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Mas de lo que esperaba

en Trios

Primero las braguitas. Color negro. Después  un sujetador a juego pero muy transparente.

Un liguero a juego para las medias.

Rebusque en el armario… ¿Dónde la puse?....aquí  esta. Mi minifalda negra ajustadita. Cortita…muy cortita.

¿Y para la parte de arriba?...No sé, quizás la blusa malva transparente---o mejor… la roja fuego que tiene más escote.

Me decidí por la roja.

Unas medias transparente que se deslizaron suaves por mi piel recién depilada.

Los zapatos rojos, haciendo  juego con la camisa.

Me mire varias veces al espejo. De frente, de espaldas, de lado…mmm… si. Me queda bien.

El espejo me devolvía el reflejo de una gata en celo dispuesta a comerse todo lo que le pusieran por delante.

Fueron muchos meses sin un colín que llevarme a la boca. La ruptura con mi ex  me alejo del mercado  y hoy estaba dispuesta a resarcirme del hambre pasada.

Estaba decidida a dejar atrás las largas noches de vibrador y dedo en una cama vacía. Esta noche  todo  cambiaria.

Me senté frente al tocador para darme una mano de pintura. No podía pintarme como una puerta pero si lo suficiente como para llamar la atención. Aquel curso de maquillaje me vino bien para la ocasión.

Mis ojos verdes se vieron de pronto destacados en mi cara con un poco de color. Un poco de maquillaje facial para “tapar” imperfecciones. Un rojo fuego para los labios. Hoy todo seria fuego en mí.

Un ligero toque de perfume detrás de las orejas y en el canalillo acabarían con la transformación.

Me mire coqueta al espejo. Estaba muy buena y lo sabía.

Apague las luces de casa. Cogí las llaves del coche y salí dispuesta a triunfar.

El portero me dio las buenas noches al pasar a su lado sabiendo yo, que su mirada, se clavaria en mi culo en cuanto lo rebasara.

Monte en mi coche y me dirigí a la discoteca donde había quedado con mis amigas.

El tráfico no era mucho y la noche aparecía estrellada.

Pare en un semáforo en rojo justo al lado de un coche cargado de chicos de unos 20 años que comenzaron a soltar groserías en cuanto me vieron. Saqué mi índice por la ventanilla y les hice la mundialmente famosa peineta, dejándoles claro lo  que pensaba de ellos.

El semáforo cambio de color y conseguí dejarlos atrás entre la maraña de coches.

Al poco rato llegue a las cercanías de la calle donde estaba la discoteca. Busqué aparcamiento y, cerrado el coche, me dirigí hacia ella.

En la puerta unos niñatos discutían con un portero porque no les dejaba entrar. En cuanto me vio me invito a pasar directamente sin pasar por taquilla, al mismo tiempo que me guiñaba un ojo.

Pase coqueta a su lado rozándolo con el codo devolviéndole el guiño.

A mis espaldas las quejas de los chavales aumentaron de tono.

Adentro, la música estridente llenaba el aire. Eran las nueve de la noche y ya casi estaba a rebozar, aunque la mayoría eran demasiado jóvenes para mí. Ésta noche quería algo más que un jovencito babeando al ver mis tetas.

Localice a mis amigas sentadas en una mesa. Alcé la mano para hacerles ver que las había visto y hacia allí que me dirigí después de pedir un gintonic en la barra.

Me recibieron con caras de sorpresa y algo de envidia. Besos y piropos mutuos  y alguna que otra mirada de envidia disimulada.

-Pero chica ¿Qué te has hecho?  Estas guapísima - Me murmuro  al oído Ana.

-Nada, un poco de maquillaje y listo.- Le conteste coqueta.

 -Si esta noche no triunfas no lo haces nunca chica.-Bromeo Mónica mirando mi generoso escote.

Unos sorbos al gintonic y propuse ir a bailar. Aceptaron y nos dirigimos al centro de la isla.

Cinco chicas de entre 25 y 30 años, solas, con ganas de guerra y buscándola…pronto llamamos la atención.

Unos cuantos chavales se acercaron ronronéates  tratando de llamar la atención. Poco caso les hice ya que eran muy jóvenes para mí. Mis amigas, sin embargo, sin que les hicieron  algo más de caso bailando con ellos.

