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Detective 666 (5)

en Grandes Series

LA HONORABLE CASA FLOTANTE.

   Al cabo de una semana más, en la que la pobre Roxanne sufre muchos más asaltos traseros, consigo convencer al Dr. Rimes para que me dé el alta, prometiéndole hacer la rehabilitación en un centro cercano a casa y recuperarme tranquilamente en el hogar. Claro que ya no tengo un hogar propiamente dicho. Mis compañeros de apartamento han entregado mis pocas pertenencias al comisario, con la excusa de hacerlo llegar todo a mi familia. El jefe me contó lo patriótico y honorable que había quedado mi funeral. Muchos compañeros acudieron a llorarme y Benny también acudió. Venía acompañada por una amiga, me contó el comisario. Lloró bastante y aceptó la bandera plegada como muestra de respeto. Solo lamento no haber podido personarme en el entierro de Saikano. Fue un buen compañero.

   Harto de hospital y sin casa en la que refugiarme, llamo a Tom. Aunque Jipper y él me han visitado en el hospital –tomando precauciones, claro –, se sorprende cuando le doy la noticia de mi alta.

         ---No te hacía tan recuperado –me dice y luego me pregunta, bajando la voz: -- ¿Te curas antes por tu naturaleza?

         ---Claro, viejo. El caso es que necesito un sitio para esconderme y recuperarme. Me han dado por muerto y tengo que mantenerlo así un tiempo más. ¿Cómo llevas la casa flotante?

         ---Está casi acabada pero aún le quedan unas cosillas para que se pueda habitar. Digamos que una o dos semanas más. Te dije que estaría terminada para cuando salieras del hospital pero no imaginaba que ibas a sanar tan rápido –se excusa.

         ---Está bien, está bien… supongo que tendré que buscar un hotel barato y…

         --- ¡De eso nada, coño! Tengo sitio de sobra en casa. Te vienes conmigo el tiempo que tardaremos en acondicionar la barcaza. ¡Si estoy más solo que la una en mi puñetera casa!

         ---Te lo agradezco de veras, Tom.

         ---Bueno, sé de una que se va a alegrar un montón… pero, te lo advierto, en mi casa nada de nada con mi nieta, ¿eh?

         ---Por supuesto, Tom, seré un caballero. Gracias de nuevo, viejo. Me darán el alta mañana, sobre el mediodía. ¿Puedes venir a por mí?

         ---Allí estaré. Hasta mañana.

         ---Adiós.

   “¿Cómo coño se ha enterado de lo que hay entre su nieta y yo?”, me pregunto al cortar la llamada. No hemos hecho nada delante de él, ni siquiera darnos la mano. ¿Se lo habrá dicho Jipper? Bueno, es algo que ya no tiene remedio. Al menos, he solucionado el problema de la vivienda.

 Al día siguiente, Roxanne, toda llorosa por mi marcha, empuja la silla de ruedas hasta la puerta del hospital. Tom me espera, jugando con las llaves de la furgoneta que ha traído. La enfermera rubia se despide con grandes abrazos que están a punto de volcar las muletas que me sostienen. Es como si me fuese a la guerra, coño. No pienso volver a verla en una buena temporada. Parece mentira la afición que le ha cogido a la sodomía…

         ---Parece que te ha tomado cariño –bromea el viejo mientras caminamos hacia el aparcamiento.

         ---Es que tiene mucho amor maternal –mascullo.

   La casa de Tom no está lejos de su taller, justo en el distrito siete de Bywater, al norte: St. Roch. Ya había estado allí en una ocasión, al volver de la mansión Dassuan, pero en aquel momento no estaba yo para deleitarme con las vistas del barrio. Ahora es diferente. Estoy calmado y voy a pasar una temporada allí, así que me fijo mejor en las inmediaciones. No es un barrio bonito, ni mucho menos. El Katrina lo ha destrozado. Mucha gente ha abandonado sus casas y negocios, huyendo a otras partes del estado e incluso del país. Aún se pueden ver muchos escombros arrinconados y apilados. El St. Roch Park, que otrora fue toda una joya botánica, ahora es sólo un solar barrido que sirve de aparcamiento para las casa remolques que proporciona FEMA (Agencia Federal para Manejo de Emergencias, please, léase en inglés).

         ---Estuvo chunga la cosa por aquí, ¿no? –le pregunto a Tom, que suele conducir en silencio.

         ---Bastante. La gente se ha quedado sin casas, ni bienes. Los que salvaron algo se aferran a lo que les queda, como yo. No pienso abandonar este barrio. Aquí me casé y crié a mis hijos. Por muchos indeseables que se establezcan aquí, me quedaré –dice con orgullo.

         --- ¿Indeseables?

         ---Una pandilla de antillanos ha venido de alguna parte de la costa de Florida y se ha afincado aquí, en algunas casas vacías. Se dedican a trapichear con todo lo que pillan. Son peligrosos…

         ---Ese parecer ser el sino de Nueva Orleáns –le digo. –Estamos desbordados por la actividad criminal. Hasta que el alcalde no instaure normativas más severas, esto va a seguir así.

         ---Los humanos somos una mierda, ¿eh? –Tom me mira por un segundo y sonríe. –Cuanto mayor es la catástrofe, más buitres somos…

         ---Es la naturaleza humana, amigo. Sois los mayores depredadores de este mundo.

   La casa de los Haddillan parece haberse salvado de lo peor del huracán al estar construida sobre pilotes de cemento, algo que no suele verse mucho por el barrio. El resto de la propiedad, lo que debía ser un jardín bien cuidado y los bajos de la casa que servían como trastero, ha quedado arrasado.

         --- ¿Y esto? –pregunto, dándole una suave patada a uno de los pilotes.

         --- Estamos sobre un puto pantano, amigo. ¿Te crees que es la primera vez que se inunda todo esto? Mi abuelo ya pasó por eso y mi padre también. Este terreno pertenece a mi familia, lo mismo que el taller. La casa familiar que estaba construida aquí ya estaba sobre pilares de piedra, a casi dos metros del suelo. Yo reforcé esos pilares con pilotes de hormigón y doy gracias a Dios por mi decisión –me explica, llevando mi bolsa en la mano.

