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Que viene mi madre

en Hetero: General

Tanto mi novia como yo lo teníamos muy mal para poder follar. En mi casa era imposible hacer nada por que éramos cinco hermanos y lo de la intimidad era imposible. Por parte de mi novia, su casa era grande y la única que solía estar allí era su madre, una mujer amargada y controladora que siempre le exigía que tuviese la puerta del dormitorio abierta cuando estaba con migo en casa y aún así solía venir a vigilarnos cada cierto tiempo con algún tipo de excusa de la pensaba que no nos dábamos cuenta de la intención. Este problemas nos ponía en una situación horrible ya que, con diecisiete, estábamos muy enamorados, habíamos descubierto no hace mucho el sexo a manos del otro y queríamos hacerlo siempre que pudiésemos. Cuando peor lo pasábamos era estando en su cuarto. Tanto reprimirnos acababa por hacernos poner bastantes cachondos en aquellos pocos minutos en los que su madre estaba ocupada haciendo algo en el piso de abajo. Teníamos que estar pendientes de si la escuchábamos subir la escalera, a hacer la ruta de vigilancia de turno, para dejar de besarnos o meternos manos, lo único que podíamos hacer.

Durante una tarde, aprovechamos que su madre estaba cocinando no-se-que cosa para comenzar a besarnos yo sentado en su cama y ella sobre mí. Estábamos especialmente excitados aquel día tras todo un mes desde que no lo hacíamos. Todavía éramos muy jóvenes para ser unos maestros con nuestras lenguas por lo que nuestros besos se limitaban a saborear con entusiasmo nuestros labios. Metiéndole una mano bajo su camiseta, subí por su cuerpo hasta el sujetador que aparté lo suficiente como para tomar una de sus tetas. La tenía hinchada por la excitación y lo mismo ocurría con su pezón erecto. Empujándome por los hombros, me tiró sobre la cama para poder subir mi camiseta y acariciar mi cuerpo. Tumbado, mi erección se marcó mas contra ella que se sentó mas encima para moverse y hacer frotar la entrepierna de nuestros pantalones. Empecé entonces a estar tan cachondo que dejé de prestar atención al piso de abajo y solo quise concentrarme en la preciosidad que tenía encima. La atraje conmigo a un lado de la cama, continuando besándola, mientras me puse a introduciendo la mano por dentro de sus pantalones. Ella me agarró la mano con la cara sofocada, diciéndome;

-Espera. Mejor no, que puedes subir mi madre en cualquier momento.

 

-Déjame solo un poco – Le imploré – Si la escuchamos subir, saco la mano y punto.

Accediendo a mi petición, seguí metiendo mi mano, sorteando sus braguitas, hasta sentir su bello pubico dar paso a su rajita en donde colé mi dedo. Ella se estremeció, agarrándose a la corcha con la mirada ida. Sus labios se sonrojaron al jadear lo que le dio un aspecto precioso. Continué con el dedo en su sexo, frotando desde su vagina hasta su clítoris a la vez que yo frotaba mi paquete, apunto de explotar, contra su cadera. Mi mano se fue volviendo cada vez mas loca dentro de sus pantalones, haciéndola temblar de placer y respirar jadeante. Estaba disfrutando como nunca la había visto, a lo que yo también me unía con el simple refregar mío, hasta el punto de ver muy posible que llegase a correrme allí mismo, dentro de los calzoncillos.

-¡¿Hijaaa?! – La voz de su madre a los pies de la escalera nos hizo separarnos, al instante, y arreglarnos la ropa.

 

-¡¿Quee, mama?! – Le respondió cuando se ajustaba la camiseta.

-Voy un momento a casa de la vecina. No tardo – La puerta abriéndose y cerrando fue lo siguiente en escucharse.

-¿Dónde vive la vecina esa? – Quise saber mientras me acomodaba la polla en los pantalones ya que andaba tan empalmado que me dolía de lo apretado.

Acercándose a la ventana, apartó un poco la cortina y, señalándome con el dedo, vi como su madre cruzaba la carretera hasta un de las casas de enfrente en donde llamo y luego entró. El susto que nos había pegado su madre no me había enfriado apenas, con lo que todavía andaba excesivamente excitado. Me era imposible no aprovechar ese indeterminado tiempo sin madre toca pelotas por en medio. Aún asomaba por la ventana, la rodeé y abracé por la espalda, dándole pequeños besitos en el cuello. Pegaba mi paquete contra su culo, queriendo que viese lo caliente que estaba aun y ella respondió meciéndose a los lados. Sacándome el cinturón, me desabroché los pantalones y los hice caer. Luego, lo mismo hice con los suyos, dejándonos desnudos de cintura para abajo. Al sentir ella mi polla contra su culo, quiso darse la vuelta pero se lo impedí;

-Sigue asomada y estate atenta por si viene tu madre.

