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En un lugar extraño

en Intercambios

Estaba como ausente. ¿Qué hacía yo allí?, un local oscuro, con música. ¿Cómo me había dejado convencer para ir? pero en fin, allí estaba. Sentada en un taburete de la barra, con mi minifalda y mi blusa negra. Las piernas cruzadas dejando ver por debajo todo el muslamen.

A mi lado mi novio, Fernando, alto, guapo, de tez morena y ensortijado pelo negro, vistiendo un traje de chaqueta blanco y camisa negra, conversaba animado con otro hombre a quien no conocía. Algo más bajo que mi novio, vestía un apretado vaquero que marcaba un buen paquete, no era feo, pero nada que ver con mi Fernando.

 A su lado una pelirroja encantadora, de cara picara, con un vestido largo rajado hasta más arriba de la rodilla, un escote generoso que no dejaba mucho para la imaginación. Todos llevábamos puesto un antifaz para no ser reconocidos.

A nuestro alrededor varias parejas sentadas en los taburetes se divertían, otras se sentaban en las butacas que había junto a la pista y, en la pista, dos chicas bailaban muy pegadas mientras se besaban apasionadamente. Nunca pensé que yo llegaría a ir a un sitio así. Me sentía extraña, entre desconfiada y retada en mi feminidad.

 La propuesta llego en medio de un juego erótico entre Fernando y yo. Sabía desde hacía tiempo que a él le atraía la idea pero siempre supe decir no. Hasta esa vez. Pensaba en esto cuando la pelirroja se me acerco rodeando a nuestros hombres.

- Y bien ¿te gusta esto.- me pregunto.- No sé, es la primer vez y me siento extraña.-Relájate, aquí no pasara nada que tu no quieras que pase. Déjate llevar y te divertirás.-

Dijo mientras ponía su mano sobre mi rodilla. Yo nunca le había hecho ascos a una relación lésbica y no me importo. Bebí un largo trago de mi vaso y la mire con descaro. Era mona, unas pecas salpicaban su cara y, bajo el antifaz, podía adivinar unos ojos rabiosamente verdes.

.- ¿Has venido muchas veces?- le pregunte.- Si, varias, a Juan y a mí nos gusta el ambiente, es tranquilo, no existen problemas de borrachos ni peleas y siempre sueles irte muy satisfecha a casa.-dijo mientras me guiñaba un ojo...

-¿Bailas?- me pidió mientras me cogía de la mano. Miré a Juan y le hice una señal, el sonrió y asintió con la cabeza. Le di un largo trago al whisky y me dirigí con ella a la pista.

Junto a nosotras las dos chicas seguían a lo suyo, en la penumbra vislumbre una mano agarrando un pecho y otra perdida bajo la falda. Disimulé y mire hacia mi compañera de baile. La música sonaba suave, erótica, un saxo te invitaba a bailar pegados. Abracé su cuerpo y pude notar contra mi pecho la turgencia de los suyos.

Era más joven que yo, le calcule unos 24, yo ya había pasado de los 30, aunque me conservo muy bien. Era más bajita que yo así que su cabeza reposaba en mi hombro mientras sus manos acariciaban mi espalda. Cerré los ojos y me deje llevar. Una pierna se introdujo poco a poco entre las mías hasta que su muslo se apoyo contra mi pubis. Levantó un poco la cabeza y no pude resistir el besar aquellos labios que me llamaban en silencio. Su lengua caracoleo con la mía en una explosión de sabores. Por un momento sentí como si flotase. Cuando pude reaccionar, me separe un poco y mire a mí alrededor por si alguien nos miraba, nadie lo hacía, cada uno estaba a lo suyo y a nadie le importaba que pasaba más allá.

 Su lengua inquieta me arranco un gemido cuando recorrió muy despacio mi cuello y una mano se había deslizado hasta mi culo, amasándolo suavemente. Sentía contra mis pechos el calor de los suyos y lentamente deslice una mano entre ambas para palpar su tersura. No llevaba sujetador y podía sentir perfectamente atreves de la tela su pezón duro entre mis dedos.

Mi cabeza giraba y me sentía en la gloria. Volví a buscar su boca con la mía, y de nuevo, esa sensación placentera de una boca de mujer me llego junto a su saliva. Nos restregábamos una contra otra como hembras en celo que éramos y no importaba nada lo que hubiese alrededor.

De pronto, unos golpecitos en mi hombro me sacaron de aquella especie de climas. Fernando me sonreía y a su lado estaba Juan con unas copas en la mano. Nos separamos lentamente y me pregunto.

-¿nos vamos a un sitio más privado?.-Conteste que si mirando a la pequeña pelirroja que se afanaba en colocar bien su ropa.

 Fernando me dio la mano y nos dejamos guiar por nuestros anfitriones hacia un lateral del local. Ante nosotros se abría un pasillo con varias puertas, todo estaba bastante oscuro y por todos lados había parejas abrazándose y metiéndose mano.

De pronto, nos paramos junto a una puerta y Juan toco con los nudillos. Nadie contesto al otro lado y girando la manivela abrió la puerta.