         ---Debería ser una medida obligatoria para todas las construcciones –le doy la razón. –No habría sucedido todo esto…

         ---Volverá a pasar, ya te lo digo. Se nos olvidan las desgracias y suceden una y otra vez. Sólo tienes que leer la Historia. Vamos, entremos…

   Unos peldaños de madera nueva conducen hasta la puerta. A un lado de la casa, aún se pueden ver los restos del anterior porche, arrinconados. La casa es híbrida, mitad paredes de ladrillo y la otra mitad madera. Según Tom, la construyó su abuelo y tanto su padre como él la han restaurado, mejorándola con los años. Al menos, ha aguantado una locura como el Katrina, eso ya quiere decir algo. No es bonita pero sí robusta y confortable, al menos para mí. La mayoría de dependencias se encuentran en la planta “baja”, por decirlo así. Cocina, salón comedor, un estudio, una gran despensa, un enorme cuarto de baño central y dos dormitorios. En el vestíbulo, hay una escalera que conduce a un altillo, bajo el tejado, donde hay otros dos dormitorios de corte más juvenil, junto con otro cuarto de baño más pequeño.

         ---Mi habitación es la de la derecha –me indica desde el corto pasillo. --Puedes quedarte la que hay enfrente, así no tendrás que subir y bajar escaleras.

   Se refiere, sin duda, a utilizar las habitaciones del altillo. Muy listo, sonrío interiormente. Así puede tenerme controlado para que no meta a Jipper en mi cama. Asiento y le sigo.

         ---Cuarto de baño –dice al abrir la otra puerta que hay en el pasillo. –No utilizo el estudio para nada, así que si necesitas un sitio para poner la investigación al día, es todo tuyo.

         ---Se agradece.

   Una vez instalado en mi habitación y con una convalecencia por delante de la que no conozco su duración, empiezo a aburrirme. Sé que es un problema, soy un demonio de culo travieso; creo que mi madre ya me lo echaba en cara antes de dejarme en el nódulo. Llamo al comisario y le pido novedades. Como imaginaba, Antivicio lleva una investigación por la partida de Éxtasis Final y Homicidios otra por la muerte de mi compañero, aunque ambos departamentos colaboran estrechamente. Se ha abierto una caza del hombre en Nueva Orleans, buscando a Dylan Brestton pero la tierra parece habérselo tragado.

   Claro que yo sé que se ha escondido en un pantano, seguramente en el mismo en el que fabrican todo el MDMA con el que trafican. Sin embargo, hay muchos pantanos en Louisiana y muchos escondites, húmedos y llenos de mosquitos, en los que perderse. Por el momento, me da igual. Brestton es un pez pequeño al que puedo darle tiempo y espacio. El que me interesa es el señor Predyss, el frío dandy.

   Lo busco en Internet y averiguo lo básico: que está divorciado, que tiene un par de hijos adolescentes, y que pertenece al consejo administrador del casino hipódromo Fair Grounds. No esperaba encontrar nada más profundo, por supuesto. Eso ya me tocará a mí cuando disponga de los recursos del departamento. Ahora, lo primero es recuperarme por completo y rumiar la venganza.

                            * * * * * * * * * * * * *

        ---Arriba, dormilón –susurra una dulce voz y alguien me sacude por el hombro.

   Abro los ojos y parpadeo. Jipper abre la ventana y las contraventanas de madera, dejando entrar el sol. Su dorada cabellera resplandece con la luz matinal. Con una sonrisa, se acerca a la cama y se arrodilla sobre ella, inclinándose sobre mí. Un tierno beso para despertarme.

         ---Buenos días, guapo –me susurra tras el beso.

         --- ¿Qué hora es? –le pregunto, mordisqueando suavemente su labio inferior.

         ---Las diez.

         ---Buena hora para echar un polvo –musito, abrazándola y besándola con más pasión.

         ---Ahora no hay tiempo de eso, machote. Mi abuelo nos está esperando –me dice, riendo y levantándose.

         --- ¿Y eso?

         ---Tu nueva casa ya está terminada –me dice, alargándome las muletas que están al lado de la mesita.

         --- ¡Genial! –exclamo, saltando de la cama y pasando de las muletas.

   Jipper me mira con ojos asombrados. Observa cómo me muevo y camino sin cojera alguna ni ayuda de muletas. Me ha visto poco en esta última semana –ya han pasado dos desde que estoy en casa de su abuelo –, seguramente muy ocupada con terminar la casa flotante. Por eso mismo, no ha observado mi recuperación milagrosa.

         ---Estás curado –barbota a mi espalda mientras abro el armario.

         ---Prácticamente –le contesto, escogiendo la ropa que me voy a poner. –Necesito fortalecer un poco los músculos y estaré en plena forma. ¿No es estupendo? –me giro con una camisa en la mano y un pantalón en la otra.

         ---Claro que sí –sonríe ella.

         --- ¿Vienes a la ducha conmigo?

         ---No, déjate de juegos. Mi abuelo no es muy paciente, ya lo sabes.

         ---Joder, ¡qué me vas a contar a mí!

   Salgo del dormitorio para tomar una rápida ducha. Ocho minutos de agua fría que me hacen gritar vivazmente. Jipper aún se está riendo de mis chillidos cuando regreso a la habitación, secándome con una toalla. Soy consciente de la repentina mirada de la chica hacia el manubrio, aunque ahora está un tanto mustio por la frialdad del agua. Me visto mientras ella me consigue una magdalena y un zumo. Aún voy comiendo cuando me subo al Toyota rojo de Jipper. Arranca con un fuerte tirón, como es costumbre en ella. Jipper es la única mujer de las que conozco que gusta del cambio de marchas manual para conducir. A veces, parece que su biplaza GT86 Boxer se convierte en un prototipo de Fórmula 1, dada la concentración con la que conduce. Y hoy es uno de esos días.

   Así que desisto de meter mi mano entre sus piernas, perfectamente torneadas por los leggins listados en verde y ocre que lleva. La observo conducir, embragar y cambiar de marcha, reducir revoluciones y acelerar con una habilidad muy superior a la mía, a pesar de nuestras obligatorias clases de conducción bajo presión. Le gusta la música alta cuando conduce. Música enlatada la llama, una mezcla de dance, trance, house y hip hop acid que he empezado a amar yo también en ciertos momentos. No hablamos, no hace falta; ella conduce y yo disfruto mirándola, mecidos ambos por los rítmicos sonidos que surgen de los ocho altavoces disimulados del vehículo.

