I - RENUNCIA
Me cortaste las alas, ya no puedo
volar como hice ayer hasta la altura
posando tu plumaje en mi cintura,
sentir tu protección contra mi miedo.
No sabes ni sabrás como me quedo,
en esta habitación fría y oscura
que más que a estancia huele a sepultura,
y es aquí que renuncio, lloro y cedo.
Las noches de pasión que mantuvimos
ya no existen, se fueron al pasado,
y el olvido cruel y despiadado
ni siquiera recuerda lo que fuimos:
dos ángeles de amor de canto firme…
(Perdona si no sigo. Debo irme)
Regreso entre la noche y madrugada
a decirte que lloro por tu ausencia,
que mi llanto henchido de impotencia
me sumerge en la sombra de la nada.
Renace nuevamente la alborada
y en mi lecho perdura tu presencia,
la misma que recuerdo con frecuencia
durmiendo entre los brazos de mi amada.
Si estás junto a otro cuerpo no me importa,
renuncio a todo si feliz te sientes.
La vida, lo sabemos, es tan corta
que no hacer aquello que presientes
puede matar el alma, destruirla.
¡Amor mío, por mí, debes vivirla!
II - SÚPLICA
Cuando tengas, amor, que desprenderte
de un mínimo detalle de tu vida,
piensa en mí, que espero conmovida
tener algo de ti, para entenderte.
Haría lo que fuera por tenerte
otra vez a mi lado, pues perdida
mi alma solo puede, desvalida,
dejar esta existencia, al perderte.
¿No te sirven mis ruegos? ¿No te valen
los momentos de amor de que gozamos?
¿Acaso no recuerdas cuanto amamos?
Mis palabras apenas ya no salen
de esta boca sin fuerzas, que te implora
le concedas, tan solo, una hora.
No te pido ya más, amada mía,
te pido contemplar unos momentos
el rostro que absorbió mis pensamientos
hasta volverme loca en demasía.
Escucha, por favor esta alma fría
ahogada en un mar de sentimientos
y que se muere, triste, en sus intentos,
pero aún así te ama todavía.
Si he recurrir hasta humillarme
lo haré, dándote gracias por amarme
¿Qué más puedo decirte? ¿Qué más quieres?
Pero antes de partir quiero decirte,
y perdona si esto puede herirte,
que si yo he de morir… tu también mueres
III – PENSANDO EN TI…
Intuyo que mi cuerpo se rebela
poco a poco. Sin pausa va saliendo
de ese túnel oscuro, comprendiendo
que si un sueño me agobia y me desvela
debo encender la llama de la vela
y que su luz me envuelva recorriendo
los poros de mi piel, como intuyendo
que no habrá ni reproche, ni secuela.
Me dispongo a vivir amaneceres
exentos de virtud y represiones,
ya no pongo a mi cuerpo condiciones.
Me dejaré llevar por los placeres
que el espíritu absurdo e inconexo
quiso afrontar la vida sin el sexo.
Reconozco que giro muchos grados
sin pensar posibles consecuencias.
No me importa, sin en ello las esencias
de lujuria, momentos olvidados,
me devuelven a mundos recordados
donde dejé millones de experiencias.
Quiero vivir rodeada de inconsciencias,
hurgar en mi interior, sentir anclados
mis vicios, cual pirata en abordaje,
buscando la explosión en el masaje
a mi zona vital, dormido templo.
Acaricio mi vientre. Se despierta.
Me relajo y abro la compuerta.
Regocijo la vista y me contemplo.
Recorro con los dedos el contorno
buscando reacción en mi vagina,
compruebo que mi piel ya no es tan fina
de excitada que está. Ya no hay retorno.
Me excita el aroma de mi entorno,
fragancias compartidas por sudores
y olor a lienzo limpio. Estertores
que violentan mi cuerpo. Agonía.
Espero ese final, ¡lo quiero y fuerte!,
que me haga exhalar… pues si esto es muerte
no me importa morirme cada día.
Tenso la espalda y en el orgasmo.. ¡grito!…
(Mi sexo se estremece todavía…
¿Porqué he tardado tanto?- me repito-)
.........................................