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Experiencia innecesaria

en Confesiones

Experiencia innecsaria

 

Preludio

¿Alguien me puede explicar qué  diablos hago yo sentada en el sofá, mirando la mesita donde tengo el teléfono inalámbrico y preguntándole porqué no suena de una puñetera vez?.

 

Perdón, estoy hablando sola, cosa normal en mí acostumbrada a tener largas conversaciones con los cuadros de las paredes, los vasos de agua, la leña de la chimenea y hasta con el gel de baño.  Se necesita estar loca para convivir con tantos objetos y dialogar con ellos. Bueno, eso de dialogar lo dejamos en monologar que es más real, la cuestión es que cuando Marina no está o me deprimo o me da por ir de compras, y la verdad no sé cual de las dos situaciones me aterroriza más.

Si, estoy esperando una llamada de ella. Sabe que estoy aquí porque le dejé un mensaje sobre mi hora de llegada. Está haciendo unos cursos de especialización en Barcelona, he tenido  que recurrir al transporte urbano (con lo poco que me gusta), estamos  sin provisiones en el frigorífico y encima me dejó una nota  diciéndome que no la llame, que ya me llamaría ella cuando supusiera que yo había regresado. Pues bien, ahora que ya sabe donde estoy a ver que tal se porta.

Les cuento, he llegado de viaje,  adelanté mi regreso por las razones que iré explicando, por tanto los besos y los achuchones de rigor cuando nos rejuntamos los vamos a tener que postergar hasta su regreso, o sea, hasta dentro de cuarenta y ocho interminables horas que no sé si las aguantaré sin llamarla yo, porque lo que le tengo que contar desearía hacerlo cuanto antes, quizás no es en buena parte lo que  ella espera,  pero sea como sea debo decírselo…y este maldito teléfo………  ¡ayyyyyyyyyy, suenaaaaaaa…!!!

-¿Si?  ¡dígame! – contesto con voz enfadada –

-Hola cariño... ¿qué tal el viaje?... ¿me has traido algún regalo?... ¿cenaste algo?... ¿me vas a contar algo sí o sí?... ¿te puedes creer  que tengo la cabeza empanada de tantas conferencias?... ¿no tendrías a mano….?... ¿cómo está ella?...¿porqué  regresaste ante de lo previsto?...

-¡Tiemmmmpooooo! – le grito - primero pregúntame como estoy yo, maleducada, y después si me desenfado te explico. (muakcssss, muakcs… muacks… percibo a través del auricular)

-¿Cómo está mi reina viajera? – me suelta –

 

-¿De verdad quieres saberlo? Pues estoy jodida con los nervios y el dichoso jet lag, y ahora que se supone que debería estar durmiendo a pierna suelta estoy con los ojos como los faros de un coche y sin saber donde asentar mi trasero.

-En el sofá estarás más cómoda – responde -  así que ya puedes ir largando por esa boquita de piñón que sabes lo mucho que me gusta, pero una advertencia, si en el transcurso de tu explicación oyes un sonido que pueda parecerse a un ronquido es que me he quedado dormida. ¿Entendido?

-Claro, no hace falta que me lo digas, es lo que sueles hacer muchas noches, que me dejas con las palabras en la punta de la lengua – le suelto de golpe a ver si entiende la indirecta de la lengua y convertimos la línea telefónica en línea erótica

-Estoy muertecita, muertecita, muertecita, pero  soy toda oídos. Explícate, malvada.

Nada, que no ha cogido o no ha querido coger la indirecta. Es igual, tiempo tendremos para “eso”. Me acomodo en el sofá y comienzo.

………………………………………………………….

Belén

 

Hace algún tiempo que Marina y yo hicimos  amistad a través de internet, entre otras, con una mujer que vive en el otro lado del charco. Coincidimos por casualidad en un foro de debate internacional en el que se planteaban temas relacionados con la homosexualidad y los movimientos cívicos en defensa de los derechos y libertades de LGT.