  Vamos en dirección al río, descendiendo hacia Marigny y cruzándolo para desembocar en el Barrio Francés. Jipper toma la carretera paralela al río y remonta este hasta llegar al gran espacio que se reserva para celebrar los festivales anuales de música en el Barrio Francés. La rubia aparca y nos bajamos. Miro a un turista que está intentando convencer a su chica de bajar hasta el cercano Adubon Acuarium y pasar un rato al fresco. La verdad es que empieza a hacer calor.

         ---Está en el embarcadero del parque Woldenberg –me dice Jipper, señalando al otro lado de la carretera.

         --- ¿La habéis traído al embarcadero? –me asombro.

         ---Mi abuelo conoce a alguien en la Comisión del Río y le ha conseguido uno de los pocos sitios que hay en el Barrio Francés. Debéis ser muy coleguitas los dos porque esto no lo ha hecho por nadie, jamás –me dice con cierto retintín.

         ---Vaya, sí que es cierto… tendré que llevármelo de putas –murmuro.

         --- ¿QUÉ?

         ---Nada, nada, es coña, niña… ¿Tom está allí?

         ---Sí, está esperando a bordo.

         --- ¡Pues vamos, cojones! –me impaciento.

   Jipper bufa y arranca a andar con un furioso taconeo. Yo la sigo, tratando de no forzar el paso, pero la tomo de la mano para cruzar rápidamente la carretera. El embarcadero forma una T justo en la pequeña cala que deja uno de los meandros del Missisipi. Esta estructura fue hecha para que los pasajeros que venían de Baton Rouge en los barcos casinos, pudieran desembarcar en el Barrio Francés y acudir a sus diversiones prohibidas, sobre todo putas, alcohol y brujería. Hoy en día sigue teniendo la misma función, sólo que lo que desembarcan los nuevos barcos son turistas de todas partes del mundo.

   La parte interior de los brazos del embarcadero es demasiado estrecha y poco profunda como para dar cabida a los grandes transportes, por lo que la Comisión los ha dividido en parcelas que alquila como fondeaderos. Allí es donde se encuentra la casa flotante. La veo de inmediato ya que resplandece al lado de las demás embarcaciones por su originalidad y porque está recién pintada, todo hay que decirlo.

         --- ¿Qué te parece? –me pregunta Jipper, deteniéndose un momento para poder observar la casa desde lejos.

         ---Una belleza –Tanto Jipper como Tom me habían enseñado fotos de cómo estaba quedando pero no había visto realmente el trabajo. Un excelente trabajo, diría. –Has demostrado que puedes realmente ganarte la vida en esto, Jipper.

    Ella enrojece de orgullo a mi lado y es la que me coge la mano para acercarnos al embarcadero. A medida que me acerco, voy descubriendo detalles que apenas se distinguían en las fotos de un móvil. Lo primero que me choca es que ha perdido cualquier vestigio de algo hecho para navegar. La quilla no se distingue de los habitáculos y estos forman tres alturas diferentes a lo largo de la antigua gabarra.

---Lo que ves a proa… o delante si lo prefieres –me explica desde la distancia – es el espacio privado que me pediste. Lo he dispuesto como un estudio pequeñito con varios armeros reforzados y una caja fuerte. Las ventanas que ves delante son fijas y muy resistentes. Ni siquiera un balazo las astillaría. El estudio mide seis metros de largo por ocho de ancho. Los armeros así como la caja fuerte están anclados al suelo y unas planchas de acero en el interior refuerzan las paredes de madera. Solamente se puede acceder a ese espacio desde el interior de la vivienda.

---Perfecto.

    Tom nos saluda desde la puerta de la cabina de pilotaje. Hay una tabla de abordaje por el costado que está pegado al embarcadero, con sus cuerdas de barandilla y todo pero Jipper sube por la popa, a través del muelle de atraque que flota en el agua. Está diseñado para abordar la casa con una lancha o para subir a bordo si se está nadando, por ejemplo. Una escalerilla lleva a la altura del piso o bien a la cabina de pilotaje que está un par de metros por encima.

   Jipper sube directamente a reunirse con su abuelo y la sigo, contemplando como se contorsionan sus glúteos al subir por la escalerilla de mano.

         --- ¡Bienvenido a bordo, Jack! –exclama Tom, ofreciéndome la mano. -- ¿Cómo ves tu casa?

         ---Por ahora parece una verdadera pasada. Os habéis lucido. Ni siquiera voy a preguntar si ha sobrado dinero –me río.

         ---No mucho pero algo ha quedado –me dice Jipper con un encogimiento de hombros.

         ---Bueno, aquí tienes los mandos de los motores, el control de timón y los instrumentos necesarios para conducir esto –Tom señala la consola de mandos que ocupa todo el panel debajo de la panorámica ventana.

   No parece demasiado complicada aunque no tengo ni idea de para qué sirven los controles y los señalizadores. No hay volante sino un gran joystick en el centro de la consola, rodeado de ventanitas de control y potenciómetros de diferentes escalas.

         ---No te preocupes –se ríe el viejo al ver mi cara de ineptitud –, ya te enseñaré a manejar todo esto. Es muy fácil.

   La cabina es pequeña. Los tres estamos achuchados adentro. Veo que debajo de la consola hay un alto banquillo guardado, aguardando ser usado en un viaje lento y aburrido seguramente. La puerta está plegada a un costado y parece frágil. En la pared que hay a mi espalda, hay una especie de taquilla con cajones y puertas. Abro una y me encuentro unos mapas enrollados. En otra, una radio conectada con un micrófono colgando. Dejo de husmear más y me inclino hacia delante y miro por la ventana. Hay una buena visibilidad por encima de las cubiertas –o tejados, tengo que preguntar cual es la palabra correcta – casi planas de la vivienda y del estudio. Entonces me doy cuenta que desde mi puesto en la cabina puedo ver parte de una gran cama. Es el dormitorio de la vivienda.

         ---Al final has puesto el techo de la vivienda de cristal –me giro hacia Jipper.

         ---Metacrilato pulido. Mejor que el cristal y más duro –me responde. –Ahí necesitas luz natural porque no hay más ventanas que el techo pero no te preocupes, la cama tiene un dosel de corredera para que no incida la luz del sol directamente sobre el que duerme, o bien que quien esté pilotando no vea nada de lo que ocurre debajo de sus ojos.

         ---Eso está muy bien pero yo me refería a que puedo pedirles a mis invitadas que caminen por el techo para verle las bragas –bromeo y me cuesta un buen pellizco.

