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De profesión canguro (017)

en Lésbicos

UNAS COLEGIALAS CON GARBO.

 

 

   Tamara se sentó al lado del pequeño Richard y jugó a las palmitas con él durante un rato, hasta que el niño empezó a buscar algo más entretenido en otra parte, como sucedía con cualquier infante de apenas tres años. La niñera tomó el mando de la tele y la encendió, poniendo un canal infantil que inmediatamente captó la atención del niño.

         --- ¡Bieeennn! ¡La brujita Candyyyy! –chilló, levantando sus bracitos.

         ---Te gusta mucho la brujita, ¿verdad? –le dijo Tamara, abrazándole contra ella.

   El niño asintió y se abandonó al abrazo del cálido cuerpo de la chica. Se llevó el pulgar a la boca y quedó atrapado por los dibujos animados de la bruja adolescente y sus mascotas. La madre de Richard pretendía quitarle la costumbre de chuparse el pulgar pero Tamara no era tan severa. Ya tendría tiempo, se decía.

   Tamara estaba un tanto harta de su vida en Derby y estaba pensando en marcharse a otro lugar, pero no estaba segura. No quería ir a una gran ciudad. Londres la volvía loca más allá de un par de días. Tanto ruido y gente por todas partes, tantos turistas repletos de preguntas… No, incluso Nottingham era demasiado extensa para ella. Derby, su ciudad natal, estaba bien, con sus doscientos mil habitantes, a tan solo veintitantos kilómetros de Nottingham. Era una ciudad con todo lo necesario, se solía decir.

   Tampoco podía quejarse del trabajo. Sus dos páginas Web estaban dando mucho resultado y se complementaban. Cuando la Web de nanny bajaba, fuera por la estación o por las vacaciones, subían las visitas en la Web de citas, en la que ya se movía bastante entre ejecutivas. En realidad, apenas tenía tiempo para pensar en buscar un trabajo “adecuado”, esa era la palabra que solía utilizar su hermano. Para él, cuidar niños y ancianos –tanto Fanny como su hermano creían que eso es lo que hacía cuando salía a media tarde –no era un trabajo serio y estaba sujeto a grandes cambios que no dependían en absoluto de ella. Lo cierto era que Tamara ganaba tres veces más dinero que su hermano mayor haciendo muchísimo menos.

   No, tampoco era eso lo que la molestaba. Su malestar era debido a la gente de la ciudad, llena de prejuicios, tan dada a los juicios morales como todos los habitantes de la campiña, tan apegada a una rectitud hipócrita y anticuada, tan ciega y estúpida…

   Todo era debido a algo que había sucedido con su última clienta, Gladis. Era la viuda de sir Casstmond y le había guardado el luto durante dos años. Pero la señora ya no podía aguantar más, según sus propias palabras. Tenía treinta y ocho años y no quería enterrarse en vida por una tonta costumbre social. Tenía una renta vitalicia de tres mil libras mensuales y el dinero le quemaba en la cuenta corriente.

   Una amiga le aconsejó viajar a Londres y divertirse allí, lejos del círculo social de Derby, pero Gladis no conocía a nadie en Londres. Su vida había transcurrido entre Derby y Nottingham y era reacia a comenzar de nuevo en otro lugar. Entonces, ella misma llegó a la solución. Buscaría una acompañante, una mujer que la acompañara a todos los actos sociales y refrenaría así los comentarios. Pero debía ser una mujer que pudiera presentar en todos los círculos, joven y culta, que mostrase todo el respeto que ella pretendía. Fue su nueva abogada la que la puso en la Web de Tamara y la conexión quedó hecha en la primera cita.

   Gladis quedó prendada de Tamara, a pesar de no ser lesbiana. La aparente candidez de la joven, sus delicadas maneras, su amena conversación y su carácter apocado la sedujeron completamente. Tamara empezó a acompañarla a reuniones de damas, a ayudarla en los turnos voluntarios en los comedores sociales, a funciones de teatro escolar, al cine, al restaurante de moda… Empezó a ser muy habitual verlas juntas y Gladis estaba muy contenta, sin embargo, Tamara no tanto. Gladis era bastante atractiva y sensual y, además, muy dinámica. Como con cada dama que salía, la rubia niñera empezó a suspirar por ella. Cada vez que la señora acometía una nueva ayuda, un nuevo proyecto, Tamara soñaba que era la encargada de apaciguarla, de calmarla con su lengua, oculta bajo la mesa, bajo sus faldas… y eso nunca pasaba, claro.

   Lo más gracioso era que Gladis, a su vez, soñaba todas las noches con Tamara y no haciendo punto con ella, precisamente. Una de sus amigas le había contado lo que Tamara hacía con algunas damas y la viuda estaba loca por probar una vez en su vida, sólo que no se atrevía a dar el paso. Se pasaba largas horas mirando las fotografías que solía tomar a Tamara con cualquier motivo y se masturbaba varias veces, imaginando lo que Tamara sabría hacerle con su experiencia. Finalmente, se decidió y cómo suele suceder con aquellos que no tienen experiencia en estos asuntos, se comportó de una forma autoritaria y algo desdeñosa para conseguir a Tamara. Claro que no podía saber que eso encendió totalmente la libido de la niñera, al ser humillada, pero tuvo ocasión de comprenderlo cuando se pasó horas entre sus piernas, haciéndola gozar.

   Sus encuentros fueron a más, por supuesto. Cada vez salían menos y retozaban más. Había tardes que las dos se desnudaban después del almuerzo y no se vestían hasta la mañana siguiente. Pero todo lo bueno se acaba, suele decirse. Una envidiosa doncella grabó uno de estos libidinosos encuentros para chantajear a su señora, amenazándola con subirlo a la red.