 

Nuestras opiniones era tan similares que poco a poco fuimos profundizando e interesándonos por las vidas privadas de cada una, hasta el punto de permitirnos conversaciones y confidencias subiditas de tono que no hacían más que caldear el ambiente dejando paso a la desbordante imaginación… Se me entiende ¿verdad?. Resumiendo, que ya hace tiempo que dura y es como si nos conociéramos de toda la vida, aparte de otras cosas nos contó que sus padres eran hijos de emigrantes españoles que marcharon cuando la guerra civil, sangre de casa –pensamos-.

 

Un día, Belén, -que así se llama la transoceánica - nos  envió  un correo electrónico en el que decía que estaba mal de salud fruto de una depresión galopante que le sobrevino porque sus proyectos no le iban bien, problemas financieros, mal de amores, etc…  Intentamos animarla en la medida de nuestras posibilidades incluso le ofrecimos los servicios de una excelente economista para realizar un estudio de viabilidad de su negocio, pero no hubo forma (nos pareció) de levantarle la moral.

 

A los pocos días  nos dijo que su máxima ilusión antes de cometer una barbaridad era la de conocernos personalmente (¡ufff!, como si conocernos en persona no fuera ya una barbaridad). Aquello nos descolocó por completo, resultaba difícil  entender y mucho más atender su petición dado  que  Marina no podía dejar su trabajo ni siquiera por una semana, yo, la verdad, no andaba muy boyante en el tema económico y luego porque por mucha confianza que tuviéramos nos parecía una proposición un tanto sorprendente.

 

Así se lo hicimos saber y aunque no negábamos que un salto al océano lo habíamos pensado más de una vez, teníamos que estudiar muy seriamente si el viaje era viable. Su respuesta fue que lo de de la barbaridad  era una broma, que lo de la salud y demás era verdad y que solo deberíamos preocuparnos del coste del viaje porque de la estancia “y de todo lo demás” quedaríamos más que satisfechas (palabras textuales de sutil interpretación).

 

-¿Porqué no te vas tú sola? –me dijo Marina- Nos lo podemos permitir y total la estancia no se alargará  más de seis o siete días.

-¡Ah, no! –le dije- O vamos las dos o no va ninguna.

-No seas tonta, a ti te es más  fácil dejar la galería de arte  que no a mí que tengo el cupo de vacaciones agotado hasta dentro de cinco meses.

 

Repasamos la economía, buscamos vuelos baratos de esos que ofertan  a última hora  y sin pasarnos de presupuesto decidimos que  fuera yo la que viajara y saltara el charco. Comunicamos con Belén le dijimos que sí, que iría yo, y a ella le pareció genial aunque le hubiera gustado que fuéramos las dos. Le indicamos  día, hora y vuelo, y por su parte recibimos  los detalles necesarios, dirección, teléfonos, etc.. Antes de partir  Marina me regaló una despedida de las que hacen época, de  esas de quedar “complacida y relajada para tiempo” …  por si acaso –me advirtió-.  ¡Que bruta!.

 

Total, que salí volando. A la llegada a la terminal del aeropuerto  de destino quedé un tanto decepcionada de que nadie viniera  a recibirme. Estuve tentada de llamar a Belén  por teléfono  pero como tenía anotada su dirección no me preocupé en extremo, tan solo de buscar un taxi que me llevara a su casa.  

 

Estaba escudriñando a todos y cada uno de los taxis en busca de uno libre cuando noté en mi hombro una mano que requería mi atención. Se trataba de la mujer con la que había compartido vuelo en el asiento contiguo  y con la que tuve el placer de conversar durante el viaje. Una señora rondando los cuarenta años, superelegante  y educada con la que las horas de vuelo, nunca mejor dicho, pasaron volando y que no tuvo el mínimo reparo cuando cansada recostó su cabeza sobre mi hombro para echarse un sueñecito. ¡Rico su perfume!.

