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Patricia estaba paseando

en Interracial

Patricia estaba paseando a pesar del tiempo ventoso que hacía aquella mañana de verano algo flojo. No tenía ningún proyecto para los próximos dias en que unas cortas vacaciones merecidas llenarían su tiempo con paseos y tediosos relajamientos para quitar el stress acumulado. A sus 41 años, separada desde hacía siete y sin hijos, no había dedicado tiempo a las relaciones personales y si, en cambio, a su innata afición por los asuntos de empresa que había heredado de su padre, al ser hija única.

El viento arreciaba cada vez más y temió por su pamela para el sol que poca utilidad le hacía en un día semi nublado. Lo que pensó no le sirvió de mucho puesto que un fuerte empujón de aire le desprendió de la cabeza aquel sombrero tan de moda en las costas cantábricas, que fue a parar a los escollos del paseo marítimo. En aquellos momentos nadie transitaba por el lugar excepto un niño con su perro. Ella exclamó un ahhh! tan alto que el único superviviente del lugar se giró y se dio cuenta del problema de aquella señora y sin apenas dificultad saltó de pedrusco en pedrusco hasta llegar al lugar donde había quedado encajada la graciosa pamela de la dama. La retiró y volviendo por los mismos escollos de protección marítimos, se quedó delante mismo de la mujer que casi no había reaccionado ante la gesta del jovencito. Se dio cuenta de que no era tan niño, tendría unos trece o quince años pero la sorpresa fue que era negro. No esperaba encontrar ningún habitante de color por aquellas latitudes, todos estaban más bien en los campos del sur o en las urbes industriales haciendo las labores que no querían hacer los propios del lugar, como la emigración a Alemania o a Suiza de los años 40 y 50.

El chico sostenía el sobrero en su mano extendida hacía la señora y esta se fijó entonces en la mascota del jovencito, un doberman de los grandes, precioso de negro y patas doradas y por lo visto domesticado pues su agresividad es conocida. Aturdida por la cantidad de cosas que habían transcurrido en apenas unos segundos, menos de un minuto, Patricia no había reaccionado todavía.

De pronto se sintió desagradecida con aquel muchacho y pensó que bien se merecía una recompensa. Abrió su monedero y sacó un euro para dárselo al jovencito pero este negó con la cabeza, como renunciando al premio. Sin saber como reaccionar pensó enseguida en invitarlo a un helado o invitarlo a comer algo, pues es sabido que los inmigrantes no están sobrados de comida. Le propuso las opciones y cuando ella dijo lo de “comida” el se sonrió y asintió con la cabeza. Entonces Patricia creyó que no iba a ir a un restaurante con el chico y su perro y creyó que lo más acertado sería ir a su casa con comida de sobras en el congelador, la nevera y la alacena, si, eso sería lo mejor. Cuando se lo dijo el chico se volvió a sonreir y se puso a andar al lado de la mujer muy feliz y llevando a su perro que trotaba también feliz. Ella pensó que el perro podía estar muy bien en el jardín privado de la casa, sin molestarlo los paseantes pues estaba rodeada de muros toda la casa que la hacían invisible. Por el camino le preguntó

-Como te llamas

-Kowa es mi nombre

-Estas con familia

-Si, con mi hermana que trabaja en aquel hotel –señaló uno bastante importante-

-Estoy muy contenta de que me hayas salvado mi pamela que es regalo de mi madre

-Nada difícil señora

Patricia notó como la miraba de fijo aquel chico desde que le entregó el sombrero y le impresionó lo negro de sus ojos, pero no acostumbrada a ser observada de aquella forma tan intensa, la piel se le erizó algo sin saber por qué. Llegaron a su chalet donde vivía ella sola y entraron. Llevaron al perro a la parte de atrás de la casa donde el jardín y el la siguió hasta la inmensa cocina. Ella observó por las cristaleras de las puertas por donde pasaban que el chico no miraba la casa sino a ella, a pesar de llegarle a la altura de sus hombros, por primera vez recordó lo peligroso de entrar a extraños en casa, pero no quiso alarmarse pues nada daba a entender ninguna actitud hostil del muchacho negro hacia nada y menos hacia ella, tan solo debía de admirar a una mujer blanca y que dicho sea de paso, se creía en perfecta forma para agradar al sexo opuesto y eso la halagaba de que un crío inmigrante negro la apreciase seguramente al no haber estado con mujer alguna como ella.

-Que te apetece Kowa?

-Lo que la señora tome yo tomo

-Ja, que monada, huevos fritos?

-Siiii!!

-Ja ja ja parece tienes hambre

-Si hambre de todo señora

Se sentaron una vez estuvo preparada la comida, en la mesita de la cocina, uno frente al otro. Patricia comenzó a comer y el negrito se quedó extasiado al verla como comía, con el grácil ademán de una mujer refinada por lo que ella se interrumpió y lo miró a los ojos viendo una mirada de admiración y algo más que la hicieron atragantarse. El inició llevarse la comida a la boca pero sin dejar de mirarla tan intensamente que Patricia se turbó con un sonrojo en sus mejillas que no quería se apreciara y desvió la mirada.

