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Detective 666 (13)

en Grandes Series

LA ALEGRE NADIUSKA.

  Jolie me recoge poco antes del amanecer en el atracadero. Ya estoy esperándola levantado, así que no tardo nada pero, aun así, la hago pasar. Como cualquier mujer, le gusta curiosear en la leonera de un hombre y parece quedar lo suficientemente impresionada por la casa barco, pero no pregunta nada. Un comedimiento que la honra.

  Ha traído el Ford Kuga requisado el mes anterior, un coche que no se parece en nada a los que tenemos en la dotación policial. Hay que jugar al despiste, ¿no? Es nuevo, fiable y potente.

         --- ¿Le habrás llenado el tanque, no? –le pregunto, subiéndome al asiento del copiloto.

         ---Claro que sí, Jack –me sonríe ella, poniéndose al volante.

  Debe de estar contenta porque, normalmente, me habría contestado con una pulla a esa pregunta. Estoy tentado de hacerle un comentario sobre su cita con Dayanne, pero mantengo mi boca cerrada. Soy capaz de soltar algo indiscreto que la haga suponer siquiera que las estuve viendo. Joder, mal jujú. Pero parece motivada e incluso alegre. Bien por Dayanne.

  Cruza el Barrio Francés hacia el sur hasta encarar el Mercedes-Benz Superdome –el enorme estadio deportivo de la ciudad –y tomar un acceso a la interestatal 10, justo detrás de la mole que acogió a tantos refugiados durante el Katrina. La interestatal cruza Nueva Orleans hacia el este y se interna en el bayou que enmarca el lado oriental del lago Pontchartrain y su salida al mar. Cuando estamos cruzando el largo puente, repaso el archivo de Nadiuska Lena Komasheski. Puedo imaginar su determinación mirando su fotografía. Sí, parece una chica decidida. Tiene veinticuatro años y era una buena estudiante. No puedo comprender por qué lo abandonó todo para venir aquí. El informe no aclara nada de eso, pero sí dice que sabe hablar bastante bien el inglés, así que no tendremos problemas de comunicación.

         ---Estás muy callado esta mañana –comenta Jolie, mirándome de reojo.

         ---Es muy temprano para sacar a pasear mi bocaza –mascullo, sin levantar los ojos de los papeles.

         ---Podríamos desayunar antes de llegar a la base militar. Después no quiero parar, llevando a la testigo.

         ---Sí, tienes razón –suspiro, cerrando la carpeta y mirándola. –Lo mejor será ir directos al apartamento de seguridad.

         ---Sí –y llegando al final del puente, Jolie se desvía hacia una cafetería cuyo luminoso aun está encendido.

  Tras pedir café y tostadas con huevos, me atrevo a preguntarle, aprovechando que estamos casi solos en la espaciosa cafetería.

         --- ¿Cómo fue esa cita anoche?

  Me mira unos segundos antes de contestarme y, cuando lo hace, la sonrisa aflora a sus labios.

         ---Bien… mejor que bien, fue genial. Creo que hemos congeniado bastante. Fuimos a ver un drama y lloramos las dos…

  “Ya lo creo que llorasteis, pero por otro lado que no tiene lacrimales”, pienso con humor.

         ---Así que la cosa parece ir en serio, ¿eh? –se encoge de hombros pero vuelve a sonreír. –Me alegro por las dos…

         --- ¿Sabías que Dayanne tiene solo que dieciocho años? –me interrumpe.

         ---Nooooo… ¿qué dices? –finjo ignorancia.

         ---Me quedé igual cuando me lo soltó en el cine. Creí que era mayor de edad.

         --Bueno, al menos lo parece –muevo mis manos simulando un gran busto, lo que me hace ganar mi primera pulla del día.

         ---Fuera de bromas, me preocupa… Hay ocasiones en que me siento una corruptora de menores. Jack, apenas tiene experiencia en nada. ¡Es una niña!

         ---Escúchame, compañera. Puede que sea una cría y no tenga experiencia en la vida, pero es una bruja, ¿vale? Y te aseguro que Mamá Huesos, su tía, no es una chanza de pega para los turistas. Lo que Dayanne ha podido ver y aprender en ese estudio de Treme, no se da en las universidades.

         ---Sí, tienes razón pero…

         ---No hay peros, Jolie. Tú puedes iniciarla en ciertos aspectos pero ella puede darte lecciones en otros temas. Yo lo veo así. Además, no estás haciendo nada ilegal. Es mayor de edad para meterla en la cama, ¿no?

         ---Pero qué bruto eres, Jack. Me refiero a que yo tengo treinta y dos años. Hay mucha diferencia de edad. ¡Ni siquiera podemos bebernos una botella de vino en la próxima cita!

         --- ¿Quién te lo va a prohibir, tonta? ¿Tú has visto a Dayanne? ¡Es una puta bomba, una chica de bandera! ¡Nadie va a pedirle una identificación, coño! No me seas tan recta, Jolie. Eso tiene sus momentos y punto. Déjate llevar, disfruta… y en lo de la edad, no te preocupes… siempre puedes pedirle pociones mágicas para rejuvenecer cuando te hagas viejecita a su lado.

  En vez de una nueva pulla, relaja los hombros y sonríe. La camarera se acerca a la mesa con nuestro pedido y dejamos el tema. Mientras nuestras mandíbulas trabajan, repasamos los pasos necesarios a seguir a nuestro regreso de la base militar, pero noto que la nube que preocupaba a Jolie parece haber desaparecido.

Una decena de kilómetros nos separan de cruzar la frontera con el estado de Missisipi y otros tantos para el centro espacial John C. Stennis, una base de la NASA. La base militar y el cuartel de la Guardia Nacional están justo al lado, así que no tardamos más de media hora en llegar.