   El día en que la criada realizó el chantaje tuvo mala suerte y pilló a su patrona realmente enfadada. La velada anterior, Gladis puso un ultimátum sobre la mesa. Quería que Tamara dejara sus otras citas e incluso su trabajo como niñera para dedicarse totalmente a ella. La rubia no se lo tomó nada bien. Quizás si hubiera empleado otro tono, alguna motivación más digna… Tamara era sumisa pero no era idiota, no, nada de eso. Sabía que aceptar un ofrecimiento así la terminaría anulando tarde o temprano y eso no le producía ningún morbo. Así que decidió cortar la relación económica y lujuriosa con la señora.

   Cuando se enfrentó al chantaje, Gladis estalló. La rabia y el despecho pudieron con ella. Puso a la criada de patitas en la calle literalmente, sacándola por los pelos, y le espetó que la denunciaría formalmente si sacaba la grabación a la luz. La doncella, humillada, no se lo pensó aunque se arrepentiría más tarde cuando el fiscal pidiera siete años de cárcel para ella. Pero, en aquel momento, rabiosa, subió el vídeo a la red, para perjuicio de la señora y de Tamara.

   La grabación duraba diecinueve minutos y algunos segundos y estuvo expuesta setenta y seis horas, ya que el novio de la criada la convenció para borrarla, pero fue suficiente para que el honor de Gladis se viera comprometido y la preciosa Tamara se convirtiera en una de las chicas más buscadas y deseadas.

   Todo aquello afectó al trabajo de Tamara, por supuesto. Era publicidad negativa para su figura de nanny. Ningún padre la dejaría a solas con sus hijos, no por lo que ella pudiera enseñarles a los niños sino por aquella hipócrita moral seudo victoriana que aún abundaba en la alta sociedad inglesa. Así que muchas familias habían decidido no llamarla más o bien llamarla para criticar su mal comportamiento y, finalmente, despedirla. Los Crossman, los padres de pequeño Richard, eran unos de los pocos que fueron comprensivos y quisieron que Tamara siguiera con ellos.

   “A fin de cuentas, ambas sois adultas. Ella es viuda y tú soltera. No hacíais mal a nadie.”, dijo la señora Croosman a la par que su marido cabeceaba.

   La Web de citas tuvo un espectacular aumento de visitantes a raíz del escándalo y Tamara prefirió cerrarla temporalmente. Ya se encargaría Bahji de recuperarla en unos meses, cuando todo el asunto se olvidara.

   El sonido de una llave en la puerta la sacó de su abstracción. Miró el reloj de su muñeca. Las cuatro y media. Tenía que ser Caroline que regresaba del instituto. Efectivamente, segundos después, escuchó unas risas juveniles en la cocina y el ruido de unas mochilas al caer al suelo. Caroline, la hija mayor de los Crossman, asomó en el salón, acompañada de una amiga de la misma edad.

         ---Hola, Caroline –saludó Tamara.

         ---Hola, Tamara –respondió la chica, acercándose juguetonamente a su hermanito quien ya se reía como loco, esperando las cosquillas que solía hacerle su hermana mayor. –Ella es Valy, una amiga de clase.

         ---Hola, Valy –Tamara se puso en pie para darle la mano pero la chica se le acercó y la besó a la española, en ambas mejillas. -- ¿De qué es diminutivo Valy?

         ---De Valania –respondió la amiga, poniendo de manifiesto un claro acento eslavo.

         ---Es ucraniana pero ya lleva aquí varios años –explicó Caroline mientras seguía jugando con el niño.

         ---Tienes un nombre muy bonito… Tamara –le dijo Valy. –Creo que era una reina de Georgia allá por la edad media…

         ---No lo sabía…

         ---Haz caso a Valy, es una empollona en Historia –rió Caroline.

         ---Siempre pensé que era un nombre hebreo –Tamara se encogió de hombros.

         ---Y lo es. Significa “palmera de dátiles” –explicó la chica ucraniana.

         ---Pues no me gustan los dátiles –soltó una risita la niñera.

         ---Vamos a estar un rato en mi habitación. Después merendaremos –le comunicó Caroline, haciéndole un gesto a su amiga para que la siguiera al piso de arriba.

         ---De acuerdo –Tamara se sentó de nuevo al lado del niño.

   Las chiquillas subieron corriendo las escaleras y se metieron en la habitación de Caroline, cerrando la puerta a toda prisa antes de ponerse a saltar y batir palmas entre ellas.

         --- ¡Oh, joder, joder, JODER! ¡Es ella! –exclamó Valy con una gran sonrisa.

         ---Ssshhhh, más bajo, putona –la amonestó Caroline. –Ya te lo dije, la rubia del vídeo es la niñera de mi hermanito.

   Las dos chicas llevaban viendo el vídeo, una y otra vez, desde hacía un par de días cuando una compañera se lo pasó.

         ---Es muy guapa… --alabó Valy a Tamara.

         --- ¡Y está muy buena! –exclamó Caroline, dándole un codazo que la otra esquivó.

         ---Eso ya estaba claro en la grabación. ¡El culito que se le veía mientras le comía el coño a aquella vieja era de ensueño!

         ---No era tan vieja, creo que es de la edad de mi madre –repuso Caroline.

         ---Será tu madre, tía, pero es una vieja también –se burló la ucraniana, sacándole la lengua.

         --- ¡Putón verbenero! –chilló Caroline echándose encima de su amiga y cayendo las dos sobre la cama, entre risas y grititos. –Bien que no le quitabas el ojo de encima a la vieja mientras te hacías el dedo en el baño del insti.

         ---Yo no he dicho que no me guste, sino que es vieja –dijo Valyn, echándole los brazos al cuello de su amiga, la cual estaba tumbada sobre ella. ---Puede que me gusten las viejas también, como a Tamara…

   Caroline la besó tiernamente, más que nada para callarla. Sus lenguas se unieron golosamente.

