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Los cinco sentidos

en Amor filial

LOS CINCO SENTIDOS

-Hola!... hola! Aquí

Mis padres acababan de llegar del jardín a la escalinata de entrada del colegio mayor donde estaba yo internado. Era uno de los mejores colegios suizos muy difícil de entrar si no tienes poderosos argumentos, vamos, que has de tener clase y dinero. Eso si tenían mis padres, clase por los dos: él de una burguesía intelectual de apellidos enlazados, que parece que nombras a tres generaciones y ella de una burguesía económica donde el utillaje y los obreros se cuentan por varios miles.

-Aquí!

No me veían de la aglomeración que había de padres que estaban por lo mismo, pero bajé por un pasillo casual de cuerpos ladeados y los sorprendí al ponerme delante de ellos.

-Ah! si! es Juan! Mira Antonio este es nuestro hijo

Mi madre si que me sorprendió. Estaba inmensamente guapa, ya lo era de siempre pero al hacer un año que no la veía me causó una sorpresa tan agradable como agradable eran mis pensamientos recientes sobre las mujeres, las chicas menos. Estaba descubriendo las reales y verdaderas diferencias entre los individuos de sexos diferentes y una de ellas era la belleza que encontraba en las personas de sexo contrario al mío y ninguna en los del mío propio. Tampoco entendí, cuando me lo medio comentaron, que existía la homo o sea de lo mismo que uno, vaya pérdida de tiempo, pensé, con lo interesante que es lo diferente y si son algo mayores, como mi profesora de música, Agnes, que entornaba los ojos como un ángel cuando oía a Boccherini, pues todavía mejor.

-Pero si estás hecho un hombre! Exclamó mi madre que era la única que hablaba. -No te hubiera reconocido si no vienes tu, vaya estirón que has dado.

Dijo aquello a pesar de que mi madre me pasaba cuatro dedos al ponerme delante y dejar que me abrazara como siempre y darme un beso. A mis 16 años me faltaba un palmo para pasarla y llegar a la altura de mi padre, que estaba como avergonzado y sin expresión, casi evitando mirarme. El abrazo de mi madre fue largo y apretado, cosa nueva para ella conmigo, pero lo entendí por el tiempo que no me achuchaba pues ella era muy cariñosa conmigo, por hijo único y por yo tener confianza con ella para comentarle "casi" todas mis inquietudes. Su beso en mi mejilla lo sostuvo casi medio minuto con lo que pude sentir sus carnosos labios, oler el carmín y respirar su aliento, que le escapó del lado de mi boca. Todo junto me pareció el colmo de percepción de mis cinco sentidos ya que desde que la vi hasta que me besó, los había utilizado todos: vista, ella, oído, su cristalina voz, olfato, su dulce aliento, gusto, su carmín al pasarle la lengua y relamerlo y el tacto, sus labios apretando mi mejilla y que por el rato que estuvo le pasé mi lengua por dentro, cosa que mi madre notó pero disimuló. Estaba agradablemente sorprendido de mi madre. De mi padre como si no estuviera.

Subimos al mercedes que nos llevaría al aeropuerto de Ginebra y volver a casa. Mi padre se sentó junto al chofer y mi madre y yo detrás, en los cómodos butacones. Lo primero que hizo fue cogerme las manos y tenerlas entre las de ella y apoyada en el posa brazos, girarse hacía mi y preguntarme todo, pero todo, quería saber en que me había convertido y en que me habían mejorado las sofisticadas técnicas suizas de enseñanza. Total que me tuve que esforzar para comentar los temas desde una perspectiva casi de adulto, cosa que me cargaba pero que era lo elegante y así mi madre estaba encantada y sonriente sobre todo con los ojos, aquellos ojos verdes que en mas de una ocasión soñaba como mis luceros del alba. De tanto en tanto me atraía y ella se volcaba para alcanzar mi cara y darme un beso ruidoso y húmedo que cuando volvía a su posición y no me miraba directamente, yo relamía de puro entusiasmo, en esto estaba cuando en una de las veces, por algún bache o giro del volante, aunque no corría aquel conductor, su boca se encontró la mía y el contacto se produjo igual, yo diría que con más intención pues mi madre, que me agarraba de las solapas para atraerme, apretó aún más para llegar a envolver mis labios con los de ella lo justo para que mi lengua tocara sus dientes. Nos recuperamos como si nada y continuamos hablando de todo pues ya llegábamos al aeropuerto internacional GVA.

En el avión mas de lo mismo, yo en ventanilla, mi madre a mi lado y mi padre en pasillo.

-Mamá, le dije muy bajito a su oído, cuando los motores rugían, a papá le pasa algo?

-Te explicaré en casa.

No insistí pues ella sabía como y cuando comentar las cosas. Ahora fui yo que le cogí sus manos y me las apropié para acercármelas a mis mejillas y deleitarme con su olor y su súper fina piel que a veces y con mucha discreción, pasaba mi lengua por encima. No sabía bien bien qué me pasaba pero todo lo que hiciera referencia a mi madre me excitaba de forma global, mis ojos, mi oído, mi olfato, mi gusto y mi tacto estaban a mil. Los sentidos!, descubrí que aquella mujer, mi señora madre, me tenía los sentidos a 7 mil revoluciones, estaba como un Ferrari en pruebas para la pole position, pero no sabía del todo qué me pasaba.

