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Swinger Black Club 4

en Interracial

Swinger Black Club 4

El tío a la luz del día era poca cosa, nada destacaba en positivo, era bajito, muy negro –un negro oscuro, no el brillante rojizo que los hace más guapos-, sandalias y la ropa como dos tallas más. Me sonrió como agradeciendo me dejara follarle a mi esposa sin enfadarme, como amiguete de juerga, de buen rollo, seguro que el viejo tenía toda una estrategia para los maridos y dominaba la situación. Abrí la puerta sin contestar a su hola!, y me aparté. Parecía una premonición el apartarme ya siempre a partir de aquel momento, para dejarle el camino libre hacia mi mujer. Lo que no adivinaba todavía si mi mujer lo esperaría con los brazos muy abiertos o poco abiertos.

Inés acudió al oír el timbre pues también estaba expectante por la llegada de “su” profesor, por que de “nuestro” no tenía nada.

Precisamente, cuando me desperté de mi mal dormir aquella mañana y mover el brazo, como hago a veces, noté que estaba solo en la cama. Miré el reloj y eran las ocho menos cuarto a la vez que oí movimiento en el baño de nuestra suite integrado en la habitación y me sonreí: Inés estaba acicalándose, supuse, para el visitante de las once. Hasta las diez y cuarto no salió y yo me estaba meando. Cuando por fin entré un aroma a olores diversos que no recordaba me sorprendió; mi rasurador estaba utilizado por lo que se habría depilado el pubis, miré su armario y vi todo un estante lleno, por primera vez, de cremas para todo y contra todo, anunciadas en TV y en prensa, y que debían costar una fortuna al ser de primeras marcas mundiales. Me volví a sonreír pues le habrían costado un pastón a su querido papá –el dueño de la empresa donde yo trabajo-, como suele hacer para tener contenta a su nena.

-Qué tal está usted, señor Jamal?

-Bien, gracias, señora Inés.

Estaba el viejo negro mirándolo todo, el vestíbulo, el salón, los cuadros, etc., parecía que nosotros no éramos los protagonistas, creaba el ambiente de que nos viéramos deseosos de que nos mirara, ansiosos por ser instruidos por su sapiencia obvia, y así nos tuvo hasta que se sentó en el sofá sin habérselo ofrecido ni ella ni yo.

Nos quedamos callados sin reaccionar, como esperando órdenes. De pronto habló

-Tengo un compromiso esta tarde a las seis y no me podré estar todo el día con ustedes, por lo que dejaremos el plan de conocernos más y vayamos al grano.

Eso, supongo, lo diría por mí ya que hacía siete minutos que nos conocíamos, no por mi mujer que la tuvo follándola diez horas. Y añadió

-Como es bien sabido las dificultades para la buena convivencia entre parejas son dos principalmente: el dinero y el sexo. La primera la tienen resuelta por mis informes y la segunda se resolverá hoy, aquí y ahora, por ello vamos a comenzar. Yo voy a hacer el papel de marido y usted doña Inés, la de esposa. A usted le toca ser el comodín ya que, además de aprender, nos ayudará en la representación que hagamos.

Vaya, menos mal que no me mandó al cuarto de la plancha por estorbar, así que me sentí coprotagonista de la sesión aunque no siendo el marido no se que caray iba a hacer yo pero pronto lo averigüé.

-Como ya le expliqué señora Inés el otro día, usted es muy importante para que no decaiga el tema del sexo: los hombres son mandados por la sutil femineidad que los hace vulnerables y ustedes, con el cariño por delante, no abusan y perfeccionan la intimidad. Un hombre abusado puede perder el interés por su compañera y esta afirmación es recíproca, por lo que el hombre también ha de ceder y aceptar todas las necesidades de su conyugue que no pueda el, por si mismo, atender.

Me pareció que estaba montando el argumentario que luego le serviría para justificar el plan que, a no dudar, habían establecido el viejo negro y mi mujer antes de la cita en casa.

-Bueno, con usted señora Inés nos tutearemos para hacer más real nuestra interpretación, de acuerdo?

-Si… claro señor Jamal.

-No Inés, suprime lo de señor, dime

-Si…, Jamal –mirándome a mi toda colorada

-Así está bien. Para comenzar supongamos que queremos tener sexo tanto el marido como la mujer. El marido llega a casa del trabajo y espera encontrar a su esposa predispuesta. Por cierto Inés, tienes todo lo que te he pedido de vestuario?

-Si Jamal, he comprado todo

Qué había comprado mi mujer? No lo había detectado, cremas?, vestuario?, realmente su papá debía haberse esforzado con lo tacaño que es.

