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Natural Cosmetics -4-

en Lésbicos

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-Donde quieren ir las señoras? – preguntó el conductor en el momento de abrirles la puerta del coche

-¿Qué nos aconseja? –dijeron a dúo-

-Señoras, en Lisboa  tenemos miles de lugares donde se puede pasar una grata velada. Restaurantes, bares musicales, salas de fiesta, musicales… disculpen –les pidió mientras atendía una llamada a su teléfono móvil y asentía levemente con la cabeza- Si… correcto… ¿Me permiten que les lleve…?

-Llévenos  allá  –le dijo Cecilia sin dejarle acabar- los demás los dejamos para otro día

-Eso será –la interrumpió Pastora cogiéndole las manos- si no tenemos cosas mejores que hacer

-Eso –asintió Cecilia acercándose peligrosamente hasta encontrar el lóbulo de su oreja-

-Me vas a matar chiquilla, como no controles tus impulsos vamos a dar un espectáculo y piensa que este vehículo no tiene cristal

-Es de noche, apenas se ve nada. Venga, no seas tonta…

-Que no, Cecilia, que no, que ya sabes cómo me pongo cuando me sube la temperatura

-Está bien, me controlo, tú te lo pierdes

-Oyeeeeeeeee, ¿qué pasa? –dijo Pastora aparentando estar enfadada- ¿Qué te crees que siempre he de estar a lo que mande la señorita? ¡Vas apañada! Además, lo de esta tarde aún no te lo he perdonado… ¡

-Te prometo que cuando llegue la hora  “lunatriste” te va a hacer ver las estrellas –amenazó Cecilia-

-No hay suficiente con eso, lunática-calentorra, quiero que me hagas ver todas las constelaciones empezando por la Osa Menor y acabando por los satélites de Júpiter pasando antes por los agujeros negros.

-Solo hay un “agujero negro” interesante  –respondió Cecilia llevando la mano de Pastora a su entrepierna descaradamente- ¡¡¡éste!!!!

-Entonces es que no has explorado suficientemente otra galaxia –dijo Pastora imitando el gesto manual con Cecilia- ¡¡¡ésta!!!!

La cosa no llegó a más, por prudencia, siguieron charlando de otros temas hasta que el conductor les avisó que estaban a punto de llegar a su destino.

Se detuvo delante de un gran almacén, edificio construido a principios del siglo XX en pleno estuario del río Tajo. El conductor bajó y se dirigió a la entrada, momentos  después regresó  y les dijo a las chicas que ya podían entrar. La mesa que les prepararon estaba junto a uno de los ventanales y podían divisar el río y las luces de la otra parte de la ciudad. Todo perfecto.

El restaurante IBO, según les explicó el jefe de sala, tomaba su nombre de una de las islas del archipiélago de las Quinimbas, al norte de Mozambique, en el Océano Índico, antigua colonia portuguesa  hasta el año 1975 que adquirió la independencia convirtiéndose en república. Por esta razón su cocina era una mezcla de los sabores exóticos de aquel país africano y los propios de la cocina portuguesa.

No se complicaron la vida, hicieron caso a las recomendaciones de la carta y pidieron un menú de degustación a base de ocho platos diferentes que las manos profesionales de los camareros fueron colocando en una mesita al lado de la suya. De sabor no tenían ni idea de cómo sería pero de presentación era un espectáculo,  platos de cerámica de todos los colores en los que contrastaban vegetales, frutas silvestres, semillas, carnes, pescados, germinados  y pétalos de flores comestibles.

-¿Por cual empezamos? Yo por el plato de color verde

-Yo, por el azul, pero me guardas un poco para probarlo

-Seguiré por el plato de color naranja

-Estos pétalos tienen muy buena pinta ¿quieres uno?

-Dame el de rosas…

Así, entre  bromas y miradas fueron devorando los ocho manjares, regándolos con dos clases de vino recomendados por el sommelier. No tuvieron fuerzas para probar los dulces de la casa, ni fuerzas ni atrevimiento puesto que habían observado cómo eran cuando los servían en otra mesa cercana en la que cenaba una pareja, a la que habían notado observándolas a veces, sin disimulo, y que les pareció que en más de una ocasión se hacían algún que otro comentario sobre ellas.

Cuando la pareja se levantó de la mesa al  pasar por su lado les dirigió una sonrisa al mismo tiempo que les deseaban buenas noches, a lo que las dos chicas correspondieron educadamente.

-¿Tu crees que están casados? –preguntó Cecilia-

-No lo sé, pero no me negarás que hacen una buena pareja. A ella se le ve  más joven que él… ¿mi edad? –dijo Pastora- y él parece un cincuentón de esos forrados de pasta y bien conservados a base de gimnasio.

-Pero no me negarás que esas incipientes canas le dan un aire interesantísimo. Además te digo que le he sorprendido mirándome – confesó Cecilia-

-Pues la chica –dijo molesta Pastora- no me ha quitado ojo en toda la cena, para que te enteres, monada…

-Si lo que pretendes es ponerme celosa lo tienes claro, ricura

-Te podías haber callado lo de ese tipo…

-Y tú lo de esa tipa…

-¿Es que ahora te vas a fijar en los hombres, Cecilia?

