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Un verano en la playa con mi primito: El comienzo

en Dominación

Hacía varios días había terminado el ciclo escolar y habían comenzado las vacaciones. Según nuestras costumbres familiares, mi familia y la de mis tíos alquilábamos juntos una casa en la playa durante todo el verano. Mi familia está compuesta por mis padres, mi hermana mayor y yo, mientras que mis tíos tienen dos hijos varones más pequeños que yo, y una hija que es un par de años mayor a mí.  Por razones de edad, con quien más tiempo pasaba era con Pedro, a quien le llevo 3 años de ventaja. Mi otro primito, Joaquín, era dos años menor que él, mientras que Verónica, su hermana, tiene tres años más que yo, es decir, un año más que mi hermana Lola.

Si bien de pequeño me encantaba pasar los veranos en la playa con todos ellos, a medida que los años fueron pasando mi relación con mi primo se fue tornando más extraña. El crecía sin parar y parecía que iba a ser una mole en los siguientes años, mientras que yo permanecía menudo, y el estaba cada vez mas grande que yo. Su carácter también evolucionaba con el tiempo, y cada vez estaba mas extrovertido y se hacía mas amigos en ese lugar, mientras que yo con mi timidez comenzaba a quedar de lado. Su carácter se tornaba cada vez más agresivo para conmigo, y mi timidez y su tamaño ayudaban a que yo lo aceptara sin resistencia. Al principio podía soportarlo en privado, pero cuando comenzó a tratarme igual en frente de sus amigotes de la playa la cosa comenzó a ponerse fea para mi. Pronto todos, al ver que me sometía a sus malos tratos, comenzaron a tratarme de la misma forma. En las reuniones del grupo en la piscina de alguna casa me trataban directamente como su criada, y me daban órdenes de malos modos, mientras que en la playa les encantaba humillarme en público. Si bien en aquellos días me sentía completamente humillado y abusado, con el tiempo me di cuenta que tenía mucha suerte ya que eran solo cosas de niños como no dejarme meter en la piscina durante toda la tarde, y prepararles sándwiches o comprarles helado mientras ellos se divertían.  Solo me quebré y lloré una tarde en la que me hicieron atenderlos como siempre, pero esta vez con un delantal de chacha.  En la playa no llegaban hasta ese extremo, aunque la pasaba muy mal cuando me humillaban delante de grupos de chicas para parecer más hombres.

