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Todo queda en famlia

en Hetero: Infidelidad

Todo queda en familia

 

 

Jacinto tiene 63 años y es camarero en la cafetería y discoteca del pueblo.  El pueblo es mediano, diez mil habitantes,  y aunque no le gusta mucho su trabajo y quiere jubilarse pronto,  de momento hay que aguantar.   Está casado con Matilde, unos años más joven que él, tiene 52.

Matilde es mujer menudita, de solo 1,58 cm., de estatura, pero bien proporcionada.  Le gusta vestir ropa juvenil y si no le ves el rostro de madurita, por la espalda parece una adolescente.   Es bien parecida, morena,  pechos pequeños, con la ventaja de tenerlos firmes, ya que no pesan.  Cinturita todavía estrecha y caderas redonditas.   De joven era bastante coqueta y debido a eso, con el machismo propio de los pueblos de hace algunos años,   se quedaba soltera ya metida en los 30 años, y por eso decidió arrimarse a Jacinto, aunque no le gustaba mucho, al ser algo más mayor y poco guapo.  Pero lo han llevado bien y sin que haya mucha pasión, se llevan estupendamente.

No han tenido hijos propios, pero adoptaron a su sobrina Sara, que con solo 12 años tuvo la desgracia de quedarse sin sus padres en un desgraciado accidente.  Matilde y la madre de Sara eran hermanas.

Sara tiene ahora 25 años y se ha casado con Luis,  chico de un pueblo cercano, de 30.  Tienen una niña de tres años, Paula.  Como las cosas económicamente para el matrimonio joven no van muy boyantes y los tíos tienen casa grande,  se han quedado a vivir con ellos y así todos se sienten más acompañados.   Para ganar algún dinero que no viene mal a la familia,  Sara se queda algunas noches a dormir con una vecina cercana, mujer mayor que está sola.

Esta tarde,  Jacinto se despide de la familia, para ir al trabajo.  Entra a las 8 de la tarde, hasta las 2 de la madrugada, cuando se cierra la discoteca. Es viernes y Sara también se irá a dormir con la señora a la que cuida después de la cena.

Son las once de la noche y hay poca gente en el local.  Jacinto está atareado,  cuándo de repente las luces parpadean unos segundos, baja la intensidad y al final un apagón.  Se oyen voces en la entrada… fuego, fuego…¡¡¡.  Sin pensarlo dos veces corre Jacinto hasta el extintor más cercano y luego a la entrada. Es el cuadro eléctrico que está ardiendo.  Zassssssssssssssssss, zasssssssssssss, dos potentes chorros salen de la boca del extintor y las llamaradas se apagan al momento.

-  Bien, bien…Jacinto..¡¡¡¡. Los compañeros aplauden.

El personal y los clientes se tranquilizan y abandonan el local.  La avería es seria, no puede repararse hasta el día siguiente. 

-  Bueno.. –dice el jefe--  colocar un poco las cosas con las linternas y todos para casa, la noche está hecha…

Jacinto regresa a casa. Son más o menos las doce de la noche.  Viven algo apartados del pueblo, unos 50 mts más allá de las últimas edificaciones de la calle, una casa aislada que levantaron poco a poco en un solar de los padres de Matilde.  Por tanto,  nadie pasa por allí, salvo que vayan expresamente.

Al llegar a la casa y antes de entrar,  Jacinto quiere echar un vistazo al pequeño huerto posterior,  donde tiene algunos animales, para comprobar que todo está correcto.   Pasa por delante de la ventana del salón, en la planta baja, que tiene algo bajada la persiana, con la cortina medio echada y que tiene una abertura que permite un rápido vistazo al interior.  Pasa como sin fijarse, pero después se detiene:

-  He visto bien, lo que creo haber visto?...

Retrocede el par de metros que había rebasado la ventana y mira ya más fijamente.

Sí, no se había equivocado.  Luis,  se está follando con gran entusiasmo a su tía/suegra. Aunque la luz del salón es tenue, solo una lamparita en una esquina, no hay duda.   Matilde está subida en el sofá, de rodillas sobre él, culo en pompa.   También de rodillas, detrás de ella,  Luis se la penetra con decisión.  Luis es chico fuerte, musculoso, alto y su cuerpo contrasta con el pequeño volumen de Matilde.  El culito juvenil de la madura,  redondito,  está recibiendo la embestida del joven.  No parece importarle,  aunque no se le ve la cara,  apoyada en los cojines,  no hace ningún movimiento de protesta, se deja hacer, sumisa.  El chico, bien agarrado a la cinturita de su tía,  la empuja con fuerza, mirando al techo con cara de inmenso placer. 