  Jolie se detiene junto a la garita de entrada. Asomo la nariz a través de mi ventanilla y puedo ver la plataforma de despegue espacial a lo lejos. Me pregunto si esos cohetes arman mucho escándalo y si la base militar está ahí para proteger la base de la NASA o bien la puede utilizar en momentos de necesidad. Tonterías mías. El cabo de puertas ha llamado a su superior y nos dice que se encontrara con nosotros en el aparcamiento de oficiales. Seguidamente, explica a mi compañera dónde se encuentra tal lugar.

  Un maduro coronel nos espera. Intenta parecer tieso y marcial pero la inactividad y las largas estancias en la cantina de oficiales le han perjudicado la apostura militar. Aún así, es un alto mando al que respetar, me digo. Nos saluda y se presenta como el coronel MacCabbie. Jolie le entrega la carta del comisario Luang, que lee en unos segundos. Asiente y nos indica que le sigamos. Nos conduce hasta un edificio de dos plantas bastante nuevo. Recorremos diversos pasillos en los que varios soldados le saludan a su paso y todos ellos son mujeres. Este debe de ser el famoso barracón femenino de la milicia. Nadiuska Komasheski se encuentra en una gran sala llena de mesas y sillas sin formación pertinente, en medio de unas cuantas mujeres en traje de faena. Están riéndose y parecen pasárselo bien.

         ---Vaya, parece que nuestro testigo se adapta muy bien al país –murmuro al oído de mi compañera.

  El coronel llama a la búlgara y esta se levanta y se acerca. Nos presenta como los oficiales de policía que se van a hacer caso de su traslado y seguridad. Nadiuska asiente y nos da la mano, muy formal. Es más bonita en vivo que en la fotografía y su sonrisa potencia muchísimo su belleza.

         --- ¿Tiene que preparar equipaje? –le pregunta Jolie.

         ---Ya está hecho. Me comunicaron que hoy me iría.

         ---Bien. Tenemos que irnos –indico.

         ---Voy a por mi bolsa –nos dice Nadiuska, dando media vuelta. De paso, se despide de las chicas militares, las cuales le desean lo mejor.

         --- ¿Qué te parece? –me pregunta mi compañera en un susurro.

         ---Guapa y segura de sí misma.

         ---No demuestra miedo.

         ---He oído que en esos países balcánicos la vida puede ser bastante dura. Puede que por eso haya querido venirse aquí.

         --- ¿Quién sabe? –se encoge de hombros Jolie.

  La bolsa de la búlgara es un mediano petate militar. Se lo tomo de la mano cuando llegamos al aparcamiento y lo meto en el maletero. Apenas pesa. Esta vez conduzco yo. A los pocos minutos de arrancar, Nadiuska inicia conversación con Jolie, la cual se gira, apoyando la espalda contra la puerta, para encarar a la testigo.

         ---Estaba loca por salir de ese cuartel –se queja Nadiuska. –He estado bien atendida y la compañía de las chicas se agradece, pero… bufff… ¡qué aburrida es la vida ahí dentro!

         ---Es un cuartel de soldados, no un club de baile –mascullo, mirándola por el retrovisor.

         --- ¡Ya lo sé! Comprendo la necesidad de disciplina y eso –me responde, mirando el reflejo de mis ojos. –No sé, quizás es que estoy acostumbrada a volar libre y me siento oprimida allí.

         --- ¿Dónde aprendiste a hablar tan bien nuestro idioma? –le pregunta Jolie.

         ---Uno de nuestros vecinos era americano, de Detroit. Cuando mamá trabajaba, me quedaba a veces con él y su novia. Tenía apenas cuatro o cinco años, por entonces. Para que no me aburriera, me contaba historias fascinantes, pero su búlgaro era malísimo así que empezó a hablarme en inglés y Stazie, su chica, me traducía. Al cabo de varios años, se había convertido en una segunda lengua para mí.

         --- ¡Ya lo creo! ¡Te has traído hasta el acento de Detorit! –bromeo y ambas se ríen.

         ---El departamento tiene un piso franco en Federal City, una zona de Algiers…

         ---Es cruzando el río, frente al Barrio Francés –le explico, interrumpiendo a mi compañera.

         ---Te alojaras allí, con nosotros. Tendremos varios refuerzos controlando la zona. Estarás segura, no te preocupes-

         ---No estoy preocupada. Confío en las autoridades americanas –afirma ella, muy decidida.

         ---Con esto quiero decir que no vas a poder salir a la calle, al menos hasta la vista judicial, pero puedo conseguirte revistas, libros, juegos… no sé… lo que prefieras…

         --- ¿Habrá tele? No había en el barracón más que en la sala de ocio y había que ver programas tontos que gustaban a la mayoría.

         ---Habrá una de pantalla enorme y canales de cable para que no sepas qué elegir –le digo y ella levanta el pulgar. ¿Por qué todo el mundo que viene de fuera cree que ese es el signo yankee por antonomasia?

         ---Es una zona tranquila, junto al río –sigue explicando mi compañera.

         --- ¿Río Missisipi? ¿Ese gran río?

         ---Ese mismo –le sonríe Jolie. –El edificio es pequeño y fácilmente controlable. Ya lo hemos estado revisando el detective DuFôret y yo. Tendrás tu propio dormitorio con baño y nosotros el otro que hay en el apartamento. Podemos cocinar o pedir comida, ya se verá.

         ---Cocino yo –agrego.

         ---Yo también sé cocinar –admite Nadiuska, lanzándome un guiño.

         ---Pues yo no –ataja con un manotazo Jolie.

  Nadiuska parece espabilada y divertida. Por esa parte, no nos aburriremos. Antes de llegar al puente, nos sonsaca nuestros nombres de pila y pasamos a tutearnos. Después de eso, se calla, atenta a las maravillas que ofrece la urbe de Nueva Orleans a sus ojos.