Mis ojos estaban clavados en  una de las barras de la disco.

Pelo castaño. Bien vestido, elegante. Seguro de si mismo. Ésa clase de hombres que llaman la atención aun sin quererlo. En su mano un whisky con hielo, lo que me hacía pensar que estaba lejos de la moda de los gintonic.

No me veía pero mis ojos lo estaban desnudando lascivos.

Se dio media vuelta en el taburete y quedo de cara a la pista de baile. Sus ojos vagaron entre la gente hasta encontrar los míos. Allí se quedo mirando como yo me retorcía insinuante en la pista.

Alzo la copa en señal de brindis y le sonreí con la mejor sonrisa que tenia.

Sonrió y, por señas, me dijo si quería una copa. Cosa que, claro está, acepte.

Deje a mis amigas bailando en la pista mientras me acercaba a él contoneando mis caderas.

Extendió la mano para presentarse mientras me decía al oído su nombre.

-Hola, ¿Cómo estás? Me llamo Juan.

-Hola, soy Montse, encantada.-Casi  grite a su oído  para sobresalir por encima de la música.

Mire a mis amigas mientras me sentaba a su lado y vi como murmuraban entre ellas mientras señalaban hacia mí. Ana se reía maliciosamente mientras trataba de quitarse de encima las manos de un chaval.

-¿Qué quieres tomar?- Me dijo con una voz sensual al oído.

-Un gintonic estará bien, gracias.

Se dirigió a la camarera para solicitar mi copa y, al girarse, sus rodillas rozaron las mías ligeramente.

De nuevo acercándose a mi oído me susurro.

.-Vengo mucho por aquí pero nunca te había visto.

.-No, digamos que, por un tiempo, estuve alejada de estos sitios.-

.- ¿Casada?

.- No, divorciada- Sonreí mientras le enseñaba mis dedos libres de anillos.

.-Vaya, lo siento.

.-No, nada de sentir. Era un problema que tenía que quitar de mi vida y ya está hecho.

Acercándome la copa me dijo.-Pues brindemos por la libertad, si te parece.-Al mismo tiempo que levantaba su copa para chocarla con la mía.

.-Por la libertad- Le dije entre risas.

La música estridente casi no me dejaba oír lo que decía así que me propuso retirarnos a un sitio más tranquilo.

Acepte de buenas ganas mientras le decía que iba a despedirme de mis amigas que estaban en la mesa.

Me dijo, que si querían ellas, podían apuntarse.

La propuesta me pillo con la guardia baja y conteste que si ,pero me preguntaba que si es que no quería estar conmigo. No obstante me acerque a la mesa de mis amigas y les hice la sugerencia.

.-Pero,  estas  loca chica.-Casi me grito Ana.-Disfruta y deja el pabellón alto.

Le hice caso y camine hacia la entrada donde él me estaba esperando.

-Mis amigas no han querido venirse. ¿Dónde vamos?

-¿Conoces el pub Manhattan?

-No, ¿está lejos?

-No, está aquí cerca, si quieres podemos ir andando.

.-Ok, vamos- Dije cogiéndome  de su brazo con la escusa de los tacones altos.

Olía a hombre. No sé cuál era el perfume que usaba pero era de esos que te penetraban, de los que se quedan pegados a  la piel.

Paseamos lentamente hacia el pub mientras nos contábamos cosas de nosotros. El, era  abogado de un bufe. Estaba separado como yo desde hacía algunos años y solía hacer algún deporte de riesgo. Era muy interesante.

Al poco rato de caminar llegamos al pub.

Ambiente cálido, acogedor, todo en color crema, incluso los sillones, y un piano de cola al que un  músico trataba de sacar melodías de Elton Jhons  con bastante buen éxito.

Nos acercamos a la barra para pedir unas copas. Para entonces su mano reposaba en mi cadera y me hacia reír con sus anécdotas de abogacía.

Mis manos tampoco estaban quietas y se posaban sobre su  rodilla. Su mirada profunda  y los varios gintonic estaban causando efecto en mí.

Su cara se acercaba a la mía para murmurarme alguna cosa al oído. Me estremecía sentirlo cerca. Me estaba poniendo…y mucho.