Pegando mi polla entre sus labios, sintiendo sus muslos apretar, la fui frotando con mi capullo presionando contra su vulva. Aun sabiendo que el tiempo que teníamos era poco, y que me arriesgaba a quedarme a la mitad si veíamos a la madre aparecer, quise metérsela mas que nada en el mundo. Busque y me puse un condón, estando listo para metérsela. Tomándola por la espalda, la agaché para tener su coño a mi disposición. Metí la punta de mi polla por su vulva, recorriéndola hasta que al fin se coló en su vagina. Arqueando la espalda, entré mucho más rápidamente de lo que pensaba ya que su vagina me sorprendido estando tan lubricada que parecía absorbérmela.

Quietos apenas diez segundo por el éxtasis, cuando ya se la hube metido entera, comencé a moverme. Sintiendo mi polla correr dentro suya, comenzó a moverse con migo. Acercándome a sus labios nos besábamos para ahogar nuestros gemidos. El ritmo se fue acelerando como nuestros jadeos y el de mis manos sobre su cuerpo. La escuché pedirme que no parase sin que a mi se me hubiese pasado por la cabeza hacer tal estupidez. Notaba mi polla adentrándose entre las paredes de su vagina, hambrienta de ella, de sexo, de su coño. Era rabia, desesperación por llenarla y de ser envuelto por ella. Estaba cerca de alcanzar mi final, lo sentía cada vez fuerte en mis huevos. Aquello no era un polvo delicado, era, o debía ser, algo rápido pues el tiempo contaba en contra. Casi era mejor, ya que tenía los huevos tan cargados y estaba tan caliente que de otra forma tampoco hubiese aguantado mucho mas. Sujetándola por los hombros, la comencé a penetrar con mas fuerza, estallando mis caderas contra su culo. Sujeta a las cortinas, dejó de gemir como lo hacía para empezar gritar con cada embestida, hasta que dio un último grito más alto que los anteriores y entonces su espalda se arqueó, dejando de moverse por si mima. El delicioso caldo de su corrida, me empapaba afuera con cada contracción vaginal que daba. Bajando la velocidad hasta estar penetrándola con lentitud, pegué mis labios a los suyos y acaricie su cuerpo mas que siempre para explayar lo último de su orgasmo. Disfrutó de esté antes de volver la mirada a la ventana.

-¡Oh, mierda! Viene mi madre ¿Qué hacemos?

Asomándome a la calle, vi como efectivamente su madre se despedía de la vecina. Había estado apunto de correrme antes de que ella lo hiciese pero con lo sensible que estaba podía acabar rápidamente. Tomando la misma velocidad que antes, busqué mi propio orgasmo. Lo necesitaba. Sus coño todavía palpitaba un poco y facilitaba mi tarea. Mirando ya por solo una rendija de la cortina, me avisó de que su madre ya estaba cruzando la calle. Abajo, la cerradura de la puerta se escuchó crujir. Me apretaba a ella a la vez que la empujaba tan fuerte que se escuchaba mi polla chapotear en sus abundantes jugos.

-Déjalo que nos va a pillar – Me pidió entre jadeos.

-Solo un poco más. Ya… ya casi… - Avisé.

Gracias a que ella no se había apartado, ni hecho nada que me hubiese hecho parar, dejé salir lo que ya guardaba desde hacía tiempo. Toda la tensión acumulada desde que nos habíamos empezado a enrollar en la cama, explosionó como lava ardiendo desde mis testículos e iba saliendo entre contracciones de mi polla, desbordando la punta del condón. Una descarga eléctrica salió despedida de mi miembro en todas direcciones, atravesándome el cuerpo con enorme delicia y en un instante mi cuerpo se dobló hacia atrás y la boca se me abrió sin que nada saliese de ella. En cambio, por mi polla todavía seguía saliendo el fruto de mi orgasmo cuando unos primeros pasos en la escalera nos pusieron en alerta. Separándonos, nos subimos los pantalones como pudimos, arrancándome el condón. Para ocultar mi persistente erección, me senté en una silla con una pierna cruzada y ella se puso a mirar en un cajón, también disimulando. Asomando por la puerta, su madre nos avisó de su llegada con la oculta intención de vigilarnos una vez más y se volvió a marchar escaleras abajo. Teniendo el condón escondido en la mano, pringoso y bastante lleno, lo saque, envolví en una hoja de papel y tiré a la papelera. Sentándose encima mía, nos empezamos a besar, calentándonos como si nuestros cuerpo fuesen insaciables y rezando por que a su madre se le hubiese olvidado algo en casa la vecina. FIN.

Relato ficticio por Morningwood.

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