-Pues ponte lo que pienses que le gustará a tu marido cuando llegue. Ves a cambiarte.

El viejo me miró como un director de cine que corta la escena por cualquier requisito, imprescindible para el rodaje y hace que nadie se inquiete puesto que él lo ha previsto todo. Al poco, nada, tres minutos, Inés hizo su aparición  y a mi me pasaron dos cosas: me atraganté con mi saliva y se me puso la polla en movimiento.

Inés estaba con solo un baby doll hasta la altura del tanga, sin sostenes y con unas sandalias de muchos centímetros de tacón de aguja, moviéndose ondulando la cintura para que el culo soberbio que tiene, se fuera de un lado al otro al contrario de sus pechos, como contrapeso. No la había visto nunca así.

Se dirigió hacia su “marido” ondulando de aquella forma demencial y mirándole a los ojos, invitándole a lo que era innecesario decir. El viejo sentado en el sofá, tocó con su mano a su lado el cojín como indicándole donde se debía de sentar y ella, obediente lo hizo. Ambos se miraron –por cierto, ninguno me miraba a mi- y el le pasó el brazo por su espalda separada del respaldo y la acercó muy lentamente hasta que sus caras se tocaron.

Jamal aspiró sonoramente el cuello de mi mujer, percibiendo aquellos intensos aromas hipertensores de la líbido y se volvieron a mirar. Sus ojos denotaban complacencia y gusto por el momento, estaban interpretando magníficamente su papel, de modo que al momento Inés acercó su boca a la del viejo negro y se la ofreció medio abierta y con la punta de su lengua asomando.

Bueno, yo no por ser el marido sino cualquiera, si viera como una mujer de 23 años, blanca, vestida para todo lo imaginable, se estuviera morreando con un viejo de más de sesenta años, negro feo y bajito, por más de cinco minutos que llevaban, pues se pondría incómodo como cualquier espectador, que era lo que yo era.

Como a los casi diez minutos de estar oyendo los sonidos del movimiento de sus lenguas y salivas, abrazados de lado por la posición, por fin se separaron, respirando con cierta dificultad mi esposa por el sofoco. Fue el negro que se dirigió a mi

-Ha visto que perfecta sintonía se aprecia en el caso que se diera esta situación cuando usted volviera del trabajo. Ha de hacer lo que acabo de hacer yo, de forma que ya tenemos personajes, momento, acción y después llegará el desenlace. Ahora querida, quieres que tu marido no se lo piense, aunque llegue con la cabeza llena de problemas del despacho y le induces a entender lo que quieres y que de seguro que el también lo quiere aunque no lo sabe todavía, de forma que le desabrochas la camisa, la corbata y el cinturón que el hará el resto.

En apenas dos minutos que Jamal estaba en calzoncillos y una prominencia auguraba un miembro de caballo. Inés se quedó hipnotizada y esperó que su partenaire le quitara la gasa transparente y le mandara

-Anda cariño, chúpamela

Siguiendo el guión sin perderme detalle, sin considerarme más que un espectador privilegiado al tener a los actores a escasos dos metros, vi como mi esposa se levantaba y arrodillándose frente a su pareja de ficción –al menos eso creía yo-, le bajaba los grandes calzones y dejaba ya sin disimulos ni dudas a la vista de todos, aquella cosa negra, larga, gruesa, venuda, supurante, que tenía el profesor entre las piernas.

Inés dio un gritito de nena tontita, gracioso, pueril casi, pero alargando sus dos manos la agarró con decisión, para demostrar que era suya y se la acercó a su boca que iba en la misma dirección y todo ello sin mirarme. Abrió la boca y sacando su lengua lamió, muy lentamente y mirando al viejo a los ojos, de arriba abajo aquel monstruo, por lo que estuvo un buen rato para repetir por todos los lados, de forma que toda la superficie de la negra polla estuviera con su saliva, lógica forma de prepararla para meterla en cualquier sexo.

A mi me extrañó que solo usara la lengua pero, como si me leyese el pensamiento, abrió la boca y se metió todo el cabezón, llegándole a entrar un tercio de toda la longitud del tronco, era imposible toda por lo pequeña de la boca de mi esposa, pero aluciné cuando, a los pocos minutos de estarla chupando, sorbiendo jugos y salivas con demencial ruido, se la fue entrando poco a poco hasta llegar, oh! cielos!, a tocar con sus labios el vello canoso del pubis del viejo, tenía un palmo de polla negra garganta abajo sin queja ya que no podía hablar y solo aprecié unas leves lágrimas por el esfuerzo. Dónde aprendió esa garganta profunda?, sin duda la noche del viernes dio para mucho en las diez horas. Pasmado oí lo que me iba diciendo el viejo, mientras mi esposa se la mamaba sacando hasta el cabezón y metiéndosela de nuevo hasta esconderla toda en su esófago.

