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Mi suegro, mi amante (2)

en Amor filial

MI SUEGRO, MI AMANTE (2)

  Tras haber iniciado esa relación con su suegro, que nos contó Paula en el relato anterior,  ella me hizo llegar después de un tiempo algunos detalles más de su escabrosa relación.   

He aquí uno de esos episodios,  entre otros muchos, de sus morbosos encuentros.

 “Ya había dado el paso de convertirme en amante de mi suegro. Había ocurrido como sabéis de una forma no premeditada,  un inicio casual, aunque existiese ya un fondo que nos incitaba a lo que finalmente ocurrió.

 Tras aquel primer encuentro en la cama,  en aquella tarde de tormenta,  entramos en un deseo mutuo, tremendamente morboso.   En ocasiones tuve que pedir a mi suegro que dejara de visitarnos durante algunas semanas,  ya que había que poner un freno en nuestra actitud, cada vez más atrevida. Pero al final, ya fuese uno u otro,  volvíamos a caer de nuevo en nuestra relación tan viciosa y desvergonzada.  El sexo se convirtió para mí en una necesidad, como la misma comida.    Así que si mi suegro al final, haciéndome caso, demoraba algo sus visitas a nuestra casa, al final acababa yo llamándole, diciéndole que viniese.  Otras veces, se presentaba él de improviso. 

Lo cierto es que nuestros encuentros sexuales en las ausencias de mi marido, se sucedían en cualquier momento y lugar.   Siempre me cogía receptiva, no me negaba a nada, porque yo  andaba todo el día por la casa como perra en celo.  Por su parte,  había recuperado a pesar de sus años el vigor sexual de la juventud.  El deseo que por mí sentía lo hacía empalmarse con tremenda facilidad. 

Me poseía en el dormitorio,  en el baño, por el pasillo.  Era común en él abordarme de improviso,  arrojarse a mis pies y bajarme la ropa interior, estando yo de pie por la casa.  De rodillas pegaba su boca a mi coño, ya hacerme el sexo oral era su vicio favorito. Yo no podía resistirme, así que me dejaba caer un poco, doblando las piernas, apoyada en la pared, me abría para facilitar el juego de su lengua y allí mismo me corría. Otras veces me dejaba caer al suelo y allí mismo me penetraba.

 Podría contar muchos de estos encuentros, pero ahora se me viene a la memoria uno de los más morbosos que vivimos, ya que mi marido estaba cerca. 

Yo ya estaba embarazada, de cinco meses. No de mi suegro, claro.   Cuando mi marido y yo decidimos que había que tener un hijo, le pedí a mi suegro que se abstuviese de venir mientras me quedaba preñada. Me obedeció bien en eso, y no apareció en dos meses. Cuando le comenté que ya estaba encinta,  que me falta la regla,  volvió de nuevo y los encuentros volvieron a tener lugar, incluso con más pasión, ya que el hecho de estar preñada parecía que lo incitaba más. 

Me levanté aquella mañana del sábado sobre las nueve de la mañana.  Era primavera, con un buen sol. Vivimos en una casa unifamilar, en una urbanización tranquila. La vivienda tiene un pequeño jardín en su parte delantera, separado de la calle por una pequeña verja.  La cocina tiene una ventana a ese pequeño jardín.

 Yo me había ya duchado y para desayunar, y antes de vestirme de calle para salir a algunas compras, volví a ponerme el camisón de dormir,  sin nada debajo.    

En la cocina, mi suegro preparada unas tostadas, que sabía que a mi me gustaban.  Mi marido, que había madrugado algo más, estaba en la calle, conversando animadamente con algunos vecinos con los que compartía aficiones sobre deportes.. Se oían sus voces y risas a través de la ventana.

 Mi suegro, sentado junto a la mesa de la cocina, esperaba mi llegada para comenzar el desayuno. 

-                      ¿Has preparado ya las tostadas, Manuel?

-                      Sí, Paula. Buenos días..  Te esperaba para comenzar.

-                      Vale.  Yo ahora voy sirviendo el café. 

Retiré la cafetera y comencé a llenar las tazas.  Estaba de pie, al lado de mi suegro.  El, sentado,   pasó la mano detrás de mis rodillas y fue subiendo. 

-                      Es que no te puedes estar quieto… me vas a quemar con el café… -protesté-.

-                      No puedo evitarlo cielo, hace ya muchos días que no te tengo. 

Cierto era, mi suegro hacía ya un mes que no venía a visitarnos. Había llegado la noche anterior, algo tarde y no habíamos tenido oportunidad. 

