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El perrito de mis amigas 7

en Dominación

Hacia solo un rato que habíamos llegado al boliche, pero Luis estaba como loco porque era su ulitma noche. Tomaba sin parar, regalaba tragos, organizaba ronda de tequilazos y bailaba sin parar. Las chicas le seguían el ritmo con los shots de tequila y se las notaba bastante ebrias, bailando sin parar provocativamente. Yo estaba demasiado nervioso como para divertirme así. No sabia con que humillante idea podía salir Luis para divertirse a costa mia. Sentado en la barra observaba, mientras bebía algo, como Luis cada vez mas cachondo bailaba con las chicas, apoyándoles su gran paquete contra sus culitos y refregándolas. Pude ver como su mano se metia por debajo del vestido de Lucila, y adivinaba lo que sus dedos podían estar haciendo gracias a las caras de placer que ponía Lu.

En un momento siento los gritos de Luis llamándome. – Veni putita!! – exclamaba sin parar. Yo me acerque con la cabeza gacha, teniendo miedo de que todos lo escucharan y descubrieran lo que era yo realmente. En ese momento solo podía agradecer no haber sido vestido de nena. Me acerque a el, que bailaba pegado a Lucila y aun tenia sus dedos dentro del vestidito de ella. Retiró sus dedos de la entrepierna de Lu, y estaban considerablemente mojados. –Abri la boca putito – Empezó Luis –Dale, limpiame los dedos que esta puta calentona me los ensucio todos – Yo solo obedecía, aunque era la primera vez que lo hacia en publico, y me daba mucho miedo. Lami sus dedos, disfrutando de la humedad de Lucila, mientras ella sonreía divertida, y no se había tomado la molestia de acomodarse el vestido, por lo que la mitad de su hermoso culito estaba a la vista de todos. Luis me ordenó ir a buscar una ronda de tragos para todos, no sin antes darme un cachetazo q me hizo bajar la mirada. Estaba ardiendo de vergüenza, y la gente comenzaba a mirarnos. La situación era extraña. Un chico lamiéndole a un niño mas pequeño los dedos que acababa de meterle en la conchita a una chica que permanecia en éxtasis con su culito a la vista de todos. Seguramente era una imagen fuerte para los espectadores. Desde la barra podía observar como mis tres amigas se frotaban entre ellas y contra Luis, que seguía bebiendo, y aprovechaba para besar a las tres, sin que Lu se enojara; ella estaba completamente exitada. Intentaba bajarse el vestido pero sus sensuales movimientos y las manos de Luis que constantemente se introducían en su intimidad lo impedían. Me di vuelta para pedirle al barman las bebidas, y cuando volvi a girar hacia donde estaba mi grupo, ya no pude ver a Lucila. Pense, con algo de tristeza, que ella y Luis se habían ido a coger. Automaticamente ese pensamiento me dio vergüenza y me sentí humillado. Como podía ser que me estuviera excitando de mirar a mi amada Lucila manoseada y exhibida por ese pendejo que me había convertido en su putita? Como podía desear seguir observando esa situación, sin obtener mas satisfacción que tener mi pequeño pitito durísimo, presionando contra la suave tela de mi bombachita?.

Volvi a girar hacia la barra, para ver si ya estaban listos los tragos, cuando sentí una mano que se desilzaba entre mis piernas y agarraba con descaro mi paquete. No me atrevi a moverme, pero tampoco fue necesario, porque la persona dueña de esa mano intrusa enseguida comenzó a hablarme suavemente al oído mientras me lamia la oreja. – Lo tenes paradito putito mmmm te gusta que te agarre así bebe? – me decía Lucila completamente desencajada, con una mirada lujuriosa que derrochaba sexualidad. Mi pito se endurecía cada vez mas entre los masajes de sus dedos, crei estallar cuando metió la mano dentro de mi pantalón. Deseaba con toda mi alma comerle la boca y poseerla en la misma barra, pero mi nuevo rol me lo impedía y el miedo me paralizaba. Ese miedo se hizo realidad segundos después cuando sentí una mano que me golpeaba la nuca y me agarraba de los pelos haciéndome voltear. Era luis, completamente furioso que no paraba de insultarme. En sus empujones, el trago que traia en su mano se volcó, mojando las piernas de Lucila y sus  propios zapatos.

