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Mi hermanito vicioso

en Sexo con maduras

Mi hermanito vicioso

  Me di cuenta enseguida: la madura quería agradar,  gustar  a los hombres.   Le calculé unos cincuenta años recién cumplidos,  de media estatura,  ni gruesa ni delgada.  Bien conservada y elegantemente vestida con falda algo corta y una blusa a juego.   Suaves curvas de mujer en trasero y caderas y un pecho mediano que ella procuraba insinuar con estilo. Un ligero toque de coquetería llevaba al fin a considerarla como una mujer atrayente,  ella quería gustar y lo conseguía.

Ella, Carmen se llamaba,  era la dueña de un apartamento que se anunciaba en alquiler y yo concreté una cita con ella para verlo y decidir si me interesaba.

Yo soy Julio, veintiocho años, soltero y buen amigo de seducir a  mujeres de todo tipo.  Sin considerarme un seductor nato, sí tengo ya conocimiento suficiente para saber ante que tipo de mujer me encuentro, y esta, como digo, jugaba discretamente a ser coqueta: voz suave y melosa, sonrisa encantadora,  etc.

Yo había conseguido un buen trabajo en el centro de la ciudad y eso me permitía independizarme de casa de mis padres, que vivían algo alejados del centro.   Podía ahora ir y venir andando al trabajo y entre otras ventajas  quedar también con alguna  mujer que se dejara llevar a la cama.  Mi madre protestó un poco, le gustaba que siguiera en casa, pero mi padre, como hombre y también algo mujeriego que había sido, lo entendió enseguida.

-         Hijo, haces bien.  Teniendo tu propio sitio, estando solo, podrás follarte a todo lo que se mueva sin dar explicaciones.

Llegó la dueña a la hora convenida y hablamos sobre  las condiciones del alquiler.  Era un precio razonable, el piso estaba muy bien acondicionado y como vengo diciendo, la señora me causó una buena impresión, así que comencé desde el primer momento a sonsacar a la propietaria para conocerla mejor.   Ella me indicó que para abonarle la renta me facilitaría un número de cuenta bancaria y yo le haría una transferencia todos los meses.  Propuse otra solución.

-         Ya que me ha dicho vd. que vive por aquí cerca, y pasa a menudo por la puerta,   me gustaría que viniese vd. personalmente a cobrar la renta cada mes,  lo prefiero.

-         Muy bien, pues así lo haré.

Nos sentamos en la mesa del saloncito, para que yo estudiara el contrato que ya traía preparado, solo había que ponerle nombre y firma.  Ella se había sentado de lado junto a la mesa, frente a mí, con un cruce de piernas que facilitaba la vista de unos hermosos muslos bronceados.  Y esa vista acabó despejando cualquier duda que yo tuviese sobre el alquiler, la señora estaba estupenda y yo muy convencido, como ya he dicho, de que era coqueta y le gustaba ser admirada. 

-         Bueno, creo que todo está en orden –le dije-.   Me quedo con el alquiler.  Si le parece bien,  revisamos un poco como está todo y si funcionan los electrodomésticos.

-         Vale, bien, bien. Pero no me llames de vd. por favor, que me haces más mayor…ajajaja.

-         Como quieras, Carmen.

Después de echar un vistazo a todo el piso,  solamente el microondas parecía fallar.  Ella se mostró dispuesta a cambiarlo de inmediato y dijo que al día siguiente traería uno nuevo.  Yo aprovechaba cualquier cosa para hacer comentarios que me permitieran conocer más detalles sobre la señora, que la verdad,  me estaba  gustando mucho.

-         Bueno, el microondas pesa mucho para vd., mejor que me lo acerque su marido y yo bajo en un momento a buscarlo.

-         Jjajajajaja, no, no. No tengo marido.  Soy viuda.

-         Vaya, viuda tan joven, lástima.

-         No soy tan joven, que voy a cumplir pronto los cincuenta y nueve.

-         ¿Cincuenta y nueve…?.  No puede ser…

Lo dije de forma espontánea, sincera.  La verdad que la señora en modo alguno aparentaba esa edad.