Las cosas comenzaron a salirse de control la última semana del último verano. Yo me había hecho el enfermo para no ir a la playa con mi primito, sabiendo cómo me la harían pasar. Pensé que estaba solo en la casa, por lo que me sorprendí al escuchar ruidos. En silencio y a escondidas Salí de la habitación para fijarme que ocurría. Pude ver que la puerta de la habitación de mi prima se abría lentamente y me escondí lo mas rápido que pude. En ese momento mi prima se asomó al pasillo para ver que estaba ocurriendo. Deduje que ella también pensaba que estaba sola en la casa, porque luego de su sorpresa por la puerta que se abrió sola, la dejó abierta. Desde mi escondite pude ver como se acostaba en la cama, en pollera y corpiño, y se abría de piernas. No lo podía creer, mi prima, como ya dije era mas grande que yo, y sin que yo lo notara había desarrollado un cuerpo de espectáculo que aun hoy sigo admirando. Era delgada, con una pancita chata y muy tonificada, tenia unos hermosos pechos que sin ser enormes tenían un tamaño considerable. Perfecto para mi gusto. Sus piernas eran un espectáculo, y yo miraba como se abrían en dirección a mi. Vi como se chupaba los deditos y lentamente los dirigía a su entrepierna, corriendo a un lado su bombachita. Yo estaba incrédulo y excitado. A medida que sus gemidos aumentaron, se deshizo del corpiño dejando al aire el vaivén de sus pechos hermosos. Con la mano libre comenzó a pellizcar sus pezoncitos rosados y a masajearse ambas tetas, escupiendo sobre ellas cada tanto. Lo mismo hacia con sus dedos que la masturbaban, los llevaba a su boca una y otra vez, disfrutando sus propios sabores. Pude darme cuenta que había tenido un orgasmo cuando sus gemidos se transformaron en pequeños gritos de placer. Yo tenia mi pito durísimo debajo de mis bóxers, pero no me animaba a mover un dedo ni para tocarme. Me quedé duro como piedra cuando se levanto de la cama. En ese momento pude apreciar la caída de sus pechos, que componían una imagen espectacularmente hermosa. Su cabello castaño oscuro caía sobre sus hombros y llegaba a la mitad de su espalda, y sus ojos color miel estaban brillosos después del orgasmo que había tenido. Gracias a Dios jamás notó mi presencia, por lo que desabrochó y dejó caer su pollera hasta el piso, dejando a mi vista una hermosa tanguita rosada, con voladitos semitransparente, y aun un poco húmeda. Se dio vuelta, y se puso en puntas de pie para alcanzar las toallas en la parte superior de su armario, y yo pude ver en todo su esplendor su hermosísima cola, redondita, firme, bien paradita: lo mejor que mis ojos habían visto en su corta vida. Me quede de piedra, no podía creer lo que veía. Mi pito estaba mas duro que una roca y mis ojos como dos huevos. Ella emprendió su camino hasta el baño, en lo que a mi me pareció el desfile de un ángel, en cámara lenta frente a mis ojos. Se metió en la ducha sin cerrar la puerta. Cuando escuche la lluvia encenderse, recién ahí me animé a salir de mi escondite. Me acerque a la puerta semiabierta y me quedé apreciando la belleza de mi prima Verónica a través de la cortina transparente de la bañera. Mientras se lavaba el cabello me animé a meter mi mano por la puerta y tomar su bombachita rosada. El mismo contacto con la tela me excitó. La lleve a mi nariz y aspiré su humedad, sentí su olor, y con los ojos cerrados, en una especie de paraíso, mi otra mano se deslizó hacia mi verga y comenzó a acariciarla despacio. 

Un ruido me asustó y me sacó de mi paraíso. Para mi suerte, mi prima había tirado sin querer el envase del shampoo cuando terminó de usarlo. Segundos después ella estaba tanteando la canilla para cerrar el agua. Antes de que lo consiguiera, y abriera los ojos, salí corriendo del baño y me encerré en mi habitación, escondido y asustado. Unos quince minutos después la escuché bajar por las escaleras y sentí como cerraba la puerta de entrada. En ese momento volví a respirar, y me di cuenta que en mi mano tenía aun su bombachita rosada. Mi pito instantáneamente volvió a ponerse duro. Yo no aguanté mas, me quite mis bóxers y me eché en la cama con la tanga en mi mano,  dispuesto a masturbarme en honor a mi prima Vero.

En ese momento la puerta de mi habitación se abrió de par en par, abrí mis ojos y vi horrorizado como mi primo me miraba desde el umbral, sorprendido y con una cara de deliciosa maldad que aun hoy no puedo explicar, parecía relamerse con la escena. Yo permanecía inmóvil, mirándolo, desnudo en la cama, con una mano agarrando fuerte mi pito, que había perdido la erección, y con la otra agarrando una bombacha rosa. Me quedé varios segundos paralizado, sin siquiera soltar mi pito, esperando la reacción malvada de mi primito, que finalmente llegó, fueron carcajadas que duraron una eternidad para mí. Solté mi pito mientras el reía y me arrodille en la cama, buscando desesperadamente mis bóxers sin éxito. Continuó riéndose, de mí y de mi búsqueda llena de miedo, hasta que decidió que había sido suficiente.

-Quédate quieto imbécil! – me ordenó con voz firme. Muy asustado, lo obedecí. El me miró por varios segundos, arrodillado sobre mi cama, desnudo, y volvió a reírse.

