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Mi hermano 3

en Amor filial

Aquella noche no podía dormir. Si cerraba los ojos mi mente se llenaba de imágenes que acaba de vivir aquella misma tarde.

¿Cómo había ocurrido? ¿Como habíamos llegado hasta allí?- Me preguntaba una y otra vez. Mi hermano, yo, aquella explosión de sexo…. ¿Cómo pudo pasarme a mí?

Todo me daba vueltas, todo era extraño. Como si hubiese sido un sueño, pero el dolor en mi trasero me recordaba que de sueño nada, realidad pura y dura, nunca mejor dicho lo de dura.

Me sentía dolorida, todo el cuerpo me dolía, mis pechos, mis muslos, todo. Pero un dolor que conllevaba un cierto placer. Habían sido las manos de mi hermano las que me lo habían producido, su boca, su inmenso pene penetrando casi con saña.

Ni en mi sueño húmedo más tórrido llegue a esos extremos. Nunca hubiese pensado en sexo anal, aunque sabia del pero ¿en mi? Ni de broma. Y sin embargo allí estaba, había perdido mi virginidad anal a manos de mi hermano. Bueno la anal y la bucal, que por ambos sitios entro en mi.

Si me paraba a pensarlo aun podía saborear el semen del corriendo por mis labios, por mi lengua. Aquel sabor extrañamente saldado y algo ácimo me provocaba pequeñas contracciones en lo más profundo de mis muslos.

No odia borrar la imagen de aquel pene erecto mirándome. Como se acercaba a mi boca, se frotaba contra mis mejillas, barrenaba mis glúteos. Me ponía cachonda solo recordarlo.

Me abrace a la almohada colocándola de lado, rodeándola con mis piernas, mientras pensaba en todo aquello.

En la casa no se oía un ruido. Ya era tarde y todos dormían.

Después de aquella ducha erótica entre mi hermano y yo ambos salimos del cuarto de baño. Él se dirigió a su cuarto y yo al mío. Ni que decir tiene que los planes de salir con las amigas se quedaron para una mejor ocasión. Me puse los cascos y algo de jazz en ellos mientras me tumbaba cuan larga era en mi cama. Solo llevaba las braguitas puestas y el suje.

De vez en cuando pasaba mi dedo por el ano porque tenía la sensación de que sangraba, pero no era así. Me escocía, escocía mucho. Busque un bote de vaselina entre mis cosas de maquillaje y me unte un poco. El dolor se mitigo un momento mientras mi dedo se hundía un poquito en él. Pero al momento sentí como una ráfaga de dolor que me hizo sacarlo mientras se  me escapa un grito de la garganta. Mejor dejarlo quieto.

Creo que me quede medio dormida. Cuando abrí los ojos ya se había escondido el sol y escuchaba a mi madre en la cocina. Sonó  la puerta de casa al cerrarse, mi hermano acababa de marcharse con sus amigos. Llegaría tarde como cada viernes.

Pasado un rato salí de mi habitación tras ponerme un pijama  corto y fui a la cocina a ayudar a mama.

Allí estaba, de pie, radiante pese a sus casi 50 años. Su cuerpo dejaba ver los deteriores de los dos partos que había tenido pero aun se conservaba hermosa.

Le di un beso en la mejilla y me puse a ayudarle con la cena. Al rato sonó de nuevo la puerta de casa y en la cocina entro mi padre.

Su cara cansada me decía que el día le había sido muy largo. Después de darnos un beso a cada una le ofrecí una cerveza. Cosa que agradeció mientras se sentaba en su sillón para ver la tele un rato antes de ducharse.

La tarde paso lenta hasta la hora de cenar. Papa ya se había duchado y volvía a tener su cara agradable. Conversamos un poco sobre cosas triviales y  después de cenar me despedí de ellos dándoles las buenas noches.

La verdad es que no podía estar más rato sentada, el culo me dolía y estaba loca por tumbarme en mi cama para pensar.

Al rato los escuche camino de su cuarto y sonó el “clic” de la llave del pasillo dejando todo a oscuras.

Así pase un rato, dándole vueltas a lo ocurrido en aquellas 24 horas. No podía dormir, me levante y Salí de mi dormitorio para ir a la cocina a hacerme un cola cao para ver si conciliaba el sueño. Lo hice en silencio, no quería despertar a mis padres.

Apague la luz de la cocina y, casi a tientas, me dirigí a mi habitación. Por un momento me pareció escuchar murmullo. Me pare en la oscuridad. Si, eran gemidos que venían del cuarto de mis padres.

Por un momento adivine lo que estaba pasando y me decidí por seguir camino de mi cama. Era normal, eran matrimonio, el día siguiente era sábado… Me pare…..aquella curiosidad mía…..Deje el vaso de leche en el suelo muy despacio y casi de puntillas recorrí el pasillo que llevaba a la habitación de mis padres. Pegué el oído la puerta  y me llegaron claros gemidos de placer de una mujer, mi madre. “Si mi amor, comételo entero” escuche claramente. Fue como una bofetada. Me quede quieta, asustada, sorprendida. Mi madre no podía decir aquellas cosas.

Muy despacio, apretando los dientes y con una extraña mueca en los labios, gire el pomo de la puerta. Muy lentamente la empuje, solo un poquito, lo justo para poder ver dentro.