Estábamos en esas cuando un amigo suyo entro  y, al verlo, se dirigió hacia donde estábamos. Lo saludo con efusión sin dejar de mirarme de una manera descarada. Me estaba valorando.

La presentación de rigor, un beso y un gesto de admiración hacia mí. Pidió una ronda para todos y se puso a hablar animadamente con mi acompañante, sin dejar de echarme unas miradas que dejaban muy a las claras lo que pasaba por su cabeza.

Juan se pego a mí pasando su brazo por mi cintura mientras charlaba. Para entonces yo sentía que los gintonic estaban  subiéndoseme muy rápidamente.

En un momento dado Luis, que así se llamaba el amigo, nos invito a sentarnos en los sofás para estar más cómodos. Nos dirigimos hacia uno más discreto al fondo del local. En el camino Luis no paraba de hacerme requiebros  con el complicismo de Juan, que reía sus ocurrencias.

Todo aquello me estaba resultando extraño pero excitante.

Nos sentamos en el sofá. Yo en medio de ellos. Los ojos de Juan volaban por mi escote y, en un momento de la conversación sentí sus manos pasar de mis caderas a mi culo. Me miro a los ojos buscando mi aprobación y conteste posando mi mano sobre su muslo.

Luis dijo algo a Juan que no entendí y vi como Juan decía que si con la cabeza. Luís pidió una ronda nueva al camarero y, después de que este dejara sobre la mesa las copas nuevas, se acerco un poco a mí con la excusa de un brindis. Para entonces yo estaba en la gloria. Dos tíos para mi sola, nunca me había pasado y me deje llevar.

Note la mano de Luis en mi espalda. Lo mire y sonrió… ¿Por qué no?, lo deje hacer mientras sentía la mano de Juan sobre mi muslo y la mía un poco más cerca de su entrepierna.

Todo me daba vueltas pero controlaba la situación.

Me incline hacia adelante para tomar la copa de la mesa y mi escote generoso dejo al descubierto para sus ojos el satén negro de mi sujetador. Sentí como dos pares de ojos se clavaban en mis pechos.

Para entonces la mano de Juan se había colado bajo mi camisa y me acariciaba un poquito por debajo de la falda. Me dejaba hacer. Me gire para decirle algo a Luis y me encontré con sus labios  en los míos mientras su lengua trataba de abrir mi boca. Lo bese con ganas, sentí su lengua meterse hasta muy dentro, mientras, una mano, se colaba por mi escote en busca de mis tetas.

Por su parte Juan, había deslizado una mano por mi muslo hasta casi llegar a mi ingle y  mi mano se había deslizado hasta cerca de sus genitales. La deje vagar  por encima de la tela hasta notar la dureza de su sexo en la palma de mi mano.

Estaba como ida. Dos hombres  para mí después de tanto tiempo…no lo podía dejar escapar.

Me volví dejando a Luis para besar  a Juan con las mismas ganas mientras mi mano izquierda se paseaba por la cintura de  Luis.

Otra boca, otro sabor, pero igualmente enervante. Sentía mi cuerpo extraño, como poseído.

Así estuve pasando de uno a otro durante un buen rato hasta que Juan insinuó que nos fuéramos a su apartamento. Está claro que acepte de mil amores.

Nos levantamos y, después de pagar la cuenta, nos dirigimos los tres abrazados por la cintura hacia el coche. Juan conducía mientras Luis y yo nos metíamos mano en los asientos de atrás. Mis tetas, al aire, se estremecían ante la lengua de Luis que, casi enajenado, no paraba de metérselas en la boca mientras mi mano buceaba en su bragueta haciéndose dueña de una polla dura y golosa.

Miraba a Juan en el espejo retrovisor con  los ojos clavados en mis pechos mientras conducía. Le guiñe un ojo haciéndole saber que para él tendría también.

Me agache hacia adelante para meterme en la boca aquel miembro caliente que sentía en mi mano. Pasé mi lengua sobre su cabeza purpura un par de veces antes de metérmela en la boca. Riquísima…caliente, dura, vibrante.