  Como bien ha descrito mi compañera, el edificio en cuestión es de la década de los 70, nada ostentoso y con cinco plantas. El apartamento está situado en la segunda, uno de los cuatro que tiene cada planta. En la primera, el departamento ha conseguido otro apartamento en el que se oculta la pareja de apoyo. Este es un dato del que no se ha informado al departamento, por si tengo razón y hay un puto chivato en su seno. Hemos bloqueado el ascensor durante nuestra instancia. Todo el mundo tiene que utilizar las escaleras, aunque hemos comprobado antes que no hubiera ningún impedido entre los vecinos.

  Jolie hace de cicerón al entrar en el apartamento que compartiremos con Nadiuska. Le muestra su habitación –amplia y luminosa, con dos ventanas que dan tanto a la fachada principal como a la calle adyacente, ya que el edificio hace esquina entre dos calles –y el pequeño cuarto de baño de uso particular. Deja el petate sobre la cama y sale de la habitación para remolonear por el salón, que dispone de otras dos ventanas. Baja las persianas tras encender la televisión –para evitar reflejos –y se deja caer desmañadamente en el gran sofá frente al aparato.

  Jolie y yo ya hemos decidido que nos turnaremos para dormir y lo haremos en el otro dormitorio, ocupado con dos camas individuales. Mi compañera se queda colocando las pocas cosas que traemos en el armario mientras que yo bajo a ver a los compañeros. El primer día nos han tocado Shelton Mourier y Bart Natchwer. Podía haber sido peor. Son tipos serios y cumplidores que no se despistaran. Charlamos unos minutos, bromean con la cosa que estoy en inferioridad en el piso de encima –ya sabéis por el número de féminas en el apartamento –y, poco después, salgo a la calle para llamar por teléfono a la central y que me pasen con el coche patrulla que debe de estar dando rondas. El comisario ha insistido en poner otro más –este último camuflado –para relevar al coche patrulla. Ambos hacen un recorrido de seis manzanas –una especie de óvalo –que termina pasando por delante de la puerta principal del edificio a vigilar.

  Los patrulleros me dan el informe y quedamos en que ellos me llamen a mi número cada hora. Parece que todo está bien. Aunque he visto el edificio en la visita anterior, me doy una vuelta caminando por el barrio. Quiero ver en qué ambiente me encuentro.

  He ampliado mi paseo para acercarme al mercado al aire libre que se suele montar a lo largo de Patterson Drive, en la margen del río, dónde compro las cosas que necesito para hacer el almuerzo. Regreso al apartamento cargado con algunas bolsas que contienen lo básico para llenar el frigorífico. Nadiuska se ofrece enseguida a ayudarme, bajo la cínica sonrisa de mi compañera. ¡Eh, que yo no tengo ningún control sobre lo que sea que emita mi cuerpo y que afecta a las féminas! Finalmente, dejo que las dos coloquen lo que he traído en la nevera, sobre todo las cervezas y refrescos para que se enfríen, mientras yo me dedico a descabezar y limpiar los rojos cangrejos de río que he traído, aún vivos.

  Me dedico por completo al almuerzo mientras Nadiuska le cuenta a Jolie cómo se vive realmente en Bulgaria últimamente. Parece que estaba equivocado; no es ningún país tercermundista abandonado por los soviéticos como creía Jack. Finalmente, empiezo a entrever los motivos de Nadiuska para abandonar sus estudios y su país y todo siempre se reduce a lo mismo, a la miseria humana. Su madre se echó un novio que parecía tener más interés por su hija que por ella y, como no daba ni un palo al agua en todo el día, siempre estaba en casa cuando la joven iba y venía de la universidad. Nadiuska le acabó apuñalando cuando intentó forzarla pero no le mató. Ese fue su fallo, me digo, porque le ha permitido montar toda una historia para inculparla y encima cuenta con el respaldo de su propia madre, la cual testificó que su hija parecía celosa últimamente.

  El caso es que Nadiuska tuvo que dejar su país y poner rumbo a tierra más prometedora. Buscada por la policía, gastó lo que tenía ahorrado para sus estudios en conseguir un pasaje y un pasaporte falso, lo que la llevó a acabar en las garras de Dikran Moushian. Su trato con la Fiscalía le garantiza que no la deporten y que consiga el permiso de residencia en los Estados Unidos. A cambio, tiene que testificar contra el capo armenio, con todo lo que eso puede significar. A veces, pienso que los fiscales son aún más hijos de puta que los propios criminales. Viles chantajistas.

  Me quedo con la cuchara en alto, frente a la cazuela de arroz que estoy rehogando. Me pregunto qué me importa a mí cómo consiga el fiscal sus acusaciones… ¡Cómo si quiere ofrecer su propio trasero!

  Finalmente, mezclo la mantequilla y el queso parmesano y remuevo todo bien hasta obtener un perfecto risotto con cangrejos y rodajas de sepia. El aroma culinario ya ha puesto en vilo a las chicas, que han puesto la mesa sin tener que pedírselo. Aplauden cuando pongo la cazuela en medio de la mesa y nos sentamos.

         --- ¡Joder, compañero, no creía que cocinaras tan bien! –me alaba Jolie.

         --- ¡Está riquísimo! –dice Nadiuska tragando sin dar visos de quemarse lo más mínimo.

         ---Aprendí en el restaurante familiar, allá en el bayou –les cuento, mezclando los recuerdos de Jack con algo de inventiva propia. No voy a decirles que me suelo tragar los programas de cocina de la tele, coño.

  Tras el almuerzo, le toca a mi compañera hacer el tour de vigilancia a la zona y confirmar los informes de los demás agentes. Nadiuska está terminando de fregar los platos. Que conste que se ha ofrecido ella a hacerlo. Se los iba a dejar a Jolie, pero… ¿Qué? ¡Yo he hecho la comida, no te jode!