-Claro que no –le aclaró a Pastora- y más cuando uno pasa por tu lado y sabes que no lo vas a ver más

-¿Me estás diciendo que si te lo volvieras a encontrar te fijarías más en él?

-Que no te estoy diciendo eso…  no pongas en mi boca palabras que no he dicho

-¿Nos estamos peleando? –preguntó Pastora-

-Parece ser que sí, mucho me temo que si no cambiamos de conversación…

-Empezaste tu, Cecilia, recuérdalo

-Y tú seguiste con el análisis de la situación… Pastorcilla

-¡No me llames así! ¡Me recuerdas a mi madre!

-Será mejor que pidamos la cuenta, llamemos al chófer, y nos vayamos al hotel al descansar.

-Si, más vale –dijo Pastora visiblemente enojada-

El jefe de sala les trajo en una bandeja una carpeta. Pastora la abrió y leyó el papel: “El restaurante IBO tiene el placer de invitarles a la cena, esperamos haya sido de su agrado”.

-Dígame, señor, -preguntó Pastora al jefe de sala- ¿quién paga  la cena, el restaurante u otra persona?

-No estoy autorizado para decírselo, señora, entiéndalo

-O me lo dice o le monto una escenita delante de los comensales, ¡usted mismo!

-Pastora, por favor, -le suplicaba Cecilia- compórtate

-¿Quién ha pagado? Se lo pregunto por última vez… ¿él o ella?

-Ella –dijo el señor bajando la mirada-

-¡Ah, bueno, eso ya está mejor! Muchas gracias, ha sido usted muy amable, caballero. Vámonos Cecilia –ordenó Pastora sonriendo-

-¿A cuento de qué viene ahora esa sonrisa?

-Es que si hubiera invitado ese tipo que  te miraba … te quedas a dos velas esta noche

-¿Y por haber invitado la mujer has cambiado de opinión? ¡Vete al cuerno, Pastora! Me da igual quedarme a dos velas que a cuatro, no me pondrás un solo dedo encima ¡antes muerta!

Salieron del local sin dirigirse la palabra. Delante de ellas, plantado como un árbol, estaba el chófer que las había llevado, lo que les extrañó porque con la bronca que se dieron no habían tenido tiempo de llamar al hotel.

-¿Y usted qué hace aquí? –le espetó Pastora al pobre hombre

-¿Dónde llevo a las señoras… prefieren tomar una copa en un acogedor local? –les preguntó intentado ser amable-

-Yo quiero ir al hotel –dijo Cecilia- Tú, si quieres, puedes irte  donde te aconseje este señor, que estoy segura que te llevará al lugar donde está la tipa que nos invitó a cenar y que no te perdía de vista… según tu.

-Pues no es mala idea. Arranque, chófer, vamos al Olissipo ese de nombre tan raro –ordenó Pastora- la noche promete…

-Como quieras –susurró Cecilia- que lo pases bien

Apenas el vehículo se detuvo delante de la entrada del hotel bajó Cecilia. Sin decir nada, ni volver la vista atrás, se adentró en el edificio mientras oía como el coche arrancaba de nuevo.

Desconcertada entró en la habitación. Hasta entonces nada ni nadie había interferido en su relación con Pastora, y esa noche, precisamente esa noche, en la que tantas ilusiones había puesto desde el momento de subir al avión, presentía que sería larga, muy larga, casi interminable.

Optó por sentarse en la terraza. La temperatura era agradable, algo húmeda para su gusto, y sin saber la razón vino a su memoria la pareja con la que coincidieron en el restaurante. Cecilia era buena observadora, a pesar de su juventud sabía captar en un momento detalles imperceptibles para otra persona, seguramente era un don adquirido de su madre, por ello recordó de aquella mujer su porte elegante, distinguido, sus ojos tras unas gafas que le favorecían y le daban el toque adecuado a su rostro, y pensó que si no era la pareja de aquel hombre poco le faltaba, también pensó que puesto que entre ellos dos no había observado síntomas de confianza bien podía ser su secretaría personal, o simplemente una buena amiga… aunque una buena amiga no suele pagar la cena a desconocidas. Del hombre recordó su saber estar, esas canas incipientes, o quizás teñidas para darle un aspecto más atractivo, pero lo que más recordaba era  la sonrisa que le dedicó al despedirse. Estaba confusa. Pasó el tiempo y comenzó a sentir frío.

Lentamente se dirigió a la habitación, por un momento pensó en estirarse en uno de los sofás del salón pero desechó la idea, no tenía porqué, al fin y al cabo todo se había venido abajo por una cabezonería de las dos al discutir sobre unas personas que ni les iban ni les venían. Mejor dormir, ni siquiera pasó por su cabeza esperar la llegada de Pastora. ¿Para qué? ¿Para montar otra escena?. No.

