miprimita.com

La Reunión (parte 2)

en Hetero: Infidelidad

Después de lo que pasó en las escaleras de casa de Imma, estuvimos una temporada sin decirnos  nada, intentando enfriar aquello, huyendo de esas situaciones embarazosas aunque placenteras, pero que podían complicarnos la vida a los dos. Al cabo de unas semanas el Partido nos envió a Madrid a otra reunión con los representantes que tenemos en la capital, a aquella reunión nos mandaron a junto a dos compañeros más un hombre y una mujer, María, Juan su marido, a Imma y a mí.

Por la tarde después del trabajo salimos en coche hacia Madrid, son cuatro horas de camino, que prometían ser largas. Al principio conducía Imma  yo me senté detrás con María, y Juan hacía de copiloto porque se marea.

 Durante el viaje María hablaba y hablaba, yo ni la escuchaba, pensando en mis cosas y en el trabajo.

María es una mujer muy bella, maciza pero con todas las curvas necesarias, cintura muy estrecha y culo y tetas grandes pero todo muy duro, deportista, y guapa, pero muy parlanchina, de las que te aburren a rollo, pero cuando entró en el coche me fijé que iba muy sexi, con tacones altos y un vestido blanco, escotado y falda ancha y sedosa, de las que cuando se pegan al cuerpo marcan toda la silueta, incluso un poco transparente, tanto que al entrar en el coche se le marcó todo el culo y una braguita minúscula bajo la tela.

Cuando  llevábamos una hora de caminó dijo

-          ¿Te molesta que ponga los pies a la larga del asiento?, es que se me hinchan del viaje

-          Claro que no (contesté)

Se quitó los zapatos y los puso por encima de mis piernas y alargándose en los asientos, estuvo quieta, como relajándose un ratito, pero al cabo de unos minutos acurrucó una pierna y descansó un pié justo encima de mi sexo, como si no se diera cuenta de ello, moviéndolo suavemente me probó, acariciándome las partes íntimas.

Aquello me produjo una erección, al notar el bulto ella puso cara de complacida mirándome a la cara, sonrió y siguió masajeando, ahora con los dos pies sobre la montaña que salía del pantalón. Entonces miró el teléfono y se puso a escribir, me miró sonriendo y sonó el wasapp de mi teléfono, lo miré, era ella

-          Bájate la bragueta y sácatelo fuera

La miré con cara de desaprobación, señalándole con la cabeza a su marido, per no se porqué pero lo saqué, empezó a mover los pies como una gueisa, masajeando mi pene y masturbándolo con los dos pies a la vez, un masaje muy placentero.  En la parte delantera Imma charlaba con su marido que no se daba  cuenta de lo que estaba haciendo mujer sobre mi pene.

Aun era de día, por lo que era un peligro que su marido se diese cuenta de aquello, pero la excitación hizo que aguantara el chaparrón y el gusto que me daba, tanto que casi me corro. Así estuvimos un buen rato, pero de repente me vino la cordura y le aparté los pies, me metí el pene en el pantalón y ella que lo comprendió se reincorporó a su asiento.

Bajamos a tomar un café y estirar las piernas, una vez repuestos volvimos a emprender camino, ahora le tocaba conducir a María y tomó el volante, yo me quedé en asiento trasero al lado de Imma.

Imma llevaba un vestido con falda ancha y sedosa floreada color rosa y blanco, lleno de pliegues con cinturón ceñido a la cintura y cuerpo muy escotado, sin mangas que marcaba perfectamente su silueta, nos quedamos mirándonos un segundo hasta que ella apartó la mirada dirigiéndola a la ventana, se hizo de noche en el camino y no me pude aguantar, María me había puesto muy caliente, deslicé la mano por el asiento hasta su falda y la bajé hasta su rodilla, ella cerró rápidamente las piernas, rechazando mis intenciones, hice fuerza con la mano pero me la apartó con la suya.

Me irrité un poco pero lo comprendí rápidamente, al cabo de un rato todos en silencio y el coche oscuro, noté como su mano se deslizó por encima de mi pantalón, sin mirarme en ningún momento, solo a la ventanilla, la subió suavemente hasta la bragueta, me recliné un poco hacia atrás en el asiento y entreabrí las piernas reflexivamente. Me bajó lentamente la cremallera, y metió la mano suavemente en el pantalón, primero por encima del calzoncillo y después lo apartó para sacar mi pene fuera.