         ---Hablando de caminar por el techo… la cubierta superior del estudio es una terraza –me señala con la barbilla. –Si tuvieras niños hubiera colocado un tobogán para tirarse al río desde lo alto.

         ---Niños… brrrr –me estremezco nada más pensarlo. ¡Yo soy aún un niño, maldita sea! –Oye… ¿para ir hasta esa terraza hay que pisar el metacrilato del dormitorio?

         ---Hay una escalerilla a estribor.

         --- ¿Estribor?

         ---En el costado derecho mirando desde aquí. Babor es a la izquierda –me explica Tom, sumamente divertido.

         ---Ah, vale. ¿Podemos ver mi hogar ya, por favor? –suplico.

   Ambos se ríen y Jipper baja la primera por la escalerilla pero sigue hacia el muelle de atraque.

         --- ¿Es que no se puede ir desde aquí? –le pregunto alzando la voz pero mirando el estrecho pasillo que queda entre el costado de la vivienda y la pequeña barandilla de metal que bordea el casco. Apenas medirá cincuenta centímetros.

         ---Sí pero es que te quería enseñar algo importante. Baja –me contesta.

         --- ¡Voy! –y me dejo caer en vez de coger la corta escalerilla.

         ---Aquí estaban antes las hélices y debajo de la cabina los motores. Lo hemos cambiado todo hacia proa, no al principio del todo pero casi. Funcionara igual y ganamos sitio –me explica Jipper mientras su abuelo termina de bajar. –En el hueco que han dejado las hélices, he instalado los depósitos de propano.

   La chica se acuclilla y gira una palanca que no había visto antes. Una compuerta metálica, parecida a la puerta cilíndrica de un tubo lanzatorpedos pero algo más pequeña, se abate. Otro tirón de la palanca y se oye un crujido metálico. A los dos segundos, la cabeza de una gran bombona de gas asoma, conectada a un regulador de presión.

         ---El propano sirve para la cocina, el agua caliente y la calefacción aunque también dispones de chimenea en el cuerpo central de la vivienda, así que puedes ahorrar por ahí –me explica. – Esta es la bombona de babor, hay otra idéntica a estribor, con el mismo sistema: una torsión a la palanca y se abre la compuerta, otra torsión en el mismo sentido y el muelle sube la bombona para sacarla y cambiarla. Giras de nuevo en el otro sentido y la bombona baja. La última torsión asegura la compuerta. Fácil.

         ---Has pensado en todo, joder.

         --- ¡Eh, qué somos profesionales! –exclama Tom, detrás mía.

         ---En cuanto a los pasillos de borda, sé que son estrechos pero no he querido comerle más terreno a las instalaciones. La gabarra tiene sesenta metros de eslora, o sea de largo, pero apenas once de manga o ancho. Dejar un pasillo de un metro significaba comerme dos metros de la anchura. Sesenta centímetros es más adecuado –señala el pasillo desde el muelle.

         ---No me da miedo darme un baño imprevisto y el que se mueva por mi casa sin yo saberlo, allá él –bromeo otra vez.

         ---Vamos.

   Jipper sube con agilidad, sin tomar la escalerilla esta vez, y avanza por el estrecho pasillo con toda confianza. Tiene razón, parece más estrecho de lo que es y se puede caminar por él fácilmente. Tengo que acostumbrarme a pensar que esta casa ya no es un barco, tiene mucha estabilidad. Literalmente, desde lejos es una casa cubista y moderna flotando sobre el agua.

   La rubia se detiene ante la puerta y me mira. Lleva una llave en la mano.

         ---Esta es la única entrada a la casa ya que todas las ventanas son fijas, así que no pierdas la llave –me advierte.

         ---Supongo que te habrás quedado con una, ¿no?

         ---Tengo una en el taller pero solo para un caso de accidente –esta vez es su abuelo el que responde. –Es tu casa, Jack. Eres el único que debe tener llave.

         ---Vale pero que conste que estáis invitados siempre a venir cuando os plazca, ¿entendido?

   Ambos asienten y Jipper mete la llave en la cerradura. La puerta es de corredera y aunque está pintada hábilmente, no es de madera como las paredes sino acero. Un gran salón se abre ante mí, decorado con tan buen gusto que parece que hemos entrado en la suite de un hotel.

         --- ¡La hostia! –se me escapa.

   Una gruesa alfombra cubre una esquina, con un gran diván con rinconera a juego encima. La pared frente a la puerta está ocupada casi en su totalidad por un ventanal por el que se puede ver el río fluyendo. Unas preciosas cortinas están replegadas a los costados del ventanal, enmarcándole. Hay una gran mesa en el centro de la habitación en la que pueden comer fácilmente diez o doce personas, con las sillas integradas debajo. Un par de sillones dispuestos alrededor de una chimeneas de las que llaman colgadas, o sea que está separada de cualquier pared. El tubo de la salida de humo es grueso, está pintado de negro y desaparece en el techo.

   Contemplo la gran televisión de plasma que está colgada en la pared como un cuadro y sonrío. Diviso tres puertas detrás de la chimenea. Una de ellas debe conducir al estudio; las otras, ni idea de a donde llevan. Todo esto queda a la izquierda de la puerta de entrada. A la derecha, junto a la misma puerta, se ubica una pequeña cocina que posee todos los accesorios: microondas, horno, cocina de gas de dos fuegos, un fregadero y un frigorífico enorme de dos puertas. Hay placares por todas partes y una mesita de corte de aspecto muy profesional. En la pared que falta por detallar, me encuentro con dos puertas más.

         ---El salón/ comedor/ cocina/ sala de ocio tiene treinta metros de largo por diez de ancho. Nos encontramos en la zona más ancha de la gabarra –expone Jipper, cada vez más orgullosa de su criatura. –La cocina está totalmente equipada. Hay posibilidad de tele por cable, así como dispones de un buen reproductor de MP3 y hasta te he conseguido una biblioteca virtual.

         --- ¿Qué son esas puertas? –señalo detrás de la chimenea.

         ---Ah, sí. Como me sobraba algo de espacio, pensé que hay que tener en cuenta posibles visitas, así que he… --Jipper se mueve hacia la primera puerta y la abre –… dispuesto un par de dormitorios para invitados.