         ---Tú me gustas más que ninguna vieja –susurró Caroline tras un minuto de beso.

         ---Pero no quieres ser mi novia –Valy compuso un puchero con los labios.

         ---Sí quiero pero no podemos ir proclamándolo por ahí. Mis padres…

         ---Ya lo sé, tontina, era broma –la calló la ucraniana con otro beso.

         ---Oye, ¿cómo sabes que a Tamara le gustan las viejas? –cayó Caroline en la cuenta.

         ---No sé. Creo que es una intuición… tú me dirás… una chica tan guapa, ¿por qué se arrodillaría a comerle el coño a una persona que le dobla la edad sino es porque le guste?

         ---Podría ser por dinero también –argumentó Caroline, alzando una ceja.

         --- ¿Una puta? ¿Tamara? ¡NO! –exclamó Valy, sentándose en la cama. --- ¡Mi Tamara no puede ser una puta!

         --- ¿Cómo que tu Tamara? –Caroline le dio un tortazo en el brazo.

   Valy se rió a carcajadas, señalando la cara enfurruñada de su amiga. Levantó las manos en una ofrenda de paz y mirando a su amiga, le preguntó:

         ---Ahora en serio, Caro… ¿Mirando a cual de las dos te corres?

         --- ¡Joder, vaya mierda de pregunta!

         ---Responde, guapa… sé sincera…

         ---A Tamara.

         --- ¡Sí! –Valy levantó el puño en una señal de victoria para después susurrar: –Yo también… sobre todo mirando la carita que pone cuando la señora esa le mete tres dedos en el coño, allí de pie, temblando del gusto, apoyada en la vieja… oh, mierda, empiezo a ponerme mala otra vez…

   Valy se subió la falda escolar y se abrió de piernas ante su amiga. Sus braguitas de algodón estaban manchadas de humedad.

         ---Dios, Valy, ¿cuántas veces lo has hecho ya hoy? –le preguntó Caroline, sin quitar los ojos de la entrepierna de su amiga.

         ---Tú me lo hiciste una vez y yo otras dos, después… Creo que soy una ninfómana –sonrió, poniendo los ojos en blanco. -- ¿Me lo vas a hacer otra vez, Caro mía?

   Estaban a punto de besarse cuando sonaron unos golpes en la puerta. Las dos colegialas estuvieron de pie en microsegundos.

         --- ¿Sí? –preguntó Caroline, moviéndose hacia la puerta.

         ---Voy a preparar merienda para todos –dijo Tamara con una pequeña sonrisa al abrirse la puerta. -- ¿Vais a bajar?

         ---Sí, sí, claro –casi cacareó Valy, para después girarse hacia su amiga. -- ¿Merendamos, no?

         ---Por supuesto –Caroline empujó a la ucraniana para sacarla al pasillo. -- ¿Qué vas a hacer de merienda? ¿Tostadas con Nutella como le gustan a Richard?

         ---Para él sí pero estoy calentando la parilla para hacer sándwiches de queso y bacón.

   Valy se relamió y golpeó el hombro de Caroline con el puño.

         --- ¿Ves? ¡Toda una joya! –le susurró.

   Caroline se ocupó de darle la merienda a su hermano mientras Tamara freía el bacón y derretía el queso sobre el pan que se tostaba. El olor a tocino frito inundó la cocina. Valy, sentada también a la mesa, no dejaba de mirar el trasero de la niñera, enfundado en unas mallas de licra rosa. Caroline le tiró una patada por debajo de la mesa y la ucraniana elevó las manos y se encogió de hombros a espaldas de Tamara.

   La niñera puso un gran plato sobre la mesa, lleno de triángulos de pan blanco tostado e impregnado de queso Emmental fundido que envolvían varias tiras de crujiente bacón. Las chiquillas lanzaron sus manos de inmediato hacia aquel manjar tan británico. Mientras las chicas comían a dos carrillos, Tamara les sirvió té frío con mucho limón. Valy, tomando uno de los vasos, se empeñó en que brindaran.

         --- ¡Por vosotras! –alzó su vaso Tamara.

         --- ¡Por ti, Tamara! –devolvió el brindis Caroline.

         --- ¡Por el pecado! –terció Valy, dejando a las demás atónitas. -- ¿Qué? ¿No es un buen brindis?

   Tamara se echó a reír y todas acabaron desternilladas a los pocos segundos. Richard las miraba y también se reía, con total empatía.

         --- ¿Cómo os va el cole? –preguntó Tamara, buscando un tema de conversación.

         ---Ah, ya tenemos la charla de adultos aquí –murmuró Caroline, dándole un buen bocado a uno de los triángulos de pan.

         --- ¡Eh, qué yo también estoy estudiando! –exclamó Tamara, tomando otro pedazo del plato.

         --- ¿De veras? –Valy la miró con asombro. -- ¿Qué estudias?

         ---Bueno, he hecho un módulo de Administrativo y ahora estoy con Pedagogía…

         --- ¿No eres universitaria? –preguntó la ucraniana, sorprendida.

         --- ¡Que va! ¿De qué te sirve perder cuatro años de tu vida, pagar una pasta a una entidad chauvinista que debería ser pública y gratuita, para después no encontrar un puesto de trabajo en lo que te has especializado? ¡A la mierda con ellos!

   Caroline y Valy se quedaron con la boca abierta tras la espontánea diatriba.

         ---Ssshhh… pero esto es entre nosotras, nada de referirle lo que pienso a tus padres, Caroline… que el horno no está para bollos… --advirtió Tamara.

         --- ¿Bollos… qué bollos? –parpadeó Valy. -- ¿Te refieres al bollo del vídeo?

