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NO al registro de mutantes

en Parodias

     “¡Spiderman debe quitarse la máscara! Así de tajante se ha mostrado Thomas Grant, el candidato a la alcaldía, quien opina que en nuestra ciudad no hay sitio para justicieros enmascarados al margen de la ley”. Grant, que apoya fervientemente el Registro de mutantes, tiene asimismo serias dudas sobre la supuesta integridad del “hombre araña”, aduciendo que nadie que juegue limpio debería taparse el rostro ni actuar fuera de la legalidad. “Mi ciudad no es sitio para vengadores ni para personas que crean tener privilegios o estar por encima de las normas vigentes”, ha manifestado el candi…” - ¡Me gusta éste tipo! – dijo Jonah, y apretó el dictáfono - ¡Señorita Hesse, a mi despacho!
 
    Rita Hesse, la secretaria del malhumorado permanente J. Jonah Jameson casi brincó en su asiento y corrió al despacho llevando su bloc y un sobre de color sepia.
 
    -Diga, sr. Jameson.
 
   -¡Busque a Parker! Las fotos de ayer eran una birria, ¡una niña con una cámara de Hello Kitty sacaría algo mejor, quiero fotos donde se vea el cuerpo entero de Spiderman, no un borrón rojo y azul!
 
    -Lo sabía, sr. Jameson, por eso trajo éstas. – Rita le tendió el sobre con una sonrisa. Jameson lo observó con expresión desagradable; le molestaba enfadarse en balde, y eso le enfadaba más aún. Abrió el sobre mientras mascaba su puro. Tuvo que reconocer que eran fotos mucho mejores, en una de ellas se veía a Spiderman atacando a un hombre grande vestido de negro, esa le gustaba. La siguiente, mostraba a Spiderman atándolo con redes a una farola, ésta le gustaba más aún. En la tercera, se veía a Spiderman devolviendo a una ancianita el bolso que el hombre grande le había robado. Esa, no le gustaba nada.
 
    -Bueno, son mediocres, pero pasarán, ¡búsquele de todos modos, esta noche tendrá trabajo!
 
    -¿Tendré también cobro, sr. Jameson?  - Preguntó un muy jovial Peter Parker, que asomaba la cabeza en ése momento.
 
    -¡Dinero, dinero, ¿es que sólo sois capaces de pensar en el dinero?! ¡Más te valdría mejorar la calidad, Parker!
 
    -De eso precisamente quería hablarle, me han hecho una oferta para trabajar en el Globe, por el doble.
 
    Jonah se forzó a sonreír, mientras casi aplastaba el puro entre sus dedos. Rita se cubrió discretamente la boca con el bloc, para que su jefe no la viera sonreír.
 
   -¡Ah, vamos, que te van a hacer trabajar el doble, quieres decir!
 
   -No exactamente – sonrió el joven – Que me van a pagar el doble de que lo que usted paga. Ya que no le gusta mi trabajo, he pensado que me dé el finiquito y…
 
   -¡Párate ahí! ¿Es que no sabes comprender la sana motivación? ¡Yo esto te lo digo para que mejores! – Jameson no lo admitiría jamás, pero las fotos que Parker sacaba de Spiderman eran inmejorables y la envidia de la competencia, no podía permitir que se le fuera. Claro que eso, en realidad daba igual que lo dijera o no, porque Parker era el primero que lo sabía, pero con lo tacaño que era Jonah, el joven tampoco podía abusar de su situación de poder. Mucho.
 
    -¿Sabe, sr. Jameson? Si me subiera el sueldo por foto un treinta por ciento, estaría motivadísimo a mejorar.
 
    -¿¡Pretendes arruinarme!? – gritó el director, elevando los puños - …¡Un diez por ciento!
 
    -Mmmh… quince.
 
    -¡Doce y medio!
 
    -¡Acepto! – conseguir más del diez, ya era un triunfo. - ¿Y ese trabajo de ésta noche que decía…?
 
    Jonah desdobló el periódico y le puso la cara de Thomas Grant casi en la nariz.
 
    -Esta noche dan una rueda de prensa los candidatos a la alcaldía en el Hotel Excelsior, ¡te quiero allí para sacar fotos! ¡Sobre todo del alcalde Grant!
 
    -¿Al…? ¿No va un poco deprisa, sr. Jameson? Todavía es sólo candidato… - sonrió Peter.
 
    -¡Él ganará! Yo voy a votarle, y yo no me equivoco – contestó Jonah tomando otro puro, pues el anterior había quedado despedazado tras el regateo monetario.
 
    -No lo dudo… sin duda es por eso por lo que no le votaré yo.
 
    -¡Bah! – Jameson le dedicó una mirada reprobatoria – Niños… ¡No tenéis las ideas claras, no sé por qué dejan votar antes de los treinta!
 
    -¡Qué curioso! – replicó Peter - ¡Yo también pienso que la edad influye en el voto… no sé por qué dejan votar después de los cincuenta!
 
     Jonah pareció a punto de lanzarle el cenicero de cristal macizo.
 
    -¡PARKER! ¡Tienes suerte de ser un fotógrafo mediocre; de redactor no te cogerían ni en El mundo de Barbie! ¡Lárgate a hacer fotos, y ésta noche, allí! – Peter abandonó el despacho a buen paso, emitiendo un sonido que se parecía mucho a una risa. Rita se esforzó por permanecer seria; tenía en cierta estima al joven, pero en ese momento, demostrar la menor simpatía por él, sería cometer suicidio. – A veces ese niño, me saca de quicio… puf… puf… - Jonah encendió el puro y aspiró – Tiene un poco de talento para apretar el botón de una cámara, y parece figurarse que la ha inventado él.
 
     Rita sonrió, y tras comprobar que la puerta estaba bien cerrada, se acercó a Jonah con una mirada muy distinta a la de una secretaria.
 