 

-¿Busca transporte? Es mala hora, llegan muchos vuelos y hay pocos  taxis. Tengo mi chófer esperando y para mí sería un placer acompañarla.  

-Lo siento, pero no puedo aceptar su ofrecimiento seguramente la deben esperar en su casa y retardaría su llegada –le dije no muy convencida-

-Por todos los santos, amiga mía, no acepto un no por respuesta, igual nos viene de  paso... a ver, dígame a que dirección debe ir.

-Es ésta –le enseñé-

-Pues ya está hecho, viene de paso… ¡va! ¿qué espera?... Fabián –dijo al  chófer- la bolsa de la señora.

 

A medida que nos acercábamos a la ciudad me contó que estaba casada, sin hijos,  con un agregado diplomático que no paraba de ir de un lado a otro del planeta por lo que tenía tiempo suficiente para hacer sus escapadas turísticas a Europa, un continente que le fascinaba “en todos los sentidos”. Su tono de voz no era de decepción ni mucho menos, todo lo contrario, así que no le pregunté por los detalles, que los daba por entendidos. Lo suyo era disfrutar de la vida.

 

Pasamos por una zona residencial y me indicó que ella vivía por allí. Intenté no poner cara de tonta al ver las edificaciones, residencias unifamiliares  rodeadas de amplios jardines. Una pasada. Sacó de su bolso una tarjeta y me la entregó. “Si tienes tiempo me gustaría invitarte a mi  casa –me ofreció- estaría encantada”.

 

Salimos de esa zona y llegamos a otra no tan lujosa pero con mucho encanto por tratarse de la parte colonial, que combinaba edificios antiguos con otros restaurados. Llegamos a uno de ellos, de doble planta, separado de la calzada por una pared baja de piedra sobre la que estaba colocada una reja de hierro forjado, muy original, al edificio se accedía a través de una amplia puerta del mismo estilo que la reja. Un amplio pasillo enlosado entre dos bien cuidados jardines conducía a la puerta de la casa.

 

-Fin de trayecto, ha sido un placer acompañarte y recuerda mi oferta.

 

Nos dimos dos besos de amigas y un abrazo apretadito, bajé del automóvil, recogí la bolsa de viaje que amablemente me entregó Fabián  y me dirigí a la puerta. Busqué el timbre y oprimí el botón, vino a abrir la puerta una señora de unos sesenta años, caminaba despacio mientras dirigía la vista hacia mí, conforme se acercaba  su rostro se iba alegrando…

 

-Señora que bueno que vino, permítame que le lleve la bolsa, la señora Belén la  está esperando, acompáñeme por favor.

-¿Tan mal se encuentra que no puede salir a recibirme? –le pregunté-

-Usted misma  podrá comprobarlo.

 

Entramos en la casa. Un recibidor amplio con varias puertas laterales que supuse  daban acceso a habitaciones, despachos, cocina, aseos… Frente a la puerta de entrada había una escalera que al llegar al primer rellano se dividía a izquierda y derecha para continuar hasta  las habitaciones del piso superior.

 

-Suba por la escalera de la derecha, gire hacia la izquierda y entre a la segunda puerta –me explicó la señora- no se olvide de su bolsa.

 

Llamé a la puerta.

 

-¿Quién es? –oí-

-Soy yo, Mhag –le respondí-

-Un segundo por favor

 

Pensé que se estaba acomodando… al  cabo de poco me dijo que pasara. Entré a la habitación suavemente iluminada por una lámpara colocada en una mesita redonda junto a la ventana y unas  velas distribuidas estratégicamente que le daban a la estancia un ambiente  muy íntimo. Dejé la bolsa en el suelo y di  al menos ocho pasos para llegar a la cama. Me esperaba recostada.