         --- ¡Calla, capulla! –Caroline intentó cerrarle la boca con otra patada. Su amiga, algunas veces, no pillaba algunas frases hechas en el idioma adoptado y esta vez le había pasado en el peor momento.

         --- ¿Qué vídeo? –frunció Tamara las rubias cejas, mirando a la atribulada ucraniana.

         ---Euh, nada… no es nada –contestó Valy, enrojeciendo como un tomate.

   Tamara se las quedó mirando, de una a otra. Ambas tenían la vista baja y las mejillas enrojecidas. No querían mirarla ni mirarse entre ellas.

         ---Lo habéis visto, ¿verdad? –comprendió Tamara.

        --- ¿Qué? No, que va… ¿el qué? –balbuceó una, la otra permaneció muda.

       ---El vídeo en que salgo con otra mujer… sí, eso es. Creía que lo habían borrado –suspiró Tamara.

       ---Una compañera me lo pasó al móvil. Creo que ha sido borrado pero hay gente que lo copió –confesó Caroline. –Cuando… cuando te vi en él… no sé, no pude evitar comentárselo a Valy… lo siento…

      ---Bueno, ya no se puede hacer nada –dijo Tamara con un suspiro. –Al menos no sois unas niñas…

     ---Tenemos diecisiete las dos –murmuró Valy.

     ---Bien. ¿Alguna pregunta? – irguió la cabeza la niñera.

     --- ¿Lo haces por dinero? –preguntó Caroline de repente.

   Tamara la miró fijamente y luego dudó. La chica parecía sincera.

         ---Depende. A veces sí, otras no, todo radica si la mujer me gusta bastante –acabó contestando.

         --- ¿Te gustan las viejas? –el tono de Valy reflejaba ansiedad.

         ---Viejas no, maduras. Pero sí, es el tipo de mujer que me gusta.

         --- ¿De verdad? ¿No te gustan unas chicas jóvenes así como nosotras? –la ucraniana señaló a su amiga y a sí misma.

         ---Claro que sí, sois muy bonitas, pero todo no radica en la imagen o en la belleza, al menos no para mí –Tamara se acodó en la mesa y picoteó un sándwich con los dedos.

         ---Es que en el vídeo se te nota que gozas mucho cuando la mujer te acaricia –musitó Valy.

         --- ¿Cuántas veces has visto el vídeo? –inquirió Tamara, entornando un ojo.

         ---Cinco… --dejó escapar en un silbido apenas audible la ucraniana, enrojeciendo de nuevo y bajando la barbilla.

   Caroline reprimió una sonrisa. Valy mentía como una cosaca. Estaba segura que fueron por lo menos el doble de veces.

         --- ¡Joder! –Tamara se llevó las manos a la cara, tapándose los ojos, avergonzada.

         ---No te avergüences, Tamara. Estás muy guapa en la grabación –la animó Caroline.

         ---Sí, sobre todo cuando…

         --- ¿Cuándo qué? –Tamara se giró hacia Valy. –Termina… por favor…

   Valy, quien creía que la niñera se había enfadado, comprendió al mirarla que buscaba una aprobación más que otra cosa.

         ---… cuando te corres...

   Tamara sonrió al escuchar las palabras de la joven ucraniana y dejó escapar un quedo “gracias” que trajo algo de tranquilidad a las chicas.

         ---Creo que sentís mucha curiosidad vosotras dos por el tema. ¿Acaso…? –Tamara movió su índice de una a la otra, abarcándolas.

   Caroline se volcó en ayudar a su hermanito a terminar su biberón de leche y cacao y Valy le dio vueltas al mordisqueado sándwich que aún tenía entre los dedos.

         ---Ya veo. ¿Desde cuándo?

   Las chicas se miraron unos segundos y Carolina, inspirando profundamente, habló:

         ---Desde hace un mes.

         --- ¿Es vuestra primera experiencia? –las dos asintieron, las mejillas cada vez más encendidas.

   Tamara las miró con atención. Vio a Caroline como mujer por primera vez. Hasta el momento, en los seis meses que llevaba trabajando con los Crossman, la hija había sido una mocosa para ella, pero ahora florecía ante su mirada. Una chiquilla púber de cabello castaño y grandes ojos rasgados, con un esbelto cuerpo fibroso por su entrenamiento de natación. Llevaba dos mechones teñidos de rubio oscuro, uno a cada lado de la raya que dividía su cabello. Al otro lado de la mesa, Valy la miraba de reojo, como si midiera de alguna manera la tensión que las rodeaba. La ucraniana era algo más bajita que su compañera y tenía una recortada melenita tan negra como el ala de un cuervo. Sus rasgos eran aniñados y dulces pero sus ojos eran profundos y sabios. También era delgada, casi menuda, aunque despedía una indeleble aura de femineidad.

         ---Pasó sin querer, como un juego que te apresa por su…simplicidad –confesó Caroline. –Nos pasamos días simplemente besándonos…

         ---Sí, parecíamos tontas –se rió Valy. –Bueno, no te creas que hemos llegado mucho más lejos. Unas caricias por aquí, otras por allá… y sobre todo hacernos dedos…

         --- ¿Dedos? –inquirió Tamara.

         ---Sí, nos masturbamos juntas –replicó Caroline. –Unas veces la una a la otra…

         ---Sí, sé lo que es dedearse, niñas –asintió Tamara. -- ¿Eso es todo?

         ---Ya ves lo patéticas que somos. Por eso, cuando vimos lo que hacías o te hacía esa señora en el vídeo… bufff, ¡fuiste la reina de Saba para nosotras! –se sinceró Valy.

         ---No es bueno tener prisa. Es mucho mejor que la cosa vaya surgiendo a su ritmo, sobre todo entre amigas como vosotras. Tenéis mucho tiempo para descubrir vuestros cuerpos y vuestros apetitos.