    -Bueno, ya sabes, es joven y tiene talento… Pero en el fondo, no le disgusta trabajar para ti, ¿qué es esa rueda de prensa de la que hablabas? – Jonah se sentó en su silla y Rita hizo lo propio en la mesa, frente a él, y éste le mostró el diario. – “…  a favor del Registro de Mutantes…” Hum. No me gusta, Jonah.
 
    -Vamos, no te gusta sólo porque lo ves desde tu punto de vista. – dijo, acariciando el redondo y grueso muslo de su secretaria, como distraídamente.
    -¿De qué otro punto quieres que lo vea, si yo soy mutante?
 
   -¡Sssssst! – Jameson hubiera preferido admitir en público que tenía un lío de dominación con su secretaria, antes que se supiera que ella, era mutante. Lo primero aún le hacía parecer un hombre atractivo y deseable; lo segundo, le hacía parecer un borrico. No era un secreto para nadie la manía y la inquina que sentía Jonah hacia los mutantes, ¿qué se diría de él si llegaba a saberse que tenía contratado a uno? – Tú eres una persona decente y seria, haces un uso escaso y absolutamente responsable de tu particularidad.
 
    -Mi mutación. No es una particularidad, Jonah, no se trata de tener velocidad de lectura, se trata de ser capaz de establecer un enlace mental con casi cualquier ser vivo que se me antoje, comunicarme con él y duplicarlo.
 
    -Lo que quiero decir, es que tú no tienes por qué temer nada del Registro, es más, será positivo para ti; quienes tienen que temer son seres como Spiderman, ¡y por eso, nos vendrá bien el Registro!
 
    -Y por eso, quieres ir esta noche a esa rueda de prensa, para pelotear a ese tipo y conseguir una entrevista personal con él antes que nadie, ¿no es eso?
 
    -¡Rita, te tengo dicho…!
 
    -Que no te lea el pensamiento, porque no lo soportas – acabó la frase, y Jonah desencajó los ojos de ira, pero la joven le acarició la oreja con gesto conciliador, y se apaciguó. Ligeramente. – No lo hago, Jonah… ¡es sólo que a veces, tu cabeza es de cristal!
 
    -Sí. – y mientras doblaba de nuevo el periódico, sonrió dándose aires interesantes. – Y como siempre dices que nunca te saco a ningún sitio… He pensado que vengas conmigo. Te invito a cenar y todo, porque allí darán cáterin y bebidas.
 
    -¿De veras? – Ironizó Rita – Una rueda de prensa electoral, con cena de canapés irreconocibles y bebidas en vaso de plástico… ¡Es el plan más romántico que se te podía ocurrir! ¡Nada podría gustarme tanto!
 
    -¡Estaba seguro! A las ocho, saldremos para allá.
 
   -¡Por Dios bendito, Jonah! ¿¡Eres incapaz de gastar treinta minutos de tu tiempo en nosotros!? ¡Es cierto que nunca me llevas a ninguna parte, que eres incapaz de compartir conmigo ni un helado, pero al menos, podrías dedicarme una noche a mí, sólo a nosotros, sin que esté de por medio Spiderman, la política, o el periódico!
 
    -¿Pero qué…? ¡Hace un momento te parecía bien! ¡Rita, a veces me recuerdas por qué hace años me juré que nunca intentaría entender a las mujeres!
   -Haces bien, cariño, palabra de una. A las ocho, tu secretaria, estará preparada. Y ahora, si me disculpa, sr. Jameson
 
     Rita salió del despacho meneando su generoso trasero, pero no pegó un portazo ni puso gesto de malhumor al salir, era demasiado profesional como para todo eso. Quizá ese fuera el fallo, pensó. Quizá no dejaba de verla como a su secretaria... Jonah y ella llevaban años liados. Es cierto, no era el hombre más romántico del mundo, ni el más detallista, ni siquiera el más cariñoso, pero era buen amante. Era divertido estar con él, y de vez en cuando, tenía arranques de caballerosidad o cariño que la desarmaban. Le gustaba tal y como era, no pedía que se volviese un príncipe azul de la sensibilidad, pero sí que le gustaría que, al menos, no la hiciese sentir con tanta frecuencia como “la otra”. Porque la legítima, todo el mundo lo sabía, se llamaba Daily Bugle.
 
    En su despacho, Jonah mascó el puro hasta romperlo, escupió los pedazos y tomó otro, ¿quién las entendía? Primero se quejaba de que nunca la llevaba a ningún sitio, y cuando le ofrecía ir a cenar, tampoco le parecía bien. ¿No podía entender que él no podía permitir que le viesen por ahí con una mujer, y más tan joven como ella? De acuerdo, siempre podía decir que era su secretaria, pero, ¿quién saca a cenar a su secretaria…? Alguien que está liado con ella, cosa que Jameson no quería airear. En cierto modo, era un personaje público, director de un periódico y padre de un oficial de las Fuerzas Armadas, no podía permitir que se supiese que tenía una aventura, ni siquiera su propio hijo lo sabía. Y además, también era más divertido así, manteniendo el secreto.
 
 
     Aquélla tarde, a las ocho menos diez, Jonah la llamó a su despacho, ya casi no quedaban periodistas allí, y al director le chocó ver que ella sonreía, y también que llevaba un trajecito distinto; había pedido al botones que se acercara a su edificio y le trajera ropa para cambiarse. Era un traje con minifalda discreta, pero favorecedora, y Jameson entendió que quería hacerse perdonar por su arranque de genio. Visto así, también él se mostró razonable y le prometió que el sábado, podrían quedar en su casa para hacer “horas extras”, y pedir allí cena. Y pedirían cena cuidada, no pizza. De ese modo, Rita entendió que quería hacerse perdonar por su tacañería e intentar dedicarle una cita lo más “normal” posible; visto así, también ella se mostró razonable y decidió olvidar su enfado anterior.
 