-Mira lo que haces putito! Limpianos ahora mismo! – bramó Luis, tirándome al suelo todavía sosteniéndome del cabello. Yo sumisamente, y con miedo de levantar la mirada procedí a limpiar las piernas de Lucila con mi lengua. Lamer esas dos hermosas piernas, sumado a la vergüenza que estaba sintiendo hicieron que mi pito se pusiera nuevamente como una roca. Lo mas humillnte llegó cuando tuve que lamer los zapatos de Luis, allí mismo en el medio del boliche con todo el mundo observando. Cuando terminé, me pateó para alejarme, y cai tendido al suelo. No me atrevi a incorporarme hasta que me lo ordenó, y tal cual me dijo, mirándome fijamente a los ojos, le pedi perdón por ser un putito tan torpe. Sentía los ojos de todo el lugar sobre mi, juzgándome riéndose y burlándose. Cerca mio, pude notar como un grupo de chicas muy bointas se habían acercado a Lucila y haciendo un esfuerzo, pude escuchar cosas como “en serio? Ese nene se lo coje?!”, “no te creo! Como que tiene tanga?”, “y le hiciste tragar su propia leche?”. Se las notaba a todas muy divertidas, mirándome de reojo y cada vez mas cachondas. Tanto que pude ver a una preciosa rubia de ojos verdes deslizar una mano por dentro de sus calzas y jugar con sus dedos. Mas alejadas, podía ver a Laura y Maite, bailando entre ellas, y respondiendo con sensuales besos y manoseos lésbicos a las provocaciones de los hombres que las rodeaban e incitaban.

Para escapar de tanta humillación, y de la furia de Luis, me dirigi al baño, que estaba alejado, bajando unos pocos escalones en un rincón. Me encaminé directamente hacia los migitorios que estaban contra la pared del fondo, cuando una voz dijo desde la puerta –Juli, tenes pitito de nene chiquito, así que tenes que hacer pis en el migitorio de chicos- Todos voltearon hacia la puerta. Todos menos yo, que agachando la cabeza, y rojo de vergüenza me movi hacia el pequeño urinal que estaba en un rincón. Al darse cuenta, todos comenzaron a reir a carcajadas. Yo intentaba orinar rápido e irme, pero no podía. Luis se acercó a mi y de un fuerte tirón me bajo los pantalones hasta los tobillos. Mi culo apenas cubierto por una linda tanguita quedo a la vista de todos los hombres que estaban en el baño. Se hizo un silencio de sorpresa e incredulidad, que luego se transformó en carcajadas e insultos.

-Así es muchachos – comenzó a decir Luis. – Parece que la señorita se confundió de baño no? Dale putita, date vuelta así los chicos te ven entera -  Muerto de vergüenza y sin levantar la mirada, me di vuelta lentamente, con mis manos a los costados para no enfadar a Luis. Mi pitito se asomaba por encima del elástico de la tanga (ya que estaba por orinar), muy timido y pequeñito. Al verme así, nuevas risas estallaron. La pregunta generalizada que le hicieron a Luis fue porque lo obedecía y por que traia puesta una bombachita. –Que es putito? – Pregunto uno de los presentes. Un muchacho de cabello corto negro y ojos claros. –Preguntenle a ella –Fue la respuesta de mi señor. Mi respuesta, intentando no hacer enojar a Luis, fue lo mas auto-humillante posible – No soy putito, soy una putita. Soy la putita del señor Luis -. De nuevo risas.