Jacinto no sabe que hacer…

Si marcharse,  si entrar y formar la bronca.  De momento se queda allí, como clavado, en la oscuridad del exterior.  No corre peligro que nadie le vea y sin saber por qué sigue observando la erótica escena.  Ahora los amantes abandonan su postura y bajan del sofá, quedándose un momento de pie abrazados el uno al otro.

-  Cuánto tiempo llevarán liados estos dos…? – se pregunta Jacinto-.

Desnudos,  puede ahora contemplar el cuerpo de la pareja.  Su mujer, menudita, con los pechitos de adolescente y sus caderitas redondas, apenas llega al pecho del hombre. Si no fuese por la sombra negra del pubis (tiene peludito el coño), parecería una chiquilla.  A su lado, el sobrino/yerno, cuerpo grande, moreno, tiene que agacharse mucho para besarla.  Ahora la agarra por las axilas, la levanta en vilo y se la coloca encima.  Ella rodea con sus piernas la cintura del chico y se agarra fuerte a su cuello.  Él la agarra por los muslos para sostenerla y de pie,  le inserta todo el miembro sin contemplaciones. Ella baja y sube agarrada al cuello del hombre,  loca de contento.  Ahora sí puede Jacinto ver la cara de su mujer, descompuesta por el deseo y el placer.  Desde fuera no la oye, pero imagina que está gimiendo como una loca.

-  Serán cabrones…¡¡¡.  Y si la nietecita se despierta?... Ya es mayorcita y podría contarlo…que poca vergüenza…¡¡.  Qué forma de ponernos los cuernos a mí y a Sara…¡¡

La pareja sigue follando y Jacinto allí clavado sin moverse, como si hubiese echado raíces.  El amante joven, poderoso de fuerzas, se permite  tener en brazos a la mujer madura sin cansarse.  Ella sigue disfrutando.  Cada vez que sube,  aparece el miembro duro del joven y luego ella se deja caer con fuerza y el miembro desaparece totalmente dentro del cuerpo menudo.

-  Grandísima putaaaa….¡ -dice Jacinto para si mismo-.  Siempre está protestando la zorra, de que le duele cuándo se la meto y ahora se está clavando una polla casi el doble de grande que la mía sin quejarse…¡¡¡

Tiene razón Jacinto. Las pocas veces que hace el amor con su mujer siempre se queja.  Y es porque ella pone poco interés, no se excita, lo hace por compromiso y le duele.  Ahora está a tope de deseo, el grueso falo del sobrino y sus testículos están totalmente brillantes del jugo que chorrea la madura.  En esas condiciones, toda abierta de carnes, le entra y le sale sin problemas, hasta el fondo.  Está tan abierta, con las nalgas separadas, que desde atrás se le ve todo el coño jugoso penetrado por la dura verga de Luis.

       -  Chorrea como una puta burra….¡¡¡   -dice Jacinto de nuevo-,

Al cabo de un rato la pequeña madurita deja de saltar.   Se queda como desmayada, colgada del cuello de su amante.  Él está también inmóvil, sigue de pie,  con gran resistencia, esperando que ella se recupere.  Pasan unos instantes y al final ella baja las piernas de la cintura de él y se deja resbalar hasta el suelo, pero continúa aún un rato abrazada a él.

-  Qué corrida se ha pegado esta putaaaa….¡¡¡

Al final se separan.  El grueso miembro del sobrino ya semiflácido cuelga un poco hacia abajo.  Ella suda.   Él le da una palmada en el trasero y desparecen en el fondo de la casa y Jacinto deja de verlos.

- Supongo que irán a la ducha, tendré que esperar un poco…

Es verano y apetece dar un paseo a esa hora.  Hay algunas terrazas de bares todavía abiertas y Jacinto vuelve hacia el pueblo y se sienta en una de ellas a tomarse una cerveza.  Necesita meditar.

-  Qué hago a partir de ahora?...