    “Eso es todo lo que su carácter puede darte, Rita” pensó ella mientras salían discretamente separados del despacho y caminaban casi ignorándose mutuamente hasta el ascensor. “Y es algo que ya sabías y que asumiste en su día; casi fue él más honesto que tú, que no le dijiste que eras una mutante… Pues acéptalo, aprovéchalo y no le des más vueltas, ¿qué mujer puede decir de su pareja que no le hace prepararle el desayuno, ni lavarle los calzoncillos, ni plancharle las camisas, y encima le paga un sueldo? Gozáis el uno del otro, y no os peleáis por el mando a distancia. No finjas que no te gusta”. Apenas las puertas del ascensor se cerraron, Jonah le lanzó una elocuente mirada, y la joven se acercó a él y le abrazó por las nalgas. El director sonrió y los labios de ambos se acariciaron unos segundos antes de juntarse; la lengua de Jonah acarició la de Rita y ésta exhaló un gemido suave, con los ojos cerrados de deleite, mientras sus manos apretaban el culo de su amante y jefe. Éste la abrazó por los hombros mientras su lengua exploraba la boca, cálida y dulce, de su compañera. La lengua de Rita acariciaba tiernamente la suya, en círculos y golpecitos, y de vez en cuando abría ligeramente los ojos, en blanco por el gusto que sentía. Jonah sabía que los abría, porque él no los cerraba. Le costaba, pero los mantenía abiertos; quería mirar a Rita y ver la cara de placer que ponía al saborear su beso.
 
    El “¡Tin!” del ascensor al llegar al garaje, les sacó de su momento, y se separaron. Estaban tan acostumbrados a ese tipo de besos, que lo hicieron con perfecta calma, porque sabían que disponían de casi cinco segundos largos antes de que el ascensor se detuviera y abriera del todo; Jonah hasta tenía preparado un pañuelo para fingir que tosía y así limpiarse el carmín de la boca, ni siquiera tenían la respiración agitada. Pero ninguno de los dos podía ocultar la sonrisa.
 
 
     Ya a las puertas del Hotel Excelsior, se encontraron de nuevo con Peter Parker, y Jonah le recalcó de nuevo que sobre todo, quería fotos “del alcalde Grant”. “¡Caray!” pensó Peter “Sólo le falta decirme que no le valdrán si no le saco guapo…”. Lo que Jameson no sabía, es que, con trabajo o sin él, Peter pensaba ir de todas maneras a la rueda de prensa; eso del Registro de mutantes le afectaba directamente y no precisamente para bien, de modo que quería saber más acerca del pluscuamperfecto Grant que Jonah pretendía subir a los altares. Curiosamente, el resto de la prensa tenía sus recelos y algunos diarios habían sacado a relucir que buena parte de su campaña provenía de empresas privadas, y alguna de ellas, Parker lo sabía, estaban dirigidas por la larga mano de KingPin, el rey del hampa. Era poco probable que fuese una casualidad, pero de momento, su sentido arácnido estaba tranquilo, y los canapés de la cena tenían una pinta estupenda…
 
     -Y ahora, señores, si quieren pasar al Salón de Actos… - Jonah no estaba de muy buen humor. Ya iban tres veces que pretendía coger por banda a Grant y hacerle preguntas, pero el político, con una enorme sonrisa, le esquivaba, o le hacía hablar con otros periodistas. Apenas había probado bocado, y cuando mandó a Rita a ver si ella, por ser mujer, tenía más suerte, la joven volvió con el mismo palmo de narices. “Me habló durante dos minutos, pero en cuanto supo que soy del Bugle, me dijo lo mucho que lo lamentaba, y se largó. Eso sí, opina que tengo unas preciosas tetas”, dijo.
 
    -¡No leas el pensamiento a la gente, y menos al alcalde! – le reprochó Jonah.
 
    -Te guste o no, todavía no es el alcalde. Y no necesito leerle el pensamiento para eso, casi no miró a otra parte mientras estuve frente a él. – Jonah le miró el escote de reojo. Su amante era algo llenita, y al igual que con frecuencia las bragas eran insuficientes para retenerle el culo, también los escotes que usaba solían mostrar una vista interesante, no por conocida menos atrayente. ¿Dónde pretendía ella que mirase ningún hombre que la tuviese delante? Tenía razón Grant, eran precio… - Gracias. – sonrió ella.
 
    -¡Señorita Hesse…! – masculló Jonah entre dientes. Rita agachó la cabeza y se forzó a no sonreír, pero ella misma se lo había dicho antes: en ocasiones, tenía la frente de cristal. Y en segunda, si le “hacía enfadar”, más tarde él tendría que castigarla…
 
    Pasaron juntos al salón de actos donde se iban a dar los discursos. A Jonah no le hacía demasiada ilusión, discursos después de una cena y bebida gratis, era lo más indicado para que todo el mundo se quedase frito, por eso él casi no había tomado nada, quería mantenerse fresco y hacer preguntas… pero no ahora, delante de todos los demás; conocía la profesión y sabía que su pregunta sería tergiversada por unos y copiada por otros, quería entrevistar a Grant él solo, pero para eso, no le quedaba otra que esperar. Otro de los candidatos comenzó su discurso. Hablaba en voz monocorde y aburrida. Rita, sentada junto a él, empezó a dar cabezadas sin que pudiera evitarlo. A los pocos minutos, hacía esfuerzos por mantener los ojos exageradamente abiertos y se pellizcaba las manos, en un intento de no dormirse. A Jonah le dio pena; la pobre llevaba en pie desde las cuatro y media de la mañana sin quejarse, y eran ya cerca de las once. Que él supiera, apenas había comido rápidamente un par de sándwiches de máquina y una o dos chocolatinas, y ahora los canapés de la cena; había sido un día duro y una semana más dura aún, tenía motivos para estar cansada sin que nadie la pudiera llamar perezosa, y aún así intentaba estar atenta a un rollo político que no le iba ni venía en absoluto para su profesión.  La tomó del brazo y sonrió. Si él supiera cuánto ganaba cuando sonreía… probablemente, lo haría menos aún, para que nadie le tomase por un blando.
 