-         Pues sí, hijo, sí.  Esa es mi edad.  Muchas gracias por el cumplido.

Al día siguiente trajo el microondas, yo le ayudé a subirlo,  lo estuvimos probando un rato y le serví un café, que ella aceptó encantada.   Se despidió con la promesa de que pasaría de vez en cuando tanto a cobrar como a comprobar si había alguna incidencia en el piso.  Yo ya con cierto descaro la tiraba los tejos.

-         Pues será un placer verte a menudo, Carmen.  No me falles en esas visitas, que me alegras el día.

-         Jjajajajaja… -tenía una risa encantadora, cristalina, juvenil-.   A mí también me agrada mucho saludarte.  Volveré pronto.

Se pasó por el apartamento un par de veces durante el mes siguiente.  Su disposición a agradar era aún más patente: venía más arreglada, mejor maquillada, algo más de escote.   Me ponía hecho un burro y estaba seguro que ella lo notaba y le divertía.  En alguna de esas visitas ya me atreví a tocarla, pasarle el brazo por el hombro y darle un apretón por la cintura, sin que ella mostrara rechazo alguno.

Tenía muy seguro que la situación prometía y la ocasión surgió un sábado, antes de mediodía.  Yo había salido a efectuar algún encargo y me la encontré en la calle, camino de casa.  Era pleno verano, con un calor tremendo. Iba sofocada cargada con algunas bolsas de la compra.   Me ofrecí a ayudarla y  le cogí las bolsas, mientras seguíamos caminando.   Para llegar a su casa hay que pasar antes por el apartamento y al llegar al portal hicimos un intento de despedida.   Para continuar hasta su casa, la calle tiene una fuerte pendiente.  Ella se quejó del esfuerzo.

-         Uffff, ahora con este calor y las bolsas, me falta subir la cuesta, no se si llegaré  viva…ajajaja

Entonces me envalentoné,  ahora o nunca, me dije.

-         Sí, es demasiado calor y mucha carga la que llevas.  Anda, sube un momento, descansas y luego te llevo con el coche.

Ella vaciló un momento, pero aceptó.  Una vez arriba fue al baño para refrescarse, alegando que venía sudando de la caminata.  Tardó mucho tiempo, lo que interpreté como buena señal.  Cuando salió le serví una  cerveza.

-         Uffff, que no estoy acostumbrada a beber, me voy poner tonta.

-         Eso es lo que yo quiero…ajajaja

-         Jjajajajajaja,  que malo que eres.

La invité a comer.  Soy buen cocinero y esa mañana había preparado una buena ensalada y una merluza en salsa.  Comió con buen apetito, alabando mis platos.  Siguió bebiendo cerveza y se fue desinhibiendo cada vez más.   Acabamos, como era natural, con algunos comentarios e insinuaciones subidos de tono.

-         Julio, dime:  ¿a cuántas te traes aquí?.. Seguro que una cada semana…ajaja

-         Pues no, Carmen, no tengo tanto éxito.   Seguro que tú tienes más y tienes a los que quieres.

-         ¿Yooooooooo…?  Jajajaja.  Hace años que no me como una rosca.

Estaba excitada, sin duda. Con la ayuda de la cerveza se había animado.  Exquisita en sus gestos, su sonrisa,  su coquetería.  El vestido se le subía por los muslos arriba, sin que hiciese nada por estirarlo.   Yo tenía una erección tremenda.  

Tras el postre, un chupito frío de licor fue el punto crítico.  Sin poderme contener me levanté, la abracé por detrás y le di besos en el cuello y en las orejas.  Se pegó a  mí, deseosa,  necesitada.  Busqué su boca y no me la negó, al contrario, me la ofreció abierta, jugosa.  La llevé pasillo adelante, camino de dormitorio, pero estábamos tan excitados que la fui desnudando por el camino.  Le bajé la cremallera del vestido, dejando su espalda al aire y por la abertura desabroché el sujetador, quedando libres los pechos.  La sujeté contra la pared del pasillo, llenándola de besos y bajando el vestido  hasta la cintura.  Retiré el sujetador, quedando con los pechos al aire,  estaba bellísima. 