-Usted, en mi puesto, deberá elogiar  el buen hacer de su esposa, su voluntad de que usted disfrute con lo que le hace, de reconocerla como excelente hembra.  Los hombres queremos, sin decírselo a nuestras mujeres, que en el sexo sean atrevidas, buenas hembras, dispuestas a ser preñadas por sus machos, algo guarrillas –dentro de un orden, ya me entiende-, y a la vez que su hombre se las folle sin miramientos ni caricias, que son para otro momento y no para el del sexo puro. En su caso puede ser su relación equivocada la que no ha fructificado en los bebitos que desean, eso me ha informado su esposa.

Y se puso a decirle a Inés

-Así, así, mámamela toda, cómete los huevos….así, muy bien. En este momento usted puede decidir –mirándome- si quiere acabar en su boca, lo que tendrá que advertirla, o se reserva para el coito. En mi caso y como dispongo de sobreproducción espermática, la dejaremos que se trague toda mi primera eyaculación.

Al cuarto de hora y en mi total mutismo, el le agarró la cabeza y en convulsivos gestos se corrió mientras Inés ahuecaba y abombaba sus mejillas a medida que el viejo las iba llenando de su espeso semen. Yo veía como la garganta de mi mujer se movía por el paso del semen del negro y que duró como cinco minutos en acabar de tragar, mirando a los ojos al proveedor de las proteínas que iban llenando su estómago.

-Muy bien pequeña, es hora de que disfrutes, súbete y ábrete de piernas que te voy a comer el chocho este tan precioso que tienes para mi.

Dicho y hecho, Inés se espatarró como una rana y el viejo negro se echó encima justo con su enorme boca de labios grotescos, sobre el estrecho, rosado, lampiño y perfumado de sus propias esencias -aparte de las cremas-, sexo, al que le sacó el tanga que lo protegía. El viejo aspiraba, sorbía con fuerza y al fin sacó una lengua en proporción a su miembro: larga, muy larga y gruesa, la cual hundió despacio y mirando a su hembra, entre los pliegues de sus labios vulvares. Mi mujer le sonreía cuando no cerraba los ojos por el éxtasis que le producía, siguiendo sin mirarme para nada, yo no estaba allí para ella.

Lo que si me impactó mucho –todo me estaba impactando ya que mi miembro estaba en constante supuración-, fue cuando Inés comenzó con gemidos muy preocupantes, saliéndole del estómago, como rugidos sutiles de una fiera que está a punto de comerte, cada vez más altos y para acabar, a los más de veinte minutos que el viejo le estaba comiendo el chocho, con un grito salvaje, como de parto doloroso sin epidural,  para acabar con una desgarrada voz

-AAhhhhh!!! …

Su orgasmo con grito fue nuevo para mi. Cierto que nunca le comía el chocho como lo acababa de hacer el viejo negro de Jamal, me apuraré la próxima vez.

Jamal se levantó y fue a la librería donde estaba el equipo de música y buscó como sabiendo lo que allí teníamos en casa, pero sacó una bolsa de plástico con CD’s que me parecieron nuevos. Mientras Inés aún estaba recuperándose puso uno y volvió al sofá. Sonó una melodía de lo más lento que yo nunca había oído y le dijo

-Ahora querida Inés vas a bailar para mi, desnuda, solo con tus eróticas sandalias de una sola tira y tan altas, para demostrarme que eres mía y que quieres que te folle

Mi esposa se levantó con decisión, se quitó el baby doll y totalmente desnuda y solo aquellas sandalias que me excitaron a rabiar –deseaba comerle los dedos de los pies- se puso delante de su hombre y comenzó a mover la cintura, sin mover ni los hombros ni los pies. Lenta, muy lenta, pasaba casi delante de la cara del viejo negro, como con un hula hoop, su chocho rezumando aún saliva, con sus brazos ondulantes cual mora en zambra, todo, todo de una sensualidad enorme que me puso a mi mojando calzoncillos y al negro con su polla ofensivamente grande.

-Así, así mi hembra… déjame oler tu chocho pelón… ufff! como te voy a follar … quieres que te folle?... dime, estás a punto para tu marido?