Todo el tiempo que duró el viaje no me desprendí de las manos de mi madre menos cuando esta, en una de las contestaciones mías, recuperó su mano izquierda y me la pasó por la cara como la pasaría por una de sus muñecas de colección, con tanto cuidado como ternura.

-Eso no puede ser, no tienes ninguna noviecita! pero si estas en un colegio mixto!

-Mira mamá, tengo muchas y muy buenas amigas pero no me dicen nada, no noto nada, no he notado nada como por ejemplo lo que me has hecho notar con tus abrazos, de cariño y amor que se me tienes y yo te tengo.

-Bueno, aunque sea yo que te descubra ese mundo me alegro y sobre todo por lo que te contaré después, pero quiero que estos cuatro meses que estaremos en la isla, frecuentes amistades que te den aplomo y seguridad en las relaciones y puedas escoger y ponderar lo que más te convenga, pues ya vas a cumplir los 17 y eres un demasiado buen partido.

-Si tu me ayudas no dudo sabré lo que mejor me convenga, -se lo dije con una fe ciega en ella, dispuesto a dejarme degollar si me lo pedía, estaba entrando en un terreno nunca conocido por mi de ilusión por una relación entre dos personas aunque una relación entre una madre y su hijo.

Entre la falta de contactos entre mis amigos de primaria y el tiempo ya en que las familias se van trasladando en peso a sus lugares de residencia veraniega, estaba casi todo el día con mi madre ayudándola o comentando los criterios a tener en cuenta para tomar decisiones, sean cuales fueran estas. Además me subyugaba con su vestuario de gasas principalmente, solapadas en la cintura o en la espalda, la seda la vestía como una princesa tailandesa y de paso sus formas me hacían mirarla con ojos abiertos, sobre todo a cualquier descuidada abertura que mi madre le provocaba sus constantes movimientos, era bastante felina en eso. A sus 37 años tenía la agilidad de una olímpica y ella se cuidaba con ganas, estaba convencida de lo que beneficiaba al cuerpo una práctica rigurosa de ejercicios físicos, no era esnob.

Durante estos primeros días acabamos de organizar todo para irnos a nuestra finca de Formentera. Fue en un descanso tipo siesta que nos echábamos mi madre y yo en la terraza del ático cuando me lo explicó.

-Tengo que decirte algo muy importante Juan, se que lo entenderás y juzgarás las cosas como son y como yo creo acertadamente como hay que enfrentarlas. Juan, tu padre ha salido del armario…

Me explicó que se casaron muy enamorados aunque el era casi 20 años mayor que ella, que me tuvieron a mi como colmo de su felicidad y que parecía que su felicidad duraría para siempre. El trabajo de mi padre ella cree que influyó en el cambio que operó en el pues se relacionaba mucho con el mundo del diseño, decoración, arte, en fin un mundo sofisticado que sigue otras pautas de disciplina, si sigue algunas, y que ello junto a la pérdida de deseo y nuevas inquietudes de grupos o amigos distintos, parecían causantes de su inclinación a la homosexualidad, reconocida actualmente como una cualquiera actividad sexual tan natural como la hetero. Pero lo dramático del caso es que tu padre tenía esposa e hijo y hace cuatro años que empezó y hasta mucho tiempo transcurrido no tuvo el valor de advertirme del cambio así como de que era libre de decidir lo que mejor me conviniera, cosa que le agradecí. Entonces todo lo centré en ti y en que no te salpicase ningún inconveniente en tu educación y situación personal de forma que mantendríamos el hogar familiar y yo decidí no buscar ni amante ni acompañante pues nadie entendería el por qué sino más bien me creerían un adúltera sin justificación. Ahora ya estas al corriente de todo, sé tu mismo.

Me quedé estupefacto. Tenía a la maravilla de mi madre delante, todo amor, todo deseo, una mujer en mayúsculas y mi padre, un cincuentón sin motivos, prescinde de ella y la abandona en cuanto a dedicarle su vida, como haría cualquier hombre, como me estaba creyendo tenía que hacer yo. Y así se lo dije:

-Mira mamá, lo primero eres preciosa, pero no lo digo por tu cuerpo que lo es, sino por tu inteligencia y fuerza. mi madre me abrazó echados en la hamaca

-has tenido mala suerte, los mejores hombres se merecen las mejores mujeres, cosa que espero que se cumpla conmigo, pero tu eres un sueño para cualquier hombre. Yo solo te deseo, casi de forma prohibida y por mi no tendrás que extrañarte sola ni sin compañía pues te seguiré desde ahora que se que necesitas alguien a tu lado.