- Mira ese gusanito que tienes entre las piernas! Ja! Hasta Joaquinito lo tiene mas grande!- mi cara aterrorizada estaba ahora completamente roja de la vergüenza por sus palabras. No me animé a moverme. Permanecí así, desnudo y arrodillado sobre el colchón, bajando la mirada por la humillación.  Pedro se acercó a mi, e hizo algo que yo no esperaba, con sus dedos brutos me agarró la verga. Dí un respingo y un suspiro, lo que generó mas risas. – Mira lo chiquitito que es esto, no lo puedo creer – decía mientras yo, completamente humillado lo dejaba hacer sin oponer la mas mínima resistencia. – Tienes el pitito de un nene de 6 años Julián! Jajaja te juro que no lo puedo creer. – continuaba humillándome mi primo mientras yo no me atrevía a levantar la mirada. En ese momento me agarro los huevos, y comenzó a jugar con ellos entre sus dedos mientras continuaba abusándome verbalmente. Al ver que yo no hacia absolutamente nada, me apretó fuerte los huevos dentro de su dura mano y me hizo retorcer de dolor. – Dímelo putito, dime que tienes el pitito de un nene de seis años! Porque eso tienes, un pitito! Esto no es una verga, verdad? Dímelo! – y apretó mas fuerte mis huevos, y no se detuvo hasta que lo complací, - Es un pitito!... un pitito de un nene de seis años. Por favor pará!. – Apretó mas fuerte, y entre risas me dijo – Por favor? Por favor que? – me caían lagrimas de mis ojos, mezcla de dolor y de humillación. – Por favor… señor. Me duelen los huevos… mis huevitos de nene de seis años.

Mi primo soltó mis huevos, partiéndose de la risa. Tenia la ilusa esperanza de que todo aquello quedara ahí. Pensaba que a lo sumo se lo contaría a todos sus amigos del pueblo y se dedicarían a humillarme esos últimos días, llamándome pitito de bebé o algo así. Pero no fue así…

Mientras miraba hacia abajo, intentando ocultarme de las risas burlonas de Pedro, sentí como su mano me agarraba la mia con fuerza inesperada para un niño de su edad. – Que carajo es esto pendejo?! – Gritó y me arrancó la bombacha de la mano. Su primera reacción al darse cuenta lo que era fue de rabia, una rabia ciega que me hizo temer por mí. Pero enseguida se transformó en esa expresión de quien disfruta las ideas crueles que se le cruzan por la cabeza en ese momento. 

-          Guau! Eres tan marica que hasta le robaste a Vero una bombachita para vos.

-          No, Pedro, no. Solo la encontré tirada

-          No me mientas, imbécil. Eres una marica

-          Te juro que no, solo…. – al ver como me miraba, pensé que lo mejor era guardar silencio, y pedir perdón.

-          Nada de perdón, mariquita. Anda, ven a buscar tu bombachita – me dijo mientras la tiraba al suelo, en un rincón de la habitación. Me bajé de la cama y me dispuse a ir a buscarla, cuando me miro fijo a los ojos . – que haces? Debes ir en cuatro patas, perrita. – Lo mire durante unos segundos, rogando que fuera un chiste, pero no lo era.

Así desnudo como estaba, me puse en cuatro patas delante de mi primo más pequeño, y comencé a gatear hasta el rincón, quebrado por la humillación. Cuando pasé junto a el me ordenó frenar, y obedecí, mirando fijo hacia el frente para evitar su mirada. Con una mano me agarró fuerte de mi verga, y con la otra comenzó a darme nalgadas, fuertísimas nalgadas, mientras me insultaba. Resistí el castigo con lágrimas en mis ojos, hasta que por fin me indicó que continuara mi camino. Lo hice, y cuando llegue al rincón cumplí su nueva orden, tomar la tanga con mis dientes y llevarla en mi boca hasta el.