Las cortinas del balcón dejaban pasar una luz tenue, insuficiente para iluminar la estancia, dejó caer su vestido, se despojó de la ropa interior y se introdujo en las suaves sábanas. Miraba el ventanal, incipientes lágrimas nublaron su vista. Pensó en voz alta: “¿Porqué, porqué me haces esto?”. No lo comprendía, no entendía porqué razón Pastora había decidido marcharse… El sueño se iba apoderando de ella.

Notó como una mano le acariciaba el pelo  (¿soñaba?), la  forma de recorrer su cuello, sus hombros, sus brazos, su espalda era única, solo una persona era capaz de hacerla sentir aquellos escalofríos tan intensos. La atrevida mano le solicitó levantara su brazo para tener acceso a sus juveniles senos mientras a su espalda se acoplaba un cuerpo cálido  que clavaba sus pechos excitados en su dorso y  unos labios depositaban en su hombro descubierto interminables besos…

-Hola lunatriste –susurró Pastora en su oído-

-No te he sentido llegar

-Hace tiempo que te espero, estabas en la terraza…

-¿Porqué no viniste a verme?

-Necesitaba llorar, descargarme del sentimiento de culpabilidad por  comportarme como una estúpida, para  pedirte perdón y sufrir en mi propio cuerpo la angustia de no tenerte a mi lado…

Cecilia se apretó más a Pastora, cogió su mano y la bajó hasta su acogedor vientre.

-Tu luna ya no está triste –le dijo- Abrázame

-¿Así?

-Así… por ahora…

-¿Y después…? –preguntó impaciente Pastora-

-Bajaré del cielo

-¿Tardarás mucho?

-Segundos

-Se me harán eternos

-Te compensaré

-¿Cómo?

-Entregándome a ti, amor mío

-¿Puedo ver tus ojos? –suplicó Pastora-

-Si

Cecilia giró su cuerpo cogiendo entre sus  manos el rostro de su amada. Lo atrajo hacia sí y sus labios entreabiertos esperaron pacientes la llegada de esa boca anhelante que dejaba escapar gemidos incontrolados. El largo beso significó el comienzo del ritual  amoroso al cual las dos mujeres se entregaron sin condiciones hasta  el amanecer…

……………………………………

Los ojos azules de Cecilia se entreabrieron. De pie, junto al ventanal, contempló la silueta desnuda de Pastora que se definía como en un cuadro maravilloso mientras contemplaba las primeras luces del día. Cecilia se acercó a ella, la rodeó con sus brazos…

-Soy feliz –susurró a su oído- Ven conmigo –invitándola a volver a la cama-

-No me queda nada más por entregarte, Cecilia

-Si, tus sueños…

-Pides un imposible, son tuyos desde hace mucho tiempo

-Tus proyectos…

-Son los mismos que los tuyos

-Tu realidad…

-Imposible, eres tú

-Entonces… –dijo Cecilia cambiando su tono de voz- Si nada tienes para ofrecerme… ¡deberé cambiarte por otra!

Saltó de la cama  como una exhalación encerrándose en el  baño antes de que Pastora reaccionara.

-Eres una ramera indecente –gritó Pastora- ¡Ya no te quiero!

-Tú te lo pierdes –sentenció Cecilia entreabriéndola puerta y sacándole la lengua-

-Te la vas a tragar como vaya

-Mira como tiemblo…

-No provoques…

-¿A qué esperas… Pastorcilla?

-¡No me llames así!

-¿A qué esperas… amor mío?

La puerta del baño se cerró tras ellas…

Cuando el cuerpo les dijo basta salieron del jacuzzi, envueltas en sus correspondientes albornoces se dirigieron al salón en busca de de alguna “tontería” que llevarse a la boca, no les fue difícil saciar su apetito (el de comer) puesto que hasta el momento no les había faltado  de nada.

De recepción recibieron una llamada en la que les comunicaban que en treinta minutos las vendrían a recoger y que tuvieran preparados sus equipajes.

-¡Vaya! Parece que lo bueno se acaba

-Recuerda Pastora que no hemos venido aquí a divertirnos, demos gracias a la empresa por habernos brindado la oportunidad de gozar de esta noche tan maravillosa ¿verdad?

-Todas nuestras noches, todas nuestras mañanas, todas nuestras tardes tienen que ser así

-¿Hasta que la muerte nos separe?

-¿Es una proposición?

-Si. Cásate conmigo ¿querrás?

-Querré… cuando regresemos… si aún sigues pensando lo mismo

El teléfono les recordó que debían tocar con los pies en la tierra. Un nuevo aviso. Quince minutos después entraron para recogerles los equipajes. Salieron a la terraza para recrearse con la espléndida vista. Un ruido ensordecedor se escuchó sobre el  edificio, su primer pensamiento fue de que… ¡otra vez no!, ¡nada de películas!.  

Un majestuoso helicóptero descendía lentamente hasta la explanada frente al edificio. En su fuselaje podía leerse: NATURAL COSMETIC’S

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