Luis se acerco al urinal, me miró, miró a todos, y dijo – Arrodillate Julietita, y ayudame a mear – obedeci sumisamente, y así me vi, de rodillas en bombachita, con mis pantalones en los tobillos, abriendo la bragueta de mi amo. A la vista de todos, que incluso tomaban fotos con sus teléfonos, saque la verga de Luis y la sostuve apuntando al urinal. Los nervios y los insultos hicieron que mi pulso me jugara una mala pasada y algunas gotas no fueron a parar dentro del migitorio.

-Ey! Tu putita nos ensució el baño! – dijo uno, excitado

-Escuchaste putita? – comenzó Luis –Les ensuciaste su baño, por que no se lo limpias?- me quede mirándolo desde mi posición, asustado, hasta que puso suavemente su mano sobre mi cabeza y dijo –Dale boludita, con la lengua.- me acerque al urinal despacio y arrimé mi cara a el. Era desagradable ya el hecho de estar de rodillas en aquel desagradable baño, por lo que el hecho de estar con mi cabeza metida en aquel contenedor de tantas meadas me daba ganas de vomitar. Pero no tenia opción, así que saque mi lengua, la acerqué al borde y lentamente comencé a pasarla por allí, llevándome con ella todas las gotas de pis que habían regadas, e incluyendo también algunos pelos de verga.

Tuve una arcada, pero evité que pasara a mayores, haciendo un esfuerzo por mi propio bien. Cuando volvi a abrir los ojos todos me miraban y reian a carcajadas, haciendo comentarios como “que putita mas obediente”. – Julietita, levantate y apoyate contra la pared, saca bien el culito que seguro los chicos te lo quieren mirar – ordenó Luis, a lo que yo obedeci sin remedio. Puse mis manos contra la pared, abri un poco mis piernas luego de quitarme el pantalón que tenia enroscado en mis tobillos, y saque mi culito lo mas afuera que pude. Me sentía una puta. Uno de los 6 hombres que estaban en el baño se acercó. Yo no me atrevía a mirar. Sentí su ruda mano apretándome mi nalga con violencia. – que rico culito que tiene esta nena!- gritó para sus compañeros, a medida que aumentaba su manoseo. –Esta para rompérsela toda- añadió a medida que me daba fuertes nalgadas que dolían mas de lo esperado. Todos reian, incluido Luis, que dejaba que los muchachos se divirtieran sin intervenir. El tipo acaricio la parte interna de mis muslos, y subió su mano despacio hasta llegar a mis huevos, los que apretó con fuerza. Yo gemi en un pequeño grito, pero no me anime a moverme ni a decir nada. continuó jugando con mi huevos y luego agarro mi verguita. Al sentirla dura comenzó a reírse, me tomó del pelo y me obligo a darme vuelta. – bajate la bombachita bebe, y mostranos ese pitito chiquitito que tenes- me ordenó mi nuevo y circustancial amo. Lo miré a Luis por unos segundos, luego obedecí. Con ambas manos baje la tanga hasta mis rodillas y mi pija quedo expuesta. La carcajada fue general, con comentarios como “mi hermanito la tiene mas grande” y “como no va a querer ser una nena con esa mierdita entre las piernas”. Ante tanta exhibición y humillación, no pude evitar que mi pequeño amigo se pusiera durito, lo que empeoró la situación. Las carcajadas llenaron de nuevo el lugar, y varios de los chicos ya se encontraban definitivamente excitados.