Jacinto es débil de carácter.  Siempre ha sido consciente del poco atractivo físico que tiene.  De su poco éxito en la vida.  Su autoestima es baja y siempre ha estado supeditado a su mujer,  a ella la considera atractiva,  con don de gentes,  con otro poderío.  El siempre como a remolque,

-  Si me comporto como si lo supiera y tuviéramos que separarnos, donde iría yo?.

Su tremendo complejo hace que se vaya enfriando su mal humor.  También sabe que su mujer no disfruta con él.  Que lo hace por compromiso.   Al final llega a una triste conclusión:  su mujer le es infiel precisamente por culpa suya,  porque no la satisface y ha tenido que buscarse amante.

Con estas ideas, propias del cornudo sumiso, vuelve a casa, pasada  una hora.  Se da la ducha acostumbrada, y se va a la cama donde su mujer ya duerme.

Ella se da cuenta que ha llegado.

-  Vienes un poco más pronto hoy, que ha pasado?...

Jacinto le comenta la avería eléctrica y la causa de la vuelta antes de tiempo. 

-  Pues hasta mañana.. –dice ella--.

La mujer se da media vuelta dándole la espalda.  Jacinto no duerme, imposible, claro.   Pero hay algo en él, que a pesar de su rabia,  le está produciendo deseo, morbo.   Es una sensación extraña,  como si quisiera también hacer con su mujer lo mismo que al amante, como una dulce venganza, poseerla también.  Pasa la mano por la cadera de su mujer.

-  No llevas bragas, Matilde…

-  No. Hacía calor, me he duchado y estaba así a gusto.

Sin saber por qué, Jacinto, hombre ya muy apático para el sexo, tiene una tremenda erección.  Agarra suave la cadera de su mujer y tira de ella hacía él, invitándole a darse la media vuelta.   Ella obedece y si queda boca arriba, con las piernas algo entreabiertas.  Le pasa los dedos por el sexo peludo.  Lo tiene mojado.

-  ¿Esta puta, es que no se cansa?...

Jacinto de medio lado se acopla a ella.  Pasa una pierna entre las de ella y sin subirse encima de la mujer,  la aprieta con su falo en la entrepierna.

-  Jacintooooo….¡¡¡¡.  Qué te pasa esta noche…?.. Pero si la tienes duraaaa….¡

Ella está sorprendida, claro. No es habitual que su marido tenga esa erección.

Él no dice nada y empuja.  Cómo le va a decir que está excitado porque la ha visto follar con el sobrino hace un poco de tiempo.  Solo empuja.  Con satisfacción y rabia. Con dolor pero también con placer.  El pene se mantiene firme y ella bien húmeda, se deja entrar.

-  Jacintoooooo….¡¡¡¡. Joderrrrrrrr…. Has bebido?.

Sigue Jacinto sin decir nada y comienza a entrar y salir, allí de medio lado, pegado al cuerpo de ella.  Con la mano le toca los senos, le pellizca los pezones.  Le acaricia los muslos y el clítoris.  Su mujer gime,  su mujer gime….¡¡¡¡.  Está gimiendo con él, con su marido.  Nunca la había oído.  Le estoy dando placer a mi mujer, joder,   soy todo un tío…¡¡¡

Todo esto se lo medita Jacinto, mientras empuja con fuerza, machacando el coño de la madura.  Ella está empapada,   y eso anima aún más al marido, que siempre lo encontró medio seca.

 Jacinto se detiene un poco.  No quiere correrse aún.  El momento es delicioso, quiere prolongarlo.  Sin saber por qué, ahora vienen a su mente las imágenes de su mujer con el sobrino.

-  Seré un cornudo total… pero me gusta recordarlo y me pone….

Y así aguanta Jacinto mucho más, para sorpresa de mujer, que se ha corrido ya una vez.

Ella enciende la luz de la mesilla un momento y le mira….

      - Quería saber si eras tú….ajajajaa.  No me lo creo…¡¡¡

Vuelve a apagar la luz y la señora se vuelve a concentrar de nuevo en el sexo.

-  Nunca podría imaginar que mi mujer fuera tan puta….¡¡¡. Se ha follado al sobrino y no se cansa…

Jacinto sigue practicando un mete y saca concienzudo, lento pero enérgico. El miembro se mantiene firme, como si tuviese 20 años. Sigue chapoteando en el coño peludo de la mujer,  que aunque es menuda, tiene un sexo incansable.

