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Perros de Amor

en Zoofilia

PERROS DE AMOR

El negocio iba estupendamente. Aquella idea que tuve de adiestrar a perros para hacerlos expertos amantes y alquilarlos, había resultado un éxito. Todo comenzó al encontrarme yo depresiva al enviudar tan joven, tenía 37 años, no tuvimos hijos y sólo me quedaba mi perro Toby. Llegué a subírmelo al cuarto para seguir con su compañía, mientras me duchaba o me ponía el camisón. Luego el empezó a subir a la cama y aunque yo lo amonestaba siempre le decía "bueno, un ratito mientras vemos la tele" y nos abrazábamos. Toby aunque no era un perro grande tampoco era pequeño, era un doberman precioso y tenía dos años. Cuando nos hacíamos cosquillas nos revolcábamos en la cama y a mi se me abría el camisón. Yo no duermo con ropa interior pues me molesta. Y así, como sin darme cuenta, un buen día nos encontramos hechos un lío, el con su boca en mi pubis y yo con mi cabeza entre sus patas. Empezó el a lamerme y pasarme su apéndice por mis labios verticales, mientras reaccionaba del estupor al sentir aquello percibí como su polla sacaba la punta por entre la carnosa funda, yo reaccioné como si a la velocidad de la luz hiciera un repaso de mi sexualidad y notaba que algo me faltaba. Lo demás vino solo, ya bien salida su rojiza polla y yo ladeando mi cabeza, abrí la boca y me la entró toda dentro. Acto seguido cerré mis labios a su alrededor y comencé a mamársela como hacía tres años no lo hacía e incluso con más morbo por ser un perro. Su polla ya estaba del tamaño de un pepino y me costaba abarcársela del todo. Mi corrida estaba llegándome poco a poco, por falta de practica, pero iba a ser como un tsunami, lo presentí al comprobar las miles de lucecitas que me estaban llenando el cerebro. Coincidimos los dos y mientras yo me derretía llenándole la boca con mis jugos vaginales Toby me echó, chorro tras chorro, una cuantiosa eyaculación de semen perruno, que me iba tragando como bebita con su feliz biberón, a mi marido se la comía siempre. Descansamos unos minutos hasta que el se giró del todo y pasaba su lengua por su polla y mi cara, inevitablemente llena de sus salpicaduras lácteas. Al momento pensé que no podía dejar de comprobar cómo folla un perro, aunque lo había visto algunas veces pero sin parar en la cuenta nunca. Me puse de rodillas lo mas justo debajo de el y Toby solo tuvo que abrazarme con sus patas para rozarme la vulva con su enorme polla que conservaba su tamaño a pesar de haberse acabado de correr, pero los perros son los perros y si jóvenes mejor, para metérmela de inmediato y yo retrocedía para ensartármela. Me estuvo follando por mas de media hora y me proporcionó mas de tres orgasmos que con mi marido jamás alcancé.

Me sentí tan realizada por mi satisfacción plena que pensé: no he tenido que acostarme con ninguno de los moscones de la empresa para tener sexo, no lo sabrá nadie, tampoco perderé el control sobre mi perro y encima, me ha follado mejor que un humano y yo sin reparos por entrar en la zoofilia.

Ahora han pasado tres años y tengo siete perros en el jardín de mi chalet de fines de semana. Cuatro dobermans, dos labradores y un dálmata, por lo exótico. A todos les he enseñado yo cómo hacer el amor a una mujer y han sido los mejores entre unos treinta que examiné. De los siete, tres están con clientas en este momento. La cosa funciona así: el boca oreja entre mis múltiples amigas, los leves e insinuantes diálogos sobre el tema del amor con los preciosísimos canes en mi trabajo, con mis clientas de la empresa, sin Internet ni anuncios comprometedores. Aún recuerdo el primer caso o sea mi primera clienta de esta nueva actividad, me llamó una amiga de la cafetería donde solemos desayunar y como con vergüenza, no sabía cómo explicarse así que fui al grano: "quieres comprobarlo y luego decides?" Quedamos en mi chalet el sábado siguiente, le presenté a Toby y a otros dos que estaba examinando y que los tenía a prueba. Estuvimos retozando en el césped estiradas en traje de baño hasta que le dije si quería verme con Toby. "Y Toby te va a follar?" "Pues claro y no respondo de lo que pueda decir ni hacer"

