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La blanca Rebeca

en Interracial

Rebeca, mi vecina

Estaba yo super cabreado por no haber conseguido nada todavía con la sensual Rebeca, mi blanca vecina. De seguro le desagradaban los negros y si viejos, como yo, aún más, pero no estaba dispuesto a darme por vencido.

Me dispuse a hacerle una visita con cualquier excusa.

-Hola Rebeca, que tal?

Se me quedó mirando como si viera a un fantasma y me espetó un

-Qué quiere vecino?, -sin atisbo de educación.

-Pues nada, que si tenías un poco de perejil…

Me di cuenta de que ella estaba con la ropa algo mal puesta, como si se hubiera vestido deprisa. Yo no sabía que se estaba corriendo una soberana paja. Sus motivos los supe mucho después.

Se dirigió a la cocina y la seguí. Sus meneos delante de mí eran como una dedicatoria al amor salvaje y en eso estaba pensando cuando ella se puso a llorar al pararse de repente.

-Uhhhh… snif… snij  uhhhh

-Pero que te pasa ricura… no llores

Me la acomodé difícilmente en el hombro pues era mucho más alta que yo, hasta llegar al saloncito donde nos sentamos en su sofá.

-Mi novio… el muy estúpido… me ha estado engañando con mi amiga Julia… ahahhh..

Rebeca era una tremenda mujerona como las modelos y sensual como las celebritis, su cuerpo era la perfección hecha mujer y sus movimientos de cualquier parte de su cuerpo eran de una calidad erótica increíble: sus manos de anuncio de televisión, sus caderas ondulantes como a cámara lenta te llevaban al suicidio si no parabas a tiempo, su boca con la sonrisa aflorando como preguntando qué viene ahora, y no digamos su lengua húmeda que la usaba siempre más tiempo fuera que dentro de su boca cosa que me hervía la sangre pues quería atrapársela en mis sueños imposibles. Su pecho, tetas, ubres, etc., inmensos, eran todo eso, toda la gama de apéndices mamarios completos con sus dos tinajas y sus dos pitorros al alcance del sediento, bueno del sediento con suerte.

Qué diríamos de sus piernas llegados a ellas, en este desagradable repaso a sus perfecciones ya que me está causando muy mal estar en todo mi viejo cuerpo y solo, pero solo una parte de mi me contradice y es la que tengo más escondida y claro, ella nunca ha visto.

Pues si, sus piernas son la ostia, digamos ya sin ningún prejuicio formal: son lo que estaríamos días, meses, años, subiendo y bajando de ellas para sentir y oler su carne fuerte, su enérgico andar, su firme estadía tanto de pie como sentada y, oh! no me lo recuerden, con la izquierda cruzada con la derecha, me gustaría estar atrapado y morir en su asfixia perfumada, pues no olvidemos que debajo de su falda el aroma de su entrepierna sería algo devastador.

Solo me resta decirles que, siendo fetichista de pies, esas dos maravillas me las reservo para mi. No puedo describirlos sin correrme y eso sería, otra vez, la rabia de todo el día. Bueno, algo les diré: sus pies son lo que querríamos tener en nuestro regazo todo el día. Pero no un día y ya está, no, todos los días, los 25 días de vacaciones sin interrupción; acariciar sus dedos, con la personalidad que tienen, tornear con la mano sus tobillos, sentir la piel endurecida pero melosa de sus suelas, besar su dedo gordo, uf!, ya no sigo, me viene, me vieneeeee.

Lo siento, no he podido evitarlo. Rebeca se había medio apoyado en mi hombro al estar sentado a su lado. Mi éxtasis por la cercanía me daba el valor para seguir sin pensar en nada, estaba como hipnotizado y no era yo. Notaba como olía mi sobaco y no parecía gustarle por lo que llegado el momento le dije

-Mira Rebeca, tu eres preciosa, una maravilla de las maravillas como mujer y no te preocupes, otro te follará…

Maldición, qué dije!... sin darme cuenta mis pensamientos se cruzaron en una absurda sopa de letras y debí coger la que más cerca tenía inconscientemente. Pero de piedra me quedé al oirla

-Usted cree don Pepe?

O me seguía o estaba en trance también. Lo averigüé enseguida. Acerqué mi cara a la suya y sin ella moverse, le agarré sus labios con mi gruesa boca y me la comí.

Madre mía! que buena estaba la chavala. A sus 26 años declarados –podría tener como 30 o poco más- su sabor era algo imposible de describirles, la textura de sus labios justos de grosor como para morderlos cariñosamente, el roce de sus dientes con mi lengua y, ya no les tengo más en ascuas, su deliciosa lengua tierna, mórbida, esponjosa, que me recordaba cuando debía estar en mi placenta todo encogido pero lamiendo el vientre de mi madre, todo aquello no era nada comparado con la exquisitez de aquella lengua que se demoró en retirar y que me supo –nunca mejor dicho- como el mejor regalo de un día cualquiera.

-Usted hace… tiem…po que me atra…e  -le dejé decir en un breve intérvalo para respirar.

-Pues tu eres mi tiempo en el que vivo cada día, sin ti no estaría aquí, no pensaría, no me bañaría, no haría nada de lo que hago por que estas tu cerca.

Se lo dije sin respirar y volví al beso, ya morreo, entre una deliciosa mujer y un negro viejo y asqueroso, ese era yo.

Han pasado tres años desde aquella escena entre Rebeca y yo. Ella ahora está embarazada de nuestro segundo bebito. Parece mentira como le ha maravillado hacer un crío mulato en su vientre, no se lo explica pues creyó era como imposible. Le tuve que leer la genética para niños de la ESO y lo aceptó admirándose de haberlo conseguido.

Está muy enamorada de mi, bueno de mi o de mi miembro ya que tengo una deformidad y me alcanza tamaño y forma casi patológicos. Me requiere casi a diario para que le cumpla como pareja de hecho que somos y no me niego pues cada día me gusta más, no me cansa, no pierdo el interés en su íntima compañía, si antes estaba enamorado ahora estoy locamente enamorado pues he añadido el cuerpo a lo platónico, y eso si que es tremendo.

No saben la suerte que tengo. Me la follo de todas maneras, me la mama todo el tiempo, le doy por el culo y a cambio me bebo sus riquísimos flujos orgásmicos que me saben a elixir del paraíso. Creo que he rejuvenecido veinte años.

Además trabaja de dentista y no nos falta el dinero.