     Rita devolvió la sonrisa, pero ésta le llegó a las orejas cuando Jonah le apretó la mano en el hueco de su brazo, y con un ligero movimiento, le indicó su hombro para que se recostase en él. Había pocas personas en su fila, y los que no estaban atentos a la conferencia, estaban mirando sus teléfonos o directamente dando también cabezadas; nadie se daría cuenta si ella echaba un sueñecito. Rita le dedicó una mirada de profunda gratitud y le besó el hombro antes de apoyarse en él, abrazada a su brazo. Jonah le acarició muy ligeramente la mejilla y la vio cerrar los ojos. “Qué mullido es su brazo…” fue lo último que pensó la joven antes de caer rendida. Sólo cuando pudo asegurar que su respiración era totalmente acompasada y que realmente estaba dormida de verdad, se inclinó Jonah ligeramente sobre ella y le besó la frente. Y eso hizo que ya no mirase más al candidato: desde ese ángulo, veía perfectamente todo el escote de Rita y cómo se le hinchaba al ritmo que respiraba.
 
     Rita nadaba desnuda en una piscina de agua azul, muy azul. El agua le acariciaba la piel y parecía abrazarla, y ella se sentía profundamente feliz, y entonces el agua empezó a caer por una cascada con gran estrépito… y se despertó. Estaba dormida en el hombro de Jonah, y el sonido de la cascada, eran aplausos. Grant subía a hacer su discurso, y era recibido con una ovación. Jonah vio que ya se había despertado y le dedicó una mirada de simpatía con sus ojos azules.
 
     -¿Qué tal has descansado? – susurró – Llevas dormida veinte minutos largos.
 
    -Muy, muy bien – suspiró ella – me he quedado nueva. Gracias. – Rita hizo ademán de besarle, pero Jonah la frenó. Miró a su alrededor, y vio que todo el mundo estaba atento a Grant. Asintió, y Rita le dio un besito en la mejilla. Jonah pareció algo decepcionado, pero no dijo nada, se limitó a prestar atención a Grant. Éste empezó a hacer su discurso reaccionario y pro-registro, preguntando al público si querían que sus hijos estudiasen con personas que eran capaces de manejar elementos tan peligrosos como el fuego, o el clima; si querían que existiesen delincuentes prácticamente invulnerables o capaces de controlar armas, o máquinas o hasta mentes humanas… Jonah asentía vigorosamente y muchas de las afirmaciones de Grant eran recibidas con los mismos aplausos que había motivado su simple aparición, pero Rita no acababa de verlo claro. No estaba diciendo nada, en realidad. Sólo estaba manejando el miedo, pero su discurso estaba vacío como una cáscara de huevo rota, ¿eso era todo lo que iba a hacer? ¿Obligar a los mutantes a mostrarse? ¿Y qué pasaba con la sanidad, la educación, los impuestos, la limpieza de las calles…? ¿Todo eso era secundario, o es que pensaba que registrando a los mutantes se arreglaría de golpe todo lo demás? Intentó leer el pensamiento de Grant, pero éste tenía la mente ocupada en su discurso y en las inyecciones de autoestima que recibía con cada afirmación que soltaba; no era posible leer nada. Jonah le apretó la mano. Pero no la miraba, sólo estaba contento con lo que veía ante sí.
 
     -Jonah, este hombre es un cantamañanas… - susurró.
 
    -¡Bobadas…! – afirmó él, también en voz baja – Sabe muy bien lo que se dice, tiene mucha razón.
 
     -Pero… ¿no te das cuenta que si logra hacer su maldito registro, todo el mundo sabrás que tienes bajo tu nómina a al menos una mutante? – Jonah perdió la sonrisa de golpe. No había pensado en aquello. Intentó volver a sonreír.
 
    -No te apures, mujer, estarás registrada como mutante y como trabajadora mía, pero serán datos privados, nadie podrá acceder a ellos.
 
    -¡Que te crees tú eso! El registro lo que pretende, es todo lo contrario. Pretende que cualquiera pueda acceder a él; empresas públicas, privadas, gente de la calle… para que todos puedan saber si su vecino es mutante o no. ¿Cuánto crees que tardará cualquier periódico de tu misma línea editorial en sacar a relucir que una mutante trabaja para el director más contrario a ellos? ¿Y cuál será la inevitable conclusión de que alguien que odia a los mutantes dé trabajo a UNA…? – el director se quedó pensativo. – Jonah, no es sólo mi privacidad, ¡es también la tuya!
 
   Jonah pareció fastidiado. No contestó nada, pero al menos permaneció pensativo y y ya no aplaudió más; en su mente, no dejaba de chocar la idea de que la gente como Spiderman era una amenaza, y debía saberse su identidad por interés público, y la idea de que él y Rita no hacían daño a nadie acostándose, y nadie tenía por qué enterarse. Rita sabía que Jonah jamás admitiría un fallo, en su mundo particular él siempre tenía razón, no se equivocaba nunca. Que simplemente permaneciese callado, ya era un gesto, y ella sabía apreciarlo. Se arrimó a él y permaneció agarrada a su brazo con una sola mano, mientras con la otra le acarició la cara. Jameson le besó los dedos, y la joven le abrazó por el pecho, mientras el director miraba hacia todas partes, pero no había peligro, todos los asistentes estaban embobados mirando a Grant; si Rita quería abrazarle, podía hacerlo. Si quería acariciarle el pecho, no había razón para que se privase. Si quería… ¿a dónde iba esa mano?
 