         --- ¿Te importa que fume? –le pregunto mientras ella se seca las manos.

         ---No, por supuesto. Si me das un pitillo, te acompaño –me contesta.

         ---No sabía que fumaras –le digo, levantándome y caminando hacia una de las ventanas. Aparto las cortinas y la entreabro. Nos sentamos frente a ella, en dos sillas.

         ---Bueno, he disminuido un montón el ritmo que tenía, ¿sabes? No se encuentran muchos cigarrillos en un carguero de mala muerte, pero el vicio me puede…

         ---Sí, comprendo –asiento, encendiéndole el cigarrillo que le he pasado.

  Echamos humo hacia el techo, en silencio, como puros adictos dedicados al placer prohibido. Noto las huidizas miradas que me lanza con disimulo. Suspira y parece decidirse.

         --- ¿Qué hay de ti, detective? ¿Casado? ¿Niños? –me pregunta.

         ---Lo estuve pero se acabó… Nos retiramos cada uno a nuestro rincón, de manera civilizada y amigable. El trabajo de poli es incompatible con el matrimonio, ¿sabes? Ella no quiso tener hijos, así que…

         --- ¿Tu esposa trabajaba?

         ---Sí, es enfermera en el Charity, en la avenida Tulane.

         ---Tampoco es un trabajo compatible con la familia.

         ---Ya, por eso decidimos dejarlo por ambas partes –digo, tirando la ceniza por la ventana.

         --- ¿Y qué hay de tu compañera? Es atractiva –me guiña un ojo.

         ---Y lesbiana.

  Nadiuska pone los ojos redondos y luego se lleva una mano ante la boca, conteniendo una risotada.

         ---Tengo un radar fatal para esas cosas –admite.

  Agito una mano, como quitándole importancia al hecho, y lanzo la colilla por la ventana impulsándola con el dedo corazón. La búlgara me mira como si hubiera cometido el mayor de los crímenes. Lo he hecho inconscientemente otra vez; no he vuelto a mirar si pasaba alguien. Me encojo de hombros y alzo las palmas de las manos. Mea culpa.

  Poco después, estamos sentados en el sofá, viendo un programa de cotilleo y Nadiuska bufa de hastío.

         ---Oye, elige tú el programa, yo me adapto a todo –la incentivo.

         --- ¿De veras?

         ---Ya te digo. Soy muy polivalente…

  Tras diez minutos de zapping, me encuentro mirando un documental de crímenes y resoluciones científicas, con imágenes muy gráficas, lo que me deja un tanto descolocado.

         --- ¿Te gusta eso? –le pregunto, señalando la tele con un dedo. Que conste que no lo hago con prejuicio, solo que me ha sorprendido.

         ---Pues sí. En un primer momento, quise estudiar Medicina y Patología, pero necesitaba créditos muy altos, así que me decidí por farmacología… pero me apasiona todo eso de investigar y obtener muestras y pruebas en un laboratorio.

         --- ¿Y los cadáveres? ¿También te apasionan?

         ---Bueno, supongo que te acostumbras a todo. Por ahora, me resultan sexys…

  Nos reímos con la broma pero no lo había esperado de ella.

         ---Ay, si yo te contara…

         --- ¿Sí? Cuenta, cuenta –se gira hacia mí y parpadea rápidamente. Su interés es auténtico, en serio. Creo que prefiere escucharme a ver la tele.

  Empiezo a hablarle de algunos casos antiguos que se solucionaron con la ayuda del laboratorio criminalista y me hace preguntas bastante técnicas; algunas ni puedo respondérselas. Me escucha y me mira, como si me hubiera convertido de repente en el ídolo que llevaba esperando. Me sonríe y su lenguaje corporal me indica que está cada vez más dispuesta a conectar conmigo, de forma más íntima, me refiero.

  Y, entremedias, regresa Jolie, claro.

  A ver, no es que estuviera pensando en tirármela sobre el sofá, pero me hubiera gustado ver adónde llegaba todo el asunto. Para desenredar lazos, me levanto del sofá y le pregunto a Jolie sobre últimos avances, pero todo parece tranquilo. También ha llamado al comisario y le ha dado el informe diario, algo en lo que es mejor que yo.

  La tarde pasa. Jolie consigue que Nadiuska se interese por un programa de Top Dance, en el que varios grupos de chicos y chicas dirimen rivalidades en duelos de estudiadas coreografías danzarinas. Por mi parte, empujo la mesa de comedor hasta situarla bajo la ventana y despliego toda la carpeta que estamos reuniendo sobre Massui Odonjawa. Recorridos de su coche oficial, fotos de su lugar de trabajo, de su casa, de su esposa… y prácticamente todo lo que tenemos. Me pongo a estudiarlo desde un prisma u otro y acabo hartándome. ¡No tenemos una mierda sobre ese tío, pero estoy casi seguro que tiene que ver con esos crímenes absurdos de turistas!

  Desde el sofá, Nadiuska me mira. Casi estoy seguro que le gustaría sentarse a la mesa, frente a mí, y participar en la investigación, pero no es tonta, no con Jolie allí. Me pongo en pie y les pregunto:

         --- ¿Hacen unos sándwiches de queso gratinado y salchichas al vino?

         --- ¿De verdad que existe un sándwich así? –masculla Jolie.

         ---Ya me dirás cuando lo pruebes.

  La verdad es que cocinar me ayuda a pensar. Mientras dejo que mis manos actúen casi por su cuenta, suelo repasar aspectos de los casos en los que trabajo. Si pudiera escuchar ópera sería aún mejor, pero como que no es el lugar para sentir esas deliciosas vibraciones…

  Gratino pan y queso en una sartén con mantequilla para luego dorar finas rodajas de cebolla. Retiro la cebolla y rehogo las salchichas cortadas en tiras en un fondo de vino blanco. Lechuga troceada y un buen chorro de mostaza. ¡Et voilá!