-Siiiiii… cómo me quieres mi amor?... soy tuya… mi chocho es solo para ti… fóllame cuanto quieras… ahhhhh

Se encorvaba, se estremecía Inés al bailar y decir aquellas palabras, se la veía tan entregada que si me lo estuviera haciendo a mi ya me habría corrido antes de tocarla. El viejo continuó

-Te voy a follar toda la noche… eres mi hembra… te voy a preñar… hoy te voy hacer madre… por fin amamantarás a tu hijo y a tu macho como premio… te haré tantos hijos que siempre estarás con barriga mi reina…

Se giró hacia mi y me habló tras casi media hora de no tratar conmigo

-Soy partidario de las frases que enardecen a la mujer en su condición de hembra, sin denigrarlas. No uso lo de puta, putita, etc.

Ah, que bien, en eso sí que coincidíamos pensé, y tras decirme aquello adelantó los brazos para coger por la cintura a Inés y sentársela en su regazo

-Has bailado muy bien cariño, ahora mereces que tu esposo te haga gozar como buena compañera que ha sabido excitar a su macho. Supongo que ya ve usted el desarrollo de la escena –me dijo a mi mientras magreaba los pechos de Inés-, por lo que la última etapa de la sesión va a dar comienzo. La voy a follar para redondear los consejos y formas para que ustedes tengan una mejor relación, ah! y también le daré por el culo.

Inés se echó al cuello del viejo y le morreó apretando su boca a la de el y el la tumbó sobre el trozo de sofá con alargo de cama manteniendo el beso que ella no permitía acabara. Se colocó encima, ella separó las piernas y el le metió el cabezón de su impresionante polla en su apretado chocho que no tardó en dilatarse y no resistirse dejándolo entrar, todo sin pedirme permiso como creí lo haría, como corresponde a un profesor con clases de prácticas.

Me impactó cómo mi mujer abrazaba a su amante y le comía la boca como si se acabase el mundo, a la vez que empujaba hacia delante su pelvis para terminar ella misma de meterse el inmenso pollón negro. Una vez lo tuvo todo dentro emitió un gemido desgarrador, otro de los nuevos sonidos, y ambos se quedaron como estatuas pero salivándose las bocas por el ruido que hacían.   

Al poco el viejo se movió hacia atrás recogiendo lo suyo que mi esposa tenía en lo más hondo de su vientre, y a continuación comenzar un bombeo lento, con cuidado ya que los labios del chocho de Inés se salían cuando sacaba su polla y desaparecían cuando se la metía, lo que debía de escocer aunque la lubricación fuera máxima.

Se la estuvo follando durante más de tres cuartos de hora con tres posturas distintas –igual que los tres orgasmos de ella-, nada fáciles para mi las dos últimas ya que si bien en la del misionero tengo distancia corta, en la de perrito no creo llegue desde atrás al chocho de Inés y la de lado tumbados tampoco.

El final fue desquiciante al oírles como se hablaban todo y siguiendo follando como bestias

-Ahhh… qué bueno…

-Te gusta mi reina como te follo?

-Siiiiii… no pares, no pares no… al fondo …así… tocas el fondo … siiiii

-Quién soy cariño… qué soy tuyo mi amor…

-Er..es … mi macho!... mi amo!... te quiero!... ahhhhhhhh

-Voy a correrme cariño… donde lo quieres mi hembra...?

-Ahhhhhh… siiiii… ya te lo di…je el o…tro día… dentro!!!

Aquí me quedé en suspenso. Confirma que el otro día le aceptó correrse dentro ahora delante de mi, para qué?, para advertirme de algo? Para que compruebe la aceptación de otro en nuestra cama? Que no estamos aprendiendo los dos, -bueno ella en practicas, yo de oyente-, o es que con todo este tinglado me da a entender que no soy capaz de igualar al “profesor”?

Las convulsiones de mi esposa, mientras el viejo negro de Jamal se estaba corriendo dentro de ella, fueron espectaculares. Durante diez minutos que duró su orgasmo desapareció del mundo, gimiendo en voz alta incoherentes adjetivos, todos ellos para ayudarla a sacar de su interior la explosión más intensa de su vida por el goce al ser follada. Mi presencia debió de incrementar tal estado predisponiéndolo, al verse ella contemplada por su marido cuando otro hombre la hace suya.

Ronroneaba abrazada al cuello de su negro viejo tras calmarse y por primera vez me miró, pues solo tenía que desviar 15º la vista para encontrarse con la mía. Su mirada estaba llena de mil preguntas y mil respuestas que se daba ella, desorientada y por ello agarrada a su macho copulador como tabla de salvación, ante su estado tanto de ánimo como físico, tras aquella batalla de casi tres horas. Mirándome ya como hablándome directamente a mi y no al hombre que tenía abrazado, me susurró muy débil:

-Que… se … quede