No sé cuanto rato estuve en esa postura. Hasta que sentía como el coche se paraba. Levanté la cabeza y vi que estábamos en un garaje.Salimos del coche a trompiscones mientras nos buscábamos como animales en celo. Estábamos en la casa de Juan. Aquél era su garaje y una puerta lateral nos dio paso a un salón amplio, de  estilo minimalista, con muy buen gusto, todo blanco y con pocos detalles. Un amplio sofá circular en medio de la habitación y una chimenea encendida delante del , con la campana suspendida del centro de la habitación.

Nos invito a sentarnos mientras el  ponía unas copas.

Luis no perdió la ocasión de sobarme el culo mientras pasaba delante del para sentarme en el centro del sofá. Aún sentía los efectos del gintonic en mi cabeza. Me deje caer, era amplio, cálido, acogedor.

Me acerque a la cara de Luis para besarlo buscando con mi lengua el contacto de la suya. Me devolvió el beso mientras sus manos desabrochaban mi camisa dejando mis pechos al alcance de sus caricias.

Juan se acerco a nosotros con unas copas que dejo sobre la mesita delante nuestra y se sentó a nuestro lado mirando mis tetas con descaro.

Por un momento paramos para tomar un sorbo  de las bebidas.

Juan se inclino hacia mí buscando mi boca y Luis se afano en quitarme la falda para dejarme expuesta a sus miradas lascivas.

No me lo podía creer, tenía dos tíos para mi sola después de tanto hambre. No pensaba dejar perder la ocasión.

Acaricie a Juan por encima del pantalón para comprobar la calidad del genero que guardaba entre sus piernas y no me disgusto el tamaño. Luís había subido una de mis piernas al sofá para dejar mi coño al alcance de sus manos. Sentí como unos dedos hábiles se colaban tras mis braguitas y un estremecimiento me recorrió cuando rozo mi clítoris.

Abrí la camisa de Juan como pude para pasear mis manos por su pecho, me ayudo a sacársela y empujo suavemente mi cabeza hacia abajo. Sabía lo que quería y abrí sus pantalones dejando al descubierto el objeto de mi deseo. Cabeceó ante mis ojos una polla dura, gruesa aunque un poco  más pequeña que la de Luis. La lamí con fruccion mientras Luis ya se afanaba en hundir su lengua en mi sexo.

Mil escalofríos de placer recorrían mi cuerpo. Como pude me deshice del sujetador que estaba  entorpeciendo las caricias de Juan dejando así mis tetas al alcance de sus manos hambrientas, mientras yo me metía hasta la garganta su polla, sintiendo que me moría de gusto.

Luis se puso en pie para quitarse la ropa. Al bajar su bóxer una polla conocida salto al aire y mis manos la buscaron sin dejar de mamar la de Juan, lo que deje de hacer por un momento para incorporarme y meterme en la boca la nueva participante.

Creí que flotaba sintiendo dos cuerpos a mi disposición  mientras me afanaba en tragarme aquel trozo de carne caliente.

Juan se quito la ropa como pudo y, una vez libre de estorbos, se puso en pie para que pudiese disfrutar de los dos miembros en mi boca. Estaba como loca, saltaba de uno a otro como poseída. Los sentía entrar en mi boca húmeda y latir en mi paladar. La saliva se escapaba entre mis labios mojándoles los huevos que amasaba con avaricia entre mis dedos.

Juan se sentó en el sofá y me arrastro para sentarme sobre su gran polla mientras no dejaba de mamar la de Luis. La sentí entrar rotunda en mi interior. Para entonces, mi sexo estaba encharcado de mis fluidos y la penetración fue rápida. La sentí en mi estomago. Me sentía llena. Tenía dos pollas para mi sola. Mientras una taladraba mi cuerpo la otra se clavaba casi hasta mi garganta.

Casi ni podía respirar, mis gemidos quedaban ahogados por la polla de Luis que entraba y salía entre mis labios. Las manos de Juan apretaban mis pechos desde atrás o acariciaban mi clítoris lo que me hacía sentir una explosión en mi cabeza y en todo mi cuerpo.

Luis quiso probarme y, descorchándome de Juan, me puso a cuatro patas sobre el sofá, dejando mi culo bien expuesto  a sus caricias, y a su polla, que entro en mí coño hambriento arrancándome un grito de placer.