   Un cuarto pequeño pero bien equilibrado, con un ropero estrecho y una litera de madera aparece al abrir la puerta. En la pared de babor, jeje… se me ha quedado la palabreja… hay un gran ojo de buey que ya había visto desde fuera.

         --- ¿Por qué una litera? ¿Habías pensado en más niños? –pregunto, enarcando una ceja.

         ---Niños, amigos, cabras… ¿qué más da? Esto es un barco, hay que ahorrar espacio. Las habitaciones son pequeñas para meter una cama doble, así que… literas.

   Jipper y su manera de pensar. Hay que reconocer que es buena, la tía.

         ---La otra, a estribor, es igual que esta sólo que decorada más femeninamente. Esta para chico y la otra para chica –dice con todo el cachondeo del que es capaz.

   Me dirijo hacia la puerta que ha quedado sin abrir en medio de esas dos y está cerrada con llave.

         ---Esa es la puerta a tu estudio –me dice la rubia, apartándome. –Se abre con la misma llave que la puerta de la vivienda, así llevarás la llave siempre encima.

   Jipper abre con la llave y puedo ver un pasillo de un par de metros de largo. A la izquierda, hay una leñera con los trozos bien apilados, a la derecha, se expone un pequeño surtido de vinos y licores en unos anaqueles. Es una bodega que me gustará llenar.

         --- ¡Te juro que me vas a hacer llorar! –le espeto a Jipper, abrazándola y dándole varios besos en la frente y en la parte superior de la cabeza.

   Riéndose, la chica me empuja hacia la otra puerta que está al otro extremo del corto y estrecho pasillo. Hay otra cerradura, así que utilizo la llave que ella ha dejado en mi mano. Ya sé que es el estudio pero quiero ver el interior. Pequeño e íntimo, muy de mi gusto. Un escritorio en la pared de estribor, bajo una de las ventanas. Al frente, a la proa, tres armeros metálicos permanecen abiertos, con las llaves en sus cerraduras. Por supuesto, están vacíos pero ya procuraré llenarlos como haré con la bodega. En la pared de babor, se alza una caja fuerte de manufactura algo antigua. Es robusta y grande como una de esas viejas estufas que también servían para cocinar y está pintada de negro mate.

         ---La encontré en casa de un anticuario amigo mío –dice Tom, palmeando la caja. –Es una Williams & Banner, una de las mejores cajas que se construyeron a principios del siglo XX. En su tiempo, muy pocos ladrones consiguieron abrirlas. Ahora, menos aún porque los que sabían hacerlo ya están muertos. Es tan fiable como una de las más modernas y es totalmente analógica, ya sabes… no es posible utilizar cacharros de esos electrónicos para averiguar la combinación.

   El comentario me hace reír pero tiene razón. No por viejo, algo tiene que ser más malo o peor, ¿no?

         ---Deja que te enseñe la despensa.

         --- ¿Despensa? ¿Has hecho una despensa? --me asombro.

         ---Claro –me contesta ella, volviendo al salón. –Esto es una casa que te va a servir de refugio también. Yo de ti, tendría la despensa y todas las reservas siempre dispuestas. Gasoil en el tanque, propano, leña, víveres… lo suficiente para estar servido por un mes al menos.

         ---Tienes razón.

         ---Así que mañana vamos a ir al supermercado tú y yo… --me avisa, apartando una pequeña alfombra que separaba la parte de la cocina del resto.

   Una trampilla se dibuja en el parquet del suelo, como si fuese la entrada a un sótano. Levanta la anilla metálica embutida en la madera e iza la compuerta. Veo un par de sólidos escalones de madera que descienden.

         ---Esto es la sentina. Al quitar los motores de aquí y no navegar frecuentemente, su función recolectora de filtraciones se ha perdido. Así que le hemos añadido el hueco ganado al desplazar los motores “et voilá”... Ten cuidado al bajar, el techo es bajito y te chocará la cabeza.

   Un par de luces de neón están encendidas, seguramente conectadas a la trampilla. En verdad, no puedo ponerme recto aquí abajo pero alguien más bajo que yo podría caminar perfectamente. Calculo que tendrá cuatro por cuatro metros y hay estantes de madera vacíos en todas las paredes y en el suelo una pila de grandes cajas de plástico duro con tapas herméticas. Más allá, justo en una esquina, un gran cofre congelador permanece apagado.

         ---Como ves, la despensa está preparada para ser llenada –me dice desde el salón. –Podemos meter en esas cajas herméticas vegetales, patatas, fruta, pasta… y todo lo que se nos ocurra. Llenar el cofre de carne y pescado y los estantes con conservas, productos envasados al vacío… ¡Aún te sobran sesenta mil pavos de lo que nos dejaste!

   Me deja con la boca abierta.

         --- ¿Todo eso? ¿Has pagado a tu gente, no?

         ---Claro, tonto –me dice, asomando la cabeza por la trampilla. –Sólo que yo no te he cobrado nada por trabajar en esta maravilla. Vas a ser mi promoción, mi anuncio ambulante…

         ---Vale, por mi bien. Pienso decirle a todo el mundo que Jipper ha sido la diseñadora y decoradora de mi casa flotante –acepto con toda seriedad.

         ---Anda, sube que termine de enseñarte la casa.

   Cierro la trampilla al subir y ella coloca la alfombra. Se dirige a la puerta que hay al lado de la cocina. La pared en ese punto hace una especie de reborde, formando dos ángulos rectos, como la almena de una muralla solo que en vertical, y la puerta está situada en ese promontorio.

         ---Este es el cuarto de baño. He puesto dos puertas, una por aquí y otra por el lado del dormitorio para que sirva tanto para tus invitados como para ti cuando estés en el dormitorio. Así no tendrás que dar la vuelta.

   Penetro en él. Es espacioso y alicatado con un mosaico multicolor. Posee un lavabo de dos senos, un inodoro y una cabina de ducha transparente y redonda, totalmente genial, de esas que dan ganas de ducharte nada más verlas y si es con compañía, mucho mejor. Hay un gran espejo sobre el lavabo y un armario con muchos estantes detrás de la puerta. No hay ventana pero sí una trampilla en el techo con un cordón que cuelga, sin duda para abrirla y cerrarla. Jipper utiliza la puerta de enfrente para entrar en el dormitorio, el mío.