Cuando llegué, la solté en sus pies. Me miro desde arriba, con una sonrisa, y me obligó a abrir la boca. Ni bien lo hice, escupió repetidas veces en mi cara. Fue algo inesperado para mi, por lo que no atiné a cerrar la boca hasta que su primer escupitajo, el mas asqueroso y espeso aterrizo dentro de ella. El resto solo fueron saliva que ensució mi cara. Yo estaba por escupir, pero su mirada me paralizó. – Te lo tragas, y me agradeces. – dijo fríamente. Obedecí. – Gracias Pedro… digo, señor. Gracias señor. – otra vez las carcajadas estallando. – Anda marica, agarra esa tanga y póntela, que se que te mueres de ganas. Dudé unos instantes, luego obedecí a mi primo. Me puse de pie, y lentamente me puse la prenda rosada, volví a arrodillarme a sus pies sin que me lo pidiera. Sus carcajadas comenzaron a hacer efecto en mí, y el roce de la bombachita me traicionó, mi pitito comenzó a endurecerse. Pedro lo noto y no pudo contener sus risas. – Mírame cerda. Abri la boca y sacá la lengüita. – Lo hice, temiendo que volviera a escupirme, pero no lo hizo. En cambio, sacó su celular y me tomo fotografías que luego me mostró. Casi muero de la vergüenza cuando me vi en las fotos, era toda una putita, arrodillada a sus pies (que se veian en la imagen), con una tanga puesta y el pito duro que apenas se marcaba, y los ojos vidriosos mirando fijo a la cámara, con la boca abierta y la lengua fuera, como pidiendo atención. Lagrimas silenciosas cayeron por mis mejillas. El rió de nuevo, y comenzó a hablar.

-          Sabia que eras medio marica, pero nunca me imaginé que fueras tan putita! Ni que te gustara tanto usar ropita de nena… mi propio primo, mi primo mayor, resultó una putita con un pitito chiquitito de bebé. Quien lo diría? Y se que te mueres de ganas de hacerlo, así que anda, hazlo.

Yo no entendía lo que me estaba queriendo decir, así que me limite a mirarlo como pidiendo piedad. – Se que te mueres de intriga – comenzó a decirme – de saber como es la verga de un hombre de verdad, así que dale, desabróchame el pantalón y sacámela. – estaba aterrorizado, la situación se estaba descarrilando y yo no podía hacer nada. – Por favor primito, ya déjame en paz – dije entre lagrimas, pero solo logré que se riera mas fuerte. – jajaja! Mi primo mayor, el hombrecito, el maduro, el nene mas grande de la familia me está pidiendo por favor que lo deje en paz! No te mereces nada, puto. – gritó Pedro, y me metió un duro cachetazo. Vaya que tenia fuerza el muy maldito. – no te lo voy a repetir -  dijo fríamente, y yo lo obedecí. Mirándolo a los ojos como me pidió, desabroche su cinturón, su bragueta, y baje sus pantalones hasta sus tobillos. Baje la mirada hasta encontrarme con un enorme bulto bajo sus bóxers que me asustó. Volvi a mirar hacia arriba y me encontré con su mirada perversa. – bésalo -  me dijo, y yo, sin atreverme a tocarlo acerque mis labios hasta su bulto y le di un pequeño beso, intentando no sentir el gusto. El soltó la carcajada. – Ahora vas a bajarme lentamente los bóxers, con la cara bien cerca – me ordenó. Para ese momento ya tenia muy en claro que discutir era en vano, así que lo hice. Baje lentamente sus calzoncillos, su verga no acababa nunca de aparecer! Finalmente llegue al punto, a medio muslo, donde su verga se soltó completamente del bóxer y se bamboleó frente a mis ojos, abiertos como plato. No lo podía creer! Ese pendejo, varios años menor que yo tenía una verga descomunal. Grande, enorme, cabezona y llena de venas, y un prolijo vello púbico. Ante mi sorpresa, no pude mas que mirarla con la boca abierta, y luego bajar la mirada y observar mi pobre pitito, la diferencia era enorme y digna de sentir vergüenza. Al lado de él realmente parecía un bebito. El notó mi gesto y volvió a reir a carcajadas. – viste mariquita? Esto es una verga de verdad. Acaríciame los huevos dale, agarralos, vas a ver cuanto pesan. – dijo, y yo obedeci sumiso. Uno solo de sus testículos era mas pesado que mi aparato completo. En mi admiración, no me di cuenta que me excedí en las caricias, extasiado por su peso, su tamaño y su olor fuerte a hombre (que yo no tenía). Solo sus risas y una suave cachetada me despertaron de mi sueño. – veo que te encanta, verdad mariquita? Agárralo dale, estamos en confianza – yo obedecía sus ordenes. – viste que pesado es, mira se esta poniendo duro para vos, echale la piel para atrás – lo hice, y apareció ante mi una enorme cabeza, goteando liquido pre seminal. La mire impresionado. – Dale, hacelo, dale un beso… dale imbécil! – gritó al ver que yo no lo obedecía. Ante su grito, levante su verga a la altura de mi boca, la acerque y le di un timido beso, casi sin contacto. El se enojó y me ordenó darle un beso con lengua, como si fuera la boca de una chica. Aunque solo había besado a dos chicas, sabía lo que me pedía y lo hice, sintiendo ahora la piel de su glande en mis labios, y en mi lengua el sabor del liquido pre seminal que me estaba tragando. Terminé y agache la mirada. Vi mi verga, perdón, mi pitito, a punto de estallar y me avergoncé de mi mismo. – Mírame puta! – me gritó y volvió a despertarme de mis fantasías. – abri la boquita, dale. – lo hice como buena putita, y Pedro comenzó a pegarme con su verga, primero en la cara, luego en mi lengua. Me golpeo varias veces bien fuerte y yo iba sintiendo como cada vez estaba un poco mas dura, y como cada golpe me dejaba sucio de su líquido. Cuando se aburrió, apoyó su verga sobre mi lengua, en la entrada de mi boquita abierta, y la dejó ahí, riéndose de cómo yo no oponía resistencia alguna, y como no dejaba de mirarlo a los ojos como me había ordenado. Me tomó otra foto en esa posición tan humillante, y me alejó, dejando caer su verga.