-Es usted muy guapa señora

-Oh gracias

-Es la más guapa de toda España

-Me harás ruborizar Kowa, no hace falta que me halagues por haberte dado mi comida

-No señora, es la verdad verdadera

Ella sonrió feliz por lo anecdótica que resultaba aquella situación y se consideró con suerte por aquel hecho fortuito, para divertir el aburrido pasar de las horas sin interés en nada. El se levantó al acabar y llevó todo al fregadero sin dejar que ella se moviera. El traje de verano que ella llevaba, de algodón, fresco tenía un escote que no se hubiera atrevido poner en la oficina. Se dio cuenta que el chico la miraba al pasar y bajaba su vista a sus pechos que se hincharon al sentirse admirados. Turbada se levantó y se fue al salón y llamó al invitado.

-Ven Kowa, quieres ver una peli?

-Oh si señora, solo si usted la ve

-Si, claro yo…

-En las pelis salen señoras guapas pero no tanto como usted

-Vale, vale, que al final te tendré que pagar de tanto que me adulas

-Qué es adulas señora? No la he tocado, usted me perdone si la he ofendido

-Que no, que no, adulas no es tocar, no pasa nada

-Es que me moriría si la pudiese tocar señora…

-Hombre –y se quedó quieta pensando lo que habría querido decir en su medio castellano aquel inmigrante negro sobre lo de tocar –tanto como morirte, ya será menos

-Que si señora, solo tocarla y mi cuerpo dejaría de vivir

-Ja ja ja eres increíble, mira que te dejo que me toques y luego te entierro en el jardín, ja ja ja.

-No lo haga señora, no

-No seas tonto, quien te ha metido esta barbaridad en la cabeza

-Mi hermana que me quiere mucho

-Bueno, para que veas que es mentira, ven, coge mi mano y te convences

El chico se puso sentado en el sofá arrimado del todo con Patricia que le alzó el brazo dándoselo. El se lo cogió con las dos manos como si cogiese la sagrada comunión sin apenas apretar, Movió sus dedos a lo largo del antebrazo y lo acercó a su nariz aspirando un buen rato aquel perfume de la piel de una blanca, tan distinta a la de su hermana. La señora Patricia había cerrado los ojos tras aquella aspiración y volvió a sentir el hormigueo en su cuerpo, ahora más localizado en el bajo vientre. Kowa ascendió como hipnotizado por el brazo hacia la axila y vio la piel de gallina de la señora y sus ojos cerrados. Pensó que era su oportunidad de agradar a la señora por su gran corazón y contentarla con aquella caricia en sus brazos que veía le gustaba bastante.

Rodeó con su brazo derecho a la señora y ahora tenía un brazo de ella en cada mano, apenas rozando la piel y erizándola lo que causó un gemido en ella que hizo que se recostara en el respaldo del sofá por lo que tuvo que sacar rápido el chico su brazo para no quedar atrapado en la espalda de la señora, pero no por ello cejó en su empeño de hacerla contenta y colocándose casi encima de Patricia la abrazó con sus brazos en los de ella y quedó con su cara enfrente a la de la señora respirándole su tibio aliento. No supo qué más hacer hasta que ella abrió sus enormes ojos y le sonrió.

-Me ha gustado mucho tu caricia en mis brazos –le dijo echándole expresamente las palabras en plena cara del negrito, pero sin moverse ni cambiar de posición.

-Señora, no lo entiendo, en lugar de morirme estoy con tanto gusto que le daría un beso

-Pues creo que me lo merezco –dijo ella sin dar crédito a sus propias palabras, pero cachonda perdida desde hacía mucho rato. Su desentreno en las cuestiones eróticas desde tanto tiempo y el sentirse admirada y quien sabe si deseada, por un mozalbete negro, inmigrante y sin referencias, le estaba causando una especie de enganche con el proceder del chico que se encontraba en el mismísimo cielo. Su sexo le recordó que sus fluidos aún los tenía para algo y comenzó a mojar el tanga. Qué gracia, era casi un niño pero la estaba seduciendo sin darse cuenta ni el mismo.

El negrito, sin dudarlo, aproximó su boca a la de Patricia y sus labios se rozaron, Ella notó lo gruesos que eran los labios de los negros y Kowa era un negro auténtico. Se mantuvo medio asustado rozando los labios para ver si ella lo echaba o le gritaba que se había pasado, pero nada de eso ocurrió sino que Patricia, recostada en el sofá, abrazada por el fuerte chico y excitada como estaba, le abrió la boca y comenzó a tocar los labios del chico con su lengua. A Kowa ya le había pasado que cuando se excitaba viendo a su hermana en la ducha o durmiendo desnuda, su pájaro se le endurecía y crecía. La lengua de la señora, llena de dulce saliva, la tenía en su boca y sin darse cuenta movió la suya que se enroscó con la de ella. A partir de aquel momento los shorts del negrito levantaron una tienda de campaña, mientras las bocas de la señora y la suya se retorcían y cambiaban de giro para acomodar mas y mejor la fantástica morreada que se daban. Patricia estaba sofocada pero húmeda a más no poder, bajando su mano tropezó con la erección del negrito y abrió su mano para reconocer qué era aquello inesperado en un crío de apenas púber. Pero ella no sabía que a los catorce años los negritos ya se casan y son padres en las tribus de donde provenía Kowa, así que lejos de soltarla, lo que hizo fue meter la mano por debajo del short y rodear con su mano aquella polla digna de un artista porno.