         ---Tamara… ¿qué se siente cuando una mujer te mete la lengua en el coño? –le preguntó a bocajarro Valy, sorprendiéndola.

         ---Así que eso no lo habéis probado aún, ¿eh? –dedujo rápidamente la niñera.

         ---Es que me da un poco de cosa… que me lama ahí… --se excusó Caroline.

         --- ¿Por qué? –se asombró Tamara.

         ---No sé… es que… –el rubor cubrió toda su cara, frente incluida –…me mojo mucho cuando me excito, ¿sabes? Me da corte que me lama todo ese flujo… siento que es asqueroso.

         ---Ya le he dicho que está tonta. Yo se lo como todo cuando me diga –Valy agitó una mano con indulgencia.

         ---Bueno, bueno, parece que estáis detenidas por un obstáculo de los peores, los mentales –sonrió Tamara. –Suele pasar al principio… Creo que os puedo echar una mano.

         --- ¿De veras? –la sorpresa se pintó de nuevo en el bonito y aniñado rostro de Valy.

         ---Pero quiero algo a cambio –el tono de Tamara fue serio, de repente.

         --- ¿El qué? –preguntó Caroline.

         ---Que borréis ese vídeo de vuestros móviles.

   Las dos colegialas se miraron y asintieron. Sacaron sus móviles de los bolsillos de sus faldas y buscaron el archivo. A continuación, lo mostraron a Tamara y lo borraron, sin dudarlo.

         ---Gracias –les dijo la niñera, poniendo una mano sobre las de ellas. –Vamos arriba, tus padres aún tardarán un par de horas en llegar.

         --- ¿A mi cuarto? –preguntó nerviosamente Caroline, poniéndose en pie.

         --- ¿Quieres hacerlo en la cama de tus padres? –le preguntó Tamara en respuesta.

         --- ¡NOOO!

         ---Pues tirando –dijo la niñera, tomando al niño en sus brazos.

         --- ¿Él también viene? –esta vez fue el turno de Valy de alzar las cejas.

         --- ¿Qué quieres? ¿Qué lo dejemos solo? No te preocupes, para él no será nada traumático, pero no sé… si te da vergüenza quedarte desnuda delante del niño…

         ---Vale, vale, entendido –se rindió la ucraniana.

         ---Le daremos algo para que se entretenga… tus bragas quizás –bromeó Tamara.

   Las chiquillas se dieron las manos para subir las escaleras. Tamara las siguió, meciendo al pequeño Richard. Su mirada cayó sobre las largas faldas de los uniformes escolares y el morbo le dio un pellizco en el bajo vientre. No eran inocentes pero casi. Inexpertas y calientes, un suculento premio que nunca hubiera esperado encontrar a su alcance esa tarde. Hacía mucho tiempo que no sentía aquel tirón justo por debajo del ombligo. Sólo lo experimentaba con chicas a las que podía enseñar, educar y pervertir dulcemente. ¡Aún no comprendía realmente lo que era, el demonio sexual que la poseía! ¿Por qué se portaba de una manera tan diferente con las más jóvenes y de otra con las maduras?

   Besó a Richard en la frente al llegar al rellano de la planta superior y se metió en el dormitorio de Caroline, que era el primero del pasillo. Los padres dormían al fondo y, en medio, estaba la habitación del niño. Caroline y Valiana estaban esperándola, sentadas sobre la cama, aún cogidas de la mano. Dejó a Richard sobre la alfombra y fue a su cuarto, dónde tomó varios peluches y juguetes que repartió por el suelo al regresar. Entonces, cerró la puerta del dormitorio de la chica y se encaró a ellas.

         --- ¿Os habéis visto desnudas? –les preguntó, antes de morderse un nudillo.

         ---No, en ropa interior todo lo más –dijo Valy.

         ---No hemos podido dormir juntas aún –explicó Caroline.

         --- ¡Pues fuera ropa, coño! –exclamó Tamara, sobresaltándolas.

   Las jovencitas le hicieron caso de inmediato, poniéndose en pie y despojándose de sus uniformes en un santiamén. Valy y Caroline se volvieron a sentar sobre la cama, ya desnudas. Tamara supo que estaban excitadas por la misma tensión del momento. Las admiró. Cuerpos jóvenes y vibrantes, sinuosos, curvilíneos, de menudos pechos alzados y vientres tersos.

  La niñera se desnudó a su vez, atrayendo toda la atención de las chicas. Eso le gustó y les hizo un pequeño show.

         --- ¡Wow! –dejó escapar la ucraniana.

         --- ¿Te gusta lo que ves? –le preguntó Tamara.

         --- ¡Ya lo creo! ¡Eres divina!

         ---No deberías decirme eso. Hay alguien más importante que yo aquí…

   Valy comprendió y se giró hacia su amiga, la cual seguía mirando el pálido cuerpo de la niñera.

         --- ¡Miraros, contemplaros la una a la otra! Es vuestra primera oportunidad para veros desnudas.

   Tamara, por supuesto, hizo lo mismo, examinando los cuerpos adolescentes a placer. Caroline tenía una buena mata en el pubis. El vello no era demasiado largo dada su juventud, pero si estaba extendido por las ingles. En cambio, Valy sólo tenía una ínfima línea discontinua que ascendía desde el vértice superior de su vagina. Más bien parecía una línea de diminutas hormigas que trepaban. Aquello dejaba claro el problema que Caroline tenía con su coño.

         --- ¡Cambio de planes! –exclamó dando una palmada. –Vamos a arreglarte ese nido velludo, niña –le dijo a Caroline apuntando con un dedo a su entrepierna.

         --- ¿Arreglar? –balbuceó ella.

         --- ¡Yuupppiiii! –exclamó su amiga, haciendo que Richard la mirara. –Llevo diciéndoselo desde hace un par de semanas.