Pensé que ya se habría aburrido de humillarme, y que lo siguiente que haría seria irse a su habitación a masturbarse, o a contarles todo a sus amigos, mostrándoles las fotos, pero me equivocaba. Mi primito ya había crecido, madurado, y era mas cruel  de lo que yo esperaba. Permanecimos en silencio hasta que, al no animarme a moverme sin sus órdenes, decidí mirarlo a los ojos. Era justo lo que el esperaba, estaba esperando mi mirada con una sonrisa perversa en la cara. – como sos mi primo mayor, voy a dejar que hagas lo que tantas ganas tienes de hacer. Dale, mamamela!. -  Me sorprendió su orden, no pensé que llegaría tan lejos conmigo. Lo mire suplicante, llorando. – Por favor Pedro! Eso no! -  la respuesta fue un fuerte cachetazo. Me tomo luego del cabello obligándome a mirarlo. – Para ti no soy Pedro, soy Señor Pedro, o Amo, entendiste? Y tu eres una putita, MI PUTITA. Así que vas a obedecerme, no me hagas enojar, ya que primero te dare una paliza y te aplastare ese pitito de marica que tienes, luego ire a contarle a Vero lo que hiciste, y luego publicaré todas las fotitos tan lindas que te tomé. Entendido?....Entendido?! –sabia que no tenia escapatoria mas que obedecer. Así que entre lágrimas asentí con la cabeza, y dirigí mis manos a su vergota. – No putita! – me frenó. – Hacelo sin manos! – Me ordenó, cuando pensaba que ya estaba en el fondo y nada podía ser mas humillante.

Como una perrita en celo me vi buscando la punta de su verga con mi boca. El reía. La encontré, la acomodé con la lengua en la entrada de mi boca y con mis labios la aprisioné. Lo miré en esa posición solo para ver que tenía su teléfono en la mano. Me tomó una foto en esa posición, con la cabeza de su verga en mis labios. Me ordenó continuar. Valiéndome de mi boca solamente comencé a metérmela adentro. El sabor, la textura, el olor, todo era nuevo, desagradable y humillante al extremo, pero por alguna razón excitante.