  Jolie está sentada en el lugar que yo ocupaba antes, repasando la investigación y compone un gesto con sus labios. Ha llegado a la misma conclusión que yo. Nadiuska, mucho más material, me alarga los platos para los sándwiches y nos pregunta si queremos cerveza o refresco.

  Cenamos mirando la tele de nuevo, pero esta vez una película bélica de finales del siglo XX que ninguno de nosotros había visto antes. Bajo a charlar un rato con los compañeros de abajo y, al subir, pillo a Jolie en un bostezo.

         ---Yo haré la primera guardia. Vete a la cama. Te despertaré a las tres y media –le digo.

         ---Vale –me responde y se levanta como un zombi para ir hasta el cuarto de baño.

         ---Yo también me voy a retirar –me dice Nadiuska con una sonrisa. –Estoy cansada.

         ---Perfecto. Estaré aquí, velando por ti –le digo, cuadrándome a lo militar, lo que la hace reírse mientras se aleja hacia su dormitorio.

  Me siento de nuevo a la mesa, observando papeles y fotos. Me monto diferentes teorías que no me ayudan en nada. Me retrepo sobre la silla y suspiro. La vida era más fácil en el infierno pero menos interesante, me digo. Las chicas deben de estar dormidas. Meto la mano en el pequeño bolso en el que he traído la carpeta y saco un bote de cristal pequeño. Dentro hay dos mariposas moteadas de rojo revoloteando. Devoro las dos en un santiamén y me siento a ver la tele.

  Debe de ser cerca de la medianoche cuando la puerta de la alcoba de Nadiuska se abre. Me sonríe al salir, vestida con una camiseta con la efigie del osito Willie que no le está demasiado larga. Sus pies descalzos se deslizan sobre la madera del suelo. Se dirige a la nevera y saca una botella de agua de la que bebe con descaro.

         ---Hace calor –comenta.

         ---Pues tendrías que ver esto en verano, nena.

         ---Sí, Nueva Orleans es famosa por el bochorno que proviene de los pantanos.

         ---Ajá.

         ---Buenas noches, Jack.

         ---Que duermas bien, Nadiuska.

  Vuelve a encerrarse en el dormitorio. Sé que este juego no ha terminado y cada vez me apetece más jugarlo. Se ha decidido más rápido de lo que creía. Quince minutos más tarde vuelve a salir y avanza hasta mí, sin decir ni una palabra. Se queda de pie ante mí, las manos unidas a su espada, balanceando suavemente sobre sus pies, como una niña modosita.

         ---Me siento tensa y nerviosa –acaba confesando.

         ---Es absolutamente normal. Pasado mañana te enfrentas a un feo asunto.

         ---Sí, no puedo dormir. Mi mente imagina un montón de cosas y algunas no son muy tranquilizadoras.

         ---Bueno, si quieres puedes quedarte aquí conmigo, viendo la tele –le propongo.

         ---No tenía pensado mirar la entupida tele, Jack –susurra, inclinándose sobre mí.

  Me desabotona la camisa con dedos nerviosos. Ni siquiera nos hemos besado pero nos miramos intensamente, a muy corta distancia. Distingo un fino vello rubio sobre su labio superior, reflejado por la lamparita que tiene a su lado. Cuando me ha quitado la camisa, comienza con el pantalón. Antes de tirar de ellos, me despoja de mis zapatos y los calcetines. Creo que quiere verme totalmente desnudo.

 Y así es. Una vez despojado de mi ropa interior, se incorpora y da un paso atrás, como para observarme mejor. Mi pene ya está erguido por la tensión sexual que emana de nosotros. Bueno, hay que decir que mi miembro se alza casi por cualquier cosa, pero así queda mejor, ¿no?

Nadiuska empuña el escote de su camiseta y lo estira, mostrándome sus senos desnudos, despojados de sostén. Posee unos largos pezones que se han endurecido, como si quisieran salir disparados de sus aureolas.

         ---Llevo así todo el día y nunca me había pasado –me confiesa.

         ---Habrá que solucionarlo, ¿no crees?

         ---Vamos a mi habitación –me da la mano, poniéndome en pie y conduciéndome hasta el altar prometido.

  No hay más palabras en cuanto cierra la puerta. Me echa los brazos al cuello y hunde su lengua en mi boca. Es fresca y sabe a clorofila. Yo, por mi parte, ni siquiera me he lavado los dientes tras cenar. No parece que le importe. He leído sobre la sexualidad de las mujeres eslavas, cómo se entregan al frenesí sexual, y Nadiuska no me defrauda en absoluto.

  Su boca parece aspirarme, sacarme el oxígeno de mis pulmones para reemplazarlo por su propia saliva. Me lame la mejilla mientras su pelvis se aprieta contra la mía. Le saco la camiseta por la cabeza y queda en braguitas de algodón, casi idéntica a las que lleva cualquier niña. En ese momento, no caigo en que toda su ropa ha sido comprada en la base militar, así que no hay nada de Victoria’s Secret. La verdad es que no duran mucho puestas…

  Me empuja sobre la cama. Ha decidido montarme y lo hace de forma experta. Su sexo se traga al mío con un par de movimientos y puedo notar lo lubricada que ya está. Pensaría que ha estado moviendo un dedito dentro de ella antes de decidirse a salir a buscarme. La lamparita de la mesita de noche está encendida y me contempla bajo su luz a medida que incrementa su ritmo. La animo más subiendo mis manos y pellizcando esos largos pezones, lo que hace que gima de forma encantadora. Se mordisquea el labio inferior sin parar, sin dejar de mirarme a los ojos. Le da una expresión de zorra devoradora que tira para atrás y me encrespa aún más.