Esos quince segundos, que fueron lo que tardó, fueron suficientes para que mi polla se armase otra vez como un mango de una azada, ella empezó a maniobrar con la mano subiendo y bajando la piel que cubre el capullo, y acariciando el glande suavemente. Se acercó dos dedos a la boca para poner saliva y la aplicó a la parte posterior del glande, en el frenillo, mezclándola con la secreción que salía del agujero de la polla y que daba al líquido un carácter lubricante especial.

El coche tenía la música alta, a María le gusta conducir así para prestar más  atención a carretera, su marido, el copiloto daba una cabezadita mientras tanto.

Imma continuaba con su masaje moviendo en círculo los dedos en el frenillo, se acercó un poco más a mí, como si tuviera sueño y reclinando la cabeza en mi hombro,  dijo para que lo oyeran todos.

-          ¿te molesta que apoye la cabeza? Es que estoy muy cansada.

Yo le dije que no, al tiempo que  acerqué mi mano a la falda, y la metí por debajo para buscar su chochito, ella abrió las piernas para que llegase con facilidad, cosa que hice. Encontré su braguita minúscula y la toqué por encima del pliegue que hacía marcando la raja.

Estaba toda mojada, la aparté y recorrí la rajita con  el dedo, ella se abrió un poco más, aparté sus labios vaginales y metí un dedo en su interior sedoso, húmedo y caliente,  hundiéndolo hasta el fondo, lo saqué subiendo para buscar el clítoris, tenía el botón hinchado, empecé a jugar con él con los dedos, imprimiéndole un movimiento de rotación.

El clítoris cada vez mas hinchado, ella se estremecía reprimiendo sus gemidos, mientras me masturbaba cada vez más fuertemente, subiendo y  bajando la mano lentamente pero con fuerza. El depósito de semen se iba llenando en mi interior con la calentura de la situación, su cara al lado de la mía me transmitía su calor como una estufa,  empezó a chuparme la oreja mientras mi masaje de clítoris la llevaba al clímax. Entonces sonó su móvil,…. era su marido, contestó

-          Dime cariño, ….. llegando a Madrid, si,….si…..no te preocupes mi amor,….. iré con cuidado,  tranquilo que estoy muy cansada y no pienso salir mi amor,…..si……si.

Todo aquello sin dejar de mover su mano sobre mi pene, entonces su cuerpo se tensó, paró de hablar pero con el teléfono en la oreja, al notar su corrida paré de masajearle el clítoris, bajé dos dedos metiéndolos en el interior de su vagina hasta el fondo, mientras ella empezó a contraer los músculos de su coño una y otra vez, pulsaciones largas y fuertes, con aumento de la secreción, tanto que mis dedos se escurrían cada vez más profundo en su coño, todo eso mientras escuchaba hablar a su marido. Al terminar la última contracción de su chochito volvió a hablar.

-          vale cariño, ya te llamo más tarde, cuando llegue

Y colgó el teléfono, volvió a su posición masturbándome más aprisa, buscando mi corrida, lo que casi consiguió, pero era tarde, llegamos a la entrada de Madrid,  Juan empezó a hablar, las luces de la ciudad iluminaban el interior del coche y tuve que apartarle la mano para meterme el pene en el pantalón, cosa que me costó bastante, entre otras cosas porque la erección no remitía y tuve que forzar el pene para doblarlo hacia el interior del pantalón. Ella se bajó la falda y entramos en la conversación con los demás atolondradamente, sin pensar mucho.

Entonces  empecé a recuperar  la respiración y las pulsaciones, aunque con los testículos doloridos por la presión del semen. Pronto llegamos al hotel y bajamos los cuatro con las maletas, todos llevábamos una maleta pequeña, menos Imma que llevaba dos, le ayudé con una de ellas hasta la habitación. Nos pusieron a los dos en la misma planta y a Maria y su marido en la planta inferior, nos despedimos de nuestros compañeros, en el ascensor y bajamos en la siguiente parada.

Cuando estaba en la puerta de su habitación, Imma intentó agarrar la maleta pero no le dejé,  dije

-          ¡abre la puerta¡ yo te ayudo

Ella se calló y la abrió, se metió dentro y la seguí, las maletas se quedaron olvidadas en la entrada de la habitación, ella seguía delante mío caminando léntamente hacia el interior moviendo las caderas, ese movimiento que imprimen los tacones altos cuando caminan las mujeres y que ellas saben utilizar cuando quieren para excitar al macho.