Logre metérmela y acomodarla en mi boca, y comencé a mamarla como suponía que debía hacerlo, la recorría entera con mi boca, sacándola y metiéndola nuevamente. Ya estaba tan dura que no necesitaba acomodarla, ni sostenerla con mi lengua… era un mástil. Fui siguiendo sus ordenes e indicaciones, usaba mi lengua, acariciaba con ella su glande, aceleraba el ritmo, me la scaba de la boca solo para escupirla e introducirla nuevamente, en fin, aprendía a mamar como se debe. El seguía insultándome, riéndose, y contándome todo lo que me haría. Con cada insulto, con cada palabra, con cada mirada que le dedicaba durante mi trabajo, su pene se ponía mas duro aun.

Unos minutos más tarde sentí espasmos de su parte. Me agarró fuerte el cabello y me echó la cabeza hacia atrás, ordenándome que abriera la boca. Obedecí, como la putita en la que ya me había convertido, y el comenzó a masturbarse en mi cara frenéticamente. Segundos después sentí el primer chorro de semen golpearme la cara, con una fuerza insospechada. Una parte cayó en mi labio. El siguiente entró de lleno en mi boca. La mantuve abierta, sabía que Pedro lo quería así. Los últimos dos chorros fueron mas suaves, pero lograron embarrarme casi toda la cara. Me sentía humilladísimo, en el pozo mas profundo de la humillación. Me quede quieto. – Mirame putita, no cierres la boca – me ordenó mi primo, y cumplí. Se tomó su tiempo para reírse de mi, para insultarme a placer, y para sacudirse su verga en mi cara, escurriendo las ultimas gotas en mi boquita. Luego fue la hora de las fotos. Las últimas fueron con lagrimas cayendo por mis mejillas. Una lucecita se encendió en su celular, y supe que estaba filmando. Me recorrió entero con la cámara, haciendo foco especialmente en mi cara y en mi pitito duro bajo una bombacha rosa. Luego me filmó en primer plano y me obligó tragarme toda su leche, y agradecerle a la cámara. Lo hice sin dudar. Lo único que quería era que la pesadilla terminara, pero su perversa mente cada vez tenía más planes. – ponte en cuatro patas perrita, y camina en circulo, quiero filmar ese culito lindo que tienes – me ordenó Pedro. Yo, como un autómata cumplia sus ordenes. Me puse en cuatro y caminé por la habitación mientras el me filmaba riéndose. Intentaba seguir sus ordenes, caminaba delicadamente, sacaba mi culito bien para afuera, y lo mantenía bien parado. En un momento me ordeno detenerme y comenzó a pellizcarme, y a acariciarme la cola mientras me decía palabras feas pero cariñosas como “putita” “perrita” “mariquita linda”. En ese momento tuve una reacción que hasta el día de hoy no logro comprender, y considero que fue mi primer gesto de sumisión real, el momento en que entendí que yo era una putita, y que debía complacer a mi amo: doble mis brazos, apoyando los codos contra el piso, pegue mi cara contra el suelo, y levanté lo mas posible mi colita para facilitarle el trabajo a mi Pedro. Su reacción fue de fuertes carcajadas. – ayy! Pero que linda mi putita! Que rápido aprende! – comenzó a decir mientras me acariciaba bien fuerte la cola y me daba pellizcos. – ella ya entendió que es una puta sumisa, una mariquita sin pito que solo sirve para obedecer a su primo el macho – empezó a gritar mientras me daba nalgadas con mucha violencia. Yo daba agudos y pequeños gritos de dolor, intentando contenerme. Pedro continuó: - porque ella no es mas mi primito maricon, ella ahora es mi perra, mi putita, mi esclava! Tu no eres mas Julián! – gritó, y me empujo al suelo con una patada en el culo. Con el mismo pie me dio vuelta (increíble era su fuerza a comparación de la mia), mi pitito, aun durísimo, sobresalía por sobre el elástico superior de la bombachita, Pedro seguía filmándome. Con el mismo pie con el que le alcanzaba para manejarme a placer, me piso bien fuerte mi pitito. – Y esto no es una verga, verdad? Que es esto marica? – yo estaba casi llorando. – Es un pitito mi señor, no es una verga… ayyy! Es un pitito, un pitito de bebe! …. Es mi clítoris! – grité fuerte, y al sgeundo me di cuenta de lo que acababa de decir, no podía creer que hubiera dicho eso , que aquella frase saliera de mi boca por voluntad e inventiva propia. Pedro estalló en carcajadas, y empezó a frotar su pie contra mi pitito. – Así es putita, es tu clítoris, porque tu eres una putita! Tu no eres Julián, verdad mariconcito? Dime quien eres! – gritó nuevamente, con furia en la voz. Y yo, tirado en el suelo, en una bombachita, con mi cara llena de leche y un pie que castigaba mi miembro, mire a la cámara y grité – Soy Julieta! Soy su putita Julieta!-.