 

-Hola ¿como estás? –le dije acercándome a ella-

-Que bueno que viniste, me alegro de verte, ¿no me das un beso?

-Por supuesto que sí, encantada, como si fueras la bella durmiente.

 

Se puso a reir por mi ocurrencia, tanto que la risa le provocó un ataque de tos tal que apenas podía contenerse.

 

-¿Sabes?... es que… también estoy muy resfriada… y cuando me río… me viene esta tos que me va a matar

-No seas exagerada, nadie se muere de un ataque de risa –le dije tratando de calmarla- y yo no te veo tan… enferma, por decir algo.

-No es solo eso, también me pasa una cosa muy curiosa que no sé si decirte

-Puedes hablarme con toda confianza, tengo tiempo

-Es que… me entran picores en el cuerpo…

-Un poco raro ¿no? Deberías decírselo a tu doctor para que ponga remedio

-No, para eso ya tengo remedio… me rasco y se me pasa

-Pues por mi puedes hacerlo –le dije-

-Mhag, -me dijo- ya que estás aquí… podrías rascarme tu

-Vamos a ver, Belén ¿dónde tienes esos picores?

-Aquí –me dijo mientras se descubría enseñándome su pecho izquierdo-

-¿Estás desnuda?

-Si, bueno… nooo, digoooo, casiiii….

-¿Resfriada y desnuda?¿Me tomas el pelo?

-Anda, Mhag, no seas mala, ráscamelo y después hazlo con el otro que tendrá envidia.

 

¡Madre de mi vida!, había recorrido en avión  miles de  kilómetros ¿para qué? ¿para aliviar los picores de una … (censura)? ¿de una …  que ni siquiera al verme me preguntó qué  tal el viaje?.  Ummmmmmm, algo no me cuadraba. La señora que me recibió… esa casa tan grande… la habitación en penumbras.. Belén  en la cama y no precisamente con aspecto de deprimida… la velas… ummmm, parecía como si lo tuviera todo bien estudiado, y encima la muy cabrona estaba… ¡ desnuda!.  Recordé lo que Marina me aconsejaba alguna que otra vez: si ves que te vas a cabrear…respira. Respiré profundamente no fuera cosa que me entraran ganas de estrangularla.

 

-Escucha, se supone que somos amigas, -le dije- aunque no nos conocíamos personalmente sabemos unas de las otras,  y aquí también debo incluir a Marina, lo suficiente para entender  de que  pie calzamos  y hasta donde podemos o queremos llegar, pero eso  de decirnos que estás fatal cuando a mí me parece todo lo contrario… me parece una tomadura de pelo.

-Es que tenía muchas ganas de conoceros personalmente y de que vinierais –me decía entre gemidos mal disimulados- y como no sabía como hacerlo…

-¡Clarooooooooo! No más se te ocurrió la idea de la depresión galopante, pero no solo tú  tienes la culpa, las tontas de remate hemos sido nosotras, más yo que Marina, que nos lo hemos creido.

-Perdónameeeeee-

-¿Perdonarte? Eso ya lo veremos, de momento te vas a rascar tú  te pique donde te pique, porque yo me voy a dar una ducha con o sin tu permiso, y después ya hablaremos. Por cierto ¿cuál es mi habitación?

-De momento es ésta –me dijo en voz baja- tendrás una preparada enseguida

-¿Y el baño?

-Ahí, esa puerta

 

Cogí la bolsa y me dirigí a la puerta señalada. No hube dado tres pasos cuando a mi espalda oí su voz que me decía…

 

-No tardes que me pica…

 

Entre dientes juré venganza.

 

………………………………………………………………………….

 

(sigue la conversación telefónica)

 

-Marinaaaaa!!!!!!!! – tuve que gritar para que se despertara

-No levantes la voz –me decía- te oigo perfectamente

-¿Y porqué no dices nada? – le pregunté - ¿te estoy aburriendo?