Le devolví el abrazo y nos miramos, yo temblaba de ira y de deseo, mi cuerpo entrenado por el dichoso colegio, en un gimnasio implacable, la abrazó con tanta fuerza que gimió pero no se quejó, estaba falta de acercamientos y la escasez se convirtió en aliada mía pues acercó su cara lentamente a la mía y mirándonos en una milésima de segundo comprendí sus acercamientos exagerados desde mi salida del colegio y como un tonto vi que su cuerpo era un puro acomodo de cualquier bienintencionado, que la mereciera y ese era yo. MI boca encontró a la suya y ya no me despegué de ella por un tiempo sin contar, estaba en las nubes pero a la vez y por primera de ellas, mi sexo se me movió. Yo creía que solo se movía por las noches, con cualquier sueño, de Agnes o incluso de mi madre, pero en sueños todo era permitido y sin consecuencia alguna. Mi madre con los ojos cerrados comenzó a separar sus labios, yo la seguí y esperé a ver qué hacía, a pesar de que mi baja conciencia estaba agrandándose por momentos, su lengua me acarició mis dientes que al separarlos encontró la entrada libre, vacua y expedita para encontrar la mía y acariciarse lenta y minuciosamente, sin desperdiciar el paseo por mis encías y retirarla invitando a la mía a su casita. Aquello fue una locura, mis manos que estaban entre las suyas se encontraron, por haberlas llevado ella, sobre sus maravillosos pechos, redondos y duros y que al rato, noté como un botón que crecía a través de su fina gasa que las cubría, eran sus pezones tremendos, anchos, qué más bonito que unos pezones en estado de gracia? pues mi madre los tenía. Me dije que tendría que comprar aquellas revistas prohibidas para aprender como se manejan todas las preciosas partes del cuerpo de las mujeres y quería que mi madre disfrutara lo que con tanta injusticia y el destino le habían negado tanto tiempo.

Seguimos dándonos el beso de lenguas y salivas que nos estaba haciendo resbalar de la hamaca doble en la que estábamos y en dos movimientos más nos encontramos yo encima de ella, abrazados, con las bocas juntas y con mi –se llama polla, no?- polla entre las piernas de ella. Ella sabía más que yo y con mi complicidad separamos nuestras ropas de nuestros cuerpos para acabar desnudos en el suelo de la terraza

-Juan, quiero que sepas que te quiero más que a mi vida

-Mamá, eres mi vida

Sin saber yo cómo mi polla entró en el cuerpo de mi madre que gimió, como una cordera en el degüello y me ciñó a su cuerpo rodeándome con sus piernas con lo que noté como todo mi sexo se deslizaba con un roce casi doloroso para mi, por el sexo de mamá con un ayyy más que justificado por parte de ella que también debía de sufrir lo suyo

-Mamá es mi primera vez…

-Lo … haces… ayyy… muy bien… espera, no te muevas ahora que estas dentro de mi, espera que me adapte a tu tamaño hijo, no sabía que gastabas ese calibre… ayyy…

-Como me gusta mamá … eres una delicia… como me aprietas… ahhhh!

Se me escapó lo que se me escapaba en mis poluciones nocturnas pero en este caso durante mucho más tiempo y que con chorros que no sabía de donde me salían, estaba inundando el vientre de mi madre

-Qué gozada mami, ha sido formidable

-Como que ha sido… aún no has acabado niño, no quieres ser el hombre de la casa, "mi" hombre por todo lo que me has dado a entender? pues a ver como te portas, yo te enseño

Y empezó a estrujarme la polla que estaba en su túnel como si de una mano se tratara, tal me lo hacía que no solo no perdió vigor si no que me aumento el calibre, como mi madre le llamaba a mi tamaño y sin darme cuenta estaba otra vez atascado dentro de ella

-Bombéame cariño, se llama follar a eso, fóllame a tu gusto mi Juan…

Me apliqué de inmediato y comencé a entrar y salir con mi considerable polla del coño de mamá viendo que ella me sonreía cuando nos separábamos para respirar y además empezaba a poner los ojos en blanco

-Así, así! mi amor, fóllame!

-Lo… hago bien… mamáaa…

-Muy bien pero aguanta tu jugo y no me la des hasta un buen rato

Aquello me preocupó pues era como si se pudiese controlar aquella maravillosa sensación cuando salía mi líquido amoroso y no sabía cómo hacerlo, pero estuve tan concentrado en el problema que me ayudó a no irme como mi madre quería y conseguí ver qué era para una mujer el mismo placer que era para un hombre el derramarse en éxtasis. Sus gemidos de gozo les quisiera grabar para escucharlos mil y una veces, estaba anonadado ahora por aquel placer que ella disfrutaba y quería que no acabara nunca, que fuera todo lo feliz que mi amor deseaba por ella.

Nuestras vidas se juntaron tanto que me transformé en amante de mi madre y ella en mi amor secreto, no tanto para mi padre que no vivía los entresijos de la familia más que de lejos para aparentar, sino para nosotros mismos, comiéndonos con los ojos y dándonos nuestros más generosos momentos, éramos el uno del otro sin egoísmos, sobre todo cuando me advirtió que ya estaba embarazada, como había planificado en su perfecta y estructurada cabecita...