  Mis dedos descienden por sus flancos, percibiendo la suavidad de su piel, hasta acabar clavados sobre sus prietas nalgas. Me sonríe como si me diera permiso para apretar lo que quisiera, lo cual me hace masajearlos a placer, incluso azotarlos moderadamente. Nadiuska eleva aún más su cabalgata. Tiene los ojos cerrados, la boca abierta, las aletas de la nariz palpitando. Todo indica que está degustando su primer orgasmo…

  Con un suspiro, se derrumba sobre mí y me besuquea el cuello. Casi podría jurar que ronronea, satisfecha.

         ---Ah, no, no, nena… no creerás que ya has acabado, ¿no? –mascullo, quitándomela de encima y haciéndola rodar.

  Me escurro como una anguila hasta situar mi rostro contra su pubis, regodeándome en el corto vello rubio oscuro que forma un sendero que conduce a su clítoris. No tardo en aplicar allí mis labios y luego la lengua. Ahora sí que la escucho ronronear y, un minuto después, gemir, a la par que sus caderas ondulan, asociándose a la frecuencia de mis lamidas.

         ---Oooh, Dios… Jack –murmura y me aferra del cabello. --Senki ezt nem tette meg nekem. Most engem futtatsz, Jack...

  “Nadie me ha hecho esto así de bien. Vas a hacer que corra ya, Jack…”, traduzco mentalmente. Mi naturaleza demoníaca es afín a todos los idiomas humanos. A lo mejor no puedo hablarlos pero sí entenderlos todos.

  Sus muslos tiemblan, cerrándose en torno a mi rostro, al correrse de nuevo. Su cabeza cae hacia atrás, jadeando alegremente. Sus dedos acarician el corto vello de mi cabeza.

         --- ¿Más calmada? –le pregunto. Ella asiente. –Entonces, es hora de que hagas algo con esto –le señalo mi erguido y dispuesto miembro.

  Sonríe y se incorpora sobre un codo, aferrándome la polla con una cálida mano. Le da un par de sacudones antes de que la frene. Niego con la cabeza y toco con el índice sus labios. Su sonrisa se convierte en una silenciosa risa. Compruebo que tiene una buena experiencia en el tema oral y consigue tragarse más de medio pene sin dar arcadas. Noto su glotis rodearme el glande y producir esa sensación de ventosa al cerrarse instintivamente sobre él. Cada vez que se saca la polla de la boca, escupe el exceso de saliva sobre ella y me mira con ojos lujuriosos.

  Así no hay forma de resistir y le indico que estoy a punto de eyacular, pero ella no abandona y se traga la emisión con pasión y orgullo. Para corresponderle, la beso y le meto la lengua, consiguiendo algunas gotas de semen que aún no se ha tragado.

         ---Me han obligado a tragarme crema de tío en muchas ocasiones, pero esta es la única vez que me ha apetecido verdaderamente –me susurra al oído. -- ¿Quieres dormir conmigo o no puedes involucrarte con una testigo?

         --- ¿Quién ha dicho nada de dormir aun? –le digo, causándole asombro.

  Chilla bajito cuando le doy la vuelta y amaso ese duro trasero y le meto dos dedos en la vagina. No tarda mucho en estar dispuesta de nuevo, así que se la meto hasta el fondo, de una sola arremetida. Muerde la sábana, intentando acallar el quejido y lanza su mano hacia atrás, atrapándome por la nuca, aprovechando que estoy casi tumbado sobre su espalda.

         ---Ooooh… ya no diré… más tonterías… sobre los… yankees… --jadea entrecortadamente.

         ---Y yo contaré maravillas de las búlgaras, seguro –le digo, mientras me lanzo a un ritmo que nos va a rendir a ambos.

                   * * * * * * * * * * * * *

  Abro un ojo y miró el reloj. Las ocho menos cuarto. Parece que Jolie me ha dejado dormir un poco más. Me visto y salgo al saloncito, encontrándome con mi compañera a punto de salir del apartamento.

         ---Ha llegado el relevo de los dos de abajo. Voy a ponerles al corriente. Hay café hecho. Deberías ocuparte de preparar el desayuno, compañero –me dice y cierra la puerta.

   ¿Así es como se sienten las esposas utilizadas por sus maridos? Porque yo me siento como una fregona, valga la comparación. Claro que la cosa importa mucho menos si te echan un buen polvo cada noche, pero va a ser que no suele ser así… Los machos humanos no están mucho por la labor con tanto ocio diferente a su alcance. Las perversiones humanas me maravillan, desde luego.

  Empiezo una bolsa de pan blanco que comienzo a tostar mientras voy haciendo huevos revueltos en una sartén. No hay bacón pero sí jamón dulce, por lo que hago unos rollitos uniéndolo a algunas lonchas de queso. Nadiuska asoma la nariz siguiendo el olor como un sabueso. Me sonríe y mira en todas direcciones antes de empinarse sobre sus pies descalzos y besarme los labios y la barbilla.

         ---Hola, guapo –susurra.

         ---Buenos días.

         ---Me vas a acostumbrar malamente con estas atenciones.

         ---Ya, pues no te acostumbres, hermosa. Anda, recoge todos esos papeles de la mesa y ponlos por ahí. Esto está casi listo.

  Jolie entra en el apartamento. Le echa una mirada a Nadiuska, la cual está inclinada sobre la documentación sobre Odonjawa, y se acerca a mí.

         --- ¡Nos han enviado un jodido novato! –me susurra entre dientes.

         --- ¿A qué te refieres? –le contesto de la misma manera.

         --- Mourier y Natchwer han sido relevados por el sargento Bourre y un jodido novato, un tal Durrain o Dorrane, no sé. Está verde como una lima. ¡Esto no es serio!