-No cariño, lo que pasa es que ya sabes lo imaginativa que soy y estaba visionando  la película mientras te explicabas.

-¿Y…?

-Pues eso… que entre lo interesante que es y la salsa que le pones es imposible dormirse al menos hasta saber todo de todo

-Te noto muy curiosilla Marinita – le dije para picarla – igual no sigo…

-Pobre de ti, mala pu… , precisamente ahora que venía lo más… ejem, ejem, ejem…

-Uy, uy, uyyyyyyyy que me parece que…  - insinué con picardía - ¿no te estarás poniendo…?

-Pues mira, ahora que lo dices, un revolcón no me iría mal, que necesito descerebrarme.

-Oye corazón – propuse – si quieres…

-Si  quiero ¿qué?

-Eso

-Eso… ¿qué? – insistía

-Ya sabes

-Ya sé… ¿qué?

-¿Qué llevas puesto, Marina? – le dije poniendo voz erótica - ¿mi pijama favorito?

-Claro Mag, ese que tanto te gusta… el de color piel… pero… - tuve que apartarme el auricular del  oído - ¿qué te has creidoooooooo? ¿que vas a calentarme como te calentaste cuando Belén te dijo lo del picor  en la teta?

-¿Qué yo me calenté? – le dije sin convicción

-¡Anda que no! Te conozco de sobras, porque bien que…

-¿Bien qué, zorra?

-Bien que miras las mías cuando salgo de la ducha, que no por ser pequeñas dejan de ser apetecibles

-Marina, ¿por casualidad no te estarán picando? – provoqué

-Lo que me pica es otra cosa… ¡la curiosidad! y no te rías que te veo venir, por saber como acabó esa primera “toma de contacto”.

-¡Ay, hija, que desagradecida eres! yo pensaba que como hemos estado este tiempo sin vernos… me echabas de menos, y aunque solo fuera por teléfono igual te podía echar una mano… ya sabes…

-Mhag, cuando regreses te voy a dejar que me eches las manos que quieras, pero ahora ¿quieres seguir explicándote de una puñetera vez?

-Vale… valeeeeeeeee…..

……………………………………….

(sigue el relato de Mhag)

 

 Confieso que lo hice a propósito, me apetecía permanecer en el cuarto de baño más tiempo de lo que en mí es habitual, en parte porque al haber tenido que viajar en vuelo nocturno llevaba mi reloj biológico un tanto fuera de horas, mi cuerpo estaba solicitando urgentemente ser atendido  y porque Belén no se merecía encontrarse con las “facilidades” que ella se figuraba o pretendía, si se pensaba que todo sería coser y cantar por jugar en su terreno lo tenía crudo.

 

A través de la puerta la oía toser deliberadamente, y lo que en principio me sentó como una patada en el estómago de pronto se transformó en unas ganas tremendas de “vengarme” de ella, darle un escarmiento del que se acordase toda su vida y después…

 

Salí del cuarto de baño con mi melena mojada deliberadamente colocada mitad sobre la espalda y mitad descansando en mis pechos dejando que el agua cayera como lágrimas sobre ellos yendo a reposar sobre mis pezones,  que ya me había encargado de ponerlos en plan de guerra. Sabía que producirían efecto inmediato y no me equivoqué, me bastó con ver sus ojos como platos. Me coloqué de espaldas a Belén mientras simulaba buscar alguna pieza de ropa en mi bolsa,  percibía el jadeo propio de quien no puede resistirse  a la tentación y esos gemidos imposibles de controlar…

 

………………………………………..

(conversación telefónica)

-Mhaggggggggggggggggg….

-¿Quéééééééééé?

-Eres una cabrona

-Lo sé, y tu sabes que cuando me lo propongo puedo ser peor, jijijiji ¿sigo y te cuento?

-Espera que me pongo bien

-¿Que te pones cómo?

-Una pierna en el este y la otra en el oeste, jajajaja

-Ya, ¿la brújula?