Seguí manoseando todo su cuerpo en el mismo pasillo.  Levanté el vestido para quedar al aire la parte inferior de su cuerpo.  Llevaba una braguita blanca, muy sexy, que me encantó y se lo hice saber.

-         Carmen, que braguitas más lindas, que buen gusto.

-         Me las acabo de poner…ajajajaa.  Llevo una siempre en el bolso por lo que pueda suceder.

Sin llegar al dormitorio,  bajé la braga y la saqué por sus pies. Había un mueble, tipo consola, algo bajo y le levanté un pie para que lo apoyara en el mueble, quedando abierta.   Me puse de rodillas y metí la cabeza bajo el vestido, para encontrar su sexo.  Depilada,  fresca,  su coño era el mejor postre.   Así que sin más  requisitos,  pegué mi boca a su hendidura, ya chorreante y lamí con desesperación, mientras ella gemía de forma algo escandalosa.  Tuvo el orgasmo de forma casi inmediata y tuve que sostenerla por las axilas, pues las piernas no la sostenían.   Casi en vilo, la conduje a la cama donde continuamos una larga sesión de sexo.  Muy buena amante,  con tendencia a ser sumisa, a dejarse hacer, aunque no por ello dejaba de demostrar que disfrutaba tremendamente con el sexo.

Comenzó a visitarme en el apartamento cada quince o veinte días.   Gozamos mutuamente el uno del otro con mucho entusiasmo.  Al poco tiempo ya aprendí su comportamiento en la cama, que era algo curioso.  Tras comenzar la sesión tenía un orgasmo bastante rápido, potente,  largo,  durante el que gemía como una posesa, yo procuraba taparte la boca con la mano o con la almohada, aunque era difícil evitar que la oyera algún vecino, especialmente el de la planta de abajo.   Este vecino,  un joven casado también bastante putero como yo, me lo comentó un día en el portal.

-         Joder, Julio, esa tía que te follas de vez en cuando, mira que es escandalosa,  como grita, la jodía..

-         Disculpa, procuraré que no se oiga, a ver si lo consigo.

-         No, nooooooo, tranquilo, todo lo contrario, no te imaginas lo cachonda que se pone mi mujer cuando la oye,  me viene estupendamente, acabo casi siempre echándole un polvo…ajajja.

e

Después de ese potente orgasmo, Carmen se relajaba totalmente, entraba en una especie de sopor,  se quedaba prácticamente dormida.  Pero no por ello renunciaba a más sexo, le gustaba seguir recibiendo en esa forma, decía que le resultaba muy gratificante que la follaran así, medio dormida.   Adoptaba la cómoda postura de la cucharita, es decir, ella de medio lado, con las rodillas subidas, ofreciendo el culo.  Yo desde atrás, algo atravesado en la cama, me la follaba en esa postura,  penetrándola unas veces,  otras metiéndole los dedos, tocándole el culo y la espalda,  le agarraba una teta, etc.  En alguna ocasión transcurría así una hora,  en la que estaba todo el tiempo receptiva.  Pasado ese largo tiempo la excitación le subía,  se agitaba cuando le venía el orgasmo, apretaba el culo hacia atrás buscando al macho y se pegaba otra corrida.  Después ya volvía en sí de ese sopor, unos cuántos minutos más de calma y luego ya se desperezaba para incorporarse, lavarse y vestirse.  Yo a menudo me quedaba también agotado en la cama, viéndola vestirse, arreglarse, me encantaba ver como se transformaba de una auténtica putita en la cama a toda una señora para salir a la calle.   Una delicia de mujer.

Y bueno, ya es hora que aparezca en este relato mi hermano, mi hermano Daniel.  Es un chico de 17 años.  Somos cuatro hermanos, yo el mayor y él es el menor, por eso la diferencia de edad.  Lo quiero muchísimo, prácticamente lo he educado yo, le he ayudado en los estudios, etc.  También él tiene por mí especial devoción y aprovecha el tiempo que puede para estar en mi compañía.

Ahora que me he independizado,   aprovecha también para quedarse en el apartamento,  con esa excusa de que está en el centro y los fines de semana puede entrar y salir con algún amigo, al cine,  o cualquier otra actividad sin tener que desplazarse desde el  barrio donde viven mis padres.