    Jonah miró a los ojos a Rita y negó con la cabeza, pero ella sonrió, traviesa, y pudo notar su voz, dulce y juguetona, dentro de su oído, aunque ella no despegó los labios “nadie nos ve, sr. Jameson… ¿va a ser malo y obligarme a complacerle?”. Era la vocecita de niña buena que solía usar cuando estaban a solas y ella adoptaba su rol de “secretaria sumisa abusada por jefe mandón”, y los dos sabían que era uno de los puntos vulnerables de Jonah. Con presteza, el director puso en vertical la cartera de mano que había colocado en el asiento de al lado, y encima de ésta, su gabardina, para intentar ocultar lo que sucedía más abajo del reposabrazos, y era que Rita había bajado la mano a su entrepierna y empezado a acariciarla suavemente. Al director se le cerraron los ojos cuando notó su miembro empezar a alzarse, y la joven siguió frotando con toda calma, apretando el bulto y cambiando de vez en cuando a la cara interior de los muslos, haciendo cosquillas allí. Jonah se agarró al reposabrazos con una mano, la otra la seguía teniendo abrazada por su secretaria, notaba la presión de las tetas de Rita contra su brazo, calientes y blanditas, tan acogedoras… Él y Rita se conocían bien, y aunque a Jonah le molestase un poco al principio reconocer que tenía un cuerpo tan traidor, lo cierto es que había muchos puntos débiles en su piel, y con el paso del tiempo, Rita los había descubierto todos, y no precisamente gracias al enlace mental. Sabía lo mucho que le gustaban sus tetas, cualquier presión contra ellas le encantaba. Sabía que la zona justo debajo del ombligo, allí donde empezaba ya el vello púbico, era terrible para él, unos besitos ahí, unas cosquillas, y casi hubiera suplicado por penetrarla. Los dedos de los pies también eran muy débiles, y apenas le rozaba, le subían escalofríos por la espalda que se cebaban en las corvas, detrás de las rodillas, otro punto traidor… y la zona interior de los muslos, ahí donde justo ahora ella estaba acariciando, era asimismo espantosa en su sensibilidad. Toda la mitad inferior de su cuerpo era agua tibia, salvo un punto muy concreto que estaba tieso como un mástil.
 
    Las caricias le estaban haciendo empezar a hacer sudar por el esfuerzo de contener los saltitos de gusto que se le escapaban, y estuvo a punto de dejar escapar un grito ahogado cuando su secretaria cambió de capítulo; en un principio, él había pensado que sólo quería tocarle un poco, ponerle contento, pero ahora acaba de echar mano al cierre del pantalón, ¡pretendía hacérsela allí mismo! ¿Estaba loca o qué? “Oh, sí, sr. Jameson, loca por usted…” gimió la joven dentro de su oído, y Jonah tuvo que abrir la boca para tomar aire cuando ella le soltó el pantalón y hurgó en el calzoncillo hasta sacarle el miembro fuera de las ropas, ¡qué caliente tenía la mano! ¡Qué caliente y suave…! Jonah no resistió más: él mismo le tomó la mano y le hizo apretarle la polla. Le llevó la mano a la punta y la dirigió según el ritmo que deseaba, que no era precisamente lento.
 
     “¡Qué malo y guarro es usted! Aquí, en medio de la rueda de la prensa, y me hace cascársela… Por favor, pare, que me da mucha vergüenza…” Jonah podía realmente oír la voz de niña buena que ella ponía, y eso le daba aún mayor placer. De pronto, todo el mundo se levantó para aplaudir, y el director aprovechó la ocasión; tomó a Rita de la nuca y la besó con furia, le metió la lengua en la boca y ella respondió con entusiasmo, frotando su lengua contra la de él, dejándole explorar su boca y acariciar su paladar y sus mejillas. La mano de Jonah, bajó con presteza de su nuca a su pecho y le apretó las tetas. Rita ahogó un gemido. La gente empezó a sentarse y se separaron rápidamente. La joven estaba colorada y con los ojos brillantes de deseo, preciosa, y no dejaba de mover su mano sobre el miembro ansioso de su jefe.
 
     Jonah estaba gozando como un loco, ¿alguna vez le habían hecho algo así en público? Aquélla vez siendo adolescente, con su primera novia en el cine, no contaba; ella no había llegado a sacársela de la ropa y estaban en un coche, no había peligro alguno. Mmmmh, qué bien frotaba, sus dedos restregaban justo la punta, donde le daba más gusto, si tan sólo pudiera… sonrió. Sacó la cigarrera del bolsillo de la chaqueta y la dejó caer.
 
     “Huy” sonrió ella “Sr. Jameson… ¿No pretenderá que me agache para alcanzársela y aprovechar para…?” Jonah asintió. A Rita le faltó batir palmas, de inmediato se arrodilló y se colocó entre las piernas del director; él le acarició la cara y ella le miró a los ojos mientras se metía de golpe en la boca la virilidad de Jameson.
 
