mi caricia nocturna la dedicaría a aquel perfume nuevo para mi. Estaba alicaída por algo que no me dijo pero me certificó inconscientemente que yo sí era el hombre de la casa y que era muy cariñoso con ella, tanto fue así que me volvió a besar pero ahora yo ladeé la mejilla y media boca de mi madre se estampó en media boca mía y los dos, al unísono, abrimos los ojos y las pestañas se nos rozaron haciéndonos cosquillas y sin despegarnos apreciamos como sonreíamos los dos. El beso me provocó algo que no sabía y era por que yo no tenía contacto con las chicas del cole, con las que mis compañeros a veces los veía chuparse labios o lamerse lenguas en cualquier esquina apartada de los pasillos transitados, por lo que era virgen de todo además de besos, lo que sentí fue como un latigazo en mi pelvis y el "aparato" se me movió y como duró bastante, tuvo tiempo de hacerse notar. Entonces mi madre se separó de mi con los ojos igual de irritados por las lagrimas pero con una mirada algo mas alegre de lo normal. Era viernes y mi padre no vendría en todo el fin de semana, una reunión muy larga, por lo que después de cenar mi madre y yo, las del servicio se habían ido ya, nos fuimos al salón a ver alguna peli de las en colores pues la tele había mejorado bastante. En el sofá noté extraña a mi madre que se me abrazó y me colocó mis piernas sobre las suyas y ella con las piernas muy abiertas. Como nos habíamos ido a cambiar después de cenar llevábamos los pijamas, bueno yo un short amplio y mi madre un camisón hasta las rodillas, en verano la ciudad se recalentaba y no pasaba mucho aire en nuestro barrio. En mi animo de consolarla pasé mi brazo izquierdo por sus riñones y pasé delicadamente mi mano por todo lo que podía con su cuerpo apoyado en el respaldo pero así y todo tuve la suerte de llegar hasta las nalgas que habían quedado al descubierto en aquel ángulo y noté una piel fina como ninguna; junto a sentir su boca al lado de la mía y recibir su aliento al respirar llegué a la conclusión de que volvería a tener crecimientos incontrolados en mis bajos.

Y así fue. Al tener mis piernas sobre las de mi madre no sabía como tapar aquella tienda de campaña que se estaba levantando y de reojo la miré y aunque tenía la cabeza levantada como mirando la tele encima del estante de la librería, sus párpados estaban semi cerrados por lo que debía estar mirando mi regazo y lo que en el ocurría. Yo, movido por lo bien que me sentía y el gusto que la reacción de mi cuerpo me provocaba, me acerqué más a su cara de forma que toqué mi mejilla con la suya y sacando la lengua, no se bien por qué, lamí su deliciosa piel; mi sexo se alzó de golpe, en lugar de hacerlo lentamente como me tenía acostumbrado y mi madre movió sus brazos de forma que una mano se apoyó, como sin darse cuenta, encima de lo que me crecía y además con tanta habilidad que causo que la tela de la abertura frontal se separara y como por arte de magia salió al aire todo mi aparato, crecido como jamás lo había visto yo mismo.

-Oh cariño, mira como estas… ya sabes que hacer por las manchas que me encuentro en tu cama, no?

-Eh… mamá… es que….

-Pero que pollita tiene mi niño!... y yo sin saberlo eh?

Giro su cabeza y su boca se encontró con la mía. Noté que su lengua se estrellaba contra mis labios hasta que los separé y nuestras lenguas se encontraron. Yo puse mi otra mano sobre sus pechos por la abertura de su camisón y se los toqué desnudos, mórbidos, y sus pezones enormes y dilatados con tres niveles de aureolas, cada una de una dureza diferente, hasta su pitón preparándose para ser mamado.

Mi madre me había cogido la polla y la estaba acariciando con una delicadeza increíble, como si tuviera yemas de huevo en sus manos y no quisiera que reventasen, con sus dos manos, mientras una estaba rodeando la considerable cabeza la otra me sopesaba los testículos y los movía como sopesándolos.

-Como me gusta tocarte… uhhmmm… que divino estás… te quiero para mi ….

-Si mamá, soy y seré solo para ti… ohhh que duros tienes los pechos…

Me corrí, se corrió, un poco desastre pero sobradamente natural e improvisado. Como justificándose con ella misma me contó que mi padre hacía un año que no tenía relaciones y que si no fuera por que ella era la mayor accionista de la empresa en la que el trabajaba, ya la habría dejado y ella no lo hacía por mi, pensaba que yo necesitaba un padre hasta la mayoría de edad.

-Pero desde ahora nada será igual, te tengo a ti y se que me tienes a mi pues conozco tus espionajes cuando me baño o me visto y lo orgulloso que vas conmigo a todas partes, en lugar de tener amigos y amigas solo estás conmigo, toda una demostración de amor filial hacía una madre que no se si lo merezco.