Daniel es un chico fuerte, alto y bien parecido.  Algo tímido,  motivo por el que le cuesta relacionarse especialmente con las chicas.  No se ha estrenado aún y eso le trae un poco de mal humor, diciendo que los compañeros de su edad ya follan bastante, cosa que yo procuro desdecir para que se tranquilice.

-         No te creas todo lo que te digan, Daniel.  Hay mucho que va de chulo y a  lo mejor no se come una rosca.

Tengo mucha confianza con él y me permitía contarle mis aventuras con la dueña del apartamento,  que él escuchaba con mucha atención,  deseoso de aprender cosas de mujeres.  Me comentó que le gustaría conocerla y le advertí que bueno, pero que seguro que después se iba a hacer bastantes pajas pensando en ella.  De esta forma le quedé muy intrigado.

Una de las tardes que Carmen tenía previsto visitarme para echar el polvo acostumbrado,  le dije a Daniel que viniese a visitarme.  Sabía por mi parte que sacrificaba el polvo con la madura, pero quería darle esa satisfacción a mi hermano de conocerla.

Llegó la dueña a la hora acostumbrada y al abrirle la puerta le musité en voz baja que había venido mi hermano.

-         Se nos ha fastidiado el polvo, cariño… -le dije en voz baja-.

-         Vaya, que lástima.  Pero volveré mañana…ajajajaja.

-         Pasa un momento, mi hermano está en el salón.

Daniel, con unos libros y papeles sobre la mesa hacía como que estudiaba.  Les presenté,  la madura le dio un beso como saludo y comentó que era un chico muy guapo y fuerte,  cosa que hizo sonrojar un poco a mi hermano.  Luego pasamos a la cocina ella y yo para hablar algo de los temas del apartamento y se despidió de nuevo de mi hermano con otro beso.

Daniel quedó encantado.

-         ¿Te ha gustado la madura, eh?

-          Joder, a quien no, está buenísima.

El interés de mi hermano fue creciendo desde que la conoció y no dejaba de preguntar detalles de cómo era la mujer en la cama, como me la follaba, que tal estaba desnuda, etc.  Tal como yo le había dicho,  se estaba haciendo pajas continuas a la salud de la buena señora.  

Coincidió varias veces en las semanas siguientes mi hermano con la madura, y sin duda que se fue enamorando un poco de ella, cosa normal en su edad, en la que se ve a las mujeres mayores un poco como a la madre,  se busca la ternura, el cobijo,  huyendo un poco de las tonterías que tienen las chicas jóvenes. 

Yo seguía comentando a mi hermano los detalles de mis encuentros con Carmen, cosa que él agradecía.  Uno de aquellos días me dijo que le gustaría verla desnuda, que pensaba en ello a menudo y que sería su primera mujer al natural.  Por fin un día me decidí a darle esa satisfacción.   Como la mujer entraba en esa fase de sopor tras el primer orgasmo, sería fácil. Cuando había quedado con ella para alguno de nuestros encuentros, Daniel estaría allí, oculto en una de las habitaciones.  Yo dejaba entreabierta la puerta del dormitorio y le informé a mi hermano que podía asomarse para vernos follar,  cuando hubieran pasando unos quince minutos desde que ella se pegaba la primera corrida, cosa que él podía oír bien por los gemidos de ella.

Y así lo hicimos.  Yo me follaba a Carmen como era habitual y cuando ella se daba la vuelta y se ponía a dormitar relajada,  Daniel se asomaba a la puerta y veía el espectáculo de la mujer deseada, desnuda, entregada. Desde el pasillo se hacía buenas pajas observando el cuerpo de la madura.   Como era de esperar, nos fuimos atreviendo a más.  Una de aquellas tardes en que la madurita casi roncaba, le hice una señal a Daniel para que entrara, que viera más de cerca.  Se aproximó en silencio y le hice una seña para que se sentara en el borde de la cama. Tenía el rostro descompuesto de deseo, los ojos muy abiertos, expectante.  Cierto que la mujer, así colocada,  con el culo ofrecido, con sus bonitas curvas, era de un erotismo impresionante. 