Juan se había quedado sentado y su polla estaba otra vez al alcance de mi boca. La engullí  queriendo sentirla hasta las amígdalas. Necesitaba sentirme llena por completo.

Luis me bombeaba elevándome al séptimo cielo, clavando su enorme miembro hasta los huevos. A mí no me daba tiempo a tomar aire y gritar de placer. Todo era  anárquico, placer, sexo, gritos y gemidos.

Sentí como un orgasmo arrasador me borraba los pensamientos, me desgarraba las ideas mientras me sentía empitonada por aquellas pollas. Me corrí como hacía mucho que no lo hacía. Mis piernas no me sostenían, mis brazos no tenían fuerzas, mi boca se libro de la mordaza del miembro de Juan para gritar. Todo se volvió luz en mi cerebro, fue un flash, un fogonazo aturdidor que casi me deja inconsciente. Todo mi cuerpo temblaba  mientras me derrumbaba sobre el vientre de Juan.

No me dieron tregua, aun no me había recuperado del todo cuando sentí la lengua de Luis recorrer mi canalillo del culo para detenerse en mi ano. Su lengua me hizo estremecer y con mis propias manos abrí mis nalgas para sentirla mas profunda. Hurgó mi esfínter llegando a meter un poco la puntita en mi interior. Yo estaba como ida. Sólo sentía.

Apoyada la cara en el vientre de Juan sentí como la punta de la polla de Luis se apretaba intentando entrar por mi puerta trasera, no dije nada, no podía casi hablar. Un  estallido de dolor me llego al cerebro cuando consiguió meter aquella cabezota gorda. Se quedo quieto esperando a que me acostumbrara a su grosor para después ir empujando poco a poco toda su largura en mi interior. El dolor dio paso a un placer extraño.

Lo note entrar y salir mientras echaba saliva que corría por mi canalillo hasta mi culo para hacer de lubricante. Poco a poco me adapte a su ritmo y volví a bajar mi boca buscando la polla de Juan que latía contra mi pecho.

Me sentí llena, extrañamente llena. Notaba como Luis me taladraba el culo mientras la polla de Juan chocaba en mi paladar. Los gemidos llenaron el salón mientras aceleraba el ritmo de las acometidas.

Permanecimos así durante un rato hasta que Juan se deslizo debajo de mí buscando penetrarme a su vez. Una doble penetración, nunca la había sentido, era mi primera vez y sentí algo de miedo.

Note su pene rozar mis vagina húmeda y colarse suavemente en mi interior. Tenía dos pollas en mí cuerpo. Mis gritos no dejaban lugar a dudad de cómo lo estaba pasando. Podía sentir como sus miembros se frotaban en mi interior, solo separados por una débil pared.

Cuatro manos me acariciaban, ahora los pechos, ahora la cadera, ahora el culo, ahora mi clítoris…era una puta locura.

Los tres gemíamos casi al unisonó. Nuestros cuerpos se veían abocados a un foso de placer.

Sentí estallar mis sentidos mientras dos pollas soltaban ríos de semen en mi interior. Mordí el hombro de Juan mientras me corría como poseída.

Nos recuperamos como pudimos, los tres tumbados en el sofá y al calor de la chimenea. El hielo se había fundido en los vasos pero me dio igual, necesitaba refrescar mi garganta, hidratarme.

Los mire a los ojos y alce mi copa en su honor. Me habían hecho muy feliz y quitado el hambre de meses, por no hablar de la nueva experiencia de la doble penetración.

Me sonrieron mientras ellos también tomaban sus copas y bebían a nuestra salud.

Busque mi ropa y pase al cuarto de baño para arreglarme un poco. Salí de nuevo al salón algo más recuperada y relajadísima. Ellos ya se habían vestido y se brindaron a acercarme hasta mi coche.

Tardamos poco en llegar a la calle donde lo había apartado. Un beso a cada uno en la boca y las gracias por la noche que me habían regalado.

Subí a mi coche, respire profundo, puse algo de música tranquila, encendí un cigarrillo y arranque dispuesta a llegar a casa, darme una ducha y dormir hasta las dos del mediodía.

Fue mucho más de lo que yo esperaba. Por desgracia olvide pedirles el número de teléfono…