-Te quiero mas que a mi vida mami… quiero ser tu ilusión y hacerte madre…

Al oírme decir aquella frase se puso a reír con una base de contento que la hizo levantarse del sofá y levantarme yo con ella. Agarrados de la mano la empujé hacia las habitaciones del piso mientras ella seguía riendo. Llegamos a las puertas de su cuarto y la dejé pasar, quería que aceptara que yo entrara tras ella como así fue y al girarse y acabar de reírse me abrazó y me dijo

-Si, mi amor, te mereces ser mi hombre y si me quieres tanto como yo a ti, démonos el uno al otro como madre e hijo, como hombre y mujer.

-Y como macho y hembra?

-Pues claro, tonto, no ves que yo también lo quiero con todos estos meses en que notaba como me deseabas, asediándome como un colegial, que eres.

Se quitó el camisón, me quité el short y desnudos nos echamos sobre la sabana. Yo estaba otra vez con mi considerable polla levantada y mi madre se movió de forma que quedó besando mis huevos para irse moviendo y ponérsela en la boca cuan larga era hasta que noté le fregaba la garganta. Me reconoció, no se si para darme confianza o para fastidiar a mi padre, que la tenía mucho mas grande que el a mis 15 años y que para ella era un regalo del cielo. Yo aventuré a pedirle, con cierto miedo y respeto, si me dejaba acercarme a su sexo que tantos olores me había proporcionado y ella sin sacarse mi polla de la boca se movió y puso su entrepierna sobre mi cabeza como contestación. Aquello era una maravilla, los labios verticales, húmedos, entreviéndose los otros labios interiores, un botón vigilante y todo ello con el perfume de hembra más soñado en mis años de investigador. Lo besé como se besa una reliquia de camerino, dulce y suavemente, pero al rato mi madre se aplastó sobre mi y me comí de golpe aquella fruta carnívora, entrando mi lengua en la cueva de los sabores, complemento perfecto de las ciencias naturales. Sabía a mezcla de no se que y otra cosa aún mejor, qué barbaridad! Decidí vivir pegado a aquella maravilla natural de por vida, me estuve un buen rato durante el cual lo que primero eran sabores de jugos interiores de la cueva pasaron a ser chorritos de otros jugos, tanto o mas gustosos y abundantes. A mi vez no se qué me pasó pero solté una descarga de mi aparato que pensé dejaría manchada toda la cama. Mi sorpresa fue que al acabar ambos y reincorporarnos a posturas mas normales no había una sola gota de mi jugo y ella se relamía de gusto calificándolo de sabor tres estrellas michelin y que repetiría con frecuencia, por lo que me avisaba de que la atendiera sin excusa ni pretexto. Nos reímos y nos dejamos caer abrazados medio atontados por los intensos placeres alcanzados, hasta que me despertó una caricia con la mano de mi madre sobre mi polla y con una coqueta voz en mi oreja y como un susurro me decía:

-Es verdad que quieres hacerme madre?... tanto me quieres?... te acuerdas cuando hace años me enseñaste el libro de ciencias naturales extrañado y preguntándome si se hacían los niños como el dibujo de la figura y no lo entendías? Pues ahora podrás comprobar que era cierto, que los libros no engañan…

Me puso encima de ella y dirigió mi cada vez más enorme polla, creo que me crecía al ritmo de los acontecimientos, a la entrada aquella de labios dobles y húmedos y me apretó el culo contra ella. Fua!, que pasada! Al principio se me atascó pues mi cabeza no entraba y ella removió toda su cosa hasta que apretándome otra vez, entró con un roce casi doloroso para mi pero doloroso del todo para ella, que gimió en voz alta un ay que le salió del alma.

-Pues… ahhh… si .. que… y eso que estaba lubricada… ufff qué gorda la noto y yo estrecha, vaya … por … Diós

Soldó su boca a la mía gracias a encogerse algo ella y alargarme yo todo lo que pude, sin perjudicar para nada mi aparato reproductor que tenía en la parte de abajo dentro de mi madre y nos pusimos a movernos oscilando nuestras barrigas, nuestras caderas. Yo notaba como mi palo estaba haciendo de las suyas dentro de ella pues removía todo su vientre como bote de pintura y cada vez notaba también como resoplaba por la nariz y me daba chupitos de saliva con su lengua, que la entraba y sacaba de mi boca, yo inexperto aún.

Cuando a rato en que ella me había arañado varias veces mi espalda al tener estos espasmos tan fuertes, noté que me estrujaba con fuerza con los músculos que debe tener en su cueva a mi querida polla, me vino otra vez aquella sensación que ya conocía, pero por primera vez dentro de un cuerpo de hembra y la inundé.

Desde aquel día nuestras vidas solo hacían que juntarse mas y mas de forma que al cabo de dos meses que dormía con mi madre, ( a mi padre mi madre le quitó las llaves y le dijo que se fuera a vivir con su secretaria, algo sabía), y me la follaba dos y tres veces al día, en otro de sus susurros mientras estaba lleno su vientre de mi polla, me vino a decir:

-Sabes cariño… vas a ser papá…

He vivido toda mi vida con ella y ahora a mis 54 años me he quedado solo, nuestra hija ya no vivía con nosotros, estoy desesperado amigo…

Y me miró por primera vez como apoyándose en alguien que entendiera su amarga tristeza.