Al ver que varios ya estaban con las manos en sus paquetes, Luis dio un paso al frente y dijo –A ver putita, porque no ayudas a nuestros amigos? Acercate a ellos a cuatro patitas y quiero que les desabroches los pantalones a todos, y a cada uno un beso en la verga con respeto. – Mi mirada se dirigió al piso, roja como un tomate, y mi pitito endureció aun mas. Me arrodillé nuevamente en el piso, luego apoyé mis manos y así, en posición de perrita y con la bombacha enrollada a medio muslo, me dirigi al primero. Me arrodillé delante de el, que me miraba lascivamente, desabroche su botón y cinturón, baje su cierre, sus pantalones, quite suavemente el bóxer, y me encontré con la primera de las vergas que sentiría esa noche. Estaba a media asta, morcillona. Era larga, pero lo mas asombroso era su grosor. La tomé con mi mano, y con muchísima vergüenza le besé la punta, sin atreverme a descubrir su cabezota escondida bajo la piel. Fui gateando hasta el siguiente, e hice lo mismo, pero fue mas violento cuando vio mi timidez y me forzó a echarle la piel hacia atrás y meterme su cabeza en la boca. Uno a uno fui besando sus vergas hasta que todos estuvieron desnudos. No todas las vergas eran tan grandes como la de mi señor Luis (aunque había una que lo superaba por varios centímetros), pero todas eran bastante mas grandes que la mia. Cuando hube terminado con mi tarea, permaneci de rodillas, con la cabeza gacha por el miedo y la vergüenza. Entre mis piernas, mi pitito asomaba bien duro. No puedo culparlos por reírse a carcajadas viéndome en aquella situación.

Todos se desnudaron y se acercaron a mi, quedando yo encerrado en un circulo de pijas que me apuntaban de forma amenazante. Uno de los mayores me tomo con fuerza del pelo y me aplasto la cara contra su verga, refregándomela con fuerza. Alejó mi cara unos centímetros para empezar luego a darme cachetazos con ese enorme pedazo de carne. No pensé que dolerían, pero lo hacían y mucho. Me golpéo la cara con su pene repetidas veces, mientras me insultaba y todos reian con sus ocurrencias. Otro me agarró de la misma forma y me obligó a lamerle sus huevos, de modo que sumisamente y cuidándome de complacerlo para no empeorar las cosas, tuve que levantar su pija con los dedos para poder alcanzar sus peludas bolas con mi lengua, y lamerlas como toda una putita. El ambiente comenzaba a calentarse aun mas, y comenzaba a sentir manos tocándome por todos lados, incluso pies, cuyos dedos desnudos paseaban por la raya de mi culo, jugueteando con mi ano, para terminar masajeando con sadismo mis pobres bolitas.

Mientras me dedicaba a chupar aquellos huevos, e intentaba arrodillado abrir un poco las piernas para facilitar el trabajo de un desconocido pie sobre mis bolas, escuchaba cada vez mas insultos e ideas cada vez mas sadicas, que casi me hacían temblar, como “a este puto le voy a cagar en la boca!”. Otra violenta mano me arrastró de los pelos hasta su sitio y me hizo abrir la boca y sacar la lengua. Luego de recibir y tragar un asqueroso escupitajo , volvi a sacar mi lengua para que pudiera pegarme en ella con la pija, dura como una roca. Cada vez que golpeaba y la alejaba, un hilo de liquido pre seminal permanecia uniéndonos. Luego de hacérmela saborear en profundidad, refregándomela contra mi pobre lengua, la introdujo en mi boca. Así, arrodillado y completamente humillado en el sucio baño de un boliche, rodeado por varias pijas, tocado por varias manos y estimulado por varios dedos de pie, (y abriendo mis piernas todo lo que mi tanguita enrollada en mis piernas me permitia), sentí por primera vez lo que era ser violado por un extraño. Por primera vez sentí en mi boca el sabor de una verga que no conocía, me sentí toda una putita, satisfaciendo a un bruto hombre al que nunca volveria a ver, mientras Luis (mi chulo?) disfrutaba la visión sobándosela desde un rincón.

