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El departamento de Pablo: mi desvirgación (2/2)

en Dominación

El culo me dolía mucho y me chorreaba leche. Sentir las gotas de semen bajar por mis huevitos era en extremo humillante y podía verlas recorrer mi piel en todos los espejos. Las manos de Pablo estaban marcadas a fuego sobre mis nalgas. Caí rendido en su cama, boca abajo, cuando mi amo salió de la habitación. Escuché que fue al baño. Cuando volvió se encontró con mi cuerpo en la misma posición. Se acercó a mi, agarró mi pijita y mis huevitos de entre mis piernas y los empujó hacia abajo; quedaron al descubierto. Comenzó a jugar con ellos mientras con un marcador escribía algo en mi cola. Sus caricias me excitaron mucho, después de todo yo no había acabado aún.

Haciendo fuerza con mis piernas despegué mi pelvis del colchón para darle mejor acceso a mis genitales. Pablo celebró con carcajadas mi movimiento y me hizo mirarme al espejo; realmente estaba hecho toda una puta. Mientras jugaba con mi pitito utilizó sus dedos para recoger toda la leche que había chorreado por mis piernas y llevarla a mi ano. Empezó a meter dos dedos lechosos en mi interior y a moverlos. Así fue recogiendo toda la leche y metiéndola en mi cola mientras yo no paraba de gemir y moverme como zorra para sentir aún más sus caricias.

-          Te quedaste con ganas, ¿no putita? – dijo Pablo socarrón. Yo no podía parar de gemir y moverme como zorrita.

-          Mmmm siii amo siii

-          ¿Querés acabar?

-          Siiii por favor amo!

Pablo me soltó bruscamente el pito y sacó sus dedos de mi cola lechosa. Yo me volví loco, retorciéndome en busca de placer. Pegué mi cuerpo nuevamente contra el colchón y comencé a frotarme contra él, como una puta desesperada. A mi amo no le gustó y casi sin esfuerzo me empujó al suelo. Luego se sentó en la cama.

-          Subite maricón, dale. – me dijo, haciendo un gesto para que me suba a sus piernas. Lo obedecí e inmediatamente empezó a darme nalgadas fuertísimas. Una, dos, tres, diez…

-          Esto te pasa por ser tan puta y tan desesperada – decía mientras me castigaba – toma hija de puta, pedí perdón!

-          Aaaay amooo, perdóneme por favorrr, perdóneme por ser tan puta!

Cuando se aburrió de pegarme ya tenía su pija durísima y se recostó en la cama. Volvió a encender la cámara y agarró su celular.

-          Si querés acabar subite a mi verga y cabalgala como buena puta. – me ordenó. Yo obedecí.

Me subí a la cama con vergüenza y me acerque a Pablo desde sus pies. Sin que me ordenara nada me acomodé entre sus piernas, tome su pijota con las manos y me la metí en la boca. Pablo me miraba risueño y complacido. Lami aquel pedazo como un profesional, ensalivándolo bien; luego me acomodé.

Pablo tomó su pija, dejándola lista para mi. Con toda la humillación y vergüenza del mundo me acomodé sobre el, puse su verga en la entrada de mi cola, y mirándolo a los ojos como me ordenó comencé a introducirla centímetro a centímetro. Mi cara de goce y dolor debía ser un poema, porque Pablo reía entre gemidos y no perdía detalle.

Fui sentándome en aquel pedazo enorme centímetro a centímetro. Dolía mucho, pero sentir como entraba y como era yo mismo el que se la ensartaba me calentó de sobremanera.  Baje despacio y con cuidado hasta que estuve sentado sobre mi amo. Sentir ese contacto de mis huevitos contra su cuerpo, darme cuenta que estaba literalmente sentado sobre su pija me dio muchísimo morbo y gemí, Pablo rió.

-          Dale putita, cabalgá – me dijo tomándome de las caderas sin hacer fuerza y dándome un pequeño chirlo como si le estuviera dando estribo al caballo.

Yo empecé a subir y bajar despacito, con un poco de miedo y dolor, pero enseguida me encontré haciéndolo con buen ritmo. Casi sin darme cuenta empecé a gemir. Me miré al espejo y vi como saltaba poseída sobre una pija, toda una putita cachonda. Mi amo me tenia tomado de la cintura y me daba unos golpecitos cada tanto.  En eso me agarró de mi pitito y comenzó a mover su mano masturbándome, luego la dejó quieta pero abrazando mi pequeña verga, que conseguía placer masturbatorio con mis propios saltos.