   Es de cine. El techo de metacrilato dota toda la espaciosa habitación de una luminosidad increíble. Cada pared está decorada de una manera diferente, con colores distintos y reproducciones de arte de estilos divagantes. La cama es grande y ancha, un colchón de dos por dos, seguramente, pero está situada sobre una base oculta que la eleva para compensar mi altura. El dosel al que se refirió Jipper antes está replegado contra la pared, paralelamente al cabecero que simula la piel de una gran cebra abierta sobre la pared. El dosel es de una tela tupida y fuerte que debe impedir pasar la luz del sol cuando se corra, velando así el techo transparente. La pared de estribor es un vestidor abierto, con un espejo central y percheros y cajones a ambos lados. A la derecha, hay un zapatero en el que se muestran mis viejas zapatillas desgastadas. También están presentes toda la ropa y los efectos que tenía en el apartamento compartido.

         ---Ya veo que habéis conocido al comisario Tyler.

         ---Fue muy amable de entregarnos cuanto habían retirado del apartamento. Dijo que era una muy buena idea esconderte en esta casa.

         ---De verdad que me encanta lo que has hecho, Jipper –le digo, tomándola por los codos.

         ---He disfrutado mucho haciéndolo, Jack. Me has permitido sacudirme mis miedos y centrar mis ideas. Te lo agradezco. Ah, un par de cosas antes de que me olviden…

         ---Tú dirás, preciosa.

         ---El dinero está en la caja fuerte. Ahora mismo está sin combinación pero las instrucciones están en un cajón del escritorio del estudio. Para abrirla en este momento sólo gira a la izquierda hasta situarla en el 0 y tiras del seguro. Te aconsejo que cambies eso en cuanto puedas.

         ---Lo haré. ¿Qué más?

         ---Es sobre el baño, bueno, el inodoro… las deposiciones van a un recipiente séptico que tendrás que limpiar una vez al mes aproximadamente –Jipper agitó una mano en un gesto calculado. –Sin embargo, si das con un embarcadero preparado, puedes hacer una fácil conexión con el alcantarillado. No es el caso de este lugar, la alcantarilla más cercana está demasiado lejos como para ser efectiva. Así que tendrás que bregar con eso, guapo.

         ---Siempre tiene que haber algo amargo para que lo dulce resalte más, ¿no? –sonrío.

         ---Bueno, sí. Por último, puedes solicitar mañana mismo el enganche de agua y de electricidad, así como la televisión por cable e Internet. Este embarcadero sí tiene esos servicios. En cuanto al agua, hay un tanque pequeño, unos trescientos litros, que alimenta tanto el calentador como el grifo del fregadero y el baño. Cuando llega a la mitad de su capacidad, se activa una bomba eléctrica que recargará el depósito de nuevo, sacando el agua del mismo lugar en que estás flotando, es decir, el río. Recuerda que es agua no potable pero si quieres, como he dicho, puedes conectarte a la red de agua de la ciudad.

         ---Será casi igual de mala –me encojo de hombros y todos reímos.

         ---Bueno, Jack, y ahora, ¿por qué no nos invitas a almorzar en el R’evolution por lo bien que lo hemos hecho? –el viejo Tom sabe cuando dejarlas caer.

         ---Andando, familia, que vamos a comernos un gumbo que no se lo salta ni un galgo… pero antes tengo que coger un poco de dinero –digo, sacándome el forro de los bolsillos del pantalón para indicar que no tenía un centavo.

   Jipper pone los ojos en blanco y suspira, acompañándome para abrir la caja fuerte. ¿Qué haría yo sin ella?

                            * * * * * * * * * * * *

   Es mi primera noche en mi nueva casa y, por eso mismo, no quiero estar solo. He invitado a Jipper a cenar y así estreno la cocina. Además, quiero darle las gracias de una forma adecuada y pasional por todo lo que ha hecho por mí. La chica se ha presentado hecha un pimpollo: maquillada, con la manicura hecha y peinado de peluquería, no digo más. Podría apostar mi polla a que quiere guerra. Viste una falda ajustada por encima de la rodilla que le hace un culo de infarto. Una blusa de satén rojo oscuro, con brillo, se cierra a su cintura por un cinturón. Lo complementa con unos tacones de vértigo y una gargantilla de jade engastado.

   Por mi parte, he preparado salmón a la naranja con un poquito de curry y unas patatas a las hierbas provenzales. Algo sencillito y rápido para que ella flipe con mi arte culinario. La verdad es que me he aprendido el plato un par de horas antes. Esa misma tarde, hemos estado de compras en un supermercado situado a la entrada del Barrio Francés. ¡Ha sido una compra de órdago! Menos mal que Jipper se trajo la furgoneta de su abuelo en vez de su bólido. La hemos llenado al completo. ¡Cuatro carros del súper saqué al aparcamiento! ¡Hasta arriba! También fuimos a una bodega francesa y a una tienda de licores. Colocar todo eso en la despensa, en la bodega y en el frigorífico, así como organizar un listado para futuras reposiciones, nos ha llevado todo el resto de la tarde. Entonces, Jipper se marchó a su casa para prepararse para la cena. ¡Y aquí está!

   Toda una muñeca que me mira atentamente mientras preparo la salsa de naranja para el pescado. Se lleva la alta copa de vino a los labios, degustando el frío Sauvignon Blanc que he elegido para maridar con el salmón.

         --- ¿Dónde aprendiste a cocinar? –me pregunta con una bonita sonrisa.

   No puedo decirle que fue mirando la tele, así que tiro de los recuerdos de Jack y me invento detalles.

         ---Mi familia es de Lafitte. Tanto la rama de mi padre como la de mi madre siempre han trabajado en el tema de la comida. Tengo un tío carnicero que prepara filetes de caimán para muchos restaurantes. También una hermana de mi madre posee uno de los mejores sitios para comer en el pantano. Antes de venirme a Nueva Orleans y conocer a Benny, estuve trabajando en el negocio. Mi tía y mi abuela me enseñaron a hacer unos cuantos platos para que no pasara hambre cuando me viniera a la ciudad.

         ---Pues parece que aprendiste bien porque eso huele que alimenta –me dice husmeando.

         ---Muchas gracias –tengo que recordar las normas de cortesía humana para comprobar si lo estoy haciendo bien hasta ahora.