    Rita sintió que él la abrazaba con las piernas, pero no lo hacía de forma completamente voluntaria, había dado una convulsión de placer. La joven empezó a lamerle hacia arriba, hasta sacarla de su boca, y le miró de nuevo a la cara mientras le lamía el miembro para humedecerlo bien. Su amante intentaba por todos los medios mantenerse sereno, pero ella no se lo ponía fácil. Jonah se agarró de nuevo a los reposabrazos e intentó recordarse que no debía gesticular ni poner caras raras, o se le notaría. La saliva caliente de Rita le resbalaba suavemente por el miembro, en regueros de cosquillas cálidas. Su lengua se movía por todo el tronco, lamía desde los testículos al glande, se detenía en el frenillo, le daba besos al glande y se lo metía en la boca lo más profundo que podía, ¡ah, qué placer! “Es tan agradable….” logró pensar, y Rita lo oyó “Sigue así… sigue haciendo esooo…” La joven sonrió. Con una mano le empezó a acariciar los testículos, y Jonah cerró los ojos sin poder evitarlo. Con la otra mano, se puso a acariciarle el bajo vientre, esa zona tan sensible donde tenía tantas cosquillas, y el director tensó las piernas intentando por todos los medios parar quieto y no empezar a moverse a golpes de un lado a otro. Con la boca, empezó a subir y bajar con despiadada lentitud, dando vueltas a su lengua, saboreando la polla de Jonah como si fuera un gran caramelo.
 
      “No… no aguanto más…” Rita levantó los ojos. Su jefe tenía los nudillos blancos de agarrar los resposabrazos, la mandíbula apretada, los ojos fijos en el vacío, y una gota de sudor deslizándose por su sien. Aceleró. Notó que las caderas de Jonah daban golpecitos. Éste podía sentir el picor, el rabioso picor que se cebaba en su bajo vientre y en sus pelotas, podía sentirlo crecer en un placer que iba a estallar, y al fin lo hizo, en un borbotón de esperma que pareció salirle del centro del alma, mientras él se esforzaba por permanecer quieto, ¡Dios, qué gusto! ¡Era inmenso…! Rita tragó, y notó las manos de Jonah en su cara. La tensión de sus piernas desapareció, dieron un pequeño temblor y se relajó. Sintió su respiración tomando aire profundamente, y aún le dedicó algunas lamidas más al miembro de Jonah antes de sacarlo definitivamente de su boca. Cuando levantó la mirada, vio a su jefe con una esplendorosa sonrisa en la cara. Cualquiera que le mirase, podría pensar que estaba enamorado de Grant.
 
      Rita se sentó de nuevo y le dio a Jonah su cigarrera con una sonrisa. El director le dio las gracias, pero no por alcanzarle el estuche de puros. “Supongo que sabes que esto, no termina aquí” pensó Jonah y Rita pareció sorprendida de manera genuina. “Sr. Jameson, no pensará…” pero antes de que pudiera acabar la frase, la mano de Jonah estaba ya en su muslo, subiéndole la falda “Oh, no… ¡no, no! Por favor, pare… pare, que me da vergüenza, no… no me haga cosas aquí, no se meta entre mis piernas…” decía, pero no dejaba de sonreír. Jonah acarició sus bragas, y sintió la humedad a través de ellas.
 
     “Sí, ya veo la vergüenza que te da, estás empapada… eres una viciosa que va de santita y le gusta que le metan mano en público.” pensó para ella mientras apartaba la tela empapada y empezaba a acariciar. Él también sabía dónde tocar y cómo hacerlo; se mojó los dedos y enseguida subió al clítoris, ya erecto y deseoso de que jugasen con él. “Aaah… no, ahí no… no me toque ahí, por favor, sr. Jameson… por favor, no siga,… ¡mmmmh, qué gustito…!” Rita se reía por lo bajo sin poder evitarlo, y no era la única, Jonah movía su dedo en círculos sobre su clítoris resbaladizo y húmedo, y cada caricia era una tortura de placer cosquilleante que le daba unas ganas inmensas de ser penetrada. El director no aguantó más; se arrodilló en el suelo frente a ella y hundió la cara bajo su falda. Rita respingó, ¡no se lo esperaba! No es que Jonah fuese egoísta en el sexo, pero… sí que era… digamos, un poco olvidadizo: una vez gozaba él, estaba dispuesto a dar placer, pero lo más rápido posible, no solía “devolver” las cosas una vez que había terminado de disfrutarlas. “Oh, sr. Jameson… qué vergüenza, no me bese ahí aba…haaaaaaaah….” Rita tembló como un flan de gelatina, Jonah le estaba acariciando el clítoris con la lengua, y al mismo tiempo coqueteaba en la entrada de su vagina con la punta de los dedos.
 
      “No, eso no, ¡no me meta los dedos!” Era todo lo que Jonah necesitaba oír para meterle el dedo índice hasta el fondo y empezar a doblarlo. Rita fingió toser para disfrazar un gemido fugado, y se dejó recostar un poco más en el asiento. “Hmmm, ¿no decías que no siguiera, que no te lo hiciera…?” Pensó Jonah “Mira cómo te deslizas para que te toque mejor el coñito y te meta bien los dedos… qué niña tan mala…”. Rita le miró. Jonah dejó de acariciarle el clítoris con la lengua, y se frotó contra él. La joven tembló y sus muslos apresaron la cara del director. “¡El bigoteee…. El bigote no, el bigotitoo… el bigote noooo…!” intentó protestar, mientras Jonah le rascaba el clítoris con el pelo del bigote, como si lo cepillase, en una tortura de cosquillas irresistible. El director empezó a meter y sacar su dedo, y sintió que ella le apretaba entre sus piernas. Rita notó unas ganas tremendas de orinar, de gritar de placer, saltar en la silla y apretar la cabeza de Jonah contra su punto mágico, ¡iba a correrse en su mismo bigote y no podía ni siquiera moverse! Se llevó la mano a la boca y se mordió el dedo índice mientras el placer crecía en su clítoris y su pared vaginal a la vez. El cosquilleo eléctrico le hacía dar pequeñas sacudidas por más que quisiera contenerse, y una dulce sensación de rascar un picor rabioso aumentaba, y aumentaba, y aumentaba, hasta que al fin estalló dentro de ella y la hizo temblar, ponerse tensa y relajarse, tensarse de nuevo y elevar las caderas, y al fin dejarse caer de nuevo sobre el asiento, mientras sus músculos daban tirones y su vagina se contraía de gozo, apresando el dedo de Jonah dentro de ella.
 