-          Dale putita! Cojete solita! Metete toda mi verga, metete toda la verga de tu macho!

Yo empecé a moverme desesperado, buscando con cada movimiento ensartarme bien profundo la verga de mi amo y a su vez masturbarme contra su mano. Cada vez que lograba el ritmo y me acercaba a mi tan ansiado orgasmo Pablo aflojaba su mano en mi pito y me obligaba a esforzarme aún más.

-          Dale puta de mierda, movete, movete!  - me gritaba Pablo apretando mi pitito más fuerte y masturbándome duro para que incentivarme.

Yo me movía frenéticamente como una auténtica puta en celo buscando acabar con aquella verga bien adentro de mi colita y mi pija atrapada por los dedos dominantes de amo Pablo. Me dejé caer completamente sobre la verga de Pablo y la sentí llenándome hasta el fondo, y comencé a moverme frotándome contra él. Me negó mi merecido premio durante varios minutos hasta que estuvo a punto de acabar. En ese momento agarró fuerte mi pito y finalmente pude masturbarme contra él hasta que acabé sobre su mano y su cuerpo en una explosión increíble al mismo tiempo que su leche tibia llenaba todo mi interior.

Caí rendido sobre él sin tener energía para sacarme su pija del culo. La sentí encogerse despacio hasta abandonar mis intestinos. Un aire frío entró por mi ano abierto mientras su leche chorreaba hacia afuera. Mientras estuve tirado en su cama, sin fuerzas, Pablo me hizo limpiarle la mano llena de mi leche y me metió su pija en la boca. Yo lamía obediente y sumisamente, sin oponer ninguna resistencia. Los gustos mezclados de su leche y mi culo ya no invadían mi nariz.

Lo siguiente que recuerdo es despertar sintiéndome muy puta, sintiendo las manos de Pablo amasando mi culo e incluso metiéndome un dedo.

-          No se si te dormiste o te desmayaste, pero si sé que sos mas putita de lo que imaginaba – me dijo Pablo mientras me daba algunos chirlos cariñosos. Yo empecé a mover mi colita para sus manos.

Me arrastró sin esfuerzo hasta la ducha y comenzó a bañarme como si yo fuera un bebé o un objeto inanimado. Enjabonó todo mi cuerpo, poniendo especial detalle en mi verguita y huevitos que masajeó con cariño mientras hacía comentarios maliciosos y reía. Luego me hizo apoyar contra la pared y abrió mis piernas. Yo temía que quisiera cogerme nuevamente, pero se limitó a arrodillarse detrás de mi y enjabonar con lentos y profundos movimientos mis pequeños huevos que colgaban y mis maltratadas nalgas y ano.

Pensé que ya podía irme, pero me obligó a bañarlo a él. Me arrodillé ante su masculinidad y con mis pequeñas manitos enjaboné y masajee sus enormes huevos y su pesada pija. Contra todo pronóstico empezó a ponerse dura.  Lo escuché gemir suavemente e intensifiqué mis masajes.

Miré hacia arriba, Pablo permanecía bajo el agua con los ojos cerrados y cara de satisfacción, pero sin darme ninguna indicación. Me sentía perdido, así que hice lo que supuse que debía hacer una puta como yo, comencé a masturbar su pija jabonosa. Su glande dijo presente mientras todo el tronco aumentaba su tamaño y rigidez. En pocos segundos su mástil estuvo a tope nuevamente.

Acerqué mi boca a su cabeza y le di un beso. Luego otro, esta vez con lengüita. Eso pareció gustarle, ya que me tomó de la nuca sin abrir los ojos y empujó suavemente mi cabeza contra su verga. Me entró casi toda en la boca y yo hacía esfuerzos para no atragantarme. Me soltó y me dejó trabajar solito. Chupé lo mejor que pude, como si temiera decepcionarlo, hasta que finalmente empecé a sentir los clásicos espasmos.

-          Sacátela de la boca mariquita – me dijo, ahora mirándome. Yo obedecí. – Ahora abri la boca y sacá la lengua puto… si así – continuaba indicándome – Y mirame, mirame con ojitos de puta dale, con la boquita abierta… si, así marica, así…

Se sacudió la verga tres o cuatro veces y nuevos chorros de leche comenzaron  a salir disparados. El primero estalló contra mi lengua y mi labio superior, los siguientes impactaron en mi cara. Yo sentía como cada chorro era como un nuevo golpe a mi poca masculinidad y autoestima restante. Cada contacto con su leche me convertía en más y más puta. La lluvia de leche cesó y su garrote perdió dureza; yo seguía con mi boquita abierta, mi lengua afuera, y mis ojitos de perro mojado mirándolo fijo. Creo que eso le gustó y me acarició la cabeza contento, luego apoyó su glande en mi lengua. Instintivamente cerré la boca, aprisionándolo entre mis labios y con mi lengua jugué con él. A esa altura ya era una necesidad imperiosa complacerlo y sorprenderlo, ser la mejor putita posible.