         ---Bueno, ahora no es el momento de poner el grito en el cielo –le digo, cerrando el gas y apartando la sartén. –Habrá que estar más atento y ya está…

  Miro hacia la mesa antes de vaciar la sartén y me encuentro con que Nadiuska tiene una mano sobre la boca y se ha quedado lívida. Sus ojos están abiertos de par en par, mirando las fotografías esparcidas. Siento un tirón en las tripas, como si las mariposas que cené anoche aun estuvieran revoloteando en ellas. Malo.

         --- ¿Qué pasa, Nadiuska? –le pregunto, soltando la sartén sobre la encimera y acercándome a la búlgara.

         ---Ese hombre… –señala con un dedo algo tembloroso. Sigo la dirección y me hallo con el rostro de Odonjawa. –He visto a ese hombre…

         --- ¿Dónde? –pregunta Jolie, a mi lado.

         ---En el barco, cuando atracamos… él seleccionó a las chicas. Se quedó con algunas asiáticas y dijo que repartieran a las demás… él daba órdenes a Moushian… es su socio…

  ¡Socio! Esa palabra rebota en el interior de mi cerebro como una pelota saltarina. Odonjawa trabaja en Importaciones, le sería fácil dedicarse al tráfico de personas, asociándose con una bestia como Moushian.

         --- ¡Cristo! –jadea Jolie. –tenemos que hacérselo saber a la fiscalía cuanto antes. esto puede suponer una captura aun mayor.

         --- ¡Ya te digo! ¿Por qué no habías contado esto antes? –le pregunto a Nadiuska.

         --- ¡Nadie me preguntó, ni conocía a este tipo chino hasta verlo ahora! –exclama ella, alzando las manos.

         ---Japonés, el tipo es japonés.

         ---Pues había más japoneses con él –vuelve a señalar la foto. –Todos bien vestidos con chaquetas y se movían por la bodega como si fuesen los amos de todo.

         --- ¿Mafia? –musita Jolie, mirándome.

         ---Suena a yakuza –asiento con la cabeza.

         ---Pero no hay yakuza en Louisiana ni en Missisipi –niega mi compañera como si ese razonamiento hiciera desaparecer el problema.

         --- ¡Pues serán ninjas, coño! ¡El caso es que están conchabados con el puto Dirkan Moushian. Podemos pillarles a todos si conseguimos convencer a…

  Mis oídos captan un choque metálico, un estruendo que resuena a un par de manzanas al sur, pero que es totalmente claro para mí, agravando esa mala sensación en las tripas. Miro a Jolie, la cual no parece haber escuchado nada. Las malas vibraciones recorren todo mi cuerpo, haciéndome saltar.

         --- ¡Ponte el chaleco y tráeme el mío! –exclamo, sobresaltándola por la firmeza de mi voz. -- ¡Nadiuska, a tu habitación, dentro de la bañera! ¡YA!

         ---P-pero… ¿qué dices? –tartamudea mi compañera.

         --- ¡Vienen a por ella! ¡Estarán aquí en minutos! ¡Vamos, vamos! –les meto prisa, sacando mi arma de la funda y activando la corredera.

  Jolie vuela a nuestro dormitorio y trae ambos chalecos antibalas. Nos ayudamos mutuamente a colocarlos y abrocharlos, con la rapidez que da la práctica. Nadiuska ha corrido hacia su cuarto, gimoteando. Se ha portado de una forma muy valiente hasta ahora, pero mis palabras la han asustado mortalmente.

  Varios disparos se suceden en el piso de abajo, haciéndome soltar una imprecación. Entreabro la puerta y asomo un ojo. Un par de impactos sacan esquirlas a la pared y obligándome a meterme dentro de nuevo.

         --- ¿Cómo han sabido dónde estamos? –me grita mi compañera.

         --- ¡Eso da igual ahora! ¡Llama a los refuerzos! –le ordeno.

  Asomo la mano armada por la puerta entreabierta y dejo ir varias balas hacia las escaleras. Arriesgo una mirada. Bien, no hay nadie viniendo por el pasillo. Debo contenerlos allí. Los disparos siguen sonando en el piso inferior. Eso quiere decir que el sargento Bourre y el novato siguen aguantando. Un tintineo metálico por el suelo del pasillo pone mis nervios de punta. Suena a granada. Me tiro al suelo pero solo suena un bronco silbido. ¿Gas?

  Retengo el aliento y miro. Puedo reconocer un bote de humo soltando su blanca carga. ¡Quieren enmascarar su avance, los malditos! Un par de botes más resbalan por el suelo. Pronto no se verá una mierda en el pasillo.

         --- ¡Jack! La cobertura ha caído! ¡Deben de estar usando inhibidores de algún tipo!

         --- ¡La puta que los parió! Tendremos que esperar a que llamen los vecinos de la calle… ¡Jolie… que no entre nadie por esa puerta si no dice la palabra Nefraídes! –le digo a mi compañera, la cual está mirando el humo que está entrando por la rendija de la puerta.

         --- ¿Qué vas a hacer? –me pregunta, preocupada.

         ---Lo que tengo que hacer si queremos sobrevivir. Quédate con ella. Enciérrate con Nadiuska si ves la cosa chunga. Procuraré estar de vuelta lo más pronto posible.

  De un salto, salgo al pasillo. Todo es blanco, el humo pica en mi nariz. Pero, por el momento, no necesito respirar, el aliento contenido. Me pego a la pared, pistola en mano, ofreciendo el mínimo blanco e intento discernir algún bulto entre ese denso vapor. Inesperadamente, la mano que está libre se pega al yeso más de la cuenta, como si tuviese una gruesa capa de velcro en la palma de la mano. Me quedo quieto, súbitamente inspirado.

  Vacío el cargador a ciegas, solo para ahuyentar un posible avance, y vuelvo a meter un cargador. Me quedan dos en los bolsillos traseros de los jeans. Me deshago de las deportivas en silencio y de la camisa. Cuando me pego de nuevo a la pared, noto como toda mi piel se estira y se aferra al muro.