Frente a nosotros había una gran cama redonda, las paredes aparecían enteladas en color carmesí. En el techo un gran espejo reflejaba la cama. A cada lado de ella había dos mesitas de noche igualmente redondas, en ellas una cubitera con champan y varias copas, en la otra una caja de preservativos, un bote de lubricante y una caja de pañuelos de papel. La luz era muy tenue.

 Juan nos invito a pasar y eso hicimos. Aún llevábamos las copas en la mano y las dejamos en una de las mesillas.

-Poneos cómodas.-Dijo Juan mientras cogía la botella de champan y Fernando le alcanzaba las copas.

 Ambas nos miramos cómplices y comenzamos a quitarnos la ropa una a la otra. Dejábamos largos y húmedos besos en las partes que se iban mostrando. Sentí sobre mis pezones la calidez de su boca mientras arrastraba el tanga hasta mis tobillos ayudada por Fernando.

 Juan ya se había desnudado y se tumbo en la cama contemplando el espectáculo, mostraba un pene grueso y ancho en avanzado estado de excitación.

 Le alargo una copa a Fernando y los dos se quedaron contemplados nuestros cuerpos desnudos. Nos abrazábamos, nos besábamos, acariciábamos cada centímetro de nuestra piel. Éramos dos fieras sin freno en pos de un orgasmo. Mí lengua lamia sus labios mientras ella apretaba mis nalgas con sus manos. El cuerpo me ardía sintiendo aquellos labios gruesos y sensuales entreabiertos que me devolvían las caricias. Nuestras manos volaban de un sitio a otro y nuestras piernas se entrecruzaban buscando el contacto de nuestros pubis.

Pero Fernando se acerco a nosotras de nuevo parando el momento.-Despacio chicas, despacio, tenemos toda la noche.

Nos acerco una copa a cada una y nos tumbamos los cuatro en la cama. Ellos uno a cada lado y nosotras en medio.

Bebimos unos sorbos mientras nuestras parejas recorrían nuestra espalda con sus manos. Volviéndome hacia ella deposite mis labios en su hombro mientras que una mano acariciaba su pierna.Fernando vino en mi ayuda y me quito la copa de las manos para dejarla en la mesilla. Ya con mis manos libres me volqué sobre aquel cuerpo que me estaba volviendo loca.

Acaricié sus pechos y sentí su respiración agitarse cuando baje hasta sus ingles. Su pubis tenía un bello muy ralo, pelirrojo también. Pase mi lengua por su gruta y se estremeció. Alce mis ojos para ver como ella se doblaba sobre sí misma para alcanzar la polla de Juan que ya aparecía erguida y vacilante, se la metió hasta la mitad en la boca y sus manos me empujaban al mismo tiempo contra su coño.

 Fernando se había arrimado a mi desde atrás y podía sentir su enorme polla golpear mis glúteos, como pidiendo permiso para entrar. Introduje mi lengua entre los pliegues de su vulva para buscar su clítoris. Los gemidos llenaban la habitación. Deslice mi mano hacia atrás para agarrar la polla que sentía contra mi culo. Subiendo un poco la pierna la deslice entre mis muslos y la frote contra mi vagina hambrienta. Dejé por un momento de lamer aquella humedad latente para acomodarme mejor y dejar que Fernando me penetrara.

Mientras, Juan seguía con los ojos cerrados sintiendo su pene deslizarse entre aquellos labios libidinosos. Todo eran manos acariciando, gemidos, sonidos rítmicos y un fuerte olor a sexo. Ángela se levanto para ponerse a cuatro patas dejando su culo expuesto a la polla de su marido. Éste, arremetió aquellas nalgas blanquecinas arrancando un alarido de los labios de Ángela, alarido que yo me apresure a callar con mi lengua. Mientras, sentía en mi interior el barrenar continuo de Fernando. Como poseída alargue mis manos para acariciar los huevos de Juan que golpeaban rítmicamente contra el coño de su amada.

Permanecimos así durante un rato hasta que Fernando propuso cambiar. Esta vez fue la polla de Juan la que me taladro rabiosa mientras mi novio hacia lo mismo con Ángela. Ella, de espaldas en la cama y con Juan encima acariciaba sus pechos mientras le pedía más. Como pude me acerque a su entrepierna sin dejar de recibir en mi interior la polla de Juan, bese sus labios hinchados de placer y acaricie aquel clítoris que saltaba como loco contra mi lengua. Mi marido saco su polla de aquel pozo caliente para hundirla en mi boca y me sentí en la gloria, mientras una me penetraba desde atrás la otra se deslizaba entre mis labios.

Ángela se deslizo debajo de nosotros y poniéndose sobre mi espalda me dio unas largas lamidas en el ano. Parecía que se hubiesen conjurado los tres para hacerme gritar de placer. Sentí una saliva caliente correr entre mis nalgas y un dedo juguetón abrirse paso en mi culo.