Cuando el primero en atreverse a cojerme por la boca no tuvo reproche alguno de parte de Luis ni del resto, todos tomaron coraje e intentaron arrastrarme hacia sus miembros. Luis amagó a frenar el desorden cuando parecía que podía descontrolarse, pero antes de que pudiera hacerlo, uno de los muchahos, grandote y de verga grande y cabezona, propuso ordenar el asunto. Así indicó a dos de los chicos que me tomaran por los brazos y me llevaran contra la pared. Me colocaron sentado, apoyando mi espalda contra la pared entre los urinales, donde todo se encontraba meado. Los mismos q me acomodaron así, fueron los que estiraron mis brazos para que no pudiera resistirme de ninguna forma. Aunque no pensaba hacer tal cosa, me sentía desprotegido sin poder usar mis brazos. Lamentablemente para mi, quienes sotenian mis muñecas tuvieron una linda idea para mantener ocupados mis brazos. Fue así que mientras una a una las pijas entraban en mi boca, mis manos eran obligadas a jugar con los miembros de quienes me sostenían en esa posición.

Había perdido hasta mi maltratada tanga, que permanecia solitaria hecha un bollo en un rincón, ya que habían decidido que estando así sentado contra la pared, debía tener abiertas mis piernas, para darle a mis abusadores acceso a mi intimidad. Como la putita mas sucia del barrio, aplicaba toda mi habilidad en chupar bien la verga de turno, jugando con mi lengua en todo su tronco mientras recibia elogios e insultos, mientras mis manos trabajaban sobre otras dos pijas (que acabarían llenándome de lechita) y mis piernas se abrían para darle la bienvenida a todos los pies que quisieran dedicarse a aplastarme las bolitas.

Una a una, cada verga fue recibiendo el calor de mi boquita, que se aplicaba al máximo en darles placer. Aun así, la mayoría creyo que no era suficientemente bueno en ello, y me lo hacían saber pateándome las bolas, pisándolas, o dándome cachetadas, ya fuera con sus manos o sus vergas. Varios me hacían pedir perdón, y agradecer, a lo que yo respondia con frases como “perdóne señor a esta inútil putita, castígueme” o “gracias por permitirme saborear su enorme y dulce pija, por favor métamela duro”. Todos tuvieron su buscado orgasmo. Algunos decidieron acabar directamente dentro de mi boquita, sin sacarla, haciéndome tragar hasta la ultima gota. Sin embargo, la gran mayoría pensó que seria mas exitante sacarla de mi boca, para llenarme la cara de leche tibia, o hacerme abrir la boca y sacar la lengua, para recibirla solita y tragarla. Termine lleno de leche, tanto en mi cara como en mi cabello, boca, pecho, y hasta mi pijita, ya que uno decidió apuntar su acabada en ese lugar. Me soltaron los brazos, y me hicieron lamer la leche con mi lengua, como si fuera una gatita limpiándose. Eso fue en extremo humillante. Permaneci mirando el piso, muy humillado durante varios segundos hasta que uno de los hombres me obligo a levantar la mirada. Al hacerlo me encontré con la cabeza de su verga apuntando directamente a mi cara. Sin darme tiempo a nada, de su agujero comenzó a salir un potente chorro de pis que se estrello justo sobre mi boca cerrada, que se cerro con mas fuerza por el asco.

-Abri la boca putito de mierda o te va a ir mal!- me grito furioso. Obedeci sumisamente y recibi todo su liquido amarillo y oloroso. A continuación todos comenzaron a mearse sobre mi, empapándome completamente. Mi cara, pelo, pecho, pito, todo estaba lleno de ese tibio néctar dorado. 