La seguí hasta el pié de la cama y la agarré por detrás, abrazándola, ella dijo

-          no es buena idea, llamaran para cenar y no estaremos apunto, además María quiere que bajes a repasar con ellos la reunión, que no tienen clara aún

Como si no la oyera seguí abrazándola, le levanté la falda y la empujé sobre la cama.

La estampa era preciosa, bocabajo, con el vestido levantado todo el culo al aire con una braguita que apenas se veía dentro del surco de su culo. Entonces dijo

-          Vale tonto, pero apaga la luz que me da vergüenza.

Contesté

-          No quiero apagarla. En el zaguán, en la escalera, en el coche, siempre oscuro, con la luz apagada, quiero toda la luz encendida y verte bien ese culo tan bueno que tienes.

Entonces, a toda luz, sin girarse, levantó un poco el culo y se quitó la braguita, la tiró al suelo y con las dos manos por detrás se abrió las nalgas un poquito, al tiempo que levantaba un poco también el culo, en pompa,  mostrándomelo en todo su esplendor.

Es un culo blanquito, como es ella, de piel muy blanca, por la raja asomaba su almeja, rosada por dentro, lo abrió mas y se pudo ver el agujero de la vagina, más oscuro en el interior, los labios vaginales coronados con una mata de vello negro rizado, pero bien recortado.

-          ¿lo ves bien así? ¿O quieres que me abra un poco más, así?

Levantó  más el culo se lo abrió mas, se veía claramente el agujero marrón de su ano, precioso, limpio, apretadito, lo abría y cerraba moviendo los esfínteres.

A todo eso mis pantalones estaban ya esparcidos por el suelo, me quité la camisa, quedándome totalmente desnudo mientras la miraba, ella estaba inmóvil en la cama, era como una tarta, como un regalo que se me ofrecía, adornada con el cobertor de la cama de aquel hotel totalmente blanco, contrastaba con su cuerpo.

Me acerqué por detrás y agarré con las manos los glúteos de aquella mujer y arrodillado tras ella empecé a lamer,  alternando su culito con la raja de su almeja jugosa, a los pocos segundos chorreaba de flujos vaginales y yo ya tenía la cara toda empapada.  La visión de aquel coño virginal a unos centímetros de mi cara, el olor a sexo caliente, mojado, me volvía loco, tenía ganas locas de soltar mi esperma, el instinto del macho de la necesidad de fecundar aquella flor me inundaba, quería rociarla de leche, de semen, preñarla, ..follarla.

Ahora ya tranquilos, dentro de su habitación nadie nos podía molestar. Me arrodillé detrás de ella y apuntando el glande contra la raja lo unté de jugos vaginales restregándola de arriba abajo y lentamente la incrusté dentro de la vagina. Entonces ella si que gimió, sin gritar pero gimió, sin miedo a ser oída, apretados los dos, acoplados perfectamente, notaba el palpitar de su corazón en su vagina, entonces empecé a mover las caderas bombeando el pene lentamente en su coño, dentro y fuera, lentamente, para notar el contacto de la piel del pene y el glande con el forro sedosa de la vagina caliente, mojada que me absorbía hacia dentro.

Ella apretaba el culo contra mí en cada embestida, acompañando el bombeo de mi polla, iba notando la acumulación de la tensión en mi sexo, la leche comprimida ya no podía controlar la eyaculación y cuando la tenía a punto de estallar la saqué, descansé un poquito, solo lo que duró el cambiarme de postura, me acosté en la cama y agarrándola de las caderas me puse su chochito a la altura de la boca de rodillas para poder hacer un sesenta y nueve, ella se agacho y agarró mi pene con una mano, se lo puso en la boca y  como una ventosa empezó a sorber el glande dando vueltas con la lengua rítmicamente sobre el capullo, como un caramelo, mientras yo empecé a lamer su clítoris, chupándolo, sorbiéndolo, masajeándolo con la lengua.

 El Clítoris se hizo muy grande, inflamado, alterné la lengua del agujerito del culo a clítoris, metiéndoselo dentro y sacándolo, y de ahí al clítoris otra vez, entonces mi pene no pudo más y se contrajo dentro de su boca para poder descargar un orgasmo, al mismo tiempo que le metí el dedo dentro del ano, empezó a correrse, apretando rítmicamente el esfínter del culo. Entonces soltó una serie de gemidos de placer, desahogándose en la corrida.