Fernando alargo su mano y cogió el aceite lubricante de la mesita. Lo abrió y lo dejo correr entre mis nalgas. Aquello era mucho para mi. Me revolcaba gustosa bajo aquellas caricias mientras mi boca chupaba una polla dura como la piedra. Al rato, note como Juan se salía de mí y su glande se apretaba contra mi ano ayudado por la mano de Ángela. Un estremecimiento me recorrió cuando su glande abrió los músculos de mi esfínter, un dolor me sacudió por un momento para, poco a poco dar paso a un placer desconocido. Juan saco su miembro de mi boca y cogiendo a Ángela de las caderas tiro hacia si para hincársela con fuerza en su coñito anhelante.

El sudor nos cubría y nuestros cuerpos se agitaban de arriba abajo como si la electricidad los recorriese. Ángela me chupaba un pezón mientras yo acariciaba su culo. Note como dentro de mí un terrible orgasmo nacía. Le grite a Juan que me diese más fuerte y así lo hizo. Igual Ángela parecía fuera de sí.

Un temblor convulsiono mis piernas mientras un orgasmo arrebatador casi me dejaba inconsciente. Grité como una loca mientras el placer me inundaba. Ángela me amasaba los pechos mientras Juan no paraba su ir y venir en mi culo. Una sensación de relax me invadió y rodé a un lado dejando a Juan con la polla en el aire. Fernando se tumbo en la cama bocarriba y Ángela se sentó sobre su polla, metiéndosela muy profundo. Juan cogió el aceite lubricante y derramo sobre el culo de esta una buena cantidad. Hecho esto unto su enorme miembro con él y poco a poco lo fue clavando en el culo de su chica. Yo miraba como en un sueño el ir y venir de aquellos cuerpos sudorosos. Permanecía quieta, como una mirona en un parque público. Pequeños gritos escapaban de la boca de Ángela, mientras, sentía como dos pollas entraban en su cuerpo pequeño.

Sus pechos saltaban quedando al alcance de la boca de Fernando que no dudo en atrapar uno con la boca y lamerlo profusamente. Ángela estaba en éxtasis. Me recupere un poco y alargue una mano acariciando aquel culo profanado que subía y bajaba al ritmo que le marcaban, Estaba suave por el aceite y sentí un relámpago de placer en lo más profundo de mi coño. En esas, Ángela, estallo en un grito profundo, se estaba corriendo como nunca, sus ojos apretados me decían cuanto placer estaba sintiendo. Callo derrengada sobre el pecho de Fernando, quieto, apenas sacudido de vez en cuando por unos espasmos que hacían temblar su cuerpo. Juan saco su miembro de ella y se quedo mirándome como suplicando que le hiciera caso.

Me acerque a él y cerrando los ojos hundí aquel miembro caliente en mi boca. Lo note duro, mis labios casi no daban mas de si para abarcarlo entero. Lo sentí latir contra mi paladar y mi lengua. Sus movimientos rápidos me decían que estaba a punto de recibir la descarga de su semen en la garganta. Aumenté el ritmo de mis chupadas y note como temblaban sus glúteos mientras los apretaba con una mano. De repente estallo, una ola de semen me llego directamente a la garganta, su polla saltaba con cada eyaculación contra mi lengua y sus manos apretaban mi cabeza haciendo imposible que me zafara de aquel contacto. Me la trague como pude y seguí lamiendo su glande por unos momentos apurando las últimas gotas que salían del.

Se retiro y se dejo caer en la cama junto a Ángela que se había dado la vuelta para hacer lo mismo a Fernando que, a juzgar por su expresión, estaba disfrutando de las lamidas de la pelirroja en su miembro. Me acerque para compartir aquel manjar entre las dos. Pasamos su glande de una boca a otra, lamiendo con ganas o hundiéndolo en nuestra garganta con ganas de más semen. De pronto su cuerpo se tenso y supimos que el orgasmo le arrasaba por dentro, su eyaculación salpico nuestras cara, se derramo como nunca lo había visto hacer, no terminaba de lanzar chorros de semen al aire que caían sobre nuestras bocas hambrientas. En un momento Ángela se metió aquel miembro en la boca para que terminase su corrida al calor de su garganta. Yo, lamía la cara de ella como desesperada con aquel sabor.

 Nunca lo había hecho, me sentí extraña pero profundamente realizada como hembra. Cuándo acabo, Ángela saco su miembro de la boca y busco la mía para fundirnos en un beso libidinoso que compartimos con placer.

Pasamos un rato los cuatro tumbados, apurando las copas de cava y recuperándonos. Junto a la habitación había un baño con ducha por el que pasamos para darnos una duchita por parejas en la que los juegos continuaron entre nosotros. No se cuantas veces me llegue a correr, la verdad, no las conté, ¿a quién le importa?, fue fantástico. Una vez limpios salimos y nos dirigimos hacia la barra. Charlamos un poco y nos despedimos con la promesa de repetir otra vez.

Desde esa noche fueron muchas la que volvimos a aquel sitio Fernando y yo y fueron muchas las cosas que compartimos. Nuestra vida sexual tiene ahora momentos únicos entre nosotros y compartidos. Somos felices, y yo entendí que no hay nada de malo en compartir tu hombre y probar yo misma a otros.