Comencé a follarla despacio, entrando y saliendo en ella, apartándome un poco para que mi hermanito viese como mi miembro desaparecía en el coño de la mujer, era la mejor forma de que fuese aprendiendo.  Me aparté un poco de ella y levanté con una mano la nalga superior, para que quedara bien a la vista su sexo.   De esa forma pasé los dedos de la otra mano por la hendidura jugosa,  le señalé a Daniel el clítoris, que era grandecito cuando se excitaba.  Volví a pasar los dedos, mojándolos bien en los flujos femeninos y me llevé la mano a la nariz y a la boca, lamiendo la mano.   Con una seña indiqué a mi hermano que hiciese lo mismo y no se hizo esperar.  Sus dedos rozaron por primera vez un sexo femenino y también se llevó los dedos a la boca.  Con un susurro le musité:

-         ¿ A que sabe rico, eh?

Hizo un gesto afirmativo y volvió a repetir, le había encantado.  Pero la mujer se rebulló algo en la cama y le hice a Daniel un ademán para que saliese rápido.  Comenzaba a salir del sopor, era hora de volver a penetrarla para que tuviese su segundo orgasmo.

Durante muchos días Daniel actuó de voyeur.   Pero yo lo veía algo nervioso, estaba claro que aquello no le satisfacía plenamente.  Lógico que el chico quisiese follar y mucho más viendo como yo me disfrutaba a la madura.  Entendí que tenía que ser más generoso por mi parte y cederle algo mi sitio.

-         ¿ Te quieres follar a Carmen, verdad, Daniel?

No contestó, pero su expresión era bien explícita.  Andaba el pobre salido como un burro.

-         Pues vale,  verás como lo hacemos.  Si le decimos a ella que te la quieres montar, dirá que no, lógicamente.  Así que lo haremos a traición.  Cuando yo me la esté follando,  y ella empiece a dormitar, yo me retiro despacio y te colocas tú.  Ella ni se entera, ya verás.

Accedió mi hermano, con algo de miedo, pero su deseo era muy grande para decir que no.  En la siguiente vez que ella acudió a la cita,  así lo hicimos.  Le di unos consejos, aparte de lo que ya había visto en directo.

-         Tú tranquilo, acertarás a la primera.  Ella, al estar siendo follada,  está abierta, mojada,  y le meterás la polla con toda facilidad.

Daniel se colocó al lado de la cama y yo comprobé el estado  de sueño de la mujer.  Me retiré despacio, ocupando mi hermano mi lugar.  Estaba erecto como un burro, el puñetero. Me quedé un momento, observando como se colocaba y acercaba el duro miembro (lo tiene algo nás grande que el mío) al culo de la mujer.  Empujó con las caderas y se quedó quieto, se la había metido al completo.  Ella gimió suavemente,  aceptando el regalo, pero sin volver en sí.  Tras unos momentos para comprobar que ella no reaccionaba,  Daniel inició un lento bombeó, saboreando las entrañas femeninas, con los ojos cerrados, concentrado en su primera follada.  Había aprendido bien en las clases prácticas que le había dado.

Yo lo tenía bien aleccionado, en el sentido de que cuando notara que ella se había corrido  (te darás cuenta –le dije-  que se mueve, que te aprieta el culo, que gime algo más y luego se relaja otra vez), que terminara enseguida también y saliese de la habitación.  Yo entraría en ese momento  y me quedaría al lado de Carmen, como si el follador fuese yo.  Ella volvía en sí ,después de la corrida sin darse cuenta del engaño,  se daba la vuelta, me miraba con sonrisa satisfecha, me daba a veces las gracias y se levantaba a lavarse.

Estuvimos así bastantes semanas.   Nos cambiábamos mi hermano y yo en la forma explicada.    Daniel estaba que no cogía en si de gozo, se había transformando,  se volvió más maduro, más entero e incluso mejoró en los estudios.  Se había vuelto un hombre.