En ese momento tan degradante, y contra todo pronostico, mi situación se tornó aun peor. Mientras los muchachos  sacudían sus vergas sobre mi cara para deshacerse hasta de la ultima gota de sus meadas, la puerta del baño se abrió. Mi corazón se detuvo por un instante, todos voltearon a mirar, desnudos, tapándose las vergas con las manos. Los nervios se apoderaron del lugar. De pronto nadie se acordaba de esta pobre putita, arrodillada en el piso, meada y llena de leche. No se por que razón, pero me sentí abandonada. Cuando finalmente la figura apareció en el umbral, todos los hombres agacharon la cabeza y pasaron a parecerse a mi, a perritos sumisos. Logre distinguir la figura de una mujer. Tenia el cabello dorado y una silueta envidiable. Sus pechos eran grandes y bien firmes, aprisionados por una blusa bien apretada, que ayudaba a lucir su abdomen plano y dejaba a la vista un sensual piercing en el ombligo. Sus piernas eran increíbles, enfundadas en unas sugerentes calzas, con botas hasta un poco debajo de la rodilla. Sin dudas era un infierno de mujer. Nadie se atrevió a mirarla. Solo escuchábamos su voz de enojo y sorpresa preguntándonos que era lo que estaba ocurriendo. Me di cuenta que su mirada se había fijado en mi cuando pregunto – Y ese nenito abusado quien carajo es? – cuando levante la mirada hacia ella note que estaba apretando los huevos de uno de los hombres, y lo hacia con furia y violencia. El no hacia mas que dejarla y gemir de dolor. Mis ojos hicieron contacto con los de ella, y en ese momento sentí que moria de la humillación y el miedo.

Era una ex profesora mia, que además era la madre de una chica con la que yo había salido y las cosas habían terminado bastante mal. Para ser claros, yo me había portado muy mal con ella. Esa mujer me odiaba con toda su alma, tanto como profesora como siendo la madre de mi ex novia. Solo puedo imaginarme la satisfacción que sintió al reconocerme allí, arrodillado y siendo violado por un grupo de hombres, meado y lleno de leche, con mi pequeño pitito durísimo. Se le dibujo en su cara una enorme sonrisa, y sus ojos adquirieron un brillo diabólico. El apretón de huevos que estaba haciéndole al muchacho pronto se tranformo en caricia, lo que provoco que su miembro creciera nuevamente. Se acercó a mi, se agacho poniendo su cara a centímetros de la mia y me miro fijo a los ojos mientras con una mano me apretaba fuerte la barbilla.

- Vaya vaya vaya – comenzó divertida – miren nada mas a esta putita. Siempre supe que eras un marica reprimido bebe. Que lindo encontrarnos así no? nos vamos a divertir mucho nosotros.

A continuación me agarro fuerte mis bolitas, y mirándome a los ojos añadió – me voy a encargar de que así sea - . me escupió la cara y se levantó. Le dijo a los chicos que se divirtieran tranquilos, que ella iria a buscarles unas cervezas. Las risas y comentarios agresivos estallaron en el lugar.  Mientras Maria salía del baño, ellos me tomaban del cabello y me arrastraban por todo el lugar, ensuciándome con pis, leche, cerveza, escupitajos, suciedad y todo lo que se puede encontrar en un baño de un boliche. Me tiraron al suelo y uno se subió sobre mi cara, obligándome a lamer su culo y sus huevos. Mientras lo hacia sentía infinidad de manos jugando con mis bolas, masturbándome, pegándome, incluso sentí como la saliva que me escupían resbalaba por el tronco de mi duro pitito.

En ese momento regreso Maria con varias cervezas que los chicos comenzaron a beber. Mientras ellos se refrescaban, la mujer se acerco a mi y me hizo arrodillar. Tenia un vaso de cerveza en su mano. La obedeci y abri la boca como ella me ordenaba. Comenzó a tirar sobre mi cara y boca el vaso, que para mi sorpresa estaba amargo y tibio. – espero que te guste la receta de la casa chiquita. 50% cerveza tirada y 50% pis de Mari- me dijo con maldad mientras sus carcajadas retumbaban en mis oídos.