   Poseer los conocimientos y recuerdos de Jack hace mi estancia en el mundo humano mucho más fácil, más llevadero. Supongo que a los enviados de Tercer Estamento les pasará algo parecido cuando poseen a su primera víctima. Deberán pasar un cierto tiempo en segundo plano, aprendiendo sobre el entorno del poseso, su familia, su situación social, sus gustos… antes de iniciar el asalto a su mente y alma. Yo ya lo llevo incorporado todo eso aunque no sé a quien darle las gracias aún.

   Cenamos rápido y casi en silencio, entre ardientes miradas que nos lanzamos el uno al otro. Ella alaba el salmón y yo respondo elogiando lo bien que le queda ese peinado. Ni siquiera llegamos a los postres cuando ella está sentada sobre mis rodillas, sus brazos al cuello y sus labios sobre los míos. Aparto el plato que hay sobre la mesa, en el cual aún queda medio filete de salmón, y la siento sobre la superficie, deslizando una mano bajo la falda, entre sus hermosas piernas. Jipper jadea, mirándome a los ojos. Estamos a la misma altura ahora, ella sobre la mesa, yo en la silla. Cuando mis dedos se deslizan sobre su braguita de encaje, ella arruga la nariz en un deseo de ahondar más en esa caricia.

         ---Vamos a estrenar esa cama –me susurra.

   Así que me pongo en pie y la tomo en brazos, caminando hacia la puerta del dormitorio. La pongo en el suelo al entrar en el dormitorio y me afano en desnudarla entre besos y caricias. Jipper demuestra estar aún más ansiosa que yo porque me desnuda a toda velocidad, antes que yo a ella. La abrazo desde atrás, besándola en la nuca, en el cuello, en los lóbulos. Ella gime entrecortadamente y frota sus espléndidas nalgas contra mi príapo, el cual está loco por lancearla. La empujo contra uno de los torneados remates del pie de la cama y la inclino un poco hacia delante, poniendo su trasero en una posición más accesible. Jipper demostró tener sus secretos también y pretendo sacárselos esta noche.

   Le meto un dedo en el coño y casi se encabrita de la reacción. Está muy sensible, pienso. Su vagina me aprieta el dedo primorosamente y la humedad es más que adecuada, así que le cambio el dedo por el glande, lo que la hace quejarse obscenamente a medida que la penetro. Le doy fuerte durante unos minutos y ella se aferra aún más a la madera torneada, con los ojos cerrados y la boca abierta. Entonces, me detengo y pego mi boca a su oído. La siento jadear.

         ---Voy a follarte ese apetitoso culo esta noche, por las buenas o las malas. De ti depende, guapa…

   Deja brotar un angustioso quejido pero no pronuncia palabra ni queja alguna. Mis manos se lanzan hacia delante, deleitándome en la mórbida calidad de sus senos, en la dureza de sus pezones que torturo con largueza. Mi pelvis no deja de golpear rítmicamente contra sus nalgas, enterrando mi polla lo más profundo que puedo en su vagina. Se corre rápidamente y su cuerpo resbala del alto pie de la cama al que se aferraba al colchón. La dejo recuperándose y me acerco a la cajonera que hace de mesita de noche, de dónde saco un bote de lubricante sexual que he tenido la previsión de comprar. También he comprado otros artículos eróticos pero no es el caso de describirlos ahora.

   El caso es que vuelvo junto a Jipper y me siento sobre sus piernas, palmeando una nalga con fuerza. Ella se queja pero se mantiene quieta. Le azoto la otra, poniéndola roja al momento. Varios azotes después, ella me suplica que no le haga daño. No le respondo y le abro los glúteos, comprobando cómo palpita su esfínter. No es la primera vez que le han hecho algo parecido, me digo.

   Dejo caer un chorrito de aceite justo en la raja del culo y uso mi dedo índice para lubricar a fondo el músculo anal. Jipper tiene la mejilla sobre la colcha y el rostro girado en parte hacia mí. La veo morderse el labio cada vez que introduzco mi dedo en su ano. Añado el dedo corazón al índice y dejo caer un poco más de lubricante. Los dos dedos entran y salen con facilidad. Los jadeos de la chica han aumentado de volumen e incluso ha dejado escapar alguna pequeña ventosidad que ha conseguido enrojecerla.

   Cuando le meto un tercer dedo, estoy seguro que no va a poner ninguna pega al meterle el rabo. De hecho, parece totalmente deseosa. Está girando las caderas al ritmo que marcan mis dedos. Me embadurno la polla con las manos. Está dura como un ripio, deseosa de hundirse en el tierno y cálido recto femenino. Jipper deja escapar un agudo gemido cuando me afano en empujar con el glande sobre su dilatado esfínter. Lleva sus manos a las nalgas y las separa para eliminar fricción sobre mi pene. Parece que la estoy metiendo en uno de los géiseres del averno, de tan caliente que está su tripa. Caliente y estrecha… una delicia.

         ---Oh, Dios mío… Jack… qué gorda es… me estás rajando –jadea.

         ---Tú relájate que ya está casi toda dentro –le digo pero es mentira. No ha entrado ni la mitad aún.

   Ella alarga la mano y aferra la almohada. La coloca bajo su vientre. De esa manera, eleva sus nalgas y mejora el ángulo para la sodomía. Ya os he dicho que esta no es su primera vez, ni la segunda… Me dejo caer sobre ella y empujo un poco más mientras busco su boca. Ella gira el cuello para devolverme el beso y compruebo que el rimel se le ha corrido con las lágrimas. Me aferro a sus esplendorosas nalgas con fuerza, dejándole la marca de mis dedos. Mi polla llega un poco más profunda. El esfínter aprieta con fuerza, enloqueciéndome.

         --- ¡Te voy a follar ya, Jipper! –le digo. -- ¿Estás preparada?

         --- ¡Joder, sí! ¡Hazlo ya, cabrón! ¡Me estás matando, puto salvaje de los pantanos! ¡FÓLLATE MI CULO DE UNA VEZ! –grita ella, los ojos arrasados por las lágrimas.

   Le hago la locomotora con todo arte. Empiezo despacio, bombeando lento y profundo, para incrementar el ritmo poco a poco. El ano y el esfínter se dilatan un poco más, aceptando mejor mi miembro. El olor a excremento me llega a la nariz cuando saco la polla para volver a meterla. ¿Acaso no estaba Jipper preparada para esta posibilidad?, me pregunto. La verdad que a mí me importa una mierda, nunca mejor dicho. A los demonios nos encanta el olor a mierda, a huevos podridos y demás; es lo que tiene crecer en un ambiente sulfuroso.