Pero un día tuvo lugar la mala suerte,   era de esperar que más tarde o temprano ella se diera cuenta.  Y la causa vino con un fuerte golpe que se oyó en el techo de la  habitación, en el piso de arriba habían dejado caer al suelo algún objeto pesado y retumbó con fuerza.  Carmen se despertó sobresaltada, se giró un poco y entonces fue cuando vio a mi hermano.

-         Ehhhhhhhh,  ehhhhhhhhhh,  joderrrrrrrrrrrrr…….¿Qué haces aquí,  Daniel?.  ¡Me estabas follando, cabronazo¡.  ¿Tu hermano donde está? Por favor, esto no puede ser…¡ Juliooooo….¡

Acudí enseguida y entré en la habitación,  yo estaba mirando desde el pasillo, como era habitual.

-         ¿Qué pasa, Carmen?

-         ¿Cóoooomo que qué pasa?.  Tu hermano está aquí, en la cama  follando conmigo.. explícame esto…

-         Bueno,  te diré:  el pobre anda necesitado, tú le gustas mucho, ya sabes y le he dejado que disfrute un poco contigo, tú lo mereces.. (le eché rostro a la situación, que remedio).

-         Esto es para denunciaros, es como una violación, me habéis engañado, no hay derecho…  ¿Y qué tiempo hace que me folla este niño?.

-         Hoy solo, no te preocupes..

-         ¡ Eso no te lo crees ni tú…¡.  Seguro que lleva follando conmigo hace mucho, no tenéis vergüenza, cabrones…

Ella se había acomodado en la cama boca arriba y se había tapado totalmente con la sábana.  Noté que estaba enfadada de verdad, pero que su genio se iba como diluyendo un poco.

-         No te enfades, Carmen,  por favor.  Entiéndelo, el chico no tiene otra oportunidad, es tímido, no liga con las chicas. Y ya es hora de que tuviese relaciones sexuales.

-         Ya, ya, claro y tenía que ser conmigo, que puedo ser su madre, que bien…

Estaba sucediendo algo curioso con Daniel, que se había quedado de pie al lado de la cama.  En esas situaciones es normal que a cualquier amante se le afloje la picha a consecuencia del susto,  Pero a él no,  bien fuera porque estaba ya punto de correrse, o por la fuerza propia de su juventud,  seguía con el pollón casi erecto, desafiante.  Decidí seguir echándole cara al asunto.

-         Mira, Carmen, como está el pobre,  el susto que se ha dado cuando estaba en lo mejor…no es justo que se  interrumpa así, con lo bien que estaba.

-         Ya, ya… y resulta que ahora voy a ser yo la culpable, joer.

-         No, pero fíjate,  como la tiene, seguro que le duele al pobre no poder culminar.. ¿A que te duele un poco, Daniel?

El chico, inteligente, captó mi insinuación y me siguió la corriente.

-         Sí, sí, me duele un poco, estoy molesto.

La mujer se quedó mirando el miembro erecto,  poderoso.  Vaciló un poco sin saber que hacer, pero al final la putita que llevaba dentro, salió a relucir al completo.

-         Vale, vale, está bien,  terminemos la faena. Ven, Daniel, ven aquí.

Con un gesto decidido apartó totalmente la sábana y se quedó desnuda, abierta boca arriba, mostrando el sexo jugoso, todo un espectáculo de hembra.

Daniel no se hizo esperar y subió de nuevo a la cama, colocándose encima de ella.  Su primer misionero, la primera vez que follaba encima de una mujer,  sintiendo toda su piel en contacto.  Sin saber bien el porqué, yo me quedé allí, observando, cosa que a ella no le importó, al contrario, parecía que gozaba demostrándome como hacía feliz a mi hermano.   Daniel apretó fuerte, clavando las rodillas,  movió el culo bombeando con fuerza, machacando el coño de la madura, ella agitó las piernas, las levantó todo lo que pudo, gimió como una burra en celo y ambos se corrieron al mismo tiempo, quedando después relajados.

-         Bien, bien, Daniel.. Te has portado bien  -dijo ella acariciando un poco los cabellos del chico-. Pero tengo que marcharme, déjame,  esto ha sido demasiado para mí.

Sin decir apenas más,  ella se levantó para darse la ducha habitual y se vistió despidiéndose de los dos, sin más comentarios.