Me tiró una bolsa con ropa y me ordenó vestirme. Colorado por la vergüenza me fui colocando una tanguita fluorescente bien chiquita, medias de red, una faldita de colegiala y una pequeña camisita con corbata. Me sentía la putita mas desgraciada del mundo exhibiéndome así delante de esa manada de animales y de Maria, aquella hermosa mujer que tanto me odiaba. Fue ella quien tomo las riendas del asunto, mientras los muchachos se reian y comentaban lo putito que era. Me hizo poner en cuatro, y desfilar “como la perrita que soy”. Y así lo hacia yo, gateando por todo el baño, intentando sacar culo y moverlo lo mas posible para su deleite. La tanguita apenas me cubria, y la falda en esa posición quedaba levantada, por lo que me tocaba andar casi desnudo, y ladrando cuando me lo indicaban. En un momento la pequeña tanguita cedió  y dejo caer mi pijita y mis huevos. Nadie pudo aguantar la risa. Maria comenzó a caminar detrás mio, insultándome mientras me daba indicaciones como “move mas la colita esa golosa que tenes” o “sacudi el pitito”. De vez en cuando me daba pequeñas patadas en mis bolas y me hacia ladrar. El resto seguía desnudo, bebiendo cerveza y disfrutando del show.

Cuando la cerveza comenzó a hacer efecto la situación subió de temperatura. Ya no les alcanzaba con verme caminar como perrita y ladrar, sino que me hacían ir hasta donde estaban para jugar conmigo. Algunos me hacían arrodillar y abrir la boca para escupir en ella, o tirarme cerveza. Uno decidió que era una buena idea mearme. La situación me desbordaba, estaba algo desorientado y debo admitir que un poco caliente.  Cuando Marcos, el muchacho que había meado sobre mi, estaba terminando de hacerlo acercó su verga a mi cara para salpicarme con las ultimas gotas. Cometi el error de abrir la boca y meterme su aparato semi dormido hasta el fondo, sin que nadie me lo ordenara. Una carcajada general estalló en el lugar, todos se doblaban de risa comentando lo putita que era y lo golosa que estaba. – Así que todavía te quedan ganas bonita? Veni!! – dijo él entusiasmado. Me tomo del pelo y me arrastro por el baño, en cuatro patas. Yo hacia un  gran esfuerzo por seguir su ritmo.

Me metió en uno de los cubículos de los inodoros. Estaba asquerosamente sucio, todo regado con pis, escupidas, suciedad, y aun hoy prefiero no saber que mas. Con violencia metió mi cabeza dentro del inodoro, hasta sumergirme en esa asquerosa agua sucia. Desde ese lugar, comencé a sentir sus fuertes y violentas nalgadas sobre mi pobre y expuesto culito, que estaba ofreciéndose a todos los espectadores. Sus golpes seguían estrellándose mientras yo gemia de dolor e intentaba no tragar aquella agua hedionda. Podía escuchar los ecos de sus risas y sus insultos. Comencé a sentir escupitajos en mi ano, y dedos que se colaban a la fuerza. Sabiendo lo que pasaría intenté relajar mi culo para que no doliera tanto. Cuando empezó a jugar con la enorme cabeza de su verga en la entrada de mi culo, metiéndola un poquitito y sacándola, refregándola, o golpeándome el ano con ella, sentí el deseo de pedirle por favor que me la metiera hasta el fondo. Este pensamiento me hizo sentir avergonzado al extremo, pero a la vez exitadisimo y no pude disimular mi erección. Mi pitito se puso duro como roca, lo que causo la risa generalizada. Sentía como tiraban mi pito hacia atrás y lo soltaban para ver como salía disparado con fuerza hacia adelante hasta chocar con el inodoro, que empezaba a tener gotas de mi liquido pre seminal. No era un dolor fuerte, pero si un dolor humillante. Si bien podía respirar, el olor nauseabundo del inodoro me mareaba, solo quería que todo terminara.

Finalmente sentí como la verga de Marcos me penetraba. La primera embestida fue brutal y me hizo gritar, ya que lo hizo de un solo movimiento. Luego comenzó a sacarla despacito hasta vaciarme, para luego comenzar a meterla bien despacito, mientras se reia de cómo mi verga pedia  a gritos que me cogieran como a una puta.