Mi pene también abrió la puerta del glande y salió un chorro de leche espesa que le llegó a la garganta. Pero ella no se apartó, siguió moviendo la lengua sobre el glande, mezclando el semen con saliva y tragando aquel líquido caliente que salía de mi capullo.

Seguí descargando la leche en su boca, con dos, tres, cuatro pulsaciones que acompañaban los chorros de lechada, abundante, reprimida durante toda la tarde. Aparté su boca con esfuerzo al tiempo que brollaron dos o tres chorros más de esperma sobre mi abdomen, ella acercó la lengua y los lamió hasta limpiarlos completamente. Dijo

-          No quiero que mañana la de la limpieza piense que soy una puta, eso solo puedes pensarlo tú, …….soy tu puta

Se levantó de la cama y dijo

-          ahora vete a tu cuarto que te llamarán

Me fui a mi habitación, me duche y me eché sobre la cama y me dormí relajado. Al cabo de una hora oí el wasapp, era María

-          Tengo que ir a tu habitación que mi marido quiere ver la peli y yo quiero repasar la reunión contigo

-          ¿Pero tu marido no viene?

Le pregunté

-          No, él dice que ya se la sabe toda, voy solita

-          No es buena idea

Conteste.

Creí que lo que le dije sería suficiente para disuadirla, pero al cabo de unos minutos golpeó la puerta, era María, venía con una bata de las de ir por casa con la bolsa en la mano, ya también iba en bata de las del Hotel, la suya no. Entró hablando como siempre y dejó todo el cartapacio en la mesa junto a la tele, me senté en la cama deshecha y ella se quedó de pié

-          ¿Qué te pasa? ¿te molesto mucho?

-          No, venga vamos a verlo (contesté)

Ella sacó del maletín en vez de los papeles unos zapatos de tacón alto blancos, en silencio se puso en medio de la habitación, se los puso en los pies y abriendo la bata la dejó caer al suelo.

Se quedó con un sostén minúsculo que abrazaba las tetas solo por debajo con un aro, dejándolas todas al aire, plantadas, apuntándome desafiantes, unas medias con ligueros a la cintura y sin bragas, solo el vello liso y negro cubría su pubis. Todo de color blanco. Me quedé de piedra, abrumado, no hice buena cara ya que estaba servido hacía poco rato por Imma, pero me excité y tuve una erección.

-          ¿Que no te gusta mi vestido?

Me levanté sin decirle nada y me la acerqué a mí, abrazándola, ella notó mi erección aunque llevaba el batín, se apartó un poco, me empujó sobre la cama y me senté, ella se arrodilló entre mis piernas y abriendo el batín, lo dejo caer sobre la cama, agarró con la mano el pene y dirigiéndolo a su boca apartó las manos, empezó a pasear la lengua por el glande, sin tocarlo, solo con la lengua, después aplicó los labios sobre el frenillo girando la cabeza para acoplarlo mejor, jugó con la lengua sobre él.

Mi capullo ya estaba totalmente armado, entonces se lo metió en la boca, sorbió el glande y lo mamó largamente. Si no fuera porque había vaciado con Imma el esperma, me habría corrido ya.

 Es curioso, Imma y María, me la habían chupado la misma tarde y aunque parezca que es lo mismo, cada una de ellas da su carácter personal a la mamada.

Imma es delicada y mimosa, muy fina, de las que te suben la leche rápidamente hacia arriba, delicadamente, si quisiera ella, te sacaría la leche en quince  segundos casi sin tocarte, sin apretar, todo es suave y fluido. En cambio, María es diferente, es caliente absorbente, te posee, el pene es suyo y nada más, te correrás cuando ella diga, es mas sinvergüenza, vamos, es mas puta.

Cuando se cansó de chupar me empujó sobre la cama y  subió sobre mí, a horcajadas se sentó sobre mi pene, sin metérselo dentro, empezó a restregarlo por su raja, moviendo las caderas a delante y atrás, a lo largo de la raja, mojándomelo con sus jugos.

Frente a la cama había un armario de los que ocupan toda la pared y cubierto con un espejo en su totalidad, allí se reflejaba claramente la imagen de María desde atrás cabalgando sobre mí, allí está levantando el culo, dejando ver totalmente la raja abierta y agarrando el pene lo dirigió a la entrada de la vagina, lo restregó un poco y se lo enfundó, lentamente, tragándolo al interior de su vagina.