-Cuando vengas te cuento, pero ahora soy toda oídos, ¡ah! Y no te dejes detalles.

-Descuida, pero si llegas… avisa

-No hará falta, me conoces, te enterarás.

…………………………………..

(Mhag prosigue con el relato)

 

-¿Te pasa algo, Belén? – le dije de espaldas a ella

 

No hubo respuesta. La verdad es que sabía lo que pasaba y que no la esperaba “tan pronto”, porque Belén, a tenor de ciertas confesiones internautas, nos había dicho  clara y llanamente que para llegar a un orgasmo pleno y satisfactorio necesitaba motivación y tiempo, tanto sola como acompañada. La motivación la tenía, está mal decirlo y no quiero pecar de presuntuosa pero ahí estaba yo, el tiempo se lo tomaba ella y yo no quería provocar ningún  “orgasmus interruptus”, así que no repetí la pregunta y me volví al cuarto de baño dejando, eso sí, la puerta entreabierta.

 

Esperé un tiempo prudencial hasta que dejé de oir el sonido delator de los muelles del somier de la cama y  pasados unos segundos percibí claramente como el silencio se rompía con suspiros entrecortados acabando en uno largo y sonoro. Me dí por enterada, esperé, salí del baño y ví a Belén desnuda  estirada   en la cama, mirándome con unos ojos como si estuvieran perdidos en el infinito, las manos cruzadas sobre su vientre y las piernas ligeramente separadas. Hizo un intento de levantarse pero no pudo, giró su cuerpo y consiguió sentarse al borde de la cama.

 

-¿Me ayudas, por favor? – me rogó con un hilo de voz –

 

Me puse una camiseta  que me llegaba casi hasta  las rodillas,  fui al cuarto de baño cogí una toalla grande y la ayudé a ponerse en pié. La observé sin pudor mientras cubría su cuerpo. Pude comprobar en vivo y en directo que la descripción anatómica que nos había hecho por internet se ajustaba a la realidad: de diez a doce centímetros más bajita, cabello negro, peso ajustado a la estatura más bien rellenita pero con kilos bien repartidos, pechos con una ligerísima caída que los hacían apetecibles y manejables, vientre liso, inmaculado,  pubis depilado y piernas bien formadas, todo ello, el cuerpo, recubierto por una piel color canela claro. En su rostro aún duraba el efecto de su desenfreno pecador,  hasta me pareció ver que por la comisura de los labios salían unas delatoras gotas de saliva.

 

Tremendo orgasmo  –pensé-  sin saber si debería alegrarme o no por haber sido la inductora.

 

-¿Dónde quieres que te acompañe? –le pregunté a Belén-

-Al baño.

-¿Estás bien?

-Si… No… No lo sé…

-Es que. hija mía… menudo lote te has pegado

-Calla, calla, calla, que no sé lo que me ha pasado –me dijo como arrepentida-

-Pues es muy sencillo, estabas supermotivada, supersensible o lo que es lo mismo, estabas como burra en primavera y no pudiste resistir la tentación de hacer manualidades.

-¿Y tú no tuviste nada que ver?

-¿Yooooooo? ¡que va!... –le mentí-

-Entonces debe haber sido cosa del diablo

-Si tú lo dices…

 

La acompañé al cuarto de baño y la senté sobre un taburete  no sin antes poner en el asiento una toalla más pequeña.

 

-Gracias, Mhag, -se sonrojó- estás en todo

-Niña… ¡no veas!, ¡para dar y vender!

-Si supieras cuanto tiempo…

-Entiendo, entiendo. Venga, descansa y date un buen baño, te espero fuera.

-Mhag, me gusta esa camiseta que llevas.

-Aquí la tienes –dije mientras me la quitaba quedando yo desnuda-

-¡Vete, infame tentación! –me gritó-.