Finalmente acabó en mi interior. Pude sentir la gran cantidad de leche en mi interior, era una sensasion extraña y morbosamente placentera. Pensé que me dejarían en paz, pero cuando intente levantar la cabeza el pie de Maria me la volvió a sumergir, diciéndome que aquello recién comenzaba. Y así fue. Uno tras otro todos aquellos guarros fueron violándome sin piedad, con embestidas violentas y nalgadas fuertes. Algunos preferían jugar a torturar mis pequeñas e hinchadas bolas. Pronto mi interior, mis nalgas, mi espalda, mi ano, mis piernas y mis huevos se fueron bañando de leche caliente. De a poco los gritos se fueron silenciando, y si bien no podía ver nada, me parecía que los muchachos que ya me habían roto la cola comenzaban a vestirse. Finalmente todo estuvo quieto por unos segundos. Cuando finalmente me atrevi a sacar mi cabeza del inodoro, me encontré con maria que llevaba puesto un consolador con correa, de color negro e inmensas dimensiones. – chúpalo bien mi amor, que te va a destrozar sino! – dijo con maldad. Trague saliva, y mientras una lagrima me caia por la cara, disimulada con el agua sucia del inodoro, me meti la verga de plástico en la boca. Cuando se aburrió de cogerme la cara hasta la garganta, se arrodillo detrás de mi y comenzó a cojerme con extremo sadismo, realmente me sentía su putita, su propiedad. En vez de meterme la cabeza en el agua como habían hecho los chicos, ella me tomo del pelo y me acercó hacia ella. Se pasó todo el tiempo hablándome al oído, insultándome con saña y diciendo todas las cosas que pensaba hacerme ahora que sabia mi verdadera naturaleza, incluso me dijo que se lo contaria a su hija y al novio de ella. No me importaba, en ese momento nada podía ser peor que lo que estaba viviendo y solo quería que terminara. De repente aumentó el ritmo de sus embestidas, me llego hasta lo mas profundo, yo lloraba y gemia mientras todos reian. En ese instante paso lo mas humillante de la noche. Sin que nadie me tocara, sin siquiera rozarme con nada, mi verga endureció aun mas y exploto en un tremendo orgasmo, llenando de leche la base del inodoro. Las carcajadas volvieron a retumbar. Maria me acomodo la tanga mientras yo yacia inmóvil sobre el inodoro, intentando no morir de vergüenza. Me subió las medias, me bajo la falda y se alejó, diciéndome que limpiara “mi asqueroso orgasmo de su inodoro” me pisó la cabeza para obligarme. Yo pasaba mi lengua por el sucio inodoro, que era igual o mas desagradable que sentir mi leche en mi boca. Cuando la hube tragado toda, me hicieron salir del baño así vestida de putita, y a cuatro patas, como lo que realmente era, una perra.

Cuando me vieron salir, varios hombres y algunas mujeres comenzaron a reir y a aplaudir, diciendo que estaban esperando hace rato la salida de la “putita linda que aguanto toda la noche”. En mi humillación, pude divisar a mis amigas, riéndose, abrazadas a distintos hombres que no paraban de reir e insultarme. Cerca de la salida estaba Lucila, a medio desvestir, con Luis metiéndole mano. Me acerque a ellos inevitablemente, para poder acceder a la salida. Cuando estaba cerca, Luis se puso en mi camino. Tenia el pantalón desabrochado. – No te estas olvidando de algo putito?- dijo mirándome fijo a los ojos. Yo sentía las miradas de todo el boliche clavadas en mi. Y no era para menos. Estaba vestida como una putita, caminando a cuatro patas, llena de leche, de meadas, escupidas, y mi culo tenia las manos de Marcos marcadas en la piel. Solo quería irme de allí, así que hice lo que tenia que hacer. Me arrodille ante Luis, con mis manos baje su bóxer, y acerque mi boca a la punta de su poderosa verga. La besé, y meti su cabeza en mi boca para acariciarla con mi lengua. Luego, desde mi humillante posición cerca del piso, lo miré, y ante la mirada de todos los presentes le dije – Gracias mi señor por hacer disfrutar a su pequeña putita y darme tantas pijas para mi, gracias por su despedida.-