Luego de una infinidad de risas de su parte, y una gran humillación de la mia. Se masturbó frenéticamente, se agachó a tomarme del cabello, casi sin esfuerzo me acerco a su verga hasta dejarme casi pegado a ella y me la llenó de leche caliente. Luego me tiró al piso y abandonó la habitación entre risas.

Me quedé unos segundos tirado, inmóvil, en bombachita y lleno de leche. Cuando regresé a mi, además de la tremenda humillación solo logré sentir una fuerte excitación. Mire mi pitito, estaba duro como piedra, como hacia largo rato. Sin pensar, sin razonar, solo por instinto, sin siquiera levantarme del suelo lleve mi mano a mi entrepierna, corrí la tanga y comencé a masturbarme frenéticamente, violentamente como jamás en mi vida lo había hecho. Cuando estaba por llegar al orgasmo sentí como la puerta se abria de golpe. Mire asustado, era Pedro de nuevo. Solo llegó a decir “Escuchame una cos—“ y luego quedo shockeado por la imagen que veía. Yo también me paralice, del susto, de la vergüenza y de la humillación que sentía por lo que estaba haciendo. Pero fue muy tarde, sentí como mi leche había comenzado a trepar por mi verguita y sin que yo la tocara de nuevo, varios chorros salieron expulsados ante la atenta mirada de Pedro. El reía mientras su putita estaba tirada en el suelo, de piernas abiertas, con la cara llena de su leche, y su verguita miniatura expulsando chorros y chorros de semen sin siquiera ser tocada, y se embarraban en su cuerpo y su cara.

El estallo en la risa mas fuerte y sincera de la tarde, y yo en un llanto silencioso e incontrolable producto de la profunda vergüenza que sentía.

-Pero que hermosa imagen que me ofrece mi perrita! Al final eres mas putita de lo que pensaba! Que bonita….Te iba a decir que me devolvieras la bombachita para que Vero no sospechara nada, pero viendo que te gusta tanto, quédatela. Es mas, vas a empezar a usarla todos los días, y yo te voy a controlar siempre. Y te voy a regalar bombachitas nuevas, lo único que vas a usar de ahora en mas. Como nos vamos a divertir estos últimos días, Julieta! – Dijo Pedro aun riendo con lagrimas en los ojos, y cerró la puerta. Yo permanecí tirado, en el suelo de mi habitación vestido con una bombachita rosa, y lleno de leche tanto mia como de el, llorando, y al mismo tiempo viendo como mi pitito endurecía de nuevo. Entre lágrimas volví a masturbarme, rezando para que Pedro no entrara nuevamente, pero sin pensar en detenerme.

Y así estaba al momento de escribir estas palabras, con mi bombachita puesta, ocultando mi pequeño pitito, recordando como me había sentido el verano anterior al transformarme en Julieta, la putita de su primito Pedro. Mi pitito estaba duro, pero no quería tocarlo hasta haber terminado de escribir el primer capítulo, y disponiéndome a hacerlo al finalizar, con la misma vergüenza y humillación que sentí aquel día, pero sin poder evitarlo, y sin poder evitar pensar lo que me esperaba al verano siguiente, en esos tres meses conviviendo con mi señor Pedro y todos sus amigos. Pero primero, recuerdo, me había obligado mi amo a describir lo que me habían hecho vivir el y sus amiguitos durante la última semana del último verano…

Continuará.