   Con insana alegría, aumento de nuevo mis embates, con un empuje que hace vibrar y temblar todo el cuerpo de la rubia. Ha dejado de llorar para caer en una especie de balbuceo entrecortado que se agrava con mis empellones. No puedo entender lo que dice pero me suena como un rezo.

   Ella misma levanta su trasero, apoyándose en las rodillas y obligándome a recomponer mi posición. Como respuesta, le doy aún más fuerte, como un pistón llevado a su límite. Jipper muerde la colcha con fuerza, dispuesta a soportarlo. Ahora sí puedo entender parte de lo que murmura.

         ---Ooooooooohhh… dios del… amor hermoso… es mucho m-mejor… que con ese hijo… puta… me está partiendo… vaciando las t-tripassss… oh, Señor… me voy a c-cagar viva si… sigue dando…me así… se me va a saliiiiiiir… la mierda… muslos… abajo…por favor… Dios… que no me pida… que me la coma…

   Jipper llega al paroxismo con aquellas palabras. Ni siquiera tiene que tocarse el coño para correrse. Lo que está sintiendo con la sodomía y lo que llena su cabeza se unen para otorgarle un orgasmo devastador que afecta todo su cuerpo. Esta reacción me conduce también a eyacular en abundancia en su recto. Rujo de placer al correrme, levantando mi torso para intentar llegar más hondo en sus tripas. Después, caigo sobre su espalda, los dos desfallecidos por el éxtasis.

   Entre profundas respiraciones, la abrazo y beso su omoplato. Ella rebulle y sonríe. Parece feliz.

         --- ¿Me lo vas a contar? –le pregunto. -- ¿Qué te sucede con la sodomía?

   No me contesta pero su espalda se tensa. La abrazo más fuerte, rodando hasta quedar de costado ambos y formamos la postura de la cuchara. No es sexo lo que busco, más bien influirle confianza y serenidad lo que pretendo. Lentamente, palabra a palabra, desgrana cuanto oculta.

         ---Fue mi padrastro… Mamá se iba a trabajar y él trabajaba desde casa. Yo llegaba tras almorzar en el cole y él me estaba esperando para ayudarme con los deberes. Eso decía al menos. Yo tenía doce años…

   La dejo hablar, desahogarse, y me imagino la escena. Mi polla empieza a crecer, aún cubierta de semen y heces.

         ---Entonces no lo sabía pero utilizaba drogas para anular mi voluntad. Las diluía en la leche de la merienda, en los zumos, en la misma comida. Yo aceptaba cuanto me pedía. Sonaba tan convincente, tan amable… le quería tanto… --Jipper sorbe por la nariz y sigue hablando. –En seis meses, había aprendido a follar de todas las posturas, a chuparle la polla y lamer sus gordos huevos peludos. Tenía cuidado de usar condones hasta que trajo píldoras que yo me tomaba todos los días, antes de marchar al colegio. Me follaba en todas partes, haciendo los deberes, viendo la tele, en el porche trasero… y por supuesto en mi cama, nunca en la que compartía con mamá. Se duchaba conmigo y me enseñaba perversos juegos que apenas podía entender debido a la droga y a mi ingenuidad. Claro está que aprendí pronto…

   “Se aficionó a sodomizarme. No tenía una polla gorda como la tuya, era menuda y delgada, apenas me hacía daño cuando me acostumbré. Sin embargo, había veces en que no podía aguantarme y la presión de la sodomía me hacía… evacuar la tripa.”

         --- ¿Evacuar? –por supuesto que la he entendido pero quiero que lo diga en alto, que lo admita.

         --- Me cagaba, Jack. El removía la mierda en mi interior, follándome por el culo y muchas veces se me salía sin pretenderlo –está llorando de nuevo. –Me obligaba a limpiar con la lengua la sábana o la tela del sillón orejero en el que le gustaba poseerme. Si la deposición era grande, me la tenía que comer… acababa vomitando en el baño y me pasaba mala el resto del día y de la noche.

   Tengo la polla como una barra de acero ahora mismo. Esos pecadillos me suelen poner, ¿qué le voy a hacer? La insto a seguir, a terminar su historia.

         ---Al cumplir los quince, mamá enfermó. Quedó en una cama y mi padrastro se ocupaba de atenderla. Eso me quitó cierta presión pero siguió buscándome para darme por el culo mientras mi madre agonizaba lentamente. Yo estaba totalmente sometida a él, ni siquiera pensaba en rebelarme, en denunciarle. Me había controlado desde que me hice mujer… Sin embargo, todo cambió cuando le sorprendí asfixiando a mamá con una almohada. Al parecer, estaba harto de atenderla, del cáncer que la estaba devorando; quería quedarse a solas conmigo. Eso fue lo que rompió su hechizo manipulador y pensar en mi libertad. Aquel día no mató a mamá porque yo estaba delante pero pronto caería de nuevo en la tentación. No podía escaparme, vivíamos en Tallahassee por entonces, así que llamé a mi abuelo y le pedí ayuda. Nunca quiso explicarme cómo lo hizo pero mi padrastro desapareció. Supongo que pagó a algún esbirro que conocía de sus años de crimen. El caso es que el abuelo se quedó con nosotras hasta que mamá falleció un par de meses después. Entonces, me trajo a Nueva Orleans a vivir con él.

   Se gira hasta encararme y sus manos se posan sobre mi torso.

         ---Por eso no soportaba nada ni nadie en mi culo, Jack. Estaba traumatizada. Pero no sé cómo, has hecho que me enfrentara a todo ello y a superarlo de una forma extraña. Ese pedazo de polla tuya no es la de mi padrastro, ni mucho menos. No me has rajado el culo de milagro pero me alegro… me has hecho comprender que no es un acto miserable y vergonzoso, sino otra forma de cariño y placer, que el único que era un miserable era el asqueroso de Jamie.

         ---Ten por seguro que nunca te haría comer un zurullo, Jipper… a no ser que fuera decisión tuya.

         ---Gracias, Jack –me dice, besándome.

         ---Pero sí te voy a hacer limpiar mi polla con tu boca, nena. Me la has dejado toda sucia…

   Jipper sonríe y se desliza cama abajo para atrapar con sus labios mi miembro tieso y manchado, engulléndole lentamente, degustando de nuevo ese sabor que quizás está echando de menos y no quiere admitirlo.

CONTINUARÁ...

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