         ---Venga… ¡al cuarto de baño, niñas! –las azuzó Tamara, palmeándoles las nalgas.

   Recogió a Richard, quien no soltó un peluche de Alf que tenía cogido de una oreja, y se lo llevó abrazado contra sus desnudos pechos. Caroline estaba sentada en el bidet y su amiga, de pie, le acariciaba la espalda, ambas esperando la llegada de la niñera. Esta dejó al niño en el plato ducha, entretenido con su juguete, y se arrodilló a un lado de la sentada Caroline sobre una toalla que puso en el suelo. Abrió el grifo del agua caliente y esperó a que cayera a la temperatura adecuada. Empapó el pubis de la chiquilla y Valy le pasó el bote de gel de baño a una indicación.

   Caroline se sentía muy nerviosa y, al mismo tiempo, honrada por aquella atención. Los dedos de Tamara cosquilleaban sus ingles, arañaba delicadamente su piel sobre el pubis. Cuando masajearon el vello en profundidad, llenándolo de jabón, rozó el clítoris en varias ocasiones, haciendo respingar a Caroline. La niñera se levantó y buscó una cuchilla nueva en los artículos del padre y se arrodilló de nuevo al lado de la hija.

         ---Valy… recuéstala contra ti… ponla más acostada y sujétala –le indicó a la amiga, más para integrarla en la acción que porque necesitara ayuda.

   Caroline se dejó caer hacia atrás y abrió las piernas todo lo que pudo. Tamara se atareó de inmediato en rasurar. Las tres tenían los ojos fijos en aquel humedecido nido oscuro, salpicado de espuma de jabón, mientras que la cuchilla cumplía su cometido con pasadas lentas y suaves.

         ---Tienes un coñíto muy bonito, muy cerrado, Caroline –alabó Tamara, terminando de pasar la cuchilla y enjuagando toda la zona con agua templada.

         ---Gracias –farfulló la aludida con la boca seca por la excitación.

   Tener a Valy y Tamara mirándole el sexo directamente y los dedos de la rubia tan cerca de su vulva la tenían con taquicardia.

         --- ¿Me permites que te dé un beso en él? –le pidió Tamara, acercando su rostro al pubis afeitado.

         --- ¿Un beso en el…? –balbuceó la chiquilla, enrojeciendo de nuevo.

         --- ¡¡Sííí!! –exclamó Valy con tanto brío que Richard salió de la ducha y se acercó a ellas.

         ---Ahora lo tienes limpio y aseado. No debería darte vergüenza ni asco –puntualizó Tamara. -- ¿O es que acaso no quieres que yo te lo bese? Puede hacerlo Valy también. Seguro que está dispuesta…

         --- ¡Ya lo creo! –contestó esta.

         ---No, no, está bien… puedes hacerlo tú, Tamara –consintió Caroline.

   Tamara depositó unos suaves besos a lo largo de la vulva y sobre el aún oculto clítoris. Luego, manteniendo sus labios sobre los del sexo, introdujo lentamente su lengua como si de un beso entre dos bocas se tratase. Caroline se estremeció largamente, con una intensidad que jamás había sentido antes.

         --- ¡Joder, eres buena! –exclamó Valy, sujetando el cuerpo de su amiga. –Casi la haces correrse con ese beso.

         ---Dime, Caroline, ¿has sentido asco, malestar o algún tipo de rechazo? –preguntó la niñera con una sonrisa en los labios.

         ---No… ha sido intenso, eso es todo.

         --- ¿Intenso? ¿Eso es todo? –Valy reaccionó como si hubiese blasfemado en el interior de una iglesia. – ¿Casi te pone en órbita con una sola caricia y dices eso? Tía, estás mal, mu mal de lo tuyo…

         ---Valy, cállate… ¡Richard! ¡Deja de mirarme! – chilló la hermana. -- ¿Desde cuándo está mi hermano mirándome el coño? ¡Quitadlo de ahí, cago en…!

   Riendo, Tamara se puso en pie y apartó suavemente al niño, el cual esperaba que lo incluyeran en aquel juego que parecía divertido. Valy enderezó a su amiga, la cual atrapó la toalla para secarse la entrepierna y taparse de paso.

         ---Volvamos al cuarto de Caro y te dejaré dibujar con ceras de colores –le dijo Tamara al niño para conformarle. Las chiquillas la siguieron sin necesidad de que les dijera algo.

   Una vez Richard estuvo tirado sobre la alfombra, rodeado de algunos folios y un par de pizarritas de plástico, con una veintena de lápices de cera repartidos a su alrededor, las chicas volvieron a la cama de la adolescente.

       ---Deseo veros besaros –susurró Tamara, mirando de reojo como el niño se centraba en dibujar círculos y más círculos.

   Valy y Caroline, de rodillas sobre la colcha, la una frente a la otra, se sonrieron. Besarse era la suyo; se aplicaban cada vez más en ello. Casi a la misma vez, se alzaron sobre sus rodillas y avanzaron torpemente hasta abrazarse. Valy se fundió contra su cuerpo, consciente por primera vez que su piel desnuda se rozaba contra la de su íntima amiga. Los pezones no coincidían por la diferencia de estatura entre las dos pero ya solucionarían eso, pensó. Caroline era la que siempre ladeaba la cabeza para besar por ser la más alta e, inconscientemente, lo hizo de nuevo, posando sus labios sobre los turgentes y pequeños de Valy. Las bocas se entreabrieron y las lenguas no tardaron en lidiar en la húmeda contienda.

   Tamara sonrió, mirándolas. Admiraba cómo ambas pelvis se agitaban por instinto, buscando un roce, un golpeteo, un apéndice que comenzara el ritmo que se fraguaba en sus terminaciones nerviosas. Adelantó sus manos, colocando una sobre cada riñonada de las chicas y obligándolas a pegarse aún más.