    El director emergió, con una gran sonrisa en la boca y el bigote húmedo. Rita estaba medio desmadejada en el asiento, incapaz de moverse; cada vez que lo intentaba, su sexo le mandaba una nueva corriente de placer cálido que acariciaba todo su cuerpo. Jonah le recolocó la falda acariciándole los muslos. De nuevo sonaron fuertes aplausos y Rita aprovechó para soltar un gemido largo y ronroneante, ¡qué dulcísimo había sido! Al fin logró recomponerse en su asiento y recuperar el aliento, y le ofreció a Jonah un pañuelo de papel para limpiarse un poco la cara. La gente se levantó y empezó a salir de la sala, era indudable que los discursos habían acabado. Se hicieron los remolones para quedarse los últimos, y una vez a solas, Jonah la abrazó fuertemente y la besó, estrechándola contra si. Rita devolvió el beso luchando por mantener los ojos abiertos para mirar a los de Jonah, azules y llenos de vicio, pero también cariñosos. El director detestaba ponerse tierno; ya era viudo, había tenido suficiente con perder a una esposa, insistía que la relación entre él y Rita era sólo de amistad con derechos, y la propia Rita lo quería así. Le quería, y como amante era estupendo, pero como pareja 24/7 sería insoportable… pero algunas veces, de vez en cuando, a los dos se les escapaba la ternura.
 
 
     -Sí, en la planta 26, vengan… - Grant dedicaba su mejor sonrisa a los periodistas mientras les hacía pasar al ascensor. En la planta 26ª del edificio pensaba ofrecer un pequeño refrigerio y contestar a preguntas, según él para hablar directamente con los electores por medio de la prensa, y no contestar sólo a las preguntas que querían sus rivales. Rita estaba en el lavabo y Jonah se quedó atrás a propósito; quería entrevistar a Grant él solo.
 
     -Señor Grant, he de hacerle unas preguntas. - susurró Jameson - sólo serán unos segundos, usted y yo, sin mediación de curiosos ni de esos sensacionalistas.
 
     -Cómo no, suba con los demás y…
 
     -Sí, sí, pero será sólo un momento, querría saber su opinión exacta sobre…
 
     -Desde luego - insistió Grant, forzando la sonrisa - Sea tan amable de subir con los demás, y cuando estén allí, podré… - Jonah casi tenía un pie en el ascensor cuando Rita gritó.
 
    -¡No suban! - y la puerta se cerró. Rita corrió, pero el ascensor había empezado a subir. Jonah la miró. Estaba pálida de terror mientras miraba a Grant - Usted… ¡asesino! ¡Policías! ¡Deténgale, ha puesto una bomba en el ascensor!
 
    Los agentes de seguridad de servicio se acercaron, ¿qué decía aquélla mujer? Jonah no podía dar crédito a lo que oía, pero Rita podía leer mentes, ¿era posible…?
 
     -¿Qué sucede? - dijo uno de los guardias.
 
     -¡Esta mujer está loca! - afirmó Grant.
 
    -¡No es cierto! ¡Tiene un cómplice en el baño que le avisó que la bomba del ascensor estaba colocada! ¡Yo estaba en el baño y lo oí todo! - al candidato le cambió la cara en un segundo - ¡Va a estallar en segundos, tienen que hacer algo!
 
    -¿Desde el baño de mujeres oyó…? - pero la detonación interrumpió al policía. Rita dejó escapar un chillido de miedo y se tapó las orejas, ¡debía estarle llegando toda la angustia de esa pobre gente! Grant echó a correr, uno de los policías salió tras él, el otro empezó a llamar por su teléfono, y entonces, sonó un portazo del lavabo de caballeros, y Spiderman salió con un hombre atado en telaraña pegajosa, y lanzó un tiro de la misma hacia las piernas de Grant
 
     - ¡El ascensor está asegurado! - dijo - Lo sujeté con redes; aguantará, pero será mejor que saquen cuanto antes a esa gente… - se quedó mirando a Jameson - Que conste que sólo lo he hecho porque no ibas tú, Jameson; llegas a estar en ese ascensor, y lo hubiera dejado caer, ¡haríamos un mundo mejor!
 
     El sonido de una ambulancia empezó a acercarse, y Spiderman se marchó mientras los policías le aplaudían, para disgusto de Jonah. El director tomó de la mano a Rita y la apremió:
 
     -¿Dónde se ha parado el ascensor, en qué piso?
 
     -A… a la altura del quinto o sexto, más o menos. Están casi en mi límite, ¿porqué?
 
Jonah tiró de ella y echó a correr hacia las escaleras.
 
     -¡Ven, corre! - dijo mientras trotaba. - ¡Si van a sacarlos ahora mismo, el Bugle estará allí el primero para verlo… y para que nos expliquen cómo es posible que Spiderman llegase milagrosamente tan a tiempo!
 
     Rita corrió junto a él. Jonah era director precisamente porque era periodista, y era una profesión que amaba; cuando olía una noticia, o cuando olía la posibilidad de algo interesante, no le frenaba nadie.
 
     -¡Aquí, es aquí! - dijo Rita, en efecto, en el quinto piso. - Salieron por la puerta de las escaleras, y ya en el pasillo oyeron a la gente, aún encerrada pidiendo que les sacaran de allí. Al segundo llegaron los socorros por el otro ascensor, forzaron la puerta y la gente empezó a salir; la cabina se había detenido en un sitio muy bueno, sólo quedaba un pequeño escalón, de modo que no fue preciso aupar a nadie.
 