 

La dejé a su aire, que se tomara su tiempo, mientras tanto yo me puse la ropa interior limpia, otra camiseta, unos leggins low rise y zapatillas deportivas esperando que saliera relajada  para hablar largo y tendido sobre la situación en la que nos encontrábamos. Apagué las velas que continuaban encendidas y abrí las ventanas para que entrara aire nuevo, entonces pude ver con claridad la habitación que si en algún momento me pareció íntima pero triste ahora la veía muy bien distribuida y mejor decorada, confortable  a pesar de sus aproximadamente cuarenta metros cuadrados que le calculaba.

 

Me acerqué a una de las ventanas y ví a la señora que me abrió la puerta paseando por el  jardín, se dio cuenta de mi presencia y muy amablemente me saludó agitando su mano.  

 

-Es mi madre –oí a Belén a mi espalda- está algo enfermita pero no para de trabajar en la casa.

-¿Te encuentras mejor? –le pregunté-

-Sí, debo pedirte disculpas por muchas cosas y no sé por cual  comenzar.

-Estoy dolida, te confieso que me hacía mucha ilusión venir, conocerte en persona y saber algo más de  tu país aunque solo fueran pocos días, pero hay algo que no acabo de entender y que me gustaría me explicaras.

-Bajemos al comedor, mi madre tiene preparado el almuerzo, quizás te animes un poco con lo que te hemos preparado.

-Más sorpresas no, por favor.

 

…………………………………………

 

(Al teléfono con Marina)

-¿Duermes amor mío? –pregunté-

-No. Dímelo otra vez

-Amor míooooo

-Mhag , me gustaría que estuvieras aquí, ahora

-Me vas a hacer llorar, cariño, mira que pido un taxi  y me voy a Barcelona, yo también estoy con una tontería encima que no veas, te necesito… ¡ya!

-Cierra los ojos,  recuerda nuestra despedida

-La he tenido presente estos días como no puedes imaginarte

-Pues anda que yo, si sin hablar contigo ya iba disparada piensa entonces como estoy en estos momentos, bueno, rectifico, como estaba porqué…

-¿Mande?

-Lo que has oído

-O sea que mientras yo… bla, bla, bla, la señora…

-La señora… sí, síí, sííí, síííííííííííí

-¿Sabes qué te digo, Marina? Que te vayas a dormir, que tengas felices sueños, que despejes tu poco cerebro calenturiento  y cuando vuelvas a ser tú me llamas. ¡Ah! Aunque no te lo mereces mañana voy al super, esta semana  me toca llenar la nevera.

-¡No olvides las compresas, por fa…!

Confieso que se me fue la olla. No es que le colgara el teléfono, es que lo destrocé contra la pared. Encima de lo que había pasado por aquellas tierras nada más me faltaba que Marina no me prestara la atención que yo quería.

Miré los restos del teléfono esparcidos por el suelo, no me importó lo más mínimo porque conseguir otro aparato era facilísimo, solo tenía que subir a la habitación del pecado y hacer servir el supletorio. Si Marina me volviera a llamar… no sé, igual no le cuento…

……………………………………

(Si, le cuento, para que se entere…)

 

Mientras nos dirigíamos al comedor me vino a la cabeza un detalle al que no había prestado atención cuando estuve mirando por la ventana: era que en el tiempo que estuve con Belén en la habitación parecía como si hubieran llegado unos automóviles que estaban estacionados en la calle delante del edificio. Recordaba haberle dicho a Belén que no más sorpresas y quería creer que así sería… hasta que ella abrió la puerta del comedor.

 

Cuando vi aquel panorama pensé que lo mejor que me podía pasar era que la tierra me tragara. Allí estaban, de pie, la madre de Belén acompañada  de dos señoras mayores, cuatro mujeres de mediana edad, dos más de edad cercana a la de Belén y una más joven. O sea, una decena de mujeres que me dedicaron la más sonora ovación que me hayan dedicado en mi vida (a pesar de haber hecho méritos para eso y más) como recibimiento. ¿Recibimiento? ¿Porqué?