-Ohhh, es… bluru.. enorme –dijo entre morreo y morreo.

-Es toda suya señora

Mientras el muchacho ya le estaba mamando de las tetas comprobando cómo sus pezones se agrandaban y se ponían duros, aspirándolos como para obtener leche, pues en su pueblo casi todas las hembras producían leche muchos años indistintamente de estar criando o no. Le extrañó al chico no recibir leche de tan prodigioso pezón y movió su cuerpo para que la señora le bajase del todo sus pantaloncitos cortos, admirando la enorme, gruesa y larga polla del chico. Se levantó a su vez ella y se desabrochó la faldita corta para quedar en tanga y sandalias. Se sentó y abrió sus brazos para recibir al chico que la acostó en el mullido sofá y se puso encima dándole la boca para seguir comiéndose ambos. Sin casi premeditarlo la enorme polla del chico, que no soltaba ella para nada, se quedó atascada en la pelambrera recortada de Patricia y debido a la abundante existencia de flujos en su vulva y vagina, el enorme cabezón de la polla se metió entre los labios de la raja del chocho de la señora, que soltó un ay más de alegría que de dolor y ayudó al chico a que se la metiera toda hasta el fondo, llegando donde nadie había llegado jamás y mucho menos su marido. La vagina anillaba al intruso que la expandía sin remedio por lo que tuvo que aplazar ella el deseado bombeo del macho para adaptarse a las medidas de aquel miembro ya que su ex por corta y delgada parecía que Patricia fuera virgen. Un buen y oportuno beso de ella pidiéndole a el que le diera su saliva, sirvió para conseguir relajar la oprimida musculatura del sexo de la hembra.

-Va mi macho, fóllame!

El chaval ni corto ni perezoso comenzó un bombeo inmisericorde que la trastornó boqueando, sin poder respirar y sintiéndose poseída por un dios macho impresionante. Eran gemidos de hembra rendida por el avasallamiento de la posesión, se sintió que aquel muchacho era su dueño en aquel momento y que querría tenerlo dentro de su vientre por toda la eternidad. Aquello la condujo a su primer orgasmo siendo follada de su vida, pues en su matrimonio nunca había llegado a sentirlo y la perturbó. Creyó que perdía el conocimiento y que sus suspiros eran el trance a la muerte cierta. Era graciosos que el chico creyera que moriría al tocarla y ahora ella se estaba muriendo de gozo al ser follada.

Tras el tercer orgasmo y ya medio desmayada, con los ojos en blanco, el se introdujo aún más en el fondo de su sexo y se quedó rígido. Aquello era el aviso de que iba a correrse sin decir nada aquel macho inmigrante, que solo resoplaba y gruñía cuando se le atascaba la polla por los apretones de los músculos vaginales de la hembra que se estaba follando. Ella lo notó y embobada sonrió al considerar que había excitado al macho para que la cubriera y la fertilizara…oh no!... fertilizarla! Recordaba que hacía dos semanas que había tenido la regla por lo que debía estar en… los días de su máxima fertilidad! Pero que decía!, si su marido le había dicho que ella era estéril. Se notaba que estaba perturbada por haber conocido lo que es orgasmar y se estaba liando en pensamientos absurdos por lo que se aprestó a recibir el esperma del chico, cosa que recordaba que la gratificaba como sensación de hembra cumplidora.

El negrito aguantó unos segundos en aquella tensión bárbara y de pronto explotó. Un caudal de leche impensable en aquel muchacho desbordó los recovecos del fondo del vientre de la señora, inundando útero, y comenzando a salir en dirección contraria ya que no cabía en todo el receptáculo de la hembra. Seguía eyaculando el negrito mientras la señora sentía el tsunami orgásmico de su vida, aquel caliente elixir en sus entrañas lo notó ella acariciando su vientre con la palma de la mano y notar el burbujeo de tanto líquido viscoso. Estaba inseminada y fertilizada sin ninguna duda pues era el día perfecto con una eyaculación perfecta

El muchacho fue a avisar a la noche a su hermana para que dejara el trabajo y fuera a servir a la señora ya que ella había decidido que el chico se quedara con ella como su mancebo y la hermana tenerla de mucama.

Los dos negritos se instalaron el la villa de la señora y ella era follada todo el día y toda la noche por Kowa, sintiéndose ella transportada a una dimensión desconocida de placer jamás conocido y el exmarido el equivocado pues el estéril era él, como lo demostró el quedarse Patricia preñada del negrito, con toda la ilusión del mundo cuando se supo …