No espero ni un segundo a acoplarlo bien, empezó a bombear sobre él, subiendo y bajando el culo, follando como una loca, con las tetas apretadas a mi pecho, cabalgaba sobre mí metiéndoselo hasta el fondo en cada embestida, todo era sexo, fricción de sexos, frenesí, no hay tregua en su follada.

La aparté de encima agarrándola de la cintura y la puse sobre la cama bocarriba, le abrí las piernas y le aplique la boca sobre la raja, chupándola de arriba abajo, su clítoris aumentaba de tamaño, chorreando la vagina tanto que goteaba sobre la cama, dejando una mancha húmeda sobre la sábana.

Pero a María le gusta follar, me apartó de encima, se levantó y agarrando la almohada contra el pecho, se puso a cuatro patas abriendo el culo para que la penetrara, me puse tras ella y como los perros, le penetré sin contemplaciones ni preámbulos, empecé a bombear con el pene, mi cuerpo acoplado a su espalda, cada vez más fuertemente, con embestidas que la movían hacia delante, y cada vez más rápido.

Puse la mano por delante buscando el clítoris y empecé a jugar con él mientras las follaba, entonces ella se volvió muy excitada, se notaba que le subía el orgasmo, al mismo tiempo le metí el dedo de la otra mano en el agujero del culito, solo un poquito, la puntita, sin dejar de follarla, aquello desencadenó su corrida, empezó a jadear, a contraer la vagina contra mi pene, entonces introduje todo dedo dentro de su ano, follándola, las contracciones sobre mi dedo y sobre mi pene iban al unísono de los gemidos, se corría intensamente, ya eran diez o doce contracciones, y seguía.

En ese momento sonó su teléfono, lo tenia sobre la mesita, era su marido, ella me calló y agarró el teléfono sin cambiar de posición, como una yegua cubierta por el caballo con el pene totalmente dentro, ya amainé la intensidad de las embestidas pero sin detenerme, bombeé lentamente el pene esperando que contestara el teléfono

-          Dime cariño, ….sí,…. lo tenemos casi solucionado, nos falta un poquito

Mientras hablaba con su marido, continuaba teniendo contracciones orgásmicas en su vagina, aquella conversación le excitaba más aún

-          Si cariño, yo ya lo tengo casi claro pero Raúl, ….aún le queda un poquito para terminar, … si cariño no te preocupes

Le dijo la verdad, a mi me faltaba muy poquito para correrme. Aquello me excitó mucho y empecé a bombear más fuerte  y María también empujaba hacia atrás, ayudándome a follarla, con el teléfono en la mano, y el culo en pompa, estaba preciosa, aquello desencadenó mi corrida. Aumente el ritmo y llegué al clímax, paré la respiración y solté un quejido involuntario, que seguro que lo oyó su marido y empecé a soltar leche, uno, dos, tres chorros de esperma dentro de la vagina de María, ella oía a su marido, pero no lo escuchaba. Mientras los soltaba empujé tanto que la levanté de la cama un palmo, inyectando ríos de esperma en sus entrañas. Ella paro un segundo de hablar para saborear mi eyaculación y después dijo

-          Vale mi amor, ya estamos ter……….. minando, espera solo diez minutos y voy

Colgó el teléfono y en plena eyaculación desclavé el pene de dentro, rápidamente aun soltando leche,  para que no se perdiera ni una gota, con el glande apunté a su agujerito del culo y  presionando lo metí dentro un poquito, mientras solté tres  chorros de esperma en su interior, ella echó el culo atrás y se clavó todo el pene en el culo aunque solo  quedaba una última contracción y con ella el último chorro de leche que se inyectó en la profundidad del recto.

Así clavado, con el pene aún palpitando me quedé recostado encima de ella, se dejó caer en la cama y yo detrás, clavado, como dos perritos enganchados, hasta que se deshincho el pene y se salió chorreando del culo, entonces ella se levantó rápidamente, se puso el batín y sin pararse a limpiarse me dio un beso y se fue a su habitación. Cuando caminaba iba dejando caer gotas de esperma mezclado con sus jugos vaginales por la habitación hacia la puerta, pero no hizo ni caso, como si le gustara demostrar que había follado. Cuando se fue, abrí la puerta del pasillo y pude ver el reguero de gotas que iban señalando hacia el ascensor.

Seguro que al llegar a la habitación, continuaría soltando gotas de mi leche, en la cama con su marido al lado, María es así, le gusta el riesgo en el sexo y lo practica.

Ese día me prometí no volver más a las reuniones.