   Je, creo que voy a hacerles un Spiderman.

  No hay tiempo para reflexionar, pero si lo hubiera, tendría que preguntarme cómo se acomodan estos extraños dones a las situaciones en las que me veo envuelto. ¿Los controla de alguna forma o bien interactúan con el entorno? En silencio, trepo hasta situarme en el techo, el pecho pegado al enyesado. Con la cabeza bocabajo, repto en silencio, atento a lo que pueda moverse debajo de mí. El humo impide que los vea pero también limita su propia visibilidad. Una táctica con doble filo. Los disparos del piso inferior han terminado. Mala señal.

  Una figura surge de la neblina que se arremolina. Solo tengo que descender la mano un poco y apoyar el cañón de la Glock sobre la coronilla del tipo para desparramar sus sesos por todo el suelo. Una maldición me revela otro hombre detrás y disparo sin verle. Un aullido me hace saber que la Glock31 ha acertado de nuevo. Repto más rápidamente hacia delante. Tengo una fugaz visión de un cuerpo en el suelo, soltando alaridos y aferrándose la pierna. Le suelto un tiro que lo deja espatarrado. Repto un poco más y alcanzo el hueco de las escaleras. Me asomo, siempre colgado como una mosca humana. Hay dos hombres cubriendo el pasillo del piso inferior. Sin duda, han matado o retenido a los compañeros de apoyo. Están subiendo para reforzar el asalto de sus dos compañeros y me los encuentro de frente. Aquí no hay humo que limite la visión y yo estoy preparado para ellos. Me hubiera gustado traer el Colt Azamet pero no podría explicar las heridas que hiciera con él ante los forenses, así que lo suelo dejar en la caja fuerte. Las balas 357 SIG que envío en busca de los individuos destrozan el pecho de uno y media cabeza del otro.

  Me dejo caer sobre los peldaños y tomo una buena bocanada de aire. He aguantado la respiración desde que he salido del apartamento. Pistola alzada, reviso el pasillo hasta llegar al apartamento de los colegas. El sargento ha caído protegiendo la vida del novato. Ha recibido un disparo en el cuello y se ha desangrado. El policía novel me mira, aun intentando cortar la hemorragia fatal de su superior. No para de llorar, histérico. Me agachó a su lado y retiro sus manos del cuello del sargento.

         --- ¿Estás herido? –parpadea y niega con la cabeza. –Bien, vamos a revisar el vestíbulo y…

  Un par de disparos en el piso superior. ¿Cómo han llegado allí? El ascensor está bloqueado y por las escaleras no han pasado… El chasquido neumático que percibo procede de la calle y me pone los pelos de punta.

         --- ¡Joder, joder! –mascullo. –Baja al vestíbulo y busca cobertura en la calle. Llama a comisaría. ¡Venga, muévete! –pongo en pie al novato de un tirón.

  Subo los escalones de tres en tres y salto sobre los dos cadáveres que están cruzados en el pasillo. Entro en el apartamento como una tromba. En mitad del salón me topo con Jolie tumbada en suelo, encogida sobre sí misma. No tengo tiempo para mirar si está viva o no. Un vistazo de pasada al cuarto de baño. Hay sangre en la bañera. No me detengo y corro hacia la ventana en la que están moviéndose los cortinajes.

  Los cabrones están subidos sobre una pequeña plataforma de trabajo que sostiene el brazo neumático de un mediano camión aparcado en la calle lateral. Responden al fuego que disparo sobre ellos, pero están en una mala posición para acertarme. Los acribillo a placer. Uno de ellos traspasa la barandilla de seguridad y se estrella sobre la caja del vehículo. Había otro equipo ejecutor que ha actuado mientras nos entreteníamos con los asaltantes de la escalera, barrunto.

  Abandono la ventana y entro en el cuarto de baño, en donde compruebo el cuerpo de Nadiuska. Está tirada en el fondo de la bañera, con una pierna desnuda colgando del borde. Tiene dos disparos en el pecho y uno en mitad de la cara. Ejecutada. Suelto un reniego digno de un ministro cogido con las manos en la masa y corro hasta mi compañera. Resbalo de rodillas por el suelo y me freno poniendo mis manos sobre su chaleco. Jolie gime. ¡Está viva!

  Busco heridas pero no hay nada. Entre los pliegues de kevlar, hay un par de balas atrapadas. Gracias a los hados, al menos alguien se ha salvado…

  Cuando Jolie consigue sentarse en el suelo, recupera el aliento a costa de un buen dolor de costillas. Sus ojos lagrimean y no necesita preguntarme por nuestra testigo. Sabe que está muerta. Le dispararon a ella cuando escuchó los disparos en la habitación de Nadiuska y entró para ayudarla.

         ---Entraron por la ventana con una plataforma neumática –le explico y ella asiente, la mano sobre el torso. Le he quitado el chaleco en espera de los servicios de urgencia.

  Cuando los refuerzos llegan y se empiezan a conocer los detalles, me entero que el coche patrulla que vigilaba el barrio fue interceptado por una camioneta robada que chocó contra él. Ese fue el estruendo que me alertó primeramente. Los policías fueron abatidos dentro de su vehículo. El camión con el brazo neumático también fue robado de una obra la noche anterior. Los atacantes conocían la ubicación, nuestra vigilancia, nuestro apoyo. Esto demuestra que no tenemos un topo –una pequeña alegría al menos –sino que parece que todo es obra de una contra vigilancia. No hay que olvidar que Moushian se pulió en las guerrillas serbias. Sabe de estas cosas…

  Me despido mentalmente de la alegre Nadiuska cuando retiran su cuerpo metido en una bolsa negra de asas. Espero que no aterrice en el infierno, creo que no lo merece.

CONTINUARÁ...

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