Quizás  ha pasado ya una hora.  Jacinto oye como los gemidos de su mujer se aceleran y nota que se va a correr de nuevo.   Aprovecha para empujar con todas sus fuerzas y hace coincidir el orgasmo de ella con su eyaculación.  Una eyaculación fuerte, abundante, como hacía tiempo que no sentía.  Ella lo ha notado bien.

-  Jacinto… me has puesto perdida, hijo. Estás desconocido, que te ha pasado hoy?.

-  Nada, nada, solo que tenía ganas…

-  Pues no las pierdas, no las pierdas, marido….jajajaaa

Ahora se separan y ambos se duermen.  El último pensamiento de Jacinto,  es que si los cuernos se llevan con dignidad, no duelen. 

Ha pasado algún tiempo.   Jacinto sigue compartiendo a su mujer con el sobrino.  Ahora,  que ya lo sabe, está más atento y capta los típicos gestos, miradas a hurtadillas,  de los dos amantes. Pero no le importa.    El ser cornudo consentido ha despertado en él el deseo y ahora se folla a su mujer con regularidad.  Ella encantada. Es mujer menuda, pero mucha mujer, de coño ardiente.   Ahora con los dos hombres, está sacando la trasera de hace años.  Se la ve feliz. Se arregla más, ríe más.  Se compra nueva ropa y lencería sexy.  Como una recién casada.

Y ese deseo, esa confianza de Jacinto,  hah echo que ahora haga algo que nunca hizo.  Mirar a su hija adoptiva con deseo también.

    .-  Está buenísima…. Como no habré fijado antes?...

Poco a  poco, se fue tomando algunas confianzas con ella.  Un coqueteo,  sobre el tamaño de los pechos de ella, que son abundantes.   Un cachete en el trasero al pasar por el pasillo.  Ella, sorprendentemente, acepta las bromas de buen grado y con una risa de agradecida.

Jacinto desea cada día más a su hija adoptiva.   Y al final se decide a intentarlo.

La ocasión llegó un jueves en que Luis se había ausentado al pueblo vecino a ver a su familia.    Matilde,  en casa de una amiga, donde los jueves se reúnen para charlar, merendar y jugar una partida de cartas.  Siempre se lleva a la nieta, porque la señora de la casa tiene otros nietos de edad parecida y se lo pasan bien jugando.  Así que Sara y Jacinto solos en casa.

Sara está acostada, es media tarde y lee en la cama para pasar el rato.  Jacinto, tras un rato de televisión,   se levanta aburrido para ir al servicio.  Al pasar por la puerta del dormitorio, entreabierta, saluda a Sara.

-  Sarita, que haces?

-  Aburrime,  no ves…?... Qué tardes más largas.

Jacinto entra y se sienta en el borde de la cama. Un poco de lado, no quiere que se le note la erección que tiene, porque Sara está algo descuidada,  con la sábana algo bajada, se le ven casi todos los pechos y un muslo está también desnudo.

-  Que poca ropa llevas… te vas a constipar…

-   Hace calor, no te importa,  tío..?

Si Sara le llamaba tío, en lugar de papá,  como lo hacía otras veces, es que la cosa iba bien.

-  Pues no, como me va a importar…?  A nadie le amarga un dulce…

-  Yo soy un dulce, tío…?

-  Un dulce de lo más rico que he visto, cariño…

-  La tía tampoco está mal…

-  Ya, pero tú eres distinta, muy distinta en otras cosas…

Algo atrevido y lanzado ya, Jacinto agarró el borde de la sábana y la desplazó hacia abajo, apareciendo totalmente libres los poderosos senos de la mujer.  Se quedó mirando extasiado.

-  En estas cosas somos distintas, tío?.. –dijo ella, coqueta, señalando sus pechos-.

Jacinto dijo sí, con un leve movimiento de cabeza.  Y comenzó a acariciar los preciosos pechos de la chica.  Las aureolas  se encogieron y los pezones se pusieron enhiestos, desafiantes. Ella cerró los ojos, dejándose hacer.  Jacinto siguió apartando la sábana hasta el final. Ella quedó desnuda, solo vestida con un pequeñísimo tanga.