-                      Bueno, te paciencia, -le dije-, ya sabes que tu hijo sale a hacer deporte después de comer.

-                      No sé si podré esperar… 

Seguía sobando mis muslos y mis nalgas bajo el camisón… 

-                      Me encantas cuando estás sin bragas, -dijo ya totalmente salido- 

Yo me estaba ya mojando, como auténtica guarra.  Siguió sobando mi culo, apretándome contra él, sin dejar que me separara.   

-                      Quiero follarte ahora, Paula.

-                      No puede ser, está ahí tu hijo, en la puerta, puede entrar. Nos puede ver, no estoy a gusto.

-                      Tranquila, tiene para rato con sus amigotes.  Apaga la luz. Cierra la ventana.  Eso es… Con la cortina es imposible ver nada de fuera hacia adentro.  Desde aquí los estamos viendo, si entra nos da tiempo a colocarnos. 

Sin mas preámbulos, el muy cabronazo, apartó los trastes de la mesa.  Me hizo inclinarme sobre ella, con el culo ofrecido.  Me apoyé, cruzando los brazos sobre la mesa.   Él me levantó por detrás el camisón y se bajó el pantalón del chandal que llevaba. Así de fácil.   Con una mano separó algo mis nalgas y con la otra dirigió su tallo ya bien erecto a mi coño.  No hizo falta preparación previa, yo ya chorreaba, necesitaba también una buena follada.

De un solo golpe, hasta el fondo…¡  Sentí golpear fuerte su cuerpo contra mi culo.  Llegamos a desplazar un poco la mesa. Menos mal que la ventana estaba cerrada, y los de fuera estaban polemizando algo sobre fútbol, con voces altas. De lo contrario hubieran sentido mis gemidos de puta…  Era algo inusual, de películo porno.  Allí, penetrada por el padre de mi marido,  gimiendo de placer,  mientras de fondo me llegaba la voz de mi marido.  Pero yo había alcanzado ya un nivel total de degradación puteril,  sencillamente, pensaba con el clítoris, no con la cabeza.

Me corrí enseguida la primera vez, como era mi costumbre.  Luego me relajé y seguí aguantando sus envites.  La situación era realmente escandalosa.  Su hijo, mi marido, allí a pocos metros y nosotros follando, poniéndole los cuernos sin reparo alguno.  El morbo era tremendo, era un polvo más prohibido aún, arriesgado.

Pero él siguió penetrándome. No teníamos prisa, a pesar de todo.  Siempre queríamos disfrutar largo rato.  En esa posición, incluso consiguió meterme un par de veces la cabeza del nabo por el mismo culo… Me quejé….ay…….¡¡.   Ya me la había metido más veces por vía anal, pero con lubricante, claro.  Ahora solo tenía mi humedad natural.  No forzó la entrada total del miembro por esa vía, pero durante un largo rato me hizo disfrutar por ambas entradas.

Decidimos terminar,  parecía que los de fuera empezaban a despedirse.   Me la encajó de nuevo en el coño…Apretó….sujetándome fuerte por las caderas, estaba a su voluntad.  La penetración era profundísima, sentía la punta de su estaca en lo más íntimo. Volvieron de nuevo mis dulces sensaciones,  una oleada de calor me invadía… 

-                      Apriétame, cariño, así… no me la saques ya…. Voy a terminar… eso…..así, asíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. 

Dulcísimo orgasmo.   Me sentí feliz cuando noté también su eyaculación, copiosa.   El cuando se corría decía siempre mi nombre: 

-                      Paula, Paula…….ahhhhh….. 

Justo a tiempo.  Escuchamos el “hasta luego” de mi marido y el abrir y cerrar la cancela del jardín, antes de acceder a la vivienda. Mi suegro rápidamente subió su pantalón y se sentó, componiendo algo la mesa.  Yo me fui al cuarto de baño,  a arreglarme algo y ponerme bragas, joder, lo único que faltaba es que sin ropa interior comenzase a gotear el regalo de mi suegro. 

Volví a los pocos minutos; mis dos hombres desayunaban charlando de sus cosas.  De veras, que éramos mi suegro y yo dos actores insuperables.  Saludé a mi marido, y ambos me invitaron a sentarme y compartir con ellos el desayuno: 

-                      Vamos, Paula, ahora tienes que comer por dos…. 

No solo es que tuviera que comer por dos, es que además,  tenía que comer para aguantar las folladas de los dos…ajajajaa”