 

Salí de dudas cuando Belén, si cortarse ni un pelo, me cogió la cara y me soltó un beso en los morros con intento de lengua que me pilló de sorpresa. La muy marrana lo tenía todo bien estudiado.

 

-Mamá, tías, primas, ahijada,  tengo el inmenso placer de presentaros a ¡ MI NOVIAAAA !, os dije que llegaría el momento y aquí está, seguramente un poco nerviosa por el viaje y por esta sorpresa que le hemos preparado.

 

Ignoro la cara que puse, no puedo explicarlo, pero estoy segura que debería ser de  imbécil superlativa, sin saber si llorar o reir, y sin tiempo para respirar  me vi rodeada de toda esa “mi familia” que no cejaban de besarme sin compasión, manosearme y achucharme como si fuera un objeto que tuviera que ir de mano en mano para ser observado con detenimiento.

 

Yo buscaba a Belén con la mirada para ver si me podía explicar qué co… pasaba y  porqué  pasaba, pero la muy zorra  me esquivaba como si la persiguiera una jauría de  perros. Cuando pareció que las efusiones me daban un respiro  hice una nueva tentativa visual en busca de Belén  y ví a  la chica más joven, una chiquita de unos veinte y pocos años, muy mona y moderna de ropa , que me miraba fijamente, sentada indolentemente en uno de los sillones como si la función no fuera de su interés.

 

Me dirigí a ella:

 

-Hola ¿cómo te llamas? – le pregunté mirándola a los ojos

-María, me llamó María – respondió

-Encantada de conocerte, María, - le dí un beso en la mejilla - ¿eres familia de Belén?

-No, mejor dicho sí, soy su ahijada.

-Eres muy bonita ¿tienes novio?- le pregunté sin más  rodeos

-No… No me gustan los chicos –dijo claramente-

-¿Malas influencias?

-Demasiado vulgares

-¿Deduzco, entonces, que te gustan las mujeres?

-Solo una

 

Me sorprendió la calma con la que respondía a mis preguntas y algo me decía que si seguía haciéndole las que me bullían en la cabezota acabaría por meterme donde no me llamaban, así que aprovechando que Belén venía a “rescatarme” le dirigí una sonrisa a la que me correspondió con una mirada tan fría que hasta la sentí como amenazadora.  

 

“¡Jolines con la chica! – pensaba – que diferente es de su madrina, Belén es como el fuego y ella parece hielo puro.

 

………………………………………..

 

-Mhag, - me interrumpió Marina - se me están cerrando los ojos y mañana…

-Te entiendo, cariño, hay tema largo, solo depende de si quieres ver salir el sol con el teléfono enganchado a la oreja o prefieres una segunda sesión .

-Prefiero escucharte en plenitud de facultades mentales y físicas, así que descansa tú también y mañana nos decimos si utilizamos el teléfono o esperamos al vis a vis.

-Como quieras, Marina,  gracias por dedicarme ese síííííííííííííí

-No seas tan creida, moza, tenía ganas

-¿Me llamarás?

-Me lo pensaré

-¡Te odio! – le grité justo antes de que cortara la comunicación – pero te amo con locura.

Esa frase última estoy segura que no la oyó. No estampé el teléfono contra la pared, no teníamos ningún supletorio más, el móvil había agotado la batería y me había dejado el cargador al otro lado del océano. Mal panorama de momento.

Apagué la luz. Tumbada en el sofá me preguntaba: ¿qué hubiera pasado si Marina también hubiera viajado conmigo?  ¿qué plan o planes  habría forjado Belén con las dos?. Dejé los interrogantes para no volverme loca y mi preocupación en estos momentos era  encontrar las palabras exactas para explicarle a Marina...

Me dormí.

(seguirá)

Mhag, octubre 2016