Los muslos eran exquisitos también. Agarró el tanga por la cinturilla de la prenda y la deslizó hasta los pies, quedándola desnuda.  No esperó ni un segundo.  Se tiró sin paracaídas al sexo de la mujer,  aplicándole la lengua a tope.  Ella dio un respingo, ya que no esperaba algo así tan pronto, pero se dejó hacer. Se abrió toda. Se ofreció sin tapujos y Jacinto comenzó el mayor goce de su vida.

Le hizo sexo oral mucho tiempo, mientras ella orgasmaba a placer.  Se tiró sobre ella y la penetró hasta el fondo.   Se controló bien.  La disfrutó más de una hora y no siguieron por si volvía Matilde. 

Al terminar Jacinto se levantó,  y de pie se quedó mirando a la mujer,  tirada sobre la cama, que lo miraba con una sonrisa de satisfecha.  El miembro de él aún se mantenía semiduro, y Jacinto estaba orgulloso. Hubiera repetido.

-  Te la meto otra vez, cielo?

-  No, que puede ya venir tu mujer….Seguiremos otro día… Sabes… te dire´algo…

-  Qué es, cielo?

-  Se un poco porque me has hecho esto, un poco por venganza…

-  Venganza..?

-  Venganza, sí, hacia mi marido…

Jacinto no sabía que decir, pero intuía por donde iba la cosa.

-  Luis se folla a tu mujer….  Yo lo sabía antes incluso que tú…

-  Y has aguantado…?

-  Sí, he sido realista como tú… Mejor cornuda que provocar un incidente familiar tan serio.  Pero también le tenía ganas de ponerle los cuernos y además, yo sabía por algunos detalles, que tú estabas también enterado. Así, qué mejor,  que ponerles a ellos los mismos cuernos.

Jacinto nunca se explicó bien, como cuándo surgía la conversación de su mujer y su sobrino,  entraba en erección. Allí de pie, junto a la cama, mientras Sara le hablaba del tema,  su miembro comenzó a subir….

-  Jjajajaajajaa…. (a Sara le hacía gracia)…. Te has vuelvo a empalmar….jajajaa.

-  Será del morbo… pero ahora tengo de nuevo de que correrme, lo siento por ti, cielo…

-  No lo sientas, no lo sientas, también lo deseo, pero rápido que tenemos poco tiempo.

-  Ponte a cuatro patas, sabes… a tu marido y a mi mujer les gusta mucho así….

Ni cortos ni perezosos. Imitando los polvos de los otros dos amantes.  Como si así fuese mayor la venganza.

El culo de la sobrina, más voluminoso que el de su mujer, entusiasmó a Jacinto. Pero además, sin querer,  por error, en esa postura y de un golpe, la enculó totalmente…

-  Ayyyyyyyyyyyy, tío, tío…..cuidado, soy virgen por ahí….

Jacinto aflojó la presión pero no sacó el miembro del trasero de su sobrina.  Cuando ella se fue dilatando y el dolor fue dando paso al placer, metió las manos bajo su vientre para masajear su clítoris.  Ahora sí fueron fuertes los quejidos de ella.   Explotó en un fuerte orgasmo, pero además con palabras de grueso calibre hacia su marido…

-  Toma, toma…. Cornudo… que pensabas, que no era yo capaz… jódete, jódete… que placer, tío, sigue, sigueeeeeeeeeeeeeee, asíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…

Jacinto llenó de semen el recto de la sobrina.   Ella se dejó caer sobre la cama y él sobre ella, sin sacarla todavía.  Luego se fue aflojando el miembro hasta salirse casi solo. 

-  Vamos arriba, cielo… que es tarde.

-  Qué gusto me has dado, tío… que rico…… seguirás siendo mi amante.

-  Pues claro… tenemos derecho, no?.

La vida continúo gozosa para ambos.  Para  Jacinto, porque el morbo de cepillarse  a su mujer, y luego a la sobrina, le daba un placer infinito.  Y sobre todo,  cuándo sabía que a Matilde se la acababa de cepillar no hacía mucho Luis.  Entonces, había para él como esa dulce venganza que le provocaba un deseo irrefrenable.   En definitiva, cada uno de los cuatro disfrutaba con dos amantes distintos,   y todo ello procurando la mayor discreción.

Os diré´algo, para terminar… A mí me dan envidía….  A vosotros no?