         ---Sentiros la una a la otra, notad la suavidad de vuestra piel… el calor que emana de vuestros cuerpos… el anhelo de cada respiración –susurró mientras los besos de las chicas se volvían cada vez más urgentes.

         ---Únete… --susurró Valy, apartándose un segundo de los labios de su chica.

         --- ¿Seguro?

   Caroline asintió con la cabeza mientras buscaba de nuevo la boca de su compañera. Tamara movió sus rodillas hasta quedar pegada a ellas y sus manos, que ya estaban posadas sobre las cinturas de las chicas, descendieron con suavidad hasta aferrar las tiernas nalgas. Acercó su boca a las de ellas y sacó la lengua en el momento adecuado para unirse al movimiento frenético de apéndices. Fue como si la tragara una corriente poderosa pero invisible, viéndose arrastrada por el deseo pecaminoso que brotaba de las chiquillas.

   Como era lógico tras saber del problema de Caroline, Valy se mostraba la más lanzada de las dos. Acabó apartándose del beso triple para lanzarse a por los labios de Tamara, cuyos dedos empezaban a hacer diabluras entre los glúteos de sus pupilas. Sus dedos corazones no dejaban de pasar por encima de los jóvenes esfínteres, aún cerrados a cal y canto. Sin embargo, las caderas femeninas habían comenzado a rotar suavemente, acompasando la caricia del sabio dedo.

   Tamara ahondó con su lengua en la boca de la chiquilla ucraniana, volcando en ella la miel de su saliva. Valy gimió al ser superada por la lujuria de la niñera. Se separó, jadeante, y empujó a Tamara a que besara a Caroline de la misma forma. La hija de los Crossman no había besado más que a su compañera hasta el momento pero no fue remilgada en absoluto. Echó los brazos al cuello de la rubia y se entregó a un largo y lascivo beso mientras las manos de Valy recorrían su cuerpo con una ansiedad desconocida.

   Tamara alternaba sus atenciones entre las dos amigas, para que ninguna se sintiera excluida en algún momento. Descendió su lengua por sus sensibles gargantas, chupó y mordisqueó los pezones que se arrugaban con el deseo, penetró los aflorados ombligos con lengua y dedos. Caroline y Valy rodaban la una sobre la otra, besándose y acariciándose, dejando que su hermosa mentora las mimara dulcemente.

   Entonces, viendo el estado en que estaban, se decidió por la jovencita ucraniana. La abrazó y la separó de Caroline. Tamara se mantenía de rodillas sobre la cama, las nalgas sobre los talones. Pegó la espalda de Valy contra su pecho y la subió a horcajadas sobre sus muslos. Valy jadeó, intuyendo lo que iba a suceder. Tamara inclinó la cabeza para alcanzar uno de los menudos pechos de la chiquilla, torturándolo con su lengua. La morena ucraniana gimió y levantó los brazos para llevar sus manos a la parte posterior de su cabeza, girando el rostro asaltado por una expresión de goce.

   Tamara llevó su mano derecha entre las piernas de la chiquilla, alcanzando totalmente la expuesta vulva. Sus dedos restregaron la humedad que encontró allí y acabaron dedicándose de pleno al inflamado clítoris. La mantenía abrazada con su otra mano y pronto Valy estuvo bailando sobre ella, contoneándose al ritmo que marcaba la niñera sobre su sexo.

  Caroline, más que curiosa, se dejó caer de bruces al lado de las dos chicas abrazadas, mirando muy de cerca lo que hacía la mano de Tamara en la entrepierna de su amiga. Comprobó que no era muy distinto a lo que hacían ellas aunque con más confianza. Levantó la vista para mirar a Valy a la cara y, justo entonces, empezó a comprender el misterio de una relación lésbica. Ver la expresión de maravilloso placer que se pintaba en el rostro de Valy la hizo reconsiderar todos sus prejuicios y niñerías. Aquella relación iba más allá de la curiosidad de unas chiquillas por el cuerpo y el placer; era algo más grande y hermoso porque sus espíritus comulgaban con la experiencia. Conocerse de esa forma tan íntima fortalecía sus lazos, su amistad, su amor. Dos lagrimones brotaron de sus ojos sin apercibirse siquiera de ello, al observar cómo Valy se corría en segundos con unos meneos de pelvis que dejarían atónito a Elvis Presley si viviera. Su cara se volvió aún más bella en el éxtasis.

         --- ¡Por Dios, me siento arder! –jadeó Caroline, llevando dos dedos a su propio sexo.

         --- ¿De veras? –preguntó Tamara con una sonrisa taimada.

         ---Me chorrea como nunca lo ha hecho –confesó, esta vez sin enrojecer.

         ---Me voy a poner con ella, Valy –le dijo a la ucraniana en la oreja mientras la dejaba resbalar hasta el colchón. –Cuando te recuperes, espero que te unas a mí.

   Valy asintió con la cabeza y se quedó de bruces sobre la cama, la mejilla sobre la colcha. Tenía una floja sonrisa en los labios y los ojos a medio cerrar, como una persona que hubiera encontrado su propio nirvana personal. Tamara tiró de Caroline con fuerza hasta tenerla de espaldas sobre la cama en un visto y no visto. Entonces, le abrió las piernas, tumbándose entre ellas. Le pasó un dedo lentamente por la vulva, comprobando que había dicho la verdad. Estaba empapada.

         ---Ahora te lo voy a lamer –le susurró Tamara, levantando los ojos para mirarla a la cara. –Estás llena de tus jugos y me los voy a tragar todos… ¿te importa?