-          Que linda putita que sos – me dijo pegándome tres suaves cachetazos. Luego apagó la ducha y yo me quedé de rodillas con mi cara llena de leche.

Me hizo salir y me tiró la ropa al suelo ordenándome que me visitiera. Mientras sentía su leche pegajosa sobre mi cara me vestí avergonzado. Primero la tanga, luego la falda…

Pablo volvió al living y me vio acomodándome la ropita frente al espejo, aún con su leche en mi rostro. Lo vi sonreír maliciosamente detrás de mi, luego se quitó la toalla de la cintura y apoyó todo su pene contra mi, con tanta fuerza que tuve que apoyarme contra el espejo para no caerme.

Con brusquedad extrema me levantó la falda hasta la cintura y me acomodó a placer contra el espejo. Me hizo abrir las piernas y quebrar la espalda para sacar bien la colita mientras me daba sendos chirlos que me hacían casi gritar. Sin previo aviso ni contemplaciones me arrancó la tanga y me metió su pija de un saque y hasta el fondo.

Sentí su verga llenar de golpe todo mi interior, me sentí completamente lleno, de su propiedad. Tomó mis caderas con autoridad y comenzó a bombear con violencia. Yo gemí sin parar mientras con una de sus manos me agarraba del pelo y aplastaba mi cara contra el espejo.

Fueron unos pocos minutos de soportar aquella embestida brutal hasta que sentí que me la sacaba de un saque y una lluvia de leche inexplicable comenzaba a llover sobre mis nalgas y mis piernas. Era increíble que aún tuviera tanta leche en sus huevotes, era un verdadero macho semental. Todo eso me hacía sentir aún mas inferior y sentía como mis huevitos se achicaban hasta desaparecer.

Cuando hubo terminado me pegó tres nalgadas fuertísimas, me agarró de los huevitos y me besó el cuello diciéndome que era su putita favorita.

-          Ahora andate marica, yo te llamo -  me dijo acomodándome la pollera salpicada de leche y dándole los últimos apretoncitos cariñosos a mis huevitos y mis nalgas. Me puso un billete de $500 en la cintura y se fue a su habitación.

Yo salí al pasillo rengueando, con las piernas flojas y completamente humillado. Me daba vergüenza estar como estaba y ser lo que era: su putita personal, su mariconcito pito corto. Pensé que mi tormento había terminado y que podría irme a casa a descansar, pero Pablo todavía tenía una última humillación para su puta: la puerta de su depósito estaba cerrada con llave, y en la puerta había un cartel pegado que decía “te vas así a tu casa, puto de mierda”.

Con una lágrima de vergüenza cayendo por mi cara maquillada salí del edificio y caminé hasta mi casa deseando con toda mi alma que nadie me reconociera. Sentía las miradas de la gente juzgándome, sus murmullos insultándome y denigrándome, incluso algunas miradas lujuriosas llenas de odio de varios hombres que caminaban en sentido contrario.

Yo estaba quebrado, me sentía una mariquita de uso público, un despojo humano esperando ser usado y abusado por cualquiera que quisiera poseerme. Creo que no hubiera tenido fuerzas para resistirme si alguno me hubiese dicho que me arrodillara allí mismo y le chupara la verga. Por suerte no pasó.

Llegué a casa y me miré al espejo. Y ahí estaba, vestido de prostituta, con la cara y el culo llenos de leche, maquillaje corrido por las lágrimas y el agua de la ducha, las nalgas ardidas y con las manos de mi amo marcadas a fuego, y pude ver que en mi culito castigado se leían, en marcador negro, las siguientes palabras: LA PUTITA DE PABLO. Instintivamente mi pitito se puso como una roca con ese descubrimiento. Me metí en la ducha desconsolado y excitado a la vez, sintiéndome raro. Insistí con el jabón y la esponja pero la tinta jamás cedió. Me di por vencido y me fui a dormir con mi nuevo tatuaje en la colita, y no pude evitar masturbarme.