     -¡Grant pretendía matarnos! - dijo alguien - se hubiera librado de la prensa y hubiera hecho creer que el objetivo del atentado era él. ¡Spiderman detuvo el ascensor, abrió la trampilla del techo para comprobar que todos estábamos bien!
 
     -Jameson, su querido candidato, al que llevaba semanas peloteando, le quería tan muerto como a nosotros, ¡cuando hubiera caído el ascensor, tendría las elecciones ganadas! - le echó en cara un periodista de un informativo de línea editorial muy diferente a la suya.
 
     -¿De veras? - contestó Jonah, encendiendo un puro - ¿Y eso quién lo dice? ¿Cómo sabemos que esto no ha sido orquestado precisamente por Spiderman?
 
     -¿Está de broma, Jameson? ¡Spiderman nos ha salvado!
 
     -Claro, qué casualidad que apareciera JUSTO en el momento preciso, como siempre. Cualquiera diría que sabía exactamente qué iba a suceder.
 
     -¿Cómo puede estar tan ciego? La campaña de Grant ha recibido fondos de empresas cuya mano final es la de Kingpin, ¡esto ha sido una maniobra suya para hacerse con el control de la ciudad, desde la política!
 
     -¿Y quién nos asegura que no lo ha hecho el propio Spiderman para ganar por la mano a Kingpin y hacerse él con el control de la ciudad? ¿No ven que el tener de su parte a la opinión pública le granjea la tranquilidad de delinquir sin que nadie sospeche de él? ¿Podemos estar seguros de que no se ha tratado simplemente de una comedia? - Jonah miró el ascensor - Estoy seguro que no ha sido más que pirotecnia. Ha podido limitarse a montar un dispositivo que hiciese el ruido de una explosión; la vibración del sonido activaría el sistema de seguridad del ascensor y haría que éste se detuviese, y podría aparecer como el salvador.
 
     -No, sr. Jameson… le garantizo que la bomba era auténtica - intervino Rita, ella lo había todo y lo sabía con certeza.
 
     -No digo que la bomba no fuese auténtica. - rebatió él - Digo que no estaba hecha para tirar el ascensor, sino sólo para hacer ruido. ¿Por qué no hacer directamente que el ascensor estallara en lugar de simplemente caerse? Van a ver.
 
    -¡Sr. Jameson, NO, por Dios! - gritó Rita, pero Jonah ya se había metido en el ascensor. Saltó. Saltó con fuerza. No pasó nada. - Sr. Jameson… - Rita tenía los ojos desencajados de miedo, pero Jonah sonreía. Todo el mundo le miraba con asombro, algunos con fastidio, otros con una cierta admiración.
 
     -¿Lo ven? Sujetar un ascensor con redes… El ascensor está bien sujeto con sus cables de acero, ese tipo ha hecho lo que hace siempre, hacer un poco de teatro, ¡les digo que él es la verdadera amenaza! - salió del ascensor y dio una larga calada al puro - Ahí dentro, nunca hubo el menor peligro. - Tiró el puro al suelo de la cabina. Y el ascensor cayó. Jonah saltó hacia atrás como un gato, cinco pisos más abajo se oyó un gran estrépito cuando la cabina cayó al suelo y se destrozó como si fuera de papel. Rita le miró. Pero no osó decirle nada, igual que nadie se vio con ánimo de decírselo; Jonah, sudado y con la mandíbula apretada, estaba del mismo color que la leche. La joven secretaria le abrazó con fuerza, y al hacerlo, notó que el pobrecito hasta temblaba.
 
     -¡Mire aquí, sr. Jameson! - Jonah se volvió. Y quiso gritar “¡No!”, pero ya era tarde, Parker había apretado el botón.
 
 
 
     “Atentado frustrado” Decía el titular, y contaba cómo el Bugle había colaborado activamente en la detención del sospechoso Grant y en el rescate de los atrapados en el ascensor, y Spiderman había salvado las vidas de muchos periodistas (júzguese que no decía “personas inocentes”), además de detener a Grant y a su cómplice experto en explosivos. Una gran foto de Spiderman junto a Grant ya esposado ilustraba la primera página, pero a Jonah no le hacía ninguna gracia la foto que acompañaba al reportaje completo, en las páginas interiores.
 
     -Mi reputación… - se lamentaba aquélla mañana, con Rita sentada en su mesa, que miraba la foto con una arrobada sonrisa - Un hombre tan serio como yo haciendo el papel de pañito de lágrimas… ¿qué será lo próximo que haga ese niñato? ¿Retratarme bajando a un gatito de un árbol?
 
     -Vamos, Jonah, no exageres, ¡es una foto preciosa! - su secretaria se la mostró una vez más. En la foto aparecía Jameson abrazado a ella; como había sido hecha justo cuando Jonah veía las intenciones de Parker, aparecía con gesto furioso y no asustado, furia que podía atribuirse al intento de atentado que habían sufrido. Rita por su parte, aparecía tapándose la sonrisa con la mano, pero como no se le veía la expresión, podía pasar porque estaba asustada o aguantando el llanto - Y gracias al tino del chico, el pie de foto resulta creíble: “El director del Daily Bugle reconforta a una de las víctimas”. Piensa que podría haber sido peor… Podría haber hecho la foto alguien de otro periódico y contar la verdad, que era yo quien te reconfortaba. Bueno, de hecho, te sostenía.
 
     -“Sostenías”…. ¡Pues ve a sostenerme un café doble! ¡Y busca a Parker! ¡Quiero el archivo digital de esa foto; si la veo en cualquier otro medio, lo pagará caro! ¡En éste condenado periódico nadie piensa en trabajar, sólo en dinero y en salir cuanto antes! ¡Maldita sea, tenéis todos suerte de que tenga un corazón de oro…!
    
 
(¡Lee todos mis cuentos en mi blog http://sexoyfantasiasmil.blogspot.com.es/ )
 

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