   Caroline negó con la cabeza en una rápida respuesta, haciendo que Tamara se riera suavemente. Todo lo que tenía la niña en la cabeza eran tontos pajaritos frutos de una mala educación sexual, nada más. No había estado lo bastante excitada en las ocasiones anteriores como para vencer a su propio remilgo. Tamara le metió el índice con cuidado. Por lógica, aquellas dos debían ser vírgenes pero siempre había excepciones y casos en que el himen se rasgaba por otros motivos que no tenían nada que ver con el sexo. Caroline respondió con un largo gemido y levantó la pelvis. Tamara entonces aplicó su lengua a la expuesta vulva. Caroline se llevo un nudillo a la boca y lo mordió para no gritar y asustar a su hermanito, quien seguía dibujando tirado sobre la alfombra.

         ---Se le ha ido toda la tontería. ¡Como responde la muy golfa! –dijo Valy, gateando hasta ponerse la lado de Tamara, adoptando la misma pose, de bruces y con los pies levantados, los talones golpeando descuidadamente las nalgas.

         ---Sólo era miedo escénico –le dijo la niñera dejando de lamer por un segundo. –Aplícate tú también, preciosa. Se lo vamos a comer entre las dos.

   Valy sonrió y secundó a la rubia. Sus lenguas se turnaban en recorrer la vulva, en asaltar el clítoris, el cual parecía engordar a cada pasada de los gruesos y serpentinos apéndices. Las salivas de Tamara y la joven ucraniana se mezclaron en el interior de la rosada y estrecha vagina con el zumaque vaginal que manaba. Las chicas lo sorbían todo por turnos, volviendo a la tarea para que volviera a llenarse el pozo de carne.

   Caroline lloraba de nuevo pero esta vez de placer. Había bajado sus manos hasta las cabezas de sus amigas, aferrando una con cada mano. De esta forma, pegaba aún más las bocas a su entrepierna a medida que la pasión la desbordaba. Había colocado la almohada bajo su espalda para poder admirar aquellos dos rostros que la estaban llevando al cielo, unos rostros preciosos y enrojecidos por la presión a la que ella los sometía empujándolos. Se había corrido dos veces. La primera estaba cantada, ya lo sabía, su coño se había vaciado a los pocos segundos de que Tamara empezara a lamerla, justo cuando Valy había unido su boca a la de la niñera. Pero la segunda, ¡OH Jesucristo, la segunda!

  El orgasmo producido por las dos lenguas había sido tan largo que su cuerpo se arqueó como un puente, sus piernas temblando de debilidad. Se quedó apoyada sobre la cabeza mientras aquellas dos preciosas lamias se alzaban sobre los brazos para que sus labios y lenguas no perdieran el contacto con el sexo que devoraban. La acompañaron en todo aquel tremendo orgasmo que, de alguna forma, liberó su alma.

   Ahora estaban limpiándola de fluidos, con delicadeza, y ella se lo agradecía acariciando las revueltas cabelleras.

         ---Gracias –musitó, mirándolas. –Muchas gracias a las dos… me siento feliz.

         --- ¡Para no estarlo! –se burló Valy. –Si pudiéramos presentar este orgasmo ante el Guinness, seguro que tendría premio.

         ---Yo creo que es lo que necesitaba –opinó Tamara, poniéndose de nuevo de rodillas.

   Le echó un vistazo al niño y comprobó que seguía dibujando. De vez en cuando, levantaba la cabeza y miraba hacia la cama, como si quisiera comprobar que todavía estaban ocupadas en aquel juego de mayores. Se dejó caer sobre la espalda de la ucraniana, rodando con ella. Se besaron apasionadamente y Tamara introdujo un muslo entre las piernas juveniles, frotándose con una pericia y una experiencia que abrumaron a su joven amante.

   Así, Tamara consiguió el orgasmo que llevaba clamando pero que no la calmó en absoluto; sólo fue un aperitivo. Valy le había tomado el gusto a aquella posición y seguía frotándose con más ahínco. Sus manos apresaban las blancas nalgas de la rubia, como si necesitara ese apoyo para mover sus caderas con más fuerza. Tamara se sentó y les enseñó cómo formar una tijera con las piernas para que los sexos tuvieran más contacto entre ellos. Aquello entusiasmó a las chicas, que se turnaron para probar con Tamara.

   De nuevo la fiebre había subido y, en un instante de claridad, Tamara miró su reloj. Los padres no tardarían en llegar, así que acortó la sesión drásticamente. Se puso de pie sobre la cama y atrajo la cabeza de Caroline, que estaba de rodillas, hasta su coño.

         --- ¡Vamos a ver lo que has aprendido! –masculló, abriéndose a la lengua de la chiquilla.

   Era la primera lamida de Caroline y eso se podía notar en la exagerada cantidad de veces que pasaba la lengua sobre la vulva, sin encontrar los sitios adecuados. Con paciencia, Tamara le fue explicando y guiando. Pronto tuvo que dejar de hablar y cerrar los ojos. Caroline había encontrado la mejor forma de succionar el clítoris. Tamara levantó el rostro al techo y tembló por un momento. Justo entonces, los dedos de Valy, arrodillada a su espalda, le abrieron los glúteos y le pasó la lengua directamente sobre el esfínter.

  En apenas dos minutos, Tamara tuvo que levantar los brazos en cruz y apoyar la espalda en la pared del cabecero, acuciada por las lenguas de las chiquillas. El placer le llegaba en oleadas y no era capaz de hablar, sólo temblaba espasmódicamente sobre unas piernas que parecían hechas de gelatina y se corría, una y otra vez. Se corría en silencio como a ella le gustaba.

   A dos pasos de distancia, Richard, el olvidado niño, pintaba con una cera unos sospechosos círculos sobre el pecho de su Alf de peluche. El niño sacaba la lengua por un lateral de la boca, lo que indicaba su concentración en la tarea.

         ---Tetas… tetas… tetas… --musitaba mientras presionaba el lápiz de cera para marcar unos pezones sobre el juguete.

CONTINUARÁ...

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