Nosotros pensamos que no iba a volver, pero al cabo de unos cinco días terminaba el mes y tenía que venir a por la renta.  Y volvió.  Algo tímida,  se sentó un momento (Daniel no estaba).  Creí que era oportuna una disculpa.

-         Perdona lo del otro día, Carmen.  Ya se que fue muy fuerte…

-         Ya, ya… No pasa nada.

Tras algunos comentarios sin importancia sobre el apartamento,  se dirigió a la puerta para despedirse y entonces me sorprendió gratamente con su comentario.

-         ¿Sabes, Julio?.  No he podido dejar de pensar en lo sucedido todos estos días.

-         Lo entiendo, Carmen,  que habrá sido muy desagradable para ti. Lo siento.

-         No, no, al contrario, no he dejado de pensar en ello porque me gustó muchísimo.  Quizás haya sido ese morbo de follar con un hombre tan joven, no lo sé.  Adiós.

No esperó más, se fue rápido, algo vergonzosa de lo que acababa de decir.

Daniel y yo esperamos noticias de ella unos quince días.  Me llamó al cabo de esos días, para saber si estaba mi hermano.  Todavía con cierta timidez me dijo que quería hablar con él,  comentar lo sucedido, aclararlo, etc.  

Quedamos a la hora habitual y cuando ella llegó yo tenía puesta la ropa deportiva, dispuesto para salir.

-         ¿ Te vas?

-         Sí, tengo que hacer algo de ejercicio.  Además, creo que lo que tienes que hablar con Daniel será mejor que lo hagáis a solas.

Le había dicho antes a mi hermano que me llamase cuando terminase esa conversación, aunque yo imaginaba ya que habría más que palabras.   Tuve tiempo de hacer ejercicio y  de tomar unas cervezas con una amiga, hasta que él me llamo.

-         Ya puedes volver, Julio, se ha marchado.

Cuando llegué, expectante,  le pregunté enseguida de qué habían hablado, como tanto habían tardado.

-         No hemos hablado apenas.  Hemos follado.

-         ¿Todo el tiempo?

-         Sí.

-         ¿Casi dos horas?

-         Sí.

Joder, con el hermanito.  La madura, que venía a visitarme a mí unas dos veces al mes,  comenzó a venir dos veces por semana, pero ignorándome totalmente, se metía en el dormitorio a follar con Daniel y a mí ni caso. Se habían enviciado mutuamente.  Echaban polvos muchos más largos de los que yo hacía y además la mujer no paraba de gemir, parece ser que perdió esa costumbre de dormitar, sin duda para no perderse nada.

Al principio yo me ausentaba, pero me di cuenta que no podía pasarme tanto tiempo en la calle mientras ellos follaban. Así que me quedaba en el salón, cosa que no les importaba.  Uno de aquellos días oía yo a Carmen gemir mucho más fuerte y con otro tono distinto. Tuve curiosidad y esta vez actué yo de mirón otra vez, me acerqué a la puerta del dormitorio para mirar.   La madura estaba boca abajo,  mi hermano encima, sujetándole las muñecas,  mientras presionaba fuerte contra su culo.

-         ¡ Joderrrrrrrrrr…….  Será cabrón, le está dando por el culo…¡

Yo no la había sodomizado y había sido mi hermanito vicioso el que lo había logrado.  Los gemidos duraron poco, la madura aceptó el enculamiento y se relajó,  era muy putita y aguantaba bien.

Bueno, pues nada, a rey muerto, rey puesto, como se dice.   Me tuve que buscar otro apaño,  recurrí a una amiga que había sido medio novia mía hacía ya algún tiempo, que se había casado pero que no era muy feliz en el matrimonio. Cuando le propuse relaciones íntimas de nuevo aceptó de inmediato.  Y más de una vez coincidimos los dos hermanos,  cada uno con su amante en una habitación, oyendo cada pareja los gemidos de la otra…

Lógicamente, mi hermano aparecía poco por casa de mis padres.   Como siempre, mi padre, que era listo para estas cosas,  detectó rápido la causa.

-  Otro putero, nos ha salido en la familia.  Bien, bien… que siga la racha.