La luz de la mesita de noche estaba encendía pero muy tenue gracias al interruptor que regulaba su intensidad.

Sobre la cama podía ver perfectamente las piernas de mi madre alzadas al cielo  mientras mi padre hundía la cara entre sus muslos.

Quise irme de allí. No debía ver aquello. Eran mis padres. Pero mis piernas se negaron a moverse.

Los gemidos de mi madre me llegaban más claro aun. Sus manos aprisionaban la cabeza de papa contra su coño abierto.

“Mas mi amor, mas””sigue, no pares”.-la oí decir entre estertores y gemidos. La vi morder la almohada mientras mi padre la alzaba del culo para tenerla más en bandeja.

Los gemidos aumentaron y llego un grito desgarrado desde su garganta mientras temblaban sus piernas alrededor del cuello de mi padre. La vi  rendirse al placer y me excite al verla.

Se quedaron quietos por un ratito, mi padre con la cabeza aun entre sus muslos y ella con las piernas a lo largo de su espalda, relajada, como semiinconsciente.

Al poco mi padre se puso de rodillas en la cama. Su pene duro se podía ver perfectamente al contraluz. Mis piernas flaquearon, era el segundo pene que veía en mi vida y era el de mi padre.

Lo vi acercarlo a l boca de mi madre y como ésta la abría y lo engullía con ansias. Mi padre hecho su cabeza hacia atrás al sentir aquella lengua recorrer su glande.

Ahora era él el que gemía de placer. Hundía la polla en la boca de mi madre sin contemplación, casi ahogándole a cada embate.

Pasaron así un rato hasta que mi padre la saco de su boca y tiro de ella hasta ponerla a cuatro patas sobre la cama. La cogió de las caderas y hundió aquella polla enorme en mi madre. Ella gimió mientras hundía la cabeza en la almohada.

Para entonces mi mano había alcanzado mi entrepierna y frotaba mi clítoris mientras mordía mis labios para que no se me escapara algún ruidito que los alertara de mi presencia.

Durante  un rato vi como mi padre hundía su polla en las carnes de mi madre, apretaba su culo con las manos y asía dulcemente un seno de ella, cuando no los dos a la vez.

Mis braguitas goteaban, literalmente, mientras mis dedos se colaban por un lado de ellas y atormentaban mi clítoris o se hundían en mi interior.

Los gemidos llegaban claros hasta mis oídos. Escuchaba a mi madre pedirle que se la metiera más adentro. Se oía el golpeteo de los muslos de mi padre contra sus glúteos blancos.

Creo que los tres alcanzamos el orgasmo al mismo tiempo. Vi como mi padre aferraba las caderas de ella, como para que no se escapara, y se hundía profundamente mientras gemía descontrolado, mi madre empujaba hacia atrás con claros sistemas de estar sintiendo un orgasmo arrollador y mis piernas temblaron mientras me corría apoyada contra el marco de la puerta.

Al poco todo era silencio, respiraciones entrecortadas y nada más.

Allí estaba yo, con las bragas a media pierna, en la oscuridad, rezando para que a ninguno se le ocurriera ir al baño. Mi mano aun apoyada sobre mi vulva y un sentimiento entre de culpa y de satisfacción en la mirada.

Lentamente subí mis braguitas y emprendí el camino a mi cuarto tratando de no hacer ruido. Recogí el vaso del suelo y, muy suavemente, abrí la puerta de mi cuarto y, tras pasar, la cerré detrás de mí quedándome apoyada en ella.

Con las piernas aun temblando, con mas imágenes en la mente. No sé cómo no derrame la leche, mis manos que aun  temblaban de excitación y miedo.

Me senté en la cama con el vaso apoyado en mis rodillas, lo lleve a mi boca y bebí un trago largo, tenía la boca seca.

Después de beber mis nervios se calmaron poco a poco. Me tendí en la cama y apague la luz.

Cerré los ojos y no podía borrar la imagen de aquel pene gigantesco de mi padre perforándola sin piedad hasta verterse en su interior. Mi pubis sintió una punzada y baje la mano para dar una palmadita sobre el clítoris lo que me hizo sentir una especie de calambre que recordaba a un orgasmo.

Recoloque el pijama, pase mis manos sobre mis pechos como para calmarlos, estaban suaves y lascivos.

Cerré los ojos y creo que pase la noche entera escuchando aquellos gemidos de placer y penes volando alrededor de mí, poseyéndome de todas las formas posibles, llevando al cielo, inundándome de semen. Una noche llena de sexo y lujuria en los sueños más calientes que nunca tuve.

 A la mañana siguiente mi hermano entro en mi habitación para despertarme. Me encontró con la blusa del pijama abierta dejando mis pechos al alcance de sus ojos. Me toco suavemente la frente mientras me llamaba.

-Lucia, Lucia…. – Abrí mis ojos y allí estaba, sentado en mi cama, mirando descaradamente las tetas, sonriéndome mientras posaba una mano en mi cadera.

-Venga despierta que nos vamos de compras….

Y….bueno mejor otro día cuento lo que paso en el centro comercial…si, mejor otro día…….ahora me espera mi hermano en su cuarto……