Empecé a acariciarlo de manera que mi perro supiera lo que quería de él y pronto extrajo de su funda parte de su miembro. Me acerqué y me dejé caer debajo de el para lamérlsela de todas formas mirando siempre a Emma mi amiga, me quité el biquini y desnuda me moví, poniéndome en cuatro, pues no quería que se corriera en mi boca por si después de follarme a mí mi amiga se animaba. Total que nos pusimos a follar, yo de cara a Emma, para que viera mi disfrute, aunque ella se movió alrededor mío para ver como me entraba hasta el fondo aquella polla inmensa hasta incluso me preguntó: "disculpa…ejem… tiene una bola casi… al final…" "sí, espero que me la meta cuando yo esté más ancha… ahhh… siiii… fóllame!" Mis gemidos por suerte no se oían fuera de mi casa al estar aislada. Emma no paraba de moverse acercándo su cara a nuestros unidos sexos y veía, olía y oía todo el fragor del combate. Yo le dije "te dedico mi… or…ga…smo… ahhh… siiii…."

Naturalmente después me pidió el ponerse ella y le dije que no le cobraría. Se la folló por más de media hora y luego y desmayada, me dijo: "Te lo alquilo!"

A los cinco meses ya tenía cinco perros entrenados y siempre dos o tres "ocupados" en cada fin de semana. En algunos casos, pocos pues solo eran mujeres solas, me lo alargaban el alquiler hasta el siguiente sábado, pero a mi no me gusta pues los perros se desentrenan y extrañan a la hembra, les cuesta readaptarse a una nueva compañera. Otra anécdota fue la de una amiga, de una clienta, de una… en fin, que me pidió si podía estar yo con ella en su casa y llevar dos perros. Era una persona muy acomodada que vivía en un palacete, mulata, en todo su esplendor. Uno era para ella y el otro para su amante lesbiana, la chica de servicio. Me pagó espléndidamente por lo que me quedé al pedirme que supervisara todo. Ella tendría unos cincuenta y largos años y la criada unos treinta o más, blanca como la nieve. Se empezaron a abrazar en la piscina, sobre el césped completamente desnudas. Aquello me excitó al ver como la mayor se comía a la joven blanca como si fuera un polo, chupándola por todas partes, hasta que con una señal, hizo intervenir a los dos perros que olían el smegma de perra que había yo frotado por sus cuerpos. Cada uno lamía a una mujer, tumbadas en hamacas y como estaban entrenados en cualquier posición, al poco rato levantaron sus patas delanteras a los costados de sus hembras y metiéndose entre las piernas de ellas, apoyaron sus descomunales pollas a la entrada de sus coños para, de inmediato, penetrárlas hasta el tope del nudo que no entró a la primera por tener todavía sin lubricar suficientemente los labios vaginales. Ambas gritaron al unísono pues casualmente los perros les metieron la verga al mismo tiempo, entonces se miraron y se cogieron de la mano para aguantar el bombeo a que eran sometidas, relamiéndose y guiñándose los ojos. Cuando tras incontables orgasmos entre las dos, los perros les metieron los respectivos nudos, se acercaron y besándose recibieron todo el semen en sus vaginas. Esperaron a que se deshincharan los nudos y al salir se colocaron en un 69 precioso y las dos se dedicaron a beber el abundante líquido espermático de perro, que cada una tenía dentro de su vagina.

Era un negocio viento en popa. Me faltarían perros muy pronto pero ya tenía pensado ir a una zona, con mi furgoneta especial, para traerme algunos famosos perros medio salvajes y domesticarlos a base de dejarme follar, aunque esta vez con un cierto riesgo pero que hacía las cosas más excitantes